Las salvaciones en el pueblo de Dios

Abrahán, padre de los creyentes

 

Objetivo

Al leer el pasaje de Abraham ubicará el inicio de la historia de la salvación en la historia del hombre.

Situación de Abrahán en la historia

 

La prehistoria bíblica abarca los capítulos del 1 al 11 del libro del génesis. La llamamos prehistoria ya que no la podemos ubicar ni en el espacio, ni en el tiempo.

Pero es hasta Abraham cuando ya hablamos de historia, pues ya estamos en el 1850 a. C.

En este periodo el mensaje de Dios se transmitirá oralmente.

Abraham será un personaje muy importante ante todo por su fe como lo mencionará la carta a los hebreos, que es el padre de la fe.

En un sentido teológico lo que señala Gn 12, 1-4 es la promesa de salvación que Dios hace al hombre en la historia.

Vocación y promesa

Dios elige a Abraham para llevar a cabo su plan de salvación en la historia del hombre.

Abraham está destinado en los planes de Dios a ser el origen de una bendición que no se limitará a un pueblo que surgirá de él y por parte éste, a todos los habitantes de la tierra.

Abraham antes de escuchar el llamado era idólatra, pero una vez que recibe la invitación de Dios deja todo, incluyendo tierra y familia.

La promesa incluía la descendencia, aparentemente había una solución ya que en aquel entonces Sara era muy grande, pero de acuerdo a las costumbres él podía tomar a la sierva par tener descendencia, pero Dios tenía algo grande para él.

El hijo será el signo concreto de la promesa.

Respuesta de Abrahán: la fe y la obediencia

Dios no realiza la salvación sin contar con el hombre. Esto es que Dios aunque hace saber su plan, siempre espera la respuesta del hombre.

Abraham dará una respuesta de fe, de obediencia, de confianza a Dios, por ello cuando Yavé le pide que le ofrezca su hijo en sacrificio, él no duda ni por un momento en ofrecerlo ya que si había sido posible que él le diera un hijo, seguramente él tendría una respuesta en el momento del sacrificio, como de hecho fue.

Consecuencia de la fe

La primera consecuencia de la fe en Abraham es la justificación, es decir, porque Abraham obedeció a Yavé es como a él se le llama el justo y por eso puede intervenir para la salvación de Sodoma y Gomorra.

La segunda consecuencia para la fe es que Abraham al renunciar a su parentela se convierte en el padre de un gran pueblo.

Cristo, la descendencia de Abrahán

En Mt 1, 1 se nos deja ver que Jesucristo procede de Abraham, es decir la promesa de Yavé se hace plena en Jesucristo. (Gal 3, 16)

Cristo es la promesa concreta hecha a Abraham.

Al hombre de hoy este acontecimiento le pide una renuncia a construir la historia con sus propias manos, con sus propios medios. Se le exige fiarse de la palabra de Dios, aceptar sus planes de salvación, sobre todo el plan de ser salvador por la ignominia de la cruz.

El sacrificio de Isaac, tipo del de Cristo en el calvario

San Pablo en Hb 11, 17-19 identifica a Isaac con Cristo, en dos líneas:

1° Es en quien se cumple la promesa divina de la descendencia y

2° Isaac es el primogénito de Abraham que es ofrecido en sacrificio a Yavé y Cristo es el primogénito del Padre que es ofrecido por la salvación del hombre, "que no perdonó a su propio Hijo, antes le entregó por todos nosotros (Rm 8, 32).

Abraham recuperó a su hijo en virtud de la fe y esta recuperación es figura y anticipo de la recuperación del Hijo amado de Dios.

El éxodo, una salvación maravillosa

Objetivo

Descubrir y reconocer la intervención de Dios en la vida del pueblo de Israel, mediante la figura de Moisés, prototipo del Salvador en el Antiguo Testamento.

Reflexiones desde la fe

En el éxodo, Dios se manifiesta a favor de los oprimidos y de las necesidades del ser humano, él salva y libera por lo que nosotros podemos dirigirnos a él depositando toda nuestra confianza para enfrentar los problemas de la vida.

La intercesión de Dios en la historia, da una esperanza y ánimo a todos. Al pueblo de Israel le infunde confianza en la promesa de liberación e Israel celebra con cantos. De la misma forma nosotros debemos celebrar, pero no sólo con cantos, sino con acciones.

Los textos que hablan de la liberación de Egipto, celebran, alaban y reconocen a Dios Libertador, el más claro ejemplo lo encontramos en el salmo 66, se expresa este prodigio con gran majestuosidad.

La tradición judía marca que todo hecho en el que este impregnada la intervención de Dios sea transmitida de padres a hijos, así el hecho del éxodo, de la liberación del Israel de Egipto, pasa de generación en generación, pues es uno de los hechos que marcarán la vida del pueblo de Israel.

Dios ama lo que creó y se proyecta en cada momento con su grandeza que hace florecer el desierto, pues él es Dios de vida, el Dios que camina con su pueblo que no lo abandona y acompaña a los hombres en los peligros mortales. Es un Dios cercano.

Palabras y significados

Esclavitud.- es una palabra que designa la forma de vivir de mucha gente con trabajo forzado en beneficio de un solo patrón como en Egipto o bien en forma de control de natalidad o como imposición del más fuerte, aún dentro del mismo pueblo. Por lo que en el nuevo testamento, se expresa mediante las palabras y acciones de Jesús el respeto a todos los hombres porque todos son imagen de Dios e hijos suyos.

Éxodo.- Salida. Se aplica en forma directa a la salida de Egipto, a la marcha por el desierto y al segundo escrito de la Biblia en que se redacta. En sentido teológico se calificó el retorno de algunos exiliados a Babilonia, ocurrido hacia el año 538 a. C, y a la muerte de Jesús. (Is 40-55; Jn 13,1).

 

Es un tema de invitación a superar lo negativo, efímero, limitado y a cumplir las propuestas y exigencias de Dios.

El relato del éxodo, es una epopeya religiosa y narra una confrontación entre los representantes de Dios (Moisés) y el poder establecido (Faraón), en la primera parte, (Ex 1, 8, 15, 21). Y culmina con el sabor de libertad por el desierto y la Alianza entre Dios y su pueblo (Ex 15, 22-34, 35).

Moisés.- Sacado del agua

Profeta, taumaturgo, intercesor, libertador del pueblo hebreo, receptor y transmisor de la revelación de Dios. Se le considera autor humano de la ley (pentateuco), además de guía del éxodo, lo describe como héroe nacional que, en carne propia, experimentó las vicisitudes de su pueblo (Ex 19-24) y aunque "amigo de Dios" (Ex 33, 11) no entró en Palestina la tierra prometida (Dt 34).

Pascua (apaciguar, salto, golpe, paso)

Antes de la salida de Egipto, era considerada como un sacrificio de propiciación entre pastores nómadas, con el solicitaban la protección divina sobre sus rebaños y la multiplicación de los mismos. Después se asocio a la fiesta de agricultores que ofrecían frutos de sus cosechas y comían pan sin levadura a la entrada del año nuevo. Con el tiempo, los hebreos lo ligaron a la salida de Egipto.

En los tiempos de Jesús, se celebraba en día 14 del mes judío Nisán, en el plenilunio de primavera, era una cena vespertina en la que se compartía un cabrito asado sacrificado con anticipación en el templo.

Después de la muerte de Jesús, la pascua cristiana se celebra en el día primero de la semana "domingo", día del Señor (Hech 20, 7; 1 Cor 16, 2; Apoc 1, 110).

Plagas de Egipto.- Señales realizadas por Moisés contra el Faraón como anticipación del juicio de Dios, crítica a su autoridad despóticamente ejercida; es un aviso de liberación para su pueblo y remedio contra el anti–pueblo (Ex 7, 8-11,10; Sal 78; Sab 16-18).

El éxodo es el acontecimiento en el que Dios pone de manifiesto y más claramente que él es el ser absoluto.

Dicho acontecimiento, no es más que una pre–imagen de la verdadera liberación del pueblo de Dios, que será una liberación plena del pecado, la muerte, la inmundicia, del mal, una victoria sobre el maligno, en el que el verdadero Moisés es Jesús y la tierra prometida la resurrección, la nueva palestina, la nueva creación.

 

La alianza del Sinaí

Un pueblo en comunión de vida con su Dios

 

Objetivo

El alumno profundizará la realidad de la alianza de Dios con su pueblo, comprenderá como Dios permanece fiel en un pacto de amor para salvación del hombre.

Introducción

El enemigo del pueblo ha sido vencido, el pueblo ha sido liberado de la opresión. Ya puede emprender confiado y seguro el camino hacia la tierra de las promesas (Exodo 15, 22).

Después de unos cuantos incidentes típicos del viaje por el desierto, el pueblo llega al acontecimiento central, al encuentro con el Señor, a su constitución como pueblo de Dios por la alianza.

La institución humana de la alianza, sobre todo en forma de alianza entre soberano y vasallo, significa y realiza la unión de Dios con un pueblo escogido: la alianza es institucional, de algún modo bilateral. La iniciativa es de Dios, que comienza con un acto salvador, en el que funda su oferta permanente y sus exigencias, y sanciona con sus promesas. El pueblo tiene que aceptar libremente, aceptando graves compromisos; la ceremonia es litúrgica y se sanciona con un sacrificio.

Los capítulos 19 y 24 del libro del Exodo nos dan los elementos básicos de la estructura narrativa de la alianza; los capítulos del 20 al 23 del libro del Exodo son la legislación acumulada de esta constitución. Es muy fácil añadir y aún capítulos aun código, pero era difícil componer una narrativa clara y coherente con los múltiples datos de la vieja tradición y las ulteriores reflexiones. La alianza es el <<sacramento>> fundamental del pueblo escogido.

Con los descendientes de Jacob ha salido una gran muchedumbre de toda clase de gente (Exodo 12, 38). Esta muchedumbre abigarrada y confusa, por una dignación especial de Yavé, por una condescendencia suya, va a ser objeto de una alianza con él, que la va ha convertir "en el pueblo de Yavé", el pueblo elegido, propiedad especial y exclusiva suya entre todos los pueblos de la tierra.

La alianza era la forma ordinaria de establecer una relación cuasi familiar entre tribus de distintos troncos. Regulaba las relaciones entre ambos clanes. Más tarde se hace forma ordinaria para regular las relaciones entre pueblos distintos.

El Dios de la alianza

La tradición bíblica sitúa la relación de la alianza de Yavé con el pueblo en el "desierto de Sinaí", en la "montaña", sin precisar más. Yavé es el que llama a Moisés desde lo alto de la montaña y le indica que va a establecer una alianza con su pueblo: Descendió Yavé sobre la montaña del Sinaí, sobre la cumbre de la montaña, y llamó a Moisés a la cumbre y Moisés subió a ella (Exodo 19, 20). La alianza es, pues, una "condescendencia" de Dios, una "gracia"; es decir la alianza es "amor".

Forma y rito de la alianza

La formulación del pacto entre Yavé y su pueblo sigue el modelo de las alianzas profanas de la época. La alianza entre un rey superior y otro inferior consta de ordinarios de los siguientes elementos:

Preámbulo en que se da a conocer el nombre y los títulos del soberano que establece la alianza.

Prólogo histórico, que recuerda los beneficios que el rey soberano ha hecho al rey vasallo o personalmente o en sus antepasados. Con ello se pretende lograr la gratitud del vasallo y moverle a la aceptación de las cláusulas.

Cláusulas de la alianza. Son las expresiones de voluntad del soberano, y suelen en consistir en la ayuda que el vasallo debe prestarle en caso de guerra, el pago de tributos, la defensa de sus intereses por parte del rey inferior. Estas estipulaciones suelen llamarse "palabras" o "palabras de alianza".

Invocación de dioses, como testigos de la alianza establecida y garantes de su cumplimiento.

Bendiciones y maldiciones, según la fidelidad o infidelidad del vasallo a los compromisos estipulados; bendiciones y maldiciones a las que se les atribuye una eficacia garantizada por los dioses testigos.

Finalmente, el tratado de la alianza terminaba con un rito que varía según la época en que se realiza la alianza.

Este esquema que al hacerse común constituye un género literario, un modo de dar a entender una realidad, es frecuentísimo en la Biblia. El libro del Deuteronomio esta constituido según dicho esquema. La redacción de la alianza de Yavé con el pueblo en el Sinaí se ajusta también al esquema que hemos ya reflexionado. (Exodo 20; Deuteronomio 5).

"Yo soy Yavé, tu Dios", constituye el preámbulo. En él se presenta el contratante principal con su nombre: Yavé, y su título con relación al pueblo: tu Dios.

El beneficio fundamental que Yavé a realizado al pueblo y con el que apoya el establecimiento de la alianza y la exigencia de los compromisos es el hecho de haber sacado a Israel de Egipto, "de la casa de la servidumbre".

De ese beneficio se derivan las estipulaciones de la alianza, resumidas en el decálogo.

El concepto de "mandamientos" no hace más que expresar un aspecto del carácter del decálogo y precisamente el más antipático. Como estamos viendo, no es ésta la perspectiva bíblica, en la que "el mandamiento" aparece como una exigencia de respuesta amorosa a un don gratuito, la liberación de Egipto. El Decálogo contiene una expresión notable de la ley natural. Lo conocemos por la revelación divina y por la razón humana. (Catecismo de la Iglesia Católica 2069-2082)

El Decálogo o los diez mandamientos

(Explicación breve)

El Señor ha pronunciado las siguientes palabras: Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de Egipto, el que te liberó de la esclavitud.

Amarás a Dios sobre todas las cosas; por tanto, no debes tener como dios a ninguna de las cosas de este mundo. "Escrito está: adorarás al Señor Dios tuyo" (Lucas 4, 8). Solo el Señor es Dios propio <<nuestro Dios>>. Nuestro Dios es un Dios celoso.

No tomarás el nombre de Dios en vano o en falso. Porque el nombre de dos es sagrado y no debe ser profanado. "No juren, ni por el cielo, ni por la tierra, ni con ningún tipo de juramento. Que su sí, sea sí, y el no, no". (Santiago 5,12). En falso, es decir para probar algo falso, para querer dar consistencia con el nombre de Dios a algo que no la tiene, porque no es. El nombre de Dios es para la bendición, para autorizar la verdad y nunca usado para la mentira.

Santificarás las fiestas (el Domingo). La santificación no es una acción de culto simplemente, sino de descanso y dedicado al Señor tu Dios. Es para que te santifiques en comunión con tu familia y en común unión con Dios a través de su Eucaristía (Lucas 22, 18-20).

Honrarás a tu padre y a tu madre. Honrar incluye también sustentar, mantener, si es necesario. Dios quiere que, después de honrarlo a él, honremos a nuestros padres, a los que Dios reviste de autoridad para nuestro bien. Los hijos deben a sus padres respeto, gratitud, justa obediencia y ayuda. El respeto filial favorece la armonía de toda la vida familiar. "Hijos, obedezcan en todo a sus padres…" (Colosenses 3, 20). "Padres, no irriten a sus hijos con cargas tan pesadas…" (Efesios 6, 4).

No matarás o no cometerás asesinato. Ni con la mirada de desprecio, ni con la palabra ofensiva y menos con el aborto, porque toda vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte, es sagrada. "El que dice: Yo amo a Dios, y odia a su hermano, es un mentiroso" (1Juan 4, 20).

No cometerás adulterio. La fidelidad es una respuesta de un sincero y autentico amor. Respetar la dignidad de la esposa y del esposo, la castidad dentro de la pareja es un valor que es necesario rescatar. "La voluntad de Dios es hacerse santos" (1 Tesalonisenses 4, 3-4).

No robarás. Este mandamiento ordena práctica de la justicia y de la caridad en el uso de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo. "No se engañen: ni los ladrones, ni los avarientos…ni los que viven de rapiña han de poseer el reino de Dios" (1Corintios 6, 10).

No darás falso testimonio contra tu prójimo, ni mentirás. La veracidad es la virtud que consiste en mostrarse verdadero en sus actos y en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía (CIC 2505). Una falta cometida en contra de la verdad exige una reparación (CIC 2509). Los principales pecados contra este mandamiento son: la mentira, la maledicencia, la calumnia y el juicio temerario (CIC 2477). "No se mientan unos a otros" (Colosenses 3, 9).

No desearás la mujer de tu prójimo. Esto es válido a su vez para el varón. Este mandamiento da como referencia al no deseo de poseer a varón o mujer casados, a no ver al hombre o a la mujer con malos ojos. "Quien mira con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su corazón" (Mateo 5,27-28).

No codiciarás los bienes ajenos. Codiciar como una actitud interna, apasionada y activa. El décimo mandamiento nos prohibe el deseo desordenado, nacido de la pasión inmoderada, de las riquezas y del poder (CIC 2552). "No amen al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, en ese no está mi Padre" (1Juan 2, 15-16).

"Graba estos mandamientos o preceptos en tu memoria, enséñalos a tus hijos y a tus vecinos; recítalos cuando te levantes o cuando te acuestes, escríbelos en las paredes de tu casa, o llévalos como un collar, pulsera o anillo. Así serás feliz y el Señor tu Dios te dará muchos bienes" (Deuteronomio 11, 18-21).

Se resumen en: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (Mateo 22, 37-40). Los tres Primeros mandamientos son con relación a Dios, los restantes regulan la relación con el prójimo.

Los diez mandamientos son el centro y el culmen de la alianza del Sinaí, son el eje para llegar a la alianza de todas las alianzas que se dará en Cristo crucificado y glorificado.

El anuncio se hace realidad y presencia en Jesús de Nazaret. Como Moisés, él es el que comunica la nueva ley al nuevo pueblo de Dios (Mateo 5 al 7), una ley que no viene a abolir la antigua sino a perfeccionarla, reduciéndola a lo esencial: el amor. Con él la presencia de Dios entre los hombres se hace persona. "El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1, 14), y se interioriza en el corazón de los creyentes que, por su inserción en Cristo por el bautismo, se hacen templos de Dios (1Corintios 3, 16); él es el que asegura al nuevo pueblo de Dios un alimento imperecedero para su peregrinación por el desierto, el alimento que es él mismo, su propia carne.

Como Moisés, Jesús establece la alianza con Dios, no ya de un pueblo concreto, sino de muchos, de todos los hombres. Establece la alianza durante una comida ritual con sus discípulos en la última cena.

Esa alianza queda sellada con la muerte del mediador en la cruz, muerte que es ofrecimiento y sacrificio que Jesús hace de sí mismo al Padre… En virtud de esta voluntad somos nosotros santificados por la oblación del cuerpo de Cristo, hecha una sola vez (Hebreos 10, 5-7).

La nueva alianza supone y realiza, pues, aquello que la antigua anunciaba: la remisión del pecado que impide la comunión de vida con Dios. Por la sangre de Cristo, éste se ha adquirido un nuevo pueblo, con una nueva vida, que es la vida misma de Dios comunicada por su Espíritu y alimentada por la carne del mediador de la alianza.

Este pueblo se ha hecho creedor a una nueva y más sublime herencia, no de una tierra particular, sino del mismo Dios, coheredero de Cristo, una herencia eterna (Hebreos 9, 15). Esta nueva alianza lleva consigo una nueva y más perfecta ley, que es el mismo espíritu de Dios infundido en nuestro corazón, que desde dentro atrae e impulsa a responder, con el amor, al amor que Dios nos ha manifestado entregando a su hijo por nosotros.

 

Bibliografía

Rubio Luis. El Misterio de Cristo en la Historia de la Salvación, Sígueme, Salamanca 1991.

Varillon Francisco. Teología Dogmática como Historia de Salvación, Paulinas, Bogotá 1968.

Schökel Luis Alonso. Pentateuco I, Cristiandad, Madrid 1970.

Junco Garza Carlos. La Palabra nos Congrega, Paulinas, México 1989.

 

El pueblo peregrino por el desierto hacia el descanso en la tierra de las promesas

 

Objetivo

El participante llegará a concluir que el desierto es una etapa de purificación para el pueblo de Israel y a la vez podrá constatar que esta vida también es un desierto.

La teología del desierto

 

El pueblo de Israel ha tenido en el Sinaí una experiencia del amor de Yavé y ha aceptado el compromiso de una respuesta generosa del amor. Sin embargo pronto siente su propia debilidad cayendo en el pecado.

Moisés salvará a su pueblo de la ira de Yavé, pero el pecado exigirá una purificación.

Esta será en el desierto y dilatará cuarenta años.

El desierto además de ser un lugar para purificar al pueblo será el lugar privilegiado del encuentro con Dios. En él Israel ha visto cara a cara a Dios, ha hablado con él, ha sentido sobre sí su mano cariñosa que le guía y le alimenta, le defiende, le mima. (Dt 1, 30.32; cf. 4, 25-40).

El desierto es también el lugar de la tentación; Dios tienta al pueblo. El desierto es un lugar árido, difícil de privación, de renuncia, de incomodidades.

El pueblo por su parte, tienta a Dios y cae en sus tentaciones. (Ex 17, 2-3; cf. Nm 11, 13-14).

El desierto es una revelación de lo que es el corazón de Dios, y Dios que se mantiene fiel a pesar de que el pueblo no lo es.

Circunstancias históricas de la conquista

La larga permanencia en el desierto ocasionó la muerte de la generación que salió de Egipto, muerte que es interpretada repetidamente por las tradiciones como purificación de su continuo pecado (cf. Dt 1, 34-40)

En el momento de abordar la conquista de Canaán los imperios limítrofes estaban en plena decadencia, por lo tanto resultó relativamente fácil la conquista de la tierra prometida.

Estamos hablando aproximadamente del 1250 a. C.

Mucha parte de la tierra ocupada por Israel estaba despoblada y otra mucha habitada por elementos que hicieron causa común con él.

Con esto la estructura de Israel quedó constituida de forma rápida y definitiva.

Josué, o la continuidad de la historia de la salvación

Moisés muere de un modo misterioso, contemplando sólo de lejos la tierra por la que había suspirado, solidario en esto con la suerte de la generación del desierto (cf. Dt 1, 37).

La muerte de Moisés no impide la continuidad de la historia salvadora. Yavé es el que la lleva a cabo y cuando fallan los mediadores él se elige nuevos "enviados", sobre los que derrama su espíritu, para que en su nombre lleven a término una nueva tarea, la apropiada a la nueva etapa de la historia.

El sentido de la conquista

El cumplimiento de la promesa se lleva a cabo mediante la posesión de la tierra. (Dt 1, 6-8)

Las dificultades de la conquista, ciertos fracasos y reveses que obligan al pueblo a retroceder no son negados por el autor, son interpretados como fruto del pecado del pueblo. (cf. Jos 7)

La posesión de la tierra, objeto de las promesas

La posesión de una tierra representa, para un pueblo de nómadas como eran las tribus israelitas, el descanso después del duro caminar por el desierto, lleno de incomodidades y de peligros.

En efecto, Yavé como dueño de toda la tierra, da su pueblo en herencia, como posesión, una tierra concreta de este mundo.

Sin embargo, pronto la paz se verá amenazada tanto por los enemigos que estaban ahí, como por los extranjeros como será la deportación, esto los lleva a pensar que la promesa de descanso se refería a otro tipo de reposo, más duradero, en otra tierra, en donde no exista el llanto, ni la muerte, ni la guerra (cf. Ap 21, 4)

Con Cristo la posesión de la "nueva tierra se ha hecho posible y se ha hecho realidad.

 

David, el rey según el corazón de Dios

 

Objetivo

El participante descubrirá el sentido de la monarquía en la Historia de la Salvación.

Textos a leer antes de iniciar el tema 1Sm 16; 24; 26; 2Sm 1-2; 5-7; 24; 1Cro 22.

Los comienzos de la monarquía en Israel

El pueblo de Israel está siendo gobernado por los jueces, pero se ve amenazado por los demás imperios y por lo tanto piden a Samuel (el último de los jueces) que les dé un Rey.

Yavé le dice que les dé un rey. El primero será Saúl, el cual dilatará poco por haber usurpado el poder sacerdotal de Samuel.

Más tarde aparecerá Israel, de la tribu de Judá, al cual Dios le reiterará la promesa del Salvador.

David, rey en Israel

David es aclamado rey de Judá en Hebrón, siete años después las tribus del norte también lo aclamarán rey. Por sus hazañas contra los filisteos se dirá que en él reposa el espíritu de Yavé (2 Sam 5, 1-3). David logrará la liberación definitiva del territorio israelita en manos de todos sus enemigos, especialmente la de los filisteos.

También caerán otros pueblos limítrofes como Amón (10, 1-5), las tribus arameas del norte (10, 8-14), Moab y Edón (8, 2,13s) y los territorios sirios (c. 8).

La figura y la obra de David

David a pesar de ser el más pequeño de entre los hijos de un betlemita, siendo un simple muchacho es el elegido.

David físicamente será un instrumento inadecuado para liberar al pueblo de Israel, sin embargo saldrá vencedor, ya que no confía en sus fuerzas, sino en el poder de Dios (1Sm 17, 46-47).

Sentido de la unificación de las tribus

Israel durante muchos años ha sentido el peso de la imperfección de su conquista, será David el que logre unificar a las tribus de Israel y esto será un signo visible de la futura unión de todos los pueblos y gentes de la tierra.

 

La ciudad donde vivía David pasará a ser la ciudad de Dios, en ella morará de ahí en adelante el Dios de Israel con una presencia especial que será el arca. Esta ciudad como ya lo sabemos es Jerusalén.

David, padre del futuro "ungido"

David se da cuenta de lo que significa el arca para el pueblo de Israel y por eso la traslada a Jerusalén.

Este signo llevará consigo la continuidad de la alianza en ese nuevo orden (la monarquía), con lo cual la alianza de Dios con el pueblo en el Sinaí. Ahora bien sin perder su carácter general para todo su pueblo, esa alianza se concreta y se encarna en la alianza que Yavé hace con David y su familia (2Sm 7). Yavé le garantiza que uno de su descendencia subirá al trono.

Con lo anterior ya empezamos a ver la promesa del ungido de Yavé que descenderá de David.

El significado teológico de la figura de David es que como el primero que salva a su pueblo de sus enemigos no lo hace por su fuerza, sino por su confianza plena en Yavé, además de que será un reinado de justicia y paz.

El Evangelio de Mateo (1, 1) se menciona que Cristo es el Hijo de David, que vendrá a ocupar el trono de su padre y que será un reinado eterno de justicia y paz. Ap 22, 4-5.

 

Los profetas, guías del pueblo y portavoces de Dios

 

Objetivo

Identificar el mensaje de Dios, en la voz de los profetas y saber que nuestra misión como agentes laicos es ser también profeta.

Datos históricos

Los profetas son los que hablan en nombre de Dios e interpretan su mensaje en la realidad en que viven.

Los profetas existen desde tiempos muy remotos, pero sólo en la historia de Israel, se le considera como un hombre que habla por parte de Dios.

En la Biblia, los profetas son guías de la historia e intérpretes de la misma. La ausencia de profetas en la vida de Israel se considera como un castigo, un silencio de Dios, una situación de pecado de desobediencia.

En términos generales, se considera que Samuel, Natán, Elías, Eliseo y Miqueas, son profetas que no escribieron. Y se dice que los profetas escritores aparecen entre el siglo VIII al II a. C, sin embargo los más representantes, existieron entre el siglo VIII y el V.

Los antecedentes de estos momentos de la historia de Israel cuentan la división del Reino. Por una parte el reino de Roboán al norte con 10 tribus y el reino del sur con 2 tribus la de Judá y la Benjamín.

El reino del norte, cae en la idolatría por la influencia de los pueblos paganos. En este tiempo, los profetas escritores son Amós y Oseas en el norte e Isaías y Miqueas en el sur.

En este periodo se realiza la renovación de la alianza y es conducida por Sofonías y Jeremías (2 Re 22-23, 2 Cro 34-35)

Por el año 597 se da la primera deportación de la que es víctima también el rey Ezequiel, en Babilonia, gobierna Nabucodonosor quien somete a Judá. Como resultado de la deportación viene el destierro en el verano del 587 a. C, lo que es clave de la historia de la salvación.

Reflexiones y Notas

Los profetas son hombres meramente religiosos que son el signo de la presencia de Dios. Con su mensaje transmiten aliento, consolación, confianza, fidelidad, pero por otra parte el mensaje se convierte en juicio y castigo. El mensaje es una exhortación a creerle a Dios para aumentar nuestra fe.

El profeta juzga los acontecimientos a la luz de la revelación de Dios restaurando la dignidad del hombre ante el mundo y ante Dios. El profeta es el medio a través del cual Dios manifiesta su intervención en la historia de salvación, pues él es el único capaz de cambiar los corazones de los hombres.

Cuando los hombres abandonan a Dios son presa fácil de la esclavitud y el destierro, por lo que el pueblo clama la presencia de Dios a través de los profetas.

Además de todo esto, los profetas son los encargados de preparar el camino del Señor anunciando la venida del Mesías para lograr la instauración del Reino de Dios.

Hoy, todos somos profetas al recibir el bautismo. Recibimos el don del Espíritu Santo para ser testigos, transmisores, interpretes de los hechos de la vida y la historia aplicando la Palabra de Dios en nuestras circunstancias concretas de vida.

Dentro de la Biblia se dividen a los profetas de la siguiente forma:

ANTERIORES

Entre ellos encontramos a: Josué, y también hablan de ellos en los libros de Jueces, 1,y2 de Samuel y 1,2 de Reyes.

POSTERIORES

Son los profetas después de los libros mencionados anteriormente sin contar a Daniel

MAYORES

Entre ellos tenemos a Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel.

MENORES

Tenemos a Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.

NUEVO TESTAMENTO

Zacarías, Juan el Bautista, Jesús

Palabras y nombres de algunos profetas

Amós.- (el fuerte). Profeta originario de Tecua, localidad cercana a Belem. Era pastor y campesino y luego se convirtió en predicador hacia el año 750 a. C. Con él si inicia le tiempo de los profetas escritores. El profeta critica la injusticia social de sus contemporáneos y proclama la llegada del "día del Señor" en forma de juicio (Am 8, 9-14)

Baruc.- (Bendito). Compañero inseparable y representante del profeta Jeremías con quién compartió experiencias amargas y vocación profética. Escribió los oráculos y datos biográficos de Jeremías.

Conversión.- en el hebreo bíblico es una señal de radical dinamismo del creyente que abandona la postura, orientación y conducta pasadas y adopta otras nuevas que señalan su cambio total y radical que lo convierten en criatura nueva. Es el mensaje central de Jesús que genera una nueva vida que parte del corazón.

Daniel.- (Dios es juez). Héroe legendario de la literatura semita. La tradición le atribuyó un libro del mismo nombre en que ofrece narraciones y visiones simbólicas. La tradición judía colocó el libro de Daniel entre los escritos, mientras que la cristiana lo ubicó como cuarto de los profetas mayores, atrás de Isaías, Jeremías y Ezequiel.

Elías (mi Dios es Yavé). Hombre de Dios y profeta fogoso como lo describe la tradición bíblica. En algunos pasajes se caracteriza como escritor, precursor del Mesías consolador, profeta escatológico y síntesis del profetismo del Antiguo Testamento.

Ezequiel.- (¡Qué Dios lo haga fuerte!) Sacerdote y profeta de los siglos VII y VI a. C., exiliado a Babilonia con sus connacionales a quienes consoló y dirigió oráculos referentes al castigo y restauración de Jerusalén. Su escrito figura como el tercero de los profetas mayores.

Isaías.- (Dios es salvación). Profeta de los siglos VIII-VII a. de C., activo en la corte de Judá y fecundo escritor, los estudios exegéticos le asignan la mitad del libro (Is 1-39).

 

Juan.- (Yavé ha hecho gracia). Profeta, hijo de Zacarías e Isabel, quien vivió con austeridad en el desierto y se dedicó a invitar a la conversión señalándola con un bautismo en el río Jordán, algunos pasajes del Nuevo Testamento lo señalan como en nuevo Elías.

Malaquías.- (mi mensajero). Supuesto profeta y autor del libro que lleva su nombre, escrito entre los años 480 y 460 a. de C.

Oseas.- (Yavé socorre). Profeta a mediados del siglo VIII a. C. El escrito que legó lo presenta como un profeta sensible pero crítico de la realidad histórica del pueblo.

 

El destierro, crisol de la fe de Israel

 

Objetivo

Darnos cuenta que el castigo del destierro o exilio no es la última palabra de Dios para su pueblo, sino que se convierte en una purificación y en un llamado a la esperanza de la salvación que empieza a realizarse desde el momento en que el pueblo vuelve a su tierra. En ese retorno humilde Dios va preparando la plenitud de los tiempos y la alianza nueva y definitiva.

Introducción

El año 587 es clave en la historia del antiguo pueblo de Dios. Con la entrada de Nabucodonosor en la ciudad santa, con el derrumbamiento de las murallas de Jerusalén y la destrucción del templo termina una etapa de la historia de la salvación.

El desastre es de tales dimensiones que podría haber significado la destrucción plena de Israel como pueblo, el final de su esperanza. Ninguna catástrofe de la historia ha significado tanto, sin embargo, para el futuro de un pueblo como esta destrucción, y el destierro que le siguió.

El destierro de los judíos a Babilonia se escalona en tres etapas, que coinciden con otras tantas rebeliones contra Nabucodonosor. En el año 597, Nabucodonosor deportó a Joaquín… y llevó cautivos.. a la madre del rey, a sus eunucos, a los grandes de la tierra, a todos los hombres de armas, a los carpinteros y herreros. Es una medida prudencial para impedir la rebelión.

En el año 587, después de la toma y destrucción de Jerusalén, Nabuzerdán, jefe de la guardia, llevó cautivos a los que habían quedado en la ciudad, de los que se rindieron al rey de Babilonia, y al resto de la gente, fuera de algunos pobres que dejó, como viñadores y labradores (2 Reyes 25, 11-12).

Un año más tarde, el 582, hay una tercera deportación, probablemente como represalia por la muerte de Godolías, el gobernador puesto por Nabucodonosor sobre Judá.

El número global de los deportados no era excesivamente elevado en sí: entre 10.000 y 20.000 –fueron desterrados todos los que representaban algo en la vida política, económica, social y religiosa del pueblo– la Biblia puede hablar con razón de que toda Judá "fue llevado cautivo lejos de su tierra" (2 Reyes 25, 21). No se les pueden considerar prisioneros de guerra, aunque no fueran plenamente libres. Parece haberse respetado sus costumbres y hasta se les permitió alguna manera de vida religiosa (Ezequiel 8, 1; 33, 30s).

El anuncio del destierro.

Conforme el pueblo se iba apartando de la alianza pactada con el Señor, los profetas iban haciendo ver que Dios los castigaría con la maldición, con la pérdida de la tierra y de la independencia (Miqueas 3, 12; Habacuc 1, 5-11). Fue el profeta Jeremías quien anunció de una manera muy clara que Dios castigaría las infidelidades del pueblo por medios de Babilonia (Jeremías 1, 13-16; 4, 6; 25, 1-13), y en concreto por medio de Nabucodonosor (Jeremías 25, 9).

La crisis de fe en el pueblo

La destrucción de Jerusalén con el destierro constituye humanamente hablando el fin de Israel. Todas sus seguridades se han venido abajo. El trono de David ha sido deshecho. El templo, morada de Yavé, incendiando. Jerusalén, la ciudad santa, ha sido destruida.

Un cúmulo de preguntas oprimen el corazón angustiado del pueblo. ¿Dónde está la palabra de Yavé? ¿Dónde las promesas al trono, a la ciudad y al templo? ¿Dónde están las victorias de Yavé? ¿Qué es su poder en relación a los dioses de Babilonia que le han vencido? ¿No será mejor estar a bien con ellos que con Yavé que se ha mostrado impotente para salvar hasta su propia casa? Todo esto y más el pueblo se lo hecha en cara a Jeremías.

¿Qué se ha hecho de la justicia de Dios? El pueblo ha perdido la fe y está perdiendo la esperanza. ¿Dónde están las promesas de Yavé? "Andan diciendo: se han secado nuestros huesos, ha fallado nuestra esperanza, estamos perdidos" (Ezequiel 37, 11). Israel está sintiendo en toda su crudeza el silencio de Dios.

La crisis estaba justificada. El momento histórico es de una trascendencia inmensa. Es el fin de una época, cuando todo lo anterior falla y aún no se ve con claridad el esplendor del futuro. Lo admirable es, sin embargo, que cuando todo parecía perdido, de la misma crisis surge más pujante aún la fe de Israel. El destierro se muestra así como una prueba dolorosa que purifica la fe del pueblo de Dios. Aquello que tenía que haber sido el fin se convierte, en los planes de Dios, en una maravillosa renovación, en un nuevo y mejor principio.

Sentido del destierro

El pueblo no está desamparado ante la crisis. Le han sido dados intérpretes que respondan a sus angustiosas preguntas, portavoces de la palabra de Dios para esos momentos de prueba. Jeremías al principio, Ezequiel en el mismo destierro, y el segundo Isaías al final, descubren al pueblo el sentido del mismo.

El destierro no ha sido improvisto. Desde los momentos fundacionales del pueblo, al comprometerse con Yavé en alianza y suscribir las bendiciones y las maldiciones de la misma, el castigo aparecía siempre en lontananza, al menos como una terrible posibilidad. Los profetas se han encargado de recordárselo.

El destierro tiene una causa

El pecado, la infidelidad, el destierro se habría podido evitar, si el pueblo hubiera reconocido su pecado, si se hubiera convertido a Yavé, si hubiera practicado el derecho y la justicia. Pero ha endurecido su corazón y ha preferido seguir su propio camino, camino que desemboca inexorablemente en la perdida del don que Yavé se había comprometido a dar: la posesión de la tierra.

El destierro tiene una finalidad

Purificar al pueblo de las desviaciones de su fe. Israel se había instalado en la tierra que Yavé le había dado como en su patria definitiva. Había puesto su seguridad en instituciones materiales aunque fueran de orden religioso: la ciudad, el trono y el templo.

Las instituciones ya no llevaban al pueblo a Dios. Para que el pueblo pueda nuevamente encontrarse con Dios es necesario que se vea desamparado, que le fallen todas esas seguridades. Para eso el destierro, en que tierra, ciudad, trono y templo hunden.

 

Junto a este aspecto de juicio, los profetas descubren al pueblo un sentido positivo, de salvación. Con motivo del destierro, en efecto, el pueblo reflexiona sobre su pasado y esta reflexión le lleva a adquirir conciencia de su propio pecado, al reconocimiento, aceptación y confesión del mismo. Este es el primer paso hacia la conversión: ¡Yacemos en nuestro oprobio, y nos cubre nuestra vergüenza! Porque hemos pecado contra Yavé nuestro Dios, nosotros y nuestros padres desde nuestra juventud, hasta el día de hoy, y hemos desoído la palabra de Yavé nuestro Dios (Jeremías 3, 25).

Yavé no espera, Él es el que da el primer paso en busca del desterrado para restablecer la alianza con Él. De esta manera, gracias a la conversión del pueblo movido por Yavé, el destierro se convierte en un nuevo comienzo más glorioso aún que el antiguo. El orden antiguo a muerto; y la presencia de Yavé es garantía de que el destierro desembocará en una nueva vida: será una nueva creación, como una resurrección de entre los muertos (Ezequiel 37), como un nuevo éxodo, más maravilloso que el primero (Isaías 43), que desembocará en una nueva alianza más perfecta, más pura que la primera, porque se basará en el perdón de los pecados (Ezequiel 36, 25-30), en el conocimiento y la aceptación de Dios (Jeremías 31, 31-34). De esta manera, el destierro, que humanamente tenía que haber significado el fin, se convierte, por obra de Yavé, en un nuevo comienzo, más glorioso que los anteriores, en una más maravillosa salvación.

Israel ha sido puesto en el mundo, para convertirse en la prueba de Yavé entre las naciones (Isaías 43,10), en la fuente de salvación para ellas, por voluntad de Yavé: Así habla Yavé; el que creó los cielos, el Dios que formó la tierra… No he hablado yo en secreto en un oscuro rincón de la tierra… Reuníos, venid, acérquense juntamente los sobrevivientes de las naciones…No hay Dios justo y salvador fuera de mí. Vuelvan a mí y serán salvados, confines todos de la tierra (Isaías 45; 42, 10-13; Tobias 13, 1-8).

Una retribución que, en los planes de Dios, es siempre de vida, de salvación: ¿Quiero yo acaso la muerte del pecador, dice el Señor Yavé, y no más bien que se convierta de su mal camino y viva? (Ezequiel 18, 23).

Un nuevo problema es el dolor: el destierro hace descubrir a Israel que el dolor puede adquirir un valor redentor, ya que a través de él el pueblo sale a la nueva vida. Esta función redentora del dolor se expresará con enorme claridad en la profecía del "Siervo de Yavé", expuesta en la segunda parte del profeta Isaías; la restauración del pueblo será obra de un personaje humilde. Su misión es universal, dolorosa: será menospreciado, como siervo, abominado de las gentes, esclavizado por los soberanos (Isaías 42, 7); herido, abofeteado, injuriado (Isaías 50, 6), hasta el punto de que queda maltrecho y desfigurado (Isaías 53, 1-3). Él sin embargo no va forzado sino que acepta y se ofrece a la muerte, como un servicio al pueblo, en sustitución y en beneficio del mismo pueblo.

El destierro, Hoy

El destierro, con lo que supone de crisis y de purificación, conserva siempre actualidad. La Iglesia, en efecto, peregrina en el mundo, puede en ocasiones instalarse en él olvidando su misión, buscando su seguridad en lo humano (estado, instituciones, leyes, privilegios).

Como experiencia religiosa, el destierro conserva actualidad para el cristiano. Este, en efecto, aunque se halle situado ya en la plenitud de los tiempos, peregrina aún lejos de la patria, en la oscuridad de la fe, sometido a la prueba, al dolor que puede ser en el purificador, redentor, como lo fue en Jesús de Nazaret, en quien se cumple el anuncio del Siervo de Yavé, que ofrece voluntariamente su vida a favor del pueblo, para redención de sus pecados (Marcos 10, 32-34; 43-45).

BIBLIOGRAFÍA

Rubio Luis. El Misterio de Cristo en la Historia de la Salvación, Sígueme, Salamanca 1991.

Junco Garza Carlos. La Palabra nos Congrega, Paulinas, México 1989.

 

La restauración después del destierro
El Israel espiritual

Objetivo

El alumno valorará la importancia de que el pueblo de Israel regrese a la tierra prometida a la luz de la promesa de la Nueva Jerusalén.

Advertencia sobre este período

 

El hecho fundamental de este período es la reforma religiosa de Nehemías y Esdras, en el s. V, por la que los judíos dejan sus ilusiones de restauración como nación para convertirse en comunidad religiosa organizada en torno a la ley, el templo y el sacerdocio.

En este periodo los profetas propiamente dicho desde el siglo IV –III, se recogen las últimas palabras de Dios, antes de enviar en la plenitud de los tiempos, ya inmediatos, su palabra.

La restauración de Jerusalén y del templo

Es el año 539 a. C. cuando Ciro, el rey de persa, publica un edicto que permite a los judíos la vuelta a su patria.

Algunos judíos ya se habían instalado en Babilonia y por tanto deciden quedarse, otros regresarán a la tierra prometida, pero al llegar encontrarán muchas dificultades.

Había que restaurar el templo y la nación.

Dos profetas serán los encargados de animar al pueblo: Ageo (año 520 a. C) y Zacarías (520-518), que les hablaban del futuro glorioso de la casa que tan pobremente estaban edificando.

Sentido de esta restauración

Los repatriados a pesar de las dificultades releen las palabras de los profetas anteriores y escuchando a los actuales descubren que la reconstrucción forma parte de la historia salvífica. Ellos formarán lo que se suelde decir el resto fiel.

La vuelta del destierro ha sido como un nuevo éxodo.

Yavé asegura su presencia en medio de la pequeña comunidad gracias a la reconstrucción del templo, aunque pobre, si se compara con el de Salomón, no por eso menos gloriosa, porque ahí va a estar la presencia del Señor.

Sobre las exigencias de la conversión en este nuevo periodo insiste el tercer Isaías, augurando un periodo de paz que irradiará de la Jerusalén reconstruida.

La reforma de Nehemías y Esdras

El antiguo orden se había venido abajo definitivamente; la restauración tenía que seguir otros caminos. Pero todavía no se sabía cuál debía ser la nueva orientación de aquel resto fiel. Nehemías y Esdras trazan con su reforma las líneas maestras de este nuevo orden.

Nehemías llega a Jerusalén como gobernador (445-443) con el encargo de reconstruir la muralla de la ciudad, para defender la vida de los repatriados a los ataques externos.

En apoyo a esta reforma, y encargado sobre todo de la parte religiosa llega Esdras, sacerdote escriba (528).

Sentido de la reforma

Israel ya no es un pueblo, una nación, sino fundamentalmente una comunidad religiosa.

La ley se venera, se medita, se vuelve el centro de todas las aspiraciones judías, en el centro de su vida religiosa.

En realidad, el gesto de Esdras es como una vuelta a los orígenes, así la comunidad está empalmada con los orígenes.

Centro de esta comunidad religiosa va a ser el sacerdocio y el culto.

El conflicto con el helenismo

El imperio persa sucumbe bajo la conquista relámpago de Alejandro Magno (340-326). A su muerte, su imperio se divide entre cuatro generales.

Antíoco IV Epífanes (175-163) en su afán de helenizar su reino, y necesitado, por otra parte, de recursos par pagar su tributo a Roma no respeta la peculiaridad de la comunidad judía.

Esto provoca entre los judíos fieles un doble movimiento de defensa de la fe: por una parte el martirio: judíos que prefieren la muerte antes que traicionar sus creencias y su religión; por otra parte la rebelión armada iniciada por Matatías, y continuada por sus hijos, especialmente Judas el macabeo, que da nombre a la rebelión.

En el año 63 Pompeyo conquista Jerusalén y con esta fecha se puede decir que Roma pone los pies en Judea y ya no los levantará nunca más. El reino de Judea dependerá del capricho o del interés de Roma.

Sentido salvífico de estos hechos

La helenización tiene repercusiones provechosas dentro de la comunidad judía. El hecho más importante es la traducción de la Biblia hebrea al griego, conocida con el nombre de los LXX, con esto el mensaje se abre a nuevas posibilidades de comunicación.

Además gracias a la doctrina griega sobre la mortalidad del alma, la retribución puede afirmarse realizada en una vida ultraterrena. Esta fe aparecerá claramente expresada en dos libros de origen judío pero en ambiente griego: los macabeos y el libro de la Sabiduría (Alejandría, entre el año 80 y el 50).

Pero la cultura griega tenía otra vertiente: el paganismo. La helenización llevaba consigo el peligro de sincretismo religioso, de identificar a Yavé con uno más de los dioses del Panteón helénico, o con el supremo de entre ellos, Zeus.

 

Los sacerdotes, escribas y sabios, guías de la comunidad y mensajeros de Dios

Como comunidad de carácter preferentemente religioso y cultual está presidida por los sacerdotes.

El sacerdote será el encargado de la "instrucción sobre la ley" (cf. Jr 18, 18). Más tarde el sacerdocio se reserva casi exclusivamente para el servicio cultual, pasando el ministerio de la ley a los escribas y sabios.

Los sacerdotes finalmente dirigen o presiden la oración comunitaria del pueblo.

Un nuevo guía surge en la comunidad en este período: el escriba: hombre dedicado a escudriñar día y noche la ley, a esclarecer su sentido, a examinar sus dificultades, a determinar su alcance, su aplicación a los distintos casos particulares que la vida presenta.

Junto al sacerdote y al escriba, la comunidad se siente dirigida y alentada por los sabios.

El sabio es un personaje ordinario en antiguo oriente, el cual acepta la reflexión de los sabios paganos y en ocasiones los sigue.

El problema fundamental de la reflexión de los sabios es la retribución. En ella hay varias posturas: una que dice que todo se paga en esta tierra y que es individual, ciertamente esta posición prontamente se vendrá abajo por la misma experiencia, el libro de Job es el ejemplo más claro que tenemos.

Otro sabio dirá que la tierra nunca es digna de tenerse en cuenta porque siempre es deficiente, la que cuenta es la disposición divina.

Será en la época de los macabeos cuando se empiece a ver una solución definitiva que será la resurrección.

La vida íntima de la comunidad: los pobres de Yavé

 

La vida de la comunidad es mucho más difícil de seguir. Lo único que se puede afirmar con seguridad es que Dios actúa en ella, pero es imposible describir los modos de intervención, sin embargo un grupo de pobres de Yavé, son el alma de la comunidad, son los hombres que se mantienen fieles a Dios.

El "pobre" en la Biblia

El "pobre en la Biblia tiene una connotación sociológica y una connotación religiosa–espiritual.

La primera identifica pobreza y pecado, es decir la pobreza es consecuencia del pecado y la riqueza es fruto de la bendición de Dios.

La segunda corriente supera a la anterior, aunque se mantiene a nivel sociológico, ya que el ideal es no ser ni rico, ni pobre, una especie de clase media acomodada, pero que pasa por sus estrecheces. La tercera corriente entiende pobreza como una actitud religiosa: el "pobre" es humilde. La pobreza es la apertura hacia Dios. Su consecuencia es que el "pobre" es "el amigo de Dios.