MARÍA MUJER PROFÉTICA,
SACERDOTAL Y REAL
PROFECÍA - SACERDOCIO - REALEZA
TRES PERSPECTIVAS PARA OBSERVAR EL
MISTERIO Y EL MENSAJE MARIANOS.
Otra profundización necesaria del CdA se refiere a la articulación de cada una de las
partes en torno a tres perspectivas bíblico-teológicas: profecía, sacerdocio y reino. El
análisis de cómo se presenta a María desde esta triple perspectiva nos parece que es una
manera muy adecuada para comprender también el sentido actual con que el CdA utiliza
estas categorías y qué fuerza de actualización pueden tener.
a) M/MUJER-PROFETICA PROFECIA/QUE-ES: María, mujer profética.
¿Qué es lo que significa profecía en el CdA? Hay que pensar en este término no sólo
como palabra sino como fuerza de la palabra. Al mismo tiempo que el de anuncio, adquiere
también el sentido de juicio de salvación, toma de conciencia, toma de posición frente a los
hechos, frente a los comportamientos propios y de los demás. Es la aptitud para mantenerse
abiertos a la palabra de Dios para discernir y saber escoger en cada situación
lo que es bueno y conforme con el proyecto de Dios en nosotros, en los demás y en la
historia.
El CdA subraya en repetidas ocasiones que en María este darse cuenta, este tomar
posición, este ponerse a escuchar, este obrar con responsabilidad es mucho más atento y
más profundo que en nosotros, que tantas veces nos vemos perturbados y oscurecidos por
el egoísmo y por el miedo. Ella vio las cosas con mayor limpidez porque estaba también
más
disponible para ello.
El primer encuentro con María tiene lugar cuando Jesús, maestro y profeta, "aceptó el
valor que tiene la familia como lugar de experiencias y de relaciones humanas
fundamentales, orientadas al crecimiento de las personas" (p. 34) y al mismo tiempo exige
de la familia algo más (p. 34). Efectivamente, Cristo, al quedarse a los doce años en el
templo sin que lo supieran sus padres, "pone de manifiesto que la autoridad de los padres
tiene también sus limitaciones" (p. 34). La misma María se ve llamada a darse cuenta de ello
frente a las exigencias del Padre. Y María percibe que Dios tiene un proyecto misterioso
sobre ella. De hecho, también ella tiene que realizar un camino de descubrimiento
progresivo, como cualquier otra persona humana: conserva las cosas en su corazón (lo
mismo que ha de hacer también la comunidad cristiana: sugiere el CdA en la p. 112); le
cuesta trabajo comprender el misterio de su Hijo. "Dios no descifra el misterio hasta su última
coma. Revela solamente lo esencial; después deja a María la tarea de buscar" (p. 223). Se
trata por tanto, de un itinerario lento, que exige constancia, perseverancia, compromiso,
pero que en la fe sabe descubrir en el hombre Jesús al Hijo de Dios: "Una fe que, sin
embargo, necesita tiempo y reflexión para madurar. Así le sucedió a su madre [de Jesús],
que tuvo que meditar las palabras de su Hijo cuando, a los doce años, lo encontró en el
templo" (p. 133).
Luego, frente a la exaltación de la maternidad de María (Lc 11,27), Jesús vuelve a insistir
en la primacía absoluta que tiene escuchar la palabra de Dios y cumplir su voluntad (pp.
34-35). La Virgen madre, instrumento del Espíritu de Dios, "comprendió que sólo una cosa
tiene valor absoluto: hacer suya la voluntad de Dios" (p. 350). María misma se convierte en
mensaje que anuncia cómo las relaciones más íntimas con Dios en la fe, en la adhesión a
su voluntad, tienen precedencia absoluta sobre los vínculos de la sangre. "En la humildad
de su fe ella [María] no pretende entenderlo todo de inmediato. Acepta la condición del que
busca, y espera con paciencia a que un día llegue el tiempo de comprender plenamente" (p.
223).
Esta claridad y disponibilidad es lo que María comunica a los apóstoles; de esta forma en
el cenáculo mientras esperan el día de pentecostés, ayuda a los discípulos a captar más en
profundidad el mensaje de Nazaret. La iglesia en la escuela de María alcanza "luz y ayuda
para realizar la misión recibida de Dios" (p. 354), aprende a ponerse "religiosamente a la
escucha de la palabra de Dios y está atenta también a la de los hombres -con sus
problemas, su experiencia, sus aspiraciones- para discernir en ellas la voz del Espíritu" (p.
204) de las voces de otros mensajeros, y poder captar de este modo qué es lo que Dios le
ofrece y le pide (p. 354).
También el cristiano llamado a ser "corresponsable de la historia" y a tomar conciencia de
que "el proyecto de Dios está en sus manos" (p. 403s), como lo fue María con su "¡he aquí
la esclava del Señor!" que la puso al servicio total del Salvador (pp. 131, 222-223, 349-350)
tiene en ella "la referencia más segura para tratar de comprender qué es lo que significa ser
iglesia, en comunión con Dios y con los hermanos" (p. 356). Nadie tiene la limpidez de su
mirada para "ver, juzgar y optar como cristianos" (pp. 414-420) Todo discípulo de Cristo,
para hacer "sus opciones conforme con la voluntad de Dios" (p. 415), tiene que estar, como
María, "abierto al Espíritu", que lo "guía hacia una mayor capacidad de juicio" (p. 416).
b) M/MUJER-SACERDOTAL: María, mujer sacerdotal.
SCDO-COMUN/QUE-ES: ¿Qué es lo que significa sacerdocio en el CdA? Se trata sin
duda de un término difícil y arduo como pocos para la mentalidad moderna. Incluye varios
significados que podrían expresarse de esta manera: asumir las situaciones del hombre
para realizar la salvación a través de la palabra, los sacramentos y el testimonio; hacerse
cargo del mal que hay en el mundo, no sólo para condenarlo, sino para algo más, para
salvarlo y para liberarlo; llevar el peso de los demás, los sufrimientos de los hermanos para
ser corresponsable y solidario de todos ellos, servir a Dios y al hombre a través de la
entrega de la propia vida, ofrecida al Padre para atestiguar ante el mundo a Cristo y su
reino.
Dentro de estos significados tan profundos y tan comprometedores encuentra su terreno
más rico y fecundo el mismo mensaje mariano. Nos detendremos tan sólo en algunos
ejemplos para ver la repercusión que esto tiene para una vida que quiera ser
conscientemente cristiana.
Desde las primeras páginas del CdA surgen algunos interrogantes frente al anuncio
profético de Cristo "¿Quién es éste?" (p. 113). "¿Tuvo; una madre?" (p. 34). "¿Cómo el
Verbo de Dios, eterno junto al Padre, se hizo hombre en medio de los hombres?" (p. 127).
Entre las otras respuestas dadas de Cristo como Señor, Cordero de Dios, Hijo único del
Padre, Salvador..., el CdA se preocupa de destacar que Jesús es "el Hijo de María" (p.
128). Por medio de ella Cristo es "uno de tantos" (p. 133), por lo que el cristiano profesa ya
desde el bautismo su fe en Jesucristo, que "nació de María" (p. 125). Este vínculo vital, tan
profundo entre Jesús y María que nos narran los evangelios de la infancia, llamados
"anuncio gozoso de la intervención de Dios para salvar a los hombres" (p. 128), muestra
toda la parte conscientemente personal que tuvo María en la venida al mundo del Hijo de
Dios y sobre todo revela el significado profundo de su maternidad virginal. Jesús es "don
absolutamente gratuito del Padre", puesto que "el Salvador es fruto único del amor de Dios,
del Espíritu Santo y de la humilde aceptación de una virgen" (p. 130). Es "el origen de un
nuevo pueblo, el comienzo de una nueva creación que ya no tiene su fundamento en la
carne, sino en el Espíritu" (p. 352). Con la maternidad virginal y la consciente aportación
humana de María, fecundada por el Espíritu Santo, "el misterio se revela ya en sus lineas
esenciales: don de Dios, fe del hombre, velada presencia del Eterno en la historia, germen
de salvación en cuanto asume todo lo que es humano, excepto el pecado" (p. 131). Dejar
de comprender el significado de esta maternidad virginal significaría no solamente dejar de
comprender la encarnación del Hijo de Dios, sino que en definitiva equivaldría a ignorar el
modo de actuar de Dios en favor de los hombres; seria incluso desconocer a Dios mismo.
c) M/MUJER-REAL RD/QUE-ES: María, mujer real.
¿Qué es lo que significa reino de Dios en el CdA?24 El reino es un don que Dios
concede gratuitamente a todos los hombres: es libertad, esperanza, salvación, motivo
incesante de gozo. La predicación de Jesús y su persona son la ocasión, el momento y el
lugar en que se lleva a cabo este descubrimiento. El que quiera pertenecer al reino, el que
quiera recibirlo y entrar en él, el que quiera aceptar el don, tiene que creer y tiene que
convertirse cada día, sin fin: "El reino de Dios está cerca; convertíos y creed el evangelio"
(Mc 1,15). La iglesia suplica incesantemente a su Señor para que "venga a nosotros su
reino" (Mt 6,10). El reino de Dios está ya en medio de nosotros, pero como semilla, como
levadura, como fermento, como tesoro escondido. Al hombre y de manera especial al
cristiano que ha recibido su anuncio en la fe, le corresponde la tarea de hacerlo manifiesto
cada día más. Cada uno de los pasos que se den para ello, cada una de las conquistas,
cada uno de los esfuerzos gozosos que se realicen por la justicia, por la paz, por la
renovación de la vida del hombre, es una aportación efectiva para el reino, es una
proyección hacia su cumplimiento, es una contribución para alcanzar la meta de todo el
itinerario de fe y de toda la vida cristiana: la recapitulación de todas las cosas en Cristo
para que Dios sea todo en todos (pp. 536-537). Por consiguiente, acoger el reino es
reconocer la soberanía absoluta de Dios sobre toda la historia de los hombres, sobre el
pueblo de Israel, sobre el mundo, sobre las fuerzas del mal, sobre el universo.
El CdA se abre precisamente con Jesús anunciando el reino como don de amor del
Padre y afirma que es para los pobres (pp. 19-26), para los que no tienen reinos en la
tierra, para los que se ponen al lado de los que sufren, con amor y con un espíritu concreto
de servicio.
Y María, pobre entre los pobres, la única verdaderamente disponible y abierta a la
iniciativa de Dios, ha alcanzado ya la plenitud del reino. En ella, madre de Cristo, primera
discípula de Cristo y madre de la iglesia, se resumen los siglos pasados y emprenden su
marcha los futuros hasta la llegada definitiva del reino. En ella "el mundo viejo recibe las
primicias de la segunda creación" (p. 351).
Madre de Dios, virgen, libre de todo pecado y enteramente santa, asunta al cielo en
cuerpo y alma, MarÍa ha entrado en el reino con todo lo que ella es, transfigurada en el
cuerpo, hecho glorioso como el del Hijo (p. 351). La muerte y la resurrección de Cristo ha
hecho posible la santidad total de María, la grandeza de su fe, la simplicidad de su
obediencia, su generosa y eficaz cooperación a los proyectos de Dios. En ella se ha puesto
de manifiesto "lo que la redención ofrece a todos: la victoria sobre el pecado con el
segundo nacimiento, la victoria sobre la muerte con la resurrección del cuerpo" (p. 351). Así
pues, María es para nosotros primicia y garantía de lo que hemos de ser; es signo de
segura esperanza y de consuelo para el pueblo de Dios que peregrina, hasta el momento
en que llegue el día del Señor (p. 354).
Si María pudo nacer "enteramente santa, llena de gracia", esto quiere decir que el Hijo
de Dios, hecho hombre gracias a María, mesías solidario de los demás hombres (pp.
75-86), ha conseguido la victoria sobre el pecado y sobre el mal, "dura realidad que
acompaña y condiciona la existencia de los hombres" (pp. 59-64); esto quiere decir que "el
mal del mundo no es ya absolutamente irremediable" (p. 353). El reino de Dios trae consigo
la plena liberación a todos los discípulos de Cristo; es la certidumbre de la victoria del bien
y de la vida.
El privilegio de la asunción de María manifiesta cuál es la meta a la que Jesús llama a
los redimidos. La iglesia, mientras mira a la que la precedió, aspira entre gemidos a "esa
salvación integral que Cristo ha prometido y ha realizado con su muerte y su resurrección"
(p. 354). El gemido de la iglesia, "llamada a emprender el camino hacia el reino" (p. 355), no
es el de la agonía que precede a la muerte, sino el del parto que precede y abre el camino
a la Vida. La solemnidad de la Asunción de María, fiesta del destino humano, se convierte
entonces en la respuesta a los grandes interrogantes enigmáticos de la vida, a los que el
hombre responde unas voces con resignado pesimismo y otras con optimismo ilusorio.
María asunta es aquella en quien ya se ha revelado por completo la fuerza salvífica de
Dios, aquella que ya ahora, en el tiempo de la iglesia, en el tiempo "de la paciencia de Dios,
para quien mil años son como el día que pasó" (cf 2Pe 3,8-9), es ya totalmente partícipe de
la resurrección de Cristo.
La iglesia comparte y continúa la actitud de la humilde sierva y va descubriendo cada
vez mejor en la fe las grandes cosas que Dios ha realizado en ella, no sólo para magnificar
al Señor y proclamar bienaventurada a María, sino para revivir en sí misma aquellas cosas
admirables (Lc 1 ,46-55).
En conclusión, el CdA se preocupa por no encerrarse dentro de la descripción de unas
verdades abstractas o desencarnadas, sino por dejar en libertad toda la riqueza del
mensaje mariano en la historia viva, primero de Israel y luego de Cristo y de la iglesia. La
historia de la salvación es historia de Dios, del Dios que se mezcla con la humanidad que
quiere redimir; por tanto, historia de un pueblo, historia de los pequeños, de los olvidados,
puesto que son éstos los que hacen historia y María es una de ellos.
(·PEDICO-M. _DICC-DE-MARIOLOGIA. Págs. 409-412)
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