SANTO TOMAS DE AQUINO

El mds grande teólogo que ha aparecido desde San Agustín ha hablado con frecuencia de la Virgen María porque ha considerado el orden de las realidades sobrenaturales. Es probablemente el autor de un Comentario de la salutación angélica que figura entre sus obras. Pero, sobre todo, es necesario atribuirle los principios de la teología mariana, que ha aclarado con una precisión y una amplitud admirables. Así, por ejemplo:

Cristo es el principio de la gracia: por la divinidad, como verdadero autor; por la humanidad, como instrumento. Y así se lee en San Juan: «La gracia y la verdad vinieron por Jesucristo.» Pues bien, la bienaventurada Virgen María estuvo cercanísima a Cristo según la humanidad, puesto que de ella recibió Cristo la naturaleza humana, y así debió obtener de El una plenitud de gracia superior a la de los demás.

Dios da a cada uno la gracia según la misión para que es elegido. Y porque Cristo, en cuanto hombre, fue predestinado y elegido «para ser Hijo de Dios, poderoso para santificar», tuvo como propia suya tal plenitud de gracia, que redundase en todos, según lo que San Juan dice: «De su plenitud todos nosotros recibimos.» Mas la bienaventurada Virgen María tuvo tanta plenitud de gracia, porque ella estuvo lo más cerca posible al autor de la gracia, hasta recibir en sí al que está lleno de gracia, y, dándole a luz, comunicara, en cierto modo, la gracia a todos.

 

Todas las palabras de este texto tan denso deberían ser consideradas. En este párrafo se ve el gran principio de la proximidad del autor de la gracia, que Santo Tomás pone en relación con el de la predestinación eterna de María. Se ve la colaboración de María en la obra redentora y su mediación en la distribución de gracias, presentada con la atenuación «en cierto modo», para marcar claramente la distancia que hay de Cristo a María, pues El nos merece la gracia en estricta justicia, Ella, según una «conveniencia».