Sentido y alcance de nuestra fe en la
Iglesia
I/FE/EN-LA:FE/EN-LA/I
La Iglesia es una realidad que sólo puede comprenderse desde la fe.
Anticipamos una sencilla confesión de nuestra fe: creemos en la
Iglesia. Ella no es para nosotros simple objeto de estudio, ni mero
ambiente colectivo propicio para mantener la fe, ni siquiera puro tajo
concreto de nuestro compromiso cristiano. Es todo esto, pero es más
que esto: es objeto de nuestra fe, destinataria de nuestra adhesión
creyente.
Creemos en la Iglesia. Pero no creemos en ella como creemos en
Dios. Sólo Él es el Tú absoluto que se nos entrega de manera plena,
gratuita e irrevocable en Jesucristo y, por tanto, reclama y merece
nuestra fe en el sentido fuerte de esta palabra. Sólo a Él brindamos
nuestra adhesión creyente como confianza radical y entrega total.
Creer en la Iglesia no equivale tampoco a un acto de confianza en su
vitalidad, en su salud institucional, en su brillante porvenir en la
sociedad. No equivale a comprobar que "goza de buena salud" y a
alegrarnos de este diagnóstico. Ni equivale a ignorar, ocultar o
disculpar sus debilidades y pecados.
1.CREER EN LA IGLESIA ES DESCUBRIR SU VERDADERO
MISTERIO/I:I/MISTERIO
Creer en la Iglesia significa, pues, primordialmente, afirmar que ella
es más que lo que nos arroja el balance de resultados de un análisis
realizado con datos y elementos extraídos de la experiencia, de la
sociología o de la historia. Existe en ella una dimensión que se escapa
a dichos análisis y que sólo es registrada por la mirada de la fe. Esta
dimensión es, paradójicamente, lo más propio y lo menos propio de la
Iglesia.
Lo más propio porque, sin ella, la Iglesia no se distingue de muchos
otros colectivos semejantes. Lo menos propio, porque no procede de
su cosecha particular, sino que la recibe continuamente de Otro.
Creer en la Iglesia significa, pues, creer en Dios que nos revela lo
que es la Iglesia. Es aceptar mental y vitalmente, en virtud de nuestra
confianza en Dios, que la Iglesia no es sólo lo que aparece ante
nuestra mirada, sino lo que la palabra de Dios nos asegura de ella.
2.CREER EN LA IGLESIA ES ACEPTARLA COMO ESPACIO DE
SALVACIÓN I/SV:SV/I La palabra de Dios nos asegura, en primer
lugar, que la Iglesia concreta y limitada que conocemos es el espacio
en el que Dios hace explícitamente presente, patente y operante su
voluntad irrevocable de salvar por Cristo a los seres humanos. Es el
ámbito en el que esta voluntad se expresa y se realiza. La acción
salvadora de Dios, presente y activa en el mundo por la acción del
Espíritu, se hace consciente de modo explícito en la Iglesia y suscita
una comunidad que, movida por ese mismo Espíritu, acepta a Jesús
como Señor, y al Evangelio como pauta de vida, y es llamada a
testificarlo y anunciarlo al mundo.
Creer en la Iglesia consiste, por tanto, en reconocer con gratitud y
con asombro que este espacio limitado y manchado es al mismo tiempo
espacio en el que acontece la salvación. Si su condición limitada y
manchada retrae momentáneamente la adhesión, su condición
portadora de salvación la justifica y la reclama.
3.CREER EN LA IGLESIA ES ACEPTARLA COMO MEDIO DE
SALVACIÓN
A la luz de la palabra de Dios, la Iglesia no es un puro espacio en el
que acontece la salvación, sino medio de esta salvación. En otras
palabras: los creyentes recibimos la salvación o autocomunicación
liberadora de Dios no sólo en la Iglesia, sino de la Iglesia y por la
Iglesia.
Pero la fe vigilante registra hoy mismo, a lo largo y ancho de la
Iglesia, innumerables signos que le revelan, en la penumbra, su
fecundidad. En ellos el Dios escondido se manifiesta discretamente, el
Siervo doliente contempla las primicias de una posteridad, el Señor
crucificado "atrae hacia sí", el Reino se muestra, en su fragilidad, más
fuerte que los poderes que lo circundan.I/VITALIDAD I/FECUNDIDAD
En efecto, una comunidad que genera en medio de nuestro mismo
pueblo nutridas levas de creyentes deseosos de vivir un Evangelio
radical y actualizado, no es una comunidad acabada. Un seno que en
medio de esta sociedad europea engendra promociones de cristianos
con mucha voluntad de servicio y poco afán de protagonismo, no está
agostado. Un movimiento que se hace presente en mil rincones del
Tercer mundo a los que no han llegado ni siquiera los comerciantes y
los periodistas, no vive de la inercia de su propio pasado. Un grupo
social en cuyo interior nacen tantas iniciativas de presencia junto a los
marginados, no es un grupo esclerotizado. Una institución de talla
mundial que lleva a cabo una renovación de la envergadura del
Vaticano II, no es un fósil que pertenece al reino de la muerte.
4.CREER EN LA IGLESIA ES ACEPTARLA COMO SUJETO
PRIMORDIAL DE LA FE
La comunidad cristiana que colabora con Dios en el alumbramiento y
crecimiento de los creyentes no es un medio externo a la fe. Es la
primera destinataria de esa vida de fe. La comunidad cristiana
despierta la fe de sus miembros porque ella misma ha sido ganada
para la fe. Ella es no sólo objeto de nuestra fe, sino sujeto de esa fe.
FE/ECLESIAL:FE/C:La Escritura testifica de muchas maneras que
Dios ofrece primordialmente su salvación, no a individuos aislados,
sino a un pueblo, a una comunidad. Esta se abre a la salvación de
Dios acogiéndola por la fe. La de cada uno es una llama que se
enciende en la hoguera de la fe de la comunidad. Creer es un acto
personal y libre. En cada creyente la misma fe común tiene acentos y
resonancias particulares. Pero no es algo totalmente autónomo y
subjetivo. Cuando creemos, nos adherimos a una comunidad que
profesa una fe que precede a la de cada uno.
Aceptamos la fe de la comunidad de tal modo que, por esta
aceptación, nuestra fe no expresa sólo convicciones individuales, sino
compartidas; no recoge opiniones personales, sino persuasiones
comunes.
Creer en la Iglesia significa, en consecuencia, aceptar mental y
vitalmente que la propia fe es participación en la fe de la Iglesia. Que la
fe eclesial es anterior, más grande y más rica que la propia. Que
ninguna persona vive toda la fe ni todo el Evangelio, sino que en la
comunidad de la Iglesia cada uno aporta su propia vivencia y se
enriquece con la de los demás. Que la fe de la Iglesia, enriquecida por
aquellos acentos que en cada uno suscita el Espíritu, es la norma de la
propia. Que mi fe, necesariamente fragmentaria y tentada de
deformación, se completa, se contrasta y se reequilibra en la fe de la
comunidad cristiana.
5.CREER EN LA IGLESIA ES ACEPTARLA COMO NECESARIA Y
RELATIVA I/NECESIDAD Las consideraciones precedentes sitúan
nuestra fe en la Iglesia en su lugar adecuado. No se diviniza la Iglesia;
pero tampoco se la relega a un papel insignificante. Ella es, al mismo
tiempo, necesaria y relativa.
La Iglesia es necesaria. Sin ella, Cristo, su mensaje y su proyecto
salvador se evaporan en la conciencia de la humanidad.
Sin ella se hace imposible acceder a la fe en Jesús, mantenerse y
crecer en esta fe. Sólo en ella y por ella nos encontramos con su
palabra viva, con su Eucaristía, con su perdón. La fe cristiana o es
eclesial o no es fe.
I/RD:La Iglesia es relativa. Es como el dedo y la persona misma del
Bautista, que señala a Jesús; es la voz y la imagen de Otro. Ella no es
todavía el Reino de Dios, sino su anuncio y anticipo imperfecto. Ella no
guarda en régimen de monopolio la salvación de Dios, que desborda
los límites visibles de la comunidad cristiana; el Espíritu realiza la
salvación también fuera de los confines de la Iglesia. Ella no existe
para que el mundo la sirva, sino para servir al mundo.
La necesidad de la Iglesia pone, pues, al descubierto la
inconsistencia del lema: "Cristo sí; Iglesia no" (J/SI/I/NO) y revela la
situación débil y delicada de aquellos creyentes que por abandono, por
prejuicios, por antitestimonios de la Iglesia o por alergia a la "religión
institucional" mantienen con la comunidad lazos muy tenues. La fe
subjetiva desconectada de la fe de la comunidad no es ya la fe
católica, sino un conjunto de fragmentos de fe salvados de un
naufragio. La comunidad está llamada a ser el astillero en que la fe
individual o grupal se repara y se completa.
La relatividad de la Iglesia la mantiene en su puesto humilde y
servicial. Le impide sucumbir a la tentación de convertirse en fin de sí
misma, de identificarse con el Reino, de adoptar ante el mundo
actitudes arrogantes, recelosas o competitivas.
Carta
Pastoral de los Obispos de
Pamplona, Bilbao, San Sebastián y Vitoria
en la Cuaresma de 1989
VIDA NUEVA 4-Marzo-1989