VI.-SUGERENCIAS GENERALES SOBRE LOS ELEMENTOS EDUCATIVOS DE LA
DISCIPLINA
Los
Superiores del Seminario, en la aplicación de la disciplina para formar a los
Seminaristas deben de valerse de: las instrucciones, los avisos, la
vigilancia, amonestaciones y correcciones, emulación, premios y castigos,
horarios, paseos, ..... y otros.
1/.-
LAS INSTRUCCIONES:
Estas
son un medio eficaz de persuasión y de acción, y por lo tanto de educación.
Su objeto es desarrollar las facultades del Seminarista en el orden físico,
intelectual y moral, acostumbrando a los Seminaristas, desde que entran en el
Seminario, a discurrir por si mismos; fortalecer la voluntad para que
adquieran los hábitos buenos, moderando la imaginación y las pasiones, y se
determine con energía al cumplimiento del deber.
En
las Instrucciones se han de exponer ideas, que iluminen el entendimiento y
formen la conciencia de los Seminaristas; lo cual importa mucho, pues, sabido
es cuánto influyen las ideas en la conducta y carácter de los hombres.
Las
ideas, no solo han de dar luz a la inteligencia, sino también fuerza a la
voluntad, exponiendo los motivos o estímulos que hay para seguir el bien que
se le propone, sacados de la razón y de la fe, y excitando los afectos o
sentimientos internos, que tanto influyen en la parte afectiva, o en le
corazón, para que la voluntad se determine a querer la virtud con decisión y
constancia.
"Bueno
es instruir; pero aún es mejor educar; bueno es alumbrar inteligencias, pero
aún es más meritorio modelar corazones, y lo uno debe ir acompañado de lo
otro en la formación de almas enteras, de hombres cabales... Así como las
inteligencias tienen hambre de verdad, las voluntades ansían el bien, y la
práctica del bien se llama <<virtud>> y la perseverancia o
constancia en la virtud forma el <<carácter>>, y la penetración
del alma virtuosa por la gracia de Dios que la mejora, mueve
y sobrenaturaliza sus actos y la hace triunfar de todos los
obstáculos, forma el <<carácter>> de los Santos... Saborear a
Dios en el bien, tender a Dios con la honradez, perfeccionar y aproximar el
hombre a Dios por la perfección cristiana, eso es hacer hombres perfectos,
cristianos cabales" (Andrés
Manjón, El Maestro mirando hacia dentro).
Esta
labor antes referida ha de ser progresiva y constante y ha de abarcar toda loa
preparación de los Seminaristas. Hay que empezar con ellos desde el primer
año su educación moral con el santo temor de Dios, e inculcarles la practica
de las virtudes que les disponga a trabajar útilmente en la salvación de las
almas.
Por
ello las Instrucciones deben ser con un fin determinado: v. gr., la
explicación de un punto de la doctrina cristiana, del reglamento, de la
liturgia, etc.
Es
menester, una vez dictada la Instrucción, acomodarse a la capacidad mental y
a las necesidades de cada Seminarista, hablándoles a su inteligencia, a su
imaginación y a su corazón. Una vez dada la Instrucción, si hay que repetir
se hará, con paciencia, muchas veces bajo diversos modos,... , para que
aprendan lo explicado, para que aprendan poco a poco a reflexionar. A este
propósito decía el P. Ruiz Amado: "no
es razonar , sino hacer que razonen los alumnos, acerca de sus experiencias
morales".
Los
grandes discursos suelen conducir a nada. En cambio, aprovechando las
coyunturas, hay que estimar los aciertos, las buenas acciones de los
Seminaristas.
El
que ha ejecutado una acción virtuosa y siente la interior satisfacción de
ella, está dispuesto para entender su provecho. El que siente los efectos
perniciosos de una ligereza o mala acción, está preparado para conocer la
odiosidad del vicio y sus amargos frutos.
San
Ignacio aplica esta doctrina al examen particular: "En vez de comenzar por ponderar su excelencia o eficacia incontrolable,
nos enseña a partir de una experiencia moral de la persona a quien deseamos
aprovechar. Supone que tal persona se quiere corregir y enmendar de un pecado
o defecto que ve en sí. Es decir, que tiene una experiencia moral; un
sentimiento de desagrado de algo que hay en su conducta; y comienza la obra de
su reformación ofreciéndole un medido eficaz para librarse de él".
El
Santo da tanta importancia a esto que quiere que el examen se haga, no del
defecto más principal, que pudiera tener el ejercitante, pero no lo ha
sentido en sí, ni está dispuesto a sentirlo por la exhortación del
director, sino del que ha sentido en sí y se quiere corregir e enmendar,
aunque sea menos importante.
En
las meditaciones de los Ejercicios espirituales se vale de la composición de
lugar, la aplicación de los sentidos y los coloquios para excitar en el que
medita afectos que den eficacia a la idea de la meditación; asimismo quiere
que se pida interno sentimiento de las cosas que se meditan para que se mueva
el alma a ponerlas en práctica.
A
los Seminaristas, sin olvidar lo antes dicho, deben emplearse con preferencia
argumentos de autoridad y de razón, acomodándose a lo que pide su
preparación, más o menos próxima al sacerdocio.
La
Iglesia se preocupa no solo de tener buenos Seminaristas, sino de que salgan
del Seminario sacerdotes preparados convenientemente para llevar a las almas
por el camino de la santidad. Para lo cual es menester "inculcarles una ferviente piedad viva, sólida y
bien sentida, no reducida a fórmulas y prácticas rutinarias.
Recomendarles
muy principalmente el procurar mucha pureza de corazón y de conciencia, y
gran fidelidad a la gracia y docilidad a las inspiraciones divinas; y por lo
mismo mucho amor a la oración y recogimiento, mucho trato y familiaridad con
Dios, y muchísimo cuidado de andar siempre en la divina presencia y renovarla
con frecuentes y fervientes aspiraciones y místicas introversiones.
Insistirles...
sobre la alteza de la vida cristiana y la excelencia de la vocación
sacerdotal, y la correspondencia que exigen.
Hacerles
sentir muy al vivo con ardientes exhortaciones y palpitantes ejemplos de
siervos de Dios, cómo son templos vivos del Espíritu Santo, y han de ser
preciosas literas del divino Salomón, o tronos portátiles de Cristo, para
llevarlo siempre consigo y comunicarlo a cuantos traten.
Finalmente,
procurar, en resumen, que vivan según el espíritu de
la Compañía (articulo 4º de los
Estatutos) y de su vocación (la
sacerdotal) y de que deben estar siempre
animados, para que así florezcan con hermosas virtudes que les hagan exhalar
el buen olor de Cristo, y sus almas se enriquezcan con los doce preciosos
frutos del Espíritu Santo y sus corazones sean fuentes de huertos y pozos de
aguas vivas, para el bien de muchas almas sedientas de justicia" ( P.
Arintero.- "El ideal en la formación de los seminarios... Vida
sobrenatural", VIII.)
Por
ello, los Perfectos y encargados de Disciplina sientan el siguiente principio
como norma fundamental en la educación de los Seminaristas: "Es
menester formar a Cristo en aquellos que por oficio le han de formar en los
demás".
Después,
con un sentido practico, deslinda lo que en este punto pertenece al fuero
externo, y lo que es propiamente del fuero interno.
Al
Rector del Seminario le toca infundir en los ánimos de los Seminaristas,
oportunamente y con perfección, el espíritu eclesiástico, que es el
Espíritu de Cristo; cuidar de la exacta observancia de los Estatutos, y
Reglamento, y, de acuerdo con el director espiritual, establecer la
ordenación externa de los ejercicios de piedad, y todo aquello que conduce al
fomento de las virtudes.
Al
Director espiritual toca exponer a los alumnos la dignidad del sacerdocio, las
obligaciones y oficios del mismo; la necesidad de la oración, particularmente
la mental, y el modo de hacerla; el examen de conciencia y otras cosas que
ayuden a la piadosa formación de los clérigos.
Además, los superiores del Seminario no se han de contentar -error en que a veces se puede incurrir- con la guarda externa de la disciplina, sino es necesario se penetren de su espíritu, procuren la piedad sólida, amen la gloria de Dios y la salvación de las almas y se ejerciten en la abnegación y en las demás virtudes.
2/.-
LOS AVISOS O ADVERTENCIAS:
Éstas,
ya sean en público, ya en privado, son después de las instrucciones, uno de
los más eficaces auxiliares de la disciplina y de la formación de los
Seminaristas: "Incumbe a los que
gobiernan, soportar a quienes conducen, encaminarlos cuando se desmandan sin
cansarse de advertirles con tal que sea en tiempo y lugar oportunos, con
respeto y destreza y lo merezcan" (San Vicente de Paul).
Las
advertencias tienen por objeto prevenir las faltas, como, ante todo,
corresponde a la buena disciplina; corregir los defectos de los Seminaristas
para que se acostumbren paulatinamente a conducirse, aun en los detalles más
pequeños de la vida, según las exigencias de su especial formación.
Estas
advertencias se han de hacer oportunamente, en tono familiar, con tacto y
dignidad y, a veces, si el caso lo requiere, con energía y decisión, pero
siempre con caridad, mirando al bien de los Seminaristas o del Seminario.
Hay
que hacer comprender a los Seminaristas: a).- Que las faltas en que se les
sorprende a diario, quizás ligeras en sí, no lo son si se consideran sus
principios y las consecuencias que de estos principios se pueden originar;
b).- Que es menester mirar menos aquellas faltas que el defecto -la raíz o
inclinación- de donde proceden; c).- Que este defecto, que en su vida privada
les hace caer en faltas de no muy trascendentales consecuencias, como no lo
desarraiguen, les hará cometer más adelante faltas capitales, y que
subsistirán mientras no lo ataquen denodadamente y no lo arranquen de cuajo
de en medio de su corazón; d).- Que en la corrección de los defectos del
Seminarista, el superior no puede nada por sí solo; se necesita que el
Seminarista coopere con él; para lo cual ha de conocer éste sus defectos y
los ha de conocer por medio de aquel.
Este
trabajo es muy dificultoso; porque hay defectos que no se conocen fácilmente,
V. gr., el amor propio, la vanidad, el orgullo, el mal humos, la envidia, la
ira, que suelen permanecer ocultos en los Seminaristas mientras todo los sale
bien, pero se manifiestan en el momento que algo inesperado hiere su
susceptibilidad, no enseñada a la mortificación.
Hay
otros defectos que, si no se combaten a tiempo, con facilidad, se convierten
en costumbre, que hacen caer en muchas y mayores faltas y constituye la
pasión dominante, tales son: la molicie, el orgullo, cierta dejadez, enemiga
de todo lo que supone esfuerzo, la ligereza y las maneras vulgares o el trato
brusco.
Es
por tanto muy importante y necesario el corregir los defectos de los
Seminaristas, desde los primeros años; de otra suerte, las consecuencias
perniciosas se dejarán sentir después y, quizás, durante toda la vida, v.
gr., el mal carácter u otro defecto no combatido como conviene.
3/.-
LA VIGILANCIA:
El
Seminario, como está mandado, se gobierna por autorizadas normas, que
constituyen la disciplina o reglamento del mismo, y los superiores son los
encargados de vigilar su exacto cumplimiento.
La
vigilancia, necesaria en toda comunidad, se ordena a evitar las faltas contra
la disciplina, para no tener que corregirlas después de cometidas, porque <<es
mejor gobernación prevenir los delitos, que castigarlos después de
hechos" (Epistolario Espiritual del Maestro de Avila. Carta 152).
Asimismo,
se ordena a conocer las cualidades de los jóvenes y preparar el camino a la
acción educativa de la disciplina. No se ha de concretar, por tanto, a la
simple guarda del orden exterior, v. gr., al silencio y a la compostura en la
Iglesia, en el estudio, o a que no se cometa desorden alguno; sino que se
extiende a conocer, con mucha solicitud, discernimiento y caridad, las
señales positivas o contrarias de la vocación de los Seminaristas.
...Sus
cualidades.- La
vigilancia debe ser previsora y constante. Nada de lo que pertenece a la disciplina exterior o el
orden de la comunidad ha de escapar al cuidado del superior, quien, sin
perdonar trabajo alguno y valiéndose de la experiencia y de la oración, ha
de prever todo y en toda ocasión, no dejando nada al acaso, para impedir el
desorden, el mal y fomentar la regularidad y el bien en los Seminaristas; lo
cual requiere en el superior constancia en el cumplimiento de su deber y un
ánimo sereno y precavido, pero no suspicaz, demasiado temeroso o nervioso.
Acerca
de la vigilancia continua de los superiores decía el Siervo de Dios D. Manuel
Domingo y Sol: "Aquel que se rinde
a la fatiga en el ejercicio de tan importante ministerio, no es apto para este
reino copioso de las gracias del Señor. Aquel que se duerme sobre los
laureles, porque domina ya la situación y fía en sus prestigios, es que el
enemigo le ha engañado" .
San
Pío X en su Reglamento, al hablar de los Prefectos de Disciplina, dice: "que
su deber principal es estar continuamente, fuera del tiempo de las clases, con
los alumnos encargados a su cuidado, ejerciendo en medio de ellos, sin
descanso, una vigilancia prudente y discreta a fin de impedir cualquier cosa
inconveniente y conocer el carácter y las cualidades de cada alumno.
Impedirán,
en absoluto, entre los alumnos la murmuración y las críticas, sobre todo, de
personas constituidas en autoridad y apagarán, en sus comienzos, los funestos
brotes de cualquier tendencia menos recta.
Igualmente,
impedirán los juegos de manos, las disputas, las burlas y cualquier acto o
palabra contrario al decoro eclesiástico, amonestando con caridad al que
falta, para que se enmiende.
En
general vigilarán porque se observen, en las diversas circunstancias, las
reglas de una exquisita urbanidad, poniendo todo su empeño en que se cumplan
puntualmente el Reglamento y las órdenes particulares de los superiores"
(Artículos
42-45).
La
vigilancia ha de ser discreta y leal. Hay
que vigilar y no se puede descuidar, sin faltar, ya sea por pereza o
negligencia, ya sea por una demasiada confianza, siempre peligrosa en una
comunidad de jóvenes; pero tampoco se ha de recurrir a medios ingeniosos con
el fin de sorprender al Seminarista, como impropia de la disciplina paternal
del Seminario.
Es
menester vigilar, no para contrariar al Seminarista, sino para guardarle de
los peligros a que está expuesto por la inexperiencia de la edad y guiarle en
la prosecución de sus ideales, conforme al estado a que aspira.
"Puede
haber exceso en la inspección, que la haga odiosa y aun inmoral o
contraproducente para la obra educativa.
No
pertenece a su distrito todo lo que pasa por el educando sino solo el fuero
exterior, y al par que en él debe esforzarse por prevenir las faltas, que
sería doloroso tener que remediar, ha de dar muestras de su respeto al fuero
interno de la conciencia y la libertad del alumno, no tratando de
sorprenderlo, ni de inmiscuirse en él, sino dejándolo a su relación con
Dios y los ministros de la Religión...
Es
pues vicio de la inspección el procurar, con preguntas capciosas, o espiando
momentos de ver sin ser visto, etc, leer pensamientos, como dicen, o
introducirse, contra la voluntad de su dueño, en los secretos íntimos del
educando.
Acomódese
la inspección al trato amigable, suavice lo que pudiera tener de enojosa, con
los servicios de caridad que presta al alumno; y, más con obras y con verdad,
que con palabras, persuádale que está a su lado, no contra él, sino en
favor de él contra todos los enemigos de su educación" (P.
Ruiz Amado. La Educación Moral, n 328, p. 371).
Tampoco
se ha de juzgar mal de un Seminarista determinado sin prueba. Las personas, y
sobre todo los jóvenes, son muy susceptibles al honor y, si se les hiere sin
motivo, difícilmente lo soportan. Además, si ven que el Superior se muestra
receloso y extremadamente perspicaz, le pierden la confianza y, o caen en la
hipocresía, o hacen de intento lo que sin motivo se les achaca, aunque no se
les hubiera pasado antes por las mientes, desquitándose con un acto de amor
propio mal entendido, la ofensa que han recibido.
Sin
embargo, suponer, en general que se cometen faltas en la comunidad y vigilar
como conviene, es una regla elemental de prudencia.
Dado
el fin de la educación del Seminario, sin olvidar lo que se acaba de decir
sobre la separación de los dos fueros, interno y externo, es menester fijarse
en el espíritu que revela la conducta exterior de los Seminaristas en la
observancia los Directorios y del Reglamento, particularmente cuando están
lejos de la mirada del Superior.
Esta
falta de rectitud de intención se echa de ver fácilmente y es uno de los
indicios más claros de la falta de vocación sacerdotal del Seminarista.
Por
otra parte, San Pío X, en el Motu proprio Sacrorum Antistitum, manda
expresamente a los Superiores de disciplina que conozcan íntimamente a los
alumnos para formarse un juicio acertado de su vocación.
4/.-
LAS AMONESTACIONES Y CORRECCIONES:
Las
amonestaciones tienen por objeto inclinar la voluntad del Sacerdote al
cumplimiento del deber, poniendo a su vista la idea moral, aneja a toda
obligación, que ha sido descuidado por ligereza, irreflexión u olvido
involuntario y las consecuencias perniciosas que de ello se siguen.
La
amonestación es un acto de caridad, más bien que un castigo que tiende a
disponer la voluntad al arrepentimiento y enmienda del culpable: si se pondera
la falta seria y enérgicamente, recibe el nombre de corrección o represión,
y se considera como castigo, aunque suave.
Tanto
en una como en otra forma, la amonestación, si se hace en tono amistoso, es
un medio muy conveniente y útil de educación.
Cosas
que se han de observar en ellas.- La
amonestación y la corrección deben ser:
a).-
Breves y precisas, de otra forma causan fastidio, se les quita valor y no
surten el efecto apetecido;
b).-
Caritativas, la falta de caridad,
sobre todo, en las correcciones, predispone los ánimos contra el superior "porque
no hay cosa que más exaspere al corregido que la acedía (desabimiento),
aspereza y entono del que corrige. Y por el contrario, ninguna cosa es tan
poderosa para ganarle la voluntad y hacerle dócil para recibir la doctrina,
que echar de ver en la mansedumbre y blandura de las palabras la caridad que
le mueve a decirlas. Y por ventura la falta de esta mansedumbre y blandura es
causa de que aprovechen tan poco las correcciones" (Fr. D. Murillo,
Escakla Espir., II.)
Antes
de reprender conviene manifestar el sentimiento con que esto se hace y
elogiar, con algunas palabras, las buenas cualidades del culpable: sin esta
precaución, a veces, la represión le desanima y se enmienda con más
dificultad. El hacer un llamamiento a la buena voluntad del Seminarista, el
hacerle ver que confiamos mucho en esta voluntad, que le creemos hombre de
conciencia, es desarmarlo completamente, es prevenir la indisciplina, es
impulsarlo al bien.
En
las represiones no se ha de usar de la ironía, sino es rara vez con los
presuntuosos, ni de la exageración, aumentando la falta o atribuyéndola a
todos, cuando es solo de algunos, lo cual haría que la represión no fuese
justa.
Tampoco
se ha de usar de las palabras injuriosas, bajas o de cólera, porque
quitarían fuerza a la persuasión y serían más bien un desahogo de la
impaciencia que efecto de la caridad, ni es prudente traer a la memoria cosas
pasadas, olvidadas y reparadas, lo cual denota poca generosidad en el
Superior.
c).-
Oportunas, es como deben ser las
represiones, evitando la precipitación, que suele nacer del mal humor y en
vez de remediar el mal, lo empeoran. Se ha de empezar por encomendar el asunto
a Dios en la oración y después de escuchar al culpable para que esté mejor
dispuesto a reconocer su falta y aceptar más fácilmente el remedio.
Solo
en casos extremos se han de aplicar remedios violentos o extremos, y siempre
hay que templar la autoridad con la mansedumbre, la justicia con la
misericordia, la severidad con la benignidad, según el precepto de San Pablo
a su discípulo Timoteo: "Reprende,
ruega, amonesta con toda paciencia y doctrina" porque, de ordinario,
sirve más para la corrección de los culpables la benevolencia que el rigor,
más la exhortación, que la amenaza, más la caridad, que la autoridad. (II.
Tim., IV, 2. Cf. C.T. sess. XIII, cap. I.)
Las
represiones deben ser oportunas, atendiendo al carácter de aquellos a quienes
se amonesta o corrige: si son ligeros, se les hará reflexionar sobre la
importancia de las cosas en las que no reparan y se avivará en ellos el
sentimiento de la propia responsabilidad; si son altivos, que deseen
sobresalir, se les inculcará la necesidad de la modestia y de la humildad; si
son sensibles, de buen corazón, se les ha de ganar con la razón y la
confianza; si son impetuosos, se esperará a que pasen los primeros momentos
del malestar; si son soberbios, se les ha de humillar con una saludable
confusión en las mismas cosas, que constituyen el cebo de su soberbia. (S.
Greg. M., Reg. Past).
Salvo
rarísimos casos, v. gr., de una falta pública, las represiones se han de
hacer en privado, porque las represiones hechas en público suelen abatir a
los pundonorosos y a los altivos les hace más atrevidos.
Finalmente,
no han de ser muy frecuentes; en general, la prudencia aconseja ceder algunas
veces: "Antes de corregir una falta
conviene disimular diez o más, porque el que es demasiado a menudo reprendido
fácilmente cae en el desaliento o en la indiferencia" (F.T.D. El
Superior Perfecto, pa. 281).
Sin
embargo, no se han de dejar impunes las faltas con peligro de relajación de
la disciplina y de la pérdida de la libertad en el gobierno de la comunidad.
Son
de digno recuerdo las palabras de Santa Teresa de Jesús: "No creo hay cosa en el mundo que tanto dañe a un prelado como no
ser temido, y que piensen los súbditos que pueden tratar con él como con
igual...: que si una vez entienden que hay en el prelado tanta blandura, que
ha de pasar por sus faltas y mudarse por no desconsolar, será bien
dificultoso el gobernarlos" (Obras de Santa Teresa de Jesús.)
Los
Superiores, para no caer en este peligro, han de guardar un justo medios,
siendo en el celo "tan discretos,
que no todo lo riñan, porque no se hagan aborrecibles, cobrando fama de mal
acondicionados, ni todo lo disimulen, porque no rebajen el rigor de la
disciplina..., sino que miradas con prudencia las ocasiones, la gravedad de la
culpa, la calidad del sujeto, las circunstancias del tiempo, del lugar y de la
persona, reprenda o disimule la falta, según les pareciere convenir al
provecho común o particular" (Fr. D. Murillo, Escal. Espir. I, 85).
...
en el Seminario mayor,
las amonestaciones y correcciones a los Seminaristas son muy necesarias:
la vida de comunidad que hacen, la educación que reciben y el ministerio al
que aspiran, exigen la obediencia y se basa en la autoridad y una y otra
requieren, a veces esas cosas.
El
Reglamento de San Pío X reserva a los superiores, que colaboran en el
Seminario con el Rector, las correcciones ordinarias y, a éste, las mas
graves; y hablando de los Prefectos de Disciplina, se expresa en estos
términos: "corregirán con caridad fraterna, con modos respetuosos y
discretos, acomodándose a la diversa índole de los alumnos para hacerles
mejores" (Art. 31, 48).
En
la preparación de los Apóstoles a la vida de apostolado, dejó el Señor un
ejemplo que imitar sobre esta materia:
<<No
castiga a sus Apóstoles, pero les amonesta muy a menudo. Les vuelve al buen
camino tan pronto como se han salido de él...; les reprende, ¡y con que
severidad! "Estaréis siempre sin
inteligencia?... ¿No tenéis todavía la fe?... No sabéis lo que pedís...
¡Oh, espíritus tardos y lentos en creer!..
Esta
severidad no es más que una forma de su ternura: tiene tal deseo de ver a sus
discípulos adelantar en el bien, que se aflige del menor retraso. Este
ardiente celo le sostiene en sus dificultades y en sus sinsabores. Nunca se
desalienta, nunca se irrita.
Aun
después del abandono de Getsemaní, no se desanima. Reprocha a sus Apóstoles
su dureza de corazón y su desconfianza, porque no han querido creer a los
testigos de su resurrección; pero de su defección, ni una palabra. Les
confirma en su dignidad; les devuelve su confianza. Su desfallecimiento de un
día no ha enfriado su ternura; antes, al contrario, redobla para con ellos
sus cuidados y atenciones; nunca ha sido su amistad más delicada ni más
expansiva... Así Jesús evita a
la vez su excesiva indulgencia y la excesiva severidad>> (H. Morice. El
alma de Jesús. Por el R. H. Etinne, Jesús modelo de educadores)
Por
ello, los defectos que es menester corregir en el Seminario son aquellos que
hacen la vocación de los Seminaristas menos clara y comprometerían el buen
resultado del ministerio sacerdotal. Los principales defectos son: el amor
exagerado de sí mismos, la soberbia y el orgullo; el espíritu del mundo, la
ambición, los deseos de medrar y modales profanos y l la vanidad; la
inmortificación de los sentidos, la pereza y la indisciplina; el mal
carácter en todas sus formas: ligereza, ira, impaciencia, Etc.
Se
ha de poner un cuidado especial en la corrección del carácter de los
Seminaristas, por la influencia que este ejerce en la conducta de los
individuos. Por lo mismo, no hay que confundir el carácter con el humor o
genio; el primero indica una cualidad habitual, el segundo una disposición
pasajera del Seminarista.
5/.-
LA EMULACIÓN:
La
disciplina, para dirigir y desarrollar las buenas cualidades de los
Seminaristas, fomenta en ellos la emulación y, para corregir los efectos de
las malas, usa de los castigos como un recurso para el bien. Y aunque estos
medios, en orden de dignidad, no son los más perfectos, no por eso se han de
reprobar u omitir, antes al contrario, es laudable valerse de estos medios
inferiores cuando no basta para obrar el bien el motivo más perfecto de la
caridad.
La
emulación se funda en el sentimiento de la personalidad propia y del honor
innato en el hombre y muy vivo en los jóvenes, y tiene por objeto imitar,
igualar y aun superar a los demás en aquello que sobresalen; lo cual da
origen al entusiasmo y a muchos actos de generosidad y de sacrificio.
(Dupanloup,
L'Education, III.)
Sin
embargo se ha de cuidar que la emulación no degenere en orgullo egoísta o en
envidia y porque es fácil deslizarse por esta pendiente, la emulación debe
ir acompañada de la virtud, de la humildad y de la caridad, de suerte, que se
busquen las ventajas propias con tal moderación que no se desee mal alguno al
prójimo. No se ha de confundir, sin embargo, la emulación con la envidia,
ésta es una tristeza del bien ajeno; la emulación es una tristeza de no
tener uno el bien que ve en el prójimo.
Con
las salvedades dichas, se puede fomentar la emulación en los Seminaristas, no
como regla, que la señala el deber, sino como estímulo de su actividad que
les impulse con ardor al cumplimiento de sus deberes.
Además,
en la educación de los Seminaristas se ha de tender, en cuanto es posible, a
sustituir los medios coercitivos por otros que fomenten los sentimientos
legítimos del corazón, como la emulación, el honor.
Las
formas más ordinarias de la emulación son las alabanzas, las notas de
conducta y los premios.
La
alabanza.- Tiene
su fundamento en la conciencia humana, la cual, así como reprueba las malas
acciones y causa remordimiento, así también aprueba las buenas y produce la
satisfacción de la obligación cumplida. La Alabanza es un medio importante
de educación en cuanto sirve para alentar al Seminarista que ha cumplido con
su obligación y particularmente al que ha puesto de su parte lo que ha podido
y, a pesar de todo, queda desalentado y desconfía de sí mismo.
La
alabanza tiende a fortalecer el criterio todavía no desarrollado por completo
en el joven: añade un nuevo medio a los escasos recursos de que dispone para
juzgar de las acciones en orden moral y, en algunos casos, prepara el ánimo
del culpable a recibir bien la represión; evita que caiga en el desaliento y
hace que ponga un mayor empeño en corregirse, viendo el contraste entre su
proceder y las cualidades que se reconocen en él.
"El
elogio y la censura empleados con oportunidad, son el instrumento por
excelencia de que el educador puede echar mano...
Cuando
el acto ejecutado es bueno, a la conciencia personal del Aspirante ha de
unirse la aprobación y el elogio del educador para reforzarla y darle el
valor de una convicción; cuando el acto es malo, la censura del educador
viene también a reforzar la censura de la conciencia del Aspirante" (F.
Kieffer).
De
la alabanza se ha de usar sobria y discretamente, diciendo solo lo
indispensable y en el tiempo y lugar oportunos, evitando la excesiva
frecuencia, la mentira o la exageración. Nunca ha de obedecer la alabanza a
preferencias particulares que sería adulación, ni tampoco ha de fomentar el
respeto humano, la vanidad o la hipocresía. Ya que la alabanza solo tiene por
objeto fomentar los buenos hábitos en los Seminaristas.
También
es un error reprender con excesiva frecuencia o hacerlo con aspereza y elogiar
muy rara vez.
Las
notas.- Son
el índice de la conducta moral, disciplinar e intelectual de los
Seminaristas, y por estar ligadas a la responsabilidad y prestigio de cada uno
sirven de estímulo, tanto si son buenas, como si son malas, si se dan con
discernimiento y ajustándose a una rigurosa equidad.
La
arbitrariedad, en este punto, hace que pierdan su valor educativo y cause el
desaliento y la desconfianza en los Seminaristas. La justicia en las notas se
obtiene dando a estas de antemano un valor determinado, según la importancia
y circunstancias del acto digno de aprobación o de reproche.
Las
notas se refieren a la parte externa de la conducta del alumno: se juzgan y
califican los hechos, no las intenciones que permanecen ocultas, son el
resultado del buen o mal comportamiento en la piedad, en el estudio y en la
disciplina y desempeñan un papel muy importante en el juicio de la vocación.
Se
ha de acostumbrar, para que surtan mayor efecto, darlas a conocer leyéndolas
ante la comunidad el Prefecto de Disciplina, ofreciéndose con este motivo
oportunidad al superior de alabar lo bueno o de reprender lo malo que se ha
hecho, alentar a los de buena voluntad, robustecer a los débiles y corregir
discretamente a los que han faltado con desedificación de los demás.
El
tiempo en que se dan las notas suele ser prudencial y hay alguna variedad en
este punto. El Reglamento de San Pío X señala el de dos meses para las notas
de las clases. (Art. 32).
6/.-
LOS CASTIGOS:
En
este punto no hay que olvidar:
1.º
El conocido aforismo: Superior que no sabe corregir, no sabe gobernar.
2.º
El castigo tiene por objeto el mejoramiento moral del Seminarista: esto es,
despertar la voluntad descuidada en el cumplimiento de sus deberes: ayudarle
en el vencimiento de las pasiones y en la adquisición del dominio propio
preservándole de los malos hábitos; el castigo con un mal presente previene
las consecuencias que se siguen más tarde de la indisciplina y que el
Seminarista, por su inexperiencia, no prevé.
3.º
Se ha de tender a restringir los castigos, recurriendo a ellos sólo después
de haber echado mano inútilmente de los recursos propios de la disciplina
preventiva "por ser el postrero de
los otros remedios, porque le han de preceder muchos avisos, y muchos buenos
medios que ayuden al hombre para no hacer cosa que haya menester
castigo". (Guibert, Contribution)
4.º
A los avisos sigue la amenaza con que se íntima el castigo, si no hay
enmienda. La amenaza se ha de usar únicamente por motivos justos, raras veces
y con ánimo de cumplirla.
Si
no se puede llevar a efecto, o no se tiene tal intención, es mejor no hacerla
para no poner en peligro el prestigio de la autoridad. Los Seminaristas
conocerán pronto la debilidad del superior cuando éste multiplica los
mandatos y amenazas que queden sin sanción o incumplidas.
5.º
Muchas veces, los Seminaristas, no se guiarán por la razón, y si se les deja
a su querer, crecerá en ellos la propia voluntad, o amor propio, de aquí, la
necesidad que hay de corregirles y aun castigarles.
6.º
"Pegada está la necedad al
corazón del educando, mas la vara del castigo la arrojará fuera".
Es pues necesario corregir las inclinaciones desordenadas, fomentar y ordenar
las buenas, iluminar el entendimiento y fortalecer la voluntad de los
Seminaristas con las verdades sobrenaturales y los auxilio de la gracia
divina. (Pio XI. Enc. Divini
illius Magistri.)
7.º
"He aquí nuestro criterio respecto
del castigo, el educador (superior) ideal
es aquel que sabe adelantar en su labor sin recurrir a castigos; porque el
castigo, en el mejor de los casos, no es sino un medios negativo de educación
en vez de construcción positiva. Cuando tenga que imponerse el castigo, lo
primero que se necesita es indagar el motivo que impulsó al Aspirante a
obrar de modo incorrecto. Si la falta no obedece a un plan premeditado, sino
que es fruto de ligereza, precipitación o de llamarada repentina de la
pasión, el castigo ha de mitigarse o no imponerse en atención de los
fenómenos peculiares de la juventud. En cambio, si descubrimos la raíz de la
mala voluntad, el castigo ha de ser severo, pero siempre ponderado.... más
imponiéndose con la debida prudencia y caridad". (Tihamér Toth. ).
Las
no existencia de castigos será una señal de la buena marcha del Seminario.
Huelga decir que los castigos jamás han de ser corporales.
Por
lo demás, el Seminarista que necesite de frecuentes castigos, no daría
muestras de ser llamado al sacerdocio, el cual requiere en el sujeto cierta
docilidad de espíritu para obedecer.
7/.-
CONDICIONES DEL CASTIGO:
No
es fácil suprimir toda sanción en una comunidad, particularmente si es
numerosa, por ello conviene indicar las condiciones que ha de tener el castigo
para aplicarlo útil y convenientemente a la formación moral de los
Seminaristas.
Esto
requiere arte y prudencia, por lo que ahora señalamos algunas reglas
principales sobre el castigo:
1.º
Que sea justo y moderado, empleándose
sólo con aquellos que merezcan el correctivo (después de las advertencias y
correcciones fraternas), y cuidando de que haya proporción entre la culpa y
la pena.
Para
lo cual, se ha de tener presente: la causa de la trasgresión, el
temperamento, el carácter, la educación y capacidad mental del culpable;
además, la deliberación y frecuencia con que se ha cometido la falta;
procurando siempre, en lo posible, que sea menor el castigo que lo que merece
la culpa. Se ha de tener por regla general no castigar las faltas de simple
inadvertencia.
En
cambio, las faltas de respeto a los superiores, se han de castigar con
severidad, sobre todo si son notables.
2.º
Que sea educador o vaya acompañado
de amor porque "corregir sin amor
cerca está de venganza" (Beato Maestro Ávila).
3.º
Que se proceda con prudencia, empezando
por los más sencillos o pequeños, salvo el caso de necesidad. Si la falta es
oculta, conocida de dos o tres solamente, el castigo ha de ser oculto o
privado. Las faltas contra la moral, no han de ser castigadas o reprendidas
nunca públicamente.
4.º
Que la culpa sea cierta; en la duda,
es mejor perdonar que exponerse a cometer una injusticia. Si la falta es
cierta y la intención dudosa, se ha de castigar sólo en cuanto a lo primero.
5.º
Que cuando la culpa no es manifiesta, se
deje justificar al interesado. No se ha de exigir que el culpable manifieste
su falta, a no ser que ésta se conozca ciertamente.
6.º
Que los castigos no sea excesivos; de
otra manera, el superior atraería sobre sí la animosidad de los súbditos y
se inutilizaría.
7.º
Los castigos no han de causar daño al cuerpo, ni al alma.
8.º
No se han de poner castigos generales, que de ordinario son contraproducentes;
tampoco se ha de recurrir a este recurso para descubrir la falta de algunos
culpables.
9.º
La primera falta, por lo general, no debe ser castigada, sino más bien
manifestar al culpable extrañeza por la falta. Si hay recaída, entonces se
debe obrar.
10.º
Nunca se castigue con ira, la cual impide que se considere bien la falta. Debe
evitarse el castigo inmediato al cometerse la falta, conviene dejar pasar un
tiempo prudencial, pues así el culpable estará más en disposición de
reconocer su equivocación y recibir la corrección o el castigo. Si el
culpable reconoce inmediatamente su falta, se debe perdonar o aminorar la
corrección o el castigo.
11.º
No se confunda nunca la dureza con la firmeza, ni la bondad con la lenidad en
el corregir; la firmeza es necesaria, pero ha de ir acompañadas de bondad.
"El
amor no es sinónimo de perdón universal, el primero es virtud, el segundo es
impotencia cómoda que nace de la pereza. Por lo tanto, el amor verdadero no
se manifestará en una dejadez continua, sino precisamente en la
inflexibilidad con que el superior
insista en sus órdenes bien dadas, aun con riesgo de desesperar
momentáneamente al Aspirante, y
precisamente por el bien de este; mientras que el que todo lo perdona no será
capaz de tal proceder" (Tiamér Toth).
8/.-
EL HORARIO Y LAS RECREACIONES:
El
secreto de la disciplina consiste en mantener constantemente ocupados a los
Seminaristas, imprimiendo a sus ocupaciones variedad y orden. Esto lo cumple
por medio del horario o distribución del que han de observar exactamente los
Seminaristas en el Seminario.
EL
REGLAMENTO DISCIPLINAR.- Horario.-
"
La distribución del tiempo convendría que se acomodara a esta norma:
en
los días de clase, ocho horas para el trabajo intelectual, y otras ocho para
el descanso, y las otras ocho restantes para todo lo demás;
en
los días de vacación y festivos dedíquense más tiempo a la piedad y al
recreo y al descanso, retrasando el levantarse por la mañana media hora.
El
tiempo dedicado al trabajo intelectual distribúyase entre el estudio y las
clases, dedicando aproximadamente cuatro horas al estudio y cuatro a las
clases, en los cursos filosófico y teológico.
En
el curso de humanidades, convendría dedicar más tiempo a las clases que al
estudio.
Las
ocho horas restantes después de atender al trabajo intelectual y al descanso,
podrían distribuirse así:
prácticas
espirituales, dos horas y media;
comidas,
hora y media;
recreo,
tres horas;
la
hora de remanente para el aseo de la mañana, etc...
Debe
haber recreos largos después de la comida de medio día y a la hora de la
merienda, que podrá tomarse muchas veces formando parte de la misma
recreación. A lo largo del día haya recreos cortos de cuando en cuando, y
principalmente después de dos horas de trabajo intelectual.
Prácticas
piadosas: su tiempo:
Oración
de la mañana, un cuarto de hora;
Meditación,
media hora;
Misa
y Comunión, tres cuartos de hora;
Visita
al Santísimo, un cuarto de hora;
Lectura
espiritual, un cuarto de hora;
Rosario,
un cuarto de hora;
Preces
de la noche y examen de conciencia, un cuarto de hora.
Total
dos horas y media, contando el tiempo que tarda la comunidad en trasladarse de
un lugar a otro...
En
tiempo dedicado al canto, ceremonias, urbanidad, debe ser corto y
ordinariamente no pase de media hora para no quitar recreo libre a los
alumnos.
El
horario... debe ser aligerado para el curso de humanidades, dedicando más
tiempo al descanso y al recreo y disminuyendo el dedicado al estudio.
También
conviene varíe el horario según los tiempos y estaciones, para adaptar los
varios ejercicios del día, especialmente el trabajo intelectual y los
recreos, a las horas más convenientes, teniendo en cuanta la temperatura, la
pesadez, el bochorno, etc..." (Reglamento
disciplinar, p. 138-139).
Como
ejemplo ponemos el siguiente horario que bien se podría seguir en el
Seminario:
6
.- Levantarse.
6'30
.- Capilla: Oraciones matutinas (Laudes).
7
.- Capilla: Meditación u oración mental.
7'30
.- Capilla: Santa Misa y Comunión.
8
.- Desayuno y Recreo.
8'30
.- Estudio primero.
9'30
.- Clase primera.
10'30.-Recreo.
10'45.-Estudio
segundo.
11'30.-Clase
segunda.
12
.-Capilla: Ángelus.
12'10
.-Continuación clase segunda.
12'35.-
Recreo.
12'45.-
Capilla: Visita al Santísimo y examen de conciencia.
13
.- Comida
13'30.-
Recreo o tertulia.
14'30.-
Capilla: Santo Rosario.
15
.-Estudio tercero.
16
.-Clase tercera.
17
.-Clase de Canto, ceremonias Litúrgicas,...
18
.-Recreo
18'30.-Estudio
cuarto.
19'25.-Clase
cuarta
20'30.-Capilla:
Rezo de las Vísperas.
20'45.-Recreo
21
.-Cena
21'30.-Recreo
21'45.-Capilla:
Completas y Examen de Conciencia.
22
.-Dormir.
La
recreación.- "Es
la actividad o descanso ordenados a reponer fuerzas y el equilibrio psíquico,
después de las ocupaciones o trabajos que han producido alguna fatiga o
cansancio" (Reglamento
disciplinar. p. 136-139).
La
recreación la constituye el esparcimiento del espíritu y del cuerpo. Se ha
de fomentar moderadamente el ejercicio corporal y proporcionar al espíritu un
útil y agradable descanso, para poder reanudar el trabajo con nuevos bríos.
La
recreación, en este sentido, es necesaria, porque la excesiva ocupación en
trabajos materiales embota las facultades del espíritu y la dedicación
mental intensa y prolongada debilita las fuerzas físicas y perjudica la salud
(Ruiz Amado, Diccionario pedagógico).
Así
como el cuerpo, a causa de su virtud finita, no soporta el trabajo continuo y
necesita reposo; así el alma, por su capacidad limitada, cuando se ocupa
demasiadamente en sus operaciones, debido a que se sirve de los órganos del
cuerpo, trabaja y se fatiga con éste, necesita también de descanso.
Además,
la fatiga aneja a toda ocupación mental, si dura mucho, causa decaimiento
físico y cierta tristeza, siendo necesario, para contrarrestar estos efectos,
suspender por algún tiempo el trabajo y compensar la tensión del espíritu
con una honesta y agradable recreación. Esto lo exige, además de la vida del
trabajo intelectual de los seminaristas, su edad, su vigor físico y su salud.
Por
el contrario, la falta de recreación fomenta la pereza en el organismo y
engendra el disgusto en el alma. Sucede a veces, que viéndose los
Seminaristas privados de los puros goces del alma, busquen en ocasiones una
compensación en los placeres que les están prohibidos. Esto se suele evitar
con las recreaciones.
Es
indispensable, dice la Sagrada Congregación de Seminarios, dedicar en los
Seminarios un tiempo razonable a la recreación para el descanso espiritual y
mental de los alumnos que crecen cansados bajo el peso de sus estudios y
también para facilitar el desarrollo propio de su edad.
"En
recreo.- Tomen todos parte en la recreación, para que resulte de verdadero
provecho para el cuerpo y descanso para el espíritu.
No
está permitido sin especial licencia del superior o prefecto y por motivo
racional, ausentarse del lugar de la recreación, ni para atender al estudio o
a la lectura.
Ninguno
se aparte; sino que todos participen en las conversaciones y diversiones y
juegos comunes, cooperando cada cual con su alegría y fraternidad a la
alegría y fraternidad de todos" (Reglamento
disciplinar- Comisión episcopal de Seminarios. p. 126).
9/.-
¿CUÁLES HAN DE SER?
Principio
fundamental. Las recreaciones deben ajustarse por completo a lo que pide la
condición de los aspirantes al sacerdocio. Este principio nunca ha de
perderse de vista, debe informar la actuación de los superiores y la conducta
de los alumnos en este particular.
"Las
recreaciones en un Seminario deben dar a entender que la formación que allí
se recibe no es de inspiración militar, sino más bien que toda ella es
familiar, eclesiástica y no aseglarada. En la elección de los juegos y
ejercicios corporales, propios para procurar descanso y fortificar el
organismo, conviene no olvidar la naturaleza y el fin de la formación
clerical, que no permite escoger aquellos ejercicios corporales que pueden
servir de estorbo al estudio o a las prácticas de piedad, y esto sin decir
nada de lo que exige la gravedad y buen porte eclesiástico.
Las
recreaciones deben contribuir a la formación del carácter y hacerlo
completamente sociable y de buen tono. En las mismas debe reinar grade unión
y una perfecta cordialidad entre todos los alumnos. Es un deber ineludible del
superior el disolver todos los bandos o pandillas, no permitiendo que se
formen corrillos particulares con el pretexto de que los allí reunidos tienen
los mismos gustos e inclinaciones, que han frecuentado o frecuentan las mismas
clases y que tienen afición por los mismos estudios y que finamente son
oriundos de la misma región o nacidos acaso en el mismo pueblo. Nada daña
más al incremento de la caridad sacerdotal en el Seminario y más tarde en el
ejercicio del ministerio sagrado, que esta suerte de singularidades miserables
y mezquinas.
La
intervención discreta y amorosa de los superiores será utilísima para
obtener en este sentido excelentes resultados. Es regla segura para juzgar del
buen espíritu de un Seminario el fijarse si los alumnos buscan la presencia
del superior o si por el contrario la rehuyen y tratan de evitarla como una
vigilancia fastidiosa e incómoda" (Card.
Vives. Carta... Correos I. Josefino, XVI (1911).)
De
todo lo dicho se desprende:
1.º,
que en las recreaciones de los seminaristas se ha de guardar el debido orden,
saber: que sean esas no sólo honestas, sino también acomodadas a su
condición de aspirantes al sacerdocio, de suerte que la alegría vaya
mezclada con la modestia y moderación convenientes.
2.º,
que la recreación es un medio para aligerar algún tanto la dificultad y
trabajo de la vida del Seminario, y, por consiguiente, se ha de usar de ella
como de la medicina que se toma, no por simple complacencia o
inconsideradamente, sino por necesidad o conveniencia y en la justa medida
para descanso y recreación del alma.
Según
esto, se ha de evitar:
a).-
los ejercicios físicos exagerados y los que por su índole causan fatiga,
como el atletismo;
b).-
los juegos que requieren mucha atención, cansan el espíritu y resultan más
bien una ocupación, que una distracción, como son los de cálculo;
c).-
los que apasionan fácilmente el ánimo y aquellos en que interviene el
interés de la ganancia.
Los
juegos que se han de promover son los de movimiento en que tomen parte muchos
y sirvan para reparar las fuerzas y de solaz; siempre que no desdigan de la
modestia cristiana, propia del Seminarista.
Hay
que evitar aquellos juegos que produzcan excesiva agitación o fatiga, y que
perturba las fuerzas vitales. La fatiga o el excesivo cansancio impiden
entregarse con facilidad al estudio.
A
este propósito, el Reglamento de Pío XII establece: "Están prohibidos los juegos peligrosos, los perjudiciales para la
salud, los groseros o excesivamente clamorosos y, en general, los que no dicen
bien a jóvenes aspirantes al sacerdocio" (Art. 92).
"No
obstante, las recreaciones en si mismas son un medio, no un fin; y, por tanto,
deben acogerse, no sólo con el pensamiento fijo en esta idea, sino también
con la debida consideración de la naturaleza propia del Seminario y del fin
general del mismo, el cual no ha sido instituido para formar atletas capaces
de mostrar su destreza y valentía ante un público en el campo atlético.
Más bien, el fin del Seminario es formar atletas que quieren pelear
esforzadamente las batallas del Señor" (Del.
Apostolic. E.E.U.U.)
"Se
desaconseja el juego de fútbol y también el ajedrez" (S.
Congregación de Seminarios, normas dadas a los Pontificios Seminarios de
Italia).
10/.-
VALOR EDUCATIVO DE LA RECREACIÓN
Los
Seminaristas deben aprovechar las ocasiones que les ofrecen los tiempos
dedicados al recreo para ejercitarse particularmente en las virtudes que pide
la convivencia con los demás.
La
Comisión episcopal de Seminarios profundiza en el aspecto educativo de las
Recreaciones y da las siguientes reglas:
"El
tiempo de la recreación es muy favorable para la manifestación y formación
y corrección del carácter, y sirve para practicar las virtudes de la vida
social.
Procuren
todos en las conversaciones y recreaciones atender:
-
a la <caridad>, evitando las murmuraciones y críticas, las palabras de
ira o desprecio; el ser inclinado a la murmuración es señal de falta de
vocación: Susurro... maledictus;
-
a la <humildad>, no hablando gustosamente de sí mismo, ni dándose en
forma alguna aires de superioridad;
-
a la <pureza>, huyendo de toda conversación menos limpia, relatos
escabrosos, frases equívocas, palabras bajas;
-
a la <prudencia>, cuidando de no manifestar nada que deba permanecer
secreto y reflexionando antes de hablar sobre la oportunidad de decir lo que
se le ocurra;
-
a la <piedad>, guardándose de ridiculizar la piedad de un compañero,
de criticar al predicador, de bromear con las cosas sagradas, de usar sin
reverencia textos de la Sagrada Escritura, etc...
Al
hacer la señal para terminar la recreación, todos pongan fin inmediatamente
al juego y a la conversación, para ir el silencio al acto sucesivo" (Reglamento
disciplinar 1947, p. 126-127).
11/.-
EL PASEO
Los
Seminaristas han de dedicar todos los días algún tiempo al paseo. Deben
pasear en grupos, con los de la misma sección, en número no menor de tres o
cuatro, haciéndolo indistintamente unos con otros.
Esta
medida se ha de procurar guardar con mucha diligencia, a fin de evitar
amistades particulares y fomentar la caridad fraterna. "Todos deben ser cordialmente amigos, sin preferencias, sin reparar
en diferencias de comarca, cultura, carácter, clase social, etc.; pero
ordinariamente estarán relacionados solamente compañeros de Sección" (Rgl.
Disc.)
Lo
de no permanecer parados los Seminaristas y que no formen corrillos, se ha de
guardar con mucho rigor. Los días de asueto, el paseo ha de ser en el campo.
El mencionado reglamento indica que se tenga, por lo menos dos veces por
semana, si el tiempo lo permite. Esta práctica la encontramos recomendada ya
por el autor Michael Thomasio que escribió poco después del Concilio
Tridentino, donde desempeñó el cargo de consultor.
El
Superior no ha de conceder permisos fácilmente a los Seminaristas, si no
existe una verdadera necesidad, para no salir de paseo. El paseo al aire libre
es muy beneficioso para la salud y resulta el ejercicio físico más
higiénico de todos.
En
el paseo se ha de llevar un paseo moderado y no se debe convertir en una
marcha forzada, debiendo evitar el sentarse durante el paseo. Han de evitarse
los paseos con lluvia o con demasiada humedad en invierno, o con mucho polvo o
calor en verano.
Cuide
el Superior de que los paseos se realicen donde no haya concurso de público,
y que vayan los Seminaristas, ordenados, sobre todo en las ciudades, guardando
siempre la compostura y la modestia debida, que edifique a las gentes.
El
Reglamento Disciplinario de la Comisión Episcopal de Seminarios dice: "Los
seminaristas saldrán del Seminario en fila y en silencio; cuando vayan por el
campo pueden romper filas y hablar con voz moderada. Cuando rompan filas,
deben ir siempre unidos, aunque formando grupos. No se pararán a hablar con
nadie ni caminarán acompañados por quien no perteneciere al Seminario.
Durante
el paseo no se puede comprar nada, ni detenerse a ver escaparates o leer
carteleras o anuncios, ni entrar en casas particulares, ni alejarse de los
demás sea por el motivo que fuere.
Sea
el porte de todos decoroso, modesto, edificante; los vestidos limpios y
aseados y bien puestos; no lleven las manos metidas en los bolsillos ni
cogidas por detrás; hay que evitar el cantar, el silbar, el reír a
carcajadas, etc.
No
responder a cualquier burla o mote o frase mortificante que les dirija.
Al
encontrar a algún superior o sacerdote o persona distinguida, salúdenle
respetuosamente; si fuese un obispo, todos se pararán para rendir homenaje
descubiertos e inclinándose.
Evítese
el pasear por las calles más concurridas de la ciudad.
Al
regresar del paseo dése gracias al Señor y procúrese borrar del corazón
cualquier impresión recibida, perturbadora de la paz del alma, con los actos
de virtud que fueren más adecuados". (P.
127-128).
12/.-
EL SUEÑO
"Aunque
no es el único, sin embargo el sueño es por antonomasia el descanso físico
y psíquico perfecto" Edelvives.
Pedagogía general).
El
dormir demasiado debilita el cuerpo y embota las facultades mentales; la falta
de sueño ataca el sistema nervioso y es muy perjudicial. Por ello ha de
recomendarse la sobriedad en este asunto. El Reglamento Disciplinar de la
comisión Episcopal indica en este asunto que se debe dormir ocho horas. El
Reglamento de San Pío XII no menciona la siesta, por considerar suficiente
las ocho horas de sueño sin interrupción.
Debe
también tenerse en cuenta que llegar de estudiar o de la calle y ponerse a
comer inmediatamente es perjudicial. Hay que descansar al menos un cuarto de
hora antes de comer y por lo menos media hora después de comer, y hay que
abstenerse de leer, estudiar, calcular y, en general de todo tipo de trabajo
del cerebro en estos momentos de descanso, y con más razón aún durante las
comidas. Una conversación apacible y amena, sin discusiones ni cuestiones
absorbentes, es el mejor complemento de una comida sana e higiénica.
13/.-
DESCANSOS EXTRAORDINARIOS
Los
Seminaristas, si se dedican con seriedad al estudio y a la observancia de la
disciplina, necesitan, además de las recreaciones ordinarias, de otras
extraordinarias, como días enteros o medios días de campo, los cuales bien
organizados y vigilados, ayudan mucho a mantener el vigor del cuerpo y del
espíritu.
El
Superior ha de procurar que estos esparcimientos sirvan no solo de solaz, sino
de premio al buen comportamiento de los seminaristas y de estímulo para
nuevos méritos.
Además
de estos descansos, hay otros de mayor duración, que se tienen en familia, de
los cuales hablaremos ahora y que merecen especial mención.
Las
vacaciones de verano.- Hay
que reconocer la necesidad y las ventajas de este descanso extraordinario,
pero hay que fijarse también en los inconvenientes.
Para
atenuar los inconvenientes de la larga permanecía fuera del Seminario de los
seminaristas, hay que dar un reglamento para ese tiempo vacacional, y ello se
hace para que los seminaristas no pasen las vacaciones en ociosidad, o que no
se entreguen al trato de personas que no son de su condición.
Es
muy conveniente que durante ese tiempo, los seminaristas sean puestos bajo la
vigilancia de un piadosos sacerdote, que vele por ellos y los forme, y el cual
informará secretamente del comportamiento de aquellos al rector del
Seminarios.
También
es muy conveniente que se mantenga en este tiempo vacacional el vigor del uso
del traje talar.
Pío
XI declara lo que han de ser las vacaciones de verano para el seminarista: "Durante
ellas el estudio mitiga sus exigencias, y justamente, porque el arco demasiado
tenso se rompe; pero no ha de suceder lo mismo con la piedad; antes bien, así
como la piedad y el estudio deben equilibrarse; habiendo dado durante el curso
del año escolástico más al estudio y menos a la piedad, en las vacaciones
se han de invertir los términos, debiéndose resarcir, si se da el caso, las
pérdidas que hubiese sufrido la piedad" (Pío XI. Discurso a los
alumnos del P. Seminario Romano, 10 julio 1923).
14/.-
EL REGLAMENTO DISCIPLINAR Y LAS VACACIONES
"Los
seminaristas deben tener sus vacaciones breves de cuando en cuando a lo largo
del año escolar, y éste terminado, las deben tener largas durante el verano
para que descansen bien de los trabajos del año escolar y se preparen para el
siguiente.
Hay
que hacer cuanto sea posible para abreviar las vacaciones en familia, como
tantas veces se ha recomendado y ordenado la Santa Sede, por ser muy
perjudiciales.
En
familia bastará con que pasen un par de semanas al principio del verano y
algunos días antes de empezar el nuevo año escolar.
Las
vacaciones son, no solo para descansar, sino también para intensificar la
vida de piedad y dedicarse al estudio, aunque esto deba hacerse en forma muy
suave y llevadera.
El
horario del tiempo de vacaciones debe redactarse teniendo en cuenta los fines
propios de las vacaciones; éstas
deben ser reglamentadas de forma que puedan darse largos paseos, haya grandes
y amenas recreaciones y gocen los seminaristas de reposos prolongado. A todo
trance hay que procurar que estén contentos y disfruten de un sano y
legítimo bienestar.
Los
seminaristas en el tiempo en que estén fuera del Seminario con su familia
deben estar recomendados a los cuidados y vigilancia de su respectivo párroco
o de otro sacerdote prudente y celoso.
Durante
las vacaciones en familia tengan correspondencia frecuente los seminaristas
con el rector y con el director espiritual.
Si
no es posible acortar las vacaciones largas en familia, reúnase a los
seminaristas, por grupos, para hacer el día de retiro espiritual mensual.
Désenles
temas para trabajar durante el verano que santamente les entretengan y les
proporcionen frutos intelectuales, en forma de concursos o certámenes, etc.
Tengan
los seminaristas presentes siempre, y también en vacaciones, estás palabras
del Papa Pío XII: <<Indefessi stote in labore, vacationum etiam tempore,
ut qui vobis praesunt, fidentes dicere possint; luceat lux vestra coram
hominibus; ut videant opera vestra bona, et glorificent Patrem vestrum qui in
coelis est>>. " (Rgl.
Dis. 139-141).
15/.-
EL SEMINARIO DE VERANO
En
el Concilio Vaticano I, los Obispos de la provincia de Nápoles, habían
redactado la siguiente propuesta: "Prescríbase
que los alumnos del Seminario pasen las vacaciones estivales, cuanto sea
posible, no con sus familias, sino todos reunidos en el campo, de suerte que
el solaz del espíritu vaya acompañado siempre de algún estudio, con que se
evite la pereza y el ocio, sin descuidar los ejercicios de piedad"
Su
Santidad León XIII alababa la costumbre implantada por algunos Obispos de que
los Seminaristas pasen las vacaciones de verano en una casa destinada al
objeto. El Papa, después de recomendar de que se aleje a los alumnos de los
peligros del mundo, añade: "La
misma razón de evitar el peligro aconseja que se procure a los alumnos un
lugar donde pasen las vacaciones de verano y no se deje a la voluntad de cada
uno el ir a sus casas. Son muchos los peligros que tienen para los incautos,
de donde acontece que los inclinados a la concupiscencia de la juventud o,
asustados, dejan su propósito, o son más tarde sacerdotes que causan
desedificación en el pueblo" (
Ep. Paternae providaeque, León XIII).
Su
Santidad Benedicto XV, por medio de la Sagrada Congregación de Seminarios
escribía a los Obispos de Italia sobre este punto: "Cuán funestas, sean a las almas y a las vocaciones las
prolongadas vacaciones de verano en familia, lo atestigua una dolorosa
experiencia"
Por
ello las vacaciones de verano de los Seminaristas deben ser cortas, unos 15
días al finalizar el curso escolar, y de 4 o 5 días unos días antes de
empezar nuevamente el curso. El resto de las vacaciones deben permanecer el en
seminario o en casas destinadas a pasar esas vacaciones donde permanezcan
todos los seminaristas juntos.
16/.-
LAS SECCIONES
Una
de las cosas que merece especial mención es separar a los alumnos por
secciones, según el número, edad y estudios de los mismos. Esto es conforme
al espíritu del Concilio Tridentino.
Las
secciones no deben ser numerosas, por término medio cada sección debe
constar de al menos tres o como máximo cuarenta seminaristas. Si el edificio
lo permite, conviene que cada sección tenga vida independiente, fuera de
ciertos actos comunes en la Iglesia, en el refectorio, etc...
En
cada sección hay un prefecto y un subprefecto, que se escogen de la misma
sección, y a veces el prefecto es de un curso superior; estos actúan bajo la
dirección del superior y se han de distinguir por su piedad y amor a la
disciplina.
Su
oficio es mirar por la fiel observancia del reglamento en la sección,
preocuparse de las necesidades de los alumnos y dar cuenta al rector o
vicerrector de la marcha de la sección. Como se ve, este cargo de prefecto de
sección es distinto del que corresponde al presidente o prefecto de
disciplina, del cual se ha hecho mención anteriormente.
17/.-
LAS BIBLIOTECAS CIRCULANTES
Funcionamiento.-
Cada
Seminarista puede usar cualquier libro de los destinados a su sección. Para
facilitar el orden, evitar que se extravíen los libros y conseguir que estos
sean leídos por el mayor número de alumnos, se anota en las fichas o libro
de registro el nombre de cada lector, junto con el libro y la fecha en que se
lo lleva.
El
plazo máximo para la lectura de cada libro es de quince días, pasados los
cuales, se devuelve.
El
Superior vigile con extremo cuidado los libros que van leyendo cada
seminarista, de modo que se acomode la lectura a la capacidad y estudios del
seminarista.
Se
debe recomendar a los alumnos que consulten al director espiritual sobre los
libros que desean leer.
18/.-
ANOTACIONES
La
primera es un resumen de la doctrina expuesta acerca de la formación completa
del seminarista y la segunda sirve para fijar mejor el criterio que se ha de
seguir en la selección.
a).-
la formación de los alumnos tiende a infundir en ellos, en especial, la
cultura eclesiástica y una sólida virtud, que son el presagio del sacerdote
celoso;
b).-
el seminarista que adquiera una y otra, se dice bueno; el que carece de ellas,
se dice malo o no idóneo para el sacerdocio; porque sacerdote sin piedad,
equivale a ministerio estéril;
c).-
lo que caracteriza al buen seminarista es: el horror al pecado y el amor a la
piedad; el respeto y caridad con el prójimo; la modestia, la templanza, la
aplicación y el cumplimiento de la disciplina;
d).-
lo que distingue el mal es: el poco cuidado de corregirse de sus faltas y la
poca estima de las cosas pequeñas; la indelicadeza en el trato con los demás
y espíritu de crítica; la negligencia en la guarda del reglamento, la
inmortificación y la flojedad en el estudio.
e).-
Clasificación de las señales del buen y del mal seminarista:
Signa
bona:
Signos
buenos:
Boni
seminaristae indicia, respectu Dei, sunt pietas et horror peccati;
Las
señales del buen seminarista, respecto a Dios, son la piedad y el temor al
pecado;
respectu
proximi, reverentia et charitas;
respecto
al semejante, el respeto y la caridad;
respectu
sui, temperantia, labor, modestia;
respecto
a sí mismo, la templanza, el esfuerzo y la prudencia;
respectu
ordinis seminarii, obedientia et punctualitas...
respecto
a las normas del seminario, el acatamiento y la puntualidad...
Bonus
seminarii alumnus pietatem aestimat ut radicem vitae...
El
buen alumno del seminario ama la piedad como fundamento de vida...
Pietatem
colit variis exercitiis, eamque aperte profitetur...
cultiva
la piedad por medio de diversos ejercicios, y la profesa abiertamente...
Specialem
devotionem fovet erga SS. Sacramentum
et erga B. Virginem...
Guarda
especial devoción hacia los Sacramentos y la B. Virgen...
Horrorem
peccati in corde habet tamquam firmum virtutis fundamentum... ideoque non
tantum ab omni peccato mortali cavet diligenter; verum etiam a venialibus
culpis sese immaculatum custodire conatur...
En
su corazón tiene horror al pecado como un firme fundamento de su virtud... y
por ello no solo se cuida activamente de todo pecado mortal, sino que también
trata de mantenerse libre de las faltas veniales...
Reverentia
et amore filiali plenus est erga superiores, quos oculo fidei ut Christi
vicarios intuetur...
Está
lleno de respeto y amor filial hacia los superiores, a los que con los ojos de
la Fe mira como vicarios de Cristo...
Erga
confratres vera charitate animatus, ita benevole et urbane se gerit, ut nemini
molestum, omnibus amabilem se exhibeat...
Animado
por un verdadero amor hacia sus compañeros, se comporta con tal bondad y
educación que a nadie se muestra molesto y a todos amable...
Temperantiam
ita servat, ut non tantum ad mensam moderate agat et decenter, verum etiam ut
extra refectionis tempora nihil cibi potusve sumat...
De
tal modo observa la templanza que no solo actúa con moderación y recato
durante la comida sino que tampoco consume ni alimento ni bebida fuera de la
hora de la comida...
Labore
deditus assiduo, suis studiis caeterisque officiis constanter satisfacit...
Dedicado
al trabajo continuo, cumple constantemente con sus estudios y sus demás
tareas...
Modestiam
in externa sua persona exhibet qualis sacerdotem decet...
En
su caracter externo hace gala de una modestia como corresponde a un
sacerdote...
Obedientia
spiritu ductus seminarii regulam, tamquam a Deo praescriptam religiose
custodit...
Guiado
por su espíritu de obediencia guarda religiosamente la regla del seminario
como prescrita por Dios...
Punctualitatis
amator, obodit in omnibus etiam minimis punctis... et quidem peculiari
diligentia
officium
proprium, si quod sibi demandatum, adimplet...
Amante
de la puntualidad (pefección), obedece incluso en cualquier mínimo detalle y
ciertamente ejecuta su propio trabajo con particular diligencia, si algo le
hubiera sido solicitado...
Haec
signa quibus bonus seminarii alumnus, probatus in futurum sacerdos dignoscitur...
Estos
son los signos por los que se distingue el buen alumno de un seminario y el
digno sacerdote en el futuro.
Signa
mala:
Signos
malos:
Praenuntiant
futurum sacerdotem minime ferventem, aut etiam indignum indicia sequentia:
Pronostican
a un futuro sacerdote poco proclive (predispuesto) o incluso indigno, los
siguientes indicios:
1.º
Defectus verae pietatis, in hoc consistens, ut exigua sit in corde rerum
spiritualium aestimatio, nimia autem aut unica cura examinis fauste subeundi...
1.º
Carecer de verdadera piedad, lo cual consiste en que la estima en su corazón
por las cosas espirituakles es escasa, en cambio es excesiva o única su
preocupación por superar un examen favorablemente...
2.º
Spiritus criticus, querulus et hypocrita respectu superiorum... contentionis
et discordiae, erga confratres...
2.º
El espíritu crítico, quejumbroso e hipócrita respecto de sus superiores, y
la tendencia a la disputa y la discordia hacia sus compañeros...
3.º
Propensio ad gulam, praesertim ad potum, et frequens de huiusmodi rebus
sermocinatio...
Propensio
ad avaritiam et lucrum, et frequentia de emolumentis pecunariis colloquia:
quasi obiectum sacri ministerii esset sordidum pecuniae lucrum...
3.º
Propensión a la gula, sobre todo a la bebida, y la conversación frecuente
sobre cosas de tal clase. Propensión a la avaricia y al lucro, y las
constantes conversaciones sobre las ganancias monetarias, como si fuera el
objeto de su sagrado ministerio el sucio acaparamiento de riquezas...
Propensio
ad otium et pigritiam: inde omnia incomposita et immunda in cubiculo...
Propensión
al descanso y la inactividad, por tanto al desorden y la suciedad en su
habitación....
Item
morum levitas et indecora inurbanitas, tum in agendo, tum in loquendo...
Además
la ligereza de costumbres y la tosquedad indecorosa, bien al actuar, bien al
hablar...
4.º
Neglectus eorum quae ordine seminarii praescribuntur... de quibus liberior
sermo instituitur, quaeque ad oculum dumtaxat servantur...
4.º
El olvido de lo que se prescribe por el reglamento del seminario... por lo que
se establece un discurso más liberar.... que solo se observa a simple vista....
Negligentia
quoque in implendo officio particulari..."
También
el descuido en el cumplimiento de su deber personal (su propio trabajo).
(
Schouppe, Meditat., Sacerdotales, I, 400).