SAN EFREN

Mientras tanto, la fuente lírica brota en Siria. San Efrén, nacido hacia el 306 en Nisibil, en Mesopotamia, se retira a Edesa, en el año 363, antes de la invasión de su patria por los persas. Durante diez años, hasta su muerte, en el año 373, vivió solitario o con sus discípulos en una montaña cercana a Edesa, con una penitencia y una contemplación heroicas, y escribió en sirio millares de versos (Sozomeno le atribuye tres millones). Es el primer poeta de María, y ha quedado como uno de los mds importantes.

En San Efrén lo más notable es el sentido tan íntimo que tiene de la acción de la Virgen María en nuestras vidas. Por eso es popular, y siempre actual. Es su experiencia la que reza y canta. Los grandes doctores no sabrán descubrir, hasta pasado mucho tiempo, ese recurrir suyo, humilde, doloroso, tierno y confiado, ante María.

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA MADRE DE DIOS

Santísima Señora, Madre de Dios, Vos que sois la más pura de alma y cuerpo, que vivís más allá de toda pureza, de toda castidad, de toda virginidad; la única morada de toda la gracia del Espíritu Santo; que sobrepasáis incomparablemente a las potencias espirituales en pureza, en santidad de alma y de cuerpo, vedme culpable, impuro, manchado en mi alma y cuerpo por los vicios de mi vida impura y llena de pecado; purificad mi espíritu de sus pasiones; santificad y encaminad mis pensamientos errantes y ciegos; regulad y dirigid mis sentidos; libradme de la detestable e infame tiranía de las inclinaciones y pasiones impuras; anulad en mí el imperio del pecado, dad la sabiduría y el discernimiento a mi espíritu en tinieblas, miserable, para que me corrija de mis faltas y de mis caídas, y así, libre de las tinieblas del pecado, sea hallado digno de glorificaros; de cantaros libremente, verdadera Madre de la verdadera luz, Cristo Dios nuestro; pues sólo con El y por El sois bendita y glorificada por toda Criatura, invisible y visible, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

 

OTRAS ORACIONES

 

Es en Vos, nuestra patrona y mediadora ante el Señor, de quien sois Madre, en quien el género humano pone toda su alegría; espera vuestra protección; sólo en Vos encuentra su refugio el género humano, sólo por Vos espera ser defendido. He aquí que yo también vengo a Vos con un alma ferviente, pues no me atrevo a acercarme a vuestro Hijo, e imploro vuestra ayuda para obtener mi salvación... ¡Oh, Vos, que sois compasiva, Vos que sois la Madre del Dios de misericordia, tened piedad de vuestro servidor!

 

«No me atrevo a acercarme a vuestro Hijo ... » Nos encontramos por vez primera con un sentimiento que tendrá una singular fortuna. No nos equivoquemos en esto. Sería inadmisible pensar que San Efrén pretendiera significar que Cristo no es más que un justiciero terrible, dejando la misericordia a su Madre, de modo que no nos atreviésemos a aparecer ante El y que acudiésemos a la Virgen para apaciguarle. Con el tiempo el genio dramático simplificará así las ideas en los «Misterios» de la Edad Media, y el procedimiento es legítimo en el teatro, pero a condición de que no lleve a engaño. De hecho, la piedad sufrirá algunas veces una desviación bastante escandalosa, pues es un escándalo imaginar a Cristo sin misericordia. Porque Cristo es esencialmente el Salvador.

Pero San Efrén, y tantos otros después, marcan un camino muy conforme con la lógica del sentimiento del alma pecadora.que se arrepiente avergonzada. Es la lógica de un niño pequeño que siente la necesidad de una madre. El sentido cristiano descubre poco a poco, en la vida misma, cómo la bondad de Dios entiende bien las necesidades de nuestros corazones al darnos a su Madre. Además, el sentimiento está objetivamente fundado en el hecho de que el Salvador es también el Juez, mientras que María es sólo misericordia. San Bernardo dará a esta consideración su forma definitiva. Dice también San Efrén:

Mi santísima Señora, Madre de Dios, llena de gracia, Vos sois la gloria de nuestra naturaleza, el canal de todos los bienes, la reina de todas las cosas después de la Trinidad... la mediadora del mundo después del Mediador; Vos sois el puente misterioso que une la tierra con el cielo, la llave que nos abre las puertas del paraíso, nuestra abogada, nuestra mediadora. Mirad mi fe, mirad mis piadosos anhelos y acordaos de vuestra misericordia y de vuestro poder. Madre de Aquel que es el único misericordioso y bueno, acoged mi alma en mi miseria y, por vuestra mediación, hacedla digna de estar un día a la diestra de vuestro único Hijo.

 

¿Es necesario hacerlo observar? Con excepción del Sub tuum, es la primera vez que vemos a María tratada de este modo, como mediadora Me intercesión. San Efrén llega a pedir a María que «fuerce la misericordia de su Hijo». Siempre hay una distancia entre la doctrina y la piedad: esa distancia no la franquean los doctores en primer lugar. Pueden concebir la grandeza de María, pero omiten las consecuencias prácticas, y las almas más sencillas, de las que San Efrén es el intérprete, les abligarán a los teólogos a reflexionar más profundamente sobre las prerrogativas y la actividad de la Madre de Dios como Madre de gracia. A pesar ser posterior a San Efrén, cuando San Cirilo de Alejandría hable de la Virgen María como de la Mediadora de los bienes de la Encarnación, todavía no pensará en un papel personal y voluntario de María en la salvación de cada uno de los hombres redimidos por su Hijo; tendrá a la vista solamente el hecho de que el Verbo vino por Ella a nuestra humanidad.

HIMNO A LA VIRGEN MARÍA

La Virgen me invita a cantar el misterio que yo contemplo con admiración. Hijo de Dios, dame tu don admirable, haz que temple mi lira, y que consiga detallar la imagen completamente bella de la Madre bienamada.

La Virgen María da al mundo a su Hijo quedando virgen, amamanta al que alimenta a las naciones, y en su casto regazo sostiene al que sostiene el universo. Ella es virgen, y es madre, ¿qué no es?

Santa de cuerpo, completamente hermosa de alma, pura de espíritu, sincera de inteligencia, perfecta de sentimientos, casta, fiel, pura de corazón, leal, está llena de todas las virtudes.

Que en María se alegre toda la raza de las vírgenes, pues una de entre ellas ha alumbrado al que sostiene toda la creación, al que ha liberado al género humano que gemía en la esclavitud.

Que en María se alegre el anciano Adán, herido por la serpiente. María da a Adán una descendencia que le permite aplastar a la serpiente maldita, y le sana de su herida mortal.

Que los sacerdotes se alegren en la Virgen bendita. Ella ha dado al mundo el Sacerdote eterno que se ha hecho El mismo víctima. El ha puesto fin a los antiguos sacrificios, habiéndose hecho la Víctima que apacigua al Padre.

Que en María se alegren todos los profetas. En ella se han cumplido sus visiones, se han realizado sus profecías, se han confirmado sus oráculos.

Que en María se alegren todos los patriarcas. Así como Ella ha recibido la bendición que les fue prometida, así Ella les ha hecho perfectos en su Hijo. Por El los profetas, justos y sacerdotes se han encontrado purificados.

En lugar del fruto amargo cogido por Eva del fatal árbol, María ha dado a los hombres un fruto lleno de dulzura Y he aquí que el mundo entero se deleita por el fruto de María.

El árbol de la vida, oculto en medio del Paraíso, ha surgido en María y ha extendido su sombra sobre el universo, ha esparcido sus frutos, tanto sobre los pueblos más lejanos como sobre los más próximos.

María ha tejido un vestido de gloria y lo ha dado a nuestro primer padre. El había escondido su desnudez en los árboles, y es investido ahora de pudor, de virtud y de belleza. Al que su esposa había derribado, su hija le alza; sostenido por Ella, él se endereza como un héroe.

Eva y la serpiente habían cavado una trampa, y Adán había caído en ella; María y su real Hijo se han inclinado y le han sacado del abismo.

La vid virginal ha dado un racimo, cuyo suave jugo devuelve la alegría a los afligidos. Eva y Adán en su angustia han gustado el vino de vida, y han hallado el total consuelo.