Aplicación de la Salvación en el Tiempo de la Iglesia

 

La vida y figura de la Iglesia

 

Objetivo

El alumno comprenderá que la Iglesia es la continuadora de la misión de Jesucristo, es decir, que a través de ella se continúa la Historia de la Salvación

Introducción

Dios para llevar a cabo su plan de salvación había escogido un tiempo de preparación para llegar a la plenitud con su Hijo, por último también ha escogido un período de extensión y aplicación de la salvación ya conseguida por el Hijo.

Este periodo será el de la Iglesia.

 

La figura de la Iglesia

Cristo al momento en que escogió a doce discípulos para hacerlos sus apóstoles sin lugar a dudas lo hizo con la intención de fundar la Iglesia, o lo que s lo mismo si él no hubiera tenido el deseo de fundar la Iglesia simplemente hubiera predicado su mensaje como los rabinos de aquel tiempo y no hubiera tenido de que preocuparse.

Este hecho tuvo grandes repercusiones ya que era un cambio de mentalidad para los futuros apóstoles, pues su mensaje debería darse a conocer a todos los rincones del universo.

De hecho Pablo será el primero en comprender esto y en emprender la evangelización de los gentiles.

A las primeras comunidades se les agregan día a día muchos.

Si leemos Hch 2, 42-47 nos daremos cuenta de la vida de la primera comunidad. Entre lo más sobresaliente encontramos que:

Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, esto era para conocer el contenido de la fe y así poder llegar a decir como san Pablo una sola fe, un solo Señor, un solo bautismo.

La segunda característica de mayor importancia es la fracción del pan, la cual no era otra cosa que la misma misa.

Esto lo hacían recordando el mandato del Señor de Haced esto en conmemoración mía.

Después se hará necesario corregir algunos puntos ya que esas comidas terminan en borracheras.

La tercera característica importante de esa comunidad es la oración, con la cual la comunidad expresa sus sentimientos para con Dios. Esta oración es la que hará que el Espíritu Santo descienda sobre ellos, les dé fuerza para soportar las adversidades, incluyendo en ella el pecado.

Por último debemos decir que esta comunidad estará dirigida por la cabeza de los doce con Pedro al frente de todos.

El misterio de la Iglesia

Objetivo

Conocer la Salvación dentro del misterio de la Iglesia.

Los primeros pasos de la Iglesia

En el libro de los hechos de los apóstoles, es donde Lucas intenta contar las hazañas de Dios después de la resurrección de Jesús. Hac3e ver cómo se propaga el mensaje de Jesús gracias a la acción del Espíritu Santo en la Iglesia primitiva.

Lucas describe como fue el camino de los apóstoles y discípulos al propagar la Buena Noticia en los pueblos paganos.

 

En un primer momento, describe como es la vida de la comunidad cristiana bajo la guía de Pedro. Y después habla del cómo se propaga el mensaje por los pueblos no judíos y en especial la conversión de Saulo o Pablo y las actividades que realizó para los pueblos paganos.

Lucas hace mención al principio del libro, del hecho glorioso la resurrección de Jesús que trae consigo la venida del Espíritu Santo, que será en la tierra el guía del nuevo pueblo de Dios, presencia del Hijo y el Padre.

Entonces todo comienza en el día de Pentecostés, fiesta a 50 días de la Pascua. Todos los varones judíos iban a Jerusalén por tanto los discípulos de Jesús también se encuentran allí, y es cuando el Espíritu desciende sobre ellos dándoles fuerza para salir a predicar a los pueblos paganos.

Estos discípulos que antes eran temerosos, ahora se arriesgan hasta con su propia vida por propagar la noticia de Jesús. Ésta venida del Espíritu Santo es el signo vivo de Jesús. El Espíritu es el encargado de continuar la misión del nuevo Israel.

Esto, no deja de ser un misterio, el mismo misterio de la persona de Jesús. Sin embargo, la acción del hombre en la Iglesia se deja sentir y por lo tanto en la Iglesia se ve también esa dualidad de humanidad y divinidad.

Jesús es la cabeza de la Iglesia, pero los hombres son el cuerpo. Dios vuelve a manifestarse en ambos sentidos.

La misma situación de la Iglesia en manos de hombres, provoca diferentes enfrentamientos entre los apóstoles. El primer problema al que se enfrentan es saber si los convertidos tendrán que circuncindarse o no, creando una división entre los que estaban de acuerdo y los que no.

En éste momento surge el primer Concilio y se lleva a cabo en Jerusalén, los representantes son Pedro y Pablo. Al final se concluye en que no es necesario que los que se conviertan tengan que llevar a cabo las leyes judías. Y así comienza la doble acción en la construcción de la Iglesia por una parte, la acción del hombre y por otra la acción del Espíritu Santo.

Por lo tanto, el motivo por el cual la Iglesia sigue existiendo después de casi 2000 años, a pesar de los errores de los que la integran, es precisamente la presencia de Dios en su Iglesia. De tal suerte que la Iglesia igual que Jesús es Humana y Divina, comparte el mismo misterio de Jesucristo.

Concilios

En mayo del 325 tiene lugar el Concilio de Nicea

En el 381 el Concilio de Constantinopla

En el 431 el Concilio de Efeso

En el 451 el de Calcedonia

Los últimos Concilios han sido el Vaticano I (1869-70) y el Vaticano II (1962- 65)

La experiencia de la Iglesia hoy

La vivencia personal cristiana tiene un componente comunitario. El encuentro con Jesús en el Bautismo sucede en el ámbito de la comunidad eclesial. Es un encuentro con la comunidad de fe, esperanza y caridad. En la liturgia eucarística, los bautizados viven juntos su experiencia de salvados en el misterio pascual de Cristo. Vivir con Jesús es vivir con la Iglesia y en la Iglesia.

En la Iglesia, el encuentro personal con Él, llega a ser sacramental y dispensación de gracia y redención.

La experiencia del seguimiento personal de Jesucristo se vive juntamente con la de otros hermanos y hermanas. Es la convivencia y compartimento de carismas y dones personales (Cor 12.14) que se ponen a disposición y servicio para la edificación de la propia santificación y de la comunidad en una auténtica vida de caridad.

La vida en Cristo y la Iglesia no sólo ofrece la iluminación y conocimiento, sino la fuerza necesaria para superar los límites espirituales, morales, y físicos de la no–salvación y el sin sentido.

Bibliografía

Dios camina con su pueblo

Textos clave de la Biblia

Editorial. Verbo Divino

España 1997

Palabras de la Biblia

Vocabulario bíblico

Jesucristo Salvador del Mundo

Comité Central del Gran Jubileo año 2000

CELAM, Colección documentos CELAM No. 142, México 1997

Jesús Hombre en conflicto

Carlos Bravo S.J.

Serie Teología actual 1

Centro de reflexión teológica A.C 1986

Galilea año 30

Historia de un conflicto

Serie Pastoral 11

Carlos Bravo Gallardo, s. j.

Centro de Reflexión Teológica A.C 1994

 

La obra de la Iglesia

Objetivo

Cobrar conciencia que debemos comprometernos en la responsabilidad de construir en este mundo el Reino de Dios, sabiendo que somos un pueblo peregrino, en marcha hacia el encuentro definitivo con el Señor.

Introducción

Las exposiciones que hemos esbozado de la figura y del misterio de la Iglesia nos la ha revelado como una comunidad de Hombres, formada por la Trinidad, en unión estrecha entre sí y en íntima comunión de vida con Cristo a quien continúa en el mundo como su propio cuerpo.

Para obtener una idea plena y total de lo que esa comunidad es y debe estudiarse también lo que realiza en el mundo y entre los hombres, el fin para el que ha sido formada y el modo peculiar de llevarlo a efecto. El análisis de la obra de la Iglesia nos descubrirá su íntima unión con Dios, es decir su misterio.

Jesucristo anunció el Reino y la Iglesia anuncia a Jesús, como personificación del Reino. Pero tanto el Reino como Jesús son anunciados y entregados al Mundo. La Iglesia no es un fin en sí misma, sino un sacramento del Reino para el mundo.

El Concilio Vaticano II Ha dedicado uno de los más importantes documentos a la situación de la Iglesia en el mundo actual; el documento es "La Lumen Gentium" y "La Gaudium et Spes". La Iglesia no sólo se definió así misma, sino que tiene un interlocutor diferente a Ella con el cual hay que dialogar(el Mundo). Este documento implica un profundo cambio de actitud de la Iglesia con respecto a un mundo adulto y autónomo, al cual le reconoce respeto y dignidad. Para poder dialogar con madurez y provecho es preciso que todos los cristianos salgamos de las redes del infantilismo y del individualismo, para ir accediendo a una fe más madura y comprometida.

La Iglesia continúa la misión sacerdotal de Cristo como glorificador de Dios. La intención de Dios al elegir a los hombres y congregarlos como hijos suyos por Jesucristo ha sido "la alabanza del esplendor de su gracia", a fin de cuantos esperamos en Cristo seamos para "alabanza de su gloria" (Efesios 1, 6. 12).

Jesucristo ha sido y sigue siendo el primer glorificador del Padre. Por el bautismo, el creyente acepta a Cristo y se entrega a él, se consagra a su servicio (1Corintios 1, 10-32), de manera que pueda decir que ya no vive él sino que es Cristo quien vive y actúa en él (Gálatas 2, 20), se halla como revestido de Cristo, injertado en él (Romanos 6, 5).

La comunidad de los creyentes es el ámbito privilegiado de la alabanza de a Dios, es como la expansión de la glorificación primera realizada por Cristo. La misión fundamental de la Iglesia es difundir, anunciar el evangelio, pregonar la buena noticia de la salvación de los hombres en y por Jesucristo.

Junto al anuncio de la salvación, la Iglesia ofrece a Dios un culto espiritual que tiene múltiples manifestaciones: la celebración de la cena del Señor es la primera y principal, ya que ella por sí misma es el anuncio de la muerte de Cristo, la consumación de su obra salvadora y glorificadora. Es una celebración que suscita la alabanza sobra todo la acción de gracias, nombre con el que se le conoce: Eucaristía.

La Iglesia continúa la misión profética de Cristo, anunciando la salvación de los hombres. El afán misionero que, caracteriza a la primera comunidad cristiana, indica que la predicación, el anuncio del evangelio, es la tarea fundamental que tiene encomendada.

 

Ese encargo lo ha recibido de Jesús ya durante su vida terrena. Para enviarnos a predicar escogió él a sus discípulos, y por esto los llamó "Apóstoles", enviados, misioneros. (Marcos 3, 14; Lucas 6, 13). Con ellos realiza un ensayo de misión (Mateo 5, 12; Lucas 10, 1-12), Dándoles instrucciones especiales que incluyen ya el carácter de publicidad y de universalidad de la misma (Mateo 8, 11; 10, 27).

El encargo lo confirma y ratifica Jesús después de la resurrección. Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra, vallan y enseñen a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar cuanto yo les he mandado (Mateo 28, 18-19; Marcos 16, 15-18; Lucas 24, 45-49).

La necesidad y urgencia de la tarea misionera la ha expresado San Pablo con rasgos inolvidables: Si evangelizo no es para mí motivo de gloria, sino que me se impone como necesidad. Hay de mí sino evangelizara (1Corintios 9, 16; Romanos 15, 14-24; Efesios 3, 1-13). El contenido de este anuncio que hace la Iglesia cambia de matiz con relación con relación a la predicación de Cristo. Jesús anunciaba el evangelio del Reino. La Iglesia anuncia el evangelio de Cristo. Cristo pasa de anunciador a ser el enunciado, el anuncio tiene por objeto a Cristo: él, el crucificado y rechazado por los Judíos, ha sido resucitado, constituido Mesías, y Señor, sentado a la derecha del Padre (Hechos 2, 32-36); en él está la salvación.

Por Cristo ha sido dado a los hombres el perdón de los pecados (Hechos 2, 38; 4, 12; 5, 30-32; 13, 26; 1Corintios 13, 9-10; Efesios 2, 17). Este anuncio del evangelio de la salvación no es mera palabra humana, sino una auténtica palabra de Dios (Hechos 6, 7ss). Es una palabra en poder, es decir que en ella y a través de ella actúa la fuerza de Dios realizando lo que anuncia (1Corintios 2, 4-5; 1Tesalonisenses 1, 5).

Una expresión de San Pablo resume la conciencia que la Iglesia tiene de la eficacia de su anuncio: "De suerte que el que es de Cristo se ha hecho criatura nueva, y lo viejo pasó, se ha hecho nuevo. Más todo esto viene de Dios que por Cristo nos ha reconciliado consigo, y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación. Reconciliémonos pues con Dios" (2Corintios 5, 17-20).

La Iglesia no tiene más que hacer que enseñar lo que Jesús le ha mandado (Mateo 28, 19). El que oye a la Iglesia oye al mismo Jesús: "El que a ustedes oye a mí oye, y el que a ustedes rechaza a mí me rechaza, el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado" (Lucas 10, 16). La misión de la Iglesia es continuación de la misión de Jesús, como se expresa más claramente en el evangelio de Juan: "como tú me enviaste al mundo, a sí yo los envíe a ellos al mundo (Juan 17, 18). Como me envió mi Padre a sí los envío yo (Juan 20, 21).

La Iglesia continua, pues, la misión de Cristo. El evangelio que salva a los hombres es uno y único. Nadie puede añadir o quitar nada. Nadie debe cambiarlo. San Pablo lo expresa con énfasis: "Si nosotros o un ángel del cielo les anunciara un evangelio distinto del que seles ha anunciado, sea <<anatema>> maldito" (Gálatas 1, 8-9; 1Corintios 3, 1-4, 21). No es que halla otro, lo que hay es que algunos los perturban y pretenden pervertir o distorsionar el evangelio de Cristo (Gálatas 1, 6-7; 2Corintios 11, 4). La sentencia de Jesús es totalmente contundente: "Yo estaré con ustedes todo el tiempo, hasta la consumación del mundo" (Mateo 28, 20; Juan 14, 18-21; 16, 16-24; 17, 26; Marcos 16, 15-20).

Sobre toda la Iglesia es derramado el Espíritu. Toda la Iglesia tiene, pues, en sí misma la garantía de su perenne fidelidad a la palabra recibida. La comunidad humana, que es la Iglesia, necesita también garantías externas, signos visibles de la garantía espiritual. El primer signo visible es la tradición. El evangelio es el anuncio que se va transmitiendo de padres a hijos, de generación en generación. Esta transmisión parte de algunos testigos de los hechos acaecidos (Hechos 1, 21-26).

Estos testigos tienen un empeño consistente por mantenerse fieles (1Corintios 4, 1-2). Esta transmisión se haya también bajo el influjo y la asistencia del Espíritu Santo y del mismo Cristo, la Escritura es, por tanto garantía y norma externa también de la fidelidad de la Iglesia.

El segundo signo visible y garantía externa de la fidelidad son los responsables de la comunidad, la jerarquía. A estos se le ha encomendado de una manera peculiar el ministerio de la palabra, el anuncio del evangelio. A ellos se les ha prometido también, de una manera específica, la asistencia de Cristo y del Espíritu para el desempeño de ese ministerio (Mateo28, 16).

Ellos son los primeros representantes de esa tradición guiadas por el Espíritu. Son los encargados de velar por la pureza de la fe en la comunidad, y de juzgar de la fidelidad o no al evangelio de las doctrinas que se propone. El modo absoluto de la promesa "Yo estaré con ustedes siempre, hasta la consumación del mundo", hace pensar que la promesa no es privilegio personal de los apóstoles sino también de sus sucesores a lo largo de los siglos. De lo contrario, la Iglesia post–apostólica estaría desamparada en el cumplimiento de una misión que, sin embargo debe continuar hasta el fin del mundo.

La Iglesia continúa la misión sacerdotal de Cristo, como salvador y santificador de los hombres. Es ella la primera convencida de que el único salvador de los hombres ha sido, es y será solo Cristo. Ha sí lo ha afirmado siempre desde los primeros días. Uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó así mismo para redención de todos (1Timoteo 2, 5-6).

Les promete y les da hasta el poder sublime de perdonar los pecados, que pertenecen sólo a Dios (Marcos 2, 7). Este poder va implícito en el poder de atar y des atar prometido a Pedro (Mateo 16, 19), y es comprobado después de la resurrección con la efusión del Espíritu: Les dijo nuevamente "la paz sea con ustedes. Como me envió mi Padre, así los envió yo". Diciendo esto, sopló y les dijo: "reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedaran perdonados; a quienes se los retengan, les serán retenidos" (Juan 20, 21-22).

La intervención de la Iglesia produce en el creyente una nueva vida (Romanos 6, 4), La gracia y la santidad (Romanos 1, 5. 7; 1Pedro 1, 10-13; 2Corintios 12, 9-11), la filiación divina (Romanos 8, 14-17; 1Juan 3, 1-12).

Gracias al bautismo, Dios establece con el hombre una alianza que importa una comunidad de vida, hasta el punto que el hombre se hace no ya solo miembro del pueblo de Dios sino participante de su misma vida, de su misma familia, hijo suyo. La alianza lleva también consigo una nueva presencia de Dios en el hombre que se convierte así en templo de Dios: Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos nuestra morada (Juan 14, 23).

Pone en este pueblo una nueva ley que es la del Espíritu de vida, la ley del amor en su doble vertiente, la que se dirige a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y la que como signo visible se dirige a los hermanos: "Si uno dice amo a Dios, pero aborrece a su hermano es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano a quien ve, no es posible que ame a Dios a quien no ve. Quien ama a Dios debe también amar a su hermano" (1Juan 4,20-21ss).

En la Eucaristía se bebe de la sangre del cordero inmolado, que es la sangre misma de Cristo, que quita el pecado del mundo, que significa y realiza la comunión de vida entre Dios y el pueblo(Juan 6; Lucas 22,19-20). La Eucaristía anticipa ya ahora, en la obscuridad de la fe, lo que será un día realidad manifiesta en la claridad de la visión.

Todo esto es ya realidad pero aún es realidad escondida. Aún se vive en la fe. Y mientras se peregrine por el mundo se halla expuesta a la infidelidad del hombre. Por eso hay que seguir día a día obrando la salvación propia con temor (Filipenses 2, 12). Hasta que el Señor vuelva y se manifieste lo que somos. Entonces el gozo será definitivo, la paz durará, en descanso completo. Y se manifestará gloriosamente el triunfo de la verdad que se hallaba oculta en Jesucristo y en los cristianos por la incorporación a él.

Bibliografía

Rubio Luis, El Misterio de Cristo en la Historia de la Salvación, Sígueme, Salamanca, 1991.

González Roser Antonio, El Mundo, el Reino y la Iglesia, Progreso, México, 1988.

Junco Garza Carlos, La Palabra nos Congrega, Paulinas, México, 1984.

 

María, madre de Jesús, tipo y figura de la Iglesia

Objetivo

Descubrir el papel de María como tipo de la Iglesia y su presencia en la misma.

La figura de María

María, como ciudadana hebrea no tiene ninguna importancia, es otra mujer más de tantas que existen en los tiempos del Mesías.

Ésta mujer a la cual hoy le rendimos un culto especial como la madre del Hijo de Dios, era un ser humilde que jamás imaginó la grandeza a la que estaba destinada.

María, en toda la narración de los evangelios aparece pocas veces y cuando aparece permanece casi en silencio.

"Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón" (Lc 2, 51). Ésta frase, nos indica que María no entendía muchas de las cosas que sucedían, sin embargo se mantenía fiel a la voluntad de Dios, era la sierva que obedecía aunque muchas cosas no las comprendiera.

La imagen de María es la precursora de lo que será después la Iglesia.

El misterio de María

La predestinación de María es voluntad de Dios: El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó ala muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida (LG 56; cf 61).

Para que María, pudiera ser la Madre del Salvador, Dios la dotó de dones que la elevaran al nivel de tan grande misión. Desde su nacimiento, María fue redimida del pecado por lo que el ángel Gabriel al saludarla en la anunciación la llamó "la llena de Gracia".

A lo largo de la historia, la Iglesia ha reconocido dicho atributo de María, así que el dogma de su inmaculada concepción es proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:

...la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención de los méritos de Jesucristo Salvador del género humano (DS 2803).

La maternidad de María es plena en el momento en que Jesús la entrega a los cuidados de Juan y al mismo tiempo entrega a Juan a los cuidados de María, de tal suerte que la entrega en la figura de Juan a toda la humanidad, tal dogma de fe es promulgado en el año 531 diciendo que: "María es Madre de todos".

 

Mucho se habla de la virginidad de María, unos argumentan que en la Biblia se habla de los hermanos de Jesús (Mc 3, 31-55; 6,3), sin embargo en los tiempos de Jesús, el vocabulario existente es poco por lo que se utiliza la palabra hermano para designar a los parientes más cercanos como los primos, tíos, etc.

Así, nosotros no debemos tener duda de la virginidad de María, pues la explicación es clara. Jesús, no tuvo más hermanos de sangre, porque María se entregó en cuerpo y alma a Dios y lo expresó de forma contundente al decir: "He aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).

La Virgen María "colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres" (LG 56). Por su obediencia, ella se convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes.

El misterio de María: María y la Iglesia

María, ha de transmitir a la Iglesia la fe incondicional a Dios de tal forma que la confianza de los hombres este puesta toda en Dios a través de la Iglesia peregrina en la Tierra.

La imagen de María se ha de transportar a la Iglesia no sólo en la fe, sino que la Iglesia se convierte en Madre protectora de todos los fieles, de todos los bautizados que son los hijos de Dios.