JACOPONE DA TODI

La línea franciscana alcanza su más admirable cima con Jacopone da Todi (1228-1306). «Jacopone», que quiere decir «ese grueso Jaime», «ese despreciable Jaime», loco de amor por Cristo, es, por este amor, uno de los más admirables poetas del cristianismo. ¿Es el autor del Stabat? Dom Wilmart lo niega y ninguna autoridad me impresiona tanto. Sea lo que fuere, el acento no difiere apenas entre el Stabat y las piezas más bellas que se juzgan auténticas, sobre todo el Pianto della Madona

Como Romanos, que debería ser su compañero inseparable en el afecto de los cristianos, Jacopone hace vibrar todas las notas de la ternura cuando habla de María.

EL «STABAT»

La madre piadosa estaba

junto a la Cruz y lloraba,

mientras el Hijo pendía.

 

Cuya alma triste y llorosa,

traspasada y dolorosa,

fiero cuchillo tenía.

 

Oh, cuán triste y afligida

se vio la Madre escogida,

de tantos tormentos llena.

 

Cuando triste contemplaba

y dolorosa miraba

del Hijo amado la pena.

 

Y ¿cuál hombre no llorara

y a la Madre contemplara

de Cristo en tanto dolor?

 

Y ¿quién no se entristeciera,

        piadosa Madre, si os viera

                       sujeta a tanto rigor?            

                 

Por los pecados del mundo

vio Jesús en tan profundo

tormento la dulce Madre;

Y muriendo al Hijo amado,

que rindió, desamparado,

el espíritu a su Padre.

Oh Madre, fuente de amor,

hazme sentir tu dolor

para que llore contigo.

 

Y que por mi Cristo amado,

mi corazón abrasado

más viva en él que conmigo.

 

Y porque a amarte me anime

en mi corazón imprime

las llagas que tuvo en sí.

 

Y de tu Hijo, Señora,

divide conmigo ahora

las que padeció por mí.

 

Hazme contigo llorar

y de veras lastimar

de su pena mientras vivo.

 

Porque acompañar deseo

en la Cruz, donde le veo

tu corazón compasivo.

 

Virgen de vírgenes santas,

llore yo con ansias tantas

que el llanto dulce me sea.

 

Porque tu pasión y muerte

tenga en mi alma de suerte

que siempre sus penas vea.

 

Haz que su Cruz me enamore;

y que en ella viva y more,

de mi fe y amor indicio.

 

Porque me inflame y encienda

y contigo me defienda

en el día del juicio.

 

Haz que me ampare la muerte

de Cristo, cuando en tan fuerte

trance vida y alma estén.

 

Porque cuando quede en calma

el cuerpo, vaya mi alma

a su eterna gloria. Amén.