La expansión del cristianismo en el mundo antiguo
Índice
" Los cristianos no se distinguen de lo demás hombres ni por su
territorio, ni por su lengua, ni por su vestimenta. No habitan en ciudades
propias, no usan un lenguaje particular ni llevan un género de vida especial.
Su doctrina no es fruto o conquista del
talento y especulación de hombres estudiosos; ni profesan, como hacen algunos,
un sistema filosófico humano.
Viven en ciudades griegas o bárbaras según le ha tocado en suerte a cada uno,
siguen las costumbres de los habitantes de cada país en el vestido, la comida y
el resto del vivir. Sin embargo, dan muestra de una forma de vida admirable y,
al decir de todos, increíble. Habitan en sus patrias respectivas, pero como
forasteros; participan en todo como ciudadanos, pero comportándose como
extranjeros. Toda tierra extranjera es patria para ellos y toda patria es tierra
extranjera.
Se casan como todos y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que
conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho. Viven en la carne, pero
según la carne. Pasan su vida en la tierra, pero son ciudadanos del cielo.
Obedecen a las leyes establecidas, pero con el tenor de su vida superan las
leyes.
Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da
muerte y con ello reciben la vida. Son pobres y enriquecen a muchos; carecen de
todo y en todo abundan; {...}hacen el bien y son castigados como malhechores;
{...}los Judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen. Sin
embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar él, motivo de su
hostilidad{....}.
Para decirlo en una palabra, los cristianos son al mundo lo que el alma es al
cuerpo. Esta en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así
también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del
mundo. El alma habita en todo el cuerpo, pero no, procede del cuerpo; así,
también los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo{...}. El alma
ama a el cuerpo y a sus miembros, ha pesar de que éste la aborrece; Del mismo
modo, los cristianos aman a los que los odian{...}. Tan importante es él puesto
que Dios les ha asignado, del que no le es licito desertar ".
Esta es una carta de un cristiano anónimo del siglo II d.c. dirigida a un
pagano llamado Diogneto, describe de manera viva y actual el carácter de la
experiencia cristiana de los orígenes y su sorprendente contenido de novedad en
un mundo que no era cristiano. { I }.
El cristianismo tiene sus orígenes en la persona de Jesús de Nazaret, Judío
de Palestina, nacido durante el gobierno de Agusto y ajusticiado durante el
reinado del emperador Tiberio.
Después de su muerte, sus discípulos enseñaron que este Jesús muerto en
la cruz que había resucitado y era el salvador esperado por el pueblo Judío.
Predicaron primero en Jerusalén, luego en Palestina, Siria y en todo el mundo
mediterráneo. Esta predica tendrá a pesar de la resistencia con que tropieza,
una extraordinaria fuerza expansiva. A fines del siglo IV el cristianismo se
transformara en la religión oficial del Imperio Romano.
El cristianismo no se inicio con la pretensión de ser una nueva religión, sino
como un movimiento revitalizador del Judaísmo, como la plena realización de
sus más auténticos valores religiosos.
Supuso, sin embargo, una ruptura con ciertos aspectos de la religiosidad de
Israel como ser la identificación de su fe con una determinada forma sociológica.
Jesús es predicado, por sus primeros seguidores, como el Mesías anunciado por
los profetas de Israel, inaurando el Reino de Dios esperado por sus contemporáneos
Judíos.
Es presentado, además, como la persona decisiva para la salvación; esto
constituye, como veremos, lo esencial del cristianismo.
Este trabajo tiene por finalidad mostrar brevemente algunas de las características
de la comunidad cristiana durante sus primeros siglos de vida: Analizaremos de
forma breve la vida religiosa que se desarrollo en la primitiva comunidad
cristiana de Jerusalén . Y posteriormente analizaremos como estaba organizada
jerárquicamente la Iglesia en el siglo uno y como se organizo a la muerte de
Jesús y posteriormente con la muerte del último de los Apóstoles, que sucedió
con la organización de la iglesia, ¿ Quienes se convirtieron en nuevos Lideres
de la Iglesia ?. Para culminar analizando cual fueron los motivos más
importantes que condujeron a la realización de las grandes persecuciones
realizadas contra las comunidades cristianas durant
2. Desarrollo
Los hechos fundamentales de la vida de Jesús de Nazaret, Los Evangelios, como también otros libros del Nuevo Testamento, narran los hechos de la vida de Jesús considerados más significativos por los primeros predicadores de la fe cristiana.Se reunían en casas particulares para celebrar la fracción del pan, nombre
arcaico de la Eucaristía. Estas asambleas en la que se celebraba la Eucaristía,
costaban de instrucción, fracción de pan y oraciones. Comenzaban por la
instrucción, que podía constar de exhortaciones destinadas a fortalecer la fe
y la caridad, de recuerdos o comentarios de hechos o palabras de la vida de Jesús.
Seguía la fracción del pan; la persona que presidía la Eucaristía bendecía
el pan y el vino, extendiendo sobre ellos sus manos y pronunciando las palabras
de Jesús en la última cena celebrada con sus discípulos: " Este es mi
cuerpo ". " Este es el cáliz de mi sangre ". " Cada vez que
comáis este pan y bebáis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta
que venga "{ Pablo I Cor. XI, 26 }. La Eucaristía iba seguida por
oraciones que estaban a cargo de los apóstoles o ancianos, quienes presidían
la asamblea, pero también podían realizarlas los otros miembros de la
comunidad. Estas reuniones podían ir, o no, acompañadas de comidas o ágapes.
Para celebrar la Eucaristía se consagraban en la noche del Sábado al Domingo,
convirtiéndose así este, en el día en que la comunidad cristiana celebraba su
propio culto. Posteriormente, dada la creciente tensión entre el viejo Judaísmo
y la Iglesia primitiva, el domingo como día de fiesta propio de los cristianos
irá imponiéndose cada vez más.
La Iglesia primitiva de Jerusalén vivía muy unida practicando la comunidad de
bienes: " Toda la multitud de los fieles tenían un mismo corazón y una
misma alma; no había entre ellos quién considerase como suyo lo que poseían,
sino que tenían las cosas en común ", { Hechos IV, 32 }.
Esta comunidad desde sus orígenes fue una comunidad jerárquica, lo que
significa que sus miembros, no tenían todos la misma categoría, ni desempeñaban
las mismas funciones. En primer lugar se destacaban los Apóstoles, elegidos por
Jesús en persona para continuar su misión. La misión de un apóstol era la de
dar testimonio de la vida, muerte y resurrección de Jesús, dirigir los actos
del culto; administrar el bautismo, presidir la fracción del pan, ejecutar la
imposición de manos. Todas ellas eran funciones sacerdotales en la que actuaban
como mediadores entre Cristo y la Comunidad. La rigen con autoridad. Controlan
la pureza de la doctrina, la conducta de sus miembros, y la fundación de nuevas
Iglesias.
Hay otro grupo a quienes los Hechos llaman ancianos PRESBYTEROI. Era la
costumbre entre los hebreos que los ancianos ocupasen cargos directivos en las
organizaciones religiosas: por ejemplo en el Sanedrín y en las Sinagogas de la
Diáspora.
Debido al incremento de la comunidad y para aliviar a los apóstoles se
eligieron a siete miembros para las tareas de beneficencia y también para
ayudar en la actividad pastoral. Por su actividad se los designa con la palabra
griega DIAKONEIN { servir}, de ahí que se los llama Diáconos.
La existencia de personas destinadas a funciones especiales de carácter
religioso, por, un lado, y la muchedumbre de los creyentes, por otro, demuestra
que la Iglesia Madre de Jerusalén se daba ya la división entre clérigos y
laicos.
Lentamente el judeo- cristianismo se fue haciendo a la idea de que debía llevar
también a los gentiles la buena nueva de la
redención de Jesucristo. Las primeras conversiones de gentiles según lo
relatan los Hechos fueron casos aislados acompañados de una serie de fenómenos
extraordinarios que se interpretaron como expresión de la voluntad divina de su
admisión a la comunidad; por ejemplo, la conversión del Centurión romano de
Cesárea y la del Eunuco funcionario de la reina de Etiopía { Hechos Cap. VIII,
26 a 40 y Cap. X }.
El impulso partió del grupo Judeo – helenista convertido al cristianismo que
se caracterizó por un espíritu más universalista. Estos con motivo de la
persecución desatada en Jerusalén, tuvieron que abandonar la ciudad y se
dispersaron por Palestina y regiones vecinas. Llegaron hasta Fenicia, Chipre y
Antioquía predicando el Evangelio únicamente a los Judíos, pero un grupo,
oriundo de Chipre y Cirenaica, predicó en Antioquía también a los griegos:
" Anunciaron a los griegos la Buena Nueva del Señor Jesús ", {Hechos
XI, 19 }.
Un grupo numeroso abrazó el cristianismo. Al enterarse en Jerusalén del
crecido número de convertidos, decidieron enviar a uno de sus miembros, Bernabé,
judío oriundo de Chipre. Esta misión demuestra la voluntad de los apóstoles
de asegurar la unidad de las comunidades bajo su dirección. Una vez en Antioquía,
Bernabé decidió ir a buscar a Pablo de Tarso como colaborador de su tarea
misional. Pablo provenía, como Bernabé, de la Diáspora Judía, de la ciudad
Tarso de Cilicia { Asia Menor}. Heredo de su padre la ciudadanía romana. Se
mantenía fiel a las creencias y tradiciones del Judaísmo, pertenecía a la
secta de los Fariseos. Se formo en Jerusalén, junto a Gamaliel, como doctor de
la ley. Cuando allí se inició la persecución contra los cristianos Pablo tomó
parte activa en ella. Al dirigirse a Damasco con la finalidad de activar dicha
persecución, en el camino, según cuentan los Hechos tuvo una aparición Jesús,
que cambio el curso de su vida. Después de recibir el bautismo y de pasar un
corto período de tiempo en Árabia, comenzó a anunciar en las sinagogas de
Damasco y más tarde en Jerusalén que " Jesús es el Mesías, Hijo de Dios
". En ambos lugares tropezó con tan violenta oposición, que por correr
peligro su vida, tuvo que retirarse a Tarso, su Patria, donde lo fue a buscarlo
Bernabé, quién lo había conocido en Jerusalén después de su conversión y
lo había presentado a los apóstoles.
Después de un año de actividad apostólica en común, queda consolidada la
existencia de la primera Gran Iglesia Cristiana de la Gentilidad. Fue en
Antioquia donde por primera vez se les llama KHRISTIANOI a los seguidores de
Cristo. Luego Antioquia se trasformará en un foco de irradiación del
cristianismo: Pablo se siente llamado a predicar el Evangelio entre los
gentiles. Desde allí organizó tres viajes durante los cuales evangelizó las
regiones de Asia Menor, Macedonia y Grecia.
Iniciaba siempre su predica en las sinagogas de las ciudades que visitaba; allí
concurrían los judíos de la Diáspora y los gentiles convertidos al judaísmo:
prosélitos y temerosos de Dios. Pablo se dirigía a los dos grupos. Por lo
general, la mayoría de los judíos de la Diáspora rechazaba el mensaje
religioso de Pablo, y en ocasiones, con violencia. Las conversiones eran más
numerosas entre los gentiles. Fueron surgiendo así comunidades cristianas e
Iglesias en todas las ciudades donde predicó, que fueron como pequeños focos
de los cuales se propagó el cristianismo en el ambiente pagano circundante.
Cuando regresó a Antioquia, después de su primer viaje, su informe a la
Iglesia de esta base misional terminaba con estas palabras: " Dios ha
abierto a los gentiles las puertas de la fe ",{Hechos XIV, 27}.
Poco después de la vuelta de Pablo y Bernabé a Antioquía, llegaron algunos
creyentes de Jerusalén sosteniendo que los gentiles, para llegar a ser
cristianos, debían pasar por la circuncisión. Pablo y Bernabé se oponían con
decisión. La cuestión, como ya hemos mencionado, se llevó a Jerusalén y, en
una asamblea solemne, se escucharon los diferentes pareceres { 49 d.c.}. Pedro
se pronuncio en la linia de Pablo, y también Santiago { el menor } llegó a un
acuerdo, que dejaba sustancialmente libres de la observancia de la ley a los
cristianos no provenientes del Judaísmo. Las decisiones fueron comunicadas a
Antioquía por medio de carta Apostólica. {II}.
El segundo viaje se sitúa entre los años 50 y 53. pablo se ve movido por el
deseo de visitar y consolidar las comunidades fundadas durante el primer viaje.
Un acontecimiento decisivo es el paso a Europa, con la fundación de las
Iglesias de Macedonia y Ácaya { antiguo nombre de Grecia }. En el Arópago, la
culta población Ateniense, después de un primer momento de interés, termina
en la incredulidad y burlas "" Al oír las palabras " resurrección
de los muertos", unos se burlaban y otros decían: " Sobre esto te
vamos a escuchar otro día", "" { Hechos, 17, 16-34 }.
En Corinto, en cambio, donde se detiene durante un año y medio en la casa de
Alquila y Priscila, dos judíos posiblemente ya cristianos, Pablo consigue
fundar una importante comunidad. Corinto tenía puerto y las personas a las que
Pablo se dirige son completamente diferente a los intelectuales de Atenas. Es
gente común, su vida es dura, son muy peleadores y de conducta moralmente
reprensible. Con ellos Pablo cambia el método de su anuncio: " Por mi
parte, hermanos, cuando los visité para anunciarles el testimonio de Dios, no
llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no
quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me
presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y me predica no
tenían nada de argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran
demostración de poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios ", { 1 Cor. 2, 1-5 }.
El viaje de vuelta concluye de nuevo en Antioquia {Hechos. 18, 1- 22}.{ III }.
Después de su tercer viaje. Pablo volvió a Jerusalén, donde un tumulto contra
su persona obligó a las autoridades romanas a ponerlo bajo su custodia. Para
evitar ser juzgado por el Sanedrín, Pablo, como ciudadano romano, apeló al
Cesar y fue conducido a Roma por una escolta militar. Allí permaneció
prisionero a la espera del proceso. Se le permitió estar en una casa particular
con un soldado de guardia {Hechos XXVIII, 16 }.Desde prisión reanudó su
actividad apostólica. Pablo fue liberado después de dos años y continuo con
su actividad misionera y en el año 67, según la tradición, sufrió el
martirio en Roma.
Con la muerte del ultimo de los dirigentes de la Iglesia, contemporáneos a Jesús.
El destino de la Iglesia pasa a manos de una nueva generación. Esta se sintió
muy ligada a los testigos de la primera hora, a cuya autoridad apelaban como
garantía de la autenticidad de su doctrina.
Las figuras de gravitación de la Iglesia Postapostolica fueron los fejes de las
Iglesias locales{ Policarpo de Esmirna, Clemente de Roma, Ignacio de Antioquia,
etc.}. La Iglesia del periodo postapostólico tuvo, más o menos, las mismas
características que la del periodo anterior. Sin embargo se perciben algunos
rasgos nuevos en lo que se refiere a la organización: las comunidades locales
evolucionan hacia el episcopado monárquico.
No habrá más que una Iglesia en cada ciudad, es decir que la comunidad de los
creyentes se agrupará bajo una misma
autoridad, pero ésta no será la del colegio de los EPISCOPOI o PRESBITEROI,
pasará a manos de una sola persona, para quien se reservará el nombre de
EPISCOPOS {obispos}y a los que estarán subordinados el colegio de los Presbíteros
y el de los Diáconos.
En el Oriente, a comienzos del siglo II, y en toda la segunda mitad del mismo
siglo, se encontraba ya claramente establecido el episcopado monárquico.
Durante el siglo III se afianzó el prestigio del y la autoridad del obispo como
rector indiscutido de la comunidad. A través de una sucesión ininterrumpida,
el obispo es el heredero de los poderes que los Apóstoles, que habían recibido
de Cristo, por lo que su poder se considera de origen divino. Representa ante
sus fieles a Cristo, está guiado por el Espíritu Santo. El obispo es la cabeza
de la comunidad, celebra el bautismo y el matrimonio, dirige la liturgia,
preside los ágapes, predica la fe y vela por la pureza de la doctrina. Los
obispos son los guardianes de las tradiciones apostólicas; procuran mantener
sin variantes los textos de la edad apostólica. El obispo es el custodio de la
disciplina interna y responsable de que la comunidad conserve el ideal de vida
cristiana. Dirige el trabajo de beneficencia en la vida diaria y organiza la
ayuda en momentos de necesidad y crisis.
Se consolida la conciencia de la unidad y de universalidad de la Iglesia. la
unidad de la Iglesia estuvo asegurada, además, por los siguientes factores:
Salvaguardar la unidad doctrinal por medio de un compendio de la fe {Regula
Fidel} que progresó desde fórmulas sencillas a preposiciones cada vez más
precisas. En los puntos esenciales eran en todas partes igual y se enseñaba a
los creyentes en el bautismo
Las fórmulas del culto y de la liturgia se mantuvieron idénticas en lo
fundamental; hubo variantes en lo que se refiere a su forma externa. Tanto la fe
como el culto se medían constantemente por el patrón de la tradición eclesiástica.
La fidelidad a la tradición era garantía de su autenticidad. Si había una
tradición trasmitida de obispo en obispo hasta remontarse a un apóstol
no se dudaba de su autenticidad. Había una honda preocupación por mantener en
toda su integridad la tradición apostólica.
También basándose en la autoridad de la tradición, se fue formando el Canon
neotestamentario, es decir el índice o lista de los libros cristianos
considerados como escritos sagrados { por estar inspirados por Dios }. A fines
del siglo II está casi definitivamente formado. Sólo se reconocieron como Canónicos
{ dignos de figurar en dicha lista} aquellos escritos que se remontaban a la era
apostólica y que desde muy temprano habían sido particularmente apreciados por
la tradición de las Iglesias.
Una iglesia por cada ciudad, un obispo por Iglesia, todas las Iglesias unidas
entre sí por el intercambio constante de huéspedes, cartas, limosnas y avisos.
Se veía en la unidad de la Iglesia y en el episcopado un rasgo querido por su
fundador.
Este organismo, la Iglesia, está animado, para los creyentes, por un principio
sobrenatural de vida: Cristo el Señor. Todas las Iglesias juntas forman el
Pueblo de Dios. A esta comunión de todos los fieles, Ignacio de Antioquía dio,
por primera vez, el nombre de " Iglesia, cuyo obispo invisible es cristo
".
En el siglo III aparecen nuevas formas de organización eclesiástica. Los
oficios de obispos, presbíteros y diáconos se mantienen, pero se delimitan y
amplían sus funciones. Ya mencionamos el prestigio y la autoridad que adquiere
el obispo en la Iglesia. En algunos territorios hay una importancia creciente
del PRESBITERADO; ya no son sólo consejeros y auxiliares de los obispos. En
algunas circunstancias, éstos los autorizan a bautizar, en otras a perdonar los
pecados, a presidir la celebración de la Eucaristía o regir una pequeña
comunidad.
Esta importancia creciente del presbiterado tuvo diversas causas:
El crecimiento de las comunidades cristianas de las Iglesias más importantes
como Roma, Cartago, Alejandría, Antioquía, que
comprendían a veces a varios miles de fieles.
El hecho de que durante las persecuciones el obispo, por estar encarcelado haber
huido, no pudiese atender por sí mismo a la
Iglesia y tuviese que ser sustituido.
El crecimiento del cristianismo en ambientes rurales, para los que no se nombra
un obispo como pastor de la comunidad, sino
sólo a un presbítero, sedentario o residente en la cede episcopal, pero
sometido al obispo de la Iglesia Mayor. Estas comunidades rurales, regidas por
un presbítero fijo o ambulante, son los antecedentes de las futuras parroquias.
Así se inició en el siglo III una evolución que supone la extensión de la
competencia del obispo sobre territorios cada vez mayores{ diócesis}.
En la vida diaria de una Iglesia madia, los diáconos se presentaban aún como
los auxiliares principales de los obispos, sobre todo en el cuidado de los
pobres y en la administración temporal.
El crecimiento de la Iglesia en el siglo III obliga también a la creación de
nuevos oficios clericales inferiores al diaconado: los
subdiáconos; auxiliares directos de los diáconos; los acólitos, ayudantes de
los subdiáconos; los exorcistas, a cuyo cargo estaban los enfermos mentales y
epilépticos; los lectores, encargados de leer en voz alta en las ceremonias del
culto; Los ostarios que vigilaban el acceso a los lugares de culto y rechazaban
a quienes no tenían derecho a entrar. En el siglo III se inicia una evolución
que supone la extensión de la competencia de algunos obispos sobre territorios
cada vez mayores; las provincias eclesiásticas surgen debido a la preeminencia
que adquirieron las sedes episcopales de las capitales de provincia del Imperio
Romano, por el hecho de haberse iniciado allí la evangelización y de haber
sido fundadoras de las otras Iglesias de la región; las nuevas comunidades
mantuvieron estrecha relación con la Iglesia Madre y se vincularon entre sí.
También contribuyeron a la formación de las Iglesia provinciales las reuniones
de sínodos o concilios, frecuentes desde fines del siglo III en el Oriente.
Desde el siglo IV al obispo de la Iglesia Madre se le dio el nombre de
metropolitano.
En Occidente no se forman Provincias eclesiásticas propiamente, sino que las
cedes episcopales del Norte de África, Central Sur de Italia, están bajo la
autoridad de Cartago Y Roma respectivamente, fundamentalmente porque de dichas
ciudades partió la evangelización de los territorios por ellas dirigidos. Roma
y Cartago eran capitales eclesiásticas de una categoría superior a una simple
metrópoli eclesiástica.
En oriente dos capitales, Alejandría y Antioquía, ocupan un lugar cada vez más
destacado, de modo que a los titulares de ambas sedes episcopales se les
reconoce mayor categoría que a los metropolitanos; fue el comienzo de la
evolución hacia el futuro patriarcado.
En el Imperio Romano, el pluralismo religioso del Imperio, contrastaba con su
unidad Política y Cultural. Roma nuca tuvo la intención de imponer la
uniformidad en el terreno religioso.
Lo que caracterizó el panorama religioso del Imperio Romano, a fines del último
siglo precristiano, fue la decadencia de la religión grecorromana y la difusión
de diferentes formas religiosas provenientes del Oriente.
Este proceso de disolución arrastrará también a la antigua religión romana,
cuyos dioses, después de la segunda guerra Púnica, comenzaron a Helenizarse,
junto con toda la vida romana, para luego sufrir un destino parecido al de los
dioses griegos.
El emperador Agusto intento detener la ruina religiosa y moral de su pueblo por
medio de una serie de reformas, pero no logro injertar nueva savia a la vieja
religión.
Sólo tuvo largo porvenir la implementación del culto Imperial, no como medida
vivificadora de la religión tradicional, sino como medida política orientada
consolidar el poder soberano y la unidad del Imperio.
El vacío de dejado por las viejas religiones fue llenado, principalmente, por
los misterios, llegados desde Oriente. La razón del éxito de éstos se debió
a que colmaban la angustia existencial de los espíritus de la época, con
promesas de felicidad ultraterrena: los iniciados en dichos cultos se aseguraban
una inmortalidad venturosa.
Dichos misterios, por lo general, veneraban a una diosa bienhechora asociada a
un dios joven, cuya muerte y resurrección se relacionaba con el morir y el
renacer de la naturaleza cada año.
Los misterios, llamados así por su carácter esotérico, se rodeaban de un
ceremonial espectacular, que en muchos casos llegó a tener un carácter orgiástico.
Los que alcanzaron mayor difusión en el Imperio fueron los de Isis y Separtis
originarios de Egipto { la más civilizadas de las religiones bárbaras, este
culto tenía también su origen en las antiquísimas creencias religiosas
relativas a la recolección y al ciclo de las estaciones. Contrastaba con el
culto de Cibeles, primitivo y violento}, Cibeles y Atis proveniente de Asia
Menor { Cibeles, llamada " la gran madre " , simbolizaba la fecundidad
y el poder de la naturaleza. La importación de una nueva religión nueva era
signo de los tiempos: los romanos iniciaban su apertura a un horizonte
internacional. Pero el senado procuró impedir a los ciudadanos romanos una
participación activa en el ejercicio de este culto, en verdad demasiado exotérico}
y los de Mitra de procedencia Iranea { movimiento religioso persa de fondo zoroástrico,
su fuerza y poder de atracción, sobre todo entre las filas del ejército, residía
en su ofrecimiento de una fuerza sacramental que capacitaría a sus iniciados
para combatir victoriosamente en el campo de batalla}. Simultáneamente se
difundieron diversas formas de superstición también importadas de Oriente:
Astrología, Magia, Adivinación, etc.
Algunos caracteres del mudo religioso cultural grecorromano fueron un obstáculo
serio a la difusión del cristianismo; otros favorecieron su propagación.
Entre los primeros tenemos: el culto Imperial, pues un choque o discrepancia en
ese terreno significaba poner en contra de la nueva religión todo el poder del
Estado romano; la carencia de moral. La sensualidad y el formalismo que
presentaron con frecuencia los misterios al llegar Roma, contribuyeron a
fomentar las formas de vida religiosa carentes de hondura e interioridad; la crítica
a los antiguos dioses, a veces irreverente y descarada, llevaba al escepticismo
y a la subestima de lo religioso; la escala de valores del mundo pagano. El
lujo, las ansias de placer, la sobrevaloración de las riquezas, la gloria y el
poder, se oponía radicalmente al ideal de vida predicado por Cristo.
Entre los segundos : el vacío espiritual que experimentaron muchos espíritus
de la época, la atracción por los misterios pone de manifiesto ese vacío que
se caracterizó fundamentalmente por un anhelo de regeneración moral e
inmortalidad. Estos en la medida que alimentaron y mantuvieron vivas dichas
ansias, abrieron paso al Evangelio. El cristianismo ofrecía a esos espíritus
inquietos a la vez que una moral elevada, promesas de redención y vida eterna.
También la tendencia al monoteísmo, que se había manifestado ya en la filosofía
griega clásica y se había hecho más general en el período Helenístico,
aunque no se hubiese llegado aún al concepto de un Dios personal y trascendente
como en Israel. El proselitismo de los Judíos de la Diáspora preparó,
igualmente, el terreno a los misioneros cristianos.
Y en otro orden de cosas, también favoreció la difusión del cristianismo, la
organización del Imperio Romano: paz, buenas vías de comunicación, unidad política
y cultural, etc.
Durante los cuatro primeros siglos de existencia, el cristianismo sufrió
persecuciones de diversa índole e intensidad.
Las persecuciones: lo que distingue a los tres primeros siglos de la Iglesia son
las persecuciones. La persecución fue su estado normal durante los primeros 250
años de su existencia, aunque hubo periodos en que la saña de los
perseguidores se hizo más intolerable.
Las persecuciones oficiales fueron diez, pues diez fueron los emperadores que
dieron nuevos edictos contra los cristianos o confirmaron los anteriores. Las
dos primeras tuvieron lugar en el siglo I; dos en el siglo II, bajo Trajano y
Marco Aurelio; cinco en el siglo III, en los días de Séptimo Severo, Máximo,
Decio, Valeriano y Aureliano; y una en el siglo IV, bajo Diocleciano.
Primera persecución: Ya hemos dicho qué ocurrió en tiempo de Nerón y que sus
principales victimas fueron los Apóstoles S. Pedro y S. Pablo. Su edicto de
persecución siguió teniendo fuerza de ley en tiempo de sus sucesores
inmediatos, Galba, Otón y Vitelio y aún durante los reinados de Vespasiano y
Tito, a pesar de la relativa paz que gozó su gobierno. La tradición afirma que
bajo Vespasiano sufrió martirio el Papa S. Lino, primer sucesor de S. Pedro.
Segunda persecución: Domociano fue uno de los grandes perseguidores de la
Iglesia; hizo buscar a los descendientes y amigos de Jesús, creyendo que le
iban a quitar el Imperio. Entre las víctimas de su crueldad está S. Juan
evangelista y los Papas Anacleto y Clemente, autor éste de una magnifica carta
de Corintos. El emperador no quiso perdonar siquiera a sus familiares, Flavio
Clemente y su mujer Flavia Domitila con sus hijos que en un principio fueron
designados para sucederle en el trono Imperial.
Tercera persecución: El emperador Español Trajano { 98-117}, con ser uno de
los mejores de Roma persiguió también a los cristianos. Una de las víctimas más
ilustres fue S. Ignacio de Antioquía llevado a Roma hacia el año 107 y
arrojado a los leones del Coliseo.
Uno de los funcionarios de Trajano, Plinio el joven, le escribía desde Bitinia
en 111; " Una multitud de gentes de todas edades, sexo y condición
aparecen complicados en esta acusación de cristianismo. No sé qué hacer con
tanta gente, aunque tengo la esperanza de que con el rigor se podrá remediar el
mal". A esto contestó Trajano que no había que perseguir a los cristianos
ni buscarlos; pero sí castigarlos, si se los denunciaba. Estas denuncias
causaron víctimas en Roma, entre ellas, el Papa S, Evaristo, durante su
reinado, y el de los siguientes emperadores.
Cuarta persecución: Promovió la Marco Aurelio {161-180}, al determinar la línea
de conducta que los gobernadores debían seguir con los cristianos que permanecían
constantes aun en medio de las torturas, diciendo que se les condenase a muerte.
El mártir más ilustre de esta persecución fue el apologista S. Justino, filósofo
heleno, que rindió su saber antiguo a la verdad de Cristo, exclamando al
abrazar el cristianismo: " Ahora soy de veras filósofo ".
Quinta, Cesta, Séptima, Octava y Novena Persecución: En el siglo III fue
reanudada la persecución con Séptimo Severo{193-211}, y, después de unos años
de relativa calma, la vuelven a poner en vigor Máximo {235-238} y Decio
{249-251}.
Este Emperador emprende una tarea metódica para exterminar a los cristianos.
Todos los sospechosos eran llevados a los templos de los dioses; al oír
pronunciar su nombre, debían avanzar hacia el ara y ofrecer sacrificio. Si lo
hacían, se les dejaba libres con un libelo o certificado; si rehusaban, se les
daba muerte. Orígenes, el célebre escritor alejandrino, fue torturado en esta
persecución a la edad de 70 años, muriendo, poco después, de resultas de las
heridas.
Algo más tarde, Valerio {253-262} cambió de táctica, atacando especialmente a
los jefes de las Iglesias; los clérigos eran ejecutados; los cristianos de
posición deportados. Padeció en esta persecución, asado en unas parrillas, el
diácono S. Lorenzo y S. Cipriano, obispo de Cartago y escritor insigne. Sus
cartas últimas son como el diario de la persecución y su interrogatorio es de
los más instructivos e impresionantes.
Décima persecución: Después de Valerio hubo larga paz con intermitencias de
sangre en tiempo de Aureliano, quien poco antes de su muerte, publicó en 275 un
nuevo edicto de persecución, que no llegó a ejecutarse, y, al fin, en el siglo
IV, la última prueba, la más dura de todas.
El imperio es gobernado por una tetrarquía: Diocleciano y Máximo, Constancio y
Galerio. Durante diez años, de 303 a 313, los cristianos fueron apresados por
centenares y, a veces, por miles, y martirizados con atroces suplicios, sobre
todo en Oriente, donde Galerio arrancó Diocleciano el decreto persecutorio. En
Occidente los días fueron malos desde 303 a 306; pero el gobierno más humano
de Constantino Cloro, padre de Constantino, hizo que después se redujese la
persecución a la
destrucción de Iglesias y confiscación de libros sagrados.
No obstante, en España se distinguió por su crueldad el gobernador Daciano,
que recorrió las ciudades para que se aplicase el edicto Imperial con todo
severidad. Víctimas suyas fueron el célebre diácono S. Vicente, Sta. Eulalia,
Sta. Leocadia y Sta. Engracia. { IV }.
El paganismo circundante asumió una actitud hacia la nueva religión. La
iniciativa de las persecuciones no siempre partió de las autoridades; tal
conducta hubiese estado en contradicción con la tolerancia practicada por Roma
en materia religiosa. Sólo intervenía en ese campo cuando determinada creencia
era motivo de la alteración del orden publico.
Las primeras persecuciones tuvieron por causa la animosidad de la población
pagana. El Estado actuaba presionado por la opinión publica o para reprimir
tumultos. Esa actitud de repulsa de las masas paganas hay que atribuirla en
primer lugar al carácter exclusivista de la nueva religión:: no consideraba a
su Dios como un Dios particular, sino como el único Dios verdadero y condenaba
como idolatría toda participación en el culto pagano.
Este notorio apartamiento de todo lo que tuviera relación con el culto politeísta
fue motivo de que se acusara a los cristianos de ateísmo e irreligión. Se les
culpó también de muchas calamidades por negarse a participar en las ceremonias
colectivas destinadas a implorar la protección de los dioses.
También contribuyeron a desprestigiarlos, las versiones populares que
circulaban con relación a sus ceremonias religiosas: se comentaba que adoraban
a una cabeza de asno, inmolaban niños y realizaban uniones incestuosas.
A partir del siglo III el cristianismo entrará en conflicto con el Estado
romano cuando éste, al caer en la cuenta de que su rechazo sistemático a
participar en el culto oficial, creyó ver en la nueva religión un poder que
amenazaba su existencia. Durante los siglos I y II, sólo por excepción el
rechazo de los cristianos a participar en el culto oficial fue motivo de
persecuciones.
La primera persecución desencadenada contra los cristianos fue la de Nerón, en
el año 64. No fue ocasionada por ningún motivo de carácter religioso. Nerón
aprovechó la hostilidad popular contra los cristianos, para acusarlos del
incendio de Roma, con la intención de acallar los rumores que lo culpaban.
Esta persecución tuvo como consecuencia el aumento de la desconfianza de las
masas; legitima, en cierto modo, según el concepto que tenían del
cristianismo. La condena moral por parte de la opinión pública tomará, poco a
poco, fuerza de ley; llevará a las autoridades romanas a aceptar el hecho de
que ser cristiano es algo ilícito: una conducta incompatible con el estilo de
vida del Imperio Romano.
El mero hecho de ser cristiano bastará para justificar la persecución por
parte del Estado. Esta conducta se pone de manifiesto en la correspondencia
entre el emperador Trajano y el gobernador provincial de Betinia, Plinio el
joven. Luego de ser consultado por Plinio con relación a la conducta por seguir
con los cristianos, Trajano le da las siguientes instrucciones: " no debe
buscarse a los cristianos y las denuncias anónimas deben ser rechazadas. Pero
si los acusados de cristianismo confiesan serlo. Deben ser castigados con la
muerte".
Este principio de que solo el hecho de ser cristianos constituía un delito fue
norma general durante el siglo II. Las persecuciones que de ahí se siguieron
tuvieron carácter local, surgieron esporádicamente y se dirigieron contra los
cristianos como personas particulares. El número de las victimas fue
relativamente escaso si se los compara con el siglo III.
Durante el siglo III a pesar de que subsistieron las persecuciones esporádicas
y locales, cambió la actitud del Estado romano con relación a la Iglesia.
Osciló entre dos posturas opuestas: largos periodos de coexistencia pacífica,
e incluso de positiva tolerancia, alternados con duras oleadas de persecuciones
que ya no iban dirigidas contra los cristianos en particular, sino contra la
Iglesia como institución; su fuerza interna y su organización inquietaban al
Estado Romano.
Hubo durante este siglo largos períodos de paz durante los cuales no se
enfrentaron la Iglesia y el Estado, salvo algunas voces discordantes, se
reconoce en la autoridad del estado un poder querido por Dios, poder que tiene
sus límites, no se extiende al fuero interno de la persona; la actitud de los mártires
los expresa de manera inequívoca: su conducta fue la afirmación de la libertad
de conciencia.
El Estado. Por su parte, no desconoce la fuerza de la Iglesia. Hubo un proceso
de lenta aproximación que preparó la reconciliación entre ambos. Este proceso
se interrumpió rudamente en algunas oportunidades.
La persecución que ocasiono mayor número de victimas fue la de Diocleciano,
pero anteriormente emperadores como Séptimo Severo, Decio y Valeriano habían
tomado medidas de carácter general contra la Iglesia. Diocleciano vio en el
cristianismo un obstáculo para la obra de reorganización que con tanto éxito
había emprendido; las medidas de violencia contra el cristianismo se orientaron
al logro de la restauración de la antigua religión romana considerada
necesaria para la realización completa de su programa político.
Por un edicto del año 300, se inició la persecución estableciendo la obligación
de que todos los miembros del ejercito, de hacer sacrificios a los dioses.
Progresivamente se fueron dictando nuevas medidas contra el cristianismo:
demolición de los templos, entrega y quema de libros sagrados; prohibición de
realizar reuniones para la celebración de culto; prohibición de ocupar cargos
oficiales; declaración de su incapacidad jurídica; obligación de todos los
miembros del clero deben hacer sacrificios a los dioses. Y por último en el año
304 se extendió dicha obligación a todos los cristianos sin excepción.
Esta persecución no tuvo la misma intensidad en todo el Imperio. En Occidente
el número de las víctimas fue mucho menor que en Oriente, porque en general
los gobernadores practicaron una política de tolerancia.
La persecución cesó en el 311, con el edicto de tolerancia de Galerio, sucesor
de Diocleciano. Este edicto permitió que " Haya de nuevo cristianos y
celebren sus reuniones religiosas, a condición de que no maquinen nada contra
el orden público. Se manda a los cristianos que rueguen a su Dios por el bien
del emperador, del Estado y del suyo propio ". Por este edicto se revocaba
una política religiosa hostil al cristianismo que había tenido valides práctica
por más de doscientos años. Puso fin a la inseguridad jurídica en qué se
encontraban los cristianos; por primera vez fueron reconocidos por un edicto
Imperial.
No todos los emperadores de este período de luchas internas { que se extienden
desde la abdicación de Diocleciano al triunfo de Constantino} mantuvieron la
misma actitud de tolerancia. Con Constantino se pone termino a las
persecuciones. El hecho de la conversión de Constantino al cristianismo continúa
siendo discutido. Aunque no pueda establecerse claramente cuál fue la
naturaleza o grado de su adhesión interior a él, es indudable que sus
actitudes externas señalan un cambio radical de la conducta Imperial en lo que
se refiere a sus relaciones con la nueva religión. Cambio radical, pero no
revolucionario. Los frecuentes contactos entre adeptos de la religión cristiana
y representantes del poder Romano en el curso del siglo III permiten reconocer
claramente una evolución que condujo a un mutuo reconocimiento.
El emperador Constantino {306 -337}. En 310 gobernaba Occidente Constantino,
juntamente con Majencio. Como éste aspiraba a gobernar solo, declaró la guerra
a su colega. Los dos rivales se encuentran a uno y al otro lado del puente
Milvio, a la vista de Roma. La victoria se declara favorable a Constantino { 28
de octubre del año 312 }, y Majencio huye y se ahoga en el Tíber.
Lantancio, escritor contemporáneo, dice que los soldados de Constantino
llevaban en el lábaro el monograma de Cristo, es decir, estas dos letras
griegas superpuestas: XP. Eusebio, amigo y confidente del emperador, añade que
la víspera de la batalla, Constantino y sus soldados vieron una cruz luminosa
en el cielo con esta inscripción. " Con este signo vencerás ".
La libertad de la Iglesia. El Edicto de Milán {313} Constantino entró
triunfante en Roma, y desde aquel día se hizo representar con la cruz en su
diestra levantada, puso en el lábaro imperial y en las monedas el monograma de
Cristo t se declaro cristiano, aunque, siguiendo una práctica de aquel tiempo,
no se bautizó hasta el fin de su vida.
A principios del año 313 se reunía en Milán con Licinio, emperador de Oriente
y, de acuerdo con él, publicaba un edicto por el cual se reconocía la
existencia legal al cristianismo y de daba plena libertad a la Iglesia,
disponiendo, además, se le restituyeran, en cuanto fuera posible, los bienes
que se le habían arrebatado durante las persecuciones.
Al mismo tiempo, Constantino daba al Papa Silvestre su palacio de Letrán, y
levantaba en el Vaticano una suntuosa basílica en honor del Príncipe de los Apóstoles.
Roma se había convertido en la ciudad de San Pedro. Constantino lo comprendió
así y, al quedar, por la derrota de Licinio, único emperador, eligió su
capital en la antigua Bizancio, que de su nombre llamo Constantinopla.
Constantino el Grande, no contento con haber dado libertad a la Iglesia, la
dispensó grandes favores con sus leyes, al mandar
Santificar el domingo y aboliendo el suplicio de la cruz, y con sus donaciones
magníficas a favor de las basílicas romanas. Por otra parte, su madre Sta.
Elena recibía su apoyo para la construcción de otras no menos suntuosas en
Jerusalén y Belén, dando ocasión al descubrimiento de la Cruz en que padeció
N. S. Jesucristo.
La Iglesia, antes perseguida, salía de las catacumbas para manifestarse públicamente
con todo el esplendor de su culto en las basílicas. Los nobles campeones de la
fe volvían del destierro llenos de júbilo, celebrándose en todas partes
solemnes fiestas. En las ciudades y pueblos los cristianos edificaban por su
caridad y en todos parecía reinar la virtud del Espíritu Santo. Hasta los
mismos paganos decían en alta voz que el Dios de los cristianos era el más
grande y el único verdadero Dios.{ V }.Constantino siempre se caracterizó por
su tolerancia y su repudio al empleo de la violencia en las cuestiones
religiosas. A partir del siglo de la batalla del puente Milvio { que le dio el
control de Occidente} se inició su acercamiento al cristianismo. En Milán, en
el 313, Constantino y Licinio, que gobernaba el Oriente, llegaron a un acuerdo
en para ordenar la cuestión religiosa en el sentido de la tolerancia.
Tolerancia que fue mucho más allá de la establecida por Galerio y que
implicaba además un claro propósito de protección a la Iglesia: Se estableció,
por ejemplo, la devolución de cementerios y templos. Luego, paulatinamente, se
iría realizando una unión cada vez más estrecha entre la Iglesia y el Estado.
Cuando en el 324 después del triunfo de Constantino sobre Licinio, se estableció
la monarquía en el Imperio, se afianzo la política de protección al
cristianismo. Constantino extendió su protección a la Iglesia, hasta el
extremo de intervenir en sus conflictos internos, con el ánimo de pacificarla.
Se dictaron varias leyes que fueron expresión de la dicha política { y
denotaban influjo de las ideas cristianas o del deseo de otorgar poderes civiles
a los clérigos}: prohibición de marcar el rostro de los condenados; autorización
a los cristianos de dar, ante el obispo, libertad a sus esclavos con validez jurídica;
También, validez jurídica para las decisiones de los obispos que actuasen de
árbitros, a pedido de los litigantes y por encargo de un juez; exoneración de
gravámenes a los solteros sin hijos { disposición orientada a no perjudicar a
los que practicaban el celibato en la Iglesia}; establecimiento del descanso del
domingo para los tribunales y labores manuales; autorización para legar a favor
de la Iglesia; garantías para el libre ejercicio del culto cristiano.
El lenguaje de estas leyes implicaba un juicio de valor sobre la religión
cristiana y la pagana: se habla de los cultos paganos como supersticiones; sólo
el culto cristiano es el único digno de la divinidad. Sin embargo, no se
persigue a los paganos, ni se les fuerza a convertirse: " Cada uno ha de
atenerse a lo que le pida su corazón ".
Después de un efímero intento de restauración del paganismo, durante el
reinado del emperador Juliano, Teodosio puso fin a la política de tolerancia,
prohibiendo el culto pagano y estableciendo el cristianismo como la religión
oficial del imperio.
Juliano el Apóstata. Este entusiasta admirador del paganismo subió al trono en
361, y resolvió convertirlo de nuevo en la única religión del Imperio. Su
persecución contra la Iglesia fue breve pues al cabo de dos años moría herido
por una saeta en la guerra contra los partos, profiriendo estas palabras que
revelan su fracaso: " Venciste Galileo ". Con él se extinguía la
familia de Constantino.
El imperio fue regido después por manos débiles que no pudieron evitar las
primeras incursiones de los bárbaros. El emperador Valente favoreció el
arrianismo y obligó a aceptarlo a los Visigodos. En cambio Graciano se mostró
generoso con la Iglesia, abrogando algunos de los privilegios paganos que los
gentiles conservaban en Roma, como la institución de las vestales y él titulo
de Pontífice Máximo que solía llevar el emperador como feje del paganismo.
Teodosio el Grande. { 379- 395 }. Con esto el gran emperador Español se impone
al fin la doctrina Católica contra el arrianismo, y, merced a sus
disposiciones, empieza a desaparecer rápidamente el paganismo, al ordenar la
supresión del culto de los dioses.
En 391 dos leyes prohíben los sacrificios y la entrada en los templos; el año
siguiente otro prohibía el culto idolátrico aún en secreto. Los ídolos
tuvieron todavía sus adoradores en los pagos o habitantes del campo; de ahí el
nombre de paganos.
A causa de unas sublevación Teodosio mandó matar a muchos de los habitantes de
Tesalónica, por lo que S. Ambrosio, obispo de Milán, le negó la entrada en la
Iglesia. " También David fue pecador ", repuso el emperador. "
Bueno, le contestó el obispo, ya que has imitado en la culpa, imítale también
en la penitencia ". Y Teodosio se sometió humildemente. { VI }.
Los cristianos de entonces no vieron los peligros que entrañaba para la Iglesia
la protección oficial, sólo más adelante se plantearán el problema de sus
relaciones con el Estado cristiano.