SAN PEDRO DAMIAN

Nacido en el año 1007, se convierte y abraza la vida monástica en el 1035, y es cardenal arzobispo de Ostia en el 1057. Es el alma de la reforma de la Iglesia, con Hildebrando, y muere en el 1072.

MARÍA Y LA EUCARISTÍA

Aquí, mis queridos hermanos, os pido que penséis cómo somos deudores de la bienaventurada Madre de Dios, y qué de acciones de gracias le debemos rendir, después de a Dios, por tan gran beneficio. Pues este cuerpo de Cristo que Ella engendró y llevó en su seno, que envolvió en pañales, que alimentó con su leche con una solicitud materna, es el mismo Cuerpo que recibimos en el altar; es su Sangre la que bebemos en- el Sacramento de nuestra redención. Esto es lo que sostiene la fe católica, y lo que enseña la Santa Iglesia. No, no hay palabras humanas que sean capaces de alabar dignamente a Aquella de quien tomó su carne el Mediador entre Dios y los hombres. Cualquier honor que le pudiésemos dar, está por debajo de sus méritos, ya que Ella nos ha preparado en su casto seno la Carne inmaculada que alimenta nuestras almas. Eva comió un fruto que nos privó del eterno festín; María nos presenta otro que nos abre la puerta del banquete celestial.

 

OMNIPOTENCIA DE INTERCESIÓN DE MARÍA

 

San Pedro Damián comenta un versículo del Cantar de los Cantares aplicado a María: «Detente, detente, Sulamita, detente, detente, para que te admiremos» .

Virgen bendita, Virgen más que bendita, deteneos en nombre de vuestra naturaleza. ¿Acaso vuestra elevación os ha hecho olvidar vuestra humanidad? No, mi Soberana. Vos sabéis bien entre qué de peligros nos habéis dejado, y cuántas son las infidelidades de vuestros servidores; no estaría de acuerdo tan gran misericordia, con el olvido de tan espantosa miseria. Si vuestra gloria os separa, que la naturaleza os llame... Vos no sois tan impasible que no podáis compadeceros. Tenéis nuestra naturaleza y no otra.

Deteneos, en segundo lugar, en nombre de vuestro poder, Porque el Poderoso ha hecho en Vos grandes cosas; todo poder os ha sido dado sobre el cielo y sobre la tierra. ¿Puede oponerse a vuestro poder el poder divino que ha recibido de vuestra carne la carne que le ha hecho hombre? Vos avanzáis hacia el altar de la reconciliación, no sólo con oraciones, sino con órdenes, soberana más que sierva (non solum rogans sed imperans, domina non ancilla).

En tercer lugar, deteneos en nombre de vuestro amor. Yo sé, mi divina Maestra, que sois muy bondadosa y nos amáis con un amor invencible, porque vuestro Hijo y vuestro Dios nos ha querido en Vos y por Vos con un amor sin límites. ¿Quién sabe cuántas veces habéis calmado la cólera del Soberano Juez, cuando la justicia ya iba a partir de Dios para golpear a los pecadores?

Deteneos también en nombre de vuestra singularidad. Todo el tesoro de la divina misericordia os ha sido confiado; y sólo Vos habéis sido elegida para recibir el depósito de una gracia tan maravillosa. Dios no quiere que vuestra mano permanezca ociosa, y además Vos no buscáis más que la ocasión de salvar a los miserables y derramar sobre ellos la misericordia. No es disminución, sino aumento de vuestro honor, cuando los penitentes son admitidos al perdón, y los justificados a la gloria.