MARÍA EN LA CATEQUESIS Y ESPIRITUALIDAD DE LOS JÓVENES

 

I. Mundo juvenil actual y María

El mundo juvenil, sobre todo en sus connotaciones actuales, parece evocar una amplia gama de atributos que niegan toda conexión mariológica. Semejante interpretación sólo puede encontrar espacio en cuantos están excesivamente condicionados por la negatividad de la fenomenología juvenil. El joven es, en realidad, un mundo mucho más articulado y complejo, cuya identidad trasciende toda forma de reduccionismo interpretativo. De ahí la exigencia imperativa de una consideración de la temática que tenga en cuenta todos los supuestos socio-culturales y ético-religiosos, típicos del mundo contemporáneo. El objetivo es la resonancia de los valores espirituales en la condición juvenil de hoy y los términos eventuales respecto a los cuales se pueda hablar de despertar espiritual.

1. REALIDAD JUVENIL EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO.

Para interpretar de modo correcto la realidad juvenil es necesario, en primer lugar, tener presente su referencia axiológica. El valor no cambia; cambia la modalidad que se relaciona con él, desde la cual es posible captar el cambio de sensibilidad.

a) Tipología axiológica. Se hablará de tipología más que de valores sueltos para distinguir las lineas fundamentales de tendencia. Entre los jóvenes parece que se va consolidando una nueva síntesis ético-cultural que localiza su soporte en los valores de la persona y del grupo. A esta aparición de una moralidad societaria corresponde una apertura cada vez mayor a los valores político-sociales y una solidaridad cada vez más amplia, de tendencia universalista. Sin embargo, parece excesivo atribuir a la masa juvenil el personalismo solidario en forma de asunción constitutiva. Resulta más justo hablar de aspiraciones de superficie y de anclaje mayoritario en lo privado.

Los datos sobre la orientación preferencial de los jóvenes por lo público o lo privado no hay que verlos desvinculados de la orientación religiosa de los mismos. La elección entre público o privado se convierte en contexto hermenéutico de todas las consideraciones axiológicas sobre el mundo juvenil, y por tanto también sobre la religiosa. Pero en el condicionamiento y determinación de tal situación en el ámbito juvenil han intervenido algunos fenómenos precisos, que podemos definir como "áreas problemáticas de época".

b) En relación con las áreas problemáticas más significativas. Típica de nuestra época es la racionalización. Con su expansión ha fomentado la difusión de algunos fenómenos que han incidido particularmente en las jóvenes generaciones: el eficientismo, la irresponsabilidad, el consumismo. A pesar del apremiante condicionamiento ejercido por la racionalización, ciertos núcleos de jóvenes sienten la necesidad de romper los duros lazos de este conformismo. Prefieren valorizar algunos aspectos positivos de la sociedad racionalizada. Con sus preferencias avanzan en sentido positivo y concreto hacia la construcción de una sociedad alternativa centrada en el hombre y encaminada hacia él.

El pluralismo ideológico constituye otro fenómeno en el cual es necesario detener la atención. La sociedad actual, que se caracteriza por el pluralismo, coloca a los jóvenes ante problemas y posibilidades no indiferentes. Muchos se ajustan acríticamente a la permisividad. Ello les crea insatisfacción e inseguridad, frente a la cual reaccionan con la automarginación de la sociedad (hippies) o con la rebeldía violenta (grupos subversivos). Contra peligros así existen algunos factores positivos que los jóvenes intuyen e intentan vivir, conscientes de que una sociedad pluralista ofrece, respecto a una sociedad ideológicamente homogénea, mayores garantías a la libertad de conciencia, provoca un amplio florecimiento de ideas, estimula a pensar e indagar y favorece la solidaridad. Finalmente, el fenómeno de la secularización, cuyos resultados macroscópicos parece que se han de reconocer en la separación entre religión y sociedad y en la progresiva marginación de aquélla; en la privatización y/o subjetivación del comportamiento religioso como efecto individual. El influjo de semejante fenómeno se deja sentir particularmente en las jóvenes generacIones.

La conciencia cada vez más difundida, de las alienaciones corrientes conduce al descubrimiento de la política en su acepción más amplia. Ese descubrimiento coloca a la religión y la política en un nivel de antagonismo contrapuesto y exclusivista que estimula la mentalidad de la autosuficiencia inmanentista. Como semejante actitud no se agota solamente en el área religiosa, sino que impregna la relación institucional y parental de los jóvenes, se impone una visión unitaria de las problemáticas juveniles.

2. PROBLEMÁTICA RELIGIOSA.

Para afrontar seriamente la temática de la religiosidad juvenil conviene situarse en una óptica de conjunto. El examen, breve y quizá esquemático, de la realidad juvenil en el mundo contemporáneo, establecido como primera argumentación de toda la parte siguiente, se extiende como un horizonte hermenéutico.

a) Incidencias histórico-contextuales. En relación con el proceso de secularización, entendido como crisis de fiabilidad del discurso religioso a nivel socio-cultural, se nota una firme tendencia a las definiciones laicas atribuidas al término genérico fe. Lo religioso amplía notablemente el área de sus connotaciones, convirtiéndose en opción de valor, despojándose cada vez más de definiciones confesionales. En el ámbito del lenguaje se registra un proceso de creciente preferencia por el término fe, entendido como propuesta esencial de valores religiosos, respecto al término religión, considerado preferentemente en su alcance histórico-institucional. Finalmente, hay que notar que el mayor anclaje en lo privado por parte de los jóvenes revela su incidencia también en la esfera religiosa. Se asiste hoy a una subjetivación general del comportamiento religioso, vivido como afirmación de la centralidad de la experiencia personal, de la búsqueda y del protagonismo. La aparición de semejante fenomenología ofrece la posibilidad de entrever las directrices en las que se mueve toda la problemática religiosa juvenil y estimula a ulteriores interrogantes.

b) ¿Despertar espiritual de los jóvenes? El tema del despertar espiritual, sumamente estudiado y controvertido es hoy objeto de vivas discusiones. Siguiendo la huella de los viejos debates, el fenómeno religioso y su despertar entre las jóvenes generaciones replantean el dualismo conceptual sobre la religiosidad. La primera posición define la tensión religiosa como necesidad histórica, y la otra como necesidad natural. Aquí habría que establecer un detenido confrontamiento entre teorías e hipótesis contrapuestas; pero resulta más conveniente, para nuestros fines, una mirada fenomenológico-experiencial. Semejante enfoque se convierte en nivel posible de síntesis. En efecto, la conducta religiosa puede considerarse como algo que emerge de una necesidad radical de significado.

El interrogarse ha constituido desde siempre una de las experiencias fundamentales y originales del hombre. Y es una experiencia apta para poner en tensión hacia la integración óptima del sistema de la propia personalidad. De aquí parece que toma vida la experiencia religiosa juvenil. Particularmente el joven, comprometido en su completa maduración humano-espiritual, advierte la necesidad de respuestas cada vez más creíbles y que tengan verdadero sentido.

Pero estadísticamente se presenta arduo cuantificar un movimiento cualquiera de despertar o de ocaso. En todo caso, las encuestas son útiles para definir una situación; pero serían necesarias encuestas-tipo, verificadas durante un preciso período de tiempo, a lo largo del cual poder anotar las líneas de evolución. Con referencia al fenómeno del despertar espiritual de los jóvenes, resulta más creíble y coherente trazar una situación de concienciación progresiva según la necesidad vital de significado, cuyas respuestas no siempre se pueden catalogar como estrictamente religiosas. Para poder comprender la dinámica y los procesos de cambio en el mundo juvenil de hoy en orden a la sensibilidad religiosa, es particularmente interesante el examen del fenómeno asociativo. Sobre este tema unos hablan de "estancamiento" y otros de "incipiente recuperación". No obstante al que vive su propia vida pastoral inserto en la realidad asociativa juvenil le es más fácil tender a la segunda tesis. Asistimos, en efecto, al despertar de las exigencias y de los valores profundos y religiosos en ese mundo juvenil que constituye un laicado cristiano muy diverso del tradicional. Un signo de esta vitalidad se puede apreciar en la dirección de la postura juvenil respecto a la madre de Cristo, hacia la cual se abre una relación vivida en términos de descubrimiento evangélico de valencia antropológica.

3. LOS JÓVENES FRENTE A MARÍA.

Los datos que siguen provienen de jóvenes interrogados individualmente o agrupados, y que en todo caso siguen un camino de vida cristiana comprometida. La publicística en este sector está particularmente ausente. Se han realizado algunos intentos de confrontación debidos a autores sensibles al problema, en forma de encuesta dirigida directamente a los jóvenes. Por lo tanto, la parte que sigue tomará en cuenta algunas encuestas o testimonios de jóvenes en su relación con María. Resultará de ello una situación evolutiva, puesto que se confrontarán encuestas y testimonios de momentos históricos diversos. En base a la primera encuesta, dirigida por G. Campagnaro y R. Tonelli, se ha podido comprobar que la oleada del 68 no ha impedido a muchos jóvenes robustecer su fe. Tal acontecimiento ha asumido los contornos de una rigurosa verificación. En muchos ha surgido la exigencia, casi imperativa, de salir de una situación de pasividad cultual. Para realizar esta salida han visto en la recuperación de la dimensión antropológica del culto el camino privilegiado. El índice de los atributos de matriz antropológica al identificar a María va en constante aumento entre los jóvenes. Las connotaciones más corrientes, persona, mujer, madre, indican la búsqueda de concreción en la conducta cultual y reivindican toda una liturgia más en consonancia con la función de dar unidad coherente a la vida para que no sea fragmentaria. El hecho demuestra el influjo innegable ejercido por el enfoque impreso por el Vat II a la mariología, pero también el rol profético desarrollado por los jóvenes. Si la inserción de María en el c. Vlll de LG ha puesto de manifiesto una dolorosa incertidumbre en los padres conciliares, se ha convertido también en ocasión para demostrar que la orientación eclesiológica, más concreta y realista, estaba germinalmente presente en los jóvenes.

El hoy juvenil vive motivos de ulterior profundización litúrgico-devocional. Existe el riesgo del verbalismo, que induce a los jóvenes a apelar a la experiencia, pero no en sentido aventurero. Ellos sienten el deseo de "vivir a María". La tensión que emerge se expande cada vez más, hasta resumir y convertirse en emblema de toda la espiritualidad juvenil. Esta necesidad radical de concreción se introduce vigorosamente en la dimensión del magisterio de la iglesia a modo de desafío. La pastoral y la catequesis no pueden ya prescindir en su acción de una seria consideración de las exigencias que brotan continuamente en el ánimo juvenil, tan fresco y rico de carga profética.

II. María en la catequesis y espiritualidad de los jóvenes

En la parte que precede se ha pretendido trazar la realidad juvenil en su tipología fenomenológica compuesta y contradictoria. El tema exigiría mayor espacio y una ulterior profundización. No obstante, los elementos recogidos hasta aquí parecen suficientes para definir una situación de continuo fermento que se agita en el ánimo juvenil. La juventud es la época de la búsqueda para definir la identidad del individuo; una época en la que están presentes determinadas problemáticas que se convierten en elemento unificador por lo que concierne a la identidad juvenil en general. Son las soluciones que le imprimen el carácter de diversificación. La iglesia, consciente del mandato magisterial (Mc 16,15), debe perseguir continuamente la inserción en el dinamismo de respuestas a la necesidad de significado como solucionadora autorizada. Semejante atención es una constante en la historia del magisterio, aunque no siempre en consonancia con las necesidades históricas reales.

1. ORIENTACIONES DEL MAGISTERIO.

a) Vat II. De esa asamblea no se tienen elementos caracterizadores y explícitos acerca de la presentación de María a los jóvenes. Sin embargo, se puede observar que las orientaciones generales del Vat II son básicas y han de guiar también la catequesis juvenil.

Un primer aspecto que distingue al Vat II en el terreno de la mariología es la orientación histórico-salvífica. Con ella los padres conciliares han querido indicar el ámbito hermenéutico de todo discurso sobre María. Por eso, al situar las declaraciones sobre María en un contexto histórico-salvífico, el concilio elimina la posibilidad de un discurso autónomo sobre María y evita la impresión de que ella constituya una porción separada y aislada en el concierto divino de la creación y de la gracia. La orientación conciliar desea, pues, una presentación de la madre de Cristo que no sea ajena a la condición humana, sino solidaria y partícipe. De ahí la perfecta congruencia de la segunda orientación conciliar, que considera a María íntimamente unida a la iglesia. De ella es segmento inicial perfecto, y en ella y por ella expresa una función de cooperación con Cristo del todo singular y eminente.

Semejante enfoque tendrá su peso histórico y ecuménico, sin olvidar su alcance pedagógico. Para el joven se convierte en terapia contra la tendencia, latente o manifiesta, a la privatización y al individualismo. El ejemplo de María empeña al joven en un proceso continuo de conversión a la solidaridad, a la participación. Así pues, podría definirse como altísima contribución a la mariología la doctrina conciliar; pero no se puede omitir la laguna que se sigue de la falta de confrontación entre mariología y realidad juvenil. Por eso el magisterio ha intervenido sucesivamente, aunque no siempre en forma directa, para colmar las lagunas señaladas.

b) Ulteriores desarrollos. El clima posconciliar se caracteriza por algunos fenómenos muy incisivos. En el campo teológico prevalecen los interrogantes sobre las respuestas, y las hipótesis sobre las certidumbres. A pesar de las dificultades, el afán por llevar el concilio a la vida, duro cometido fundado en la paciencia y la esperanza, se ha profundizado y ensanchado. En este contexto, en febrero de 1974 publica Pablo Vl la exhortación apostólica Marialis cultus. El pontífice precisa, con un profundo análisis, la inserción del culto a la virgen María en la liturgia y, al trazar la orientación antropológica de la piedad mariana, recupera integra y aplicada a la praxis la visión conciliar de la devoción mariana.

Se trata de la respuesta precisa de un pontífice atento a las líneas del cambio socio-cultural y sensible a la realidad juvenil. De ésta no subraya exclusivamente los rasgos angustiosos y atormentados, sino que hace resaltar toda su fenomenología positiva. Es una óptica pronosticadora la que impulsa a Pablo Vl a proponer a María a los jóvenes. Y aunque no sea posible hablar del documento como de algo sistemático y completo, sin embargo su magisterio sienta bases concretas para un contacto entre el mundo juvenil y María. El se dio cuenta de que, por un cúmulo de factores, muchísimos jóvenes no aceptan ya mensaje alguno si no es práctico y tangible. Fácilmente se deslizan hacia una forma de filantropía, a primera vista óptima, pero que oculta en su interior una falta de fe en lo sobrenatural. La comprobación se convierte en camino para propuestas concretas de encuentro con María, propuestas ricas en el plano antropológico. A María se la puede encontrar en la historia de la salvación y en el evangelio, así como en el esfuerzo cotidiano por verla siempre como mujer.

Nos encontramos ante un magisterio que es fruto de una fina sensibilidad moderna y que indudablemente ha abierto las puertas a nuevas sendas para la pastoral y la catequesis juvenil; normas y orientaciones en gran parte desatendidas por los mismos organismos educativos, quizá todavía demasiado desabastecidos en el plano pedagógico.

2. PARA UNA REVALORIZACIÓN DE MARÍA EN LA TAREA DE LA CATEQUESIS.

Los elementos teológico-pedagógicos que han aparecido se convierten en objeto de síntesis para transformarse en propuestas de carácter catequético.

a) En linea con el Vat II. De la orientación histórico-salvifica emerge una figura precisa de María. Se la puede considerar expresión particular de la cooperación de la criatura en la obra de Dios en la historia de la salvación, suscitada y sostenida por la mediación del Redentor. María no es la única cooperadora de la salvación; también la iglesia y cada cristiano están llamados a desarrollar en Cristo una función salvífica. María personifica así el camino de la historia humana, y por tanto de cada cristiano, en la obra de la salvación. Al considerar la finalidad de la catequesis, que es llevar a la transformación de la vida y a la madurez de la fe, adquiere precisión su puesto en la vida del joven y brota la función como lugar catequético necesario. La utopia cristiana se hará posibilidad y María no será considerada meta de la existencia cristiana, sino su modelo, siendo en este sentido insustituible. El joven se sentirá inducido a reconocer el valor de su obrar cotidiano, visto no ya como "vacío liturgismo gestual", sino como lugar potencial de acción salvífica para sí y para sus hermanos.

En estrecha conexión con la primera orientación conciliar sigue la eclesiológica, como motivo de reflexión sobre el valor de la dimensión comunitaria del pueblo de Dios. María coopera al nacimiento de la iglesia y lo hace de modo ejemplar, hasta el punto de ser reconocida como madre. Para el joven, el sentido de pertenencia eclesial ejerce una función terapéutica. Él tiende a superar cada vez más el angosto horizonte del propio yo y, a ejemplo de María, percibe cómo ha de ser su compromiso, a saber: una maternidad, un dar a Cristo al mundo, una respuesta de virginidad o bien de total consagración.

b) En linea con la MC. La "exhortación" invita a una búsqueda que parta del actual sistema cultural para "descubrir cómo María puede ser tomada como espejo de las esperanzas de los hombres de nuestro tiempo" (MC 37) y para "eliminar una de las causas de la inquietud que se advierte en el campo del culto a la madre del Señor, es decir, la diversidad entre algunas cosas de su contenido y las actuales concepciones antropológicas y la realidad psicosomática profundamente cambiada en que viven y actúan los hombres de nuestro tiempo" (MC 34).

Aquí se plantea el problema de la relación de la antropología contemporánea con los datos de la revela¢ión que es preciso asumir para comprender el significado salvífico de María. Se trata de establecer una relación precisa entre la problemática juvenil y los datos de la revelación acerca de María, puesto que la catequesis no puede prescindir de las situaciones de la vida, de los problemas y de la confrontación con las culturas.

c) Para un ulterior desarrollo en sentido antropológico. La catequesis ha de estar cada vez más alerta para sintonizar con el mundo juvenil y fundar su acción primera en la precomprensión. Si la religiosidad es una respuesta a la búsqueda de significado, es preciso que intervenga la catequesis para que no desaparezca tal dimensión en el joven. Se trata de alimentar esa búsqueda de significado que, transferido a la esfera religiosa de la vida se convertirá en tensión escatológica. El joven vive ya de algunas respuestas, pero éstas aún no son del todo plenas.

María se ha convertido en "la solución escatológica" en una respuesta plena y definitiva. El motivo pedagógico que de ahí se deriva orienta al joven hacia una particular atención a la realidad cotidiana de su ya, para vivir en la línea de María. Lo cotidiano así vivido se convertirá en prenda de una promesa que en la madre de Cristo se ha realizado plenamente como anticipo. La catequesis podrá, en definitiva, ofrecer los instrumentos que le permitan al joven descubrir a María como "espejo de las esperanzas de los hombres" (MC 37). Releyendo el relato evangélico de María surgen también sus dificultades para creer, su esfuerzo de reflexión, su camino interior. Proponer todo el recorrido realizado por ella significa predisponer al joven a superar toda tentación de alienación o de eludir la responsabilidad. Significa responder al misterio del hombre, estimular la conciencia juvenil para que realice la opción fundamental por Cristo con vistas a la realización de una historia mejor. La catequesis no pretende asumir una función totalizante en el crecimiento y maduración de un joven, sino encontrar su sitio específico dentro de ese proceso de maduración. Conscientes del carácter específico de la acción catequética, se intenta percibir algunos medios posibles de naturaleza pastoral, a fin de evitar la evaporación verbal de las propuestas catequísticas.

lIl. Metas y perspectivas

1. CAMINO DEL JOVEN HACIA MARÍA.

La capacidad juvenil de encuentro con María indica el grado de madurez alcanzado en la fe. Pero caminar hacia María exige una sólida estructura personal.

a) Madurez psico-afectiva. La capacidad de encuentro con el otro forma parte de una de las experiencias fundamentales y más problemáticas del obrar y del sentir humano. La historia, en efecto, se caracteriza sobre todo como proceso de hostilidad entre individuos y pueblos. Es una condición que revela el estadio de inmadurez de la humanidad entera y refleja condiciones individuales generalizadas de inmadurez psicoafectiva. Parece aceptado que el conocer se realiza a través de estructuras afectivas. Ahora bien, la capacidad de entrar en relación con el otro, que es antes de nada conocimiento, revela justamente el grado de madurez de tales estructuras y libera del miedo de revelarse a sí mismo. Además, favorecerá la integración real entre fe y vida, establecida en la medida de la autenticidad de la vida cristiana. El índice evidente de ese proceso en acto en el joven se manifiesta en la adopción de una identidad personal precisa.

b) María y la búsqueda juvenil de identidad. Uno de los motivos que más angustien el alma del joven es la búsqueda de identidad, sometida a crisis por el tipo de axiología hoy vivida en contraste con el mundo adulto. En el contexto de transición del pasado al futuro, el joven experimenta la insatisfacción por lo contingente, que se revela como aleatorio, y la inseguridad por la construcción del futuro, haciéndolo emotivamente frágil. Sólo que esta incertidumbre estructural es reveladora de la exigencia juvenil de modelos de identificación.

Pero el modelo único es Cristo. Por eso hay que establecer la justa relación entre Cristo modelo y María modelo. El primero se deberá considerar la unicidad ontológica, y por tanto original y divina; la segunda, como la más perfecta imitadora de tal unicidad. María adopta la función de modelo del cristiano por ser la más cercana a Cristo y, al mismo tiempo, la más cercana a los hombres. Una conclusión así se puede deducir de la narración evangélica de su vida, pero también del esfuerzo por encontrarla en lo cotidiano. Ella es el modelo que realiza plenamente su personalidad humana y cristiana, su identidad. El indice-simbolo de la integración efectuada en la vida del cristiano parece que hay que buscarlo en la capacidad oblativa. María es imagen de la entrega completa de sí a los otros, no por un fin puramente filantrópico, sino como consecuencia de su apertura de alma a la propuesta divina. Modelo no sólo en orden a la fe, sino también a la acción. Esto le atribuye el apelativo de "respuesta vital" a las esperanzas del hombre contemporáneo.

c) Aspiraciones juveniles y figura de María. La tendencia juvenil a la solidaridad se manifiesta como síntoma de la búsqueda juvenil de valores fundados en una moralidad societaria. María en su vida evangélica es un ejemplo constante de solidaridad con el pueblo cristiano. No viene al caso aquí recordar episodios bíblicos como confirmación de tal realidad, puesto que se intenta hacer una lectura que trascienda el hecho para detenerse en el mensaje. Es ciertamente positiva la tendencia juvenil a la solidaridad, pero cuando no se convierte en fuga del propio yo.

El descontento y la angustia juveniles parece que tienen origen en esa dificultad, revelando también la exigencia de relaciones más auténticas, arraigadas en el intercambio inmediato de los sentimientos propios hacia un equilibrio afectivo más estable. María ha demostrado madurez en semejante relación en el momento de la anunciación y de la visitación. No vaciló en engrandecer al Señor y en exponer sus sentimientos de júbilo (Lc 1,47). Su ejemplo anima a estas exigencias juveniles y ofrece garantías precisas a cuantos recorren el mismo camino, ya que para ella ese recorrido ha significado su "dicha" (Lc 1,45-48).

Un segundo fenómeno nos hace meditar sobre el antiinstitucionalismo de los jóvenes y sus consecuencias. En esta actitud se pueden leer algunas aspiraciones a una sociedad menos burocrática, a una gestión diversa del poder, a una religiosidad menos legalizada desde el punto de vista normativo y menos rígida en el plano litúrgico. María no titubeó en alabar a Dios por su acción contra los poderosos (Lc 1,52) y contra los que detentaban el poder de manera opresora. El canto del Magnificat, en efecto, es una perfecta expresión de la espiritualidad de la liberación.

Por lo que atañe a la acusación de rigidez lanzada contra la liturgia, parece oportuno notar que María vivió las celebraciones litúrgicas con fidelidad a las leyes mosaicas "celebrando la vida". En María la celebración de la vida consistía en escuchar la palabra de Dios, de la cual brotaba la atención a los demás y el compromiso por hacerla eficaz.

2. EL JOVEN Y LA FIGURA MATERNA.

La referencia a una figura femenina en el proceso de maduración cristiana del joven requiere algunas precisiones sobre las consecuencias antropológicas y simbólicas. En la sensibilidad juvenil, el tema de la maternidad de María es objeto de significativa reiteración. La imagen de la madre evoca una expresión de gozo, de seguridad, de abandono total, que llegan progresivamente a configurarse como experiencia de la más completa integración psíquica.

a) Figura materna e imagen de María. Si la imagen materna es la base del nacimiento de la experiencia religiosa del niño, imprimiendo a esta última el carácter de ambigüedad y la sospecha de infantilismo, el descubrimiento de la figura de María empuja a un camino de madurez. Ella, en efecto, no fue una madre posesiva y celosamente replegada sobre su hijo, sino "mujer que con su fe favoreció la fe de la comunidad apostólica en Cristo (cf Jn 2,1-12), y cuya función materna se ensanchó adquiriendo en el Calvario dimensiones universales" (MC 37). La maternidad de María se concreta de manera típica, virginalmente, ofreciendo estimulo al joven que debe afrontarla.

b) Maternidad virginal. Hoy se intenta volver a encontrar en la virginidad de María el sentido del misterio ya subrayado por san Ignacio de Antioquía: "Y permanecieron ocultos al príncipe de este siglo la virginidad de María y el parto, lo mismo que la muerte del Señor; tres clamorosos misterios (que se debían proclamar altamente) que fueron realizados en el silencio de Dios". La realidad del misterio es un mundo que no termina nunca de cautivar al joven; casi por instinto propende a cuanto puede ofrecerle la ocasión de una aventura. Vivir el misterio para el joven cristiano significa abandonarse al silencio de la fe con el impulso y la decisión propios de la aventura. La virginidad de María es un misterio cuyo significado teológico se percibe en las tres perspectivas: cristológica, salvífica y existencial. En esta última, tal característica es comprensible dentro de una elección religiosa, como lo fue la de María por Dios, en forma de una "opción valiente, llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios" (MC 37). En tal perspectiva la virginidad de María constituye objeto de novedad y de descubrimiento para muchos jóvenes.

La madre de Cristo, observada en una cierta perspectiva, aparece como un modelo accesible. Sin embargo, una presentación que se detuviera en el puro nivel histórico correría el riesgo de degradar el significado pleno de su persona glorificada. Ella trasciende las aspiraciones de los jóvenes porque vive en una dimensión de misterio, aunque no por eso fuera de la perspectiva humana. De esta conciencia arranca todo intento de encuentro vivo y personal con María.

3. LOS LUGARES DE ENCUENTRO. Las indicaciones sugeridas no son un alarde de novedad, puesto que los lugares de encuentro con lo divino no pueden ser mudables. Cambia la forma de presentarlos. Lo que sigue es un esfuerzo por reformular los lugares heredados de la tradición, concentrando la atención en la vivacidad fenomenológica de la condición juvenil.

a) La veneración, el culto y la expresión litúrgica. Parece necesaria una fugaz ojeada a la hermenéutica de la oración mariana. La tradición enseña que orar al Padre (Lc 11,2-4; Mt 6,9-13) pertenece a la experiencia cristiana central. Sin embargo, del hecho de la creación, momento en el que Dios se comunica a las criaturas de manera tal que se convierten en su imagen y semejanza, se puede deducir un motivo de justificación de la oración mariana. Ésta se sitúa en el plano de continuidad entre criatura y creador establecido por la bondad divina.

En tal contexto adquiere significado la expresión ya clásica de devoción mariana que es el rosario, cuyo elemento principal es la contemplación (MC 47). En virtud de su esencia, el rosario se impone por inducir al ejercicio ascético, requisito esencial para el pleno desarrollo de la personalidad humana. Con la veneración y el culto, el joven da cauce a la expresión litúrgica, que ahora adquiere un significado más amplio, convirtiéndose en celebración de la vida que no anula el culto ritual, sino que lo prepara impidiendo que degenere en ritualismo. La expresión litúrgica se convertirá así en motivo de continua conversión y de comunión con Cristo a ejemplo de María.

b) Ejercicios espirituales, opción cristiana e influjo mariano. Hay que redescubrir los ejercicios espirituales como ocasión preciosa y lugar privilegiado de la ascesis a la que se ha hecho referencia. María será una presencia viva y concreta, un conocimiento purificado del proceso ascético, muy cercana al joven que inicia un camino de conversión, como estuvo presente en la iglesia de los primeros pasos.

c) Imitación y arte sacro. Ya en las líneas precedentes se ha intentado evidenciar el significado teológico de imitación de María, que comporta un estilo de vida orientado a Cristo. Además de las imitaciones, que no se pueden considerar simples conductas de vida, hay otras ocasiones particulares, como las representaciones teatrales, festivales y recitales, importantes por su función esencialmente comunicativa. A estas formas de imitación puede añadirse el arte sacro, hoy en primer plano de la atención teológica. El uso de la imagen responde, en efecto, a la naturaleza del hombre, el cual es ayudado en su dimensión corpórea por las cosas visibles para elevarse al amor de las cosas espirituales. Es lo que, en sustancia, podemos recoger de la "teología estética". En ese contexto encuentra su puesto el mundo de los audiovisuales. Éstos constituyen un medio insustituible, dado que vivimos en la civilización de la imagen, para transmitir un conocimiento de María mediante la vía de la belleza.

d) Del silencio, su silencio. La civilización industrial es calificada de "civilización del ruido". El silencio es cada vez más sofocado, y con ello la posibilidad, sobre todo para el joven, de ir más allá de lo cotidiano en sus exigencias y expectativas, de estudiar perspectivas más allá de lo contingente, hacia lo trascendente. Frente a la conciencia de ese engaño, las reacciones son múltiples, y van desde la droga o la violencia física a la vida vivida según técnicas y filosofías orientales. Otros, en cambio, advierten la creciente necesidad de silencio para encontrar a través de él la armonía con el cosmos. En semejante condición, el joven alcanza un notable grado de objetividad porque está dentro de una situación que no permite huir o engañar. Aquí se encuentra a sí mismo, en el anhelo original y fundamental del bien, debido a su condición de "imagen de Dios". Es un descubrimiento que ciertamente no fomenta la contingencia de una moda, sino que va mucho más allá.

En virtud de tal persuasión, debida al éxito positivo y lisonjero de algunas experiencias llevadas a cabo por el que escribe, hemos querido unir al descubrimiento del silencio el relativo a la persona de María. La referencia es a su alcance espiritual. Así eI joven medita el dato evangélico sobre María y la descubre como mujer umbrátil, que a través de su actitud ha engendrado para el mundo al Salvador. Su silencio en función salvífica se extiende con los años y se hace válido para todo cristiano. Del silencio de Dios y del silencio de María ha brotado la redención, la nueva alianza para el hombre. Del silencio de Dios y del de cada individuo deriva la conciencia juvenil de su propio papel en la historia de la salvación y surge la presencia de María como prototipo de ayuda con su concretez y funcionalidad.

El alcance de aquella experiencia no podrá menos de tener repercusiones psicológicas y reacciones afectivas en el joven. Se sentirá inducido a establecer una relación afectiva adulta con María, ajena a cesiones sentimentalistas; vencerá la disgregación interior para apropiarse su identidad humana y cristiana. Logrado un conocimiento semejante, menos espurio, de María, el joven se sentirá movido a optar por consagrarse a ella, porque la siente como verdadera madre que ayuda a vivir mejor los compromisos bautismales. No obstante, cada personalidad tendrá formas de acercamiento diversas a la madre de Cristo. Lo que es indispensable, por encima de cualquier propuesta, es la aceptación de María en la vida como "signo de apertura al don de Dios, ofrecido al discípulo de Jesús, para reforzar y hacer cada vez más maduro su amor a él".

A. GALLIO
DICC-DE-MARIOLOGIA. Págs. 1011-1021