EL SIGLO XIII

 

En el siglo XII ya existían los grandes textos de la liturgia maríana. Pero es en el siglo XIII y en los siguientes cuando una devoción y una frescura de imaginación admirables se vuelcan en una gran cantidad de himnos, de salutaciones y de textos, que parecen, cada vez más, cánticos populares. Es necesario que aquí figuren algunas de esas obras, que se cuentan entre las más encantadoras de la literatura en honor de la Virgen María. Pero su sonoridad, su ritmo, sus juegos de palabras y las melodías que a menudo las acompañan, constituyen casi todo su encanto. Por eso, al traducir estas obras, pierden mucho, pero, sin embargo, dejan todavía entrever algo de la piedad que les inspiró.

OMNI DIE

 

Se ha atribuido este fragmento a San Anselmo; pero lo único seguro que se puede afirmar es que data del siglo XII

Di todos los días, alma mía, alabanzas a la Virgen; honra sus fiestas y sus acciones maravillosas.

Contempla y admira su grandeza, cuenta la felicidad de la Madre, di la felicidad de la Virgen.

Hónrala, para que te libere de la carga de los pecados; clámale a Ella por temor de que te arrastre la tempestad de los vicios. El hombre ha recibido una sentencia rigurosa a causa de Eva, y por María encuentra el camino que conduce a la patria.

María, atended con clemencia a los que veis que os alaban constantemente; purificad a los culpables y hacedlos dignos de los bienes celestiales.

Tallo de Jessé, esperanza y refugio del alma angustiada, gloria del mundo, luz del abismo, santuario del Señor.

Joya deslumbrante, rosa naciente, lirio de castidad que conducís a los puros hacia la dicha del cielo.

Totalmente bella, sin vestigio de mancha, haced que, casto y alegre, os alabe cada día

Que yo viva la pureza y la modestia, que sea amable, sobrio, piadoso, recto, sereno y pacífico.

Que sea instruido y conocedor de las enseñanzas divinas, lleno dé temor de Dios y adornado de santas virtudes.

Virgen santa, contemplad cuántas tentaciones experimentamos constantemente; sostenednos para que resistamos con fuerza.

Sed la que guía y socorre al pueblo cristiano; concedednos la paz, por temor a que las pruebas del tiempo nos perturben.