¿Es lo mismo dogmas que misterios?
Autor: Ma. del Rosario Luján Torre, es.catholic.net
¿Qué es un
Misterio?
"Misterio, en general, es una verdad que no podemos comprender por ir más allá
de nuestro entendimiento".
La naturaleza está llena de misterios y vivimos rodeados de realidades que no
podemos comprender. Nadie sabe a ciencia cierta qué es exactamente la fuerza de
gravedad y mucho menos si se puede controlar. Aún hay muchos "misterios" en el
organismo humano y no digamos de las realidades que están físicamente muy
alejadas de nosotros, por ejemplo, ¿qué habrá en Aldebarán, que está a 55 años
luz de la tierra?
"Misterio, en sentido estricto, es una verdad que no podemos comprender, pero
que conocemos y creemos porque Dios nos la ha revelado". Por ej.,el de la
Santísima Trinidad.
"Nunca creería en la divinidad de una religión que no tiene misterios", dijo un
célebre pensador. En efecto, un Dios que cabe dentro de nuestro entendimiento ya
no es Dios. Y una religión que en todo está al alcance de los hombres, en la que
todo se puede explicar y comprender, no es divina.
Es importante saber que los Misterios no son contrarios a la razón humana, sino
que únicamente están por encima de ella. Por ejemplo, las leyes de la
electricidad, que son conocidas por un buen físico, son un misterio para el
ignorante. Pero esto no quiere decir que vaya contra la razón, sino que le son
superiores. No puede haber contradicción entre la razón y los misterios
revelados, porque Dios es, a la vez, el autor de la razón y de la Revelación.
¿Y qué es un Dogma?
"Dogma, en sentido amplio, es una verdad contenida en la Revelación divina".
"Dogma, en sentido estricto, son las verdades reveladas por Dios y propuestas
como tales por el Magisterio de la Iglesia a los fieles, con la obligación de
creer en ellas". Por ej.: el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen a los
Cielos.
Quien niega o pone en duda de un modo pertinaz las verdades que han de ser
creídas, comete el pecado de herejía.
En el dogma hay dos elementos: Es una verdad revelada por Dios y se halla, por
tanto, contenida ya en la Sagrada Escritura, en la Tradición, o en ambas. Es una
verdad propuesta por el Magisterio de la Iglesia con obligación de creer en
ella. Esa propuesta puede hacerla la Iglesia, bien de forma extraordinaria, por
ejemplo con una solemne definición del Papa o de un Concilio Universal de
acuerdo con el Papa, o por el Magisterio Ordinario y universal de toda la
Iglesia.
Progreso del DOGMA
En época de tanta confusión intelectual como la nuestra, y de tanto orgullo, en
que por todas partes surgen quienes pretenden ser Maestros, ya sea en Sagrada
Escritura (¡a la que "destrozan" sin piedad!, reduciéndola a una simple
"escritura" humana, mero conjunto de libros piadosos escrito y reelaborado
sucesivamente por las distintas comunidades...),ya sea en las Verdades de la Fe
o la Moral, proponiéndonos nuevos avances más acordes con estos tiempos, alguno
podría preguntarse: "¿Ha cambiado la enseñanza de la Iglesia? "El contenido de
lo que Dios ha revelado, ¿ha aumentado o se ha modificado en algo?"
Trataremos de explicarlo. La Revelación de Dios a los hombres tiene su
culminación en Jesucristo. Ya no es un mensajero de Dios el que viene a revelar
un aspecto del plan salvador: es Dios mismo. Jesucristo, "con toda su presencia
y manifestación, con sus palabras y obras, prodigios y milagros, y, ante todo,
con su muerte y resurrección y, finalmente, enviando al Espíritu de verdad,
culmina plenamente la Revelación" (Const. Dogm. Dei Verbum, n.4)
De lo anterior se desprende que con la muerte del último Apóstol (testigo ocular
cualificado), se cerró el contenido del depósito revelado por Dios. La Iglesia,
que es depositaria de la Palabra de Dios que es inmutable, no puede quitar o
añadir nada. Todas las verdades enseñadas por Dios están contenidas en la
Escritura y en la Tradición. Pero no se han conocido y profundizado en toda su
amplitud.
De acuerdo con estas dos ideas, precisemos en qué sentido se puede admitir el
progreso del dogma católico, y en qué sentido no.
1° Con la muerte de los Apóstoles quedó terminada la Revelación; y después de
ellos Dios no ha revelado ninguna verdad nueva. En consecuencia, cuando la
Iglesia define solemnemente un nuevo dogma, no establece una verdad nueva, no
contenida en la Escritura y en la Tradición; sino que por el contrario declara
que esta verdad está contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición; y que
por lo mismo hay que admitirla.
2° Los dogmas no pueden cambiar de sentido; pero sí pueden cambiar los términos
en que son expresados. No pueden cambiar de sentido. Lo que la Iglesia aceptó
ayer como verdadero, no puede hoy rechazarlo como falso; o el caso inverso.
Ello equivaldría a negar la asistencia que Dios prometió. Pero sí sucede que los
dogmas se pueden expresar con palabras más claras y precisas. Ej.: Desde un
principio se admitió que por las palabras de la consagración el pan se cambia en
el cuerpo de Cristo. Pero la palabra transubstanciación (cambio de una
substancia en otra) la empleó por primera vez la Iglesia en el IV Concilio de
Letrán, 1215.
3° El progreso del dogma consiste en que la Iglesia enseña de modo más claro y
explícito, verdades que estaban contenidas en la Escritura y en la Tradición de
modo velado e implícito.
Así el dogma de la infalibilidad del Papa estaba contenido en forma implícita y
velada en las palabras: "Tú eres Pedro, y sobre ti edificaré mi Iglesia; y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16,18). O en estas otras,
dirigidas también a Pedro: "He rogado por ti para que tu fe no perezca, y tú,
confirmado en ella, confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). Y el Concilio Vaticano
I definió el dogma de una manera explícita, precisando que el Papa es infalible
cuando habla de dogma o moral a toda la Iglesia, en calidad de maestro supremo.
No debe extrañarnos este progreso, pues la Sagrada Escritura es un libro lleno
de profunda y misteriosa sabiduría, de suerte que no entrega de una vez todas
las verdades que contiene, sino a medida que se estudia y se reflexiona sobre
ellas.
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Acción Católica Mexicana Diócesis de Querétaro