APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LA MUERTE DE JESÚS


1. INTRODUCCIÓN :J/MU/SV:
La muerte de Jesús puede enfocarse, al menos, desde dos 
puntos de vista, desde un punto de vista histórico, o bien 
profundizado en su dimensión teológica. Las preguntas 
correspondientes a cada uno de esos puntos de vista serían las 
siguientes: ¿Por qué mataron a Jesús? ¿Qué movió a Caifás y a 
Pilato a actuar como lo hicieron? Y desde un punto de vista 
teológico, ¿por qué la muerte de Jesús nos salva? La expresión 
«Jesús nos ha salvado con su muerte», por mucho que estemos 
acostumbrados a oírla, no deja de ser un poco extraña. ¿Por qué 
nos ha salvado Jesús muriendo?; o ¿cómo es posible que la 
muerte de alguien sea salvadora para otros? En mi opinión, todo 
cuanto profundicemos en el primer punto de vista nos hará 
comprender mucho mejor la muerte de Jesús también desde la 
perspectiva teológica.

Así pues, dejamos esta pregunta teológica (¿por qué la muerte 
de Jesús es salvadora?) para más adelante. Ahora vamos a 
responder a la primera pregunta: ¿Por qué mataron a Jesús? 
¿Cómo se plantearon el juicio y la muerte de Jesús? 
Existen cuatro relatos de la Pasión de Jesús.
Uno en cada evangelio. Aunque no son iguales, ni mucho 
menos, sí son bastante parecidos. Es en lo que más coinciden los 
Evangelios. Está hoy universalmente admitido que los evangelios 
se empezaron a escribir, o se empezaron a contar, por la Pasión.
Se ha podido decir que los evangelios son relatos de la Pasión 
de Jesús a los que se ha puesto un prólogo largo: los recuerdos 
de sus hechos y enseñanzas. Quiero decir con esto que en los 
relatos de la Pasión tenemos en gran parte relatos fiables 
históricamente.
Es decir, que lo que nos cuentan pasó en gran parte tal como 
nos lo cuentan. Pero aquí no vamos a analizar los relatos de la 
Pasión de Jesús y de su muerte, sino que vamos a analizar, y 
además con un cierto detenimiento, otro relato distinto, que yo 
creo que es donde aparece planteado en su perspectiva histórica 
el por qué de la muerte de Jesús. Es el relato de la expulsión de 
los mercaderes del templo.

2. LA EXPULSIÓN DE LOS MERCADERES DEL TEMPLO: 
/Mt/21/12-13 /Mc/11/15-19: /Lc/19/45-48 /Jn/02/13-22 
Todo el mundo conoce la narración. El relato de la expulsión de 
los mercaderes del templo lo tenemos narrado en los cuatro 
evangelios. Pero, si nos fijamos, veremos que en los tres 
evangelios sinópticos está colocado al final. En Mateo está en el 
capítulo 21, de los 28 que tiene; en Marcos está en el capítulo 11, 
de sus 16; y en Lucas en el capítulo 19, de los 24 que tiene. Es 
decir, que, según los sinópticos, es una de las últimas cosas que 
hace Jesús en su vida.

En el evangelio de Juan, en cambio, aparece en el capítulo 
segundo: es de las primeras cosas que hace Jesús. o pasó al 
principio de la actividad de Jesús o pasó al final, pero no ocurrió 
dos veces.
Se puede afirmar, sin duda, que pasó al final; lo que ocurre es 
que el evangelista Juan lo coloca al principio porque, de acuerdo 
con su concepción de la práctica de Jesús, la actuación de Jesús 
en el templo resume prácticamente todo su mensaje y su misterio.

Ahora bien, tanto en el evangelio de Marcos como en el de 
Lucas se nos informa de que esa acción de Jesús fue la causa por 
la que los judíos empezaron, desde ese momento, a buscar una 
ocasión para matarlo. Así pues, la actuación de Jesús en el templo 
empieza a hacer surgir en las autoridades judías la idea de que es 
preciso matar a Jesús. Marcos y Lucas lo dicen. Juan lo sugiere de 
otra manera, cuando dice: «voy a destruir este templo y en tres 
días lo reedificaré; pero él se refería al templo de su cuerpo». Es 
decir, Juan está hablando de la muerte y resurrección en relación 
con el episodio del templo.
Resumo: tenemos el relato bien atestiguado en los evangelios y 
lo tenemos puesto en relación con la muerte de Jesús: «desde 
entonces querían matarlo».

Ahora bien, la acusación que se esgrime contra Jesús en los 
relatos evangélicos de la Pasión de Marcos y de Mateo, sólo en 
esos dos, es: «Se presentaron dos testigos falsos que decían 
'hemos oído que éste dijo: voy a destruir el templo y en tres días lo 
reedificaré'» (cf Mt 26,61 y par). Por tanto, según esos dos 
evangelistas, la acusación ante Caifás es precisamente la de 
haber amenazado con destruir el templo.

En los evangelios de Marcos y de Mateo, la burla de los judíos 
en la cruz se formula diciendo: «éste, que ha dicho que podía 
destruir el templo y reedificarlo en tres días, a sí mismo no puede 
salvarse» (cf. Mt 27,40 y par).

Además, en los evangelios de Marcos y de Mateo, y dos veces 
en el de Lucas, aparece una profecía de Jesús que tiene lugar al 
subir a Jerusalén. Jerusalén está a unos 800 mts. sobre el nivel del 
mar, asentada en una colina. Desde las colinas de enfrente, los 
discípulos le dicen a Jesús: «mira qué preciosidad de templo 
tenemos...; y Jesús contesta: '¿véis todas esas maravillas?: no 
quedará piedra sobre piedra'» (cf. Lc 19,44; 21,6 y par). Hay que 
tener en cuenta que esto que dice Jesús es una profecía. No es 
una adivinación. Cuando nosotros hacemos una quiniela, ponemos 
lo que creemos que va a pasar, sin que nos comprometa 
vitalmente. Cuando Jesús dice que no va a quedar piedra sobre 
piedra, está lanzando una maldición contra el templo. Además, 
para los judíos, la presencia de Yahvé en el templo de Jerusalén 
es, por decirlo de alguna manera, como el segundo dogma de su 
religión. El primero es que Dios sólo hay uno. El segundo es que 
ese único Dios vive allí.
Decir que el templo va a ser destruido quiere decir que la Casa 
de Dios va a ser destruida o, dicho de otra manera, que Dios va a 
dejar de vivir allí. Y, por tanto, Jesús está atacando una verdad 
fundamental de la religión judía.

Si leemos los Hechos (6,14), al plantearse el proceso del primer 
mártir cristiano, Esteban, éste es acusado de haber dicho que 
Jesús, a quien acababan de crucificar pocos años antes, volvería 
para destruir el templo, lo que estaban esperando los cristianos. 
Evidentemente, la profecía de Jesús no se había cumplido 
todavía.

Y, por fin, un último texto. En el capítulo 21 del Apocalipsis, 
cuando se describe la Jerusalén celestial, la nueva ciudad, el texto 
nos dice lo siguiente: «Ven, te voy a enseñar a la novia, a la 
esposa del Cordero; le mostró la ciudad Santa de Jerusalén que 
bajaba del cielo junto a Dios vestida como una novia»; va 
describiendo la ciudad, y añade: «y no vi santuario» (cf. Apoc 
21,22). Así pues, en la nueva Jerusalén no habrá templo.

En resumen: tenemos muy atestiguada a lo largo de todo el 
Nuevo Testamento la unión de estas tres palabras: 
Jesús-templo-destrucción.
De acuerdo con el primer criterio de historicidad, hay que 
mantener que Jesús tuvo algo que ver con la idea de la 
destrucción del templo.

Hay otra razón para afirmar la historicidad de este episodio de la 
expulsión de los mercaderes del templo por parte de Jesús. Todo 
lo que en los evangelios va en desdoro de la figura de Jesús, todo 
lo que va contra él, corresponde a la realidad histórica. Ello se 
debe a que, una vez que Jesús, resucita y es confesado en la fe 
como Hijo de Dios, todos los aspectos que pueden ser negativos 
respecto a su persona van siendo eliminados de la tradición de la 
Iglesia primitiva. Un ejemplo típico: cuando Jesús empieza a 
predicar y sale de su casa, el evangelio de Marcos dice que sus 
familiares creían que estaba loco (cf. Mc 3,21). Sin embargo, esto 
no se encuentra en los evangelios de Mateo, Lucas y Juan. La 
idea de que podía estar loco es algo que, de alguna manera, va 
contra Jesús, y por eso ha sido eliminado. La misma interpretación 
habitual entre nosotros del episodio del templo como una 
«purificación» es una manera de eliminar el aspecto negativo que 
tiene la actuación de Jesús en el templo, que debe ser 
considerada como una especie de golpe de mano por parte de 
Jesús y sus discípulos.

Pero ¿qué hizo Jesús en el templo? Nosotros tenemos la imagen 
tradicional, enriquecida por las homilías oídas a lo largo de nuestra 
vida, de que en el templo están vendiendo y comprando 
ilegalmente, incluso extorsionando y robando. Entonces Jesús, 
airado por ello, «purifica» el templo para que allí se rece: «Mi casa 
será llamada casa de oración». Al templo hay que ir a rezar, en 
lugar de ir a comprar, vender o robar.

Yo creo que esto no es así. Veamos primero cómo funcionaba el 
templo. Lo tenemos perfectamente atestiguado por Flavio Josefo 
(La Guerra de los Judíos, 5,5). Lo más parecido que tenemos en 
España al templo de Jerusalén es la mezquita de Córdoba, que es 
un lugar de oración árabe (semítico, al fin y al cabo). Todos los 
que hayan estado en la mezquita de Córdoba sabrán que hay un 
patio alrededor del edificio. Nosotros entendemos que el patio no 
es el recinto sagrado, y así lo entendían también los judíos. La 
explanada del templo y el patio no son el templo. Si uno va a la 
mezquita de Córdoba, verá que en el patio de los naranjos se 
venden caramelos, tarjetas de la mezquita y otras chucherías. Si 
fuéramos coherentes con la manera habitual de entender el 
episodio de la expulsión de los mercaderes del templo por parte de 
Jesús, lo primero que tendría que hacer el obispo de Córdoba 
sería prohibir que en el patio de los naranjos se vendieran 
fotografías de la mezquita y «chupa-chups» para los niños.

En el templo de Jerusalén hay un patio. En ese patio se vende. 
Pero ¿qué se vende? Se venden palomas y ovejas y se cambia 
dinero. Es decir, los animales (palomas y ovejas) que se necesitan 
para el culto. Las palomas y las ovejas que se sacrifican en el 
templo y que deben cumplir los requisitos legal y ritualmente 
establecidos para que sean animales aptos para los sacrificios. ¿Y 
por qué se cambia dinero? Porque a Dios sólo se le puede 
ofrendar dinero puro y, por tanto, acuñado por el templo. Los 
judíos habitan por todo el Mediterráneo, en Roma, Corinto... 
Cuando llegan en peregrinación a Jerusalén, cambian el dinero de 
su tierra por dinero puro para hacer la ofrenda en el templo.

Según nos cuenta Flavio Josefo, el patio en torno al templo se 
conoce como atrio de los gentiles, donde puede entrar todo el 
mundo.
Después viene el atrio de las mujeres, donde sólo pueden entrar 
las mujeres judías. Luego está el atrio de los israelitas, donde 
pueden entrar los israelitas judíos mayores de 12 años y, en 
principio, sin defecto físico y sin impureza. ¿Por qué? Quien es 
ciego, evidentemente no tiene la bendición de Dios, porque, si la 
tuviera, no sería ciego. Y si no tiene la bendición de Dios, ¿cómo 
va a ser digno de presentar la ofrenda? Después viene el atrio de 
los sacerdotes y, por último, el «Sancta Sanctorum», o Santísimo, 
donde sólo puede entrar el Sumo Sacerdote una vez al año, en la 
fiesta de la Expiación.

Cuando Jesús entra en el Templo, derriba las mesas de los 
cambistas y expulsa a los vendedores de palomas y de ovejas, lo 
que hace es impedir el funcionamiento del sistema cultual judío. 
Leamos el texto tal como lo trae Marcos (11,15-19), que es el 
único que conserva una frase clave en contra de Jesús: «Volcó las 
mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de 
palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el 
templo... y al atardecer se marchó fuera de la ciudad». El 
evangelio de Marcos es, en conjunto, el más primitivo, y en este 
pasaje también. Nos viene a decir que Jesús dio una especie de 
golpe de mano en el templo durante todo el día... hasta el 
atardecer, cuando marchó fuera de la ciudad. Traducido a nuestro 
mundo, sería algo así como si uno entra en una iglesia, toma en la 
sacristía las formas y el vino de misa y se lo lleva diciendo: «aquí 
no se dice misa».
Lo que Jesús hace es un gesto profético con el cual viene a 
pronunciarse así: este sistema cultual no es el sistema cultual que 
Dios quiere y, por lo tanto, no podéis seguir ofreciendo sacrificios 
a Dios de esta manera.

Leamos ahora cómo los evangelistas interpretan lo que Jesús 
hace.
Esa interpretación la tenemos en los textos del Antiguo 
Testamento que citan los evangelistas. Los sinópticos aducen Is 
56,7 y Jer 7,11. La frase que el evangelista pone en labios de 
Jesús mientras expulsa a las ovejas y a los cambistas es: «mi casa 
será casa de oración para todos los pueblos» (Marcos), «mi casa 
será casa de oración» (Mateo y Lucas), tomado de Is 56,7, «pero 
vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos», tomado de 
Jer 7,11. Lo más probable es que Jesús no dijera ninguna frase ni 
citara la Biblia según expulsa las ovejas, porque nadie arrea 
ovejas citando textos bíblicos... Esto es la interpretación que la 
tradición sinóptica (Mateo, Marcos y Lucas) hace del gesto de 
Jesús, que es distinta de la interpretación que hace Juan del 
mismo gesto de Jesús. Juan cita el Salmo 69,9-10 y Zac 14,21. 
Este último pasaje no es citado en su tenor exacto, sino un poco 
libremente. Los sinópticos, por un lado, y Juan, por otro, difieren 
en la interpretación.

Nosotros citamos la Biblia con números de capítulos y 
versículos. En tiempo de Jesús y cuando se escriben los 
evangelios, Isaías no está dividido en capítulos ni en versículos. La 
forma de citar textos bíblicos es citar una palabras del texto que a 
un buen rabino le recuerdan todo el pasaje, porque lo conoce de 
memoria.

En estas citas está el nudo de la cuestión.
En Is 56,1-7 tenemos: «Así dice Yahvé: Velad por la equidad y 
practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y mi justicia 
para manifestarse.
Dichoso el mortal que tal haga, el hombre que persevere en ello, 
guardándose de profanar el sábado, guardando su mano de hacer 
nada malo. Que el extranjero que se adhiera a Yahvé no diga: 
'Ciertamente Yahvé me separará de su pueblo'. No diga el eunuco: 
'Soy un árbol seco'. Pues así dice Yahvé: Respecto a los eunucos 
que guardan mi sábado y eligen aquello que me agrada y se 
mantienen firmes en mi alianza, yo he de darles en mi Casa y en 
mis muros monumento y nombre mejor que hijos e hijas... En 
cuanto a los extranjeros adheridos a Yahvé para su ministerio, 
para amar el nombre de Yahvé y para ser sus siervos, a todo 
aquel que guarda el sábado sin profanarlo, ...yo les traeré a mi 
monte santo y les alegraré en mi casa de oración. Sus holocaustos 
y sacrificios serán gratos sobre mi altar, porque mi Casa será 
llamada Casa de oración para todos los pueblos».

¿Qué dice Isaías? Cuando llegue el Reino de Dios, cuando 
lleguen los tiempos mesiánicos, los extranjeros y los eunucos 
podrán ofrecer sacrificios en la casa de Yahvé, en el templo de 
Jerusalén. Pero ahora los extranjeros no pueden pasar del atrio de 
los gentiles, y los eunucos tampoco, aunque sean israelitas, 
porque su mutilación les impide presentarse dignamente ante 
Yahvé. La cita de Isaías da a entender que en los tiempos 
mesiánicos los extranjeros, si son buenas personas, tendrán 
acceso a Dios, y los eunucos o los hombres con cualquier otro 
defecto físico tendrán acceso a Yahvé y podrán presentar su 
ofrenda. Como Jesús está anunciando la proximidad de los 
tiempos mesiánicos, que llegan vinculados a su persona, ha 
llegado el momento de empezar a realizar en el culto a Dios eso 
que Isaías había profetizado.

Pero ¿cuál es la situación? Leamos Jer 7, 1-11: «Palabra que 
llegó de parte de Yahvé a Jeremías: Párate en la puerta de la casa 
de Yahvé y proclamarás allí esta palabra. Dirás: oíd la palabra de 
Yahvé toda Judá, los que entráis por estas puertas a postraros 
ante Yahvé. Así dice Yahvé Sebaoth, Dios de Israel: Mejorad de 
conducta y de obras y yo haré que os quedéis en este lugar. No os 
fiéis de palabras engañosas diciendo: 'Templo de Yahvé, Templo 
de Yahvé, Templo de Yahvé es éste'. Porque, si mejoráis 
realmente vuestra conducta y obras, si realmente hacéis justicia 
mutua y no oprimís al forastero, al huérfano y a la viuda y no 
vertéis sangre inocente en este lugar, ni andáis en pos de otros 
dioses para vuestro daño, entonces yo me quedaré con vosotros 
en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres desde siempre 
hasta siempre. Pero he aquí que vosotros os fiáis de palabras 
engañosas que de nada sirven, para robar, matar, adulterar, jurar 
en falso, incensar a Baal y seguir a otros dioses que no conocéis. 
Luego venís y os quedáis ante mí en esta Casa llamada por mi 
nombre y decís: 'Estamos seguros', para seguir haciendo todas 
esas abominaciones. ¿En cueva de bandidos se ha convertido a 
vuestros ojos esta casa que se llama de por mi nombre?» 
¿Qué es lo que dice Jeremías?: «Vosotros matáis, robáis, 
adulteráis, oprimís al pobre y venís a la casa de Yahvé diciendo: 
¡viva Yahvé que habita aquí!, ¡somos el pueblo elegido!, y 
convertís de hecho la casa de Yahvé en cueva de bandidos».

Cuando en la cita de los evangelios se dice: «mi casa es casa 
de oración y no cueva de bandidos», se está diciendo: el 
verdadero culto a Dios exige que no haya distinción entre judíos ni 
extranjeros, entre hombres y mujeres, entre sanos y no sanos, es 
decir, entre gente que se supone que tiene la bendición de Yahvé 
y gente que no la tiene. Lo que no puede ser es lo que estáis 
haciendo: haber convertido el templo en cueva de bandidos.

¿Quiénes son los bandidos? ¿Los que estaban en el patio 
vendiendo palomas y cambiando el dinero? No; los bandidos son 
los que van a rezar al templo. Pero no por ir a rezar, sino porque el 
ir a rezar es la forma de tranquilizarse ante Dios después de haber 
matado, adulterado y oprimido al pobre antes de entrar allí.

¿Vamos viendo por qué Caifás no era tan mala persona? De tal 
manera hemos oscurecido la imagen de Caifás que no estamos 
acostumbrados a reconocernos en él. Solamente entenderemos 
de verdad la muerte de Jesús cuando detrás de la imagen de 
Caifás podamos reconocernos, al menos en parte. Caifás cree que 
el funcionamiento del templo es la forma correcta de dar culto a 
Dios. Y ahora viene un idealista a quien no se le ocurre otra cosa 
mejor que proclamar que a Dios hay que adorarle en espíritu y en 
verdad, que no tiene que haber distinciones entre judíos y 
gentiles, entre hombres y mujeres, entre gente rica y pobre, entre 
sanos y no sanos, porque Dios quiere a todos con amor infinito... 
Esto es subvertir el orden religioso establecido y tradicional. Lo 
único que puede llegar, si seguimos con estas ideas, es el caos.

Vamos al Evangelio de Juan. El Evangelio de Juan, en vez de las 
citas mencionadas, aduce otros dos textos: el salmo 69,10 y la 
profecía de Zac 14,20-21. El Salmo 69, 10: los discípulos se 
acordaron de la frase que había dicho, «el celo de tu casa me 
devora», o «me cuesta la vida». El salmo 69 es uno de los salmos 
mesiánicos del Antiguo Testamento; también uno de los salmos en 
los que la tradición de la primitiva Iglesia entendió que se 
profetizaba la muerte de Jesús. Dicho de otra manera: con lo que a 
Jesús le ocurre en su Pasión se cumple el Salmo 69.

Hay dos salmos que el Nuevo Testamento entiende 
especialmente referidos a la muerte de Jesús: el salmo 22 y el 
salmo 69. Cuando el evangelista observa: «los discípulos se 
acordaron de que está escrito 'el celo por tu casa me cuesta la 
vida' », está sugiriendo que en la muerte de Jesús y en la relación 
que ésta tiene con el templo se cumple el salmo 69.

La profecía de Zacarías (/Za/14/20-21) dice: «En aquel día 
-«ese día», en la Biblia, siempre es el día mesiánico, que puede 
ser entendido como el día de salvación o como día de juicio, pero 
siempre es el día mesiánico- se hallará en los cascabeles de los 
caballos: 'consagrado a Yahvé', y serán las ollas en la Casa de 
Yahvé como copas de aspersión delante del altar; y toda olla de 
Jerusalén y Judá estará consagrada a Yahvé Sebaoth. Todos los 
que quieran sacrificar vendrán a tomar de ellas y en ellas cocerán. 
Y ya no habrá comerciante en la casa de Yahvé Sebaoth en el día 
aquel».

Los cascabeles de los caballos llevarán escrito: «consagrado a 
Yahvé». Es claro que habitualmente en los cascabeles de los 
caballos no pone «consagrado a Yahvé». Pero en Israel sí hay 
unos cascabeles que llevan esa inscripción.
Son los cascabeles de los zapatos rituales del Sumo Sacerdote. 
Entre los ornamentos de que se reviste el Sumo Sacerdote hay 
unos zapatos que llevan cascabeles que tintinean al andar.
Esos son zapatos sagrados y cascabeles sagrados. Esos 
cascabeles sagrados, que el Sumo Sacerdote hace tintinear según 
va andando, llevan una inscripción: «consagrado a Yahvé».
SAGRADO/PROFANO:¿Cuál es la profecía de Zacarías? El día 
del Mesías no habrá unos cascabeles sagrados, los de los 
sacerdotes, y otros profanos, los de los caballos, sino que todo 
será sagrado. Y en las ollas, todas las ollas de Jerusalén y de Judá 
estarán consagradas a Yahvé. Las ollas del templo, donde se 
cuece la carne de las ovejas de los sacrificios, llevan también la 
inscripción «consagrado a Yahvé». Zacarías anuncia, pues, que 
en el día mesiánico las ollas de cualquier casa serán sagradas. Así 
pues, su profecía da a entender que, cuando tenga lugar la venida 
del Mesías, no habrá ya realidades sagradas y profanas, sino que 
Dios lo llenará todo, y entonces todo será sagrado. Las ollas de 
las casas serán sagradas. Los cascabeles de los caballos serán 
sagrados. El mundo entero será sagrado. Cuando el evangelista 
Juan hace esta cita, está diciendo: en el tiempo mesiánico Dios lo 
llenará todo; una persona no será santa porque venga a rezar al 
templo, sino que su santidad se hará presente en la vida ordinaria. 
Recordemos el pasaje del Apocalipsis (21,22-23) donde se habla 
de la nueva Jerusalén: «No vi santuario en ella, pues el Señor 
todopoderoso, y el Cordero, era su santuario. Y aquella ciudad no 
tiene necesidad de sol ni de luna para que la alumbren, pues el 
esplendor de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara».

-3. LA CONDENA DE JESÚS 
¿Por qué quiere Caifás matar a Jesús? Jesús anuncia con su 
predicación que la llegada del Reino de Dios es inminente, y lo 
muestra haciendo signos maravillosos y gestos proféticos.
Esto pone a Caifás ante una alternativa: ¿es verdad que con 
Jesús ha llegado el Reino mesiánico, que él es el Mesías, o no es 
verdad? Si es verdad, Caifás tiene que hacer aquello a lo que la 
predicación de Jesús invita: convertíos, porque está cerca el Reino 
de Dios. Y, en consecuencia, empezar a cambiar el sistema de 
funcionamiento y de adoración de Dios. No puede haber distinción 
entre hombre y mujer, ni entre griego y judío, al acercarse al 
templo. Todos son hijos de Dios; también los pobres y los 
marginados lo son; incluso los que no cumplen la ley. Es decir, el 
sistema cultual del templo de Jerusalén es un sistema caduco. En 
caso contrario, si la predicación de Jesús es falsa, Jesús es 
también un falso profeta, un impostor que merece un castigo tanto 
más riguroso cuanto más deletérea para el judaísmo es su 
predicación.

No sabemos qué artículo de la Ley se adujo en la muerte de 
Jesús, pero hay dos probables: Dt 18, 18-20 y 13 ,6. Leemos Dt 
18, 18-20: «Yahvé me dijo: yo les suscitaré de en medio de sus 
hermanos un profeta semejante a ti. Pondré mis palabras en su 
boca y él les dirá todo lo que yo le mande. Si alguno no escucha 
mis palabras, las que ese profeta pronuncie en mi nombre, yo 
mismo le pediré cuenta de ello; pero si un profeta tiene la 
presunción de decir en mi nombre una palabra que yo no he 
mandado decir y habla en nombre de otros dioses, este profeta 
morirá».

Si la palabra que Jesús dice es verdaderamente una palabra 
anunciada de parte de Dios, Jesús es un profeta verdadero, y el 
día mesiánico ha llegado. Ahora bien, si las palabras de Jesús no 
vienen de parte de Dios, entonces Jesús es un profeta falso y, en 
consecuencia, de acuerdo con el texto del Deuteronomio, ese 
profeta debe morir.

Así pues, en el juicio y condena a muerte de Jesús, el Sanedrín 
trata de demostrar que Jesús es un profeta falso. Que la 
concepción de Dios que tiene Jesús y que predica es falsa.
Cuando Jesús dice que Dios ama a todos los hombres, también 
a los pecadores, se equivoca.
Cuando Jesús dice que los hombres y las mujeres son lo mismo 
ante Dios, se equivoca. Cuando Jesús dice que los eunucos y los 
extranjeros son lo mismo ante Dios que los judíos, nos está 
engañando. ¿Cómo va a querer igual Dios a los que cumplen su 
voluntad que a los que no la cumplen? ¿Cómo va a querer igual 
Dios a los paganos que a los judíos, si éstos son el pueblo 
elegido? ¿Cómo va a querer Dios igual a los santos que a las 
prostitutas? Y si Jesús no tiene razón, si es un profeta falso, la Ley 
exige su muerte.

Así se explican las burlas de los sacerdotes ante la cruz: «Baja 
de la cruz». ¿Por qué? Porque en el salmo 22, vv.2, 9 y 19 está 
profetizado lo que Dios hace con el justo. «Se confió a Yahvé, 
pues que El le libre; que le salve, si le quiere».
¿No ha dicho Jesús que Dios es su Padre?; pues entonces, si 
eso es verdad, se cumplirá el salmo 22. Se podrían dar otras citas. 
El Salmo 34, 20: «Dios librará al justo. Ni un solo hueso se le 
quebrará». Tú has dicho que destruías el templo.
Es decir, tú has dicho que contigo empezaba una nueva forma 
de adorar a Dios y que empezaba una nueva forma de relaciones 
entre los hombres. Vamos a ver si es verdad. Si es verdad que 
eres capaz de destruir el templo, serás capaz de bajar de la cruz. 
Como no bajas de la cruz, se ve claramente que es mentira que 
tuvieras una palabra de parte de Dios.

J/BLASFEMO: ¿Qué pasa en la muerte de Jesús? Jesús es 
juzgado y condenado por blasfemia. En el Antiguo Testamento y 
en el Nuevo la blasfemia significa, sencillamente, atribuir a Dios 
algo que no es verdad. ¿Qué es aquello que Jesús dice de Dios 
que Caifás entiende que no es verdad? Su predicación: que Dios 
ama a todos los hombres, que Dios está a favor de los pobres, 
aunque éstos no cumplan la ley; que el Reino de Dios ha llegado; 
que el que quiera entrar en el Reino tiene que convertirse, es 
decir, empezar a actuar como digno hijo de ese Padre que ama 
incondicionalmente a todos; que mi prójimo es cualquier 
samaritano; etc. Caifás entiende que eso que Jesús dice de Dios 
es blasfemia. Ahora bien, en el caso de la muerte de Jesús el 
Sanedrín se va a convertir, de juez, en reo. Porque el Sanedrín se 
halla ante el siguiente dilema: aceptar que esa predicación de 
Jesús es lo que Dios quiere, que esa predicación de Jesús es una 
palabra de parte de Dios, o no aceptarlo. Si no aceptan su 
predicación, con la Ley en la mano pueden matar a Jesús como un 
falso profeta.
Pero, de aceptar su predicación, han de convertirse. Su corazón 
es demasiado duro para aceptarlo y convertirse. No les queda más 
remedio que condenar a muerte a Jesús. Así, ellos mismos quedan 
juzgados.
Cuando el Sanedrín va ante Pilato y presenta a Jesús como el 
Rey de los judíos, no hace más que traducir para Pilato lo que en 
el Sanedrín se ha decidido. Este hombre tiene pretensiones 
mesiánicas, ha dado a entender que con él llega el Reino de Dios; 
presentémoslo a Pilato con sus pretensiones de rey, que Pilato ya 
se encargará de condenarlo como revoltoso:
«Este es el Rey de los judíos». Y, por tanto, traducen al mundo 
de la política lo que se ha establecido en una esfera religiosa, 
ámbito que -también en este caso, como es obvio que pasa 
siempre- tiene también sus implicaciones políticas. El desenlace 
nos da a entender que no fueron lo suficientemente listos para 
engañar a Pilato, pero sí lo suficientemente fuertes para 
presionarle. Pilato le declaró inocente, pero le condenó.

J/MU/LIBERTAD: Lo más importante es, creo yo, caer en la 
cuenta de que la muerte de Jesús se la buscó el mismo Jesús. 
¿Podía Jesús haberse librado de la muerte? Evidentemente, sí. 
Bastaba con que hubiera hecho una sola cosa: irse de Jerusalén.
Si se hubiera ido de Jerusalén, Jesús no habría sido perseguido 
ni condenado. Porque el Mesías tiene que manifestarse en 
Jesusalén (cf. Lc 13,33). Así lo entiende muy bien Tomás en el 
evangelio de Juan, cuando en el episodio de la resurrección de 
Lázaro dice: «vayamos a Jerusalén y muramos con él» (Jn 1 1,1 6) 
Tomás sabe que ir a Jerusalén es buscarse la muerte.

¿Por qué, entonces, se busca Jesús la muerte? Porque su 
relación de fidelidad con el Padre le obliga a ello. Jesús asumió la 
muerte que estaba implicada en su predicación sobre Dios.
Decir que Dios es amor incondicionado es peligroso, y actuar en 
consecuencia mucho más peligroso todavía. Jesús lo sabe y no se 
lo calla.
Más todavía, lo demuestra con su vida.

El día 16 de noviembre de 1989 mataron a unos jesuitas en El 
Salvador. En una publicación española se vino a decir que estos 
jesuitas, con su actuación, se la estaban buscando.
¡Claro que se la estaban buscando! Pero eso no es malo, sino 
expresión del compromiso cristiano. Si se callan la boca o si se 
marchan de El Salvador, nadie los mata. Pero fijémonos que los 
asesinados eran personas cuyas únicas armas fueron la pluma y 
la palabra. Nadie pudo decir que se la estaban buscando por 
haber empuñado las armas o ser beligerantes. En consecuencia, 
cuando alguien escribe en una revista que lo que les ha pasado a 
los jesuitas de la UCA es consecuencia de su actuación, lo que se 
hace, aunque se pretenda lo contrario, es identificarlos más con el 
Maestro. También Jesús murió porque se lo buscó. También en 
este punto están siguiendo el camino de Jesús. En ambos casos, 
como también en el de Monseñor Romero, su muerte fue 
consecuencia de su obrar. Lo que pasa es que ese obrar es tal 
que la estructura de pecado del mundo no lo puede soportar y 
tiene que quitarlos de en medio. La muerte de Jesús es 
consecuencia de su obrar. Algunos judíos quieren que el Estado 
de Israel revise hoy el proceso de Jesús.
Piensan con muy buena intención, y quizá también con algo de 
ingenuidad, que los judíos y los cristianos nos llevaríamos mucho 
mejor si eso se hiciera. Yo creo que en la propuesta existe buena 
intención, pero que no tiene mucho sentido. Quienes condenaron 
a Jesús fueron Caifás y Pilato; pero quien en verdad mató a Jesús 
fue el pecado del mundo, cuya fuerza tenemos que aprender a 
descubrir también en nosotros mismos

JOSE RAMON BUSTO SAIZ
CRISTOLOGIA PARA EMPEZAR
EDIT. SAL TERRAE COL. ALCANCE 43
SANTANDER 1991. Pág. 67-89