EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
"FAMILIARIS CONSORTIO"

 

GUÍA DE LECTURA Y ESTUDIO

Hernando Sebá López

 

Del 26 de septiembre al 25 de octubre de 1980 se celebró en Roma el Sínodo sobre la "Misión de la familia cristiana en el mundo de hoy". Los Padres sinodales pusieron en manos del Papa una larga lista de propuestas y le pidieron que publicara un documento en que mostrase "ante la humanidad la viva solicitud de la Iglesia en favor de la familia".

Este deseo lo cumplió el Papa publicando el 22 de noviembre de 1981, el mismo año en que sufrió el atentado, la Exhortación Apostólica "FAMILIARIS CONSORTIO".

El documento consta de cuatro partes, precedidas de una Introducción, y cuyos títulos son:

1ª Parte:
Luces y sombras de la familia en la actualidad.
2ª Parte:
El designio de Dios sobre el matrimonio.
3ª Parte:
Misión de la familia cristiana.
4ª Parte:
Pastoral familiar: tiempos, estructuras, agentes y situaciones.

 

Las dos primeras partes son breves. En la primera describe la situación en que se encuentra actualmente la familia, en sus aspectos positivos y negativos. La segunda parte es una reflexión teológica sencilla, pero profunda, sobre el designio de Dios sobre el hombre, el matrimonio, la familia y la sociedad. La tercera parte es la más extensa y la más importante del documento. Se divide en 4 capítulos en donde se plantean los grandes problemas modernos que afectan al matrimonio y a la familia. La cuarta parte desciende al terreno práctico, es decir, al de la Pastoral Familiar, con una mención especial de las llamadas situaciones difíciles.

1ª Parte: LUCES Y SOMBRAS DE LA FAMILIA EN LA ACTUALIDAD

 

1.- CONOCER LA SITUACIÓN ACTUAL: (Nº. 4 -5)

Antes de abordar el análisis de los aspectos positivos y negativos que vive la familia actualmente, se hacen importantes clarificaciones:

1.- La Iglesia debe conocer el contexto actual dentro del que se realiza el matrimonio y la familia para llegar a una comprensión más profunda de ese "inagotable misterio" que es el mismo matrimonio y la familia.

2.- Este conocimiento en profundidad es una exigencia imprescindible en la tarea evangelizadora de la Iglesia. Tanto más cuanto que la potente organización de los medios de comunicación ofrece a las parejas "perspectivas y propuestas seductoras, pero que en diversa medida comprometen la verdad y la dignidad de la persona humana".

3.- Frente a esta realidad la Iglesia pone a disposición de las familias el discernimiento evangélico que hace y ofrece una orientación que salve la dignidad del matrimonio y de la familia.

4.- Es un discernimiento que se lleva a cabo con el sentido de la fe, suscitado y mantenido por el Espíritu Santo en el Pueblo de Dios, no sólo a través de los obispos, sino también por medio de los seglares de modo que "la virtud del Evangelio brille en la vida diaria, familiar y social" (LG 35).

5.- Es importante aclarar que en este discernimiento la Iglesia busca ante todo la verdad, que no siempre coincide con la opinión de la mayoría. También se hace ayudar de la investigación sociológica y estadística, pero tal investigación "por sí sola no debe considerarse, sin más, expresión del sentido de la fe".

6.- En todo este procedimiento son los esposos y padres cristianos quienes "pueden y deben ofrecer su propia e insustituible contribución, capacitados como están por el don del sacramento del matrimonio".

2.- LA FAMILIA EN EL MUNDO DE HOY: (Nº. 6)

1.- La situación de la familia en el mundo actual presenta los siguientes aspectos positivos:

2.- Sin embargo, se están degradando algunos valores fundamentales cuyos signos son:

Texto para la reflexión en grupo :

"En la base de estos fenómenos negativos está muchas veces una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta".

3.- INFLUENCIA EN LA MENTALIDAD DE LOS CRISTIANOS: (Nº. 7) En este ambiente negativo y presionados por los medios masivos de comunicación social, los cristianos no siempre se mantienen inmunes de esta pérdida de valores, ni tampoco se constituyen en conciencia crítica de esta cultura familiar y como constructores de un auténtico humanismo familiar.

4.-. NECESIDAD DE SABIDURIA: (Nº. 8) Es la hora, para toda la Iglesia, de una profunda reflexión y de un serio compromiso para que la cultura adveniente sea evangelizada, generando, así, un "nuevo humanismo". La ciencia moderna y la tecnología podrían ofrecer nuevas posibilidades en esta tarea. Lamentablemente están en manos de opciones políticas que orientan sus fines, muchas veces, en contra del mismo hombre.

Texto para la reflexión en grupo:

"Volver a comprender el sentido último de la vida y de sus valores fundamentales es el gran e importante cometido que se impone hoy día para la renovación de la sociedad".

Esta sabiduría debe ser apoyada por la ciencia. Es imprescindible, también la educación de la conciencia moral que lleva a todo hombre a juzgar y a discernir los modos más adecuados para realizarse según el proyecto de Dios.

5.- CONVERSIÓN E INCULTURACIÓN: (Nº. 9-10)

Este proceso exige, por un lado, una permanente conversión de la mente y del corazón para vencer el egoísmo que se enraiza en lo íntimo de las personas. Por otro lado, la "inculturación de la fe" debe ser una realidad en el ámbito del matrimonio y de la familia.

Texto para la reflexión en grupo :

"Una fe que no se hace cultura es una fe no acogida plenamente, no pensada por entero, no fielmente vivida. La fe compromete al hombre en la totalidad de su ser y de sus aspiraciones. Una fe que se situase al margen de lo humano y, por tanto de la cultura, sería una fe infiel a la plenitud de cuanto la Palabra de Dios manifiesta y revela, una fe decapitada, más aún, una fe en proceso de disolución". (Juan Pablo II en Medellín (Colombia), 5 de julio de 1985).

2ª Parte : EL DESIGNIO DE DIOS SOBRE EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA

 

1.- EL AMOR, VOCACIÓN FUNDAMENTAL DEL SER HUMANO: (Nº. 11)

En esta Segunda Parte la Exhortación Apostólica comienza haciendo una afirmación que es básica para entender el designio de Dios sobre el matrimonio y que vale la pena reproducir íntegramente para reflexionarla en profundidad:

"Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano".

El amor abarca a todo el hombre, materia y espíritu, y el llamado al amor Dios lo hace a esta "totalidad unificada" que es la persona humana. Por tanto, la relación sexual de los esposos no es algo puramente biológico, sino que "afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal".

Esta unión se realiza de una forma verdaderamente humana solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. Por eso, "el único 'lugar' que hace posible esta donación total es el matrimonio", entendido como "pacto de amor conyugal o elección consciente y libre con el que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios".

2.- EL MATRIMONIO, EXPRESIÓN DE LA COMUNIÓN DE AMOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES: (Nº. 12):

La alianza esponsal entre el hombre y la mujer es imagen y símbolo de la Alianza que unió a Dios con su Pueblo de Israel.

El pecado que atenta contra el pacto conyugal se convierte en imagen de la infidelidad del Pueblo de Israel a su Dios: la idolatría es prostitución (cf. Ez 16,25), la infidelidad es adulterio, la desobediencia a la ley es abandono del amor esponsal del Señor. A pesar de estas infidelidades, Dios sigue siendo fiel. Esta fidelidad divina es ejemplo de las relaciones de amor fiel que deben existir entre los esposos.

3.- JESUCRISTO Y EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO: (Nº. 13):

El amor de Dios a los hombres halla su complemento definitivo en Jesucristo. El, como Esposo que ama y se da como Salvador de la humanidad, asume la naturaleza humana y ofrece el sacrificio de sí mismo en la cruz por su Esposa, la Iglesia.

La Iglesia enseña que el matrimonio de los bautizados es un sacramento. En efecto, mediante el bautismo el hombre y la mujer son incorporados a la Nueva Alianza que es la Alianza esponsal de Cristo con su Iglesia. Y por esta incorporación "la comunidad íntima de vida y amor, fundada por el Creador, es elevada y asumida por el amor esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza redentora".

Texto para la reflexión en grupo:

"En virtud de la sacramentalidad de su matrimonio, los esposos quedan vinculados uno al otro de la manera más profundamente indisoluble. La recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo sacramental, de la misma relación de Cristo con su Iglesia. Los esposos son, por tanto el recuerdo permanente, para la Iglesia, de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes".

4.- LOS HIJOS, DON PRECIOSO DEL MATRIMONIO: (Nº. 14):

Texto para la reflexión en grupo :

"En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don y el amor conyugal, a la vez que conduce a los esposos al recíproco 'conocimiento' que les hace 'una sola carne' (Gen 2, 24), no se agota dentro de la pareja ya que los hace capaces de la máxima donación posible, por la cual se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana".

El amor de los padres para con sus hijos está llamado a ser para ellos el signo visible del mismo amor de Dios.

5.- LA FAMILIA, COMUNIÓN DE PERSONAS: (Nº. 15):

En la familia se da una red de relaciones interpersonales. Los hijos son engendrados y progresivamente introducidos, por la educación, en la comunidad humana. También, por el bautismo y la educación en la fe son introducidos en la familia de Dios, que es la Iglesia. La familia cristiana edifica la Iglesia. En efecto, el matrimonio cristiano, partícipe de la eficacia salvadora de la muerte y resurrección de Cristo, "constituye el lugar natural dentro del cual se lleva a cabo la inserción de la persona humana a la gran familia de la Iglesia".

6.- MATRIMONIO Y VIRGINIDAD: (Nº. 16):

El matrimonio y la virginidad son dos modos específicos de realizar íntegramente la vocación de la persona humana al amor. "Son dos modos de expresar y de vivir el único Misterio de la Alianza de Dios con su pueblo". En una sociedad donde el matrimonio es desprestigiado, pierde significado la virginidad. En cambio, cuando la sexualidad humana se considera un gran valor dado por el Creador, adquiere significado la renuncia de este valor por el Reino de los Cielos.

Texto para la reflexión en grupo :

"En la virginidad el hombre está a la espera, incluso corporalmente, de las bodas escatológicas de Cristo con la Iglesia, dándose totalmente a la Iglesia con la esperanza de que Cristo se dé a ésta en plena verdad de la vida eterna. La persona virgen anticipa así, en su carne, el nuevo mundo de la resurrección futura (cf. Mt 22, 30)".

La persona virgen, aunque renuncia a la fecundidad física, se convierte espiritualmente fecunda, padre y madre de muchos.

 

3ª Parte: MISIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA

 

La esencia y el cometido de la familia cristiana están definidos por el amor. Por eso su tarea fundamental es ser una comunidad de vida y de amor. La familia recibe la grandiosa misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como un reflejo y participación del amor que Dios tiene a todos los hombres y Jesucristo a su Iglesia. A partir de esta premisa, la Tercera Parte del Documento desarrolla 4 capítulos que son los 4 grandes cometidos generales de la familia:

I.- FORMACIÓN DE UNA COMUNIDAD DE PERSONAS (Nº. 18-27)

1.- Cometido principal de la familia: vivir fielmente la realidad de la comunión es un esfuerzo constante por desarrollar una auténtica comunidad de personas. Dicha comunión de personas no puede realizarse sino a través del dinamismo interior que es el amor, el cual vivifica la comunidad conyugal y familiar (Nº. 18).

2.- La comunión primera es la que se desarrolla entre los cónyuges, los cuales están llamados a crecer continuamente en esta comunión por medio de la fidelidad de cada día a su compromiso matrimonial.

La comunión conyugal se alimenta mediante la voluntad personal de los dos esposos de compartir todo su Proyecto de Vida: lo que tienen y lo que son. Pero en Cristo, esta exigencia humana se purifica y se eleva por medio del sacramento del matrimonio. En efecto, el Espíritu Santo ofrece a los esposos cristianos el don de una nueva comunión de amor, imagen de la unidad que hace de la Iglesia el Cuerpo Místico de Jesús (Nº. 19).

3.- La comunión conyugal se caracteriza no sólo por su unidad sino también por su indisolubilidad. Hoy día, en muchos sectores de la sociedad, se considera difícil el vincularse a un persona por toda la vida. Dios quiere y da la indisolubilidad del matrimonio como fruto, signo y exigencia del amor absolutamente fiel que El tiene al hombre, y que Jesús vive hacia su Iglesia. Dar testimonio del inestimable valor de la indisolubilidad y fidelidad matrimonial es uno de los deberes más preciosos y urgentes de las parejas cristianas de nuestro tiempo (Nº. 20).

4.- La comunión conyugal constituye el fundamento sobre el que se va edificando la más amplia comunión de la familia: de los padres e hijos, hermanos y hermanas entre sí; de los parientes y demás familiares.

Texto para la reflexión en grupo:

"Todos los miembros de la familia, cada uno según su propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de construir, día a día, la comunión de las personas haciendo de la familia una "escuela de humanidad más completa y más rica" (GS 52)".

Momento privilegiado para construir la comunión en la familia lo constituye "el intercambio educativo entre padres e hijos, en que cada uno da y recibe". Los padres deberán ejercer su autoridad "como un verdadero y propio ministerio, esto es, como un servicio ordenado al bien humano y cristiano de los hijos, y ordenado en particular a hacerles adquirir una libertad verdaderamente responsable". (Nº. 21).

Texto para la reflexión en grupo:

"La comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio. Exige, en efecto, una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a la tolerancia, al perdón, a la reconciliación".

5.- Llegado a este punto, el documento presta especial atención a la mujer, a sus derechos y deberes en la familia y en la sociedad.

Resalta la igual dignidad y responsabilidad respecto al hombre. Creando al hombre "varón y mujer" (cf. Gen 1, 2-7), Dios da la dignidad personal de igual modo al varón y a la mujer, enriqueciéndolos con los derechos inalienables y con las responsabilidades que son propias de la persona humana. Además, Dios manifiesta de la forma más elevada posible la dignidad de la mujer asumiendo El mismo la carne humana de María Virgen (Nº. 22).

6.- Se debe superar la mentalidad según la cual el honor de la mujer deriva más del trabajo exterior que de la actividad familiar. Se debe reconocer a las mujeres, como a los hombres, el derecho de acceder a las diversas funciones públicas; pero la sociedad debe, sin embargo, estructurarse de tal forma que las esposas y las madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa. Las familias tendrán que vivir y prosperar dignamente, aunque las mujeres se dediquen totalmente a la propia familia (Nº. 23).

7.- El mensaje cristiano sobre la dignidad de la mujer encuentra una oposición en la persistente mentalidad que considera a la mujer como una cosa, como objeto de compraventa, al servicio del interés egoísta o del solo placer. Tenemos ejemplos en la pornografía, en la prostitución, en las diferentes discriminaciones que se encuentran en el ámbito de la educación, de la profesión, de la retribución del trabajo, etc.

Otras formas de discriminación humillante afectan a algunos grupos particulares de mujeres como: las esposas que no tienen hijos, la viudas, las separadas, las divorciadas, las madres solteras. La Iglesia debe desarrollar una acción pastoral específica más enérgica e incisiva, a fin de que estas situaciones sean vencidas definitivamente (Nº. 24).

8.- Dentro de la comunión-comunidad conyugal y familiar, el hombre está llamado a vivir su don y su función de esposo y padre. El auténtico amor conyugal supone y exige que el hombre tenga profundo respeto por la igual dignidad de la mujer. El amor a la esposa madre y el amor a los hijos son para el hombre el camino natural para la comprensión y la realización de su paternidad (Nº. 25).

Texto para la reflexión en grupo:

"Como la experiencia enseña, la ausencia del padre provoca desequilibrios psicológicos y morales, además de dificultades notables en las relaciones familiares, como también, en circunstancias opuestas, la presencia opresiva del padre, especialmente donde todavía vive el fenómeno del "machismo", o sea la superioridad abusiva de las prerrogativas masculinas que humillan a la mujer e inhiben el desarrollo de sanas relaciones familiares".

9.- En la familia, comunidad de personas, debe reservarse una atención especialísima al niño, desarrollando una profunda estima por su dignidad personal, así como un gran respeto y un generoso servicio a sus derechos.

La acogida, el amor, la estima, el servicio múltiple y unitario - material, afectivo, educativo, espiritual - a cada niño que viene a este mundo, deberá constituir siempre una nota distintiva e irrenunciable de los cristianos, especialmente de las familias cristianas.

10.- Hay culturas que manifiestan una singular veneración y un gran amor por el anciano. Otras, en cambio, especialmente como consecuencia de un desordenado desarrollo industrial y urbanístico, han llevado y siguen llevando a los ancianos a formas inaceptables de marginación, que son fuente a la vez de agudos sufrimientos para ellos mismos y de empobrecimiento espiritual para tantas familias.

"La familia es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor en la que el hombre "nace" y "crece". Se ha de reservar a esta comunidad una solicitud privilegiada, sobre todo cada vez que el egoísmo humano, las campañas antinatalistas, las políticas autoritarias, y también las situaciones de pobreza y de miseria física, cultural y moral, además de la mentalidad hedonista y consumista, hacen segar las fuentes de la vida, mientras las ideologías y los diversos sistemas, junto a formas de desinterés y desamor, atentan contra la función educativa propia de la familia" (Juan Pablo II en la Christifideles Laici, Nº 40).

II.- SERVICIO A LA VIDA (Nº. 28-41) Este segundo capítulo de la Tercera Parte del documento tiene 2 Secciones bien distintas:

1ª.- La transmisión de la vida (Nº. 28-35)

1.- El cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida, es decir, cooperar con fortaleza de espíritu con el amor de Dios Creador y Salvador, quien por medio de los esposos aumenta y enriquece diariamente a la familia humana. La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que se amplía y se enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres están llamados a dar a sus hijos (Nº. 28).

2.- Los Padres Sinodales declararon en 1968: "Este Sagrado Sínodo, reunido en la unidad de la fe con el sucesor de Pedro, mantiene firmemente lo que ha sido propuesto en el Concilio Vaticano II (cf. GS 50) y después en la Encíclica "Humanae vitae", y en concreto, que el amor conyugal debe ser plenamente humano, exclusivo y abierto a una nueva vida" (Nº. 29).

3.- En las últimas décadas, por varias y complejas razones, ha nacido y desarrollado en la sociedad una mentalidad contra la vida (anti-life mentality). Ante esta dolorosa situación la Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don maravilloso de Dios. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan al mundo, la Iglesia está a favor de la vida. Por eso promueve por todos los medios y defiende contra toda insidia la vida humana, en cualquier condición o fase de desarrollo en que se encuentre.

La Iglesia condena, como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades de los gobiernos o de otras autoridades públicas, que tratan de limitar de cualquier modo la libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Al mismo tiempo, hay que rechazar como gravemente injusto el hecho de que, en las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto provocado (Nº. 30).

4.- En una situación cultural que muy a menudo es confusa y contradictoria es importante que los teólogos en colaboración con el magisterio jerárquico se comprometan a iluminar cada vez mejor los fundamentos bíblicos, las motivaciones éticas y las razones personalistas de la doctrina católica de la regulación de la natalidad. Así será posible hacer que esta doctrina sea accesible a todos los hombres de buena voluntad, facilitando su comprensión cada vez más luminosa y profunda (Nº. 31).

5.- De acuerdo con una visión cristiana del hombre, la doctrina de la Iglesia está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido, y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador (cf. Humanae vitae, 12). Por eso, cuando los esposos, mediante el recurso al anticoncepcionismo, separan estos dos significados que Dios ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su comunión sexual, se comportan como "árbitros" del designio divino y "manipulan" y envilecen la sexualidad humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación "total".

En cambio, cuando los esposos, mediante el recurso a períodos de infecundidad, respetan la condición inseparable de los significados unitivo y procreador de la sexualidad humana, se comportan como "ministros" del designio de Dios y se "sirven de la sexualidad según el dinamismo original de la donación "total", sin manipulaciones ni alteraciones" (Humanae vitae, 13) (Nº. 32).

Texto para la reflexión en grupo:

"Cuando se trata de conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, criterios que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de la humana procreación, entretejidos con el amor verdadero; esto es imposible sin cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal (Gaudium et Spes, 51).

6.- En el campo de la moral conyugal la Iglesia es y actúa como Maestra y Madre. Como Maestra, no se cansa de proclamar la norma moral que debe guiar la transmisión responsable de la vida. Como Madre, la Iglesia se hace cercana a muchas parejas de esposos que se encuentran en dificultad sobre este importante punto de vista moral.

Pero la Iglesia no cesa nunca de invitar y animar, a fin de que las eventuales dificultades conyugales se resuelvan sin falsificar ni comprometer jamás la verdad. La auténtica pedagogía eclesial revela su realismo y su sabiduría solamente desarrollando un compromiso tenaz y valiente en crear y sostener aquellas condiciones humanas - psicológicas, morales y espirituales - que son indispensables para comprender y vivir el valor y la norma moral.

Entre estas condiciones se deben incluir la fortaleza que proporciona una vida espiritual profunda. Confortados así, los esposos cristianos podrán mantener viva la conciencia de la influencia singular que la gracia del sacramento del matrimonio ejerce sobre todas las realidades de la vida conyugal, y por consiguiente también sobre la sexualidad.

Pero es indispensable, también, el conocimiento de la corporeidad y de sus ritmos de fertilidad. Esto deberá ser posible mediante una información y una educación clara, oportuna y seria. El conocimiento deberá desembocar, además, en la educación del autocontrol; de ahí la absoluta necesidad de la virtud de la castidad y de la educación permanente en ella (Nº. 33).

Texto para la reflexión en grupo:

"Según la visión cristiana, la castidad no significa absolutamente rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana; significa, más bien, energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena".

7.- Es importante poseer una recta concepción del orden moral, de sus valores y normas. El orden moral, precisamente porque revela y propone el designio de Dios Creador, no puede ser algo mortificante para el hombre, ni algo impersonal; al contrario, respondiendo a las exigencias más profundas del hombre creado por Dios, se pone al servicio de su humanidad plena, con el amor delicado y vinculante con que Dios mismo inspira, sostiene y guía a cada creatura hacia la felicidad.

Los esposos cristianos no pueden mirar la ley como un mero ideal que se puede alcanzar en el futuro, sino que deben considerarla como un mandato de Cristo Señor a superar con valentía las dificultades. Es propio de la pedagogía de la Iglesia que los esposos reconozcan ante todo claramente la doctrina de la Humanae vitae como normativa para el ejercicio de su sexualidad y se comprometan sinceramente a poner las condiciones necesarias para observar tal norma.

Esta pedagogía abarca toda la vida conyugal y exige reflexión, información, educación idónea de los sacerdotes, religiosos y seglares que están dedicados a la pastoral familiar. Todos ellos podrán ayudar a los esposos en su itinerario humano y espiritual, que comporta la conciencia del pecado, el compromiso sincero a observar la ley moral y el ministerio de la reconciliación (Nº. 34).

8.- La comunidad eclesial debe preocuparse por suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas a quienes desean vivir la paternidad y la maternidad de modo verdaderamente responsable. Por eso la Iglesia, una vez más, apela con renovado vigor a la responsabilidad de cuantos - médicos, expertos, consejeros matrimoniales, educadores, parejas - puedan ayudar efectivamente a los esposos a vivir su amor, respetando la estructura y finalidades del acto conyugal que lo expresa (Nº. 35).

2ª.- La educación (Nº. 36-41)

9.- La tarea educativa tiene sus raíces en la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios; ellos, engendrando en el amor y por amor una nueva persona, que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligación de ayudarla eficazmente a vivir una vida plenamente humana. El derecho-deber educativo de los padres se califica:

10.- Los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana:

Texto para la reflexión en grupo:

"Ante una cultura que "banaliza" en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona - cuerpo, sentimiento y espíritu - y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor".

11.- Para los padres cristianos la misión educativa tiene una fuente nueva y específica en el sacramento del matrimonio. El deber educativo recibe de este sacramento la dignidad y la llamada a ser un verdadero y propio "ministerio" de la Iglesia al servicio de la edificación de sus miembros (Nº. 38).

12.- La misión de la educación exige que los padres cristianos propongan a los hijos todos los contenidos que son necesarios para la maduración gradual de su personalidad desde el punto de vista cristiano y eclesial. De esta manera la misma vida de familia se hace itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de seguidores de Cristo. Los padres son, mediante el testimonio de su vida, los primeros mensajeros del Evangelio ante sus hijos. En definitiva, los padres deben ser engendradores no sólo de la vida corporal, sino también de aquella que, mediante la renovación del Espíritu, brota de la Cruz y Resurrección de Cristo (Nº. 39).

13.- La familia es la primera, pero no la única comunidad educadora. El Estado y la Iglesia tienen la obligación de dar a las familias las ayudas posibles, a fin de que puedan ejercer adecuadamente sus funciones educativas. Dentro de esta línea, la renovación de la escuela católica debe prestar atención especial tanto a los padres de familia de los alumnos como a la formación de un perfecta comunidad educativa (Nº. 40).

14.- Cada acto verdadero de amor al hombre testimonia y perfecciona la fecundidad espiritual de la familia. En particular los esposos que viven la experiencia de la esterilidad física, deberán orientarse hacia esta perspectiva, rica para todos en valor y exigencias.

Es conveniente, también, que las familias cristianas se abran con mayor disponibilidad a la adopción y acogida de aquellos hijos que están privados de sus padres o abandonados por éstos (Nº. 41).

III.- PARTICIPACIÓN EN EL DESARROLLO DE LA SOCIEDAD (Nº. 42-48)

1.- La familia es la célula primera de la sociedad y por ello posee vínculos vitales y orgánicos con ella ya que constituye su fundamento y alimento continuo mediante su función de servicio a la vida. La familia se abre a las demás familias y a la sociedad, asumiendo su función social (Nº. 42).

2.- La primera aportación de la familia a la sociedad es su experiencia de comunión y participación en su vida diaria. La familia constituye, por esto, el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización y de personalización de la sociedad. La familia, gracias a la ley de la gratuidad que guía sus relaciones internas, cultiva entre sus miembros la acogida cordial, el encuentro, el diálogo, la disponibilidad desinteresada, el servicio generoso y la solidaridad profunda. Por tanto, la familia comunica a la sociedad energías formidables para hacer contrapeso a las fuerzas despersonalizadoras y masificadoras que la asedian (Nº. 43).

3.- La función social de la familia no puede reducirse a la acción procreadora y educativa. Las familias solas o asociadas pueden y deben dedicarse a muchas obras de servicio social, pero están llamadas a manifestarse en la forma de intervención política. En efecto, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las instituciones del Estado, no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de la familia. De otro modo las familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia (Nº. 44).

4.- Por su parte, la sociedad debe cumplir su deber fundamental de respetar y promover la familia misma. El Estado debe reconocer que la familia es una "sociedad que goza de un derecho propio y primordial" y por tanto en sus relaciones con la familia está obligado a atenerse al principio de subsidiariedad (Nº. 45).

Texto para reflexión en grupo:

"La situación que muchas familias encuentran en diversos países es muy problemática, si no incluso claramente negativa: instituciones y leyes desconocen injustamente derechos inviolables de la familia y de la misma persona humana, y la sociedad, en vez de ponerse al servicio de la familia, la ataca con violencia en sus valores y en sus exigencias fundamentales".

5.- La familia, que es célula básica de la sociedad, sujeto de derechos y deberes antes que el Estado y cualquier otra comunidad, es víctima de la sociedad, de los retrasos y lentitudes de sus intervenciones y más aún de sus injusticias notorias. Los obispos que participaron en el Sínodo han recordado, entre otros, los siguientes derechos de la familia:

6.- El cometido social y político forma parte de la misión de servicio que le compete a la familia cristiana y en la que participan los esposos cristianos en virtud del sacramento del matrimonio, recibiendo a la vez un mandato al que no pueden sustraerse y una gracia que los sostiene y los anima (Nº. 47).

Texto para reflexión en grupo:

"La familia cristiana está llamada a ofrecer a todos el testimonio de una entrega generosa y desinteresada a los problemas sociales, mediante la "opción preferencial" por los pobres y los marginados".

7.- En el momento actual, la familia ve que se dilata de una manera totalmente nueva su cometido ante el desarrollo de la sociedad; se trata de cooperar también a establecer un nuevo orden internacional. La familia cristiana, como "pequeña Iglesia", está llamada, a semejanza de la "gran Iglesia", a ser signo de unidad para el mundo y a ejercer de ese modo su función profética, dando testimonio del Reino y de la paz de Cristo hacia el cual el mundo entero está en camino (Nº. 48).

IV.- PARTICIPACIÓN EN LA VIDA Y MISIÓN DE LA IGLESIA (Nº. 49-64)

1.- Entre los cometidos fundamentales de la familia cristiana se halla el eclesial, es decir, que ella está puesta al servicio de la edificación del Reino de Dios en la historia, mediante la participación en la vida y misión de la Iglesia. Los cónyuges y padres cristianos no solo "reciben" el amor de Cristo, convirtiéndose en comunidad "salvada", sino que están también llamados a "transmitir" a los hermanos el mismo amor de Cristo, haciéndose así comunidad "salvadora" (Nº. 49).

2.- Si la familia cristiana es comunidad, su participación en la misión de la Iglesia debe realizarse según una modalidad comunitaria; juntos, pues, los cónyuges en cuanto pareja, y los padres e hijos en cuanto familia, han de vivir su servicio a la Iglesia y al mundo.

En el amor conyugal y familiar - vivido en su extraordinaria riqueza de valores y exigencias de totalidad, unicidad, fidelidad y fecundidad - se expresa y realiza la participación de la familia cristiana en la misión profética, sacerdotal y real de Jesucristo y de su Iglesia. Siguiendo esta triple unitaria referencia a Jesucristo, Profeta, Sacerdote y Rey, la familia cristiana se presenta con las características siguientes (Nº. 50):

1ª.- La familia cristiana, comunidad creyente y evangelizadora:

3.- La familia cristiana vive su cometido profético acogiendo y anunciando la Palabra de Dios. Se hace, así, cada día más, una comunidad creyente y evangelizadora (Nº 51).

Texto para reflexión en grupo:

"Solamente mediante la fe los esposos y padres cristianos pueden descubrir y admirar con gozosa gratitud a qué dignidad ha elevado Dios el matrimonio y la familia, constituyéndolos en signo y lugar de la alianza de amor entre Dios y los hombres, entre Jesucristo y la Iglesia, esposa suya".

4.- "La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia" (Pablo VI). La misión apostólica de la familia está enraizada en el Bautismo y recibe con la gracia sacramental del matrimonio una nueva fuerza para transmitir la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según el plan de Dios (Nº. 52).

5.- La familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios. El ministerio de evangelización y catequesis de los padres debe acompañar la vida de los hijos también durante su adolescencia y juventud, cuando ellos, como sucede con frecuencia, contestan o incluso rechazan la fe cristiana recibida en los primeros años de su vida (Nº. 53).

6.- Animada por el espíritu misionero en su propio interior, la "Iglesia doméstica" está llamada a ser signo luminoso de la presencia de Cristo y de su amor incluso para los "alejados", para las familias que no creen todavía y para las familias cristianas que no viven coherentemente la fe recibida. Está llamada con su ejemplo y testimonio a iluminar a los que buscan la verdad (N.º 54).

2ª.- La familia cristiana, comunidad en diálogo con Dios:

7.- La familia cristiana está inscrita en la Iglesia, pueblo sacerdotal, mediante el sacramento del matrimonio, en el cual está enraizada y de la que se alimenta, es vivificada continuamente por el Señor y es llamada e invitada al diálogo con Dios mediante la vida sacramental, el ofrecimiento de la propia vida y oración. Este es el cometido sacerdotal que la familia cristiana puede y debe ejercer en íntima comunión con toda la Iglesia, a través de las realidades cotidianas de la vida conyugal y familiar (Nº. 55).

8.- El sacramento del matrimonio es fuente y medio original de santificación para los cónyuges y para la familia cristiana. Es en sí mismo un acto litúrgico de glorificación a Dios en Jesucristo y en la Iglesia. Y como del sacramento derivan para los cónyuges el don y el deber de vivir cotidianamente la santificación recibida, del mismo sacramento brotan también la gracia y el compromiso moral de transformar toda su vida en un continuo sacrificio espiritual (Nº. 56).

9.- El deber de santificación de la familia cristiana tiene su primera raíz en el Bautismo y su expresión máxima en la Eucaristía. En efecto, en el sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza los cónyuges cristianos encuentran la raíz de la que brota, que configura interiormente y vivifica desde dentro, su alianza conyugal. Además, la participación en el Cuerpo "entregado" y en la Sangre "derramada" de Cristo se hace fuente inagotable del dinamismo misionero y apostólico de la familia cristiana (Nº. 57).

10.- El arrepentimiento y perdón mutuo dentro de la familia cristiana que tanta parte tienen en la vida cotidiana, hallan su momento sacramental específico en la Penitencia cristiana (Nº. 58).

11.- La plegaria familiar tiene características propias. Es un oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres e hijos juntos. Esta plegaria tiene como contenido original la misma vida de familia que en las diversas circunstancias es interpretada como vocación de Dios y es actuada como respuesta filial a su llamada. La dignidad y responsabilidades de la familia cristiana, en cuanto Iglesia doméstica, solamente pueden ser vividas con la ayuda incesante de Dios, que será concedida sin falta a cuantos la pidan con humildad y confianza en la oración (Nº. 59).

12.- En virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos tiene el deber específico de educar a sus hijos en la plegaria, de introducirlos progresivamente al descubrimiento del misterio de Dios y del coloquio personal con El. Elemento fundamental e insustituible de la educación a la oración es el ejemplo concreto, el testimonio vivo de los padres (Nº. 60).

13.- Una finalidad importante de la plegaria de la Iglesia doméstica es la de constituir para los hijos la introducción natural a la oración litúrgica propia de la Iglesia. De aquí deriva la necesidad de una progresiva participación de todos los miembros de la familia cristiana en la Eucaristía dominical y en los otros sacramentos, de modo particular en los de iniciación cristiana de los hijos. Una mención especial merece el rezo del Rosario en familia. Es una de las más excelentes y eficaces oraciones comunitarias que la familia cristiana está invitada a rezar (Nº. 61).

14.- La plegaria no es una evasión que desvía del compromiso cotidiano, sino que constituye el empuje más fuerte para que la familia cristiana asuma y ponga en práctica plenamente sus responsabilidades como célula primera y fundamental de la sociedad humana (Nº. 62).

3ª.- La familia cristiana, comunidad al servicio del hombre:

15.- La familia cristiana es animada y guiada por la ley nueva del Espíritu y en íntima comunión con la Iglesia, es llamada a vivir su "servicio" de amor a Dios y a los hermanos (Nº. 63).

16.- Animada y sostenida por el mandamiento nuevo del amor, la familia cristiana vive la acogida, el respeto, el servicio a cada hombre, considerando siempre su dignidad de persona y de hijo de Dios. La caridad va más allá de los propios hermanos en la fe, ya que "cada hombre es mi hermano"; en cada uno, sobre todo si es pobre, débil, si sufre o es tratado injustamente, la caridad sabe descubrir el rostro de Cristo y un hermano a amar y servir (Nº. 64).

 

4ª Parte: PASTORAL FAMILIAR: TIEMPOS, ESTRUCTURAS, AGENTES Y SITUACIONES (Nº. 65-85)

 

I.- TIEMPOS DE LA PASTORAL FAMILIAR (Nº. 65-69)

1.- Hay que llevar a cabo toda clase de esfuerzos para que la Pastoral de la Familia adquiera consistencia y se desarrolle, dedicándose a un sector verdaderamente prioritario, con la certeza de que la evangelización, en el futuro, depende en gran parte de la Iglesia doméstica (Nº. 65).

2.- En nuestros días es más necesaria que nunca la preparación de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar. Muchos fenómenos negativos que se lamentan hoy día en la vida familiar derivan del hecho de que, en las nuevas situaciones, los jóvenes no sólo pierden de vista la justa jerarquía de valores, sino que, al no poseer ya criterios seguros de comportamiento, no saben cómo afrontar y resolver las nuevas dificultades.

La preparación al matrimonio ha de ser vista y actuada como un progreso gradual y continuo. La preparación remota comienza desde la infancia. Es el período en que se inculca la estima por todo auténtico valor humano, tanto en las relaciones interpersonales como en las sociales, con todo lo que significa la formación del carácter, para el dominio y recto uso de las propias inclinaciones, para el modo de encontrar a las personas del otro sexo, etc.

La preparación próxima comporta una preparación más específica para los sacramentos, como un nuevo descubrimiento. La formación religiosa de los jóvenes deberá ser integrada, en el momento oportuno y según las diversas exigencias concretas, por una preparación para la vida en pareja que, presentando el matrimonio como una relación interpersonal del hombre y de la mujer a desarrollarse continuamente, estimula a profundizar en los problemas de la sexualidad conyugal y de la paternidad responsable y los encamine a la familiaridad con rectos métodos de educación de los hijos.

La preparación inmediata tiene lugar poco tiempo antes de la celebración del sacramento del matrimonio, como para dar un nuevo significado, nuevo contenido y forma nueva al llamado examen prematrimonial exigido por el derecho canónico (Nº. 66).

3.- El matrimonio cristiano exige por norma una celebración litúrgica, que exprese de manera social y comunitaria la naturaleza esencialmente eclesial y sacramental del pacto conyugal entre bautizados (Nº. 67).

4.- La fe de quien pide desposarse ante la Iglesia puede tener grados diversos y es deber primario de los Pastores hacerla descubrir, nutrirla y hacerla madurar. Los mismos Pastores deben comprender también las razones que aconsejan a la Iglesia admitir a la celebración a quien está imperfectamente dispuesto.

No se debe olvidar que los novios, por razón de su bautismo, están ya realmente insertos en la Alianza esponsal de Cristo con su Iglesia y que, dada su recta intención, han aceptado el proyecto de Dios sobre el matrimonio y por consiguiente - al menos de manera implícita - acatan lo que la Iglesia tiene intención de hacer cuando celebra el matrimonio (Nº. 68).

5.- Para que la familia sea cada vez más una comunidad de amor, es necesario que sus miembros sean ayudados y formados en su responsabilidad frente a los nuevos problemas que se presentan, en el servicio recíproco, en la participación a la vida de familia.

Los cónyuges jóvenes tendrán cuidado en acoger cordialmente y valorar inteligentemente la ayuda discreta, delicada y valiente de otras parejas que desde hace tiempo tienen ya experiencia del matrimonio y de la familia. Cuando, por la llegada de los hijos, la pareja se convierte en familia en sentido pleno y específico, la Iglesia deberá estar más cercana a los padres para que acojan a sus hijos y los amen como don recibido del Señor de la vida, asumiendo la fatiga de servirlos en su crecimiento humano y cristiano (Nº. 69).

Texto para la reflexión en grupo:

"En la acción pastoral hacia las familias jóvenes, la Iglesia deberá reservar una atención específica con el fin de educarla a vivir responsablemente el amor conyugal en relación con sus exigencias de comunión y de servicio a la vida, así como conciliar la intimidad de la vida de casa con la acción común y generosa para edificación de la Iglesia y la sociedad humana".

II.- ESTRUCTURAS DE LA PASTORAL FAMILIAR (Nº. 70-72)

1.- Cada diócesis y cada parroquia debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la Pastoral Familiar. A la luz de esta responsabilidad hay que entender la importancia de una adecuada preparación por parte de cuantos se comprometen específicamente en este tipo de apostolado (Nº. 70).

2.- Jesucristo, en virtud del matrimonio de los bautizados elevado a sacramento, confiere a los esposos cristianos una peculiar misión de apóstoles, enviándolos como obreros a su viña, y, de manera especial, a este campo de la familia. Este apostolado se desarrollará dentro de la propia familia e irradiará con obras de caridad espiritual y material hacia las demás familias, especialmente a las más necesitadas de ayuda y apoyo (Nº. 71).

3.- Se han de reconocer y valorar - cada una según las características, finalidades, incidencias y métodos propios - las varias comunidades eclesiales y movimientos comprometidos de distintas maneras, por títulos y niveles diversos, en la Pastoral Familiar. Igualmente es deseable que, con un vivo sentido del bien común, las familias cristianas se empeñen activamente, a todos los niveles, incluso en asociaciones no eclesiales (Nº. 72).

Texto para la reflexión en grupo:

"Algunas de estas Asociaciones se proponen la preservación, la transmisión y tutela de los sanos valores éticos y culturales del respectivo pueblo, el desarrollo de la persona humana, la protección médica, jurídica y social de la maternidad y de la infancia, la justa promoción de la mujer y la lucha frente a todo lo que va contra su dignidad, el incremento de la mutua solidaridad, el conocimiento de los problemas que tienen conexión con la regulación responsable de la fecundidad, según los métodos naturales conformes con la dignidad de la persona y la doctrina de la Iglesia".

III.- AGENTES DE LA PASTORAL FAMILIAR (Nº. 73-76)

1.- El primer responsable de la Pastoral Familiar en la diócesis es el Obispo. A este sector de la pastoral debe dedicar interés, atención, tiempo, personas, recursos. Los Obispos se valen de modo particular de los presbíteros, cuya tarea constituye una parte esencial del ministerio de la Iglesia hacia el matrimonio y la familia (Nº. 73).

2.- La ayuda que los religiosos y religiosas pueden dar al apostolado de la familia encuentra su primera, fundamental y original expresión precisamente en su consagración a Dios. Los responsables de las Congregaciones religiosas consideren - dentro del respeto al propio carisma original - el apostolado dirigido a las familias como una de las tareas prioritarias, requeridas más urgentemente por la situación actual (Nº. 74).

3.- Una gran ayuda pueden prestar a las familias los laicos especializados (médicos, juristas, psicólogos, asistentes sociales, consejeros, etc.) que, tanto individualmente como por medio de diversas acciones e iniciativas, ofrecen su obra de iluminación, de consejo, de orientación y apoyo (Nº. 75).

4.- Los medios de comunicación social pueden ejercer un influjo benéfico en la vida y en las costumbres de la familia y en la educación de los hijos, pero al mismo tiempo esconden también "insidias y peligros no insignificantes"; y podrían convertirse en vehículo de ideologías disgregadoras y de visiones deformadas de la vida de la familia, de la religión, de la moralidad y que no respetan la verdadera dignidad y el destino del hombre.

Puesto que los medios de comunicación social inciden de manera notable en la formación de los hijos, los padres, en cuanto receptores, deben hacerse parte activa en el uso moderado, crítico, vigilante y prudente de tales medios, calculando el influjo que ejercen sobre los hijos. Deben dar una orientación que permita educar la conciencia de los hijos para emitir juicios serenos y objetivos, que después la guíen en la elección y el rechazo de los programas propuestos (Nº. 76).

Texto para la reflexión en grupo:

"Todo lo que consigáis hacer en apoyo de la familia está destinado a tener una eficacia que, sobrepasando su ámbito, alcanza también otras personas e incide sobre la sociedad. El futuro del mundo y de la Iglesia pasa a través de la familia" (Juan Pablo II, 29-12-1980).

IV.- LA PASTORAL FAMILIAR EN LOS CASOS DIFÍCILES (Nº. 77-85)

1.- Es necesario un empeño pastoral todavía más generoso, inteligente y prudente, hacia aquellas familias que tienen que afrontar situaciones objetivamente difíciles. Tales como: familias de emigrantes por motivos laborales; familias de los que están obligados a largas ausencias, como los militares, los navegantes, los viajeros; familias de los presos, de los prófugos, de los exilados; familias marginadas de las grandes ciudades, las que no tienen casa; las incompletas o con uno solo de los padres; familias con hijos minusválidos o drogadictos; familias de alcoholizados; familias discriminadas por motivos políticos o por otras razones; familias ideológicamente divididas; las que sufren violencia o tratos injustos a causa de la propia fe; los ancianos, obligados no raramente a vivir en soledad o sin adecuados medios de subsistencia, etc. (Nº. 77).

2.- El número creciente de matrimonios entre católicos y otros bautizados requiere también una peculiar atención pastoral. Hay que considerar, ante todo, las obligaciones de la parte católica que derivan de la fe, en lo concerniente al libre ejercicio de la misma y a la consecuente obligación de procurar, según las propias posibilidades, bautizar y educar a los hijos en la fe católica. Hay que tener presente las particulares dificultades inherentes a las relaciones entre marido y mujer, en lo referente al respeto a la libertad religiosa.

También se asiste hoy al aumento del número de matrimonios entre católicos y no bautizados. En muchos de ellos el cónyuge no bautizado profesa otra religión y sus convicciones deben ser tratadas con respeto (Nº. 78).

3.- El documento postsinodal trata aquí de "algunas situaciones irregulares, desde el punto de vista religioso y con frecuencia también civil" que se van difundiendo entre los católicos "con no leve daño de la misma institución familiar y de la sociedad, de la que ella es célula fundamental.

Son situaciones muy delicadas y complejas cuya descripción y, sobre todo, tratamiento pastoral es difícil sintetizar en un trabajo como este. Por eso, los lectores interesados en el estudio y profundización de algunas de esas situaciones, además de leer el texto mismo del documento, harán bien en dialogar con personas competentes en las diócesis, las parroquias o en los movimientos eclesiales especializados en Pastoral Familiar. Enumero, tan solo, dichas situaciones: matrimonio de prueba; uniones libres de hecho; católicos unidos con mero matrimonio civil; separados y divorciados no casados de nuevo; divorciados casados de nuevo (Nº. 79-84).

4.- Hay en el mundo muchas personas que, desgraciadamente, no tienen en absoluto lo que con propiedad se llama una familia. Otras viven en extrema pobreza, en promiscuidad y grave carencia de cultura. Otras, en fin, por motivos diversos se han quedado solas en el mundo.

A los que no tienen una familia natural hay que abrirles todavía más las puertas de la gran familia que es la Iglesia, la cual se concreta, a su vez, en la familia diocesana y parroquial, en las comunidades eclesiales de base, en los movimientos apostólicos. Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia para todos, especialmente para cuanto están fatigados y cansados (Nº. 85).

 

C O N C L U S I ÓN

 

¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia! Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia.

Se debe amar de manera particular a la familia. Amar a la familia significa saber estimar sus valores y posibilidades, promoviéndolas siempre. Amar a la familia significa individuar los peligros y males que la amenazan, para poder superarlos. Amar a la familia significa esforzarse por crear un ambiente que favorezca su desarrollo.

Una forma eminente de amor es dar a la familia cristiana de hoy, con frecuencia tentada por el desánimo y angustiada por las dificultades crecientes, razones de confianza en sí misma, en las propias riquezas de naturaleza y gracia que Dios le ha confiado (Nº. 86).