RICARDO Y ADAM DE SAN VICTOR

Todos los centros espirituales del siglo XII fueron también centros de devoción mariana. Uno de ellos merece especial atención, porque fue de los más notables de vida intelectual y mística: la abadía de San Víctor, en París, ilustrada por Hugo y Ricardo y por el poeta Adam de San Víctor.

Ricardo, de una generación más joven que Hugo, murió hacia 1173; Adam, en 1177.

La gran fórmula de Ricardo de San Víctor es:

María ha llegado a ser Madre de Dios para la misericordia.

 

La razón de ser de María es este bien. Tal vez este sentido de la misericordia es la característica de la devoción mariana en este siglo XII, que está bañado de lágrimas. Es una de sus semejanzas con el medio bizantino. Pero también se le parece en que es captado por la belleza de María. En este tiempo, Pedro de Celles escribía:

Creo que brota de la mirada de María un resplandor de la divinidad escondida en Ella, y de sus labios, como un hálito divino.

 

Ricardo de San Víctor une esta contemplación de la misericordia y de la integridad radiante:

LA INTEGRIDAD DE MARíA

Es una gran cosa para los demás santos no poder ser vencidos por los pecados; la maravilla que se ve en la gloriosa Virgen es el no poder ni siquiera ser atacada por ellos. En los otros santos está prescrito no dejar al pecado dominar en su cuerpo mortal; sólo a la Virgen le ha sido dado singularmente el que el pecado no habite en su carne. Que ya no reine el pecado en nuestro cuerpo mortal, escribe el Apóstol a los romanos. ¿Lo veis?, ordena que el pecado no reine. ¿Ordena también que no habite? Escuchad lo que dice más tarde: Si yo hago el mal, no queriéndolo, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en Mí . La exterminación total del pecado que se ha hecho en la Bienaventurada Virgen María, la esperan los otros santos, pero para los tiempos que vendrán; no en este cuerpo mortal, sino en el cuerpo revestido de inmortalidad. Lo totalmente admirable en la gloriosa Virgen es el don singular del que no participa ningún otro santo, y es que haya podido encontrarse a la vez en Ella tanto de corruptible con tanto de incorruptible: corruptibilidad en las cosas que corresponden a la pena, e incorruptibilidad en las que se retienen a la falta.

SALVE MATER SALVATORIS

 

Esta célebre oración fue obra de Adam de San Victor, y es aún cantada en París en la Misa de la Asunción. Es una 1ástima tener que traducir esta poesía rítmica, musical y rimada.

Salve, oh Madre del Salvador. Vaso de elección, vaso de honor, vaso de gracia del cielo.

Vaso predestinado eternamente, vaso insigne, vaso cuidadosamente labrado por la mano de la Sabiduría.

Salve, Madre sagrada del Verbo, flor nacida entre las espinas, flor sin espinas; flor que es la gloria del zarzal

Nosotros somos el zarzal; nosotros estamos desgarrados por las espinas del pecado; pero Vos no habéis conocido espinas.

Puerta cerrada, fuente de los jardines, tesoro de los perfumes, tesoro de los aromas.

Vos superáis en suave olor a la rama del cinamomo, a la mirra, al incienso y al bálsamo.

Salve, gloria de las vírgenes, Mediadora de los hombres, Madre de la Salvación.

Mirto de templanza, rosa de paciencia, nardo fragante.

Valle de humildad, tierra respetada por el arado y abundante en cosechas.

Cristo, la flor de los campos, el bello lirio de las cañadas, ha nacido de Vos.

Paraíso celeste, cedro no tocado por el hierro y que esparce su dulce hálito.

En Vos está la plenitud del esplendor y de la belleza, de la dulzura y del perfume.

Trono de Salomón, que por su arte y material no es comparable con ningún otro.

En este trono, el marfil con su blancura representa el misterio de la castidad, y el oro con su resplandor significa la caridad.

Vuestra gloria es sólo vuestra, y Vos moráis sin igual en la tierra y en el palacio del cielo.

Gloria del género humano, Vos tenéis los mejores dones de todas las virtudes.

El sol brilla más que la luna, y la luna más que las estrellas: así María brilla entre todas las criaturas.

La luz sin eclipse, esto es la castidad de la Virgen; el fuego que jamás se apaga, esto es su caridad inmortal.

Salve, Madre de la misericordia, y augusta morada de la Trinidad.

Pues a la majestad del Verbo encarnado, Vos habéis ofrecido un santuario.

Oh María, estrella del mar, con vuestra dignidad suprema domináis todos los órdenes de la jerarquía celeste.

En vuestro elevado trono del cielo, recomendadnos a vuestro Hijo; obtened que las fuerzas y los engaños de nuestros enemigos no triunfen sobre nuestra debilidad

En la lucha que sostenemos, defendednos con vuestro apoyo; que la violencia de nuestro enemigo, lleno de audacia y de engaño, ceda ante vuestra fuerza soberana, y su astucia, ante vuestra previsión.

Jesús, cetro del Padre soberano, guardad a los servidores de vuestra Madre; desligad a los pecadores, salvadles por vuestra gracia, e imprimid en nosotros vuestra claridad gloriosa. Amén.