Los signos externos

A todo sacramento corresponde un signo sensible y un contenido invisible, sobrenatural, espiritual. Vamos a explicar ahora lo visible y lo invisible de los sacramentos y su relación recíproca. Lo perceptible de los sacramentos tiene a la vez significación simbólico-demostrativa e instrumental-causadors.

I. Símbolo en general SIMBOLO/QUÉ-ES:

1. La palabra símbolo deriva de la griega "symballein" (reunir) y literalmente significaba una señal convenida entre huéspedes amigos o entre las partes de un contrato para reconocerse, solía consistir en un objeto que se partía en dos, por ejemplo, un bastón o un anillo, de forma que el extremo quebrado podía demostrar su pertenencia a la otra parte y así justificar una exigencia.

En realidad se entiende por símbolo una expresión figurada y visible de un proceso interno y espiritual o la representación sensible de una realidad invisible. El valor de un símbolo estriba no en lo que él es de por sí o en su esencia inmanente, sino en su función indicadora y demostrativa que trasciende su propio ser. La significación del símbolo tiene su origen en el hecho de que toda la creación tiene valor simbólico, por ser la forma expresiva del Dios invisible. Dios se ha representado en el mundo analógicamente y en modo finito, de forma que pueda ser visto en su poder y divinidad (Rm. 1, 20). Como el ser creado está construido por grados que llegan desde la materia hasta los ángeles pasando por las plantas, animales y hombres, su simbólica está también graduada. El grado inferior sirve de expresión al superior respectivo. Así, por ejemplo, el tender la mano es un símbolo de unión interior y a la vez un medio de que el yo del hombre se ofrezca al tú. En la palabra puede expresarse formalmente esa unión: en el símbolo os representada. A la virtud simbólica del mundo total y de las cosas en particular hay que añadir el simbolismo sagrado-histórico que no pertenece a la esencia de las cosas, sino que fue instituido por Dios y concedido a la esencia de esas cosas. En ese sentido San Justino vio en las instituciones viejotestamentarias símbolos de la Nueva Alianza, ya que el AT representa anticipadamente al Nuevo y apunta hacia él. Estas consideraciones demuestran que el símbolo puedo ser entendido tanto en sentido estático-óntico como en sentido dinámico-fáctico. La eficacia y efectividad del símbolo es más amplia y profunda que la de la palabra, porque el hombre capta el símbolo con todos los sentidos.

2. ALEGORIA/SIMBOLO:El símbolo se distingue de la alegoría porque en ésta el contenido espiritual que corresponde al signo y objeto visible se determina caprichosamente y por convención; por tanto, su significación no se comprende inmediatamente (por ejemplo, la lechuza es alegoría de la sabiduría, la violeta de la humildad, la balanza de la justicia...); el símbolo, en cambio, es por esencia la expresión natural, inmediata dentro de una determinada comunidad y fácilmente comprensible de una realidad invisible que se aparece y revela en él. Así las formas humanas de trato y cortesía son la expresión natural del principio comunitario humano. El cuerpo con sus gestos y palabras es la figura expresiva del espíritu. La virtud simbólica concedida por Dios a las cosas más allá de su virtud simbólica natural no es creada caprichosamente; estriba más bien en el simbolismo natural y a la vez le trasciende. La teología dialéctica, sobre todo Karl Barth, no admite ese simbolismo natural.

3. El simbolismo del cuerpo humano y de sus gestos puede ser corroborado y aclarado cuando se refiere a un objeto extrahumano que significa una ampliación de la virtud simbólica del cuerpo hasta más allá de la propia personalidad. Levantamos, por ejemplo, las manos hacia Dios para expresar que nos trascendemos a nosotros mismos hacia Dios. Pero podemos subrayar este movimiento propio quemando incienso a la vez. Juntamos las manos para simbolizar nuestro estar dispuestos a dejarnos atar por Dios. Pero podemos también representar nuestra entrega por medio de la vela que arde y se consume. Nos santiguamos para simbolizar nuestra fe en Cristo crucificado y nuestra participación en su sacrificio de sí mismo. Pero también nos hacemos imágenes de Cristo crucificado como símbolo de nuestra comunidad con El.

Il. Símbolo sacramental

Los símbolos sacramentales de la Iglesia cumplen el sentido de los símbolos profanos. Pero se distinguen esencialmente de ellos en que no son sólo expresión apropiada al objeto y determinada por él de una realidad invisible, intramundana, sino que son además símbolos, fundados por Cristo, de una realidad sobrenatural y celeste. Se distinguen además de los símbolos profanos en que están llenos de la realidad invisible que se revela en ellos. No son símbolos vacíos, sino saturados de realidad.

El simbolismo de los sacramentos no puede entenderse apoyándose en su ser y sentido naturales; por ejemplo, el bautismo no puede entenderse perfectamente y en toda su hondura por la naturaleza del agua como medio de limpieza, ni la Eucaristía por la propiedad de alimento del pan y del vino. Los sacramentos tienen más bien la virtud y fuerza de apuntar a la vida celestial hecha accesible para nosotros en Cristo, no por razón de su propia naturaleza, sino en razón de las palabras dichas sobre ellos por Jesucristo, que es lo que les presta una significación celeste que supera esencialmente su sentido natural. Sólo en razón de este contenido simbólico, creado en ellos por la palabra de Cristo, son capaces de apuntar a la vida celestial. Sin la palabra de Cristo no podrían distinguirse de los ritos de los mitos paganos que apuntan hacia la vida que transcurre en el ritmo de la naturaleza. La palabra de Cristo, pronunciada sobre los elementos de este mundo, es, por tanto, la norma primera y determinante según la cual debe ser entendido el simbolismo de los sacramentos. Y como la palabra de Cristo sólo puede ser vida en la fe y en la luz encendida por el Espíritu Santo, el simbolismo de los sacramentos sólo puede ser entendido correctamente dentro de la fe.

lll. Cristo y los símbolos sacramentales

1. Los símbolos sacramentales son símbolos de Cristo y en consecuencia signos de la fe.

No hay que olvidar, pues, que Cristo escogió para símbolos de la realidad sobrenatural sólo las cosas que tienen una interna propiedad o afinidad para ello. No fue casualidad el hecho de que escogiera para los sacramentos sólo determinados elementos y no otros: agua, óleo, pan y vino; tienen la aptitud de designar lo que deben designar según la voluntad de Cristo. Santo Tomás de Aquino dice (Suma Teológica III, q. 64, art. 2): "Las cosas sensibles tienen por naturaleza cierta aptitud para significar los efectos espirituales; pero esa aptitud propia y natural es determinada a significar algo concreto por institución divina. Esto es lo que dice Hugo de San Victor: Los sacramentos significan algo por institución divina." Y en otro lugar (Suma Teológica III, q. 60, art. 5 ad 1) añade: "Por donde así como el Espíritu Santo determina qué metáforas han de emplear en ciertos lugares de la Escritura para significar cosas espirituales, de igual modo se debe determinar por institución qué cosas deberán emplearse para la significación en este o aquel sacramento."

Puede decirse que los elementos de este mundo están ordenados a priori y desde el principio a su función de símbolos sacramentales en virtud de la voluntad creadora de Dios, ya que el proyecto divino del mundo es a priori cristológico (Cfr. vol. II, 103). Lo que significan las cosas visibles de la tierra se cumple en Cristo en el pleno y definitivo sentido; El es el verdadero pan, luz, la vida, la vid verdadera. Lo que es el pan para la vida natural, según su natural significación, es Cristo para la vida sobrenatural. Las cosas de este mundo son, pues, símbolos de Jesucristo; están ordenadas a El y sólo logran su plenitud de sentido cuando se hacen portadoras de una bendición sagrada.

Tal relación es descubierta no por la razón natural, sino por la Revelación, ya que aunque las cosas se ordenan a Cristo, ocultan a la pura razón natural su inmanente propiedad fundada e instaurada por Dios. Por tanto, inmediatamente sólo podemos escudriñar el misterio del mundo y en él vislumbrar la gloria de Dios; pero como por el pecado entró en el mundo la confusión, puede ocurrir también que las cosas engañen y sugestionen al hombre hasta dominarle con su poder y magia y hacerle creer que su gloria es la gloria de Dios.

A las cosas ordenadas a Cristo en su dinámica sagrada y en su destinación para signos y medios de la obra salvífica de Cristo les adviene la plenitud real no por razón de su ser natural, sino por la poderosa palabra de Cristo, que confió tal plenitud a su Iglesia. Sólo la palabra de la fe puede llevar a las cosas más allá de su naturalidad y de su simbólica natural; sólo esa palabra las presta fuerza y virtud auténticamente trascendente. Cfr. San Agustín, Sermón sobre el Evangelio de San Juan, 26, 17.

Si la fe es la medida para entender el signo visible, no puede ser interpretado a capricho por la comprensión de los elementos naturales. No se puede, por ejemplo, traspasar al ámbito de lo sobrenatural todas las funciones y utilidades que el agua tiene en el reino natural; en la interpretación del bautismo sólo pueden tenerse en cuenta los puntos de vista garantizados por la palabra de la fe.

2. Cristo podía escoger algunas de entre las cosas naturales para ser portadoras de la salud, porque es la Cabeza de la Creación, el Señor y heredero del cosmos, su modelo; y escogió para portadoras y signos de la vida divina cosas decisivas. Son objetos en que se representa en cierto modo resumidamente el sentido y la fuerza del cosmos. Tales cosas elegidas tienen una relación con Cristo más íntima y viva que la que tienen las demás; son acogidas en el simbolismo e instrumentalidad de su naturaleza humana. La naturaleza humana de Cristo es símbolo y medio de la gloria de Dios operante en ella; la naturaleza humana de Cristo, sus gestos y acciones, las obras en ella realizadas revelan al creyente la gloria del amor celeste.

En la naturaleza humana de Cristo podía verse la gloria del Hijo do Dios (lo 1, 14; 16, 4; cfr. I lo. 1, 1 sigs.). En el rostro de Cristo brillaba el esplendor de Dios (2 Cor. 4, 6). La naturaleza humana sirvió al Hijo de Dios para sus obras salvadoras.

Ya durante su vida terrena incluyó Cristo en su obra salvadora ciertos objetos distintos de su cuerpo, por ejemplo, en la curación del ciego de nacimiento; subrayan y acentúan la significación simbólica de sus gestos corporales; eran en cierto modo continuaciones y ampliaciones del simbolismo salvador realizado en su naturaleza humana. Cristo determinó algunos objetos como símbolos y medios de su voluntad salvífica ya para siempre; y quedarán hasta el fin de los tiempos como portadores y reveladores visibles del Cristo invisible; les toma en sus manos y mediante ellos obra la salud; en ellos la voluntad salvífica de Dios toma su cuerpo en figuras concretas en cuanto que la encarnación del amor de Dios ocurrida en Cristo se actualiza dentro de la historia en determinadas transformaciones. También en este sentido amplio son los sacramentos signos de Cristo.

3. Esos objetos que revelan el amor de Dios están bajo la ley de toda la Revelación: revelan a Cristo velado y encubierto y sólo los creyentes pueden entenderlos como revelación de su amor; para los que no creen son incomprensibles. Para quien no se entrega a Cristo son en cierto sentido, lo mismo que Cristo, piedra de tropiezo y de escándalo. El hombre autónomo e independiente se irrita y cree que es una contradicción el que su salud eterna deba decidirse por cosas tan insignificantes como el agua, el pan o el vino, que deba constituirse en un aquí y un ahora, en un momento histórico. Ese unir la salvación a objetos de la vida diaria le parece extraño, increíble o insoportable.

Por tanto, el carácter escandaloso de los sacramentos no sobrepasa esencialmente el carácter escandaloso de Cristo, pues la mediación salvadora de los sacramentos no es más que continuación y repercusión del hecho de que Cristo, Hijo de Dios hecho hombre y, por tanto, fenómeno histórico determinado, sea el único mediador de la salud. La visibilidad e historicidad de Cristo repercute en el carácter sensible de la Iglesia, cuerpo de Cristo, que a su vez reaparece en la visibilidad de los sacramentos (y en la perceptibilidad de la palabra predicada).

IV. Función histórico-espiritual de los símbolos sacramentales

Quien intente entender los sacramentos como signos de Cristo y de la fe encontrará en ellos una ayuda segura contra el subjetivismo, racionalismo y espiritualismo, contra el relativismo y contra el individualismo unilateral.

1. Son en primer lugar un dique contra el subjetivismo, ya que la salvación está ligada a formas preexistentes, determinadas por Dios. Santo Tomás de Aquino explica (Suma Teológica, III q. 60, art. 5): "porque la santificación del hombre está bajo el poder de Dios santificador, no pertenece al hombre escoger las cosas con que ha de santificar, sino que esto debe ser determinado por institución divina". La salvación es, pues, en primer lugar regalo de Dios; está garantizada por el amor de Dios encarnado en los signos sacramentales y no por afanoso esfuerzo del hombre. Sin embargo, queda todavía un campo de juego suficiente para la actividad humana, pues el Dios que obra en los sacramentos no fuerza al hombre, sino que más bien pone su actividad en movimiento. La salvación aportada por Dios en los sacramentos necesita la adaptación del hombre.

2. El racionalismo y espiritualismo son superados por los sacramentos, por cuanto se aplican al hombre total compuesto de cuerpo y alma, no sólo al espíritu. La materia logra en ellos una incalculable importancia, ya que se convierte en signo y medio de la existencia eterna del hombre; a la vez se ve liberada su significación puramente intramundana. Dice Santo Tomás (Suma Teológica III, q. 61, art. 1): ·AQUINO-TOMAS "Los sacramentos son necesarios para salvarse por tres razones. La primera se desprende de la condición de la naturaleza humana, que tiene como propiedad dirigirse a las cosas espirituales e inteligibles mediante las corporales y sensibles. Y como la divina Providencia atiende a cada cosa según su condición, de aquí que la sabiduría divina dé al hombre los auxilios divinos para la salvación de una manera apropiada, bajo signos corporales y sensibles que se llaman sacramentos.

La segunda razón se toma del estado del hombre, que al pecar se sometió por el afecto a las cosas corporales. Y como la medicina se ha de aplicar allí donde se encuentra la enfermedad fue conveniente que Dios, mediante signos corporales, diera al hombre la medicina espiritual, pues si se le presentasen cosas espirituales en su esencia serían inaccesibles a su espíritu, entregado a las cosas corporales. El tercer argumento parte de la propensión observada en los actos humanos que versan principalmente sobre cosas corporales. Como había de ser muy penoso al hombre prescindir totalmente de los actos corporales, le fueron propuestas en los sacramentos actividades corporales para que en ellas se ejercite saludablemente, evitando los actos supersticiosos, como el culto a los demonios, y, en general, todo lo nocivo, es decir, los actos pecaminosos.

De este modo, por la institución de los sacramentos, el hombre es instruido mediante las cosas sensibles, según la condición de su naturaleza; se humilla reconociéndose sujeto a las cosas corporales, pues de ellas recibe el auxilio, y, finalmente, las acciones saludables de los sacramentos le preservan de las acciones corporales malas."

Los sacramentos dan fuerza real a la efectividad de la fe, por cuanto apuntan hacia las cosas de la vida diaria y ligan a ella. La salvación no se realiza en un espacio sin aire más allá de la tierra, sino en las cosas de este mundo y mediante ellas, mediante los objetos de la vida diaria. A través de los signos sacramentales Dios entra en cierto modo en la vida humana diaria y a través de los medios de esa vida lleva al hombre más allá de ella.

3. Por medio de los sacramentos es descubierto el relativismo histórico y a la vez es eficazmente superado. Las acciones salvadoras de Cristo participan de la contingencia y caducidad de todo suceso terrestre, su carácter histórico incluye su unicidad, es decir, su determinabilidad en el tiempo y en el espacio. Y son sacadas de la estrechez del "aquí" y "ahora" y se hacen presentes en cualquier tiempo y lugar. Así está garantizada la continuidad entre las acciones salvadoras de Cristo y los siglos sucesivos, a pesar de la caducidad y unicidad de lo histórico. Tal continuidad es incluso más fuerte que la discontinuidad en el curso de la historia, porque los sacramentos causan una estrecha relación entre la obra salvadora de Cristo y todas las fases del intervalo que se extiende entre la muerte y resurrección de Cristo y su segunda venida; esta relación supera todas las oposiciones de tiempo y espacio y nace por el hecho de que todo lo sucedido en aquel tiempo es actualizado y hecho presente por los sacramentos. Así se acentúa decididamente la unicidad de la obra salvadora de Cristo en la historia, sin que por eso pierda peso ni importancia el tiempo posterior que transcurra entre la subida a los cielos y la segunda venida, ya que este intervalo es la fase de la salvación en la que Cristo reina en la Iglesia y lleva adelante el reinado del Padre mediante los sacramentos.

4. Los sacramentos, finalmente, dictan juicio de muerte contra el individualismo autónomo, ya que la mediación sacramental de la gracia sólo se logra en la comunidad del pueblo de Dios jerárquicamente organizado. Uno es portador de salud para los otros y la totalidad de la Iglesia es portadora de la salvación para cada uno. Es la totalidad de la Iglesia -según San Agustín- quien administra los sacramentos. Todo ministro particular de sacramentos los realiza en cuanto miembro de la comunidad; en él está representada la comunidad misma. Por la misma razón, quien recibe un sacramento está rodeado y abrazado por el amor de todos. Por la fe en este hecho logra el individuo la paz y seguridad, la fuerza para arriesgarse y confiar; por esa fe supera la timidez y la angustia. Los sacramentos, en cuanto signos de la comunidad, contribuyen a fundar la Iglesia en cuanto realidad visible y pública. Tienen, como ya se ha dicho, una fuerza creadora de Iglesia.

Su carácter comunitario no es, sin embargo, enemigo de la vida individual, ya que la salvación concedida en la comunidad y mediante ella es la salvación del individuo. Además el reinado de Dios se impone también en el individuo. El sacramento ayuda al individuo que está dentro de la comunidad a encontrar su verdadero yo mediante su encuentro con Cristo. Este hecho demuestra que el sacramento es como el campo de tensión entre la comunidad y el individuo. (·SCHMAUS-6.Págs. 34-42) ........................................................................

2. Significación escatológica de los sacramentos

I. Los sacramentos como signos de este mundo

1. En los sacramentos se dan encuentro tres épocas distintas. Santo Tomás de Aquino nos dice (Suma-Teológica, III, q. 60 art. 3): Propiamente hablando, se llama sacramento lo que se ordena a significar nuestra santificación. Hay que tener presente que en la santificación se pueden distinguir tres aspectos su causa propia, que es la Pasión de Cristo, su forma, que consiste en la gracia y virtudes, y su último fin, que es la vida eterna. Los sacramentos significan todas esas realidades. Por tanto, el sacramento es, a a vez, signo rememorativo de la Pasión de Cristo, que ya pasó; signo manifestativo de la gracia, que se produce en nosotros mediante esa Pasión, y anuncio y prenda de la gloria futura " Los sacramentos incorporan a los que los reciben en la muerte y resurrección de Cristo. Con fuerza siempre nueva dan el golpe de muerte al viejo Adán y hacen resurgir al nuevo hombre, el hombre de Cristo. Apartan al que los recibe del mundo, haciéndole partícipe de la gloria de Cristo glorificado. Todo esto son acontecimientos ocultos que atienden a su revelación. El estado de manifestación nos hará ver que las formas de existencia antiguas y precarias, heridas de muerte con el bautismo, han desaparecido ya por completo, brillando de un modo perfecto la gloria que quedó cimentada en germen con el bautismo. Hasta que llegue esta hora el cristiano vive en un mundo de transición, en el mundo de la resurrección y de la nueva venida de Cristo, que tendrá lugar al fin, con la resurrección de todos los hombres.

2 Los sacramentos tan sólo son válidos para este tiempo intermedio. Son prefiguraciones y alusiones de nuestra participación plena y total en la resurrección de Cristo. Cada vez significan y producen un nuevo comienzo y son al mismo tiempo signos del futuro. Cuando irrumpa éste cesarán estos signos. Porque ya no hará falta la alusión a Cristo al aparecer El en todo su esplendor. Santo Tomás observa que Dionisio dice que el estado de la Nueva Ley hace de intermedio entre la Ley antigua, prefiguración de lo que tendría realización en la Nueva y el estado de gloria, en el que todo se nos revelará en verdad y perfectamente. Entonces ya no existirán los sacramentos. Pero en tanto conozcamos "en espejo" (I Cor. 13, 12) será necesario servirnos de los signos sensibles para llegar a lo espiritual y esto pertenece al concepto del sacramento" (Suma-Teológica, III, q. 4). Hasta que se inaugure este estado de cosas los sacramentos constituyen la garantía de su venida. Significan en este tiempo intermedio que el presente es un tiempo de espera y perseverancia, de tránsito hacia una comunidad futura con Cristo. En ellos se cumple siempre nuevamente la promesa de Cristo: "He aquí que estoy entre vosotros hasta el fin de los tiempos" (Mt. 28, 20).

3. De esta manera hacen una misma cosa única del pasado y del futuro. Más aún: así como el pasado está presente en ellos, del mismo modo el futuro está ya incluido en ellos. En los sacramentos coinciden pasado y futuro. Aunque el acento recaiga más en el porvenir. Pues los signos salvíficos se hacen presentes por causa del futuro. En la consumación de los sacramentos la mirada no se dirige hacia el pasado para permanecer en él sino más bien desde él, llenos de esperanza para ir hacia el futuro. En ellos está puesta la esperanza.

En los sacramentos la situación del hombre queda expresada como la de un peregrino. El hombre está siempre en camino y no hacia una meta cualquiera, sino hacia la última, hacia aquel país que Dios prometió a Abraham, el nuevo cielo y la tierra nueva (Hebr. 13, 13-14). Los sacramentos no son sólo signos del camino hacia esta tierra, sino también las provisiones de esta peregrinación.

VIATICO/EU:EU/PEREGRINO Lo cual vale especialmente de la Eucaristía, aunque no sólo de ella, sino de cualquier sacramento. La Eucaristía ofrece al hombre aquel alimento y bebida espiritual (I Cor. 10, 4) que necesita para poder recorrer el largo camino que va al lejano país del futuro. Prefiguración de este peregrinar fue en el AT el cordero pascual, que debía comerse de pie, con prisas (Ex. 12, 11). Cristo es nuestro Cordero pascual (I Cor. 5. 7). La Eucaristía es, por tanto, el cumplimiento de aquel peregrinar, prefigurado ya por el cordero pascual viejotestamentario. San Juan ·CRISOSTOMO-JUAN-SAN explica esto de la siguiente manera: "Ninguno de los que comieron el cordero pascual volvió la vista atrás, a Egipto, sino hacia el cielo, hacia la Jerusalén celeste. Por esto también tú debes comer ceñido y calzado, para que sepas que estás obligado a estar preparado para el camino tan pronto como comiences a comer el Cordero pascual."

4. El tránsito por el mundo hacia la Jerusalén celeste se realiza en comunidad con Cristo que a través de la cruz llega a la resurrección. De esta manera los sacramentos son signos de la comunidad con Cristo en la muerte; esto resulta más claro y palpable hasta la nueva venida de Cristo que el hecho de que son también signos de la gloria celestial de Cristo (Eph. 2, 6). Los bautizados han entrado ya en el cielo como ciudadanos del mismo. Sin embargo, a pesar de ello la Iglesia no considera a la Eucaristía como el cielo en la tierra, como se ve en la postcomunión en la que se pide de nuevo que, no obstante la inmediata comunión íntima con Cristo, quiera El hacernos partícipes de la vida eterna.

5. El tiempo intermedio tiene su importancia peculiar debida a los mismos sacramentos. Por ellos, lo mismo que por la palabra de la predicación, es tiempo de salvación (aunque no pueda hablarse propiamente de historia de la salud).

No debe ser menospreciado, por tanto, este tiempo intermedio ni en provecho del pasado, en el que Cristo obró la redención ni del futuro en el que se acabará su obra. Este es uno de los errores de determinadas tendencias de la teología protestante actual. El tiempo intermedio es el tiempo en que Cristo como Señor de la Palabra y del Sacramento se hace presente en la Iglesia a los suyos y en el hic et nunc a los que creen en El, les envía la salvación preparada para que se realice plenamente en el futuro. Perdería, por tanto, su sentido si este tiempo estuviera desvinculado lo mismo del pasado que del futuro. Es de gran importancia considerar este triple momento del tiempo que desde el pasado va al futuro a través del presente. Así se comprenden mejor los sacramentos y el mismo cristianismo.

Il. Sacramentos y realización de la fe en el interregno

1. Los sacramentos se nos aparecen en este tiempo que va desde la resurrección de Cristo hasta su nueva venida más como señales de muerte que de gloria, aunque también sean esto último.

Hasta que todo esté acabado son una continua exigencia e imposición de aceptar en el corazón lo que significa: la comunidad de muerte con Cristo. Comunidad que debe ser operante en el corazón y en las obras. Esta eficacia consiste en suprimir de nuestros sentimientos y deseos todo lo mundano, esto es, el egoísmo y el orgullo, que sufrieron un duro golpe de muerte con el bautismo. De este modo la muerte de Cristo, que fue entrega total, se hace cada vez más eficiente. El bautismo produce en nosotros aquel movimiento en que Cristo se ofreció por nosotros, el movimiento de la entrega que alcanza su plenitud cuando queda muerto todo orgullo. Entonces quedarán transformadas también por Dios las formas precursoras de nuestro peregrinar. Sin una continua entrega de nuestro yo en la muerte de Cristo, sin una ascesis no es posible la vida del bautizado. Por otra parte, toda ascesis entendida y realizada cristianamente es efecto de la comunidad sacramental con Cristo. Esta comunidad producida por los sacramentos no es sólo la causa de toda nueva obra, sino también la esfera, el ámbito o espacio en el que se realiza. Todo esfuerzo y obra está caracterizado, por tanto, por el hecho de estar realizados por uno que está unido a Cristo por los sacramentos.

·GREGORIO-NISENO-SAN exhorta en su Magna Catequesis a los catecúmenos a que procuren corresponda un nuevo modo de sentir a la transformación real operada por el Bautismo. BAUTIZADO/HIJO-DE-D

"El bautizado se ha hecho hijo de Dios y el hijo tiene la misma naturaleza que el padre. Puesto que has tomado a Dios y te has convertido en hijo suyo, da testimonio de quién es tu Padre. Con aquellas características con las que conocemos a Dios se traslucirá el parentesco divino de los verdaderos hijos de Dios. Pero si perseveras en tus malas propiedades te imaginas vanamente que has renacido de lo alto".

SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA VI
LOS SACRAMENTOS
RIALP. MADRID 1961 págs. 116-122