SAN AGUSTIN

El más grande de los doctores occidentales (muerto en el año 430) sólo puede figurar aquí por algunos fragmentos. Son, para compensar, intuiciones muy profundas.

María es más feliz por comprender la fe de Cristo que por concebir la carne de Cristo. Su unión maternal no le hubiese servido de nada si no hubiera sido más feliz de llevar a Cristo en su corazón que de llevarle en su carne.

Las palabras que siguen son merecidamente famosas y han hecho pensar -junto con otros dos textos- que San Agustín declaraba de un modo explícito la verdad de la Inmaculada Concepcidn. Ciertamente, no ha considerado mds que la carencia de toda falta actual en María, pero su sentido de las realidades sobrenaturales te ha hecho hablar de un modo absoluto.

De la Santa Virgen María, para honor de Cristo, no quiero que haya duda cuando se trata de pecados. Sabemos, en efecto, que le fue concedida una gracia mayor para vencer en todo momento al pecado, porque ha merecido concebir y dar a luz al que es seguro que no tuvo ningún pecado.

 

MARÍA ES NUESTRA MADRE, COMO LA IGLESIA

Unica entre las mujeres, María no es a la vez Madre y Virgen sólo de espíritu, sino también de cuerpo. De espíritu, Ella es Madre, no sólo ciertamente de nuestra Cabeza y Salvador, de quien Ella nació antes según el espíritu', porque todos los que creen en El -y Ella es de éstos- merecen ser llamados hijos del Esposo; sino también Madre nuestra, que somos los miembros del cuerpo, pues Ella coopera, por su amor, al nacimiento de los fieles en la Iglesia, que son los miembros de esta Cabeza. De cuerpo, Ella es Madre de nuestra Cabeza. Era necesario que, por un insigne milagro, nuestra Cabeza naciera, según la carne, de una virgen, para indicar que sus miembros nacerían, según el Espíritu, de la Iglesia virgen. Así María es, de espíritu y de cuerpo, madre y virgen: Madre de Cristo y Virgen de Cristo.