CAPITULO II

EDAD PREGREGORIANA

 

            Si a medidos del XI podemos constatar un desarrollo en la historia occidental y también de la Iglesia, el inicio de un período de irritación, que durará hasta el segundo decenio del XII, debemos preguntarnos cuáles eran las premisas de esta revolución, ya que es inconcebible que un hecho tan espectacular como el enfrentamiento entre Gregorio VII y Enrique IV se hubiera producido sólo casualmente o sólo a causa de antipatía personal. La pregunta se podría hacer así : ¿Qué ha cambiado en la 1ª mitad del XI respecto al período precedente y por qué ha cambiado ?

            El título elegido para este capítulo, .edad pregregoriana., implica ya la tesis de que ya existían elementos suficientes que abocan a la propia reforma gregoriana, aunque no todos los estudiosos contemporáneos son de esta opinión. Podemos señalar dos posiciones contrarias que son defendidas cada una con una cierta dureza. La primera opinión encuentra en la primera mitad del XI, por todas partes, indicios de una renovación espiritual ; Gregorio VII no habría hecho otra cosa que aplicar con rigor ideas que ya existían desde antiguo. La segunda corriente tiene la tendencia de minimizar los testimonios anteriores a Gregorio VII, en ella destaca R. Schieffer que afirma que la lucha de las investiduras comienza sólo a partir del 1078, con una explícita prohibición de la investidura de los obispos por parte del rey ordenada por Gregorio VII.

            Debemos en un primer momento valorar los argumentos de cada una de las partes para hacernos nuestra propia opinión. Comenzamos por establecer los límites cronológicos de esta .edad pregregoriana.. El punto de partida no se discute, situándolo en el 1002, año de la muerte de Otón III y del ascenso al trono imperial de Enrique II. Con respecto al papado podemos decir que el 1012 significa un momento crucial en Roma, ya que en este año la facción de los Tusculani toma la supremacía sobre la de los Crescenzi. El papado Tusculano duró hasta el 1046 en que se produjo la intervención de Enrique III en Roma con la famosa deposición de tres papas. Podríamos prolongar la etapa pregregoriana otros diez años, hasta el 1056, año de la muerte de Enrique III, que en su vida había llevado a cabo la simbiosis entre Regnum et sacerdotium. Poco antes había muerto el Papa León IX (1054), con el cual las ideas reformadoras llegaron a Roma.

El año 1054 es el de la célebre excomunión recíproca en Constantinopla con dos protagonistas destacados, el Patriarca Bizantino Miguel Cerulario y el Legado Pontificio, el Cardenal Humberto de Silva. Este cisma entre la Iglesia Griega y la Latina que ha llegado contra todas las expectativas hasta hoy, fue causado fundamentalmente por la evolución en la Iglesia Latina y en el papado. Aquí aparece las ideas pregregoriana que están en la raíz del cisma.

Entre los cambios del siglo XI hemos de mencionar el movimiento de la paz de Dios o tregua de Dios que nace en Francia. Después hemos de hablar de ciertas corrientes que surgen dentro del monacato y que han tenido un papel importante en la formación de una nueva mentalidad, sobre todo en Italia. Por último debemos preguntarnos si existe y en qué medida una nueva concepción del sacerdocio, que para algunos estudiosos habría tenido un impacto decisivo sobre la lucha de las investiduras.

 

1.- Enrique II.

Con la muerte de Otón III (+1002) la dinastía otoniana desaparecía en línea directa, por lo que la sucesión quedaba abierta. Esta situación se había repetido muy frecuentemente en Alemania y en Francia, contribuyendo en Alemania al derecho de los príncipes seculares y también eclesiásticos de elegir al rey ; mientras que en Francia, donde los Capetos eran más longevos, el derecho de voto no se desarrolló. De este modo en Alemania se aceptaba pacíficamente el derecho de que sólo podía ser elegido un candidato de sangre real. Esto lo vemos claramente en el tratado de Diedmaro donde afirma el concepto de .elección.. En realidad sólo un candidato proveniente de una de las familias principales del reino podía tener esperanzas de ser elegido.

Enrique era en el momento de su elección Duque de Baviera y pertenecía a una línea lateral de los otones. Es importante para el cambio estructural durante el siglo de los otones, que fue decisiva para la votación la toma de posición del episcopado alemán, bajo la presidencia del Arzobispo de Biligis Maguncia. El Duque Enrique de Baviera fue elegido rey en Maguncia el 6 de Junio del 1002, con el apoyo del alto clero, perteneciente a la nobleza de Baviera, Francona y de la Alta Lorena, pero sin la colaboración de los sajones, una parte de los loreneses y de los suavios. Fue coronado por el Arzobispo de Maguncia. Era el inicio de una elección en parte, que llegará a ser de pleno título sólo mediante un ritual, que podemos constatar en este momento por primera vez, es decir, una cabalgata del propio rey a través de las diversas partes del imperio, en la cual solicita la adhesión de todas las naciones y de todas las regiones. Este ritual será obligatorio a partir de ahora para todo nuevo rey y que duraba semanas o meses.

El nuevo rey, nacido en el 973-978, había sido destinado inicialmente al estado clerical después de la rebelión de su padre contra Otón II, por lo que había recibido una buena formación en la escuela de la Catedral de Hildesheim junto al obispo Wolfgango de Ratisbona, siendo un monarca bien educado. En el 995 llega a ser Duque de Baviera. Se casó con Cunegunda, la cual provenía de la casa de los Condes de Luxemburgo.

El cambio de trono en el 1002 supone un cambio en la política del Imperio que tiene consecuencia inmediatas, también sobre la Iglesia y el papado. El sentido de este cambio lo encontramos en la divisa que se encuentra en la bula de Enrique II : Renovatio regni Francorum, un retorno al estilo de Ludovico el Pío, en contraste con su predecesor, Otón III el cual quería renovar el reino de los romanos. Se abandona por tanto la concepción romana, por lo que Italia y Roma ya no estarán más en el centro del interés político y de la voluntad política de Enrique II ; ahora el centro del interés del emperador será Alemania en dos sentidos : intentando subyugar los poderes particulares, los famosos duques, e intentando integrar cada vez más a la Iglesia imperial en la administración del Imperio.

El gobierno de Enrique II no se puede describir de una manera cronológica, ya que nos daría una visión muy confusa, debiendo estudiarse los diversos campos de su actividad. A nosotros, ¡que no estudiamos historia alemana !, sólo nos interesan dos campos : la relación con Italia y con el papado y por último su relación con la Iglesia imperial.

En cuanto a la relación con Italia y el papado partimos de la muerte de Otón III que causó en todo el Reino Itálico el hundimiento del poder germánico. Enrique II miró más bien a una estabilización del Reino Alemán, por lo que Italia dejó de ser un foco de atención de la política imperial. Todavía había bastantes señores feudales y obispos en Italia que tenían un interés propio por la continuación del dominio alemán en Italia ; por ello se produjo una especie de rebelión por parte de un señor de Italia, el Marqués Arduino de Ivrea, que se hace proclamar rey de Italia en Pavía el 15 de Febrero del 1002, pero este intento de independencia del Reino de Italia no tiene éxito y Arduino no es reconocido. Enrique II, por su parte, fue a Pavía en el 1004, donde fue elegido Rey de Italia, siendo coronado por el Arzobispo Arnolfo de Milán, pero volvió pronto a Alemania sin haber derrotado a Arduino. Todavía los partidarios de Enrique en Italia eran numerosos y su dirigente era el Arzobispo León de Vercelli.

En Roma, tras la muerte de Otón III, los Crescenzi, que en un breve tiempo recuperaron el dominio de la ciudad, acabándose el tiempo de los papas extranjeros con Silvestre II (+1003), siendo sucedidos por Juan XVIII y Sergio IV. Los Crescenzi pretendieron evitar un viaje de Enrique a Roma. En el 1012 se produce un cambio en Roma cuando llegarán a ser papas los representantes de una facción opuesta, es decir, los Tusculani, que buscarán pronto establecer contacto con Enrique, ya que le primero de ellos, Benedicto VIII deberá defenderse de un antipapa perteneciente a los Crescenzi, para lo que pide ayuda al rey.

Los tratados para una coronación de Enrique II en Roma se concluyeron rápidamente con este papa Tusculano. A finales del 1013 Enrique comienza su marcha por Italia para recibir en Roma la corona imperial el 14.02.1014. En esta ocasión Enrique II estableció un poder imperial en Italia, celebrando un sínodo imperial en Roma, una dieta de la nobleza italiana en Pavía y mediante la redacción de múltiples títulos en favor de iglesias italianas. La lucha contra el Rey Arduino unió a sus partidarios italianos, siempre bajo la guía del obispo León de Vercelli, lo que demuestra que lo obispos con su dominios territoriales eran los elementos más fieles del poder imperial en Italia. Con la lealtad de los obispos siempre podía contar el emperador. Arduino renunció a luchar y se retiró al monasterio de Fructuaria que había fundado, donde murió en el 1015 como monje.

Sobre la coronación imperial de Enrique II en Roma el 14.02.1014 tenemos muy buena información. En ella madura lo que ya había surgido con los otones. Se desarrolló un rito cargado de simbolismo que nos hace comprender algunos aspectos sobre el sentido sagrado de la dignidad imperial en la edad pregregoriana. La relación que poseemos en la fotocopia adjunta está datada en la segunda mitad del XI, llamada Ordo salico per la incoronatione imperiale. Casi con toda certeza la coronación de Enrique III fue más simple y breve. Diedmaro en el séptimo de sus libros nos habla de la coronación y hace mención no sólo del Emperador sino también de la Emperatriz ; después nos habla de una cena ofrecida por el Papa al matrimonio la misma tarde en el Palacio Lateranense, la cual no se menciona en la otra relación. Además contamos con la crónica de un cluniacense, Rodolfo el Labro que contiene otros detalles y nos dice que a pesar de la rigidez de las celebraciones de coronación no se excluían ciertas acciones espontáneas, también sabemos por él que Enrique II ha regalado el pomo de oro que llevaba en la ceremonia de coronación, símbolo del mundo, al monasterio de Cluny, lo cual también nos refiere Ademaro de Chavanes en su Historia Francorum que incluye además en el regalo un cetro de oro, un vestido imperial de oro, una corona de oro y un crucifijo de oro. En una de las relaciones de las Consuetudo de Cluny, en el Liber tramitis de tiempos de Odilón, se hace constar que estos regalos de Enrique II se llevaban como ornamento en las procesiones de los monjes durante la solemnidad de la Ascensión del Señor y de Pentecostés. Por último señalar que el Abad Odilón, durante una gran carestía hacia el 1031-1033 ha hecho fundir todos estos tesoros para recabar fondos.

Unos días después de la coronación se celebraba un sínodo en Roma bajo la presidencia del Papa y en presencia del Emperador, cuyo uso se remonta al tiempo de los otones. El Sínodo de 1014 ha tenido una gran importancia hasta nuestros días, aunque no merece una especial mención a causa de su condena de la .simonía., sino porque con la insistencia del Emperador fue introducido en Roma el uso de las Iglesias transalpinas de cantar en las misas públicas el credo con el .filioque.. Conocemos este asunto por uno de los presentes, el Abad Bernón, el cual lo menciona en una obra suya que es un comentario litúrgico llamado De officio misae.

La política imperial de Enrique II tiene repercusiones incluso en el sur de Italia. El poder bizantino en el sur fue reforzado con Basilio II y después de una derrota del Papa Benedicto VIII contra los griegos en el 1018, el Reino Bizantino lindó de nuevo con Roma o con el Patrimonium Petri. En esta situación delicada para el Patrimonium Petri el Papa Benedicto se decide a dar un paso demostrativo, como primer Papa después del siglo IX, y se dirige en el año 1020 a Vanberga para acordar con el Emperador una política italiana común. En efecto Enrique II movilizó a sus fuerzas y emprende en el 1021-1022 su tercera expedición italiana, que tendrá como resultado que los principados de Capua y Salerno, a excepción de la abadía de Montecasino, recuperaron la dominación imperial.

En 1022 se celebró un Sínodo en Pavía en el que estuvo presente el Emperador Enrique II juntamente con los obispos alemanes de su séquito y con otros obispos italianos, entre los que se encontraba León de Vercelli que fue el más fiel partidario del Emperador. Este Sínodo se celebró bajo la presidencia de Benedicto VIII y del propio Emperador. Este Sínodo nos interesa por ocuparse explícitamente del concubinato del clero y condena el matrimonio de los sacerdotes ; el Decreto papal es confirmado por Enrique II como ley imperial bajo el título Edictum Augusti, siendo un colaboración entre el Papa y el Emperador :. Ningún clérigo debe tocar a una mujer ; el obispo no debe tener una mujer o vivir juntamente con ella. Los hijos de los clérigos son siervos de la Iglesia con todas sus posesiones.. En este Sínodo se encuentran ya las premisas para la legislación gregoriana. La principal preocupación para la imposición del celibato es proteger los bienes de la Iglesia, los cuales no debían llegar a ser herencia de los hijos del clero. Esta preocupación encontró el apoyo del Emperador, ya que una propiedad eclesiástica que llegase a ser privada no podía estar en el interés del Imperio.

Esta legislación de Pavía, mucho más antigua que la Reforma Gregoriana, del año 1022,, podemos preguntarnos sobre la repercusión que tuvo sobre la moralidad del clero. Para muchos estudiosos no tuvo ninguna repercusión. En Italia el matrimonio de clérigos y obispos estaba muy difundido y no faltaron posturas críticas como la manifestada en la Vita annonima di Jovanni Gualbertus escrita a finales del XI, en la que se cuenta un enfrentamiento entre el Abad Guarino de Séptimo, que había comenzado a luchar contra la simonía y los clérigos que tenían concubinas, y la mujer del Obispo Ildebrando de Florencia, Alberga. Zimmermann data este episodio en el año 1012. El papa Benedicto VIII ha apoyado al Abad, pero no nos consta una dimisión o deposición del obispo Ildebrando.

Enrique II y la Iglesia en Alemania. Su nombre se conecta de modo particular con dos diócesis : se empeñó para la restauración de la Diócesis de Merszburg tras la muerte del Arzobispo Gisiler de Magdeburgo (+1004) y la fundación del Obispado de Vanberga. En este último caso actuará con la oposición del Arzobispo de Maguncia y de los obispos directamente lesionados en sus legítimos derechos. Este Obispado de Vanberga se situó en el territorio del Marqués Enrique de Schweinfurt, el cual había sido expropiado tras una rebelión ; la dotación del Obispado era riquísima y para Enrique II debía llegar a ser el centro sacro y político de todo el Reino, levantó una hermosa catedral donde fue sepultado tras su muerte el 13 de Julio del 1024, tras la cual su persona fue rodeada de leyendas que fueron interpretadas según el ideal del siglo XII ; se afirmaba que había vivido con su esposa Cunegunda en un .matrimonio de José., es decir, sin relaciones sexuales. La canonización de Enrique II por el Papa Eugenio III en el 1146 y a Cunegunda en el 1200. Es el único emperador alemán de la Edad Media que ha sido canonizado, sobre todo por el empeño de la Diócesis de Vanberga y por el testimonio de su matrimonio con una .ascesis particular..

 

II.- Conrado II

Enrique II había muerto sin haber dejado hijos, los grandes de los ducados unidos a la alta jerarquía eligieron por ello un rey en Septiembre de 1024, recayendo la elección en un primo de Enrique, Conrado. El Arzobispo Arrivón de Maguncia le coronó rey en su ciudad pocos días después. Con Corrado II (1024-1039) comienza una nueva dinastía en Alemania, los Sálicos o la Casa de Franconia, todos los cuales han tenido relaciones importantes con el papado. Los emperadores de esta familia son : Corrado II, Enrique III, Enrique IV y Enrique V, con cuya muerte en el 1125 termina la dinastía Sálica.

Sobre Corrado II tenemos una buena biografía redactada por su capellán Bipo. Este Rey prosigue la política de alianzas con la Iglesia. El número de los condados transferidos a obispados y abadías aumenta considerablemente con Corrado y su hijo Enrique III. Entre 1000-1050 había 34 condados en manos de obispos o abades, cuando anteriormente sólo lo estaban 3. Vanberga obtiene por fin derechos ducales. Así se forman en Alemania dominios eclesiásticos regionales que preparan ya los futuros principados eclesiásticos típicos de Alemania hasta el comienzo del siglo pasado, donde obispos y abades eran al mismo tiempo soberanos. Esta práctica continuó con Corrado II y Enrique III, aumentando cada vez más el número de prelados en la Capilla de Corte. Para sus dotaciones servían los cabildos de las catedrales en los cuales los Capellanes de Corte, es decir el personal administrativo más alto de todo el imperio en torno al emperador, eran canónigos, aunque no pudiesen estar presentes en aquellos lugares.

Enrique III situará la Capilla de Corte en el lugar de su palacio principal en Goslar, próximo a una colegiata, situado en Sajonia, la Colegiata de San Simón y Judas que aportará muchos futuros obispos. Para el nombramiento de estos obispos Corrado esperaba prestaciones y dones, que pocos decenios después serán tenidos por simonía, pero que en su tiempo no producían mucho escándalo.

Aunque la reforma monástica fue vigorosamente continuada, sobre todo por un estrecho colaborador de Corrado II, el Abad Popone de Stablo-Malmedy, algunas de las reformas monásticas, como la reforma Lorinense, alcanza a 169 monasterios benedictinos en el Imperio. Por todo ello no se puede hablar de un contraste entre un Enrique II eclesial y un Corrado II laico o anticlerical, como se ha hecho todavía recientemente.

La relación de Corrado II con el papado era armoniosa, incluso dejó a los Tusculani su dominio sobre la ciudad de Roma y del papado, con los papas Juan XIX y Benedicto IX. Corrado vino dos veces a Italia, en el 1027 con ocasión de su coronación imperial y una estancia más larga del 1036-1038, motivado por los problemas milaneses. La coronación imperial estuvo precedida de la de Rey de Italia por parte del Arzobispo Arriberto de Milán. La ceremonia en Roma en el día de Pascua del 1027 fue particularmente solemne, usándose el rito al que nos referimos en el caso de Otón III ; el papa Juan XIX le puso la corona imperial en presencia de dos reyes : el Rey Canuto de Dinamarca e Inglaterra y el Rey Rodolfo de Borgoña, estando también presente el Abad Odilón de Cluny, el Arzobispo de Maguncia, Ravena, Treveri, Salisburgo, el Patriarca de Aquilella y muchos otros obispos.

Corrado ha retomado la concepción romana de la dignidad imperial, produciendo así un cambio con respecto a su predecesor Enrique II. Sus diplomas llevan como leyenda de su sello un frase que hasta ahora ha llegado a ser tradicional de todos los emperadores medievales : Roma caput mundi regit orbis frena rotundi = .Roma, la capital del Mundo, tiene en su mano el freno del orbe terrestre.. Este programa nos daba a entender que Corrado II no pretendía limitar su actividad a Alemania. A partir de ahora se añade al término .Imperium. el calificativo de .Romanum. para referirse al Imperio Occidental. Con la inclusión de Borgoña en el 1033, este Imperio se constituirá a partir de ahora con tres reinos : Alemania, Italia y Borgoña.

Durante su gobierno aparecerán por primera vez indicios de un profundo cambio del papel del emperador en Italia. Hasta ahora el apoyo más importante de Corrado en Italia era el potente Arzobispo Arriberto de Milán (1018-1045), el cual se tiene que enfrentar en los años 30 a una rebelión de los pequeños vasallos de la Iglesia milanesa, los Valvassori, es decir vasallos de los vasallos, hombres que ocupan un lugar secundario en la jerarquía vasallática, siendo llamados .secondi millites.. Estos Valvassori dependían de otro estrato de la población milanesa, los Capitanei, que son los mayores vasallos de un obispo, en particular los del Arzobispo de Milán, que forman el Consejo del Arzobispo y dependen directamente de él. Los Valvassori no habían obtenido que su feudos fueran hereditables, siendo pequeños caballeros que temían por su seguridad social en un mundo de rápidos cambios, en la época precomunal en que van surgiendo intentos de emancipación de la ciudadanía del obispo, del alto clero y del estrato aristocrático de los Capitanei.

Esta evolución se hace sentir por primera vez en Milán. Corrado II, llamado en ayuda de ambas partes, reconocía en 1037 en su Constitutio de feudis, a los valvasori (los pequeños vasallos) la capacidad de heredar sus feudos. Hasta entonces no tenían propiedad, no eran hereditarios; a partir de entonces sí, e irrevocable . Corrado puso a los feudatarios menores en el mismo plano de los mayores, a pesar de la oposición del arz. Ariberto y de los capitanei.

            La Constitutio era una medida de protecci6n social para la pequeña nobleza, rural en gran parte. Estos problemas no tenían que ver sólo con la ciudad de Milán, sino el condado milanés, y la pequeña nobleza de los valvasori, que estaban sobre todo en las cercanías de la ciudad. La Constitutio fue un acontecimiento notable para los valvasori, pero había llegado muy tarde, vista la situación general. Podríamos decir que con esta Constitutio Corrado II abandonó la línea política en Italia, o sea, sostener a los obispos feudatarios. Un intento de Corrado de integrar incluso a aquella clase inquieta, que eran los valvasori. Corrado II, sin embargo no vió que junto a los valvasori, que bajo ellos estaba todavía otro estrato de la población, entre los cuales estaban también los comerciantes. La siguiente fase de la lucha en Milán y en otras ciudades del norte será precisamente la oposición de aquel pueblo (no aristocrático), contra los nobles y esta fase se retomará en pocos decenios con la pataria (aquel gran movimiento religioso-social) que fue apoyado incluso por el papa Gregorio VII.

En cuanto al arz.Ariberto, ni el emperador que lo depuso, ni el papa Benedicto IX que lo excomulgó, estaban en posibilidad de alejarlo de Milán (quedaba como arz.de Milán hasta su muerte 1043).

No está muy claro por qué aquella cólera del emperador, que llevó por fin a la excomunión de parte del papa contra e1 arzobispo. Por las fuentes no conocemos que la culpa sea tan grave. Ciertamente era un persona muy pagada de sí misma. Los indicios que dan las fuentes sugieren, que el arzobispo ayudaba a los desordenes que había en Milán. Es decir que el arz. no estaba en posibilidad de calmar al pueblo. Naturalmente que esto producía un daño al orden público en el reino Itálico. E1 arz., junto con otros obispos del norte de Italia se vengaron; querían crearle dificultades al emperador en otra región (en Lorena mediante una conjura con el conde Othon de Champagne contra el emperador).

La primera fase de estos conflictos en Milán 1035-1037 los más difundidos de la tempestad patarínica (mucho más grave varios decenios después); signo de los profundos cambios en la sociedad medieval. Bajo Corrado II el problema Milanés no se logró resolver. Enrique III volverá con la praxis othoniana de aliarse con los obispos; y así hemos llegado al emperador Enrique III, que es el culmen del sinergismo (imperio-iglesia).

 

III.- Enrique III

Nacido el 28 de oct. de 1017 tenia 22 años cuando tomó el poder. Había sido desde mucho antes preparado para llevar el rol de soberano y había recibido una formación erudita. Sabemos de sus intereses teológicos, según el testimonio del abad Bernonne de Reichehau (sur de Germania); leía con gusto la Sagrada Escritura y a los Padres. En esa época era algo inaudito y muy raro, pues en general los laicos no sabían leer.

Este interés teológico de Enrique III estaba apoyado en una profunda piedad, en el centro de la cual, estaba la Virgen; también esto ha sido atestiguado por Bernone. Esta piedad también lo llevaba a prácticas ascéticas, a lo mejor, bajo el influjo de la reforma monástica, a la cual Enrique estaba particularmente unido. Así se explican ciertos gestos que llamaron la atención a los contemporáneos. Por ejemplo, en los momentos de su boda, 10043, con Inés de Poitou, hija del duque Guillermo V de Aquitania, matrimonio celebrado en Renania. Ordenó el retiro de los bufones y músicos de la fiesta; con pena para los asistentes que naturalmente querían una fiesta alegre.

Un hecho que demuestra la fuerza del movimiento de reforma, ya en esa época, algunos monjes con motivo de ese matrimonio, pudieron publicar su desconcierto, pues según algunos rigoristas, aquella Inés era una pariente muy cercana del emperador. Otro ejemplo de rigor, después de la victoria sobre un rebelde húngaro, Samuele Obo, 1044. Enrique, en el campo de batalla, con los pies desnudos se arrodillo delante de las reliquias de la santa Cruz, metida en la santa lanza, seguido por todos los presentes; después del canto del kyrie eleison el rey perdona a todos sus adversarios e invita a los presentes a reconciliarse, en un momento de victoria. Un año antes, octubre 1043, en la catedral de Constanza, Enrique había conjurado a los presentes de que promovieran la paz y prometió a todos sus enemigos su perdón. Su programa de gobierno era Pax et justitia; hizo suyo el movimiento de la Paz de Dios, del gran movimiento que viene de Francia, del cual se había enterado tal vez en Borgoña, a través de su mujer Inés. Enrique III, un hombre muy serio; profundamente embebido del sentido de la responsabilidad como emperador delante de Dios. Para él la sacralidad de la tarea real era algo muy importante. Uno puede maravillarse cómo él no ha sido escogido como santo para ser canonizado; si comparamos a Enrique II y Enrique III, todos los indicios se inclinan más por Enrique III. Este último no ha fundado una diócesis; luego faltaba el apoyo para promover la canonización. Actualmente sucede lo mismo: se necesita una institución que tenga el interés para promoverla y entonces el proceso se desenvuelve más rápidamente.

Al inicio de su gobierno debía resolver asuntos graves, ya en el confín oriental como también en el interior del mismo. Los éxitos militares contra Hungría y Bohemia parecían reforzar su poder. En el sur de Germania, los ducados de Baviera, Suavia, Carinzia (sur de la actual Austria), puso nuevos duques de confianza. Estos duques, en su concepción, eran representantes del rey: se ve el intento de reforzar el poder central. Más difícil fue la relación con Lorena (o Lotaringia). Después de la muerte del duque Gozelone I de Lorena (1044), dividió de nuevo el ducado en dos partes: Lorena superior y Lorena inferior. Naturalmente porque Lorena había llegado a ser muy fuerte. (Divide et impera). El hijo mayor del duque difunto, Gofredo el barbudo, llega a ser el enemigo mortal de Enrique III, pues quería llegar a ser duque de Lorena entera, no sólo de una parte (la superior). Luego hubo varias rebeliones de Gofredo, el barbudo, con el resultado que los condes de Fiandra lograron hacerse de un territorio muy independiente. E1 núcleo de la futura Bélgica. La oposición entre Enrique III Y Gofredo el barbudo, se extendió hasta Italia, cuando Gofredo se casó en 1054 con la viuda del poderoso y riquísimo conde Bonifacio de Canosa, Beatriz, cuya hija tenida del primer matrimonio con el conde Bonifacio (este es la famosa Matilde de Canosa), que llegara a ser una férrea sostenedora de Gregorio VII. Fue la mujer más rica de toda Italia.

Así llegó el influjo de Lorena a Italia central, que llegará a ser importante en el decenio sucesivo. Merecen también mención las relaciones de los sajones con Enrique III que no soportaban la pérdida de influjo, después de haber pasado la dignidad real de la dinastía sajona othoniana, a la otra, la Sálica. Enrique III trató de hacerse más presente en Sajonia: por ejemplo haciendo el palacio y la colegiata de Gozlar. Aquella colegiata de la capilla de corte, en la vecindad de Milliere d"Argento. Hizo de Gozlar su sede preferida. Pero precisamente esta presencia tan constante del emperador desagradaba a los sajones. También el nombramiento del arz. Adalberto de Hamburgo-Bremen (1045), tenía una finalidad política; para tener a los sajones vigilados. Este Adalberto estaba en las cercanías de Sajonia; y como todos los obispos, no era sólo eso, sino también señor feudal. Este Adalberto trató de iniciar un vasto proyecto de misión y organización eclesiástica en el norte con la finalidad (ese era su sueño), de llegar a ser patriarca del norte. Crear en esa diócesis de Hamburgo-Bremen un patriarcado, que comprendería todos los obispados, incluidos los futuros de Escandinavia. Un plan que por otro lado, falló. Podemos concluir, en general, que las relaciones de Enrique III con los grandes príncipes de Germania eran más bien tensas. Esto se mostró en el 1053, en la dieta de Tribur (en Alemania), donde los grandes consintieron en la elección de Enrique IV , sólo con la condición, antes no expresada, de obedecerle sólo si se mostraba un hombre recto. La magna pacificatio de la cual hablan los Annales de Augusta, era para Enrique III siempre un ideal, y no la realidad de su vida política. Como también su lema: Pax et justitia.

Las relaciones con Italia eran sorprendentemente buenas. El conflicto de su padre con el arz.de Milán, pronto quedó arreglado. Enrique se apoyó en la administración del regnum Italiae en la Iglesia, es decir, sobre los obispos. Y tuvo cada vez mas missi dominici (embajadores), funcionarios escogidos entre los obispos y los condes, que eran los mediadores entre el soberano y los intereses de la aristocracia y de las Iglesias locales. Milán quedó siempre como ciudad turbulenta e inquieta. Los milaneses no rechazaron al nuevo arz. escogido por Enrique después de la muerte de Ariberto: Guido, un hombre que no provenía de la alta aristocracia, sino que pertenecía al menos a la clase de los capitanei. Pero la verdadera raíz de la inquietud de Milán era el deseo de la población no noble, de no ser ya excluida del poder. En efecto el regnum italicum se encontraba en un proceso de fermentación espiritual, social, con cambios económicos. Un proceso completamente desconocido entonces en Germania. Italia era entonces el país más desarrollado y más rico de toda Europa, el más desarrollado. Sobre todo Italia del norte.

Es obvio que esta situación socioeconómica tenía también su componente religioso: existen ya algunos centros de reforma, de los cuales Enrique III se entera y con los cuales se relaciona. Por el momento solo los mencionaremos: Toscana, reforma de Vallumbrosa, fundada por Juan Gualberto (1036); gran predicador contra la simonía. Otro centro se había formado en Ravenna con el arz. Gebeardo, nombrado por Corrado II y su sufragáneo Juan Cesena, que era reformador de la vida de los canónigos de su diócesis. También este comienza en esa época: no solo una reforma monástica, sino también de canónigos (es decir la vida común del clero). Un tercer personaje que merece ser mencionado era Pierdamiano, que estaba en contacto con Juan de Cesena, que era prior de la comunidad eremítica de Monte Avellana, una fundación de san Romualdo, pero independiente de Camaldoli. Pierdamiano era conocido por Enrique y estimado. Estos son algunos nombres, algunos centros, que son un fermento para la evolución de la Iglesia de los decenios sucesivos

 

4.- Sínodos de Sutri y de Roma.(1046)

Toda reforma de la Iglesia se decidía en última instancia (sobre todo para Italia) en Roma. Las condiciones en Roma eran confusas. Habíamos visto que Corrado II no había cambiado el sistema tusculano (el dominio sobre la ciudad de Roma permanecía en las manos del conde de Tusculo y uno de ellos era el papa). Corrado II no había tocado este sistema. Después de haber resuelto muchos problemas en Alemania y en los países vecinos, Enrique III pudo pensar en el viaje de coronación imperial. Ese era el objetivo principal de su viaje en el 1046, llegar a ser emperador y no como afirman muchos estudiosos: una reforma de la Iglesia romana.

Por otro lado es cierto que la situación del papado era confusa, pero no se sabe si Enrique III en aquel momento cuando preparaba aquel viaje conocía todos los detalles y veía la necesidad de intervenir en Roma. Estamos en la última fase del papado tusculano. E1 papado era prácticamente un negocio de la familia del conde de Tusculo. En 1032 el conde Alberico III, jefe de los tusculanos, había hecho elegir papa a su hijo Teofilacto, entonces laico. Se llamo Benedicto IX (1932); según el cronista Rodolfo, il labro, que no es siempre fiable. Este papa habría tenido apenas 10 o 12 años en el momento de su elección. Parece una afirmación exagerada; sin duda era todavía muy joven. También en este y en algún otro cronista se encuentran acusaciones de vida disipada. Un cronista casinesse observaba, que había cambiado el nombre, pero no el estilo de vida. Pero es difícil afirmar alguna cosa concreta. E1 juicio sobre los papas tusculanos es naturalmente condicionado por la generación de historiadores de la reforma gregoriana, que tenía la tendencia a describir aquella fase del papado de una manera muy negativa. Esto no quiere decir que Benedicto IX era un papa impecable. Queda el hecho de que por más de un decenio gobernó la Iglesia romana sin encontrar grandes oposiciones, ni dificultades, siempre basado en el poder político de su hermano el conde Gregorio II de Tusculo. En la controversia entre Aquileia y Grado; Benedicto IX reconoció los derechos patriarcales de Grado contra Aquileia y el patriarcado de Venecia era el heredero del de Grado; entonces también el patriarcado de Venecia tenía relación con este papa Benedico IX. En 1044 los romanos se rebelaron contra el dominio de los tusculanos y expulsaron también al papa Tusculano. Son desconocidas las luchas detrás de la escena, como son también desconocidas las luchas entre los aristócratas del tiempo. E1 partido vencedor, de los stefanos, buscó asegurar el propio poder obtenido contra los tusculanos, también con un papado. A1 inicio del 1045 fue elegido papa por este partido nuevo, victorioso, el obispo Victoriano de Sabina, que tomó el nombre de Silvestre III, probablemente no sin malos manejos. En marzo Benedicto IX retornó a Roma y expulsó de Roma a su contendiente, el que regresó a su diócesis (Sabina). No sabemos si cuando regresó a su obispado abdicó de su dignidad papal. Después de la restauración Benedicto IX, en Roma, pronto se dio cuenta que su posición había llegado a ser insostenible y así se llegó a aquel extraño comercio de compra-venta que habría de llevar un rol decisivo en el sínodo de Sutri. Benedicto IX (1 de mayo de 1045) cedió la dignidad pontificia al arcipreste Juan Graziano de san Juan en la Puerta Latina, que era su padrino. Era un hombre de bien, un sacerdote muy pío, lleno de celo, pero este Benedicto IX habría vendido su dignidad por 2000 libras de plata y el comprador (que no tenía el dinero contante y sonante), habría obtenido la suma necesaria de una familia hebrea. Así llegó a ser papa con el nombre de Gregorio VI. Los detalles son dudosos e incluso el fin del pago era un poco incierto; era más bien una compensación a Benedicto IX (a su familia, los tusculanos) o era dinero para corromper a los romanos. Cierto, la elección de Gregorio VI no estaba privada de simonía. Personas insospechable como Pierdamiano, estaban de acuerdo con el nuevo papa, que era un persona respetable; tal vez había dado este paso dudoso, este comercio para liberar a la Iglesia de Roma de aquel papa Benedicto IX.

Enrique III no podía conocer todas las intrigas relacionadas con la abdicación de Silvestre III, Bendicto IX y la compraventa hecha por Gregorio VI. Enrique debía tener la impresión de una Roma fundamentalmente ordenada; entró en Italia sin encontrar resistencia. En Pavía convocó el 25 de octubre de 1046 un sínodo. No se conocen las actas, pero según el cronista francés, Rodolfo il labro, fue promulgado un decreto contra la simonía. Poco después Enrique se encontró con el papa Gregorio VI en Piacenza; el papa fue recibido por Enrique con todos los honores; lo que demuestra que lo consideraba papa legítimo y concluyó por fin con él un pacto de oración. Hasta el año 1975 este hecho era desconocido (alianza de oración); sólo entonces un estudioso alemán K.Schmit, que se ha ocupado de la necrologías, ha encontrado el testimonio contemporáneo en el necrologio del monasterio de san Sabino.

Para Enrique era una cuestión de importancia fundamental tener un papa que lo coronara, y cuya elevación no fuera de ningún modo dudosa. No debemos nuca olvidar que Enrique III estaba de viaje a Roma para la coronación imperial. Por cierto las decisiones de aquel sínodo de Sutri (a finales de 1046) acabaron en las controversias de los decenios sucesivos. Es muy difícil indagar qué cosa ha sucedido, pues todos los testimonios están bajo el influjo de la lucha de las investiduras. Así es casi imposible, o muy difícil, distinguir lo verdadero de lo falso. Una crítica de las fuentes que a primera vista son numerosas, debe partir de la investigación de un estudioso alemán E.Steindorff. Que fue el primero que analizó todas las fuentes que distribuyó en dos categorías (1874 punto de partida de la investigación). Distingue entre fuentes de tendencia jerárquica (pro-papal); y fuentes de tendencia imperial (antigregoriana).

Fuentes. Jerárquicas:

· Bonisio di Sutri (+ 1095), obpo. luego de Piacenza que escribió un libro Ad amicum. Es un escrito de tendencia estrechamente gregoriana.

· Desiderio de Montecasino, llego a ser papa con el nombre de Victor III (1097); III volumen de su libro Sobre los milagros de san Benito

· Bernoldo de Constanza, muerto en 1100. Cronica.

Tendencia pro-imperial:

·Annales Romani (1120 redactado).

· Gregorio de Catino que escribio en 1106 o 1118, la Cronica de su monasterio de Farfa (Cronicon Farfense)

· Wenzo, obispo de Alba, muerto en 108E 0 1090. Decidido sostenedor de Enrique IV, Escribió un Tratado ad Enricum Cuartum.

· Card. Beno, muerto en 1098, seguidor de Enrique IV. De vita et gestis Hildebrandi, usa para Gregorio VII este nombre.

· Giberto di Geambleux, Cronaca, muerto en 1112.

Para Steindorff los autores de tendencia jerárquica (como él los nombra), son desde el principio descalificados por ser fuentes clericales. Se fía solamente del segundo grupo, antigregoriano; luego parte con un prejuicio. Pero hay que decir que ninguno de los autores de estas obras estaba presente en Sutri, o tenía sus noticias de testigos oculares. Hasta tiempos muy recientes la investigación de Steindorff ha condicionado todas las interpretaciones del lo sucedido en Sutri. Sólo hasta Franz-Joseph Schmale, se abre camino otro acercamiento a las fuentes. Schmale ha demostrado que Sutri no era ni quería ser una demostración del poder imperial sobre la Iglesia y sobre el papado, como decían los estudiosos hasta hoy. La cuestión central era la acusación de simonía de Gregorio VI que fue investigada por un sínodo de obispos, en el cual al principio el mismo papa tuvo la presidencia. El emperador Enrique III estaba presente pero no era el presidente del sínodo; de hecho antes y después de Sutri las cosas se desenvolvían del modo siguiente:

1.Enrique III emprende su viaje de coronación en el verano de 1046; la coronación misma estaba prevista para Navidad.

2.El sínodo reunido en Pavía (25 oct.) no trata del papado; de esto no tenemos ningún testimonio (aunque en muchos libros se leen tales afirmaciones); probablemente se trataba de la simonía.

3.El 28 de octubre Enrique III y Gregorio VI se encuentran en Piacenza y estipulan en ese momento una alianza de oración.

4.La iniciativa para celebrar un sínodo en Sutri viene de Enrique III (esto aparece en todas las fuentes); el único motivo seguro del sínodo era enjuiciar e investigar el papado de Silvestre III, de ahí su presencia en el sínodo, para prevenir eventuales pretensiones de Silvestre antes del ingreso del emperador en Roma. Quería antes de entrar a la ciudad tener un ingreso claro, sin pleitos y sin discusiones. El tercer papa Benedicto IX no había sido invitado porque ya no presentaba ningún problema, pues había presentado su dimisión. Un sínodo tenía más autoridad, debía ser más eficiente, si era presidido por un papa, por eso la invitación a Gregorio VI de presidir aquel sínodo.

5.Gregorio VI llega y así se tiene el clásico sínodo papal en presencia de un rey (Enrique III todavía no era emperador oficialmente). Según la tradición el lugar del rey era junto al papa. El sínodo dirigido por Gregorio VI declara que un proceso contra Benedicto IX no es necesario, pues ya había renunciado. El sínodo considera el pontificado de Benedicto IX acabado.

6.Se abre una investigación sobre Silvestre III; aquel obispo Juan de Sabina. Es acusado de haber sido invasor, un usurpador. La asamblea confirma la acusación y lo confina en un monasterio y lo reduce al estado laical.

7.El sínodo se ocupa del modo como Gregorio VI llegó a ser papa. En este momento Gregorio VI refiere cómo llego al encargo; habla incluso de la suma de dinero gastado; lo que tenía según él, el único objetivo de liberar el papado de una situación insostenible. No tenía la intención de hacer una adquisición de una dignidad espiritual; al menos esta era la explicación de Gregorio VI. El sínodo hace notar que este acto ya era simonía, pues entró dinero.

8.Delante de esta constatación del sínodo, Gregorio VI se declaró culpable, pide el consentimiento de los obispos y una vez obtenido, abandona su encargo, se despoja de los hábitos pontificales. Dimisión de Gregorio VI durante el sínodo mismo.

9.Sólo entonces interviene el rey, aprobando de su parte las decisiones del sínodo y entrega a Gregorio al arresto, al cuidado del arz. de Colonia. Luego, el primero y el último acto venían del rey: la convocatoria y la decisión final. Y como último acto Enrique da a Gregorio la pena de ir al exilio.

Esta reconstrucción de los sucesos de Sutri es aceptada en general por los investigadores de hoy, excepto el punto octavo: el problema de la dimisión de Gregorio. Segun Schmale era una autodeposición de Gregorio VI. Hay tres textos sobre todo los que contradicen esta tesis. E1 tratado de Ordinando pontifice; una observación del obispo Wazo de Liege; y una cita del registro de Gregorio VII.

Luego la primera fuente es un tratado que se llama de Ordinando pontifice; obra anónima de un autor francés o lorenes, es un parecer sobre el modo correcto desde el punto de vista canónico de elegir un papa. En este tratado el autor anónimo dice respecto al proceso de Gregorio VI en Sutri: el fue constreñido a confesar, triste y contra su voluntad. Y la presión, según el autor, viene de Enrique III.

La segunda fuente es más clara del obispo Wazo de Liège, quien fue consultado por Enrique III, después de la muerte del papa Clemente II (1047) sobre algún eventual sucesor, posibles candidatos al pontificado. Y el obispo Wazo en esta ocasión respondió: "vuestra serenidad (el emperador) tome en consideración que la sede del sumo pontífice, el cual fue depuesto por quien no tenia autoridad (se refiere al emperador), por voluntad divina esta reservada precisamente a el (el que fue depuesto); por voluntad divina, es decir, por la muerte del papa Clemente II (elevado por Enrique III). Porque el difunto que ha entrado en vez del anterior, por decisión de Ud., obviamente ha cedido el puesto al predecesor que vive aún". Este testimonio se encuentra en Anselmo de Liege, Gesta episcoporum Leodientium. La respuesta del obispo Wazo presupone que Gregorio VI no ha dado la dimisión voluntariamente, sino que fue presionado a renunciar.

El tercer testimonio es una frase del registro de Gregorio VII "Sin querer ha tenido que ir más allá de las montañas con el señor papa Gregorio", esta frase de Gregorio VII, significa sin más que Gregorio VII consideraba legítimo a Gregorio VI, incluso después de aquel evento (el sínodo de Sutri). Ha tenido que ir a Colonia. E1 exilio de Gregorio VI en Alemania ciertamente era un castigo. Murió probablemente en Colonia a fines de 1047, poco después de la muerte de Clemente II, su rival. E1 exilio de Gregorio VI, querido ciertamente por Enrique III era la natural consecuencia de su deposición. E1 emperador debía alejarlo porque de otro modo sería muy peligroso. Enrique III tenía en esto un precedente que podía imitar: de Othon II que había mandado a Alemania al papa depuesto Benedicto V, confiándolo a la custodia del arz. de Hamburgo. No era un hecho del todo nuevo. E1 23 de diciembre de 1046 Enrique III llegaba a Roma; ya para el día siguiente, 24, convocó en san Pedro un sínodo; los participantes eran en gran parte los mismos de Sutri y este sínodo debía decidir sobre el nombramiento de un nuevo papa. Una parte de las fuentes habla incluso de la deposición de Benedicto IX, cosa que ya se había tratado en Sutri; el cual no se presentó ni en Sutri ni en Roma. Benedicto IX que había renunciado a su cargo, de hecho trató de recuperarlo después de la muerte de Clemente II, en el 1047, sin éxito. Es el primer papa designado por Enrique III; todavía antes de la propia coronación imperial. Hay una tesis que dice que Enrique III habría hecho todo esto para poder elevar en Roma papas alemanes; pero esta es una tesis insostenible. Es una conclusión a posteriori; es cierto por otro lado que Enrique III deseaba un papa reformado y entre los candidatos es nombrado Adalberto el arz. de Hamburgo-Bremen, el cual rechazó la candidatura. Fue elegido el que Adalberto proponía, Suitger de Bamberg, que tomó el nombre de Clemente II. Luego, este es un hecho extraño: la elección de Clemente II se tuvo el día antes de Navidad, día en el que estaba prevista la coronación de Enrique III. En efecto, el 25 de diciembre, Clemente II fue entronizado en san Pedro e inmediatamente después celebró el rito de coronación de Errique III y de su mujer Inés, hija del duque de Aquitania, Inés de Poitou. En una sola celebración (1046).

Con ocasión de la coronación imperial de Enrique III es necesario mencionar dos eventos: primero, Enrique hizo que los romanos le concedieran la dignidad de Patricio. Este hecho es muy discutido hasta hoy. ¿Qué significa la concesión de esta dignidad, en el momento de la coronación imperial? Ciertamente era una especie de colaboración del común de Roma a las celebraciones en san Pedro. Porque no es el papa el que confiere el título de Patricio; sino que son los romanos. Sabemos que la dignidad de Patricius romanus no había sido conferida ninguna otra vez desde la coronación de Carlomagno, desde el 800 no aparece. Sólo entonces. ¿Por qué? Probablemente porque las competencias parecían incluidas en la dignidad imperial. E1 título patricius es anterior al título imperial en occidente. Obviamente Carlomagno no creyó que fuera necesario tener un título de patricio, cuando ya era emperador. La pregunta es, ¿por qué vuelve a aparecer, junto con una coronación imperial? Sostienen que el motivo de esta restauración tenga relación con el Constitutum Constantini que daba al papa los derechos imperiales en Roma.

Según el Ordo Salicus de la coronación, preveía un sínodo después de la coronación; de hecho este sínodo fue celebrado el 5 de enero de 1047 en san Pedro. Son dos sínodos a muy corta distancia: el día antes de Navidad y luego el 5 de enero en presencia del arz. de Milán y Rávena y del patriarca de Aquileia. Este pequeño detalle es conocido porque estos obispos peleaban por la presidencia. ¿Quién tiene el derecho de sentarse a la derecha o a la izquierda del papa, en ausencia del emperador? Si el emperador estaba presente en tal sínodo el tenía siempre el lugar derecho al lado del papa. Pero surgió la pregunta, si el emperador estaba ausente. Este sínodo es mencionado, no tanto por esta discusión, cuanto por tratar de las ordenaciones hechas con simonía. Las decisiones del sínodo son referidas por san Pierdamiano en su Liber gratissimus; un tratado que se refiere a la cuestión de las investiduras:

"E1 que ha sido ordenado por un simoníaco, al momento de la ordenación no sabiendo que es simoníaco con quien se ha presentado (para ser promovido), debe hacer cuarenta días de penitencia.(Aunque fuera ignorante del hecho que la persona que lo ordenaba era simoníaco). Pero puede continuar su ministerio sacerdotal"

Este canon, decidido en presencia de Enrique III, demuestra que el sínodo se ocupaba de la simonía y que en la lucha contra la simonía tomó una posición mas bien moderada (aunque a nosotros nos parezca muy rígida), pero en el contexto de las discusiones de entonces, era más bien una posición moderada. Por cierto no sabemos nada de la intervención del emperador en este asunto. Y en tercer lugar, demuestra que se discutía ya sobre la validez de una ordenación en esas condiciones, uno de los grandes problemas de la Reforma Gregoriana.

Cuando Clemente II murió, en otoño 1047, se mostró que no había sido destruido el poder de la nobleza romana. Benedictino IX regresó y hasta encontró ayuda con el marques Bonifacio de Canosa, hasta ese momento pro-imperial. Se necesitaba una palabra enérgica de parte de Enrique III, antes que Bonifacio en el verano de 1048, expulsara a Benedicto y condujera Roma al nuevo papa, que mientras tanto había designado Enrique en Navidad en su palacio de Pöhdle (en Sajonia). Allí había llegado una delegación romana, y el emperador había designado al sucesor de Clemente II, que era el obispo Poponne de Bressanone, que tomó el nombre de Damaso II. Pero también este papa murió después de pocas semanas. Aparecen luego voces que en la muerte de estos papas extranjeros hubiera algo poco claro. Cuando en 1942 fue abierto el sarcófago de Clemente II, enterrado en su diócesis original de Bamberg (en la catedral), se encontró en los huesos del esqueleto un alto contenido de plomo. Probablemente estos papas alemanes habrían muerto de malaria pues no estaban habituados al clima caliente del verano italiano. La malaria era un mal muy grave en todo el medievo.

Un hecho, todavía no tenido en suficiente consideración, es aquel que en el siglo XI y precisamente en el papado reformado, son elevados a la dignidad pontificia algunos obispos que no habían abdicado de su diócesis original; sino que las retuvieron incluso siendo romanos pontífices. Son seis papas que eran obispos y podríamos añadir uno que era abad de Montecassino.

·Clemente II (obispo de Bamberg).

·Dámaso II (obispo de Bressanone).

·León IX (obispo de Toul) Lorena.

·Víctor II (obispo de Eischstat) en Baviera.

·Esteban IX (abad de Montecassino).

·Nicolás II (obispo de Florencia).

·Alejandro II (obispo de Lucca).

Después de él con Gregrorio VII se interrumpe esta tradición que uno es papa y al mismo tiempo obispo de otra diócesis. Hay dos antitapas que siguieron este uso:

·Honorio II (1061-64) obpo.de Parma.

· Clemente III (1080-1100) el más tenido en cuenta por los gregorianos, era arz. de Rávena. Un hecho que se da solo en el período de la reforma eclesiástica de Roma, antes o poco después del pontificado de Gregorio VII.

Este hecho ha encontrado varias explicaciones de parte de los estudiosos, que siempre acaban en consideraciones utilitaristas. Retener su propia diócesis les parecía práctico, oportuno, políticamente o económicamente recomendable. Sin embargo parece que la verdadera solución de este problema, hay que buscarlo en otras concepciones eclesiológicas.

Hoy es la regla, que el nuevo papa es elegido de entre los cardenales o de entre los obispos. Originalmente ninguno llegaba a ser papa si era obispo de otra diócesis. Desde el s.IV la relación del obispo con su diócesis es interpretada como un matrimonio espiritual y la frase de la 1 Tim.3,2 (es necesario que el obispo sea irreprensible, no casado sino una sola vez) Este versículo fue entendido como el matrimonio del obispo con la propia diócesis. Sólo se podía llegar a ser obispo para una determinada iglesia. De ahí deriva la ficción jurídica de los obispos titulares (consagrados para un montón de piedras en Africa o en Turquía), era una ficción canónica. Por otro lado el cambio de una diócesis a otra, era teóricamente imposible y prácticamente desconocida y llevada a cabo solamente a través de trucos jurídicos. Uno llega a ser obispo de una determinada diócesis debe permanecer en ella hasta la muerte. Esta norma antigua regía en Roma, también para el papado.

Esta situación cambió con la intervención de Enrique III: el papa no era un obispo entre otros, sino el universalis summus pontifex, summus presul, summus apostolicus; eran los títulos que aparecen en este tiempo. Dos funciones del papado: ser obispo local y al mismo tiempo pontífice universal. Los emperadores germanos, desde Othon I tuvieron en cuenta sobre todo el primer título. Las intervenciones de los emperadores germanos desde Othon I en adelante contribuyeron a la formación de una nueva imagen del papado, del concepto jurisdiccional del papado. En general, este aspecto se olvida y se piensa sólo en una evolución dentro de la teología, o de la jerarquía misma. No, aquí son los emperadores germanos los que han promovido esta concepción. No nueva, pero más desarrollada del papado. Hay pues, dos tendencias que convergen: contemporáneamente el papa es obispo de otra diócesis o abad (la idea del matrimonio indisoluble entre obispo y diócesis), que prohibe una bigamia espiritual y además una nueva valoración del poder papal, como instancia supra-episcopal, durante el s.XI, en el papado reformado.

Clemente II mismo, es decir, el primero de esta serie, dio una motivación un poco extraña. Clemente II dice: Bamberg es la hija de la iglesia romana; él, Clemente, debería tener cuidado de la madre de su mujer, sin dejar por eso a la mujer..

Quizá también va unida otra observación. Estos eran obispos imperiales. Si quedaban como obispos, aunque llegaran a ser papas, esto ayudaba a la relación del papado con la iglesia imperial.

Las cosas cambiaron rápidamente con Gregorio VII y fueron varias las causas:

·La idea de la universalidad de la dignidad pontificia no aceptaba ninguna limitación.

·Ser obispo de otra parte igualaba al papa al obispo.

·Sobre todo fue decisivo el hecho de la incompatibilidad de las dos tareas Pero quería llamar la atención sobre este pequeño problema eclesiológico muy interesante, precisamente en el tiempo de la reforma pregregoriana.

El significado de los sínodos de Sutri y de Roma (1046-1047), no está tanto en la deposición de tres papas; ni en la demostración de aquello que ha sido definido: la iglesia en manos de los laicos, sino en la lucha eficaz contra la simonía en el más alto nivel de la iglesia. Una lucha conducida por el emperador Enrique III y los papas.

Después de Sutri, la deseada reforma interna de la Iglesia, se pudo poner en práctica. Quedaban en pie los mandatos con respecto a las ordenaciones de un obispo simoníaco (hechas a través de pago o gratis, esto no importaba tanto).

 

5.- León IX. (1048-1054).

El pontificado de León IX es un cambio en el papado del s.XI. Enrique III elevó en Worms (Renania) al final del año 1048; después de la muerte de Damaso II, al conde Brunonne de Egisheim, alta nobleza; hasta aquel momento era obispo de Toul (Lorena). Brunonne era simpatizante del movimiento reformador y cinco años de su pontificado están caracterizados por una febril actividad para llevar la reforma eclesiástica a todos los ambientes; en todos los niveles. E1 papa mismo lleva la dirección de esta reforma eclesiástica. En este contexto es notable, que después de la designación del nuevo pontífice por parte de Enrique III, hizo una sorprendente declaración delante de la dieta de Worms; es decir, que aceptaría el cargo pontificio, sólo si el clero y el pueblo de Roma dieran su consentimiento. Este requisito, no tenía nada de nuevo. Ninguno dudaba que después de una designación de parte del emperador se necesitaba una elección canónica. Pero era nuevo, insistir en esta segunda fase del proceso electivo en una tal ocasión. Esto no quiere decir que León IX hubiera puesto en discusión el rol del emperador en la Iglesia, sino que todas sus actividades sucesivas demuestran que quería reforzar el principio de la elección canónica. León IX, era un papa itinerante, raras veces permanecía en Roma. Estos viajes lo llevaron a Italia, Francia, Alemania y hasta Hungría. E1 quería concretar mediante estos viajes la idea del primado romano por medio de numerosos sínodos: en Roma y en otros lugares.

Los sínodos eran para León IX una expresión de su preocupación por la reforma de toda la Iglesia. El presidió en 4 años 11 sínodos (tal vez, incluso, más). La temática era más o menos la misma, programática; se trataba, antes que resolver pleitos del momento, como en tantos sínodos precedentes; pleitos entre obispos u obispos y monasterios, etc. más bien dar lugar a instancias de reforma. Pero hay que decir que ninguno de estos sínodos tuvo un acento anti-imperial. Para León IX la relación estrecha entre regnum et sacerdotium no estaba en discusión. En el centro de sus urgencias estaba la reforma del clero. En concreto la lucha contra la simonía y contra el nicolaísmo (matrimonio de los sacerdotes). Su posición, era al menos al principio muy radical. Su primer sínodo (Lateranense 1049) dispuso que todas las mujeres de sacerdotes, diáconos, subdiáconos, debían perder su libertad; ellas y sus hijos debían quedar como siervos de la Iglesia. E1 papa pidió en ese sínodo el alejamiento de todos los clérigos ordenados por simoníacos. Su posición era tan radical que habría significado la caída de toda la pastoral de la Iglesia, y por eso tuvo que llegar a compromisos.

El sínodo de Vercelli en 1050, llegó a compromisos, en el sentido del parecer de san Pierdamiano y del sínodo romano del 1047 que había impuesto a los clérigos ordenados por un simoniáco sólo una penitencia de cuarenta días, pero no el alejamiento de la tarea sacerdotal. E1 problema de las ordenaciones simoníacas quedó teológicamente sin resolver. Es interesante ver que en los estudios de los últimos años, ha aparecido siempre más: que san Pierdamiano, contrariamente a aquello que se decía hasta hace pocos decenios, no era una persona muy radical, sino en todo, incluso en su concepción monástica estaba siempre dispuesto a llegar a ceder; sus apoyos teológicos son siempre válidos. Había otros que eran mucho más radicales que él.

El mismo León IX volvió a repetir no pocas ordenaciones (antisimoníacas). Para él, los simoníacos impedían la libre operación del Espíritu Santo; adulteraban la justa relación de Cristo con su Iglesia; mientras los sacerdotes y obispos que pecaron contra el celibato, deshonraban su matrimonio espiritual con su vida. Y volver a ordenar, porque en un acto simoníaco, esta es la concepción de los radicales gregorianos, el Espíritu Santo no podía actuar; y sin la presencia del Espíritu Santo no existía sacramento.

No en todas partes, pero en general, León IX encontró una buena acogida ante sus exigencias rígidas. En Renz, en un sínodo convocado y presidido por él, X.l049, tuvo pocos asistentes; los obispos no llegaron. Pero en el sínodo siguiente en Maguncia, a mitad del mismo mes de octubre (1049) en estrecha colaboración con el emperador tuvo mucha asistencia de la Iglesia imperial. Los obispos que participaron, y por eso no querían asistir, eran interrogados públicamente por el papa sobre las circunstancias en las cuales habían recibido su consagración obispal. E1 canon 1 del sínodo de Renz: se refería precisamente a este asunto. Insistencia sobre la elección canónica. Este canon no era la primera ley sobre la investidura, como ha sido afirmado, sino insistir sobre los requerimientos canónicos esenciales, en el sentido de las decretales citadas del papa Celestino I, o del papa León I. Luego, expresión de la lucha contra los simoníacos, relacionados con la investidura; esto era algo nuevo.

Y esto resulta también del comportamiento de León IX. Cuando en el 1051 quería renunciar a su diócesis de Toul, que hasta entonces había retenido, dispuso que su sucesor fuera primero elegido por el clero y el pueblo y después de la elección, debía ir con una delegación de la iglesia de Toul, con el emperador para recibir la investidura. Una insistencia, primero la elección canónica de parte del clero y el pueblo y luego la investidura de parte del emperador; era la intención de León IX hacer valer aquellos cánones, frente a los cuales se registraba el mayor número de fallos y deficiencias. Se trataba de nuevo: prohibición de la simonía; prohibición del nicolaísmo; disposiciones para la elección de los obispos; prescripciones sobre la conducta moral del clero; prohibición de venta de beneficios. En este sentido: una reforma de la Iglesia que debe partir, según León IX, de una reforma del clero. Ninguno de tales cánones era verdaderamente nuevo; algunos de esos se relacionaban con las tradiciones de la Iglesia antigua; prácticamente sólo eran citas de cánones ya conocidos, que se encontraban en colecciones canónicas. Y como se trataba sólo de repeticiones, ninguno de los obispos presentes podían poner objeciones. Esto se hubiera interpretado inmediatamente como herético. Pero el conjunto demostraba una tendencia. Si uno va a los desarrollos sucesivos de León IX, gestos sin duda han contribuido a reforzar la posición legislativa del papado. No eran los sínodos los que hacían la legislación, sino el papa que reunía el sínodo para imponer sus propias ideas. Y esto era posible sólo con aquel papado reformado, después de la intervención de Enrique III.

En el contexto de la reforma eclesiástica bajo León IX dos fenómenos llevan un rol particular:

 

5.1.- La reestructuración de las instituciones pontificias.

Tiene que ver con los colaboradores de León IX. Atrajo consigo representantes de avanzada del partido reformista ya existente, como Federico de Lorena; el futuro papa Esteban IX; Humberto de Moayen- Eloutie (monje benedictino del monasterio en Lorena), que será el futuro cardenal de Silva Candida (Humberto). Y todavía otros, que casi todos provenían de Lorena; estrechos colaboradores de León IX. No es todavía claro por qué los círculos reformadores de Lorena eran activos y fuertes. Flick ha sostenido la tesis del origen lorenes de toda la reforma gregoriana. Una tesis que no es correcta en su exclusividad; pero esta tesis un poco forzada de Flick, el origen lorenes de la reforma gregoriana, es correcta en el sentido que esta reforma no nació en Roma. Esto es importante; ha sido importada. Y viene de los piases más allá de los Alpes. Son precisamente dos obispos de aquella zona que resistieron de manera muy llamativa a Enrique III: el obispo Wazo de Liège, acusado en 1046-47 a causa de su comportamiento en la campaña del emperador contra los rebeldes frisones. Y el caso del obispo Alienardo, monje de san Benigno de Digione, que rechazó hacer el juramento ante el emperador el año 1046; este monje se apoyo en la regla de san Benito que ordena a los monjes no jurar. En esta ocasión Enrique III se mostró muy generoso y lo dispensó del juramento. No se trataba, como algunos estudiosos han pensado, de un simple juramento; se trataba, por eso el emperador era muy generoso, del juramento de fidelidad antes de la investidura; en este caso antes de la consagración para Lione. El otro caso es más interesante, el de Wazo de Liège; éste durante la investigación delante del emperador, sobre su conducta en la rebelión, debía estar en pie y pidió una silla, no sólo por su edad, sino también en cuanto sacerdote y ungido con el sagrado crisma. El emperador le respondió: .también yo he estado ungido con el óleo santo y con esta unción me ha sido dada la potestad de mandar sobre todos los demás.. E1 obispo replicó: .esa es otra unción y muy distinta de la unción hecha al sacerdote..

Con la llamada de personajes como Humberto de Silvacandida, Federico de Lorena, entre sus más estrechos colaboradores, el papa León IX ha comenzado un proceso de transformación de las instituciones administrativas del papado, lo que se llamará la Curia Romana; en particular ha comenzado a librar al papado de los intereses de las varias facciones aristocráticas romanas. Es el primero que escoge a los cercanos colaboradores fuera del clero romano.

Bajo León IX el colegio de los cardenales obispos (obispos de las diocesis suburvicarias), y los cardenales-sacerdotes, responsables de la cura de almas en las iglesias titulares romanas, estos dos grupos, que desde siglos desarrollaban funciones litúrgicas,  se transforman en un gremio, cuyos miembros reciben encargos, dirección y administración de la Iglesia en Roma. Se puede hablar de una nueva fase de la evolución del cardenalato, que se inicia bajo León IX. Es ya una expresión del espíritu de reforma: esta nueva tarea dada a los cardenales. De hecho desde 1045 encontramos cada vez más a los cardenales como legados papales. Primero eran simples sacerdotes o abades los legados, y luego lo serán los cardenales-obispos. Así los cardenales legados llegan a ser un instrumento importante de los papas para afianzar la reforma en los diversos países; y veremos sobre todo cómo Gregorio VII utiliza este instrumento del cardenalato para difundir sus ideas en otros países o en las diversas iglesias locales.

En fin, siempre en el contexto de la transformación de la administración del papado, se menciona el cambio en el interior del aparato burocrático. Pequeños indicios todavía, pero significativos. Los documentos dados por el papa ya no serán escritos sobre papiro, sino en pergamino y siempre en minúscula, en vez de la vieja curial. Podemos constatar en el Sacro Palacio Lateranense un proceso de modernización en todos los sentidos, en cuanto al personal, y también en cuanto al estilo. Este era un primer elemento que demuestra la importancia de León IX como papa reformado.

 

5.2.- El encuentro con la Iglesia bizantina.

 Es el segundo aspecto que nace de la actividad reformadora de León IX. Veremos en el próximo capítulo el enfrentamiento desde el punto de vista bizantino. Ahora basta con decir cómo se presenta este problema desde un punto de vista romano, sobre todo a los ojos del papa León IX.

La nueva política sinodal de León IX, junto con una nueva organización administrativa, revolucionaba la tradicional constitución episcopal y echaba las bases para reforzar el primado jurisdiccional del papado. Por eso este breve pontificado de León IX es importante; aquí se trata de la actuación de la nueva forma del primado jurisdiccional. Un investigador reciente sostiene que la ruptura con el patriarca Miguel Cerulario de Constantinopla no ha sido causada por la divergencia del filioque, sino por la controversia que tiene que ver con el primado romano y el ministerio sacerdotal. Cuestiones en que ambas partes se manifestaron con intolerancia.

Todos estos temas aparecen en la reforma pregregoriana, pero que en ese momento no estaban presentes en la Iglesia y menos en Bizancio. El papado reformado reivindicaba una supremacía, no sólo de honor y de respeto, sino la supremacía de un nuevo tipo, jurídicamente aplicable, real. Y fue esta tensa relación la que ha provocado finalmente el cisma.

La discusión occidental no estaba terminada en aquel momento de Leon IX: sobre la recta concepción de los sacramentos y del ministerio sacerdotal. Toda esta discusión en el interior de la Iglesia Latina ha agravado la polémica con la Iglesia bizantina.

La ruptura no es sólo por el temperamento, la arrogancia, el comportamiento inadecuado de Humberto de Silvacandida en Constantinopla. Así se lee con frecuencia en los manuales: que todo era culpa de Humberto de Silvacandida. Ciertamente que él se comportó de un modo del todo equivocado, pero esto no basta para explicar aquella ruptura :la excomunión del 24 de junio de 1054.

Humberto de Silvacandida tenía mas o menos las mismas ideas del papa y esto se puede saber leyendo la larga carta llamada Libellus que León IX dio a Humberto, para entregar a Cerulario. Leon IX considera en este Libellus a la Iglesia Bizantina como una hija de Roma. Esto era algo que Bizancio no podía aceptar. Este Libellus demuestra a1 mismo tiempo que el papa considera las concepciones de la Iglesia Bizantina, heréticas. El hizo suyo un concepto de herético, que Pierdamiano ha formulado en el I Libro de las Epistulae así: .los sagrados cánones designan como heréticos a aquellos que no están de acuerdo con la Iglesia Romana" Y este es el concepto de herejía de la reforma gregoriana y pregregoriana. Independientemente del contenido de su doctrina.

Debemos considerar el pontificado de León IX no como un pontificado que renueva tradiciones olvidadas, aunque sí se presenta así, sino como uno que inicia toda la reforma eclesiástica del siglo XI. Sin embargo, Leon IX no se separa todavía de la idea de una colaboración con el imperio. Después de su muerte el camino ya está abierto a un papado reformado, en gran medida siempre más independiente del regnum y de la nobleza laica. En este sentido el pontificado de Leon IX, es un pontificado de transición. No es el primer papa de la reforma gregoriana, sino el puente entre una iglesia de tipo imperial y otra nueva que reivindica la libertas ecclesiae. ¿Qué significa papado de transición ?

 

6.- HUMBERTO DE SILVACANDIDA :

Un teórico de la reforma pregregoriana

Hay dos personajes que merecen mención en la reforma del siglo XI: Humberto de Silvacandida y Pierdamiano. Aquí sólo trataremos de Humberto. No es fácil saber el ideario espiritual de aquel monje benedictino del monasterio lorenes de Moyenmoutier. Por lo menos se le atribuyen 33 escritos, pero sólo de 3 textos estamos seguros que le pertenezcan, hasta hoy. Afortunadamente el más importante tiene los elementos esenciales de su pensamiento: Libri tres adversus simoniacos . Y cito una frase que puede ayudar a entender mejor este escrito. Cito al historiador ingles Carlyle: el habla de algunos escritos que han propagado el movimiento de reforma de la Iglesia : el programa de Gregorio VII se encuentra ya en este escrito de Humberto de Silvacandida...hace un parangón un poco arriesgado entre el manifiesto comunista de Engels y este escrito de Humberto de Silvacandida (lucha de la Iglesia gregoriana y el poder laico). Esta comparacion tal vez pueda ayudar a entender mejor la importancia de este cambio, y los escritos que la preparan. (The gregorian revolution).

El título convencional Adversus Simoniacos no nos habla de la amplitud del contenido. Este titulo sólo tiene que ver con los dos primeros libros, en donde el autor niega la validez de los sacramentos administrados por los simoníacos; y en general la compraventa de cargos eclesiásticos. Aquí desarrolla aquella teoría que ya hemos señalado: las ordenaciones por simoníacos son inválidas (él es el teórico de esta doctrina radical gregoriana). Se subraya que no es cierto que Humberto haya metido la investidura laica en el concepto de simonía (todavía se hacía distinción entre investidura y simonía).

En el tercer Libro Humberto discute el rol del soberano sobre todo en el nombramiento de obispos. En este libro Humberto muestra una fuerte aversión contra todo el sistema de las iglesias privadas. Este sistema, que durante siglos estaba presente en casi todo el occidente ; en la Iglesia Latina venía del derecho germánico, de concepciones arcaicas. Es una tradición que, según él, está en neta contradicción con los cánones. Esto no tiene que ver sólo con las iglesias inferiores, sino también las superiores (para él, el rey es un simple laico).Algo que ninguno se había atrevido a decir: para todos el rey era una persona sagrada, a causa de la unción.

Con una insistencia particular repite los cánones clásicos sobre la elección de los obispos, que según él, han sido mal usados por la práxis de entonces. La práxis correcta sería: participación del clero, intervención del pueblo, el juicio del metropolitano. Se requiere esta intervención. Estos son los puntos decisivos según los cánones de la Iglesia; en cambio, según Humberto, la secularis potestas lo decide todo. Por eso Humberto pide la restauración de la sucesión originaria del proceso. Quiere redimensionar la saecularis potestas. Para Humerto la elevación de un obispo en la forma no canónica, la preeminencia del elemento laico, es inválida y nula.

El sostiene esta opinión no sólo con el argumento de que el soberano tiene demasiado influjo en el nombramiento de un obispo, sino que hace además una reflexión sobre el modo en que el soberano ejercita este influjo laico. Así hace un primer ataque a la ceremonia de la investidura. Sabemos que la investidura era hecha así, al menos en el tiempo de Enrique III. El emperador da al nuevo obispo el bastón pastoral y el anillo. Según Humberto la entrega del bastón y del anillo, mediante la mano no consagrada del rey, no es otra cosa que una praesuntio. El baculus como señal del ministerio pastoral y el anullus como símbolo del matrimonio (signaculum secretorum coelestium) son para Humberto símbolos espirituales; por eso no pueden ser conferidos por un laico, porque en tal caso, si un laico da el bastón y el anillo, dispone sobre los sacramentos, se pone en el lugar de un sacerdote. Y pregunta: ¿qué tienen que ver los laicos con los sacramentos, en particular con el ministerio del obispo ?, y añade, el bautismo es dado en caso de necesidad por un laico, pero este bautismo debe ser completado después, si el niño vive, por la oración y la unción de un sacerdote.

Humberto de Silvacandida da a estos símbolos un significado netamente espiritual: pero de por si no era del todo claro, qué cosa significa el bastón y el anillo; también llevaba consigo el significado de la entrega de un poder laico. Los obispos eran al mismo tiempo representantes del rey y del emperador, tenían derechos reales y esto también se simbolizaba en la entrega. La interpretación de Humberto es muy unilateral; pero la formula de una manera muy sugestiva y hace entender al lector que esta entrega de símbolos es casi una anticipación de la consagración episcopal, hecha por un laico y por lo mismo no aceptable.

Las consecuencias de esta argumentación son evidentes: logrará mejor convencer al lector. No debemos olvidar que el nombramiento de un obispo era un largo proceso. La intervención del rey es sólo un. elemento. E1 acentúa sólo este elemento y por eso todo se deshace. Estas ideas expresadas en Adversus Simoniacos L.3, cap.6 son un enfrentamiento radical ante la práxis usual de casi toda Europa, al elevar a un obispo. Era una práxis no limitada sólo al imperio, sino usual en todo occidente.

Uno se pregunta qué influjo ha tenido este manifiesto de la reforma gregoriana. Según R. Shift el influjo era muy pequeño. Según él, fue letra muerta durante decenios. No es seguro que Gregorio VII lo haya conocido. E1 autor sostiene que no era posible que se conociera, pues sólo se conoce por medio de tres manuscritos y la tercera parte de la que hemos hablado, solo está en un códice medieval. Esta es la conclusión de Shift: Adversus Simoniacos es una obra que no tuvo éxito, no fue conocida, permaneciendo oculta en cualquier lugar. Sin embargo, contra esta tesis, del no éxito, podemos hacer algunas objeciones: Humberto pertenecía como cardenal obispo de Silvacandida, sin duda, al circulo más estrecho de los colaboradores del papado, por lo que el Papa conoce de hecho sus ideas, sin depender de la difusión de su escrito. No es creíble que Humberto no expresase sus opiniones en los sínodos en los que participó, como en el de Sutri. Aunque pocos de sus contemporáneos hubiesen leído su tratado no significa que no conociesen el contenido. Es indudable que Humberto forma parte del partido de los reformadores hasta el Papa León IX. Incluso es aceptado por Engelbert que Gregorio VII es influenciado por las ideas de Humberto.

 

7.- Pierdamiano

Representa la segunda tendencia, menos radical en la lucha contra las investiduras laicas. Muere en 1072 y desde 1057 fue creado Cardenal  Obispo de Ostia. El no excluye una cierta implicación del soberano en el nombramiento de un obispo, pero critica las circunstancias concretas que se verifican en el nombramiento concreto del nombramiento de un obispo, que son contrarias al Derecho Canónico. Considera él también al soberano como un laico sin derechos sagrados, pero no interpreta la donación del anillo y del bastón pastoral por parte del rey como una consagración episcopal anticipada, como lo hacían Humberto.

 

8.- MOVIMIENTO DE LA PAZ DE DIOS.

Toda revolución llevada a cabo tiene muchas raíces. No basta sólo con las ideas radicales de Humberto de Silvacandida, se necesita también una movilización del pueblo, que en parte tiene otros objetivos, pero que en último término convergen con las ideas motoras de un gran desarrollo. El Movimiento de la Paz de Dios es un signo de que la reforma de la Iglesia fue acogida también por el pueblo. Un movimiento de otro tipo, la Pataria, confirma esta regla, pero estará operante después de los años cincuenta del siglo XI, por lo que pertenece al próximo período. Ahora sólo nos centraremos en la Paz de Dios.

Este movimiento nace en el Sur de Francia a finales del X, a causa de desórdenes y cambios sociales, mirando hacia un restablecimiento de la paz en el país. El rey de Francia era débil y lejano, mientras que los pequeños señores, vizcondes y castellanos eran por el contrario prepotentes.

Hasta este momento la investigación no ha descubierto cual es la relación entre este movimiento de paz y la Reforma Cluniacense, pero si se sabe que hubo influjos directos. En primer lugar intervienen los obispos para asegurar un mínimo de seguridad a la población. El comienzo se puede situar tras el año 975 en la persona del obispo de Le Puy en Auvergne. Este obispo obliga a los nobles a jurar no tocar las propiedades de las iglesias y de los pobres, con el compromiso de restituir cuanto habían tomado.

En el 989 se hacen los Estatutos de paz del Sínodo de Charroux, en los cuales se contiene todo lo que se desarrollará en los ordenamientos posteriores del Movimiento. Fueron amenazados de excomunión :

            Estos tres objetivos sólo se podían realizar si los obispos colaboraban con los grandes, los príncipes, contra los señores feudales locales, la pequeña nobleza local que quiere enriquecerse a expensas de la Iglesia y de los pequeños campesinos.

            Una segunda fase del Movimiento se verifica en los años veinte del siglo XI. En este momento el Movimiento de traslada hacia Borgoña, donde tendrá su centro, y desde allí se difundirá hacia Cataluña (Sínodo de Paz en Vich, 1033) y el Norte de Francia. En esta fase se introduce un nuevo elemento, la Tregua de Dios, que consistía en la prohibición de una actividad guerrera para los señores nobles locales en determinados días de la semana, del miércoles por la tarde al lunes por la mañana, por lo que tenían pocos días para llevar a cabo las guerras privadas. Además en tiempo de Adviento hasta la Epifanía, y en la Cuaresma hasta el Domingo .in albis., que era un tiempo cerrado, por lo que tampoco se permitían tales combates. De este modo de garantizaba un mínimo de paz pública para la Iglesia, los campesinos y los comerciantes.

            El medio más importante de presión para imponer esta Paz era el interdicto, es decir el deber de celebrar la liturgia y de administrar los sacramentos. Esto sólo se podía hacer ya que la población estaba fuertemente anclada en la fe cristiana, y que los señores feudales quieran evitar esta pena eclesiástica. Por todo ello toda la población consentía estas medidas coercitivas de la Iglesia.

            La gran participación del pueblo daba a no pocos sínodos, en los que se amparaban estas medidas, el carácter de una manifestación de masa, con procesiones de las reliquias de los patronos de sus iglesias, y un general entusiasmo religioso. A propósito de esto se ha hablado un primer movimiento religioso popular.

            Cargada de consecuencias para el futuro fue la práxis de llamar a las armas al pueblo y a los príncipes juntos contra los violadores de la Paz. No eran sólo medidas espirituales, con el consentimiento de todos, sino medidas más drásticas y sensibles contra estos violadores de la Paz. Con todo esto se pusieron las bases para la idea de la cruzada.

            ¿Cuál era el nexo del movimiento de la Paz de Dios con el reformador de la primera parte del XI ?. El P. Kemp (Manual de Jedin) habla de la competencia del sacerdotium para conseguir los objetivos político-espirtuales de la cristiandad occidental, lo cual sería un indicio de una nueva competencia del episcopado o de la Iglesia en general. Se le rebate diciendo que esta competencia ya existía desde antiguo, del tiempo de los otones y del episcopado sálico, que ya eran competentes también en el campo político, siendo un instrumento del soberano.

            Otro hecho más significativo podemos encontrarlo en que los sínodos que estipularon tales tratados o Treguas de Dios, al mismo tiempo emanaron decretos para la reforma del clero, contra el uso de armas por parte de los eclesiásticos, contra la simonía y en favor del celibato. Aquí si que descubrimos el nexo con el movimiento pregregoriano. Este nexo ha sido todavía poco estudiado.

 

9.- EL PAPADO EN LOS ULTIMOS AÑOS DE ENRIQUE III.

            En los años 50, el Papa León IX, es arrastrado en un conflicto entre Benevento y los Normandos, los cuales se habían instalado en el Sur de Italia desde el comienzo del XI. León IX quería con ello reivindicar también las pretensiones papales sobre Italia Meridional, aquella antigua herida del papado de haber perdido el control sobre esta parte de Italia. Con León IX aparece un nuevo aspecto, que irá unido con el teme bizantino, ya que quiere resolver este problema mediante un ejército pontificio bajo la dirección del propio papa. Este ejército fue vencido por los normandos el 18.06.1053 en Civicate, cerca del Monte Gargano, incluso el papa fue capturado por los normandos y permanece en sus prisiones hasta la primavera del 1054. Al ser puesto en libertad volvió a Roma donde murió el 19.04.1054. No todos sus contemporáneos estuvieron de acuerdo con su actividad guerrillera, algunos como Pierdamiano vieron en la derrota del papa un castigo de Dios, ya que tal acción no era digna de un pontífice. Incluso parece que el emperador Enrique III había rechazado esta acción del papa, por lo que no le ha ayudado en esta empresa.

            La influencia del emperador sobre el papado no había terminado con la muerte de León IX. Una delegación romano bajo la dirección del Archidiácono Ildebrando, el futuro Gregorio VII, se acercó hasta el emperador en Maguncia, solicitando un nuevo nombramiento de papa por parte del emperador. Después de una larga meditación el emperador designó, a comienzos del 1055, a su más estrecho colaborador, el Arzobispo Gebeardo de Eichstätt (Baviera), diócesis fundada por S. Bonifacio. Este Arzobispo fue entronizado con el nombre de Víctor II. En Pentecostés del 1055 el papa, junto con el emperador, celebra un sínodo en Florencia, en el cual se vuelve a prohibir la simonía y el matrimonio de los sacerdotes, y el emperador concede al papa la administración del ducado de Spoleto, como contrapeso del poder de su enemigo Gofredo de Lorena casado con Beatriz de Canosa y que estaba presente en Italia Central. Por otro lado, esta concesión era un paso hacia la ampliación del Patrimonium Petri, futuro Estado Pontificio.

            En 1056 el papa Víctor II fue a Alemania para discutir con el emperador asuntos de interés común, pero durante la visita papal, Enrique III, tras una breve enfermedad, murió el 5.10.1056. En el lecho de muerte confió al papa la tutela de su hijo menor, Enrique IV, pero el papa no pudo llevar a cabo el encargo regio ya que el mismo murió en el verano de 1057 de malaria.

Muchos historiadores sostienen que la muerte repentina de Enrique III había interrumpido la relación armoniosa entre imperium et sacerdotium. Los cambios que se producirán en los decenios sucesivos serán la consecuencia de la muerte regia. Esta visión de la historia es discutible ya que contrastes y conflictos profundos se hicieron ya sentir durante el pontificado de León IX. No obstante la muerte de Enrique III indica el final de una época, el fin del período del sinergismo entre regnum et sacerdotium.