NIÑOS DE LA CALLE
medio social desfavorecido y conducta infantil
Agustín Bueno Bueno
SUMARIO
Breve presentación
1. Introducción: ¿quiénes son?
2. ¿Cómo son?
2.1. Descripciones espontáneas
2.2. Opinan los expertos
3. ¿Por qué son así?
3.1.Explicaciones genetistas o personalistas
3.2. Explicaciones ambientalistas o situacionales
3.3. El modelo explicativo interaccional
3.3.1. La persona
3.3.2. La situación
3.3.3. La conducta
4. Aplicación del modelo interaccional a la conducta infantil en un medio social
desfavorecido
4.1.Características objetivas de este medio social
4.2. Características funcionales del medio social desfavorecido
4.3. Características cognitivo-reactivas
4.4. El organismo
5. Conclusiones prácticas y perspectivas de Intervención
Referencias Bibliográficas
* * * * *
Breve presentación
Hace ya bastantes años, más de treinta y dos, fuerte contra la soledad y la
incomprensión, un jesuita catalán de Algerri (Lleida), Francisco Javier Fontova, iniciaba un
trabajo de dedicación personal y educativa a los Niños de la calle" de Alicante. Era e/
germen de una Institución, Nazaret, que ha sido pionera en este terreno.
Precisamente por fidelidad al carisma de Fontova, pero más aún por fidelidad a las
demandas de sus chavales, Nazaret ha ido evolucionando, notable y rápidamente, a lo
largo de su existencia. De lo masivo a lo personalizado, del gran internado al hogar
funcional, de la escuela '.normal" al recurso pedagógico especializado, del voluntarismo a la
profesionalización...
El autor de este trabajo, Agustín Bueno, ha sido una de las personas claves en esa
evolución y, más en concreto, de la desmasificación del internado. Actualmente es profesor
de la E.U. de Trabajo Social de Alicante, y asesor y miembro del equipo técnico de Nazaret.
Habla, pues, desde la realidad y e/ compromiso.
Muchos de quienes, de uno u otro modo, colaboran y siguen a «Cristianisme ¡ Justicia"
están muy cercanos por planteamiento, vocación o profesión a los «Niños de la Calle". A
quienes con nosotros comparten cariño y angustias por los constantes perdedores de
nuestra sociedad pretende servir este trabajo.
Darío Mollá Llacer,sj.
Director de Nazaret
1. INTRODUCCIÓN: ¿QUIÉNES SON?
Todos los conocemos un poco de vista. Nos los cruzamos en las esquinas de las
grandes ciudades, en un semáforo de las afueras, revoloteando a la puerta de cines y
espectáculos, o rebuscando en los contenedores de basura.
Los conocen mucho más en los servicios sociales municipales, a él y a sus hermanos,
pero sobre todo a su madre. Va mucho por allí a ver si le dan una vivienda sin goteras, con
techo y ventanas, y por biberones para el más pequeño.
Los conocen también en los centros especializados de menores, por donde con
frecuencia pasan paulatinamente todos los hermanos. No es raro que también el padre o la
madre, o los dos, sean antiguos alumnos de un centro similar.
En los colegios públicos de E.G.B. del extrarradio también tienen conocimiento de su
existencia; aunque más por las veces que el profesor pasa lista que por los días en que
puede preguntarles la lección, sabérsela puede ser un milagro y acabar la E.G.B.
imposible.
Cuando crecen y llegan a los 15-16 años empiezan a ser bastante conocidos en los
tribunales tutelares, en las comisarías, en los centros penitenciarios y en los de asistencia
psiquiátrica, en el mundo del tráfico de drogas y de los ajustes de cuentas.
Con el tiempo tendrán hijos que, a su vez, reproducirán el mismo proceso de
marginación. Sencillamente porque entre una y otra generación no ha mediado ninguna
intervención social eficaz y global que rompa el proceso.
Pertenecen al estrato inferior de nuestra sociedad industrial, que vive en una situación de
carencia económica extrema, con escasas posibilidades de acceder a los bienes y recursos
en la comunidad, con una calidad de vida muy baja en contraste con esa sociedad. Puede
decirse que cuanto mayor es el nivel medio de la sociedad la distancia que separa a este
sector de la población es también mayor.
2. ¿CÓMO SON?
2.1. Descripciones espontáneas.
Si observamos a estos niños y adolescentes "de la calle" veremos que son chicos como
los demás: movidos, juguetones, saltarines. Si preguntamos su opinión a personas que los
han tratado más de cerca, como los profesores o educadores, nos dirán que son mucho
más difíciles de educar que los niños de clase media. Los describen como distraídos,
inconstantes, inclinados a los juegos violentos, fáciles para la agresión física; en el terreno
de los aprendizajes escolares, dicen, no tienen motivación, no entran a clase; si lo hacen, o
están pasivos, o molestando a los demás. También suelen decir que son de reacciones
irregulares e imprevisibles, sin venir a cuento se enfadan por una nimiedad que otras veces
no le dan importancia, o por el contrario explotan de alegría incontenible por cosas sin
importancia.
En contraste con los niños de su misma edad pero de superior nivel social los profesores
suelen decir que no atienden a razones, que los reflexiones que surten efecto con aquellos
no lo hacen con estos; que el niño de la calle lo que mejor entiende es "el palo", que la
amenaza de llamar a sus padres o de expulsarlos del colegio les deja indiferentes o incluso
les alegra; y que las notas, el aprobar en junio o el repetir curso, les resulta tan lejano que
es lo mismo que hablarle a una pared. Y no digamos de los argumentos sobre «el día de
mañana", o el "estudia para luego tener un buen trabajo".
2.2.Opinan los expertos.
Estas apreciaciones de profesores y educadores no discrepan casi nada de las
descripciones que conocidos investigadores de la psicología han realizado de los niños de
clase social inferior.
El profesor J.L. Pinillos (1977) resalta en ellos los siguientes rasgos:
· Dificultades de lectura, malos hábitos de estudio.
· Dominan bien el lenguaje conversacional, pero no el lenguaje interior, más abstracto,
conceptual y estructurado.
· Pensamiento de tipo concreto, sobre realidades inmediatas. Razonamiento más
inductivo que deductivo. Dificultad para el análisis y la clasificación.
· Su comportamiento y las repercusiones temporales del mismo tienen unas perspectivas
temporales cortas.
· Inferioridad dei nivel de aspiraciones escolares en función de la correlativa percepción
de un futuro con menos oportunidades.
· La regulación o control de su comportamiento no se realiza tanto por procesos internos
cuanto por mecanismos de refuerzo externo.
J. Valverde (1980) realiza la siguiente caracterización del niño de un medio social inferior
en contraste con los niños de clase media:
- En los aspectos cognoscitivos la superioridad de la clase media es manifiesta en todo
excepto en aptitudes mecánicas, que son similares; las mayores diferencias se dan en
tareas abstractas, culturales-verbales y tipo de lenguaje. Distinta motivación para conseguir
metas, en función de las experiencias de éxito de los padres y de los modelos cercanos de
aprendizaje; el niño de clase baja tendrá sus experiencias de éxito en tareas muy distintas a
los de clase media. Por otra parte las clases bajas se centran más en lo inmediato y
concreto, con menor visión de futuro, manifiestan mayor impulsividad frente a la reflexividad
de las clases medias y altas.
- En cuanto a rasgos de personalidad J. Vaiverde señala que en los grupos
desfavorecidos predomina la ansiedad, búsqueda de seguridad, escaso autocontrol, fácil
expresión de la violencia y agresividad física, intereses prácticos, rígidos de criterio y
autoritarismo. En forma similar los describen otros muchos autores (J. de Ajuriaguerra,
1976; H. Bee,1978; Ph. E. Vernon,1972). Es interesante resaltar la visión que da F.
Riessman (1977) de los rasgos diferenciales del niño de la ciudad interior,,, precisamente
por darla toda ella en términos positivos: Fuerte desarrollo de los sentidos no-auditivos,
tales como el visual, el táctil y el cinestésico. Formas de comunicación no verbal bien
desarrolladas, tales como los gestos; están menos atados a las palabras. Mayor
expresividad en las situaciones informales espontáneas que en las estructurales y formales.
Respuesta positiva al aprendizaje en marcos de colaboración, como los planes en que los
niños enseñan a otros niños y los jóvenes instruyen a otros. Se acentúa en rendimiento en
los aprendizajes a través de la experiencia y la acción; una enérgica respuesta a los
programas de trabajo-estudio, de aprendizaje en el terreno y de aprendizaje por la acción.
Dejemos aquí este conjunto de descripciones de los rasgos más peculiares del niño que
ha nacido y vive en un medio social desfavorecido. Confío en que el lector haga fácilmente
una síntesis de las mismas y vea que las coincidencias son casi totales. Por mi parte, más
adelante, en el esquema interpretativo de estas formas de conducta intentaré también una
síntesis de las características cognitivas y reactivas de estos niños. Ahora pasemos a
hacernos una nueva pregunta que puede ser la clave para comprender al niño de la calle y
actuar con él.
3. ¿POR QUE SON ASÍ?
Durante muchos años, por no decir que hasta hace un par de décadas, las explicaciones
a la conducta de un individuo, o de un colectivo de características comunes, se han venido
buscando en uno de los dos polos enfrentados: en la persona o en la situación.
3.1. Explicaciones genetistas o personalistas.
Son numerosos los autores que han puesto el acento en el polo personal. Para ellos son
las características de la persona, su constitución, su genética, su organismo, quienes
explican mayoritariamente el hecho de tener unos rasgos intelectuales-cognoscitivos u
otros, el tener unas formas de reaccionar u otras. Las posturas genetistas más extremas (C.
Burt, 1961; H.J. Eysenck, 1967, 1979; A.R. Jensen, 1973, 1974; S. Car, 1980) atribuyen los
rasgos intelectuales y de personalidad a factores hereditarios sobre todo. Es la presencia
de determinadas características genéticas en el organismo (sistema nervioso
fundamentalmente) del individuo lo que hace que presenten unos rasgos u otros.
En concreto, en el caso de los niños de la calle si sus rasgos son inferiores, cualitativa o
cuantitativamente, a los de los niños de clase media es porque aquellos poseen una
dotación genética determinada que resulta menos apropiada para desenvolverse en esta
sociedad. Además la endogamia, el hecho de que se casen ordinariamente sujetos de un
mismo estrato social, hace que esas características genéticas de inferior calidad en los
sujetos de clase baja se vayan reforzando y consolidando, con lo cual el fenómeno, para
estos autores, se repite generación tras generación.
3.2. Explicaciones ambientalistas o situacionales.
En el polo opuesto nos encontramos con la línea situacionista. Para estos autores, cuya
sede fundamental ha estado en el conductismo extremo, la explicación radica en las
características de la situación en las que se produce tal conducta. Aún entre estos (L.J.
Kamin, 1978; Ch. Valentine, 1968) hay diferencias explicativas notables. Hay explicaciones
puntuales, concretas y lineales, que atribuyen a una característica del medio una forma de
conducta. Por ejemplo: están poco motivados para la escuela porque los padres no tienen
prácticamente estudios; o les cuesta aprender a leer porque en casa no hay libros ni
revistas, etc.. Como si una circunstancia ambiental concreta no estuviera profunda e
íntimamente interrelacionada con las restantes características del medio, o con gran parte
de ellas. Y como si un rasgo o forma de conducta no estuviera, también, en íntima
interrelación con otras manifestaciones comportamentales.
3.3. El modelo explicativo interrelacional.
Los estudios sobre la evolución psicológica de los niños de nivel social inferior adoptados
tempranamente por familias de clase media (J. Valverde y J. Fernández, 1986) con el
progreso notable que para ellos representa, nos descartan la influencia generalizada de los
factores genéticos. Por otra parte, las medidas más parciales, o no transformadoras de la
globalidad del contexto, como los internamientos o la mera escolarización, que difícilmente
suponen la superación de las limitaciones anteriores, nos inducen a pensar que no son
influencias puntuales del medio social quien determina el conjunto de características
psicológicas que veíamos antes en estos chicos.
La influencia del medio social en la conducta hay que considerarla a través del proceso
de socialización, considerando a este como un proceso global, interactivo y constante entre
un organismo hipotéticamente sano y un ambiente especifico homogéneo (A. Bandura,
1986).
No tiene sentido, y aunque lo tuviera será prácticamente imposible, pretender hacer un
análisis correcto de la persona por un lado, de la situación por otro y de la misma conducta
por otro. Veamos brevemente cada uno de estos tres componentes pero desde una
perspectiva interactiva.
3.3.1. La persona.
En primer lugar hay que tener en cuenta que cuando abordamos el conocimiento de una
persona, a poco tiempo que lleve de vida, no estamos ante un organismo puramente
biológico por su exclusiva dotación genética. Ese niño que tengo delante es la realidad
resultante del desarrollo de unos genes en un medio físico y social determinado. Igual que
el árbol que contemplo no es fruto sólo de las características que tenia la semilla plantada,
sino además de la tierra en que se sembró, del clima, de la influencia de la flora y fauna
circundante,...
Es decir, que cuando se atribuye un comportamiento a unas características de la persona
estamos implícitamente refiriéndonos a la dotación genética y a la vez al conjunto de
situaciones por las que ese individuo ha pasado a lo largo de su vida y a la huella que han
dejado en él.
Pero aún más, en la persona no sólo está presente la dotación genética y la trayectoria
histórica situacional, sino que la misma conducta a realizar está también interaccionando en
ella. La conducta a realizar, en la medida en que haya sido ejecutada anteriormente por el
sujeto o haya sido contemplada por él en otros, ha producido ya unos efectos en la persona
en términos de satisfacción o insatisfacción, de consecuencias que puede desear repetir o
no. Por tanto esta conducta que la persona se dispone a realizar tiene unos antecedentes
históricos que forman ya parte de la persona misma. Pero el proceso de interacción entre
persona y conducta no está sólo en el pasado y en su conexión con el presente, sino
también en el futuro. La conducta presente, en cuanto posible, tiene unas metas y genera
unas expectativas en el sujeto que la va a realizar. Expectativas que son satisfacción de
necesidades, búsqueda de gratificación o evitación de conflicto, adaptación al medio, a
nuevas situaciones.
Si la persona es una realidad interactuante con situación y conducta, la situación también
lo es.
3.3.2. La situación.
El contexto en el que una persona realiza una conducta determinada tampoco es
aséptico ni cerrado en si mismo respecto a los otros dos elementos. Podemos pensar en la
situación como circunstancias externas, fisicas y materiales, en que se ejecuta una acción,
pero sobre todo si consideramos el contexto social-interpersonal la interacción es
especialmente clara e importante (R. Moos, 1986).
La situación social en la que va a realizarse esta conducta es consecuencia, hija y
heredera, la mayoría de las veces, de las conductas anteriores de la persona en
situaciones similares o contrapuestas. Las conductas precedentes son las que han dado
lugar, en buena parte, a la situación actual. Y a su vez la conducta presente va a poder
modificar o mantener el estado situacional posterior.
Por otra parte. esta situación concreta no tiene un valor universal, no es independiente
de la persona que se encuentra en ella no es la misma situación (aunque en abstracto lo
parezca) para cualquier persona Ante todo, y esto es algo que ya planteó K Lewin (1935) y
en lo que insiste actualmente D. Magnusson (1981), una situación determinada adquiere
significado motivador o explicador de una conducta según cómo la perciba la persona
afectada por ella. Esta vivencia de la situación es la que explica el hecho de que dos
personas de trayectorias distintas reaccionen de manera diferente ante situaciones
objetivamente idénticas. Y también explica el que haya semejanza de comportamientos ante
situaciones ambiguas por parte de sujetos de trayectorias vitales parecidas.
3.3.3. La conducta.
Con lo dicho en los dos apartados anteriores no es difícil considerar que la conducta
influye en y es influenciada por persona y situación.
La conducta influye en la persona porque efectivamente después de cada conducta
realizada el individuo sale reafirmado o modificado en sus características personales. Y la
conducta es influida por la persona en el sentido de que va a ser ejecutada de una manera
u otra en función de las habilidades, objetivos, etc. que el sujeto haya adquirido en su
proceso madurativo y socializador anterior.
La influencia de la situación en la conducta no requiere gran explicación. Dos situaciones
distintas generarán conductas diferentes. Únicamente hay que tener en cuenta lo dicho
antes: que no es la situación objetiva sino la vivencia por el sujeto la que tiene influencia en
la conducta La conducta, a su vez, influye en la situación en la medida en que las
situaciones subsiguientes van a depender de la conducta que ahora realice el individuo, de
cómo la nueva conducta modifique el contexto. incluso, en la medida en que la conducta
actual no es instantánea sino que es pensada, iniciada y captada la reacción del entorno,
es decir, en la medida en que la misma conducta es un proceso va modificando el contexto
situacional presente al mismo ritmo en que va siendo realizada
Conviene hacer notar aquí que la gama de comportamientos humanos es muy variada. El
esquema interaccional que exponemos aquí no es aplicable a las conductas más
elementales, instintivas o reflejas, sino a las más complejas, y cuanto más lo sean más
aplicable resulta: a los procesos de adquisición de lenguaje, al aprendizaje escolar, a la
adquisición espontánea de conocimientos. a los comportamientos sociales y de
convivencia,...
4. APLICACIÓN DEL MODELO INTERACCIONAL A LA CONDUCTA INFANTIL EN UN
MEDIO SOCIAL DESFAVORECIDO.
Para llegar al análisis práctico y a la intervención, en el esquema interaccional que antes
veíamos es necesario hacer un desdoblamiento de los dos elementos básicos
determinantes de la conducta: la persona y la situación, o si se prefiere, organismo y medio
ambiente.
El desdoblamiento del organismo:
El primero de los polos, la persona o el organismo, presenta dos facetas claramente
diferenciables, pero que en la práctica se confunden con facilidad. Por una parte tenemos
el conjunto de sistemas orgánicos que configuran el cuerpo humano: sistema nervioso,
motor, respiratorio,..., que están básicamente determinados por la herencia pero
desarrollados a lo largo de la vida en función de circunstancias y experiencias muy
diversas, según vimos antes. Por otra parte tenemos una serie de capacidades, aptitudes o
habilidades, tales como el lenguaje, el razonamiento, la emocionabilidad, la impulsividad,
agresividad, etc., que son inseparables de aquellos sistemas orgánicos, más aún son la
expresión vital y comportamental del organismo. Ahora bien, este conjunto de capacidades
y habilidades comportamentales (a las cuales llamaremos en adelante características o
variables cognitivo reactivas, porque suponen las capacidades de conocer y reaccionar el
individuo ante las situaciones) ya quedan más alejadas de la dotación genética que las
estructuras y sistema que las sustentan, y más influenciadas, conforme avanza la vida, por
las características del medio en que se desarrolla el organismo.
El desdoblamiento de la situación:
Por lo que respecta al polo de la situación el desdoblamiento es igualmente
imprescindible para entender la interacción y actuar sobre ella. Un contexto situacional en
el cual se desarrolla un individuo presenta una serie de características estructurales,
objetivas, que son las primeras que saltan a la vista. En el caso del medio social
desfavorecido son las características sociológicas peculiares de la clase social más baja.
Las llamaremos características objetivas del medio social por el fácil acceso que hay a
ellas. Pero junto a estas características objetivas, si profundizamos en el conocimiento de
ese medio social, veremos que hay una amplia gama de formas de desenvolverse o de
estilos de vida peculiares de ese medio, que son inseparables de él y derivadas de las
características objetivas anteriores. A estas formas de desenvolverse o estilos de vida las
llamaremos características funcionales del medio social.
Por tanto el planteamiento inicial de interacción entre herencia y medio ambiente, o entre
persona y situación, queda matizado en cuatro variables que se influyen recíproca y
escalonadamente según el siguiente esquema:
Veamos a continuación el contenido de cada una de las cuatro variables determinantes
de la conducta, y la relación existente entre ellas, referidas al medio social desfavorecido en
el que se desarrollan los niños de la calle.
4.1. Características objetivas de este medio social.
Estas características objetivas son las que se derivan directamente de la posición social
del individuo dentro de la estructura de la sociedad en la que vive. Son, por tanto,
características eminentemente sociológicas y demográficas. Son fácilmente constatables y
a partir de ellas suelen obtenerse de manera objetiva los índices de características de
estatus.
Dentro de este conjunto de características, las primeras y más importantes son las que
constituyen la situación económica: ingresos y trabajo.
Los ingresos por definición y sin necesidad de establecer límites o comparaciones son
siempre, en este medio social, reducidos e inciertos. Reducidos quiere decir insuficientes
para cubrir satisfactoriamente las necesidades básicas de los miembros de la unidad
familiar; nos movemos, por tanto, en situaciones de acusada pobreza. Inciertos porque o
bien no responden a un empleo estable o porque este está sujeto a los frágiles mecanismos
de regulación.
El trabajo, además de estar íntimamente vinculado con los ingresos, se caracteriza sobre
todo por el hecho de ser exclusivamente manual, basado en la fuerza y resistencia física,
nada cualificado y de contenidos sucios o desagradables a los sentidos. Al mismo tiempo, e
inseparable de lo anterior, encontramos que se trata de trabajos eminentemente
subordinados, el último escalón del proceso productivo, y repetitivos, rutinarios, sin un
margen mínimo a la iniciativa personal y a la toma personal de decisiones importantes. Lo
cual da lugar a una visión inmediatista, poco general, de la dinámica productiva.
Un trabajo de tales características a la fuerza hay que considerarlo poco gratificante. La
única gratificación es la del salario, pero este ya sabemos que es escaso y que puede faltar
con facilidad. Es un trabajo que no puede considerarse "actividad creadora" sino que
responde a la concepción del "ganarás el pan con el sudor de tu frente".
Intimamente relacionadas con la situación económica están las condiciones de urbanismo
y vivienda, y esto no por gusto sino por ley de la oferta y la demanda. La vivienda es
forzosamente reducida, con escasez de piezas y servicios de hogar, y que no puede facilitar
espacios de índole mínimamente personal. La ubicación de este tipo de viviendas se
encuentra o en los sombríos barrios del casco antiguo de la ciudad o en las zonas
suburbiales de la misma (la vivienda de zona rural. y en general toda la caracterización de
ese medio, habría que verla desde parámetros distintos). En tales zonas, antiguas y
suburbiales, de la ciudad es notable la deficiencia y carencia de servicios de barrio de todo
tipo: materiales, culturales y asistenciales.
Otra característica fácilmente constatable en este medio social, a su vez interrelacionada
con la situación económica en reciprocidad de causa y efecto, es el nivel de instrucción de
los adultos que lo componen y que rodean al niño: el analfabetismo total y los bajos niveles
de escolarización y capacitación laboral de los miembros de la unidad familiar y del contexto
barrial.
Entrando en otras facetas, encontramos, como característica objetiva de este medio, la
unidad familiar con un elevado número de hijos, unido con frecuencia a la presencia de
abuelos y, a veces, hijos de los hijos. Esta característica fácilmente constatable por
observación y a nivel censal, combinada con el reducido tamaño de la vivienda nos da unos
índices de hacinamiento notables que acentúa la falta de espacios personales y la
conflictividad intrafamiliar.
En la medida en que el medio social inmediato al niño está formado en gran parte por
personas adultas, se han de incluir aquí las pautas de funcionamiento habitual de esos
adultos. Hay que considerar una característica de influencia directa del medio la presencia
en el mismo de padres y adultos (amigos también) imbuidos de las características
funcionales de ese entorno. Es importante constatar esta circunstancia porque, además de
la relación que enseguida veremos entre variables objetivas y funcionales del medio, buena
parte de la interrelación entre ambas y de la asimilación que el niño hace del medio es a
partir de esas figuras referenciales y de los procesos de aprendizaje directo y por modelos
que ellas le facilitan. Estos adultos son un punto fundamental de unión entre características
objetivas y funcionales, por eso todo planteamiento serio de intervención tendrá que incidir
en ellos.
Para que esta caracterización del medio que acabamos de hacer tenga el proceso de
influencia en la conducta y en el individuo que estamos analizando, no puede ser un
conjunto de circunstancias (tampoco tendría sentido uno o dos rasgos aislados de los
demás) de aparición reciente y súbita. Por esta razón el esquema procesual no es aplicable
al fenómeno actualmente derivado del masivo desempleo, a los así llamados "nuevos
pobres". Para que el esquema resulte explicativo hay que aplicarlo en el supuesto de que el
niño nace y se cría en un medio social de las características enunciadas, y que, de alguna
manera o grado, sus padres y figuras referenciales han vivido también antes en un medio
similar.
Podemos, en fin, sintetizar todas las características objetivas de ese entorno como un
medio azaroso, incierto, duro e inclemente para la persona que se desarrolla en él.
Al mismo tiempo hemos de considerar, y cada vez más, que ese medio es valorado por
las personas que viven en él no sólo en sí mismo sino también, y mucho, en relación y
contrapunto a las características también objetivas de otros medios sociales distantes de él,
pero cercanos y conocidos a través de la comunicación social. Estos otros entornos
sociales podrán resultar, en ese contrapunto, admirados despreciados o envidiados, pero
ciertamente inaccesibles para los miembros del estrato inferior.
4.2.Características funcionales del medio social desfavorecido.
Por características funcionales hay que entender ya formas de conducta, o mejor pautas
de actuación, pero no del niño o niños que estamos estudiando, sino del entorno social en
el que se producen los procesos interaccionales de socialización y maduración. las
variables funcionales son aquellas formas de conducta, de organización del medio social,
son aquellos estilos de vida que resultan más económicos, en términos de posibilidades de
placer-displacer. Imaginemos a una persona intentando vivir en un medio social como el
que hemos descrito antes, pero con esquemas de clase media. Estará abocado a una
frustración total y a un sentimiento radical de impotencia, ridículo y vergüenza.
Estas variables funcionales, o modo de funcionar en un medio social deprimido, se
derivan en buena parte de las características objetivas de ese mismo entorno. Pero, a su
vez, funcionar de esa manera contribuya a seguir viviendo en ese medio social y a ser
considerado por los demás de tal estatus. Al mismo tiempo es la única forma de sobrevivir
en él con las posibilidades que allí se dan. Ahí podemos apreciar la influencia mutua entre
las características objetivas y las funcionales, y la dificultad para facilitar la promoción
social desde dentro.
Entre las características funcionales de un medio social deprimido hemos de reseñar en
primer lugar las relativas a pautas de alimentación: cantidad y calidad de alimentos, forma y
frecuencia de los mismos, etc.. Junto a ella la higiene personal y ambiental, de vivienda y
zona urbana; y los cuidados sanitarios suministrados tanto en el ámbito familiar como en el
institucional. La alimentación, la higiene y la sanidad vienen mediatizadas por las
circunstancias económicas y de instrucción de los padres, pero junto a estos determinantes
básicos se asocian otras variables funcionales como las que incluimos en el grupo de
"concepción de vida", como creencias mágicas, planificación, rechazo a las instituciones, o
en el de "experiencias selectivas" o en el de ''comunicación familiar". Conviene caer en la
cuenta de las fuertes implicaciones entre los diferentes elementos del conjunto.
Lo peculiar de estas primeras características funcionales enunciadas es la posibilidad
que tienen, si llegan a situaciones extremas o muy prolongadas, de influir directamente (sin
mediar los cognitivos reactivas) en el organismo a niveles muy diversos. Las consecuencias
más evidentes se aprecian en la relación peso/talla, pero también en los déficits
sensoriales, auditivos y visuales, por falta de higiene y por enfermedades, con frecuencia
sencillas pero mal curadas (R. Alonso, A. Bueno y M.J. Frau, 1988). A nivel de maduración
del sistema nervioso se pueden constatar repercusiones en la psicomotricidad fina y en el
desarrollo del lenguaje (inmadurez, dislalias, dislexias). Lo importante de la influencia
directa de estas variables funcionales en el organismo es que con ellas se crea un circuito
corto de interacción entre medio social-organismo-conducta, donde las variables
cognitivo-reactivas quedan no entre el medio social y la conducta sino directamente entre
organismo y conducta.
Las restantes características de funcionamiento en un medio social desfavorecido tienen
su influencia en la conducta y en el organismo a través de las variables cognitivo-reactivas.
Entre ellas las primeras que resaltan, y quizás las más estudiadas una a una, son las
relativas a la organización del medio familiar (J. Lautrey, 1985), el estilo de disciplina
imperante en ese medio social y las peculiaridades de la comunicación intrafamiliar (B.
Bernstein, 1960, 1961, 1969; W. Labov, 1977).
Es bastante lógico que la organización del medio familiar sea poco flexible en un contexto
social como el descrito antes. Para que haya flexibilidad en la organización ha de haber
pluralidad de posibles alternativas; hay que tener visión de largo alcance en los procesos;
hay que disponer de muchos datos y posibilidad de ponderarlos todos,...Cuando todo esto
no está disponible, la forma más adaptativa de organizarse es o la extremadamente rígida,
inflexible, o la anómica. Supuesto que una organización flexible implica que hay, para las
cosas importantes, una normativa básica (en comidas, sueño, ocio,...) pero que tal
normativa puede ser exceptuada si se dan unas determinadas circunstancias. Esta
organización del medio familiar abarca también la estructuración física y personal del
espacio disponible, y ya hemos visto las limitaciones que este medio impone para ello.
Si pasamos ahora al estilo de disciplina imperante veremos que guarda una íntima
relación con la organización del medio. No podía ser de otra manera. La disciplina ha de ser
casi necesariamente rígida, basada en el refuerzo físico aversivo (castigo físico)
fundamentalmente, y esto por un cúmulo de razones que están implícitas en las
características objetivas dei medio, e íntimamente relacionadas con otros rasgos
funcionales. Ahora bien, esta rigidez disciplinar con mucha frecuencia está asociada a la
incongrurencia del criterio de aplicación. Por la acción que un día el chico recibe una paliza
fenomenal al día siguiente no ocurre nada, o incluso se le ríe la gracia, o es el mismo adulto
quien lo realiza.
La comunicación intrafamiliar suele resumirse en un código lingüístico peculiar, de
vocabulario reducido, poco abstracto y poco matizador, con predominio de la frase
afirmativa e imperativa. En cambio la comunicación no verbal es rica por la frecuente
exteriorización de las emociones; siendo esta exteriorización, por lo general, explosiva tanto
en formas como en intensidad. Todo esto va unido a una notable dificultad de intimidad
personal, a la imposibilidad de aislarse consigo mismo, que permita la reflexión y la
clarificación de los sentimientos que no se saben o no se pueden expresar.
Otro gran grupo de características funcionales en este medio social lo podemos
denominar selectividad de experiencias, en el sentido de que el medio social en el que vive
le selecciona forzosamente la gama de experiencias que va a poder vivir intensamente.
Esta selección de experiencias tiene lógicamente su origen en las posibilidades que le
ofrece el medio, tanto físico como social aquí íntimamente unidos.
Entresacamos sólo algunas, como las más evidentes en relación con la caracterización
objetiva anterior: predominio de las experiencias de manipulación de objetos frente a la
dificil manipulación de palabras y conceptos; abundancia de experiencias de fuerza y de
convivencia con el mundo animal; en otro plano, también muy importante, experiencias de
ser rechazado y experiencias de frustración. La conrespondencia e interacción de estas
experiencias selectivas con las características objetivas del medio, por una parte, y con las
variables cognitivo-reactivas, por otra, no requiere mayor empeño. La diferencia con el niño
de clase media radica en que este es posible que tenga acceso directo a las experiencias
del niño de clase inferior, mientras que a la inversa es mucho más difícil.
Especial importancia tienen, como en cualquier contexto educativo y socializador, los
modos de gratificación que se emplean preferentemente en el medio social deprimido. Ellos
van a significar en el presente y en el futuro su forma habitual de establecer metas e
incentados, así como sus mecanismos de autovaloración y recompensa. Encontramos que
tales modos estás compuestos de pequeñas gratificaciones de satisfacción inmediata Y
esto es así porque tal medio difícilmente puede ofrecer grandes medios económicos y de
todo tipo, posibilidades de previsión y control de las circunstancias. Elementos todos ellos
que no están precisamente muy al alcance de los estratos sociales inferiores por sus
características objetivas y por la concepción de vida que veremos a continuación. Tan
importante como la pequeñez e inmediatez de las gratificaciones, es el hecho de que estas
lleguen con harta frecuencia más asociadas al azar y a la suerte que al esfuerzo dei propio
individuo. Todo lo cual es, por una parte, coherente con las características directas del
medio y con las variables cognitivo-reactivas. Conductas aparentemente absurdas, como la
de esa familia (todos conocemos alguna) que tras un golpe de suerte en los "ciegos" o tras
unos ingresos obtenidos en un trabajo eventual, emplean ese dinero en la adquisición de
un televisor en color o un coche de última mano, sin reparar en otras necesidades mucho
más perentorias o de previsión de futuro. No son conductas absurdas, tienen su lógica
interna en los modos habituales de gratificación en esa familia y en ese medio social. Como
no tiene sentido decirle a un niño de esa extracción social "no te comas ahora el caramelo,
guárdatelo para después de cenar" y no tiene sentido por razones obvias de su propia
realidad. Sin embargo es una frase típica y llena de sentido en la clase media.
Otro grupo de características funcionales es el que podemos denominar como
concepción de vida. Es una agrupación de rasgos relacionados con algunas otras
características funcionales del medio social desfavorecido. Nos encontramos con
abundancia de creencia mágicas de todo tipo, marcadas supersticiones y una forma muy
elemental de religiosidad. Ante el gran número de enigmas e incertidumbre que rodean su
vida, este suele ser su marco de referencia. Antes hemos encontrado en el plano de la
acción la escasa posibilidad y utilidad de la planificación a medio o largo plazo. En el
terreno del pensamiento, cuando los fenómenos y los acontecimientos de la vida superan
las posibilidades de explicación por parte de los individuos, como ocurre entre los pueblos
primitivos, la coherencia lógica queda suplida por las fuerzas del azar, por las creencias
mágicas y el fatalismo.
En el plano social-institucional es frecuente encontrar el rechazo y la desconfianza hacia
las principales instituciones de la sociedad general, aunque en este terreno habría que
introducir importantes matizaciones, sobre todo mirando a nuestro país concreto.
Relacionado en parte con lo anterior y muy enraizado en características objetivas del medio
está la escasa valoración de la instrucción, tanto en la etapa preescolar como en la escolar
y en la capacitación para un puesto de trabajo.
El último grupo de características funcionales es una síntesis parcial de todas las
anteriores. En la medida en que los modelos de identificación y aprendizaje están saturados
de las características funcionales descritas, se convierten tales personas en mediadores
entre el ambiente y la conducta. Ahora bien, los modelos de identificación y aprendizaje que
encuentra el chico de nivel social inferior no son, hoy día, sólo los que le ofrece la sociedad
a través de los medios de comunicación social. Podemos apreciar fácilmente que entre
unos modelos y otros se dan claras contradicciones. Tales modelos pueden resultar
contradictorios tanto en los valores que representan como en los medios de que disponen
para conseguirlos. Y pueden resultar contradictorios, también, en la fuente de atracción que
tienen para el chico. En unos modelos la fuente de atracción es el afecto y en los otros es
el prestigio. La resultante de conducta que puede surgir tras estos procesos contradictorios
de modelado no debe extrañar que sea, cuando menos, confusa, ambivalente y
desconcertante.
Es importante resaltar antes de finalizar este apartado que es a todas luces insuficiente
analizar y relacionar aisladamente una característica funcional respecto de una variable
objetiva de estatus o respecto de una variable cognitivo-reactiva. Lo importante es la mayor
o menor plenitud del conjunto, tanto como caracterización funcional del medio, cuanto
respecto a su influencia en la conducta a través de las siguientes variables.
4.3. Características cognitivo-reactivas.
Creo necesario recordar que estas variables cognitivo-reactivas, que son las más
frecuentemente exploradas e investigadas desde la psicología y que se las considera
mediadoras entre el individuo y la situación, no son ajenas a las influencias del medio,
también, entre las situaciones y la conducta, aunque sean variables propias de la persona.
En realidad representan una forma de pervivencia del medio en la persona que realiza la
conducta; a la vez que la forma que tiene la persona de relacionarse con su medio a través
de la conducta.
Una enumeración agrupada de las características cognitivo-reactivas del
muchacho-adolescente de un medio social desfavorecido nos lo describiría
aproximadamente de la siguiente manera:
A) ASPECTOS COGNITIVOS
· Pensamiento concreto: razona sobre elementos cercanos, reales y tangibles. Le cuesta
generalizar y abstraer. No razona sobre elementos, palabras o proposiciones abstractas.
· Razonamiento intuitivo: global, sintético. Sin comprobar la reversibilidad del proceso, o
analizar los matices y elementos complementarios.
· Aptitudes verbales de código restringido: palabras cotidianas y de argot abundantes.
Frases cortas, coordinadas, enunciativas e imperativas. Expresiones gráficas y
onomatopéyicas propias (creativas). No utilizan palabras abstractas, ni pluralidad de
adjetivos y adverbios para matizar. Tampoco frases largas o de subordinación.
· Amplia comunicación no-verbal: gestos, mímica, ademanes, posturas,...
· Curiosidad Intelectual pragmática: Le interesa más el cómo y el para qué de un
fenómeno o artefacto; sin preguntarse por el qué y porqué del mismo.
· Desarrollo notable de la motricidad gruesa y de las habilidades kinéticas de rapidez,
fuerza y equilibrio. La motricidad fina, en cambio, la desarrollan de forma tardía e
imprecisa.
· Necesidad de metas a corto plazo, de ver pronto el fruto de su pequeño esfuerzo. No le
sirven las metas a largo plazo.
· Motivación por necesidades inmediatas y útiles. La motivación de logro, de superación
personal, tiene escasa fuerza para él.
· Campo de intereses muy circunscrito a las experiencias que ha vivido, más que a las
expectativas.
B) ASPECTOS REACTIVOS:
· Reacciones primarias, impulsivas y rápidas. La reflexividad les cuesta, difícilmente es su
reacción espontánea.
· Fuerte expresión emocional, tanto de los sentimientos positivos como de los negativos.
Es bastante fácil conocer sus estados de ánimo, aunque puede desconcertar la intensidad
del mismo valorado desde otros esquemas.
· Dureza de carácter: no hieren especialmente su sensibilidad hechos o situaciones
desagradables (sucias, sangrantes, abusivas,...) por estar habituado a ellas. Por el
contrario puede herir él la sensibilidad de personas de otro contexto sin haber pretendido
tanto.
· Baja resistencia a la frustración: se hunde fácilmente y le cuesta encontrar caminos
positivos de superación cuando no se cumple algo muy esperado, recurriendo entonces a
mecanismos de defensa muy elementales: negación del conflicto o de la realidad,
agresividad extra o intrapunitiva. Difícilmente racionaliza por sí mismo.
· La expresión de la agresividad es más frecuentemente física. La agresividad verbal es
directa, no larvada.
· El control de la vida y de su propia actuación lo sitúa en fuerzas personales o
impersonales ajenas a él. Tarda más que otros en llegar a ver que él puede controlar parte
de su vida y de sus acciones.
· Fácilmente influenciables por las situaciones, contextos y personas. Fruto de esta
característica y del "control externo" de su actuación suele presentar una normativa interior
muy elemental (ojo por ojo), poco critica y menos autocrítica, y poco generalizada.
Es difícil denominar cada una de las variables cognitivo-reactivas en términos positivos, o
simplemente neutros. Lo he intentado así, al estilo de Riexman que veíamos al comienzo de
estas páginas, pero en algunos rasgos resulta casi imposible por la connotación peyorativa
que arrastran bastantes de ellos, aun dentro de la tradición científica. En parte, también,
por la asociación positiva de los opuestos con las características propias de la clase media
y superior.
4.4. El organismo.
El componente orgánico del ser humano ha sido siempre, y es lógico que lo sea, la sede
de las características genéticas que intervienen en la conducta. Es el sustrato fisiológico
del comportamiento en cuanto elemento receptor y elaborador de la información recibida del
exterior y en cuanto instrumento de expresión de la respuesta.
Pero esta realidad orgánica de origen genético no puede ser considerada, ni aun en sus
partes más íntimas, una caja negra" herméticamente cerrada, aislada completamente de las
influencias del exterior.
Es día a día inevitable la consideración del hombre no ya como un ser psicobiológico por
una parte y psicosocial por otra, sino como una realidad global bio-psico-social. Las tres
facetas forman un todo, y no puede haber un fenómemo importante y duradero que afecte a
una faceta sin encotrar su eco en las otras dos. No como tres elementos de un conjunto
abordables por separado, sino como un conjunto con tres elementos inseparables y
recíprocamente interactuantes.
Hablando del organismo humano sin duda es el sistema nervioso el que asume la
responsabilidad del control de la conducta, aunque esta se exprese a través de todos los
miembros y órganos, y aunque la realidad exterior nos llegue por medio de los sentidos,
aspectos que también se han de considerar en esta variable.
Todo lo que altere el funcionamiento del sistema nervioso se reflejará en el
comportamiento del individuo. Pero al mismo tiempo un sistema nervioso al que se le haga
funcionar continuamente de un forma determinada (la plasticidad es una característica
básica del sistema nervioso) por las exigencias del medio, acabará convirtiéndola en su
manera de actuar, en detrimento de otras posibles.
En este sentido las variables cognitivo-reactivas son por una parte la expresión de la
forma de funcionar el sistema nervioso y, por otra, son la expresión resultante de la forma
de desenvolverse el individuo en un medio determinado.
Ya vimos que algunas características funcionales del medio: alimentación, higiene,
sanidad, podían tener una incidencia directa en el organismo a través dei desarrollo y
maduración de todo el sustrato somático de la conducta, en especial del sistema nervioso
(W.T. Greenough, J.E, Black y Ch. S. Wallace, 1987). A la inversa también se da esta
influencia directa cuando limitaciones orgánicas, genéticas o adquiridas, condicionan
determinadas formas de desenvolverse en el medio: ceguera, sordera, invalidez,
enfermedades de larga duración o elevado riesgo.
5. CONCLUSIONES PRÁCTICAS Y PERSPECTIVAS DE INTERVENCIÓN.
No podemos quedarnos en la mera construcción de un modelo explicativo de la conducta
por claro y comprensivo que resultase. Detenerse ahí podría incluso, por justificativo,
resultar paralizante. El esquema interaccional que hemos propuesto tiene evidentes
traducciones prácticas que cada uno debe sacar según el ámbito perspectiva desde donde
se sitúe respecto al niño de la calle. A continuación ofrecemos, sin pretensión de agotarlas,
algunas conclusiones prácticas que encierran a su vez líneas de intervención desde una
perspectiva interaccional y considerando la complejidad del tema propuesto:
a) Los determinantes de la conducta no inciden por separado, ni ellos mismos son
independientes entre sí. Lo primero que nos ha venido a decir todo el esquema explicativo
anterior es que si aquellos niños del medio social más bajo fracasan en la escuela o acaban
con frecuencia en la delincuencia o reproducen en sus hijos la marginación en que ellos
nacieron, no lo hacen porque tengan unas cualidades genéticamente inferiores a los
demás. Por tanto no hay que darlos como casos perdidos, en los cuales no merece la pena
invertir esfuerzos personales y económicos.
También hay que cuestionarse que no basta con incidir de manera paliativa y asistencial
en las características objetivas del medio social desfavorecido. Esto sería insuficiente y,
según como se realice, contradictorio. Incluso nos plantea la posible ineficacia de los
métodos terapéuticos o de modificación de conducta aplicados a estos niños en la escuela,
en gabinetes psicopedagógicos o en las residencias de menores, si no van acompañados
prioritariamente de la modificación de las características funcionales del medio.
b) Es necesario un abordaje global del problema, tanto a nivel individual como de
colectivos. Este abordaje global afecta tanto a los interesados, como a los diversos
profesionales (médicos, maestros, trabajadores sociales, psicólogos, educadores,...) que
hayan de intervenir, y afecta de manera importante a los responsables de la política social
en sus distintos niveles.
La intervención en el medio social desfavorecido, si quiere atajar el proceso de
marginación infantil, ha de abarcar el contexto social estructural y funcional de la conducta
del niño y del grupo familiar, y ha de ofrecer una calidad elevada para preservar el
desarrollo del mismo organismo. Tiene que ser tarea multiprofesional integrada, y tiene que
ser un objetivo prioritario de la política social de un estado.
c) Es fundamental intervenir en el contexto situacional además de en el estrictamente
personal. Tal como hemos visto en el proceso interaccional anterior resultarán bastante
superfluos los proyectos de intervención que tengan su objetivo exclusivo en cambiar las
características cognitivo-reactivas del niño. Es necesario incidir en el ámbito familiar y
barrial simultáneamente.
La frecuente evaluación negativa de las intervenciones centradas exclusivamente en el
niño tienen aquí su explicación. Tanto si se trata de aulas de atención especial, como de
planes de educación compensatoria, o del internamiento del menor en una miniresidencia o
de su adscripción a un centro de día, da igual; si en paralelo no se trabajan las
características funcionales del medio familiar y barrial, tales servicios serán un paraguas
que les aísla del chaparrón durante un período de tiempo más o menos largo. Pero antes o
después el paraguas hay que cerrarlo, y el muchacho volverá a estar como antes, calado.
d) Precisamente porque se trata de un proceso de interacción, el desarrollo del fenómeno
supone una cadena de incremento. Para cortar esta cadena es imprescindible la actuación
precoz, cuanto antes mejor. En psicología y en salud, en general, es más sencilla y menos
costosa, en todos los sentidos, la prevención que la recuperación.
Curiosamente en la actualidad de nuestro país el problema de los niños de la calle no se
afronta, a no ser en casos de abandono o malos tratos graves, antes de su ingreso en la
escuela de E.G.B. y con más frecuencia después de dos o tres años en ella. Esto es
demasiado tarde en muchos casos. Un organismo tan sumamente plástico -moldeable y
adaptable- como es el del niño interactuando durante siete u ocho años con un medio
social tan deteriorado, a la fuerza ha de llegar a deterioros irreversibles.
La actuación precoz ha de centrarse sobre todo en programas de prevención, incidiendo
en las características funcionales del medio a través de escuelas de padres, de educación
para la salud, de los cursos de alfabetización o de graduado escolar para adultos. Cabe,
incluso, detectar desde las maternidades o desde centros de atención primaria de la salud
las familias de alto riesgo social e iniciar con ellas apoyos específicos con el mimo horizonte
de modificar las características funcionales del medio familiar (S.l. Greenspan y Otros,
1987).
e) Conviene, en fin, tener en cuenta que cualquier programa o servicio que se plantee
debe preverse y evaluarse no sólo ya en términos de si satisface o suple una necesidad del
individuo o del colectivo interesado, sino principalmente viendo si va a modificar
positivamente las características objetivas globales y sobre todo las funcionales. En la
medida en que se consiga esto, el programa o servicio pasará de ser meramente asistencial
a convertirse en un instrumento promocional: de promoción social, generador de calidad de
vida y de formas nuevas de conducta.
Bueno-Bueno-Agustín _CRISTIANISME 33
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