DELINCUENCIA - TEXTOS


1. PENA-DE-MU  DELITOS
Con frecuencia se ha prejuzgado la cuestión, al hablar de 
delincuencia, cuando quizá hubiera sido más exacto hablar de 
marginación, o por lo menos dejar en suspenso la cuestión sin 
inclinarse por ninguno de los dos extremos. Sin embargo, todo parece 
coincidir en que la delincuencia no es sino el reverso de la 
marginación social. Reflexionen, por ejemplo, en los siguientes datos, 
aparecidos en "Triunfo" del 15 de Julio de 1972.
"A partir de una encuesta realizada en 1970 entre 500 delincuentes 
juveniles, el 50 por 100 eran peones no cualificados; 46, analfabetos; 
141, con alfabetización básica; sólo 8 con estudios superiores. En 64 
casos se daba la muerte prematura del padre; en 42 de la madre; 21, 
no tenían padres conocidos; 41, padres separados, 6, madres 
prostitutas; 39, delincuentes en la familia; 57, padres alcohólicos; 111, 
padecían anomalías familiares. Y ahora viene el dato realmente 
espectacular; de 224 encuestados, 97 pertenecían a la clase 
baja-alta; 67, a la clase baja, y 4, a la elevada. De los 261 
reincidentes, 152 procedían de reformatorio".
Es muy fácil dictar y aplicar leyes contra los delincuentes.
Pero, aquí como en un caso del Evangelio, cabría preguntar: 
¿quién pecó: éste o sus padres? Los sociólogos ya han aventurado la 
teoría de que la delincuencia, sobre todo la alarmante escalada de 
delincuencia juvenil, no es tanto el alejamiento de los jóvenes de las 
normas de moralidad, cuanto el fruto de la inmoralidad de la sociedad 
de sus padres. Es verdad que esta teoría no se puede demostrar 
"científicamente", pero piensen ustedes un poco y verán cuánto hay 
de verdad. En este sentido son reveladoras las palabras del juez 
Douglas, que abogó por la liquidación de la pena de muerte, 
razonando de este modo: "Los reos condenados a muerte son 
siempre pobres y marginados, lo que va contra la constitución que 
garantiza a todos los ciudadanos igual protección ante la ley".
Por eso, no basta con formular leyes cada vez más severas, 
endurecerse y aplicar a rajatabla los castigos. Antes es necesario 
revisar el sistema para que todos tengan verdadera igualdad de 
oportunidades. Está claro que el toro nunca coge a los que se 
protegen detrás de la barrera; pero, ¿qué pasa si no hay barrera para 
todos? ¿Qué ocurre cuando uno va a refugiarse detrás de la barrera 
y se encuentra con que los que ya están bien protegidos no quieren 
hacerle sitio? Habría que pensar mucho hasta qué punto los 
delincuentes son sólo una coartada moral de los ciudadanos 
respetables.