CAPITULO XXI

LAS PRIMERAS CONTROVERSIAS CRISTOLÓGICAS Y TRINITARIAS. MONARQUIANISMO Y MODALISMO

 

1.- Introducción.

La teología del siglo II no se planteó a fondo el problema de la relación del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los apologistas en su lucha contra el paganismo señalaron el estricto monoteísmo cristiano. También la Iglesia en su lucha contra el gnosticismo señaló ese aspecto.

El apologista Teófilo había incluso hallado el término "tríada " para significar esta realidad. La cristología del Logos tenía sus fallos en cuanto subordinaba al Padre el Hijo. Tal subordinacionismo turbaba menos la conciencia creyente, pues no se veía en él una amenaza inmediata a la divinidad de Cristo. Si se hacía, en cambio, resaltar con más viveza la unidad de Dios, la insistencia en la distinción del Padre i el Hijo podía parecer inquietante. Esa teología fue denominada "monarquianismo ".

La impugnación de la teología del Logos siguió doble camino:

El primer representante del modalismo fue Teódoto, oriundo de Bizancio, que fue a Roma hacia el año 190 y propaló allí sus ideas teológicas. Hasta su bautismo en el Jordán, Jesús había llevado la vida de un hombre sencillo, aunque justísimo, sobre el que descendió el Espíritu o Cristo. Él y sus seguidores apoyaban su tesis con la Biblia. El papa Víctor (186-198) le expulsó de la Iglesia.

Discípulo de Teódoto fueron Asclepiodoto , Teódoto el Joven y más tarde Artemón. Los dos primeros trataron de organizar a los adopcionistas en una iglesia propia e incluso ganaron para dirigirla al confesor romano Natalis, quien, sin embargo, los abandonó al poco tiempo. Teódoto el Joven introdujo un elemento nuevo en las anteriores teorías al designar a Melquisedec como la virtud suprema, que está por encima de Cristo, el verdadero mediador entre Dios y los hombres.

Hacia la mitad del siglo III, un doble argumento desempeñó misión importante en esta doctrina. Los adopcianos atacaban la doctina ortodoxa como diteísta, y apelaban luego a que ellos, como guardianes fieles de las tradiciones apostólicas, sólo enseñaban sobre Cristo lo que siempre se había creído.

Después de la mitad del siglo III predicó en oriente un adpocionismo singularmente craso Pablo de Samosata, obispo de Antioquía. Enseñaba que el Hijo sólo designa al hombre Jesús en que moró la sabiduría de Dios. El Espíritu no sería otra cosa que la gracia que Dios concedió a los apóstoles. Por sabiduría de Dios o Verbo no entendía una persona distinta de Dios, sino una fuerza impersonal. Dos sínodos se opusieron a sus ideas (264). En el segundo el presbítero Malquión lo convenció de sus errores, fue depuesto de su cargo y excluido de la comunión de la Iglesia. El sínodo rechazó la proposición de que el Hijo sea consubstancial (omoousios) con el Padre; pues, con ese término, Pablo de Samosata quería negarle la propia subsistencia. Su sucesor en Antioquía, el obispo Domno, apeló a la autoridad estatal para obligar a Pablo a dejar la mansión episcopal.

2.- Monarquianismo modalista.

Toda teoría que separara demasiado tajantemente al Hijo o al Verbo, del Padre, era mirada con recelo, pues de ahí podía eventualmente deducirse la existencia de dos dioses.

Noeto. oriundo de Esmirna en el Asia Menor. Encarecía rigurosamente el dogma del Dios uno, que es el Padre, y afirmaba la identidad de Cristo con el Padre; de donde sacaba la consecuencia de que el Padre se hizo hombre y padeció en la cruz. Fue expulsado de la Iglesia, pero halló partidarios que se apoyaban en la Biblia (Ex 3,6; Is 44,6; 14-15;Jo 10,30;8ss; Rom 9,5).

Epígono llevó la doctrina a Roma, donde se le adhirió Cleómenes. Según Tertuliano en su obra contra Práxeas (213) este parece haber modificado su teoría en el sentido de que distinguió al hombre Jesús del Dios Cristo, que era idéntico al Padre, de suerte que el Padre sufrió juntamente con el Hijo (compatitur).

Sabelio debió venir de Libia a Roma, en vida aún del papa Ceferino (199- 217). Él fue quien sistematizó la doctrina modalista. Atribuyó a la única divinidad tres modos de obrar, de suerte que el Padre era la verdadera naturaleza divina que, sin embargo, también se manifestaba como Hijo y Espíritu Santo; como Padre fue Dios creador y legislado; como Hijo operó la redención y como Espíritu Santo daba la gracia y la santificación. Sobre sus ideas sólo nos informan sus impugnadores Hipólito, Tertuliano y Epifanio.

Hipólito atacó vivamente a los papas Ceferino (199-217) y Calixto (217-222) por haber favorecido y hasta reconocido estas herejías. Al primero acusaba de hombre ignorante e inculto y de haber defendió a la vez ambas tesis:

1.- Yo sólo conozco a un sólo Dios, Cristo Jesús, y ninguno fuera de Él, que nació y padeció.

2.- No fue el Padre quien padeció, sino el Hijo.

Sin embargo parece que Ceferino lo que quería era recalcar de un lado la divinidad de Cristo y de poner, por otro, de relieve la distinción entre el Padre y el Hijo; sólo que para ello le faltaba una terminología adecuada. Contra Calixto afirmaba que se habría dejado seducir por Sabelio. Sin embargo trataba también de mantener un término medio. Contra la tendencia diteísta de Hipólito el papa afirmaba la unidad de Dios, cuando decía que el Padre y el Hijo no son dos seres separados; contra Sabelio afirmaba la distinción del Padre y el Logos, que existía antes de todo tiempo y se hizo hombre en el tiempo.

Novaciano. A mediados del siglo III aprovecha el trabajo de Tertuliano y se aparta claramente del modalismo, cuando dice que el Hijo engendrado por el Padre, el Verbo, no es mero sonido, sino que tiene substancia propia, es una "segunda persona "; pero el Hijo no había sido engendrado sólo con miras a la creación, sino que existió antes de todo tiempo, pues pertenece a la esencia del Padre tener en todo tiempo un Hijo.

Rechaza también la dialectica diteísta, al recalcar que el Hijo es Dios sólo en cuanto Hijo que recibe la divinidad del Padre, y sólo en cuanto Hijo se distingue del Padre; no hay, por ende división alguna de la naturaleza divina. No se expresa con igual claridad acerca dela "persona " del Espíritu Santo, al que mira como una fuerza divina, que obra en los profetas, en los apóstoles y en la Iglesia.

Berilo, obispo de Bostra en Arabia. Bajo el emperador Gordiano (238-144) profesó la opinión de que Cristo, no existió de manera propia, antes de su encarnación, ni poseyó una divinidad suya propia, sino la del Padre que inhabitaba en él. Orígenes disputó con él y lo llevó a la recta fe.

Dionisio, obispo de Alejandría (260). Sostuvo una discusión con patripasianos de la Pentápolis libia. Atacaba las teorías modalistas de los obispos Ammnonio y Eufranor con lenguaje vivo, pero a par descuidado, y formulaba la distinción del Padre y Hijo, al que llamaba criatura (poiema) con tan poca precisión que parecía borrarse la igualdad de esencia entre ambos. Una denuncia a Roma fue ocasión para que el papa Dionisio (259-268) le rogara que precisara su modo de ver y expusiera la concepción de la Iglesia de Roma sobre la Trinidad. Según el papa en la escuela teológica de Alejandría algunos catequistas y maestros de teología dividían la monarquía en tres hipóstasis y en tres divinidades separadas y profesaban una doctrina diametralmente opuesta a la sabeliana; si Sabelio afirmaba que el Hijo era el Padre y a la inversa, aquéllos predicaban en cierto modo tres dioses. Contra eso, ha de afirmarse la unidad de Dios tan firmemente como la trinidad divina; hablar de Cristo como de una criatura o afirmar que hubo un tiempo en que no existía, es tan blasfemo, como llamar creación (poiesis) a su divina e inefable creación. Dionisio se defendió del ataque y su posición satisfizo a Roma.