ECUMENISMO - TEXTOS


1. CR/UNIDAD UNION/CRISTIANOS PLURALISMO/RELIGIOSO 
I/UNIDAD  IDOLATRIA/RELIGION
El pluralismo religioso, que divide a los creyentes, mayoría en el 
mundo, cumple una función religiosa de capital importancia, como la 
cumple en la sociedad civil el pluralismo político. Por una parte 
estimula una constante purificación de la fe, en evitación de 
derivaciones supersticiosas. Las diferencias doctrinales constituyen 
un perenne cuestionamiento de las convicciones religiosas. De otra 
parte, son una alerta permanente contra el peligro de involución 
religiosa. Pues toda religión corre el peligro de idolatría, o sea, de 
pretender convertir en Dios la idea que sus creyentes tienen de Dios. 
El peor ídolo no es el de hierro o barro, sino la imagen mental, la idea 
que los hombres podemos tener de Dios (¡que es una idea, pero que 
no es Dios!).
Quizá no alcancemos nunca el día en que puedan superarse todas 
las diferencias mentales y culturales de cada pueblo. Pero sí que se 
pueden superar viejos recelos y estereotipos, adoptando actitudes de 
acercamiento y de conocimiento mutuo. Es lo que preveía el Concilio: 
"La Iglesia considera con sincero respeto los modos de obrar y de 
vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen en muchos 
puntos de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un 
destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres" ("Nostra 
Aetate", nº 2). No se trata, en consecuencia, de sobrevalorar lo 
exótico o distinto, sino de hacer un esfuerzo por respetar y 
comprender a los otros.
En todo caso, la unidad que se pide y desea, no es la doctrinal o 
teórica, sino la de compromiso, en virtud de la fe, en acciones 
conjuntas y organizadas en favor de la humanidad. La paz y la justicia 
son valores comunes a cualquier religión y basta para concitar las 
voluntades de todos los creyentes. El desarrollo y la solidaridad 
indispensable, como vías hacia la paz, también Juan Pablo II termina 
su encíclica, dirigiéndose a los creyentes de todas las religiones, 
recabando su compromiso y solidaridad en el desarrollo, para evitar lo 
que parece inevitable: la separación, cada vez mayor, entre los 
pueblos dasarrollados y los subdesarrollados, entre los ricos y los 
pobres.
Todos podemos rezar juntos, porque todos llamamos Padre a Dios. 
Y si podemos rezar juntos, juntos podemos y debemos trabajar en la 
construcción de la gran familia humana sobre el amor y la paz.

LUIS G. BETES
DABAR 1989/10

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2. ECUMENISMO/JUSTIFICACION
Protestantes y católicos, más cerca que nunca

Se ha firmado una declaración conjunta sobre la doctrina de la 
justificación y se anulan las mutuas condenas históricas
En vísperas del año 2000, ha tenido lugar un avance ecuménico sin 
precedentes. La "Declaración conjunta sobre la doctrina de la 
justificación", firmada por la Federación Luterana Mundial y por la 
Santa Sede, fue definida por Juan Pablo II, en su tradicional cita 
dominical con los miles de peregrinos reunidos en la plaza de San 
Pedro el pasado domingo día 28, como un "don del Espíritu de 
sabiduría de Dios y un importante logro ecuménico".
El texto supera divergencias históricas entre la Reforma protestante 
y el Catolicismo y levanta las mutuas condenas. Al encontrarse con 
los fieles que desafiaron el asfixiante calor para escuchar sus 
palabras, el obispo de Roma consideró que este "acuerdo es el 
resultado de un atento proceso de evaluación y de un diálogo que 
comenzó desde el final del Concilio Vaticano II".
El pontífice recordó que "esta Declaración afirma que las Iglesias 
pertenecientes a la Federación Luterana Mundial y la Iglesia católica 
han alcanzado un alto nivel de acuerdo sobre la cuestión de la 
justificación, que tantas controversias ha provocado durante siglos. Si 
bien la declaración no resuelve todas las cuestiones relativas a la 
enseñanza de la doctrina de la justificación, expresa un consenso 
sobre verdades fundamentales de esta doctrina".
Al evocar este decisivo acuerdo, el Papa pidió que sirva además 
para "reforzar el objetivo declarado que persiguen luteranos y 
católicos: alcanzar la plena unidad visible". 

El cardenal australiano, Edward Cassidy, presidente del Consejo 
Pontificio para la Unidad de los Cristianos, ha explicado en la 
presentación de estos acuerdos que "En el siglo XVI, la doctrina de la 
justificación fue la cuestión neurálgica de la disputa entre Martín 
Lutero y las autoridades de la Iglesia. Las diferentes interpretaciones 
fueron objeto de condenas recíprocas tanto por parte del Concilio de 
Trento como por parte de las confesiones luteranas". Por este motivo, 
"el acuerdo alcanzado es importante no sólo para la búsqueda de la 
unidad entre católicos y luteranos, sino también para las demás 
comunidades que han nacido de la Reforma".
La declaración consta de 44 afirmaciones comunes que afectan a 
verdades sobre la justificación. El mencionado cardenal Cassidy ha 
declarado que "el acuerdo alcanzado permite decir que las condenas 
que pronunciaron mutuamente los católicos y los luteranos en el siglo 
XVI han dejado de aplicarse tanto para unos como para otros".
Si bien el cardenal Cassidy confirmó el absoluto acuerdo sobre la 
materia de la Declaración, sin disminuir la importancia del acuerdo, 
quiso precisar que " al mismo tiempo la Iglesia católica indica al menos 
tres puntos en los que hará falta seguir reflexionando, pues requieren 
ulteriores profundizaciones". 

"Para nosotros católicos -precisó- la muerte de Jesús en la Cruz 
libra al hombre del pecado. Esta remisión se realiza con el Bautismo. 
De este modo, el hombre deja de estar bajo el dominio del pecado, 
pues ha pasado a ser hijo de Dios. Para Lutero, en cambio, 
permanece el pecado de concupiscencia, es decir, la debilidad 
humana que le empuja al pecado. Lutero consideraba que sólo Dios 
puede librar del pecado y que las acciones buenas no están en 
función del designio de salvación. Por esto, condenaba las 
indulgencias. Para los católicos es ciertamente el Señor quien nos 
salva, pero los hombres pueden colaborar con este designio de 
salvación". (ZENIT)
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3. MUSULMANES/CRS 

Relaciones entre cristianos y musulmanes:
ingenuidades e incomprensiones de un diálogo
Seis millones de trabajadores extranjeros
están privados de libertad religiosa en Arabia 

Las relaciones entre cristianos y musulmanes resultan hoy 
asimétricas. En los países de Occidente, un número cada vez mayor 
de inmigrantes musulmanes encuentran total libertad para vivir su fe, 
sin pretender muchos de ellos integrarse en la cultura del país; en los 
países islámicos, los cristianos sufren en muchos casos la 
intolerancia, bien por las disposiciones legales, bien por la violencia 
de grupos extremistas. 
Por parte de la Iglesia católica se alienta el diálogo con los 
musulmanes y se exige el principio de reciprocidad en el respeto de la 
libertad religiosa. Pero los gestos de apertura son a veces 
interpretados como signos de debilidad por la otra parte. El P. Samir 
Khalil Samir, religioso egipcio y profesor de islamología en la 
Universidad de Beirut, explica estas cuestiones en unas declaraciones 
al periodista Aleksander Romanowski, publicadas en Studi Cattolici 
hace unos meses, de las que seleccionamos algunos pasajes. 
El Islam no es sólo la fe en un único Dios y la oración; los que así lo 
creen ignoran lo que es el Islam y proyectan sobre él la propia 
mentalidad cristiana. El Islam es una totalidad sociopolítica, cultural y 
religiosa. Del mismo modo, la mezquita no es un templo musulmán, es 
decir, no es sólo un lugar de oración, sino también de estudio y de 
debates políticos 

Religión y proyecto político 
Por desgracia, la mayor parte de los cristianos equiparan el islam al 
cristianismo, pensando que el Islam es una versión árabe del 
cristianismo, ligeramente distinta. Y lo hacen con buena intención, 
convencidos de que así se comportan de acuerdo con el espíritu 
evangélico. Sin embargo, pensar esto es una ingenuidad. Porque la 
primera regla del diálogo es respetar al otro en su diversidad, y 
considerarlo por lo que es, sin pretender que todas las religiones son 
similares y que tienen el mismo fin. 

Por lo tanto, un musulmán debe ser visto como perteneciente a su 
movimiento sociopolítico-cultural-religioso. Quien se convierte al Islam, 
realiza no sólo un gesto religioso, sino también una elección política, 
social, cultural, jurídica. Por ejemplo, los croatas y los serbios son 
llamados así según un criterio étnico; en cambio, un croata o un 
serbio que se convierte al Islam, es llamado "musulmán", como si 
perdiese su origen étnico. (...)

En todas las regiones del mundo donde los musulmanes llegan a 
ser mayoría Bosnia, Chechenia, provincias occidentales de China, 
ciertas zonas de Filipinas buscan la independencia política. No les 
basta la libertad religiosa, porque el fin último del Islam es una 
sociedad basada íntegramente sobre determinadas visiones políticas. 
Detrás de la religión hay también un proyecto político. (...) 

Siendo el Islam sociedad, cultura y religión, cómo puede vivir un 
cristiano en un sistema musulmán que tiene por fin la islamización de 
todos los aspectos de la vida social? Daré algunos ejemplos. Ya antes 
del alba, los altavoces de las mezquitas despiertan a todos para la 
oración, proclamando que "la oración vale más que el sueño". La 
radio debe interrumpir los programas y noticiarios para transmitir las 
oraciones musulmanas. El Islam es materia obligatoria también para 
los no musulmanes, es decir, para los cristianos. Incluso en las 
escuelas privadas católicas, antes de comenzar las clases se debe 
leer y comentar algún pasaje del Corán. (...) Las películas se inspiran 
a menudo en la historia musulmana y a veces tienen una finalidad 
claramente apologética o proselitista. 

El Islam interfiere incluso en las cosas más mínimas. Por ejemplo, 
un cristiano en Egipto no puede criar un cerdo, porque eso molesta a 
algún musulmán La prohibición sigue vigente. Quien vive en Egipto 
debe actuar como musulmán, de otro modo es excluido de la 
sociedad. Cómo podemos extrañarnos, pues, de que en este clima 
asfixiante, cada año miles de egipcios coptos se hagan musulmanes o 
emigren? 

Recientemente, durante un congreso en Túnez, uno de los Estados 
musulmanes más laicos, pregunté a los participantes: es posible un 
estado islámico laico, donde las autoridades sean neutrales en el 
plano religioso? Me respondieron que hoy por hoy no es posible. 

Qué se puede hacer 
Si quisiera, Occidente podría hacer mucho [para que los cristianos 
no desaparecieran de los países islámicos]. La comunidad 
internacional, por ejemplo, no debería tolerar la ocupación del Líbano 
por parte de Siria e Israel. Es una doble ocupación que resulta 
cómoda para Occidente. 

Es preciso protestar ante los gobiernos cuando se produzcan casos 
de intolerancia contra los cristianos en países árabes. Por qué no 
interviene nadie cuando se violan a diario los derechos humanos en 
Arabia Saudí y en los países del Golfo? Para no perder los negocios, 
se hace la vista gorda. (...) Qué pedimos a Occidente? Ante todo, más 
coherencia, más respeto para sus propios valores y principios que 
constituyen su verdadera grandeza. En segundo lugar, no perder de 
vista la identidad cristiana, que está en la base de la cultura, de la 
supremacía de la ley, de la democracia.
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4.
La Iglesia dedica esta semana a rezar por la unidad de las distintas 
confesiones cristianas
La primera semana de oración por los cristianos se celebró en 1935
Del 18 al 25 de este mes se celebra la tradicional semana de 
oración por la unidad de los cristianos, con la que se pretende el 
acercamiento progresivo entre las diferentes iglesias cristianas. Las 
celebraciones propuestas para las celebraciones ecuménicas ponen 
el acento en la presencia de Dios, en la unidad querida por Él para la 
Iglesia y para toda la creación, y sobre el imperativo del testimonio y 
del servicio cristiano como respuesta a las situaciones de injusticia y a 
las necesidades de la humanidad. 

Parte esta celebración de la necesidad de unidad entre todos los 
cristianos, siguiendo la petición de Jesús al Padre en el capítulo 17 
del Evangelio de San Juan y como premisa importante para hacer más 
creíble el mensaje cristiano de amor.

Desde 1908

La semana de oración por los cristianos hunde sus raíces en el año 
1908 con la celebración del "Octavario por la Unidad de la Iglesia" 
supone, año tras año, concienciar a los creyentes sobre la necesidad 
del Espíritu, verdadero artífice de la unificación de la fe entre las 
iglesias cristinas. La primera Semana Universal de Oración por la 
Unidad de los Cristianos se celebró en 1935.

En nuestra diócesis, según manifestaciones de don Faustino 
Lobato, director del Secretariado de Ecumenismo, conviven pocas 
confesiones religiosas y con pocos fieles, básicamente se mantiene 
diálogo con la Iglesia Evangélica. Entre los actos programados con 
motivo de la semana de oración destaca la celebración de una misa 
presidida por el Arzobispo el próximo día 25 a las siete de la tarde ern 
el convento de las Descalzas de Badajoz. La eucaristía servirá para 
poner el cierre a la semana. Además de este acto, muchas parroquias 
de nuestra diócesis llevarán a cabo celebraciones y encuentros de 
oración para pedir la unidad de los cristianos. 

A pesar de las diferencias que separan a las distintas confesiones 
cristianas, el Papa se muestra esperanzado, consciente de que es 
más lo que nos une. Así lo pone de manifiesto en su libro "Cruzando 
el umbral de la esperanza", si bien afirma que "la cuestión de la 
efectiva unidad no es y no puede ser fruto solamente del esfuerzo 
humano. El verdadero protagonista sigue siendo el Espíritu Santo, al 
cual corresponde decidir en qué momento está suficientemente 
maduro el proceso de la unidad".

Milenio de la unión

En su Carta Apostólica "Tertio millennio adveniente", sobre el 
jubileo del año 2000, el Papa señala que "con ocasión del tercer 
milenio que se está aproximando, los cristianos han advertido que 
mientras el primer milenio ha sido el periodo de la Iglesia indivisa, el 
segundo ha llevado a Oriente y a Occidente a profundas divisiones, 
que hoy es necesario recomponer.
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5. Estamos en la semana de oración por la reunificación de los 
cristianos
A la unidad por la reconciliación
La Iglesia y con ella muchas confesiones cristianas celebran en los 
siete días que anteceden a la fiesta de la Conversión de San Pablo (el 
25 de enero) la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos. La 
plegaria por la unidad de cuantos creen en Cristo arranca del mismo 
Jesús en la víspera de su pasión, al pedir al Padre "que sus discípulos 
sean uno", tal como se relata en el capítulo 17 del Evangelio de san 
Juan. La unidad de los cristianos es un don de Dios que hay que pedir 
y una tarea que hay que llevar a cabo y se hace más apremiante a 
medida que la Iglesia se aproxima al Tercer Milenio cristiano.
El Movimiento ecuménico y el Concilio Vaticano II dieron un fuerte 
impulso a este empeño de acercamiento entre la Iglesia católica, las 
Iglesias de Oriente, y las confesiones cristianas de la Reforma.
Esta semana dedicada a la plegaria por la deseada y necesaria 
unidad viene a recordarle a los cristianos este deber ecuménico y 
este año lo hace bajo el signo de la reconciliación como premisa de la 
plena comunión.

IGLESIA EN CAMINO
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
No. 193 - Año V - 19 de enero de 1997

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6. Desde el día 18 y hasta el 25 se celebra la Semana de Oración 
por la Unidad de los Cristianos
Este año se hace una llamada apremiante a la reconciliación
La Iglesia y con ellas muchas confesiones cristianas celebran en 
los siete días que anteceden a la fiesta de la Conversión de San 
Pablo - el 25 de enero - la Semana de Oración por la Unidad de los 
cristianos. La plegaria por la unidad de cuantos creen en Cristo 
arranca del mismo Jesús en la víspera de su pasión, al pedir al Padre 
"que sus discípulos sean uno", tal como se relata en el capítulo 17 del 
Evangelio de San Juan. La unidad de los cristianos es un don de Dios 
que hay que pedir y una tarea que hay que llevar a cabo y se hace 
más apremiante a medida que la Iglesia se aproxima al Tercer Milenio 
cristiano. El Movimiento ecuménico y el Concilio Vaticano II dieron un 
fuerte impulso a este empeño de acercamiento entre la Iglesia 
católica, las Iglesias de Oriente, y las confesiones cristianas de la 
Reforma. Esta semana dedicada a la plegaria por la deseada y 
necesaria unidad viene a recordarle a los cristianos este deber 
ecum&eeacutenico y este año lo hace bajo el signo de la 
reconciliación como premisa de la plena comunión. 

No a los fundamentalismos
Así la Comisión Episcopal española de Relaciones 
Interconfesionales nos recuerda que durante el año 1997 la palabra 
"reconciliación" va a ser percibida por muchos oídos cristianos. " La 
reconciliación está indicando - afirman los obispos - nuestra situación 
de separados unos con otros, situación a la que ya nos hemos 
acostumbrado y con la que nos hemos conformado. Cristo nos llama a 
reconciliarnos todos en Él: por el testimonio de nuestra vida le 
presentamos fragmentado, siendo necesario recomponer su 
presencia para que los cristianos estemos más cercanos y cada vez 
nos veamos más unidos. Donde no se vive esta aspiración, llamada 
ecumenismo, aparece el fundamentalismo y el integrismo como formas 
desviadas de vivir el Evangelio. Pero también necesitamos que 
nuestras Iglesias y comunidades cristianas den un testimonio de 
reconciliación. No se puede anunciar el Evangelio en división: resta 
capacidad y merma su eficacia. Si nuestras comunidades todas fueran 
capaces de vivir la reconciliación, darían frutos sin tardar, serían 
portadoras de un mensaje de paz y servirían como portavoces en 
nuestro mundo dividido de muy varias formas y maneras".
La comisión episcopal concluye en su mensaje diciendo que "la 
reconciliación, que humildemente ha de solicitarse con la oración a 
quien puso en paz el cielo y la tierra, nos hará sentirnos más unidos a 
Dios y, al término del presente milenio, todos los cristianos estaremos 
más comprometidos en destruir cuanto todavía nos separa para 
presentarnos a los dos mil años de la Encarnación del Señor, en que 
se pacificó lo humano y lo divino, 'si no del todo unidos, al menos 
muchos más próximos...' como afirma Juan Pablo II en su carta Tertio 
millennio adveniente.

Fernando Saavedra