RELIGIÓN Y EVANGELIO

 

1. EV/RELIGION:

Uno muchas veces se pregunta, poniendo entre paréntesis el contenido de la doctrina, dónde reside la originalidad del Cristianismo. Si les invito a ustedes a hacer esta pregunta es para descubrir la originalidad del Cristianismo, y descubrirla del siguiente modo: El Cristianismo no es solamente una Religión que da lugar a doctrinas, enseñanzas o mistagogías; el Cristianismo es original, porque todo él está suspendido de la Palabra de Dios, ligado a la Manifestación del mismo Dios al injertarse en la Historia y en la conciencia humana. La Palabra de Dios no es la palabra de un profesor. Si llegamos a clarificar esto, habremos descubierto en qué se diferencia el Cristianismo de las otras Religiones.

CRMO/NO-RELIGION: Hablaremos de Religión y Evangelio: trataré de explicar que el Cristianismo no es una Religión, sino un Evangelio, o sin paradojas, que es la Religión del Evangelio. Nos esforzaremos en valorar cada una de estas realidades, que son casi totalmente opuestas. A continuación -esto será la segunda parte-, veremos la consecuencia evidente que fluye de este principio para la Pastoral de la Iglesia; la acción de la Iglesia debe ser revestida por el anuncio del Evangelio; de lo contrario, corre el peligro de desfigurarse, ya que toda su acción depende de una fuente, que es el Evangelio.

RELIGI0N Y EVANGELIO

Esta primera parte tiene por fin mostrar que el hecho religioso y el hecho evangélico son distintos. Hago notar desde un principio que, para muchos cristianos, esta distinción no es muy evidente, pues para muchos de ellos, que no han reflexionado nada -o muy poco-, el Cristianismo es una de las mil formas posibles de la Religión. Dirán, ciertamente, que el Cristianismo es la mejor, la más pura, pero la catalogarán siempre dentro de una misma sección, a la par de las otras Religiones.

Uno se da cuenta de esto cuando oye el lenguaje actual. De alguien profundamente cristiano se dice, por ejemplo, que es muy religioso; otro tanto, sin embargo, se puede decir de los budistas, musulmanes, animistas. O se habla de que fulano de tal hace votos religiosos, cuando lo mismo hacen sacerdotes egipcios o eunucos sagrados de diversas religiones con una cierta vida monástica. No ha sido Jesucristo, ciertamente, quien instituyó los votos religiosos. Algo muy distinto es si hablamos de votos evangélicos.

Como vemos, el vocabulario actual une e iguala hecho religioso y hecho evangélico. Esto no sucedía antes. Recordemos las palabras que usaban los primeros testigos y teólogos para designar el hecho cristiano. "Religión" se utiliza en el Nuevo Testamento sólo para designar la conducta de los paganos: se nos dice de un pagano, Cornelio, que era muy religioso (Act 10, 2). San Pablo dirá al hablar de los atenienses: hombres profundamente religiosos que buscan lo divino (Act 17, 22). Mas cuando se quiere hablar del hecho evangelizo, las palabras son distintas. Entonces se emplea «Parusía», venida de Dios; "Epifanía», manifestación de Dios; «Evangelio», Buena Noticia; "Metanoia", conversión. Palabras todas que designan algo nuevo, como es el hecho cristiano.

Hasta aquí sólo vimos lo externo, el cascarón. Ahora veremos la distinción de estas realidades. Para lograrlo nos preguntaremos qué es el hecho religioso, de dónde viene, cómo se presenta, para poder preguntarnos del mismo modo: ¿Qué es el hecho cristiano, de dónde viene, cómo se presenta?

El hecho religioso HECHO-RELIGIOSO HECHO-CRISTIANO RL/QUÉ-ES:

Lo más característico del hecho religioso es que parte del hombre. Todos los diccionarios que ustedes puedan consultar les darán la misma definición: Religión es la búsqueda que hace el hombre de lo divino; la expresión de esta búsqueda. Es el hombre quien quiere entrar en relación con lo divino. Es el hombre quien realiza y organiza esta relación con lo divino (to teion).

¿Por qué lo busca? ¿Por qué desea relacionarse con lo divino? La respuesta no puede ser simple, ya que los motivos de esta búsqueda humana son muy distintos, y pertenecen a diversos planos.

Existe un primer nivel al que llamaré religiosidad: nivel inferior que corresponde a hombres que buscan lo divino para librarse del miedo; hombres que creen en fuerzas divinas y buscan acapararlas para ponerse a su abrigo. Encontramos una religiosidad de este tipo, en las religiones primitivas, por ejemplo, en las animistas: el hombre se pone en relación con las fuerzas superiores para incrustarlas en sí mismo y hacérselas propicias. Lo que busca en esta religiosidad es la seguridad, que no puede alcanzar con sus propias fuerzas. Religión impura y muchas veces egoísta en la que el hombre "usa" lo divino. Es como si el hombre hiciera girar a Dios en torno suyo, convirtiéndolo en un satélite. Como si le dijera a Dios: da vueltas alrededor de mí, ten cuidado de mí, consuélame, responde a mis necesidades, quítame el miedo, quítame la angustia. Miedo y angustia, por las incertidumbres de la vida, por la inseguridad de mi existencia, de mi muerte.

Un segundo nivel del hecho religioso es el sentimiento religioso. Se trata del comercio de los hombres con la divinidad, para ponerse en regla. Se concibe la divinidad como algo que impone deberes y obligaciones, a las que el hombre responde obedeciendo y ofreciendo tales o cuales ritos, necesarios para estar en paz con ella.

Forma de religión más pura que la anterior, pero que se queda en algo impersonal con mucho protocolo. De ahí que se exprese ordinariamente por ritos necesarios para estar en paz con ella. Es una forma de poner en regla la Humanidad con la Divinidad.

Hay un tercer nivel -estamos aún en el hecho religioso, fuera del Evangelio-, al que llamaremos virtud de la religión. Gran parte de nuestros moralistas católicos, cuando escriben de la virtud de la Religión, citan abundantemente a Platón, Cicerón y a los Estoicos. Filósofos de muy alto nivel espiritual que sintieron la relación con la divinidad de un modo muy especial.

Dentro del hecho religioso, la virtud de la Religión alcanza el aspecto más noble del hombre en cuanto tal, pues ya no es el hombre que obra por miedo o por deberes, sino como persona que se pone en relación con lo divino para rendirle homenaje. Es una comunión personal en la que el hombre ofrece su vida al Ser Supremo, de quien se siente libremente dependiente. La Religi6n en este momento se transforma en la actitud de la criatura ante Aquel que es conocido como Creador.

La religión de un Platón nunca ha sido vivida por muchos hombres. Ha sido elaborada dentro de cuatro paredes. Los hombres, generalmente, están más cerca de la religiosidad que de la virtud de la religión, pues la virtud de la religión supone un estado de vida muy espiritual. Podemos darnos cuenta de ello si reflexionamos un poco sobre nuestra vida. Ella está por encima del sentimiento religioso y de la religiosidad, por ser más libre y personal, lo que no sucede en los grados inferiores, donde el hombre es poco hombre al obrar como un niño o como un animal que tiene miedo a lo sagrado.

Por esto, cuando se le pregunta a San Pablo qué piensa sobre la Religión, no duda en responder, como lo hace en los primeros capítulos de su Carta a los Romanos, que tratándose de la virtud de la Religión, por ella, el hombre hubiese podido encontrar a Dios. Pero añade inmediatamente que los pecados del hombre han transformado la religión convirtiéndola muchas veces en la peor de las degradaciones: Los hombres caen en la idolatría. Idolatría y magia, que presentan a Dios con rasgos de hombre. Así es muchas veces la religiosidad y el sentimiento religioso.

Mas no nos ilusionemos pensando que el hombre que tiene la virtud de la religión no necesita nada más. Todo el Nuevo Testamento nos habla de una conversión. Todos necesitan convertirse al Evangelio. A todos Dios les invita a pasar de la religión a la fe. No debemos confundir nunca al creyente con el hombre religioso.

En forma global, hemos tratado del hecho religioso. Por esta reflexión hemos podido ver sus distintas manifestaciones con sus enseñanzas o doctrina, pero nos hemos dado cuenta que su doctrina no es ni mucho menos lo principal. Las religiones animistas sin doctrina alguna, en compañía de aquellas otras cuyo centro consiste en la transmisión de gestos, ritos o comportamientos, son una prueba de ello. En estas religiones, la doctrina no existe, no se sabe quién es Dios para el hombre, no se ve con claridad cuál es su pensamiento con relación a la Humanidad.

El hecho-evangélico

Pasemos al Evangelio y comparémoslo con la religión. En la religión la iniciativa viene de abajo, del hombre. El hombre busca relacionarse con el Ser Viviente. En el Evangelio, aparece todo lo contrario, Dios decide hacerse presente en su Creación, Dios decide manifestarse a los hombres para revelarles su pensamiento y entablar un diálogo. El ha querido hacerlo así: Injertarse en la Historia, en la generación humana. El Evangelio es, pues, Dios, que quiere relacionarse con el hombre. Palabra que viene de arriba y suscita una respuesta en el hombre: la fe. No puede haber fe si no hay Palabra de Dios. Si no hay Palabra de Dios, habrá sentimiento religioso, puede haber virtud de religión, o al menos religiosidad. Mas si no hay Palabra de Dios no podemos hablar de fe.

FE/RELIGION: Se explica por qué los exegetas de los últimos tiempos han insistido en que la fe es la actitud fundamental y original del Cristianismo. Puede hablarse, en un sentido amplio, de fe musulmana y judaica, pero nunca de fe animista o budista, religiones donde Dios no ha hablado.

Por esto, seremos incoherentes en vocabulario si hablamos de religión donde deberíamos hablar de Evangelio. Y, peor todavía, si hablamos de fe donde sólo hay religión.

Ahí está la originalidad del Cristianismo. Lo que relaciona al hombre con Dios es la respuesta que el hombre da a Dios. Expliquemos esto un poco más. El punto fundamental del Evangelio es esta elección benéfica de Dios. Todo el Evangelio consiste en la manifestación del Dios Personal, que ha querido manifestar su Pensamiento, su Plan. Toma la Historia y la dirige. Es la salvación que entra en nuestra vida. Es la salvación que viene de Dios.

Ese es el Evangelio: Manifestación de un Dios Personal que tiene un Plan, que realiza este Plan en la historia en forma de salvación. He aquí por qué la respuesta al Evangelio, la fe, no consistirá en un asentimiento cualquiera hacia la Divinidad, el cumplir ciertas obligaciones o el aceptar cierta doctrina como caída del cielo. En esto no consiste la fe. La fe consiste en acoger la salvación que viene de Dios, en sentir, dejarse guiar por esta persona que entra en la Historia, asumir en nosotros esta nueva historia. Por la fe uno entra en la esfera del presente de Dios.

CONSECUENCIAS PARA LA PASTORAL

Podemos definir la Acción pastoral como la Acción de la Iglesia que continúa la Acción de Dios en la Historia. La Acción de la Iglesia, que tiene por oficio no el hacer Religión, pues Jesucristo no dio este encargo a su Iglesia, sino el continuar la Historia de Salvación, hacer caminar el Plan de Dios, dar un futuro a los tiempos mesiánicos. El oficio de la Iglesia es realizar la palabra profética: «Toda carne verá la salvación que viene de Dios.» No sin razón se dice que la Iglesia debe ser consecuente a la lógica de Dios: lo que Dios ha hecho, la Iglesia debe continuarlo a partir de Pentecostés.

Este oficio, la Iglesia lo cumple por varias mediaciones. Mediaciones que Jesucristo, Pastor Único, le ha confiado. Mediaciones que llevan a la Iglesia no sólo a anunciar el Evangelio, sino también a celebrarlo y a hacerlo vivir. Los Pastores, pues, tienen la obligación de anunciar la Palabra de Dios, de hacer vivir la Palabra de Dios en la comunidad mesiánica. Pero nos preguntamos ahora: Entre estas mediaciones principales, ¿cuál es la fundamental? ¿Cuál es la que determina, la que da la pauta, la base a esta acción pastoral?

Todo lo dicho anteriormente nos pone sobre la pista. La Iglesia debe mantener viva la llama: Que todo el Evangelio viene de Dios. Que todo ha empezado por el Evangelio. La respuesta entonces es obvia: La mediación fundamental será la profética, la de anunciar el Evangelio, mediación única, que tiene la garantía de permanecer dentro del Evangelio. Tal mediación es la más importante, pues el que disminuya su valor, corre el peligro de echar abajo todo el edificio.

Hemos oído muchísimas veces cómo se habla de la jerarquía, de los sacramentos, de otras muchas cosas como puntos fundamentales y determinantes. Pero quien ponga a uno de éstos como principales corre el riesgo de estar fuera del Evangelio, ya que corre el riesgo de realizar una acción religiosa en lugar de una acción evangélica. Repito, lo fundamental es el anuncio del Evangelio. La Historia misma nos lo enseña. Cada vez que esto se ha olvidado, las consecuencias han sido desastrosas.

Degradaciones FE/DEGRADACION MORALISMO:

La primera consecuencia es la degradación de la fe; la fe se transforma casi inevitablemente en religiosidad, y en lugar de tener hombres creyentes, que reconocen a Abraham como padre, tenemos hombres religiosos que toman el Cristianismo como pretexto para la manifestación de su religiosidad.

La segunda consecuencia ataca la santidad del pueblo cristiano. El pueblo cristiano debe ser un pueblo santo; mas si la Palabra de Dios falta, este pueblo obra, no ya como hijo de Dios, sino como hombre, cuya acción se reduce a cumplir deberes y obligaciones; la santidad se convierte en moral o en moralismo, que es peor. Cuántos cristianos hemos visto cuya única preocupación es ponerse en regla, conducta que le hace caer más bajo que Moisés y que el Antiguo Testamento, pues tal hombre ni siquiera cumple el Decálogo relacionándolo con la Pascua; el pueblo israelita sabía, al menos, que cumplir el Decálogo era cumplir su parte en la Alianza.

Hace cosa de cincuenta años, varios autores franceses descubrieron otra vez que el Cristianismo es santidad. Otra vez, porque el siglo XIX, descuidando la mediación de la Palabra, degradó el Cristianismo a una formación moral. Los cito, sin hacerlos del todo míos. Bernanos dice: "No tengo principios porque tengo fe", entendiendo como principios, principios morales. Paul Claudel afirma: "Siempre se me podrá hacer amar a Jesucristo, nunca a la Moral.» O bien Péguy: "Jesucristo inventó la santidad, la moral fue inventada por los enclenques." El mismo Péguy: "¿Qué es lo nuevo y maravilloso que nos dan los curas cuando nos enseñan moral...? ¡Oh! Los oficiales públicos también enseñan moral y a veces hasta mejor que los curas.» Palabras que a nosotros, sacerdotes, deben hacernos pensar.

La tercera degradación que tenemos cuando la mediación de la Palabra se considera secundaria es la degradación de la vida sacramentaria. Los sacramentos degeneran en ritos más o menos mágicos, haciendo de la Iglesia, ya no la Iglesia que celebra la Nueva Alianza con signos sacramentales, sino una Religión con ritos mágicos cuyo obrar es cumplir deberes dominicales y devociones religiosas.

Una cuarta degradación atañe a la Jerarquía. La Iglesia, en lugar de ser la Asamblea Litúrgica de Creyentes, se convierte en una organización de la religión con su disciplina, con aquello que Bernanos llama la «gendarmería espiritual». Para tal organización, el misterio de la Iglesia no existe. De ahí, cristianos mal formados, por no haber recibido suficientemente la mediación de la Palabra, hablan de la Iglesia, a la que pertenecen, como de una sociedad religiosa pasablemente sociológica.

Finalmente, la última degradación importante, a mi parecer, es la degradación del apostolado. La Iglesia, en lugar de realizar el misterio del apostolado, hace proselitismo. La Inquisición entra en acción. Las Cruzadas y conquistas se multiplican.

Como se ve es grave. Perdido el ministerio de la Palabra en la Pastoral de la Iglesia, todo queda desequilibrado. Los sacramentos y la moral se degeneran, el misterio de la Iglesia pierde su identidad. La acción misionera no tiene la verdadera rectitud. Todo, por haber descuidado la Palabra, único ministerio que está cierto de permanecer en unión con el Evangelio.

Necesidad del anuncio en todo el ministerio

Esta mediación de la Palabra es necesaria en todo ministerio de la Iglesia. El ministerio de la Palabra no es un ministerio parcial que pueda localizarse en la Iglesia. El ministerio de la Palabra es fundamental, debe revestir todos los demás ministerios.

Evidentemente, la Iglesia empieza en un nivel misionero. Progresa continuamente, pasando por el catecumenado y luego por la iglesia bautismal. Profundiza el bautismo después en la Iglesia de vida eucarística. En cada uno de estos niveles encontramos siempre la Palabra. No explicamos más esto, porque cada uno de estos niveles es tratado más ampliamente en otros artículos. Lo que me interesa es que tengamos bien claro que el ministerio de la Palabra se encuentra en toda la Iglesia.

Oficio primordial del sacerdote PBRO/RITO-O-PD Para terminar, cito unos versículos de San Pablo en su Carta a los Romanos que desearía analizaran un día detenidamente, si es que no lo han hecho ya. Versículos muy reveladores. San Pablo nos dice: «La gracia de Dios me dio ser ministro de Cristo Jesús entre los paganos, sacerdote del Evangelio de Dios, a fin de que los paganos lleguen a ser una ofrenda agradable, santificada en el Espíritu» (/Rm/15/15-16). Si ustedes hacen la exégesis de este texto, se darán cuenta que San Pablo usa un vocabulario sacral, él habla de Sacerdote, sacrificador, liturgia. Son palabras conocidas por todas las religiones. Pero hay algo especial cuando San Pablo usa este vocabulario, pues lo emplea atribuyéndole al ministerio de la Palabra.

El sacerdote de las religiones es, ante todo, el hombre de los ritos, que cae con frecuencia en la hechicería. Además, cuando los sacerdotes de las religiones se limitan a ser hombres de ritos, se convierten en hombres de la Torá, es decir, hombres que guardan la tradición y las obligaciones morales. El sacerdote cristiano es algo totalmente distinto. Es, ante todo, profeta. El mismo San Pablo nos da ejemplo de ello. El sacerdote cristiano debe ser, ante todo, el que anuncia la Palabra, el que anuncia el Evangelio de Dios. Leo otra vez el versículo 15, después de este breve comentario. San Pablo habla: «de la gracia que Dios me ha hecho de ser un ministro de Jesucristo -no un hombre de ritos, sino ministro de Jesucristo entre los paganos-, sacerdote del Evangelio de Dios a fin de que los paganos lleguen a ser -por la fe, por la respuesta que dan a la Palabra- ofrenda agradable, santificada en el Espíritu Santo».

¿No hay aquí algo que concierne a nuestra anterior reflexión sobre la Religión y el Evangelio? Nosotros estamos del lado del Evangelio, no de la Religión. El ministerio de la Palabra de Dios es fundamental en la Iglesia. Es el oficio primordial del Sacerdote. El sacerdote cristiano no es el Sacerdote de la Torá, no es el sacerdote de las obligaciones y la disciplina. El sacerdote cristiano es, antes que nada, sacerdote del Evangelio de Dios. Pero, desgraciadamente, cuántos sacerdotes cristianos no se dan cuenta de esto. Se contentan con ritos y disciplinas, descuidando la Palabra. Cuántos fieles ven a nuestros sacerdotes como hombres de religión. ¿De quién es la culpa? El texto de San Pablo es digno de ser meditado por todos nosotros.

P. A. LIEGE
CATEQUESIS: EDUCACION DE LA FE
CELAM-CLAF
MAROVA.MADRID-1968.Págs. 14-22