EXHORTACIÓN APOSTÓLICA "CHRISTIFIDELES LAICI"

 

GUIA DE LECTURA Y ESTUDIO


Hernando Sebá López

 

ORIGEN DEL DOCUMENTO

Se denomina "Exhortación Apostólica Postsinodal". Los trabajos del Sínodo de Obispos de 1987, junto con las conclusiones finales, se presentaron al Papa Juan Pablo II para que él redactara un documento para toda la Iglesia. Fue publicado el 30 de diciembre de 1988. El documento está construido sobre la Parábola de los obreros de la viña que encontramos en San Mateo 20, 1-16 y obedece al siguiente esquema:

DESARROLLO DE LA TEMÁTICA
IDEA DIRECTRIZ
LA SOCIEDAD EN QUE VIVEN
Tomar conciencia de la hora presente
1.- LOS LAICOS
Iglesia - MISTERIO
2.- QUE PERTENECEN AL PUEBLO DE DIOS
Iglesia - COMUNIÓN
3.- Y SON CORRESPONSABLES EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA
Iglesia - MISIÓN
4.- DENTRO DE UNA GRAN VARIEDAD DE VOCACIONES
Diversidad y complementariedad: riqueza de la Iglesia
5.- EN CONTINUO PROCESO DE MADURACIÓN DE LA FE
Formación integral y permanente de los laicos
CONCLUSIÓN - PLEGARIA FINAL
Toma de conciencia eclesial

INTRODUCCIÓN (Nº 1-7)

La viña es el mundo y los laicos son llamados a trabajar en ella. En la Iglesia del Vaticano II se ha hecho una gran convocatoria a todos los fieles laicos para que sientan la causa de Jesucristo como cosa propia. Esta misma invitación la han repetido los obispos en el Sínodo de 1987. Sin embargo, los laicos deben evitar dos tentaciones:

    1. - Dedicar demasiadas energías a tareas eclesiales y olvidar y abandonar las responsabilidades específicas del mundo familiar, profesional, cultural, político, económico, etc.

    2. - Dedicarse a tareas temporales sin hacer referencia al Evangelio, es decir, separar fe y vida.

Análisis de la situación actual: Vivimos en un momento dramático de la historia del mundo. Nadie debe quedarse ocioso. En el mundo, como lo anota el Evangelio, crecen al mismo tiempo el buen trigo y la hierba mala. Se analizan, por parejas, los siguientes fenómenos:

  1. - La indiferencia religiosa y el ateísmo en sus diversas formas, en especial en la del secularismo. Por otro lado se presenta la aspiración y la necesidad de lo religioso que experimen-tan muchas personas.

  2. - Las múltiples violaciones a la dignidad de la persona humana: instrumentalización del hombre. En contraste con lo anterior, el hecho de que cada día los pueblos se hacen más sensibles a la defensa de los derechos humanos.

  3. - La humanidad está desquiciada por el problema de la conflictividad: violencia, terrorismo, guerras. Sin embargo los hombres suspiran y hacen esfuerzos para gozar del inestimable bien de la paz.

Ante estos problemas la humanidad encuentra una respuesta en Jesucristo, redentor del hombre y del mundo.

Capítulo I .- YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS SARMIENTOS (Nº 8-17)

Como lo indica el subtítulo, el primer Capítulo se propone mostrarnos cuál es la identidad del laico en la Iglesia, de dónde le viene su dignidad, cuál es su campo de acción y cómo su vocación a la santidad es requisito de fecundidad apostólica.

Esto lo hace a través de 5 ideas clave que se exponen en una secuencia lógica y trabazón muy coherente. Estas ideas son las siguientes:

1.- EL MISTERIO DE LA VIÑA (Nº 8)

La imagen de la viña se usa en la Biblia para expresar el misterio del Pueblo de Dios, tanto en el Antiguo (cf. Jr 2, 21; Ez 19, 10; Is 5, 1-2), como en el Nuevo Testamento (cf. Mc 12, 3; Mt 21, 28). La viña es también la figura de Jesús. El es la vid, nosotros los sarmientos (cf. Jn 15, 1ss). El Vaticano II retoma esta figura (cf. LG 6). La Iglesia es la viña evangélica donde Cristo comunica vida y fecundidad a nosotros los sarmientos. En la Iglesia, el amor y la vida de la Santísima Trinidad se ofrecen como don totalmente gratuito a todos los renacidos por el Bautismo. Así, los bautizados están llamados a revivir la misma comunión con Dios y a comunicarla a todos los hombres (misión).

Texto para la reflexión personal:

"Sólo dentro de la Iglesia como misterio de comunión se revela la identidad de los fieles laicos, su original dignidad. Y sólo dentro de esta dignidad se pueden definir su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo" (Nº 8).

2.- QUIÉNES SON LOS FIELES LAICOS (Nº 9)

Se presenta una definición positiva, tomada de la Lumen Gentium, 31. Son laicos todos los fieles cristianos, excepción hecha de diáconos, sacerdotes y religiosos, que:

Por tanto:

Texto para la reflexión personal:

"Los fieles, y más precisamente los laicos, se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad humana". (Nº 9).

3.- EL BAUTISMO Y LA NOVEDAD CRISTIANA (Nº 10-13)

Cuanto más y mejor conozcamos la radical novedad cristiana que se deriva del Bautismo, mejor viviremos los compromisos que hemos contraído a través del pacto bautismal:

  1. - El Bautismo nos regenera a la vida de los hijos de Dios: El Bautismo es un nuevo nacimiento, es una regeneración. Somos hechos hijos de Dios en su Unigénito Cristo Jesús (cf. Jn 3, 1-8; 1 Pe 1, 3-4). El Espíritu Santo es quien constituye a los bautizados en hijos de Dios y, al mismo tiempo, en miembros del Cuerpo de Cristo (cf. Gál 4, 4-7).

  2. - El Bautismo nos une a Jesucristo y a su Cuerpo que es la Iglesia. El Bautismo significa y produce una incorporación mística pero real al cuerpo crucificado y glorioso de Jesús. Jesús lo despoja del "hombre viejo" y lo reviste del "hombre nuevo" (cf. Gál 3, 27-29). Esta unión vital de los bautizados con Jesús produce también la comunión vital de los discípulos entre sí para formar un solo Cuerpo en Cristo (cf. Rom 12, 5-8).

  3. - El Bautismo nos unge en el Espíritu Santo constituyéndonos en templos espirituales. Por el Bautismo somos consagrados como casa espiritual (cf. LG 10). El Espíritu Santo unge al bautizado, lo consagra, le imprime un sello indeleble (cf. 2 Cor 1, 21-22). El bautizado puede repetir las palabras del Antiguo Testamento que Jesús se aplicó a sí mismo en la sinagoga de Nazaret (cf. Lc 4, 16-22). El bautizado participa, pues, de la misma misión de Jesús, el Mesías Salvador, según el modo que le es propio, en el triple oficio: Sacerdotal, Profético y Real de Jesucristo:

Texto para la reflexión personal:

"La participación de los fieles laicos en el triple oficio de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey tiene su raíz primera en la unción del Bautismo, su desarrollo en la Confirmación, y su cumplimiento y dinámica sustentación en la Eucaristía. Se trata de la participación donada a cada uno de los fieles laicos individualmente; pero les es dada en cuanto que forman parte del único Cuerpo del Señor" (Nº 14).

Precisamente porque deriva de la comunión eclesial, la participación de los fieles laicos exige ser vivida y actuada en la comunión y para acrecentar esta comunión.

4.- LOS FIELES LAICOS Y LA ÍNDOLE SECULAR (Nº 15)

La novedad cristiana es el fundamento y el título de la igualdad de todos los bautizados en Cristo, de todos los miembros del Pueblo de Dios (cf. LG 32). De ahí nace la corresponsabilidad de los laicos en la misión de la Iglesia. Pero los laicos tienen en dicha misión una modalidad que los distingue, sin separarlos, así expresada por el Vaticano II: "El carácter secular es propio y peculiar de los laicos" (LG 31). Esto quiere decir que el campo específico de acción de los laicos es el mundo (en latín "saeculum", de ahí secular, seglar...), es decir, las realidades temporales. El mundo es el ámbito en donde se desarrolla su vocación cristiana. En efecto, los laicos "son llamados por Dios para contribuir, desde dentro a modo de fermento, a la santificación del mundo mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico" (LG 31).

Texto para la reflexión personal:

"El ser y el actuar en el mundo son para los fieles laicos no sólo una realidad antropológica y psicológica, sino también, y específicamente, una realidad teológica y eclesial. En efecto, Dios les manifiesta su designio en su situación intramundana, y les comunica la particular vocación de 'buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios'" (Nº 15).

5.- LLAMADOS A LA SANTIDAD (Nº 16-17)

Los miembros del Cuerpo místico participan de la misma vida de santidad de su Cabeza, que es Cristo. Todos en la Iglesia, sin excepción, reciben y comparten la común vocación a la santidad. Leeremos con mucho provecho el extraordinario capítulo V de la Lumen Gentium para entender por qué el Vaticano II nos urge a emprender el camino de la renovación evangélica. El fiel laico se santifica en el mundo, a través de su inserción en las realidades temporales, y por medio de su participación en las actividades terrenas. No hay que buscar la santidad en otro lugar.

De ahí, también la necesidad de desarrollar una espiritualidad laical bien sólida que tenga como base esta situación intramundana. La santidad es, además, un presupuesto fundamental y un requisito indispensable para realizar la misión salvífica de la Iglesia (cf. Jn 15, 4-5).

Texto para la reflexión personal:

"Para que puedan responder a su vocación, los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión a Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres, llevándolos a la comunión con Dios en Cristo" (Nº 17).

Capítulo II: SARMIENTOS TODOS DE LA ÚNICA VID (Nº 18-31)

El segundo capítulo se dedica a estudiar el importantísimo tema del misterio de la Iglesia-comunión, que es la clave para poder comprender adecuadamente la misión y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Ya en 1987 el Papa dijo en Viedma (Argentina): "Sólo desde el interior de una Iglesia-comunión se puede entender la vocación y la misión del cristiano". Idea que se repite casi textualmente al final del Nº 8 y al final del Nº 18 de este Documento. Es un capítulo bastante extenso y de carácter doctrinal y trata de definir y precisar conceptos clave en la Teología del laicado como son: ministerio, carisma, participación de los laicos en la misión de la Iglesia, etc...sin adelantar mucho en relación con la doctrina del Vaticano II. El capítulo se desarrolla a través de 4 Secciones:

1.- EL MISTERIO DE LA IGLESIA-COMUNIÓN (Nº 18-20)

1.1 - El Concilio y la Eclesiología de comunión (Nº 19)

Los Padres sinodales en 1985 afirmaron contundentemente: "La eclesiología de comunión es la idea central y fundamental de los documentos del Concilio". Se trata de la comunión de cada bautizado con el Padre por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios y de los sacramentos; y de la comunión de los cristianos entre sí en el Cuerpo de Cristo. Así entendida no se puede reducir la comunión a una simple realidad sociológica o psicológica.

La realidad de la Iglesia-comunión es el contenido central del "misterio", en el sentido que le da san Pablo (cf. Rom 16, 25-27; 1 Co 2, 7-9; Ef 1, 9-10; 3, 3-6; Col 1, 25-27), es decir, el designio eterno de Dios de salvar a toda la humanidad, en un tiempo escondido a los hombres, pero ahora manifestado y cumplido en la persona de Jesucristo. Es el Espíritu Santo, Señor y Vivificador, que habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles quien, en la Iglesia, produce la comunión (cf. LG 4).

1.2 - Una comunión orgánica (Nº 20)

La comunión que existe en la Iglesia se caracteriza por la presencia simultánea:

de la diversidad y

de la complementariedad.

El símil del cuerpo que nos presenta san Pablo en 1 Co 12, 12ss, y que Lumen Gentium retoma en el Nº 7, nos ayuda a comprender estas dos características. Y aquí, una vez más, el principio dinámico de la variedad y de la unidad es el Espíritu Santo. Dice Lumen Gentium: "El guía a la Iglesia hacia la completa verdad, la unifica en la comunión y en el servicio, la instruye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos, la embellece con sus frutos" (Nº 4).

Juan Pablo II hizo bien en recordar, en la homilía de la misa de clausura del Sínodo, a todos los miembros del Pueblo de Dios que lo que distingue a cada uno al interior de ese Pueblo "no es un plus de dignidad, sino una especial y complemen-taria habilitación para el servicio".

Texto para la reflexión personal:

"Aquel Espíritu que desde la eternidad abraza a la única e indivisa Trinidad, aquel Espíritu que "en la plenitud de los tiempos" (Gál 4, 4) unió indisolublemente la carne humana al Hijo de Dios, aquel mismo e idéntico Espíritu es, a lo largo de las generaciones cristianas, el inagotable manantial del que brota sin cesar la comunión en la Iglesia y de la Iglesia" (Nº 19)

2.- LOS MINISTERIOS Y LOS CARISMAS, DONES DEL ESPÍRITU A LA IGLESIA (Nº 21-24)

2.1 - Los ministerios, oficios y funciones (Nº 21)

En la Iglesia hay muchos y diversos ministerios (cf. 1 Co 12, 28; Ef 4, 7. 11-13; Rom 12, 4-8). Pero todos ellos son una participación del ministerio de Jesucristo. Enviado del Padre, su existencia toda está al servicio del proyecto misericordioso del Padre sobre la humanidad, hasta consumarla como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas: "El Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20, 28).

2.2 - Los ministerios que derivan del Orden (Nº 22)

Se llaman ministerios ordenados aquellos que derivan del sacramento del Orden: obispado, presbiterado, diaconado. Los bautizados que reciben el sacramento del Orden (sacerdocio ministerial) participan del sacerdocio de Cristo, pero de manera distinta a la participación de los laicos por el llamado "sacerdocio común de los fieles" (cf. LG 10). La diferencia que hay entre estos dos sacerdocios es esencial y no solamente de grado.

2.3 - Ministerios, oficios y funciones de los laicos (Nº 23)

Ya se ha visto cómo los laicos en virtud de su bautismo son "consagrados por la regeneración y la unción del Espíritu Santo como casa espiritual y sacerdocio santo" (LG 10). Los ministerios, oficios y funciones de los laicos tienen, pues, su fundamento sacramental en el Bautismo, la Confirmación y, para muchos, en el Matrimonio. Estos tres sacramentos capacitan a los laicos para desarrollar una responsabilidad en la Iglesia y en el mundo, como enviados de Dios en medio de los hombres.

Sin embargo, hay que distinguir aquellos ministerios que los laicos desempeñan por encargo oficial de los Pastores, como por ejemplo: presidir oraciones litúrgicas, administrar el Bautismo, la comunión, etc..., de aquellos otros ministerios, oficios y funciones en favor de la evangelización, de la santifica-ción y de la animación cristiana de las realidades temporales. Este es el llamado compromiso secular de los laicos. Es un campo inmenso, importante y urgente que necesita ser trabajado en profundidad en nuestra sociedad contemporánea.

Como decía el Papa Pablo VI: "Lo que importa es evangelizar - no de manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces - la cultura y las culturas del hombre en el sentido rico y amplio que tienen sus términos en la Gaudium et Spes (cf Nº 53), tomando siempre como punto de partida la persona y teniendo siempre presentes las relaciones de las personas entre sí y con Dios" (EN 20).

A aquellos laicos que quisieran un mayor protagonismo en funciones de culto, o en actividades propiamente religiosas, habría que recordarles las sabias palabras de Pablo VI: "La tarea primordial e inmediata no es la instalación y desarrollo de la comunidad eclesial - ésta es función específica de los Pastores -, sino el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo" (EN 70). En el tercer capítulo de este documento se hablará ampliamente sobre este tema.

2.4 - Los carismas (Nº 24)

Los carismas son gracias del Espíritu Santo que tienen, directa o indirectamente, una utilidad eclesial, ya que aunque se conceden a personas concretas, están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo (cf. 1 Co 12, 4-10; Rom 12, 6-8; 1 Pe 4, 10-11).

Los carismas suponen una gran riqueza para la Iglesia y para la santidad del Pueblo de Dios, pero es necesario tener ante ellos una actitud de discernimiento para saber si son verdaderos impulsos del Espíritu Santo, o son, por el contrario, fruto de fanatismos o de supersticiones. Esta actitud de discernimiento es necesaria, hoy más que nunca, ante el avance de las Sectas que manipulan muchas veces la espontánea religiosidad del pueblo, o ante la invasión de ritos y de doctrinas venidas de Oriente.

La difícil tarea de reconocer la autenticidad de los carismas corresponde a los Pastores de la Iglesia (cf. LG 12). A este respecto dicen los Padres sinodales de 1987: "La acción del Espíritu Santo, que sopla donde quiere, no siempre es fácil de reconocer y acoger. Sabemos que Dios actúa en todos los fieles cristianos y somos conscientes de los beneficios que provienen de los carismas, tanto para los individuos como para la comunidad cristiana. Sin embargo, somos también conscientes de la potencia del pecado y de sus esfuerzos tendientes a turbar y confundir la vida de los fieles y de la comunidad" (Proposición 9).

Texto para la reflexión personal:

"El campo propio de la actividad evangelizadora de los laicos es el dilatado y complejo mundo de la política, de la realidad social, de la economía; así como también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los órganos de comunicación social; y también otras realidades particularmente abiertas a la evangelización, como el amor, la familia, la educación de los niños y de los adolescentes, el trabajo profesional, el sufrimiento" (Nº 23).

3.- LA PARTICIPACIÓN DE LOS FIELES LAICOS EN LA VIDA DE LA IGLESIA (Nº 25-27)

La participación de los fieles laicos en la vida de la Iglesia encuentra su primera y necesaria expresión en la vida y misión de las Iglesias particulares (las diócesis).

3.1 - Iglesias particulares e Iglesia universal (Nº 25)

Existe un vínculo vivo, esencial y constante que une a todas las Diócesis entre sí, de modo que la Iglesia universal existe y se manifiesta en las Iglesia particulares. Es importante la colaboración, el diálogo y el discernimiento de los laicos al interior de una Diócesis. Por eso se debe favorecer la creación de Consejos Pastorales diocesanos. Es sano, también, desarrollar la política de la consulta a los laicos. Se prevé su participación en los Sínodos diocesanos y en los Concilios particulares. Todas estas acciones deberán contribuir a la comunión y misión eclesial de la Iglesia particular.

3.2 - La Parroquia (Nº 26)

La comunión eclesial encuentra su expresión más visible e inmediata en la parroquia. La moderna organización de la sociedad exige una alta cuota de creatividad en las parroquias para poder llevar la palabra y la gracia del Evangelio a las múltiples y variadas condiciones de vida de los hombres de hoy. Los Padres sinodales de 1987 solicitaron una decidida renovación de las parroquias. Para que éstas lleguen a ser verdaderas comunidades cristianas se proponen:

a)- Adaptar sus estructuras con la flexibilidad que concede el nuevo Código de Derecho Canónico.

b)- Fomentar la existencia de las comunidades eclesiales de base.

3.3 - El compromiso apostólico en la parroquia (Nº 27)

La parroquia está llamada a ser en el mundo el "lugar" de la comunión de los creyentes y, a la vez, "signo e instrumento" de la común vocación a la comunión. Son los laicos, desde su óptica secular y conociendo las reales necesidades intramundanas, los que más deben aportar en su modernización. Es importante meditar la siguiente afirmación del Vaticano II: "Dentro de las comunidades de la Iglesia, su acción es tan necesaria (la de los laicos), que sin ella, el mismo apostolado de los Pastores no podría alcanzar, la mayor parte de las veces, su plena eficacia" (AA 10).

Texto para la reflexión personal:

"En las circunstancias actuales, los fieles laicos pueden y deben prestar una gran ayuda al crecimiento de una auténtica comunión eclesial en sus respectivas parroquias, y en el dar nueva vida al afán misionero dirigido hacia los no creyentes y hacia los mismos creyentes que han abandonado o limitado la práctica de la vida cristiana" (Nº 27).

4.- FORMAS DE PARTICIPACIÓN EN LA VIDA DE LA IGLESIA (Nº 28-31)

4.1 - Formas personales de participación (Nº 28)

El llamado apostolado personal, según Vaticano II, es la forma primordial y la condición de todo el apostolado de los laicos. A este apostolado están llamados y obligados todos los laicos (cf. AA 16). De esta forma la irradiación del Evangelio se hace de forma capilar. Y no debe ser algo esporádico sino constante y no de forma superficial, sino particularmente incisiva para llegar al corazón de las personas.

4.2 - Formas asociadas de participación (Nº 29)

En los últimos años ha habido en la Iglesia una floración de llamado fenómeno asociativo laical. Este tipo de acción siempre ha existido en la Iglesia, pero modernamente ha experimentado un singular impulso. Esto no es más que la exteriorización del prodigioso trabajo del Espíritu, con sus dones en lo íntimo de las personas.

El asociacionismo de los fieles responde a la naturaleza social del hombre y obedece a una razón de eficacia operativa. Esto resulta más evidente si consideramos los complejos y difíciles problemas que nos presenta la sociedad actual. Además, para muchos cristianos esta es una forma de ayuda y apoyo para poder llevar una vida cristiana acorde con las exigencias del Evangelio. Pero hay todavía una razón más, y es de orden teológico: "El apostolado asociado es signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo" (AA 18). Hay que reconocer, también, la libertad de asociación de los fieles laicos en la Iglesia (cf. LG 37). Libertad reconocida y garantizada por la autoridad eclesiástica.

4.3 - Criterios de eclesialidad para las asociaciones laicales (Nº 30)

Se reconocerá la eclesialidad de las asociaciones laicales examinando si se dan los siguientes elementos:

4.5 - El servicio de los Pastores a la comunión (Nº 31)

Uno de los servicios que los Pastores de la Iglesia deben prestar es precisamente asegurar la comunión al interior de las asociaciones y entre ellas. Ya el Vaticano II dio orientaciones muy precisas a este respecto (cf. AA 24).

Texto para la reflexión personal:

"Estas asociaciones de laicos se presentan a menudo muy diferenciadas unas de otras en diversos aspectos, como en su configuración externa, en los caminos y métodos educativos, y en los campos operativos. Sin embargo, se puede encontrar una amplia y profunda convergencia en la finalidad que las anima: la de participar responsablemente en la misión que tiene la Iglesia de llevar a todos el Evangelio de Cristo como manantial de esperanza para el hombre y de renovación para la sociedad" (Nº 29).

Capítulo III : OS HE DESTINADO PARA QUE VAYÁIS Y DEIS FRUTO (Nº 32-44)

Después de haber estudiado en el Capítulo I la identidad de los laicos, y en el Capítulo II la razón de ser del compromiso evangelizador de los laicos, por ser bautizados en comunión en la Iglesia, el Capítulo III, que ahora analizamos, se dedica a estudiar el tema vital de los campos concretos donde los laicos se comprometen a extender el Reino de Dios. Como lo indica el subtítulo del capítulo, se trata de profundizar en la corresponsabilidad de los fieles laicos en la Iglesia-Misión. Es un capítulo importante porque lanza a los laicos para trabajar con generosidad en la aventura de la Nueva Evangelización.

1.- COMUNIÓN MISIONERA (Nº 32)

Aquí se presenta la idea de la fecundidad del laico. Unidos a Cristo (condición indispensable), los laicos deben dar fruto como una "exigencia esencial" de la vida cristiana. Basado en el texto de Juan 15, 16 el Papa explica que la comunión (unión con Dios y de los cristianos entre sí) es para la misión y que ambas se compenetran y se implican mutuamente.

La otra idea que se destaca es que es el mismo Espíritu el que produce la comunión y el que envía a la misión. Es una fuerza prodigiosa de cohesión interna y, a la vez, de expansión externa. Se declara, y esto es importante, que los Pastores "no han sido constituidos por Cristo para asumir ellos solos toda la misión de salvación que la Iglesia ha recibido con respecto al mundo". Este reconocimiento hace a los fieles laicos corresponsables, junto a los Pastores, de anunciar el Evangelio de Jesucristo, y no simples delegados u obreros de segundo orden.

2.- ANUNCIAR EL EVANGELIO (Nº 33-34)

Así planteadas las cosas se ve con mayor claridad la obligatoriedad para todos los fieles laicos de comprometerse en un trabajo apostólico explícito.

Vivimos momentos excepcionales en la historia de la humanidad. Por un lado avances y progresos estupendos en muchos órdenes de cosas; pero por otro lado, un querer construir la sociedad humana a espaldas de Dios. El Papa señala el indiferentismo religioso, el secularismo y el ateísmo como los tres fenómenos que ponen en dura prueba a la vida cristiana en las naciones llamadas del Primer Mundo. También en otros países de vivas tradiciones de piedad y de religiosidad popular se ven afectados por idénticos problemas, aunque a escala distinta. Unica solución: Rehacer el entramado cristiano de la sociedad. Esto mismo ya lo había dicho Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi (cf. Nº 19). Esta solución será posible "si los fieles laicos saben superar en ellos mismos la fractura entre Evangelio y vida, recomponiendo en su vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud".

Una vez más, el Papa lanza el urgente llamado a una NUEVA EVANGELIZACIÓN. Para ello propone las siguientes estrategias:

  1. - Formación de comunidades eclesiales maduras, es decir, comunidades cristianas de encuentro y comunión eclesial y de gran empuje y acción misionera.

  2. - Una sistemática labor de catequesis en todos los niveles de edades. Se insiste en la catequesis familiar.

  3. - Llevar el Evangelio a quienes no conocen a Cristo Redentor del hombre. La Iglesia debe entrar en una nueva etapa histórica de su dinamismo misionero. Con especial énfasis en la formación de un clero local y de un laicado maduro y responsable.

3.- VIVIR EL EVANGELIO SIRVIENDO A LA PERSONA Y A LA SOCIEDAD (Nº 36-44)

En este tercer apartado el Papa lanza a los laicos los desafíos más serios y más urgentes. Es un panorama vastísimo, con unos problemas muy grandes, de cuya correcta solución depende el porvenir de la humanidad. Los fieles laicos son los protagonistas principales. Dada su situación específica en el mundo se comprometen "con modos propios e insustituibles en la animación cristiana del orden temporal". El Papa invita a los laicos a hacerse presente con decisión y generosidad en las siguientes acciones:

1º.- Promover la dignidad de la persona (Nº 37): Redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana. Es tarea esencial, central y unificante que los fieles laicos están llamados a prestar a la familia humana. "El ser humano es siempre un valor en sí mismo y por sí mismo y como tal exige ser considerado y tratado...La dignidad personal constituye el fundamento de la igualdad de todos los hombres entre sí...y el fundamento, también, de la participación y de la solidaridad de los hombres entre sí".

2º.- Venerar el inviolable derecho a la vida (Nº 38): La inviolabilidad de la persona encuentra su primera y fundamental expresión en la inviolabilidad de la vida humana. Derecho primero y fontal. "El titular de tal derecho es el ser humano, en cada fase de su desarrollo, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, y cualquiera que sea su condición, ya sea de salud que de enfermedad, de integridad física o de minusvalidez, de riqueza o de miseria". Algunos fieles laicos están llamados especialmente a defender este derecho por un motivo particular: los padres, los educadores, los que trabajan en el campo de la medicina y de la salud, y los que detentan el poder económico y político.

3º.- Exigir el reconocimiento de la dimensión religiosa del hombre (Nº 39): No es una exigencia simplemente "confesional". La relación con Dios es elemento constitutivo del mismo "ser" y "existir" del hombre. "Si no todos creen en esa verdad, los que están convencidos de ella tienen el derecho a ser respetados en la fe y en la elección de vida, individual o comunitaria, que de ella derivan. Esto es el derecho a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa".

4º.- Reconocer el valor único e insustituible de la familia para el desarrollo de la sociedad (Nº 40): La persona humana tiene una nativa y estructural dimensión social. Ahora bien, la expresión primera y originaria de la dimensión social de la persona es el matrimonio y la familia. Estos constituyen "el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos". Hay que asegurar a la familia su papel de "lugar primario de 'humanización' de la persona y de la sociedad". "La civilización y la cohesión de los pueblos dependen sobre todo de la calidad humana de sus familias".

5º.- Multiplicar el servicio de la caridad (Nº 41): La caridad para con el prójimo en las formas antiguas y siempre nuevas de las obras de misericordia corporal y espiritual, representa el contenido más inmediato, común y habitual de la animación cristiana del orden temporal. "La caridad anima y sostiene una activa solidaridad, atenta a todas las necesidades del ser humano". Tal caridad es y será siempre necesaria. Nada ni nadie la puede ni podrá sustituir. Este ejercicio de la caridad se hace más necesario en la medida en que las instituciones civiles se vuelven complejas en su organización, se burocratizan y son presa de intereses privados políticos. Las distintas formas de voluntariado, si se hacen de manera desinteresada, deben considerarse una manifestación importante del apostolado de los fieles laicos.

6º.- Participar activamente en la "política" (Nº 42): Es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común. "Entendido éste como el bien de todos los hombres y de todo el hombre, correctamente ofrecido y garantizado a la libre y responsable aceptación de las personas, individualmente o asociadas". Una "política" que sirve a la persona y a la sociedad encuentra su realización en la defensa y promoción de la justicia. En el ejercicio del poder político es fundamental el espíritu de servicio que es lo que hace transparente la actividad de los hombres políticos.

En esta acción política los fieles laicos no pueden desconocer los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, que deben estudiar y saber aplicar. Si se quiere de verdad realizar una "política" que busque el verdadero desarrollo humano solo hay el estilo de la solidaridad. "Esta reclama la participación activa y responsable de todos en la vida política, desde cada uno de los ciudadanos a los diversos grupos, desde los sindicatos a los partidos". "La solidaridad es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común. El fruto de esta actividad política solidaria es la paz!

7º.- Situar al hombre en el centro de la vida económico-social (Nº 43): La organización del trabajo es la clave de la cuestión económico-social. Es el instrumento más común e inmediato a disposición del hombre y de la mujer para el desarrollo de la vida económica. Instrumento que constituye un derecho y un deber de cada hombre. Dadas las perturbadoras transformaciones que hoy se dan en el mundo de la economía y del trabajo, los fieles laicos han de comprometerse, en primera fila:

Hoy se plantea de forma aguda la llamada cuestión "ecológica". "El dominio confiado al hombre por el Creador...no es un poder absoluto, ni se puede hablar de libertad de usar y abusar, o de disponer de las cosas como mejor parezca...Ante la naturaleza visible estamos sometidos a leyes no sólo biológicas, sino también morales, cuya transgresión no queda impune".

8º.- Evangelizar la cultura y las culturas del hombre (Nº 44): La creación y la transmisión de la cultura constituye hoy en día una de las más graves responsabilidades de la convivencia humana y de la evolución social. Al asumir la definición que el Vaticano II da de "cultura" (cf GS 53) se concluye que la fe cristiana llega a hacerse histórica y creadora de historia sólo dentro y a través de la cultura. Ahora bien, en las circunstancias históricas actuales la cultura se está configurando separada de la fe cristiana e incluso de los mismos valores humanos. Además la actual cultura científica y tecnológica se muestra impotente para dar respuesta a la angustiosa pregunta por el sentido de la vida. Esto explica que la Iglesia reserve a la cultura una especialísima atención.

El Papa pide a los fieles laicos que estén presentes con la insignia de la valentía y de la creatividad intelectual, en los puestos privilegiados de la cultura:

Esta presencia es no solo para el reconocimiento y la eventual purificación de los elementos de la cultura por medio de una ponderación crítica, sino para elevarla mediante las riquezas originales del Evangelio y de la fe cristiana. Es menester recordar aquí los famosos párrafos de Paulo VI en la Evangelii Nuntiandi (18-20) y meditarlos detenidamente.

Mención especial merecen los instrumentos de comunicación social como camino privilegiado para la creación y para la transmisión de la cultura. En este campo "urge tanto una labor educativa del sentido crítico..., como una labor de defensa de la libertad, del respeto a la dignidad personal, de la elevación de la auténtica cultura de los pueblos, mediante el rechazo firme y valiente de toda forma de monopolización y manipulación". La responsabilidad de los laicos no se agota en acciones de defensa. También en estos medios "debe ser anunciado el Evangelio que salva"!

Capítulo IV: LOS OBREROS DE LA VIÑA DEL SEÑOR (Nº 45-56)

El capítulo IV del documento postsinodal se estructura alrededor de 5 apartados que engloban las diversas categorías de agentes (obreros) de la Evangelización, con sus respectivas característi-cas y acciones específicas.

1.- LA VARIEDAD DE LAS VOCACIONES (Nº 45)

Se destaca en este apartado introductorio la gran variedad de personas, todas ellas pertenecientes a la Iglesia, y por tanto llamadas a trabajar en la extensión del Reino de Dios. Variedad tocante a la edad, al sexo, a los talentos, a las distintas vocacio-nes y condiciones de vida. Variedad que constituye una riqueza para la Iglesia.

2.- JÓVENES, NIÑOS, ANCIANOS (Nº 46-48)

Estas tres edades de la vida están caracterizadas en el documento con un rasgo típico cada una, así:

1ª.- Los jóvenes son la esperanza de la Iglesia: En muchos países del mundo representan la mitad de la población. Ellos constituyen un gran desafío para el futuro de la Iglesia. Pero no deben ser sólo objeto del cuidado pastoral. Por las típicas condiciones de esta edad: tiempo de crecimiento y de descubrimiento del propio Proyecto de vida, sensibilidad a los grandes valores de la condición humana y a las angustias del momento histórico, los jóvenes son, y deben ser, sujetos activos, protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social. La Iglesia, hoy, cuenta con los jóvenes porque son fuente de riqueza y de juventud para la Iglesia y para la sociedad.

2ª.- Los niños son herederos del Reino de los cielos: Los niños son el símbolo elocuente y la imagen de las condiciones morales y espirituales que son esenciales para entrar en el Reino de los cielos. Esta es su misión profética en la Iglesia. Esta porción del Pueblo de Dios debe ser cuidada y defendida de los muchos peligros que la amenazan en las sociedades desarrolladas y de las carencias y sufrimientos que padecen en las subdesarrolladas.

3ª.- Los ancianos poseen la sabiduría: No deben ser conside-rados como personas inútiles o como carga insoportable. Al contrario son personas que al entrar en la tercera edad gozan de la experiencia de la vida, del don de la sabiduría; son testigos de las sanas tradiciones y a pesar de las naturales limitaciones pueden desempeñar un papel activo en la misión evangelizadora de la Iglesia. Lo recuerda el salmista: "Todavía en la vejez darán frutos, serán frescos y lozanos, para anunciar lo recto que es Yahvé" (92).

3.- HOMBRES Y MUJERES (Nº 49-52)

A pesar del título del apartado, en realidad estos cuatro números del documento se dedican, casi exclusivamente, a resaltar el papel indispensable de la mujer en la edificación de la Iglesia y en el desarrollo de la sociedad. Es de advertir que el Papa había publicado con anterioridad, 15 de agosto de 1988, la Carta Apostólica "Mulieris dignitatem", sobre la dignidad y la vocación de la mujer, y a la cual hace referencia aquí.

Frente a muchas formas de discriminación a la que está todavía sometida la mujer al finalizar el siglo XX, la Iglesia ha de defender y promover su dignidad personal y su igualdad con el varón. Debe, también, fomentar su participación activa y responsable en la vida y en la misión de la Iglesia.

El verdadero significado y la dignidad de los dos sexos se obtiene mediante un cuidadoso estudio de los fundamentos antropológi-cos de la condición femenina y masculina. Con ello se lograría "precisar la identidad personal propia de la mujer en su relación de diversidad y de recíproca complementariedad con el hombre" (Nº 50). El estudio de dichos fundamentos antropológicos, iniciados ya en "Mulieris dignitatem", deben continuar, dice el Papa, "de modo que se profundicen siempre mejor los valores y las dotes específicas de la femineidad y de la masculinidad, no sólo en el ámbito del vivir social, sino también y sobre todo en el de la existencia cristiana y eclesial" (Nº 50).

Luego el Papa pasa a decir que si es cierto que la mujer - igual que el varón - es hecha partícipe del triple oficio de Jesucristo Sacerdote, Profeta y Rey en virtud del Bautismo y de la Confirmación, sin embargo no puede recibir el sacramento del Orden (cf Mulieris dignitatem, 26). E inmediatamente añade: "Nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad" (Nº 51). Por tanto interesa ahondar en las responsabilidades concretas de la mujer en la vida y en la misión de la Iglesia, así como de su papel decisivo ante los problemas del mundo actual. A este respecto se destacan dos principales:

    1. - La responsabilidad de dar plena dignidad a la vida matrimonial y a la maternidad.

    2. - La tarea de asegurar la dimensión moral de la cultura, estos es, de una cultura digna del hombre, de su vida personal y social.

     

Así la mujer puede dar una aportación original, como sería aquella de "humanizar" la vida humana y enriquecer la comu-nión eclesial y el dinamismo del Pueblo de Dios.

Por último, hace referencia a que una excesiva insistencia sobre la condición de la mujer pudiera desembocar en un olvido referente a los varones. Se constata, sin embargo, que en varios lugares algunos hombres han abdicado de sus propias responsa-bilidades eclesiales, especialmente en la oración litúrgica, en la educación y catequesis de los propios hijos, en la presencia en centros culturales y en la colaboración en iniciativas misioneras.

Urge, por tanto, la presencia coordinada de los hombres y de las mujeres para hacer más completa, armónica y rica la participa-ción de los fieles laicos en la misión salvífica de la Iglesia. Y esto por una razón muy profunda: Dios "ha querido al hombre y a la mujer como primera comunidad de personas, raíz de cualquier otra comunidad y, al mismo tiempo, como "signo" de aquella comunión interpersonal de amor que constituye la misteriosa vida íntima de Dios Uno y Trino" (Nº 52).

4.- LOS ENFERMOS Y LOS QUE SUFREN (Nº 53-54)

En plena sintonía con la "locura de la Cruz", también los enfermos y los que sufren - aunque parezca paradójico - son enviados como obreros a la viña. Ellos hacen realidad en la Iglesia las palabras de San Pablo: "Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). Pero hay más: los enfermos y todos los sufrientes no solamente están invitados por Dios a unir su dolor a la Pasión de Cristo, sino que son los portadores, para sí mismos y para transmitir a los demás, de la fuerza de la renovación y la alegría de Cristo resucitado.

Esta realidad del sufrimiento humano pide a la Iglesia un decidido relanzamiento de la acción pastoral para y con los enfermos y los que sufren, considerándolos no tan solo como término del amor y del servicio de la Iglesia, sino más bien como sujetos activos y responsables de la obra de evangelización y de salvación. Esta posición de la Iglesia es importante tenerla muy en cuenta en nuestra sociedad moderna que está perdiendo el sentido del sufrir humano. Incluso pretende, no sólo silenciar esta dura realidad, sino eliminarla, en parte, a través de la eutanasia, proponiendo, así, una "cultura de la muerte".

5.- ESTADOS DE VIDA Y VOCACIONES (Nº 55-56)

Todos los estados de vida en la Iglesia y las diferentes vocaciones en su interior están en relación unos con otros; modalidades a la vez diversas y complementarias, cada una con su identidad; todos al servicio del crecimiento de la Iglesia. Así el estado de vida laical muestra su especificidad en la índole secular (cf. Cap. II, 15); los religiosos testifican la índole escatológica de la Iglesia, es decir, su tensión hacia el Reino de Dios y en cierta forma su anticipación; el sacerdocio ministerial representa la garantía permanente de la presencia sacramental de Cristo Redentor.

Al interior del estado laical se dan diversas vocaciones, es decir, diversos caminos espirituales y apostólicos que afectan a cada uno de los fieles. A este respecto se menciona la experiencia espiritual que a partir de 1947 se ha oficializado en la Iglesia, o sea, la de los Institutos seculares.

Texto para la reflexión personal:

"En la Iglesia-Comunión los estados de vida están de tal modo relacionados entre sí que están ordenados el uno al otro. Ciertamente es común - mejor dicho, único - su profundo significado: el de ser modalidad según la cual se vive la igual dignidad cristiana y la universal vocación a la santidad en la perfección del amor. Son modalidades a la vez diversas y complementarias, de modo que cada una de ellas tiene su original e inconfundible fisonomía, y al mismo tiempo cada una de ellas está en relación con las otras y a su servicio" (Nº 55).

Capítulo V: PARA QUE DEIS MÁS FRUTO (Nº 57-63)

Este capítulo trata del importante y urgente tema de la Formación de los fieles laicos.

1.- MADURAR CONTINUAMENTE (Nº 57)

Se plantea el problema: el hombre es interpelado en su libertad por la llamada de Dios a crecer, a madurar, a dar fruto. En este diálogo entre Dios que llama y el cristiano interpelado en su responsabilidad se sitúa la necesidad de una formación integral y permanente de los fieles. Los Padres sinodales colocan este tema entre las prioridades pastorales de una diócesis.

2.- DESCUBRIR Y VIVIR LA PROPIA VOCACIÓN Y MISIÓN (Nº 58)

El objetivo de la formación: el descubrimiento, cada vez más claro, de la propia vocación. Para descubrir la voluntad de Dios sobre nuestra vida es preciso, entre otras cosas, la escucha pronta y dócil de la Palabra de Dios, la oración constante, la percepción en la fe de los talentos recibidos. En la vida de toda persona hay momentos decisivos para discernir la llamada de Dios, como son la adolescencia y la juventud. Pero no hay que olvidar que Dios llama a cualquier edad de la vida. Lo importante no es sólo saber lo que Dios quiere de uno, sino hacer lo que Dios quiere.

3.- UNA FORMACIÓN INTEGRAL PARA VIVIR EN LA UNIDAD (Nº 59-60)

La tragedia más grande en la vida de muchos cristianos es la ruptura entre la fe y su vida concreta de cada día. Lo dijo el Vaticano II: "El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerada como uno de los grandes errores de nuestra época" (GS 43). Hay que evitar, por tanto, las vidas paralelas: por un lado lo espiritual, por otro lo temporal. Se precisa, pues, una formación integral.

Aspectos de la formación:

El primer aspecto es la llamada formación espiritual para crecer continuamente en la intimidad con Jesús y en la entrega a los demás. Esto se consigue con las diversas ayudas espirituales: la participación activa en la vida litúrgica y sacramental, la dirección espiritual, etc.

Un segundo aspecto consiste en la formación doctrinal. Frente a un mundo complejo y a un pluralismo ideológico, hoy más que nunca, el fiel laico necesita una sólida formación doctrinal que le permita profundizar en su fe y "dar razón de su esperanza". Merece especial mención un conocimiento más exacto de la Doctrina Social de la Iglesia para todos aquellos laicos comprometidos en el campo social y político. El documento afirma algo importante que los educadores no debemos olvidar: "Tal doctrina ya debe estar presente en la instrucción catequética general, en las reuniones especializadas y en las escuelas y universidades" (Nº 60).

Un tercer aspecto se refiere al crecimiento personal en los valores humanos. El documento trata de enumerar los más importantes citando al Vaticano II: "la competencia profesional, el sentido de la familia y el sentido cívico; las virtudes relativas a las relaciones sociales como son: la probidad, el espíritu de justicia, la sinceridad, la cortesía, la fortaleza de ánimo, "sin las cuales ni siquiera puede haber vida cristiana" (cf. AA 4).

4.- COLABORADORES DE DIOS EDUCADOR (Nº 61-62)

Después de afirmar que Dios es el primer y gran educador de su Pueblo, el documento muestra por vía descendente cómo Jesús, el Maestro, por su Espíritu, continúa en la Iglesia la obra educadora del Padre en los corazones de los hombres.

El Papa en la Iglesia universal y los Obispos en la Iglesias particulares tienen responsabilidades específicas en la formación de los fieles. Dicha formación se personaliza en las parroquias y todavía más en las pequeñas comunidades eclesiales.

Otro ambiente importante de formación lo constituye la familia cristiana: escuela primigenia y fundamental para la formación de la fe.

Las escuelas y universidades católicas están llamadas a desempeñar un papel profético en la formación de hombres y mujeres en los que se encarne el "mandamiento nuevo". A ello contribuyen los fieles laicos que cada día son más numerosos en estos lugares educativos. Su preparación específica debe lograr que "se dediquen a la acción educativa como a una verdadera y propia misión eclesial...y sean verdaderos testigos del Evangelio, mediante el ejemplo de vida, la competencia y la rectitud profesional, la inspiración cristiana de la enseñanza, salvando siempre la autonomía de las diversas ciencias y disciplinas" (Nº 62). Además, en el mundo de la ciencia es necesario que tanto la investigación científica como las aplicaciones tecnológicas realizadas por los fieles laicos estén siempre guiadas por el criterio del "servicio al hombre en la totalidad de sus valores y de sus exigencias".

5.- LA FORMACIÓN RECIBIDA Y DADA RECÍPROCAMENTE POR TODOS (Nº 63)

La formación no es el privilegio de algunos, sino un derecho y un deber de todos. Para que este principio sea una realidad, es urgente desarrollar una pastoral de la Formación de líderes, es decir, de todos aquellos laicos que van a desempeñar el papel de formadores de otros. Es necesario, además, crear conciencia de la necesidad que tiene cada laico para asumir el proceso de su propia formación. De esta manera, cuanto más se forma, más siente la necesidad de proseguir su formación y de ayudar en la formación de otros.

 

C O N C L U S I ÓN (Nº 64)

El documento finaliza con una apretada síntesis de lo expuesto en forma de llamamiento final y con una oración final a la Santísima Virgen María. Las conclusiones podrían ser las siguientes:

    1. - Los fieles laicos deben arraigar cada vez más en la mente, en el corazón y en la vida la conciencia eclesial, es decir, la conciencia de ser miembros de la Iglesia de Jesucristo, partícipes de su misterio de comunión y de su energía apostólica y misionera.

    2. - Es importante ser conscientes de la extraordinaria dignidad que se nos ha concedido mediante el santo Bautismo.

    3. - La "novedad cristiana" realizada por el Bautismo constituye la raíz de la participación en el oficio sacerdotal, profético y real de Cristo y de la vocación de todos a la santidad, según la índole "secular".

    4. - El sentido de comunión eclesial hará que valoremos armónicamente en la Iglesia la rica variedad de vocaciones, carismas, ministerios y responsabilidades.

    5. - Todos en la Iglesia, Pastores y fieles, debemos sentir la necesidad de comprometernos en la grande y magnífica empresa de la NUEVA EVANGELIZACIÓN de la que el mundo actual tiene gran necesidad.