Recibe este anillo
en señal de mi amor y fidelidad
Autor: Ángel Espinosa de los Monteros
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Recibe este anillo en señal de mi amor y fidelidad |
ENTREGA DEL ANILLO Y LO QUE SIGNIFICA
El hombre necesita ver signos y de hecho existen en todos los sacramentos:
palabras, gestos, elementos. Incluso Dios pidió al pueblo de Israel que
construyera un templo como un signo de su presencia. Cristo quiso quedarse en
la Eucaristía para hacerse más asequible, tangible, presente. En el Bautismo
se derrama agua sobre nuestra cabeza como signo y señal de purificación. En la
confirmación somos ungidos con aceite. En el sacramento del orden sacerdotal
el obispo impone las manos a quien va a ser ordenado, como un signo y una
señal de la venida del Espíritu Santo sobre él.
La gente para alimentar el recuerdo y mantener el amor más fresco, recurre a
las fotografías, que son una representación, una imagen de las personas a las
que se ama.
Antes de que existiera la fotografía, desde tiempos inmemorables, pintores y
escultores grabaron en piedra, papel o madera, el recuerdo de lo que amaban.
Siempre hemos necesitado contar con estas ayudas que nos recuerdan a quienes
queremos.
Ahora bien, en el matrimonio, como parte del rito, sin ser siquiera la
esencial, pues este lugar lo ocupa el consentimiento de los cónyuges, los
nuevos esposos se ponen mutuamente unos anillos, mientras se dicen: “recibe
este anillo en señal de mi amor y fidelidad a ti”.
Cuando leí esto por primera vez me pregunté: ¿cómo puede un objeto tan pequeño
–el anillo- significar algo tan grande: amor y fidelidad?
Y fue así como decidí que sería interesante tratar de encontrar aquellos
elementos que hacen que el anillo sea un digno representante del amor y de la
fidelidad que sienten el uno por el otro en el matrimonio.
1.ESTA ES LA MANO
2.HECHOS A LA MEDIDA, UNO PARA EL OTRO
8.UN FORMATO COMPLETAMENTE CERRADO
16.EL DEDO SE AMOLDA AL ANILLO
18.SE VA DESGASTANDO CON EL TIEMPO
20.LO ENTREGASTE EN PRESENCIA DE DIOS
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Esta es la mano |
Esta es la mano que recibe tu anillo. Habrá a lo largo de tu vida otras más
tiernas, más bondadosas, más acariciadoras... pero esta es la mano que hoy
alarga un dedo para que tú le pongas la alianza. Es como un símbolo y una
señal de que habrá a lo largo de tu vida otras personas -sin duda mejores y en
muchos sentidos- pero que nunca serán ellas las poseedoras del anillo que tú
escogiste, compraste y entregaste con tanta seguridad y cariño.
Hablando a los jóvenes les decía: “Hay mujeres guapísimas, muy simpáticas y
con muchas virtudes, pero no se dejen engañar, son como una flor: es hermosa
mientras está ahí plantada, sembrada en donde debe estar. Respétala y seguirá
siendo hermosa. En el momento en que la arrancas y la quieres egoístamente
para ti, tomando algo que no te pertenece, no puede durar más de un par de
días y se marchita”.
Las mujeres también pueden encontrar en su vida hombres interesantes,
inteligentes, bien parecidos… no los podemos comparar con una flor -en tal
caso con un nopal- e igualmente deben respetarlos.
Son interesantes ahí donde están. Déjenlos. Si los arrancan para ustedes
siendo que no les pertenecen, les ofrecerían también al cabo de pocos días el
espectáculo triste de la planta seca, marchita y estéril.
Este artículo es parte del libro "El anillo es para siempre" de Ángel Espinosa
de los Monteros.
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Hechos a la medida, uno para otro |
2.HECHOS A LA MEDIDA, UNO PARA EL OTRO
3.- EXTRAÑO AL PRINCIPIO
Como todo lo que es nuevo, les puede resultar un poco extraño y quizá hasta
incómodo al inicio. Es normal. Ayer no lo tenías y hoy sí. Lo sientes raro.
Quizás hasta te molesta el roce del metal entre los dedos. Esto es como un
símbolo y una señal de lo que puede pasar en la primavera de la vida marital.
Ya no eres sólo tú y tu vida. Son dos, y cada uno con sus peculiaridades.
Resulta que no sabías que tu novio roncaba y te enteras hasta ahora que es tu
esposo. Algunas niñas al casarse parece que cambiaron el osito de peluche por
un osito de veras. Conozco un caso en donde es al revés, es él quien parece
haberse casado con una osita.
Podríamos mencionar diversos aspectos: gustos, aficiones, preferencias,
particularidades… El testimonio de una señora te ayudará a entender mejor lo
que puede ocurrir cuando se empieza:
-“Mi cruz en los primeros años de casada es que mi marido todos los días
desayuna cereal”.
-“¿Y eso qué? ¿cuál es el problema?” -pregunté-pues también los tomo y no veo
la dificultad”.
-“Es que mi marido los toma sin leche. ¿Se imagina lo que significa tener que
escuchar todos los días cómo crujen en su boca? Yo le digo: gordo, ¿no le
puedes poner leche, chocolate, agua, lo que quieras, o por lo menos un
silenciador?”
Además me decía que si ella se levantaba, el marido le pedía tiernamente que
volviese a sentarse con él para acompañarlo.
No cabe duda de que en todos lo matrimonios al inicio debe darse toda una fase
de adaptación. Y este período debe estar dominado por la generosidad de ambos.
La clave será saber ceder. La madurez les hará entender que si es verdad que
hay cosas que pueden molestar, no es más que por ser situaciones nuevas.
También los zapatos nuevos nos sacan cayos, y no por eso los tiramos, sino más
bien nos acostumbramos. Nuestra piel forma un cayo como un mecanismo de
defensa.
Hoy muchos matrimonios se rompen a escasos dos años de haber zarpado y
destruyen así familia, sueños, proyectos. ¡Y pensar que con un poco de
esfuerzo podrían haber vencido las pruebas iniciales!
Estos percances pueden oscilar desde minucias y pequeñeces como la del cereal
o los ajustes de orden en la recámara y en el baño, hasta los problemas más
serios de adaptación , de convivencia diaria e ininterrumpida, y sobre todo de
la manera de pensar tantas veces divergente entre los nuevos cónyuges.
Cuando existe un mínimo de formación humana y cuando hay buena voluntad, todo
se puede superar.
4.ES REAL
En otras culturas y religiones, el rito matrimonial tiene también su
simbología. La pareja se acerca lentamente a un río al cual arroja una flor y
juntos contemplan como se va alejando. En algunos ritos tribales el simbolismo
lo da el fuego: ante una enorme hoguera se prometen a veces en silencio el
amor. Otros sueltan palomas al viento, esas aves que siempre han personificado
la paz.
Los aztecas celebraban el rito del matrimonio en su casa. Las mujeres de la
familia hacían un nudo entrelazando las vestimentas de los novios. A partir de
ese momento eran marido y mujer, y su primer acto como tales, era compartir un
plato de tamales, dándoselos el uno al otro con su propia mano.
Después, todos los mayores de edad bebían abundantemente (esta última parte
del rito todavía se conserva en nuestras bodas, y para muchos es la más
importante).
Incluso, y aunque no sea precisamente un rito, en diversos pueblos de México
el muchacho simplemente se roba a la muchacha, y posiblemente la boda tendrá
lugar después de siete u ocho años, cuando ya haya tres o cuatro niños
adornando la familia.
En el matrimonio por la Iglesia Católica el símbolo es real. Está ahí, en sus
manos, para siempre. Ni vuela ni se aleja ni se lo comen. Lo llevan consigo
como un símbolo y una señal de que su matrimonio es tan real como el anillo
que llevan puesto. No lo han arrojado al aire ni lo han quemado ni lo vieron
alejarse románticamente en un río. Ahí está, recordándoles que están casados.
No es una ilusión. “Mi realidad es ésta: estoy casado(a)”.
Desgraciadamente algunas personas viven como si no estuvieran casadas. Como
que no han aceptado su realidad.
Por eso cuando se les presenta o “les sale” un viaje de negocios, les pasan
por la cabeza ciertos proyectos indignos de todo hombre o mujer, más de un
hombre o una mujer casada. Incluso hasta las llaman “movidas”. Últimamente
esto pasa hasta en despedidas de solteros y a veces de solteras.
Cuando veas tu anillo y sientas en tu mano lo real que es, piensa que no es
más que un reflejo de la realidad de tu matrimonio, y que ésa exige mucha
coherencia.
Tu realidad es esta mujer, este hombre, estos hijos. No hay de otra. Todo lo
demás no sería más que sueños, o mejor dicho, pesadillas. Y no olvides que
muchas de éstas comenzaron siendo sueños muy bonitos, pero a lo largo de la
noche y sin que pudieras ni controlarlo ni evitarlo se convirtieron en
pesadillas.
Muchos quieren mantener ciertas fiestas, diversiones, horarios de cuando eran
adolescentes. Incluso “ciertos amigos”. No pocos, por la manera en que ven y
tratan a su secretaria, dan la impresión de que no se han dado cuenta de que
están casados. Igualmente algunas mujeres hoy en día visten como si no
estuvieran ya comprometidas.
Por tanto, acepta tu realidad, que es tan contundente como tu anillo. Estás
casado, casada. Y si pones de tu parte, lo estarás muy felizmente.
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Brilla |
5.BRILLA
Esta característica es importantísima. Tu anillo brilla. Y ese destello tiene
que ser para ti como un símbolo y una señal del orgullo que debes sentir de
amar de verdad y con todo el corazón a alguien. El amor se proyecta, se nos
sale por los ojos, así como la desdicha nos los ensombrece y a veces humedece.
Hay tantos matrimonios radiantes como lúgubres.
El que ama, no posee nada, es un poseído. El que ama le pertenece a alguien.
¿No te sientes orgulloso de vivir planeando y buscando la felicidad del otro?
¡Por supuesto que es para sentir un sano orgullo! A mí de hecho me llena vivir
para los demás.
A ti te debe realizar el vivir para tu esposo o tu esposa, y para toda una
familia. Orgullo de vivir queriendo hacerlos felices. Satisfacción por tanto
de vivir para alguien, buscando su felicidad.
Y produce un sano orgullo porque hoy no es difícil encontrarse con personas
que le han perdido el sentido a la vida y la verdad no es algo tan difícil de
encontrar. El sentido de la vida es amar a Dios y a los demás, y dejarse amar
por ellos.
Como un joven se muestra complacido por haber obtenido el título de su
carrera. Como una muchacha presume de haber conseguido un trabajo... cuánto
más debemos sentirnos orgullosos de amar, con un amor que es compromiso,
protección, fortaleza, seguridad para los nuestros, además de tantos y
riquísimos sentimientos y emociones.
Tristemente algunas gentes pregonan más: de lo que ganan, del lugar en donde
viven, de la ropa que usan o de lo que hacen... sin tener en cuenta que todo
eso es pasajero, y se les escapa el único gran motivo de orgullo que hay en
realidad: “amo a alguien, soy su sostén, en mí confía y se apoya, le doy un
sentido a su vida, y a la mía”.
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Es el metal precioso |
6. ES DE METAL PRECIOSO
Los anillos suelen ser de oro o de plata, ambos metales preciosos. Esto no es
más que el símbolo y la señal de lo precioso que es tu matrimonio. Muchos
hombres y mujeres no caen en la cuenta de que el matrimonio es la empresa de
su vida. Es importante hacer dinero, ser útil a la sociedad, destacar en algún
deporte, componer un grupo de amigos. Pero el matrimonio, sin duda alguna, es
la empresa de tu vida. Fracasar en esto es como perderlo todo. Es la empresa
de tu vida, y te lo recuerda tu esposo(a) y te lo gritan tus hijos cuando
reclaman tu cariño.
Quizá especialmente los hombres corren el peligro de vivir un noviazgo lleno
de detalles, de insistente presencia, de continua conquista, precisamente
porque están tratando de agradar a quien va a ser su compañera para toda la
vida. Sin embargo nos encontramos con un fenómeno tan curioso como triste.
Una vez conquistada la mujer, transcurridos los primeros años del matrimonio y
pasadas las ilusiones iniciales, el hombre se refugia en su trabajo o en la
televisión y sin darse cuenta las va convirtiendo en el centro de su vida, sin
percatarse de lo que está en juego.
¡Cuántas mujeres tristes, desilusionadas, que parecen caminar solas! Eso sí,
el marido está muy ocupado buscando los medios para llenar la vida de toda la
familia. ¿Pero, llenarla? ¿de qué? ¿de amor, de compañía, de cariño... o de
cosas? ¿Has conocido alguna vez a una esposa triste? Quizás a muchas. Pero,
¿conoces la triste historia de la esposa de un marido modelo? No recuerdo
dónde la escuché hace mucho tiempo. Déjame que te la describa:
“Ya lo decían de él antes de la boda: su esposa nunca pasará hambre. Es
trabajador, inteligente, emprendedor. Tiene una empresa propia que ha ido
creciendo. Y un negocio que marcha exige trabajo y vigilancia, y por eso él
tiene siempre la cabeza llena de inquietudes y proyectos. Cuando viene a cenar
está ausente, pero si sale a la conversación la más pequeña alusión a algo que
le pueda recordar el trabajo, se queda entonces en ella y no acaba. Está tan
ocupado y preocupado, que su mujer no se atreve a decirle nada de sus pequeñas
preocupaciones: que si el pequeño tosió, que si el mayor trae malas
calificaciones, que si las amigas están organizando un día de paseo
juntas…Estas cosas, o lo ponen nervioso, o ella corre el peligro de que él no
le haga caso.
Ella no se atreve tampoco a preguntarle su parecer sobre la cena del día
siguiente con aquellos amigos que están de paso. Quisiera saber qué piensa del
vestido que se acaba de comprar, o del regalo de cumpleaños de uno de los
niños. Pero él está muy por encima de estas tonterías. Además ella ya sabe que
tiene toda su confianza. Su única distracción es ir los domingos a ver un
partido de fútbol. A ella en cambio ni el mejor partido del campeonato le
atrae. Así que se queda en casa. A veces le gustaría salir con él a cenar o ir
al teatro, pero cuando él llega por la noche es para trabajar todavía más. Ya
lo decía él: “mi mujer nunca pasará hambre”. Pero él no piensa que a su mujer
le haría falta un poco de distracción. Se queda en casa sola durante el día y
moralmente sola cuando está con él. Si a él le dijesen que no es un buen
esposo, se pondría rojo de indignación, “a mi mujer no le falta nada, tiene
dinero a su disposición y no le pido cuentas de nada”. Ella puede marcharse
quince días o tres semanas de vacaciones cuando quiera, claro con los niños.
Él entre tanto trabaja para la familia. La mayoría de sus compañeros tiene una
“amiga”, él no. Él es un esposo fiel. Él tiene sus preocupaciones de hombre,
ella tiene las suyas de mujer. Cada uno tiene las propias: él ve los negocios,
ella se ocupa de la casa. Ella es, por tanto, la mujer solitaria de un marido
ejemplar. Un velo de tristeza ha caído sobre esta mujer. A veces, cuando está
sola, ha llegado a llorar. Sus amigas le dicen : “tú sí que has tenido
suerte”. Y ella piensa para sus adentros: “¡Vaya suerte! La suerte de ser la
triste esposa, de un marido modelo”.
Tu matrimonio es tan precioso como el metal con que ha sido hecho el anillo
que traes en el dedo. Y por eso exige no sólo los mismos sino superiores
cuidados y atenciones.
Recuerdo cuando una señora me dijo, muy seria:
- “Estoy segura de que mi marido nunca ha estado con otra mujer, pero tampoco
ha estado conmigo”.
Una mujer, en el fondo, lo único que pide es cariño. Lo que hay que hacer es
dárselo. Ellas viven de mimo, y éste se traduce como compañía, diálogo,
contacto físico.
A este propósito, cuentan que una señora le hizo ver a su marido:
-“Oye, gordo, el vecino todos los días besa a su mujer. ¿No te gustaría a ti
hacer lo mismo?”
A lo que respondió el hombre:
-“¿De verdad no te importaría si todos los días besara a la vecina?”.
Si una mujer lo único que necesita es cariño, a un hombre, lo que le gusta es
que lo atiendan. A veces es más fácil dedicarse a los hijos o a otros miembros
cercanos de la familia. Algunas se desviven atendiendo a las cuñadas, a la
suegra, a los sobrinitos, y descuidan el cariño y la atención a quien más lo
necesita y solicita aunque sea calladamente.
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Material resistente |
7.MATERIAL RESISTENTE
El anillo es resistente. Está hecho con metal duro. Símbolo y señal del
material con que debe ser moldeado el matrimonio.
Es frecuente encontrarse con gente que dice:
- “No pude más”- aseguran -“era humanamente imposible”.
En el fondo quizá lo que ocurrió es que estamos acostumbrados a muchas
telenovelas o historias de amor en donde todo sale bien o por lo menos como a
nosotros nos gusta, y todo es bonito. En el matrimonio no sucede esto. La vida
es difícil. Los años pasan. Las personas cambian. El tiempo va cobrando su
tributo de desgaste. Si el matrimonio no es tan duro, tan firme como el anillo
que llevas puesto, bastará el más mínimo pretexto para que todo –una familia,
años de amor, de entrega y también de lucha, estabilidad de los hijos- se
venga abajo.
Nuestros más grandes edificios, bellamente decorados y recubiertos de tantos
elementos frágiles, en el interior de sus paredes, de sus techos y de sus
columnas, esconden toneladas de metal, de concreto, de estructuras pesadísimas
que aseguran la incolumidad de los mismos. De manera semejante ocurre en el
matrimonio. Lo que vemos son sonrisas, besos y caricias, detalles, palabras,
compañía, alegrías compartidas. Pero esto no es más que la decoración de un
amor férreo, convencido, que va por dentro.
De nada les servirá en el futuro escudarse en su psicología, su debilidad, su
edad y en los muchos sufrimientos. Cuando un matrimonio fracasa, lo que faltó
fue solidez, convicción, dureza, concreto y hormigón. La falta de amor, en el
sentido estricto de la palabra, fue haciendo cada vez más débil el vínculo.
¡En qué peligro se encuentran esos novios que se preocupan más por el
recubrimiento del edificio que por su constitución! Está contemplado dónde van
a vivir, cuánto van a gastar, a dónde van a viajar y cómo se van a divertir.
Si la novia tiene una bonita sonrisa y si al novio tiene un buen negocio. Tan
es así que parecen el matrimonio ideal. Sin embargo bastará el más mínimo
temblor para que se resquebraje el matrimonio y después se desplome cuando
todo estaba en apariencia muy bien.
Amor. Eso es lo que se necesita. Pero un amor como el que describe San Pablo
-sin límites- en su primera carta a los Corintios 13, 4-8 : “El amor es
paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se
engríe; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el
mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa.
Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor no acaba nunca”.
8.UN FORMATO COMPLETAMENTE CERRADO
Me encontré con una niña muy simpática que me mostró orgullosa el anillo que
le regalaron de cumpleaños. ¡Qué curioso! ¡Era un espiral! A decir verdad no
recuerdo haber visto antes un anillo como ése. Un formato no cerrado, sino en
espiral. Por tanto tenía dos puntas. Dos terminaciones que no se encontraban
nunca.
Esto no sucede con los anillos que se entregaron marido y mujer el día de la
boda. Éstos sí están cerrados. Perfectas circunferencias. Como un símbolo y
una señal de que no hay “salidas alternas” ni otras posibilidades. Una sola
carne, un sólo corazón, un sólo proyecto. Es un vínculo tan hermético que lo
que le afecta a uno, repercute en el otro.
Lo que hace sufrir a él, también inquieta a ella y viceversa. Hombre y mujer
son como un anillo. Son una sola cosa, una circunferencia que no se sabe dónde
comienza ni dónde acaba. No se sabe ya dónde termina uno y comienza el otro.
Qué pena que muchas parejas no comprendan la profundidad con la que deben
amarse. Se quedan a veces en relaciones puramente epidérmicas. No se llega a
una fusión real de corazones. No se pierde el uno en el otro sacrificando los
propios gustos ni la manera de ver las cosas. Y así, se juntan vidas, cuerpos,
economías... no corazones ni auténticos proyectos.
Perderse en el otro es buscar con auténtica primariedad, “a bote pronto”, la
paz, la seguridad, el bienestar, la felicidad de aquél (ella) a quien se ama.
Es conocerse de tal manera que por lo general se sabe lo que el otro quiere. Y
es desde luego, pasar de este conocimiento de lo que desea el otro, a la
práctica buscando realizarlo.
Fundirse con la persona amada es “meterse en sus zapatos”. Sufrir y sobre todo
gozar con él. Tomar sus cosas como propias e interesarse por ellas. Desde lo
más complicado, hasta las decisiones del hogar, pasando por la más pequeña
nimiedad.
Es conocer meticulosamente el corazón del amado, de modo que siempre estés
dispuesto a amar como la persona amada quiere ser amada.
Por no profundizar en este conocimiento o por no querer sacrificarse uno
mismo, miles de personas creerán amar a su cónyuge, cuando en realidad no lo
hacen porque lo hacen como ellos quieren. De esta manera es imposible llenar
el corazón del ser amado.
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Son iguales |
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Son diversos |
10. SON DIVERSOS
Acabamos de decir que son iguales, un par. Pero, si te fijas bien, al mismo,
tiempo son un poco diversos. Al menos, uno es más grande que el otro. Y con el
paso del tiempo, surgen más diferencias debido a la limpieza que reciban, al
buen o mal trato que se les dé, en fin. Siendo iguales, uno está más rayado u
opaco que el otro. Y esto es como un símbolo y una señal de que debemos ser
idénticos en la diversidad y siendo diversos tender a la identidad.
¡Qué auténticos esos matrimonios que buscan acoplarse, embonar! Parejas en las
cuales, por decir algo, a él le encanta jugar tenis, ella jamás ha visto una
raqueta -ni en un aparador- y sin embargo se pone a practicar para divertirse
con él.
O al otro que no le gustaba la televisión, y hace un esfuerzo para ver con
ella ese programa cultural que tanto le atrae.
Uno preferirá unas vacaciones en la montaña mientras el otro en la playa, pero
han sabido combinar de tal manera que se dan gusto mutuamente, y quien los
viera, pensaría: “mira cómo se divierten haciendo las cosas que les gustan a
los dos”.
Recuerdo que hablando con un hombre apenas pasado de cincuenta años, me
contaba escenas de las películas que había visto últimamente, y de verdad era
sorprendente que hubiese visto tantas, y que las comentase tan bien. De
pronto, interrumpiéndolo, la pregunta se me disparó:
-“Se ve que le gusta mucho el cine, ¿verdad?”
-“Me encanta. Y pensar que antes de casarme casi no iba”- responde encogiendo
los hombros.
-“¿Y entonces por qué ahora tanta afición?” insistí.
-“Todo fue por no pelear con Liz. Al inicio iba casi a empujones. Después ya
también a mí me gustó. Y ahora prácticamente no hay fin de semana que no
vayamos a ver algo. Y cuando no podemos salir porque alguno está cansado,
alquilamos una película y la vemos en casa con unos sandwiches que ella
prepara como nadie”.
Si hoy tuviera que darte un consejo muy breve, sería este. NO DISCUTAS. Mejor
construye. No me refiero a las discusiones buenas e incluso necesarias antes
de tomar ciertas decisiones. Me refiero a la continua discusión por el afán de
discutir.
A la discusión acalorada que tantas veces termina en riña estéril. Estas
discusiones producen roces que van desgastando la armonía conyugal. Tender a
la identidad a través de un continuo ceder por amor, lubrica, engrasa esas
partes del corazón que de lo contrario comenzarían a rechinar.
Un cuadro, al que le tengo un cariño especial, adorna uno de los salones que
hay en mi oficina. Es una fotografía de cinco patos que van nadando, al alba,
entre los juncos, muy juntitos, con el sol apenas despertando y asomándose al
fondo. Un texto de H. Eduard Manning -letras negras, para resaltar entre los
tonos rojizos, amarillos y naranjas- reza así: “No te preguntes si eres feliz,
pregúntate si son felices los que viven contigo”.
Si tan sólo supiéramos pensar en los demás antes que en nosotros mismos, no
pasaríamos la vida discutiendo inútilmente. No discutas. No te preguntes si
eres feliz, mejor pregúntate continuamente, con seriedad, si estás haciendo
felices a los que viven contigo. Pregúntate si te estás haciendo al otro, si
tiendes a él o si “prefieres” que se haga a tu modo de ser.
Este consejo te ayudará incluso para mantenerte más joven. Dicen que se
encontraron dos amigos y uno de ellos, viendo lo bien conservado que se
encontraba el otro, le preguntó:
-“¿Tú cómo le haces para mantenerte tan joven?”
-“Simplemente no discuto con nadie”- respondió sin mayor complicación.
Y el primero volvió a la carga, incrédulo.
-“No hombre, no será por eso”.
-“Pues no, no será por eso”- respondió nuevamente sin complicaciones.
¿Qué necesidad tenemos de discutir? No discutamos. Tendamos a la identidad.
Qué grande es el hombre que está pensando en lo que quiere su mujer y
viceversa. Recuerdo haber visto una escena preciosa en una ocasión que me
invitaron a comer: Llegué quizá un poco adelantado y resulta que no se
encontraba aún la señora que me invitó, pero en cambio ya estaban ahí su
marido y sus dos hijas, gemelas, de ocho años.
Al poco rato aparece la mamá y con una gran sorpresa para las niñas: les
compró un vestido a cada una. Delante de mí se armó la fiesta al sacar uno y
presumirlo, y en seguida el otro. Pero uno de ellos, verde, era notablemente
más bonito que el otro, amarillo, que en realidad no era tan atractivo. A la
pregunta, “¿cuál prefiere cada una?”, inmediatamente una de ellas se adelantó:
- “El amarillo”-gritó. Y así, la mamá le entregó un vestido a cada una. Antes
de despedirme hablé un momento con la pecosa que había elegido el amarillo, y
con una mezcla de curiosidad y de preocupación, -llegué a pensar que era
daltónica- le pregunté por qué se había inclinado por el amarillo, que para mi
gusto no era el mejor. Todavía recuerdo su respuesta y creo que nunca la voy a
olvidar:
-“A las dos nos gustó el verde, pero prefiero que lo use mejor mi hermana, y
por eso escogí el amarillo, porque yo ya no quiero pelear”.
¡Es para hacerle un monumento a esta niña! Sólo contaba ocho años. Me
pregunto: ¿qué tanto intuyes lo que quiere tu mujer, o lo que quiere tu
marido? ¿Estás dispuesto a sacrificar el vestido verde escogiendo el amarillo?
¿Amas lo suficiente como para comenzar a intuir de ahora en adelante?
11.TIENE FECHA
Efectivamente, el anillo tiene una fecha. ¡Algunos quisieran que fuera de
caducidad, como las medicinas! Sin embargo no es así. Es una fecha que indica
simplemente el día en que todo terminó y a la vez, todo comenzó.
¿Qué es lo que termina? Tu vida pasada, tu relación, por decirlo así, tan
estrecha, con tus papás: antes dormías, desayunabas, comías, cenabas en tu
casa y ahora ya no se puede. Concluye tu vida bohemia: antes te la pasabas
todos los viernes y sábados con amigos y amigas subiendo y bajando. En una
palabra, divirtiéndote... Esa vida se acabó. Antes se podía hacer porque eras
soltero (a), pero ahora ya no. ¡Abajo el telón! ¡Segunda parte!
De hecho cuentan que un hombre llegó una noche a su casa, y mientras subía la
escalera al segundo piso, gritaba como retando:
-“¡Son las cuatro de la mañana! ¿Y qué?”- y siguió subiendo un par de
escalones.
-“¡Vengo borracho! ¿Y qué?”-continuó subiendo.
-“¡Estuve con mis amigotes! ¿Y qué?”- tres escalones más.
-“¡Y con mis amigotas! ¿Y qué?”
Finalmente abre la puerta de su cuarto y limpiándose el sudor de la frente,
dice:
“ ¡Y qué bueno que soy soltero!”
Así es. Todo acabó. ¿No existen de hecho las despedidas de soltero o soltera?
Precisamente para decirle adiós a un ritmo de vida que no va con el
matrimonio.
Ahora bien, todo terminó, pero también algo comienza. Inicia tu dedicación
delicada a tu esposo (a). Empieza la exclusividad. En una familia, todos
tienen su lugar. ¡Qué bonitas esas familias que se reúnen para celebrar la
Navidad todos juntos! Igualmente los cumpleaños, el año nuevo, etc. Pero tu
esposa es tu esposa, tu esposo es tu esposo. Qué bueno que haya una relación
preciosa con los papás, con la familia entera, o con un grupo de amigos. Pero
tu esposo es tu esposo, tu esposa es tu esposa. Es genial viajar juntos, tres
o cuatro parejas, pero tu esposa es tu esposa, tu esposo es tu esposo, y debe
tener no un lugar, sino su lugar.
¿Sabes por qué muchos matrimonios se rompen? Por la influencia o la
intromisión de unos y de otros desde fuera. Incluso por eso alguien decía:
“Juntos, hasta que la suegra nos separe”. Lo decimos de broma, pero la verdad,
cuántos matrimonios rotos por no saber decir: “Mamá, lo que tú quieras, pero
él es mi esposo”. “Papá, como tú digas, te acompaño, estoy contigo... pero
ahora, me necesita mi esposa”.
Eso es lo que comienza en esta fecha. Creo que a todos nos encanta lo
exclusivo: ropa, perfumes, clubes deportivos. Si hay un ámbito en la vida, en
el que se debe dar esta exclusividad, esta prioridad, es el del matrimonio.
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Ha sido hecho con detalle |
12.HA SIDO HECHO CON DETALLE
Si te detienes unos instantes ante los escaparates de una joyería, te
asombrarás al ver la variedad de anillos que hay. Unos más llamativos que
otros. Estos más bonitos. Aquellos más resistentes. Más baratos y más caros.
Pero todos tienen una característica: han sido hechos con detalle: unos tienen
unas franjitas, otros llevan unas acanaladuras, en otros está escrito tu
nombre con gran cuidado y con la letra que escogiste. Los que están enfrente
resaltan la fecha como en relieve, en los de atrás en cambio, aparece como
hundida... pero siempre con detalle.
Los más finos ostentan más quilates que los que no lo son tanto, pero, repito,
todos hechos con verdadero afán, cuidado y profesionalidad. La verdad,
cualidades que pueden hacer que tu matrimonio sea un paraíso. Todo esto está
hecho así, como un símbolo y una señal de que el matrimonio debe estar hecho
también lleno de detalles. Debe haber cariño. Deben abundar cuidados. Deben
excederse en palabras, gestos, atenciones, caricias.
Qué bonitos esos matrimonios en donde existe la broma, las sonrisas, los
juegos, ¿por qué no? el codazo, pellizcos, empujones (no desde el segundo
piso) en fin, toda esta relación de sencillez, de espontaneidad, de
cordialidad y de confianza a la vez respetuosa e ilimitada.
Recuerdo con especial cariño algo que ocurría frecuentemente en mi casa:
teníamos una mesa redonda a la que nos sentábamos a comer juntos mi mamá y los
seis hijos. De pronto llegaba mi papá, y comenzando por el más grande, pasaba
dándonos un coscorrón. Pero lo más divertido era ver la cara que ponían los
que estaban enfrente, porque mi papá exageraba los gestos, como si el
coscorrón que le fuera a dar al de enfrente causara algún dolor.
Esto provocaba que la niña de seis años, justo enfrente, entre muecas y
aspavientos exclamara: “¡huy!”, y la verdad, nada más era un toquecito. Y así
con cada uno hasta que llegaba a mi mamá, quien se merecía no un coscorrón
sino un beso. Y se lo daba. Era todo un rito. Cariño, detalles, delicadezas.
Todavía más, una señora me contó algo que me hizo mucha gracia:
-“Mi marido es lindísimo”.
-¿Por qué?”- le pregunté.
-“Me deja recaditos”- explicó emocionada.
-¿Es decir?
-“Mire, a veces me levanto y me encuentro un recado en la televisión que dice:
“Vieja, busca la siguiente pista en el armario”. Y ahí voy al armario, lo abro
y me encuentro un papel que dice: “no es aquí, está en el bolsillo del
pantalón”, corro al pantalón: “te equivocaste, está debajo de la silla”. ¡A
buscar la silla!... Finalmente lo encuentro pegado con “cinta Scotch”. Lo
despego y leo: “baja a la cocina, no seas impaciente”. Me desplazo a la cocina
como niña en un rally, y así, después de traerme por toda la casa como loca,
encuentro ya el tesoro: un papelito feo y mal cortado que dice: “te quiero”.
¿Qué esperabas? ¿un cheque? ¿el dinero del gasto? ¿un regalito para gustitos
personales? Simplemente una nota que dice: “Te quiero”. Pero fíjate qué
interesante: es un detalle precioso de cariño.
¿Qué decir de aquellos que en el noviazgo le escribían una poesía a la novia,
y que al llegar al matrimonio, ¡se les jubiló la musa! Ni un «te quiero» saben
decir. Escríbele hombre. Aunque la copies. ¿Por qué no? Todos tenemos algo de
poetas dentro. Nada más no te vaya a ocurrir lo que a ese señor que el día que
cumplía veinte años de casado, ve desde la cama -periódico en mano- salir a su
esposa del baño, indignada:
-“Mira qué descaro. Un tal Pablo Neruda acaba de publicar las poesías que tu
me escribías cuando éramos novios”.
Ciertamente la psicología femenina tiene más marcada esta auténtica riqueza de
demostrar el amor a base de muchos detalles. Pero no es exclusiva de este
sexo. Hombre y mujer deben contar con esta cualidad o adquirirla, formarla y
proyectarla. De otra manera sucederá lo que me comentaba una señora:
-“Padre, desde que me casé, entré al club de las traidoras”.
- “¡Cómo que de las traidoras!” -le pregunto.
-“Sí, padre, desde que me casé: tráeme un café, tráeme la medicina, tráeme la
bata…”.
No cabe duda de que es necesaria la reciprocidad en los detalles. Si es sólo
uno de ellos quien dice: “tráeme un café, pásame la bata, dame un masaje...”,
esto puede aguantar y durar pero sólo por un tiempo. Cuando los favores, las
atenciones y los cuidados no son de «ida y vuelta», lo va resintiendo la
relación.
13.SE VA HACIENDO PARTE DE TI
El anillo poco a poco se va haciendo parte de ti. Llega un momento en que ni
lo sientes. Pero, ¿te acuerdas que al inicio era incómodo? Símbolo y señal de
que tu marido, tu mujer, debe llegar a ser parte de ti. Debe llegar a ser tu
vida. “Una sola carne”.
Hay señores a los que no les pasa por la cabeza un viaje sin la esposa. Es
más, se pierden en el aeropuerto si no están con ella. No saben hacer nada. No
logran preparar a tiempo y bien una maleta. Hay señoras que no pueden estar
solas en la casa un par de noches. Que no sienten seguridad más que cuando
están los dos.
Qué interesante llegar a esta situación, (siempre y cuando no se exagere y se
caiga en una dependencia esclavizante o pueril). Se trata de una dependencia
del corazón.
Sin embargo, al inicio, ¿te acuerdas cuando todo era remar, remar, y seguir
remando, muchas veces contra corriente?
José José (se dice que nació en Amecameca), cantaba una canción que decía: “Te
quiero así, tu conmigo, yo para ti… amar por amar, más que amar es ya
navegar…”.
Interesante. “Más que amar es ya navegar”. Se puede llegar a amar tanto, que
ya más que tener que ejercer, por decirlo así, el amor, se convierta ya en un
simple navegar. Cuando ya no te cuestionas los actos de amor, de servicio, de
atención. Cuando no titubeas en perdonar.
Cuando el amor, en una palabra, “ya no cuesta”. Cuando no calculas tu entrega,
Cuando no “lo piensas dos veces”. Cuando a quien amas, se va haciendo parte de
ti.
Pero no siempre fue así. Al inicio, mientras tuvieron que romper la barrera de
las olas, había que remar muy fuerte, sin descanso. Una vez que se ha superado
esta barrera de agua, ahora sí, la pareja puede subir las velas y ya, más que
remar, más que amar, será navegar, disfrutar, dejarse llevar, gracias al
esfuerzo inicial.
El amor ya no será más un sacrificio sino un placer. Ahora sí, que los lleven
los vientos. Ya son el uno para el otro.
*Nota importante especialmente para las mujeres: antes de subir las velas y
guardar los remos, comprueben que el marido todavía esté dentro de la barca.
No les vaya a pasar que, ya con las velas hinchadas, volteen hacia atrás
buscando al “gordo” y se den cuanta de que no está ahí, sino que se quedó
jugando voleibol en la playa.
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Es discreto |
14. ES DISCRETO
El anillo es discreto. No es un cinturón ni un collar, ni un «hula hop». Es
tan pequeño que pasaría desapercibido si no lo mostráramos a la gente. Es
también un símbolo y una señal de lo discreto, callado y humilde que se debe
ser en el matrimonio. Es como una signo del respeto que deben tenerse entre
ambos.
Qué pena dan esos matrimonios en los que, sea él, sea ella, es igual, uno de
los dos es dominante. Donde se imponen gustos y preferencias, donde siempre se
hace lo que uno de ellos dice. En donde ya ni siquiera se pregunta o se
propone sino simplemente se ordena: - “La Navidad la vamos a pasar con mis
papás, ¿verdad”?- Y no se te ocurra desdecir la orden.
En una ocasión se hizo el siguiente experimento en un auditorio en el que se
encontraban quinientos matrimonios:
-“Por favor, todos los señores que se sientan dominados por su mujer, pásense
para allá”- y señalaron la parte derecha del auditorio.
Para sorpresa del orador, se pasaron todos los señores, menos uno, a quien
acto seguido le preguntaron:
-“¿Usted no se siente dominado por su mujer?”-
- “No -responde tímido- lo que pasa es que me dijo: pobre de ti si te mueves
de aquí”.
Y qué tal ese señor, más bien chiquito, flaquito, “poca cosa”, que le tenía
hasta miedo a su mujer, y entonces un buen día se inscribe en una escuela de
karate. Pasados unos siete u ocho meses, -ya todo un “cinta amarilla”- llega
una noche a casa muy decidido, después de tantas humillaciones, entra a la
cocina y se encuentra a su mujer haciendo unas quesadillas, y le grita, dando
un karatazo en la mesa:
-“¡Yaaah!”
La esposa se voltea, lo ve y le dice, con voz fuerte y tono amenazador:
-“¿Ya qué?”
Y el marido, encogiendo los hombros, apenas murmura:
-“Ya llegué”.
Muchos matrimonios padecen este dominio por parte de uno de los dos cónyuges.
Esta actitud va desgastando la relación porque origina miedos, desconfianzas,
inseguridades. Además, soportar a una persona dominante puede ser llevadero
durante un tiempo. Pero, ¿se puede estar toda la vida sometido (a), a una
persona que no escucha, que no dialoga, que no cede, que se altera por
cualquier motivo, que extrapola las diferencias y opta por la violencia o el
silencio, que es din duda más violento que cualquier otro “castigo”?
Qué difícil ser feliz con una persona dominante. En todo momento se tendrá la
duda de si uno será acogido o rechazado. Habrá que pensar mil veces antes de
dar una opinión o sugerir una iniciativa. Se reprimen mil deseos por sencillos
que estos sean. Y desde luego, siempre se está acariciando la posibilidad de
estar con otras personas más sencillas, más tiernas, más comprensivas y que
nos acepten sin pretender imponerse.
Este espíritu dominante también tiene consecuencias de cara a los hijos.
Lógico. Cuando ellos tienen que escoger marido o mujer, se topan con un
dilema: “éste no, porque tiene un carácter fuertísimo”, “este sí porque se va
a dejar dominar”. Desgraciadamente tienen el mal testimonio, el patrón del
padre o de la madre. Por tanto, no solamente el problema es tu relación con tu
cónyuge. Piensa también lo que estás sembrando en tus hijos.
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Ya no sale |
15.YA NO SALE
Llega un momento en que el anillo ya no sale. Símbolo y señal de la fidelidad
que es para siempre. Algunos no se lo pueden sacar ni con jabón. Ya está ahí
puesto. No sale. Esta fidelidad, este compromiso debe ser triple: con Dios,
con el cónyuge y con los hijos.
Fidelidad con Dios: te comprometiste delante de Dios. Es un sacramento. No es
una simple unión ni un mero papelito. No se trata de amor libre. En el así
llamado “amor libre”, si desistes, quedas mal con una persona, a la que en un
momento determinado dejas de querer, “la mandas a volar” y no pasa nada. Esto
no es el matrimonio. Aquí te comprometiste con una mujer, pero ante Dios y por
tanto con Él. (Mt. 5,32), (Mt. 19,1)
En segundo lugar, fidelidad con tu esposa: no se trata de que hayan logrado
ponerse de acuerdo y “no pasó nada” y cada uno por su lado y todo por el bien
de la paz.
No te engañes. Un divorcio es un fracaso terrible en el amor y deja unas
secuelas tremendas: alguno de los dos puede quedar destrozado sentimental y
emocionalmente, con toda una vida truncada. Muy probablemente los dos.
Ciertamente, tanto él como ella tardarán en rehacer su vida y cargarán con una
serie de consecuencias que no es difícil imaginar y que no me detengo a
describir porque las conocemos. Es falso aquello del común acuerdo. Puede ser
que sea ya tanto el egoísmo, el malestar, el hastío, que efectivamente sea
mejor una separación. Pero una separación a la que nunca se debió llegar y que
en la inmensa mayoría de los casos tenía un remedio al inicio del problema.
En tercer lugar, fidelidad con los hijos: aquellos que no cuentan con unos
padres unidos, jamás serán unos niños, adolescentes, jóvenes normales. ¿Qué
significa fidelidad a tus hijos? Que tienes que ver también por ellos. Por lo
general, cuando falta uno de los dos papás, cuando los hijos van descubriendo
la ausencia de uno de ellos, por más que queramos justificarla, se crea un
vacío en la familia que no se llena con nada.
Ese anillo ya no debe salir. Algunos se escudan: “es que es dificilísimo cómo
te presenta la Iglesia el matrimonio”. No es dificilísimo. Tú escogiste al
compañero (a) de toda tu vida. Tú lo escogiste. Debiste ser muy responsable en
el noviazgo. Tu te inclinaste por sus facciones, su carácter, sus virtudes y
también sus defectos. Tú tomaste la decisión. Eras tú quien conocía los
sentimientos, las aptitudes, los valores de los que estaba pertrechada la
persona a la que amas.
Dios sólo quieren lo mejor para ti, y por eso hizo el matrimonio indisoluble.
Lo único que hace difícil tu compromiso es el desamor, el egoísmo o el haber
tomado decisiones a la ligera e irresponsablemente sobre el (la) compañero (a)
de tu vida.
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El dedo se amolda al anillo |
16. EL DEDO SE
AMOLDA AL ANILLO
El dedo se amolda al anillo y no éste al dedo. El anillo es de metal, por
tanto al ponértelo tu dedo se amolda, “se hace” al anillo. Lógicamente el
metal, como es duro, no se puede hacer a la forma del dedo, sino como dijimos,
al revés.
¡Cuánta gente realmente no se ha hecho al matrimonio y más bien quiere hacer
el matrimonio según su muy particular forma de ver y pensar! A veces quisieran
un matrimonio según expectativas, conveniencias y necesidades personalísimas.
Un esquema que en realidad no existe.
Algunos ni siquiera entran en el esquema más básico de lo que es un
matrimonio. Ni siquiera en el formato convencional.
Siguen con su vida de antes y quieren, por una parte, disfrutar de los bienes
del matrimonio, y por otra vivir como si no hubiese un compromiso (como la
ridícula propuesta del amor libre).
No se acuerdan de sus promesas, ni de la exclusividad, ni de la fidelidad, ni
del cariño, ni del detalle, ni se acuerdan de nada.
¡Qué cantidad de hombres influenciados por la concepción machista del
matrimonio que hay en tantos pueblos, e incluso en nuestra sociedad, piensa
que el vínculo marital es tener una esposa segura en casa, además de lo que
vaya saltando por ahí! ¡Cuántos piensan que tener una mujer es asegurar a
alguien que críe a los hijos y que los eduque, para poder ellos disfrutarlos
de mayores! ¡Cuántos creen “con sinceridad” que el matrimonio es: “tú la casa,
yo el dinero”!
El matrimonio es muchísimo más. El dedo se hace al anillo, tú te haces al
matrimonio, tal como ha sido comprendido según una extendida visión
humanística, fundada en la libertad, en el amor, en la igualdad y otros
valores humanos y cristianos.
El matrimonio como Dios lo pensó y como la más mínima lógica nos exige,
implica fidelidad, indisolubilidad, buscar diariamente y como proyecto de vida
el agradar al cónyuge y pelear con esmero por su felicidad, a través de la
propia presentación y del buen trato, del procurar la igualdad entre los dos,
del tener mil detalles que son como una piecesita en el gran mosaico de la
felicidad. Esto sólo se logra cuando el matrimonio está enraizado en Dios y
cuando se ponen los medios más elementales como las renovaciones
matrimoniales, la frecuente convivencia, la oración en pareja y más tarde en
familia.
Hoy por hoy, amar es una locura, si no se ama con locura. Y es que el
matrimonio es para siempre –una adhesión- y eso implica un compromiso, y es un
sacrificio y conlleva abnegación. Amar es una exigencia: caminar siempre
juntos por la vida y darse con totalidad incluso a costa de la propia vida. El
amor, si es tal, pasa por el dolor pero es una fuente de dicha, de alegría y
de paz.
Lógicamente esto requiere que hombre y mujer sean educados para el amor. Hoy
por hoy hay educación para todo, menos para el amor, y es la materia que con
más urgencia necesitamos. Amar es acoger a la persona amada en su integridad y
por tanto primero hay que conocerla y entenderla, para después aceptarla. El
amor es, de tal manera querer a una persona, que deseemos su felicidad en esta
vida y más aún en la eterna.
Y por tanto el amor y la felicidad se construyen con Dios, de cara a Él,
siendo cada uno de los cónyuges literalmente cómplices del Señor en la
búsqueda de la felicidad del otro.
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Se puede perder |
17.SE PUEDE PERDER
No sé si has perdido alguna vez la medalla que te regalaron en el día de tu
Primera Comunión, o el reloj que acompañó toda su vida a tu papá, por estar
jugando con ellos. ¡Qué rabia da! ¡Qué coraje, descubrir ya en el aeropuerto
que perdiste el boleto del avión por haberlo sacado para apuntar en él un
teléfono que ni siquiera era importante, en el momento previo a tu salida al
extranjero! ¿Qué haces, cuando has desbaratado tu equipaje de mano sin
encontrarlo y ya todos están dentro del avión, menos tu esposa, que te ve más
desesperada que tú y empieza a imaginar el vuelo perdido, y por ende la
conexión con el otro vuelo, más la primera noche de hotel pagada...? ¡¡¡Por
haberlo sacado en el coche para apuntar un teléfono!!!
Cuidado. El anillo es algo muy valioso como para jugar con él. Si te lo quitas
y te lo pones, si lo dejas aquí y allá, se puede perder. Si estás vacilando
con él, si lo descuidas, si te descuidas, se pierde.
Recuerdo cuando una niña me regaló un anillo. Debíamos tener unos quince años
y pasábamos las tardes divirtiéndonos junto con otros amigos y amigas. Un día
mientras caminábamos por la calle, me lo estaba poniendo y quitando,
concentrado en lo que me platicaban y jugando mecánicamente con el objeto
entre mis dedos.
De pronto, de pura casualidad, se me cayó, dio tres o cuatro golpes en el
suelo, y fue a dar a una alcantarilla que había por ahí, profunda, obscura, y
con agua en el fondo que medio corría y medio se estancaba. Recuerdo incluso
lo que me bromearon mis compañeros trayéndome continuamente a la memoria la
serie de graciosos sonidos –graciosos por las circunstancias- que se habían
escuchado al golpetear del anillo en el suelo, después en la alcantarilla y
finalmente en el agua sucia: ¡“tan, tan, tan, tin, clup”! Otra vez, símbolo y
señal de situaciones parecidas en el matrimonio, cuando te lo estás “quitando
y poniendo” continuamente. Ahora que estás con tu esposa te comportas como
esposo, mientras que cuando trabajas en la oficina parece que no estuvieras
casado. O tú, mujer, que estás coqueteando... un día, sospechándolo o no, vas
a oír lo mismo que yo: “tan, tan, tan, tin, clup». Y será irremediable.
¿Cómo lo sacas? ¿Cómo se recupera algo que ha caído en un lugar muy profundo?
¿Qué hay más hondo que la infidelidad buscada? ¿Qué hay más oscuro que la
indiferencia cínica? ¿Qué más estancado que el egoísmo que no te permite
moverte hacia el otro? ¿Qué más sucio que la continua mentira?
¿Qué más impresionante que la irresponsabilidad cuando se trata de la vida y
felicidad de toda una familia?
¡Cuánta gente no se recupera de estos problemas! ¡A cuántos les gusta incluso
dar celos y motivos! ¿Cómo tratas a tus secretarias? ¿Cómo te vistes? Date
cuenta de que estás casado(a), y de que un juego tonto lo puede echar todo a
perder. Por lo general, las grandes tragedias de la vida comenzaron siendo un
juego ridículo e irresponsable.
Si estás jugando con ese anillo, si lo haces con el matrimonio, en el tipo de
espectáculos que ves, en tu manera de relacionarte con la gente que te
rodea... un día se te va a perder. Y en la gran mayoría de los casos, es
irremediable. Hay cosas en la vida que por su importancia no admiten titubeos.
No vale la pena correr riesgos. Porque lo que está en juego, si se pierde, es
la mayoría de las veces, irrecuperable. El matrimonio es una de ellas, y con
“esas cosas”, no se juega.
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Se va desgastando con el tiempo |
18. SE VA DESGASTANDO CON EL TIEMPO
El anillo se va desgastando con el tiempo. Es lógico. Nada es para siempre.
Para eso está el cielo. Tu anillo puede y de hecho va perdiendo su brillo.
Pero, aun sin él, ¡cuánto representa! Incluso se podría decir que es más
hermoso golpeado, usado, maltratado involuntariamente por los movimientos de
una mano que por amor nunca ha querido quitárselo ni para protegerlo. Perdió
su brillo metálico pero conserva el del cariño y el de los mil recuerdos que
te unen a él. Es el destello de la madurez.
También el matrimonio se va desgastando y puede perder ese brillo inicial,
juvenil, de los primeros años: es decir, la ilusión, la pasión, la cantidad de
emociones de dos vidas que se hacían una sola y todo era descubrirse y
enriquecerse.
Pero -¡qué interesante!- va adquiriendo otro matiz muchísimo más hermoso: el
de la madurez del amor. No es el amor jovial de cuando eran recién casados,
sino el consolidado, sacrificado, servicial. El que es más donación que
posesión.
Ahora más bien ya están tranquilos. Ha pasado el período de las fiestas, de
los compromisos, de lo social, de todo lo espectacular. Ya tienen cuatro o
cinco hijos que están sacado adelante. Ahora es la madurez en el amor. La
necesidad provocada. El querer estar juntos. La calidad y cordialidad de la
comunicación. Este brillo vale más que el otro.
Recuerdo el reloj de mi papá. No tenía nada de especial, aún más, estaba muy
desgastado por el uso diario durante diecisiete años. Cuando él murió, los
tres hijos mayores lo queríamos por el simple hecho de que era de él. Porque
lo había usado él, todos los días, durante los últimos diecisiete años de su
vida. Lo queríamos porque estaba desgastado. Porque marcaba las horas y
hablaba de una vida. Porque había en él algo vivo.
Qué espectáculo tan grande ofrecen al mundo un hombre y una mujer que se han
desgastado durante su vida matrimonial, en el servicio, en los detalles, en la
entrega diaria y en la atención al cónyuge y a los hijos. Quizá no tengan el
brillo inicial, pero sale de sus ojos uno que no se los daba la juventud. El
de la experiencia, el de la compañía, el de un conocimiento mutuo cada vez más
hondo. El brillo de mil experiencias, felices y dolorosas, pero que se han
vivido juntos. El brillo de haber formado y forjado un hogar y haber
proyectado unos hijos que ahora han hecho ellos mismos su propio hogar. El de
las satisfacciones mil veces más profundas que la ilusión inicial.
El brillo de una fidelidad sometida a la prueba del tiempo –la más dura de
todas las pruebas-.
¡Cuántos espectáculos de estos necesita el mundo! No como los actuales:
divorcios, adulterios, fugaz continuas del compromiso experimentando algo
nuevo, distinto. Esa es la razón de ser de los centros nocturnos... La
sociedad necesita del espectáculo ingente de un hombre y una mujer que se
aman. Este “show” no lo puede ofrecer una pareja de recién casados o que
apenas lleven cinco o diez años caminando juntos. Necesitamos, queremos ver
gente que llega al final de su vida de la mano.
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Puede necesitar ajustes |
19.PUEDE NECESITAR AJUSTES
Con el paso del tiempo, cambiamos físicamente, aunque no quisiéramos.
Crecemos. Puede ser que el anillo necesite que lo ajusten, sea para
recortarlo, sea para ensancharlo. Nuevamente símbolo y señal de que tu
matrimonio también necesita ajustes.
Hay señoras que tienden a enflacar –no todas- y algunas otras a engordar. Las
primeras corren el riesgo de que se les salga el anillo, a las segundas les
aprieta o molesta. También los señores por alguna enfermedad se hinchan o
adelgazan, y el anillo molesta o corre peligro de caerse. Incluso por el
simple envejecimiento, el anillo como que se les juega un poco en el dedo.
No cabe duda. Los anillos suelen necesitar ajustes. Se mandan a ensanchar o a
cortar. Requieren un baño de oro, una limpieza a fondo o una buena pulida,
porque ya se han perdido hasta las “letritas”.
Quizá alguno necesita que se vuelvan a grabar en él, el nombre y la fecha del
matrimonio. Algunos tendrán daños más serios, como una rotura por algún
accidente, o un abollón, debido a un golpe. Es un gesto de amor el tener el
anillo siempre puesto, y siempre como nuevo, pues los esposos no se harían a
la idea de quitárselo así sin más, porque causa alguna molestia o porque ya no
se lee la fecha.
Necesitamos estos ajustes y renovaciones. Todo matrimonio necesita ser
constantemente pulido, limpiado de las adherencias que se le van pegando con
el tiempo. Adherencias como la falta de diálogo con el cónyuge y el exceso de
tiempo dedicado a los soliloquios de la televisión.
Manchas como el trato carente de la delicadeza y finura que lo hacían lucir al
inicio más brillante. Suciedades, en fin. Cada uno sabe cuáles son. Cada quien
sabe si su matrimonio actualmente tiene varias hendiduras por una serie de
“golpes” dignos de consideración a lo largo de la vida.
Y ¿cuál va a ser esa reparación, o ese baño de oro que tanto necesita tu
matrimonio? Hoy vivimos unas circunstancia histórica muy favorable. En
cualquier parroquia o grupo de espiritualidad, se imparten renovaciones
matrimoniales en donde te ayudan a descubrir, primero, si tu matrimonio
necesita una simple limpieza, una pulida más a fondo, o literalmente una
reconstrucción.
¡Con qué cara entran las parejas a las jornadas de renovación, y cómo salen!
Es un espectáculo digno de verse.
Y no es que necesariamente vengan muy mal. Es que nos acostumbramos a creer
que estamos muy bien, como se torna rutinario el ver el abollón o la mancha o
la falta de brillo en el anillo. “Es natural”. “Ya está viejo”.
Renovarse es abrir los ojos a nuevos horizontes. Es descubrir un sin fin de
posibilidades nuevas que enriquecen la unión. Es proyectar el amor a una
calidad de vida insospechada.
Una manera simple, ordinaria, de renovarse diariamente es, ser amable, hacerse
amable, volverse continuamente amable. Cuando la pareja no se está esforzando
por crecer constantemente en el amor, por ser más amable, más incluso que
antes, sin poner excusas, pronto se terminará todo lo interior. Posiblemente
lo externo continúa porque no es fácil destruir lo que se ha edificado en toda
una vida: hijos, amistades, bienes materiales... pero se puede decir que los
corazones ya están divorciados.
A veces se escuchan expresiones como éstas: “Ya no esperes más de mí pues ya
estoy viejo”, “mira, yo ya estoy cansada”.
Qué triste llegar a la edad avanzada y que no estén contentos porque ambos han
dejado de ofrecerse lo mejor de ellos mismos. Ser amable, hacerse amable,
volverse continuamente amable. Ahí está el secreto para que tu matrimonio
siempre esté fresco, como si fuera de hoy, “como cuando éramos novios”.
Una buena renovación matrimonial puede ser el mejor corrector de las
desviaciones que haya, así como el mejor detector de cánceres que en el futuro
brotarían ya como irremediables.
Un amigo solía decir que durante los primeros quince años de casados,
organizaba renovaciones matrimoniales. En cambio, después de quince años, ya
eran más bien resignaciones matrimoniales. Tú, no te resignes. Renuévate. No
pierdas tiempo. No renovarse es el camino más rápido a la mediocridad en el
amor conyugal. Y este virus de la mediocridad, muchos, lo tienen ya como
inyectado.
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Lo entregaste en presencia de Dios |
20.LO
ENTREGASTE EN PRESENCIA DE DIOS
El matrimonio es algo sagrado. No es un juego. En mi vida como sacerdote,
guardo una experiencia en lo más hondo del corazón. Si no mal recuerdo fue el
día 3 de enero del año 1991, estando yo como estudiante en Roma. Asistí a una
celebración Eucarística en la que el Santo Padre ordenó a sesenta sacerdotes,
entre ellos, algunos de mis compañeros. Durante la homilía le dijo a los
neosacerdotes: “sabed que Dios cuida de vosotros”.
Sentí como si me lo hubiese dicho a mí que también me estaba preparando para
el sacerdocio. Además, cuatro años más tarde, cuando a mí me llegó la hora, lo
recordé en el momento de mi ordenación y esas poquitas palabras me llenaron el
alma y me dieron una seguridad que no me daban todos los años de estudios, de
preparación, de trabajo apostólico. Qué mayor seguridad podría yo tener. “Dios
cuida de mí”. ¡¡¡Dios mismo!!!
Yo ahora se lo digo a todos aquellos que han contraído matrimonio en la
presencia de Dios. Ahí, ante Él, le entregaste el anillo a quien te va a
acompañar toda tu vida.
Entrar en la Iglesia no es acudir a un lugar sino buscar a una Persona. No se
trata de alquilar la casa de Dios por media hora, ni de cumplir un requisito
familiar o social. Van a la Iglesia a escucharlo y a aprender de Él, que es el
Amor, cómo se construye un matrimonio, edificando sobre el amor. “Si el Señor
no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”. (Salmo 126)
No sé si soportarán las diversas dificultades. Si va a haber grandes
sufrimientos. Si será una familia como siempre la pensaron o no. Si tendrán
los recursos necesarios para educar como quisieran a sus hijos. Si se podrá
viajar con todo el romanticismo con que lo pensaron y lo platicaron tantas
veces tomados de la mano caminando por la calle. Pero hay algo de lo que sí
estoy seguro, y es enorme: “DIOS CUIDA DE VOSOTROS”, porque delante de Él, en
su presencia, se han comprometido.
¡Qué importante es la parte espiritual en el matrimonio! Un hombre, una mujer
que viven cerca de Dios, con Dios en el centro de sus vidas, que se acercan
frecuentemente a los sacramentos, son una garantía de fidelidad y de
felicidad. Cuando rezan juntos, Dios como que no tiene nada que hacer, y los
escucha, los convierte en el centro de su atención. Los protege. Cuida de
ellos.
Qué tristeza pero sobre todo qué angustia dan esos matrimonios, incluso esos
noviazgos, para los cuales Dios no cuenta. A veces pasa que el hombre ya no
quiere asistir a Misa, y por tanto manda a la señora con los niños.
Si descuidamos la parte espiritual, qué confianza le podemos tener al cónyuge
en los momentos de peligro, en los problemas, en las dificultades, que además
son lo más normal en un matrimonio.
Hombres y mujeres hoy por hoy están muy expuestos a la infidelidad en todos
los sentidos. Piensa qué gran seguridad y estabilidad puede tener una pareja
en la que ambos comulgan cada Domingo, se confiesan cuando lo necesitan,
tienen quizá un crucifijo en su cuarto, en su coche –además del que llevan en
el propio nicho del corazón- o de vez en cuando se les sorprende con el
Rosario en la mano.
Sinceramente, para una mujer, es una garantía tan grande esta amistad de su
marido con Dios, que él puede salir a donde quiera de negocios, o a tomar una
copa con unos amigos, que al fin y al cabo, Dios está con él, iluminando su
conciencia, guiándolo en sus momentos difíciles, dándole fortaleza y
acompañándolo.
Lo mismo dígase de la mujer que tantas veces se queda sola en casa o sale de
viaje a ver a la familia que vive lejos.
No quiero decir con esto que quien no va a Misa, va a ser infiel y el
matrimonio va a ser un fracaso irremediablemente.
No. Pero qué pensar de una persona que va a Misa cuando puede y cuando quiere.
Que lleva seis meses sin comulgar y sin confesarse porque no le interesa tener
bien clara y bien limpia su conciencia. Que no le importa nada sobre su fe,
sus requisitos y consecuencias. Pregúntate cuando veas a una persona así: ¿qué
hace cuando está de viaje? ¿cuando está solo? ¿cuando frecuentemente llega
tarde a casa? ¿cuando no le interesa estar con la esposa o con los hijos todo
el tiempo que es debido?
El anillo lo entregaste en presencia de Dios. El Señor te bendijo y te quiere
seguir favoreciendo, pero sólo podrá ser así si te mantienes en su presencia.
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Fue fundido |
21. FUE FUNDIDO
Como todos los buenos metales –fuertes, duros, resistentes- ha sido fundido,
como “probado” en el crisol. Igualmente todo matrimonio debe estar avalado por
un buen y auténtico noviazgo. Hoy a cualquier relación superficial sin grandes
metas y objetivos que avalen toda una vida de amor y de entrega, se le llama
noviazgo. Yo pienso más bien en una relación seria y honesta.
¡Qué importante es en este sentido recibir un buen curso prematrimonial! Lejos
de ser una pérdida de tiempo, es la mejor inversión que pueden hacer los
novios, si van buscando aprender qué es el matrimonio, cuáles son los posibles
peligros que lo asechan, los obstáculos para una vida feliz en pareja y sobre
todo los medios para perseveran en el amor. Además ahí se aprende a conocer
mejor al futuro cónyuge, a través de cuestionarios y dinámicas muy
interesantes. Es como un curso de capacitación para desempeñar el trabajo en
una empresa, sólo que con una importancia abismal.
Un grave error como profesionista te puede llevar a perder el empleo, mientras
que una equivocación considerable en el matrimonio puede desembocar en el
fracaso conyugal y quizá en la pérdida de toda la familia.
Todo lo que hemos dicho a lo largo de los diversos capítulos, si no ha habido
una buena, seria y madura relación de novios, no vale para nada. “Te acepto a
ti”... Pero si ni siquiera lo conociste bien, el “te acepto a ti”, ¿de qué te
sirve?
Preocupan esos noviazgos, en donde la pareja no se conoce realmente. Sólo se
divierten. No ponen los medios para asegurar que haya una perseverancia en el
caso de que se concrete el matrimonio. La pasan bien.
Un auténtico noviazgo exige un conocimiento por parte de ambos, muy profundo,
no superficial.
Dicen que una muchacha invitó a su novio a la casa, y llegando a la sala le
dijo a su papá:
-“Te presento a mi novio”.
El papá fijó su mirada en el novio, medio mal vestido y mal peinado y quizá
sin las formas externas básicas de educación, y pensó por dentro:
“efectivamente, no-vio”.
Es decir, no vio ni con quién se está metiendo la niña. En las últimas
décadas, muchos de los fracasos en el amor se deben a que los novios no se
conocieron bien. Hay gente que incluso sufre desajustes psicológicos o tiene
grandes carencias en su formación humana: falta de sinceridad, de coherencia,
de autenticidad… pero está guapísima, o es bien parecido, (¿parecido a
quién?). Hay niños y niñas sin principios claros y firmes, ¡pero bailan muy
bien!
Mientras dura el noviazgo, todo se puede detectar y tiene arreglo, si hay
madurez. Hay un momento en que esto ya es irremediable y es precisamente
cuando se formaliza el matrimonio. Ya te casaste. Por más que quieras
minimizar el problema, una ruptura en este momento significa dejar a los niños
sin padre o sin madre. Implica caminar nuevamente solo o sola por la vida pero
ya a una cierta edad, buscando cómo llenar el vacío que ha dejado la persona
con la que te habías comprometido. Un hueco que consciente o distraídamente tú
provocaste.
¿Por qué muchos noviazgos son así? Porque se la pasan genial y le dan mucha
importancia a lo superficial: si baila, si es muy guapo, si tiene dinero, si
es de sociedad, si tiene un “cuerpazo”… y todo esto, después nos deja
desilusionados.
Y en esos casos en los que se ha llegado ya a tener relaciones
prematrimoniales, todo se complica aún más. La pasión sexual ciega y hace ver
más cualidades en la persona con la que se está saliendo de las que en
realidad tiene. Se le hermosea. Se le enaltece.
Pero la realidad es que se piensa tanto en el placer sensual del que se está
disfrutando cada vez que hay un encuentro, que se olvida investigar si el
novio o la novia tienen buen carácter, si es emocionalmente equilibrado, si
tiene capacidad de sufrir adversidades, si es simplemente buena gente, noble
de corazón, coherente a la hora de cumplir los compromisos.
Cuando ya se han enredado totalmente, emotiva, sentimental y pasionalmente, a
veces ya no son capaces de dar marcha atrás en la relación amorosa, y se van
“condenando” poco a poco a un seudo-matrimonio, tantas veces incluso por
motivos de embarazo o de mero compromiso sentimental.
Conocí a una chica que me decía:
- “Mi novio no tiene estudios, pero va a trabajar. No tiene gran formación,
pero es divino. No viene de una familia honesta y trabajadora, pero platica
muchísimo. A veces se emborracha… pero yo lo voy a cambiar, estoy segura de
que lo voy a cambiar”.
Yo, mientras la escuchaba, atónito, pensaba:
- “Yo también estoy seguro de que lo vas a cambiar, ¡pero lo vas a cambiar por
otro”!
Hay cosas que no cambian fácilmente. Hay hábitos, vicios, tan profundos, que
difícilmente se erradican. El éxito en el matrimonio depende la mayoría de las
veces, de un buen noviazgo: serio, maduro, limpio, en donde la compañía, la
convivencia con los familiares y el diálogo sincero que les permita conocerse
en profundidad, juegan el papel primordial.
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No tiene precio |
22. NO TIENE
PRECIO
Es la última característica del anillo, y tiene mucho que decirnos: te lo
dieron sin precio. Efectivamente, hasta este detalle es un símbolo y una
señal. Hay muchas cosas en esta vida que sí tienen precio: determinados
viajes, lugares residenciales, coches, objetos preciosos, diversiones,
deportes, la joyería, restaurantes...
El anillo no lo tiene, y esto es símbolo y señal en dos aspectos
fundamentalmente:
1o Si tuviera precio, y éste fuera elevado, no todos tendrían acceso a esta
posibilidad.
El anillo, como el matrimonio no tiene costo porque todos tienen la
posibilidad de amar y ser amados y de formar una familia. Amar es gratuito. No
cuesta. Es una enorme paradoja.
Quien ha experimentado en su vida el amor con intensidad, sabe que se
encuentra delante de la experiencia más rica que somos capaces de hacer: amar.
Debería ser carísimo el amor. Es la esencia misma de la vida y su sentido. Tan
indispensable como el aire que respiramos para vivir y que también es
gratuito.
No tiene precio, porque todos tienen acceso a él. Nadie está excluido.
2ª Si tuviera precio, sería porque tendría un límite: “Cuesta tanto, y basta”.
El matrimonio no tiene precio porque el amor no tiene límites. No se acaba.
Por este motivo no hay con qué comprarlo. ¿Cómo se le podría poner un precio
al amor?.
No tiene precio el despertar cada mañana y ver a tu lado al hombre, a la mujer
que te ama. No tiene precio el ser despertado cada mañana por los hijos, fruto
de un amor generoso y lleno de vida. No se puede valuar su compañía y el calor
que produce su presencia. No se puede tasar el gozo y la paz, fruto del
entendimiento mutuo.
El anillo no tiene precio. Un hombre y una mujer que se aman, que se
complementan, que han llegado a ser una sola cosa, no puede siquiera
cotizarse. Adán en el paraíso tenía todo, y sin embargo se sentía solo.
Fue la aparición en escena de Eva, lo que lo hizo exclamar: ¡ésta sí! Es
incomparable. Quizá inapreciable en el sentido literal de la palabra.
Pero de esto sólo puede opinar un hombre o una mujer que ha experimentado lo
que significa llegar a su casa y ser recibido por alguien. Esto sólo lo
comprende quien todos los días se levanta con la ilusión de llenar el corazón
de la persona amada y de sacar adelante unos hijos. De esto sólo se entera
quien ama con todas sus fuerzas.
Es impresionante ver dos personas que se miran con unos ojos cansado y
acarician piel tan rugosa como tierna. Unos viejos que se toman de la mano,
dos vidas que caminan juntas, labios que no dejan de agradecer, corazones que
nunca se cansaron de amar.
Es admirable encontrar una pareja que comprendió que la fidelidad y la
perseverancia eran el requisito indispensable del amor. Un matrimonio que
entrega como herencia, como legado a sus hijos el testimonio de dos vidas en
una sola senda, con un solo proyecto, bajo un mismo techo sobre las mismas
ilusiones, siendo una sola carne... Esto, sencillamente NO TIENE PRECIO.
Conclusión
“Si para recobrar lo recobrado,
debí perder primero lo perdido.
Si para conseguir lo conseguido,
tuve que soportar lo soportado.
Si para estar ahora enamorado,
fue menester haber estado herido.
Tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado,
que no se goza bien de lo gozado,
sino después de haber padecido.
Porque después de todo he comprendido,
que lo que el árbol tiene de florido,
viene de lo que tiene sepultado”.
Tomado de www.catholic.net