¿Por qué los católicos no deben creer en los horóscopos?

Como su nombre lo indica (oros-scopeo, examinar las horas), el horóscopo designa la observación que los astrólogos hacen del estado del cielo en el momento del nacimiento de un hombre pretendiendo con ello adivinar los sucesos futuros de su vida.

Es verdad que los astros ejercen algún tipo de influencia sobre las realidades del mundo, incluido el hombre: ¿quién no nota los efectos que producen los cambios de estaciones y condiciones meteorológicas, no sólo sobre las realidades materiales (como las mareas) sino sobre el humor, los estados anímicos y la misma salud humana?

Pero de ningún modo los astros pueden servir para predecir los actos futuros libres de los hombres. A lo sumo, como indica santo Tomás de Aquino, podría conjeturarse aquello que con mayor probabilidad harán algunas personas porque la mayoría se deja llevar de sus estados anímicos y sus disposiciones corporales; en tal sentido, si conociéramos la influencia que algún astro o estación climática ejercerá sobre los cuerpos en tal fecha, podríamos también conjeturar cómo obrarían aquellos que se dejen llevar por tales estados.

Afirmar otro tipo de influencia y, peor aún, pretender determinar los hechos futuros a partir de los astros, plantea necesariamente la negación de la libertad humana y de la Providencia divina.

En cuanto a los astrólogos (licenciados o no en ciencias ocultas y parapsicológicas), hay que decir que la gran mayoría son vividores que se aprovechan de la credulidad de mucha gente. Otros, forman parte convencida de la moderna seducción por el ocultismo, de la fascinación por lo misterioso y de la búsqueda de lo asombroso como alternativa a su fe superficial o vacía. Algunos, por último, practican la astrología como parte del culto a los demonios, y es por la intervención de éstos últimos que algunos "astrólogos" son capaces a veces de "predecir" algunos hechos futuros, por cuanto los demonios a quienes recurren, siendo ángeles caídos, conocen mejor que los hombres la relación entre las causas y los efectos naturales, así como tienen una gran experiencia del obrar humano, con sus debilidades y miserias. Pero todas sus "predicciones" sobre los actos futuros libres de los hombres no son más que conjeturas.

Todo género de adivinación nace de la falta de fe en el Dios verdadero. Si uno recurre a las prácticas astrológicas o consulta los horóscopos, creyendo seriamente en ello, comete un pecado de superstición propiamente dicho (pudiendo, incluso, llegar a la idolatría); si lo hace sólo por curiosidad y diversión, no hace otra cosa que recurrir a un pasatiempo fútil, que va poco a poco desgastando peligrosamente su fe verdadera. Si lo hace para granjearse la "protección" de los demonios, comete un pecado de idolatría diabólica.