Comentario al "Padre Nuestro",

la oración del Señor

Juan Pedro Olivi

Si queremos ponderar la excelencia de la oración del Señor, transmitida en Mt 6, 9-13, advirtamos que contiene, de modo eminente y perfecto, tanto la materia como la forma de la oración.

LA MATERIA

1. - Comencemos por ilustrar cómo contiene perfectamente la materia de la oración.

En sus siete peticiones encontramos todo lo que debemos pedir a Dios,

lo esencial

Examinémoslo brevemente.

el nombre de Dios

Esto se realiza cuando decimos: sea santificado tu nombre.

Por nombre entendemos la majestad significada con el nombre. Queremos que éste sea de tal modo alabado y glorificado que sea reconocido santísimo. Así lo confiesan los espíritus supremos y seráficos cuando en cielo dicen continua y enérgicamente (Is 6, 3): "Santo, Santo, Santo el Señor Dios del Universo".

Como Dios es alabado dignamente solo por los santos y es honrado sobre todo en su santidad, por esto la oración no afirma que Dios sea glorificado de un modo cualquiera, sino en específicamente con las palabras: sea santificado tu nombre.

La majestad de Dios debe ser honrada hasta el punto que no podemos pronunciarla sin suma reverencia y honor. Por eso es mejor decir: sea santificado tu nombre que "tu majestad".

Amamos y deseamos para Dios la gloria que tiene en sí esencialmente. Con dicha expresión no nos referimos a la gloria que no le puede ser dada ni quitada, sino pedimos que le sea tributada aquella gloria que puede acrecentarse - por su gracia - por medio de sus creaturas y en sus creaturas.

Si es lícito hablar en estos términos, de ese modo podríamos concebir un incremento de la gloria divina.

Después de Dios debemos querer sobre toda otra cosa el bien de nuestras personas, y amar sobre toda otra cosa a nosotros mismos. Como deseamos conseguir el bien divino, eterno, sumo, consecuentemente en la segunda petición pedimos el sumo bien que es sumamente glorioso. Este es el significado de pedir para nosotros la gloria de Dios y su reino glorioso.

el reino de Dios

Cuando decimos: venga tu reino, estamos pidiendo que venga a nosotros y en nosotros toda la gloria que puede ser abarcada bajo la expresión "tu reino".

Esto equivale a toda la gloria que Dios tiene en sí, en sus santos y en todas sus obras: no podemos desear o pensar gloria mayor. Cristo nos enseña a pedirla como reino de Dios, porque todo lo anterior está como condensado perfectamente en ese término.

Los bienaventurados poseen y obtienen la doble condición infinitamente deseable y sublime. Los bienaventurados son, simultáneamente, rodeados y poseídos totalmente por ella. Por esto pedimos que la gloria de Dios venga a nosotros y en nosotros, venga, y que nosotros en ella habitemos como en un reino, tu reino.

A la perfección de la gloria corresponde no solo tener gloria sino también poseerla como un rey posee su reino. Por ese motivo no solo heredamos la gloria sino también somos constituidos en reyes de la gloria. Es, pues, perfecta, la petición: venga tu reino.

No podemos obtener este reino sino con los méritos de una buena vida operante, esto es viviendo bien la peregrinación terrena. No podemos santificar el nombre de Dios sino viviendo virtuosamente.

la voluntad de Dios

De aquí que lógicamente viene la tercera petición: sea hecha tu voluntad así en el cielo como en la tierra.

En estas palabras se expresa, brevemente pero en modo excelente, la suma de todo mérito y de una buena vida: vivir bien no es sino cumplir con obras los mandamientos de Dios y su voluntad.

Puesto que Dios quiere todo bien y odia todo mal, cumplir su voluntad es hacer el bien y huir del mal. En resumen: si la voluntad es el principio que mueve a todo mérito y bien, es el ejemplar regulador y el fin que termina nuestra voluntad y sus acciones, entonces nuestra voluntad es perfectamente buena solo cuando se funda totalmente en la voluntad de Dios como principio que mueve, ejemplar que regula, fin que termina.

El mejor modo de merecer la gracia de alguien es servirlo de acuerdo a su voluntad. Esto le agradará más que si lo sirviésemos mejor y más noblemente, pero en contra de su voluntad. Lo mismo debemos pensar también en Dios.

Por esto, para pedir a Dios la perfección de la vida y del mérito o de la acción virtuosa decisiva y última de la vida decimos: sea hecha tu voluntad.

Solo los bienaventurados cumplen perfectamente en cielo la voluntad de Dios. Por es justo que solicitemos perfecto cumplimiento de la voluntad divina en conformidad a la curia o celeste jerarquía: como en el cielo así en la tierra. Es decir, que sea hecha por nosotros en la tierra en la medida de como la cumplen los bienaventurados en el cielo.

Como en el cielo. Este "como" no es una nota de igualdad sino de conformidad. Se nos alecciona a vivir según el modelo de la jerarquía celeste y a siempre esforzarnos por asemejarnos a ella.

El pan

Dado que para realizar el divino servicio según la voluntad de Dios necesitamos la fuerza y el apoyo tanto de la mente como del cuerpo, en la cuarta petición solicitamos el pan cotidiano que fortalece el corazón del hombre.

En la Escritura por ello se entiende todo lo necesario para el sustento. Con el término "pan" indicamos aquí los bienes corporales o temporales, necesarios o útiles para cumplir el servicio de Dios, y los bienes espirituales con los cuales podemos no sólo pensar y "querer" el bien, sino también "cumplirlo".

Nos referimos al comienzo y la culminación de las especiales virtudes que se derivan de la inhabitación y presencia de Jesucristo. En él, en su divinidad y humanidad, reside el verdadero pan de vida que posee en sí "toda la delectación del gusto" y toda ternura.

oración casta

En esta petición está por lo tanto contenida una triple oración: casta, más casta, castísima.

Como dice el Abad de Vercelli sobre aquél pasaje del Cántico: "mis besos son los besos de su boca",

Para que la oración sea casta Lc 11, 3 anota que el pan que pedimos es el cotidiano. Con esto instruye a los hombres apostólicos que deben pedir bienes temporales sólo para proveer a las necesidades inminentes o presentes; por eso añade: hoy.

Para que la oración más casta justamente añade el adjetivo nuestro, porque aquellos dones espirituales se convierten verdaderamente en nuestros cuando nos son conferidos como inmediatamente existentes en la facultad del libre arbitrio.

pan supersubstancial

Cuanto a la oración castísima justamente en Mt 6, 11, se añade supersubstancial, mientras que en Lc aparece cotidiano.

El Hijo de Dios es el pan que está sobre toda otra substancia y que más que toda otra cosa santifica y vivifica nuestra mente. El valor de este nuestro pan radica en que nos ha sido dado especialmente en la encarnación, en la pasión y en la ofenda sacramental del altar.

pan nuestro

El adjetivo nuestro está puesto en relación a los tres tipos de oración. Indica que debemos pedir:

oración rectamente ordenada

En estos cuatro pedidos se ordena y estatuye una progresión para la contemplación y la oración.

No es posible encontrar un bien rectamente deseable que no pueda ubicarse en esta escala de peticiones, como podría demostrarse si hacemos un elenco de todos los bienes deseables.

Quien examina atentamente esta gradación percibe que se piden

oración totalizante

Aquí están contenidos todos los bienes que podemos pedir, amar, desear y, por lo tanto, todos los bienes que podemos y debemos gozar y en cuya degustación podemos alegrarnos. Debemos gozarnos:

A la vez que se nos enseña a amar, desear, pedir estos bienes y gozarnos en ellos, se nos instruye a luchar por alcanzar solo estos bienes y a huir y abominar solo sus contrarios, y no otros. Solo podemos estar tristes y dolidos cuando se hace presentes los contrarios, y no otros.

Para Dios el crear sus dones equivale a conservarlos y a continuarlos y su conservación no es un don menor que el de su primer otorgamiento. Por eso, cuando pedimos a Dios la totalidad y plenitud de sus dones, pedimos tanto que nos lo proporcione, sino también que nos los conserve. En la oración estamos pidiendo a la vez el don de todo bien y su conservación.

el mal, el perdón, la tentación

En las tres peticiones sucesivas - la quinta, la sexta y la séptima - se pide la remoción y la preservación de todo mal.

El género del mal es doble,

Por eso, sucesivamente

 

le remisión de las culpas

En primer lugar se pide, pues, la remisión de toda culpa perpetrada y del reato, perdónanos nuestros delitos, esto es, perdona el reato de nuestras culpas u ofensas removiéndolas completamente.

En los términos de la petición está expresada la forma de la justicia; es justo que, si queremos la misericordia de Dios, seamos misericordiosos hacia nuestros hermanos, sus siervos.

Se le añade la causa del obtener la misericordia: es justo que aquellos que obtienen misericordia de Dios sumamente piadoso, por él sean misericordiosos con los demás.

Se deriva de aquí un motivo de gran confianza: si nosotros, que somos malos en relación a Dios, estamos decididos a tener piedad en relación a las personas que no hemos creado ni redimido, mucho más debemos confiar de obtener la indulgencia deseada del Padre celeste, que nos ha creado y redimido.

la tentación

En segundo lugar se pide la preservación do toda culpa inminente o futura: y no nos dejes caer en tentación, esto es, no permitas que seamos inducidos a caer en aquellos males a los cuales nos impulsan las tentaciones y seducciones de la carne, del mundo y del diablo.

Esta petición nos revela la peligrosa condición de nuestra vida, la necesaria solicitud de grande cautela, la altura de la divina providencia, sumamente venerable y temible, dado que es capaz tanto de hacernos el bien como el permitir el mal.

Por esta razón Cristo ha preferido que dijésemos: y no nos induzcas más que: "y no permitas que seamos inducidos" y en tentación más que "en pecado". De ese modo nos muestra los innumerables peligros de esta vida, saturada de tentadores y de tentaciones, y por lo tanto la gran necesidad de ser solícitos y cautos en evitarlos. Si o fuera así no sería clara la necesidad de esta petición.

el mal

En tercer lugar se pide la liberación da toda pena y miseria: pero líbranos mal. Dado que la referencia al mal está sin ninguna especificación, debemos entender de todo mal.

Como con las primera cuatro peticiones se había establecido una progresión de la contemplación de lo alto hacia lo inferior y de abajo hacia arriba, según el arquetipo de la ascensión y del descenso, la subida y la bajada, así en las tres peticiones sucesivas se nos proponen a nuestra contemplación todas las fases temporales:

resumen de vida cristiana

En ellas se significa el doble brazo de la cruz, en el cual se encuentra el círculo y la esfera.

Encontramos de modo admirable este aspecto de la contemplación en las peticiones de liberación del mal: se nos revela que los bienes temporales que transcurren en la inestabilidad del pasado, del presente y del futuro se encuentra llenos de calamidad, peligros y males.

Toda contemplación de la fe y de las Escriture se desarrolla según estos dos géneros:

El pasado y el futuro están supuestos como presentes en la petición en la cual se pide la liberación del mal de la presente miseria. Dado que la atenta inteligencia y contemplación de los eventos presentes depende de la memoria de los hechos pasados y de la preocupación por los futuros.

De lo que acabamos de decir aparece claro que en la oración del Señor está contenida en el modo más perfecto, breve y universal la materia de la oración.

LA FORMA Y EL MODO

2. Aquí también están perfectamente descritos la forma y el modo de la oración, enumerando sus altas y nobles propiedades. El modo del orar debe ser

piedad

El modo del orar debe estar lleno de piedad hacia Dios, hacia sí mismo, hacia el prójimo.

El orante comprueba la infinita piedad de Dios tanto en sí como en sus creaturas e inclusive en sus enemigos. Lo reconocemos y lo sentimos como nuestro padre, conmovido y dispuesto hacia nosotros. Si Jesús hubiese podido expresar la piedad de Dios con una semejanza más profunda que la de la piedad del padre hacia el hijo, lo hubiere hecho. Dios no puede, por su excesiva inmensidad, ser plenamente expresado por nosotros tal cual es.

adoración

El modo de orar debe estar lleno de veneración.

El orante siente de Dios en modo altísimo y modula la oración como quien se dirige al Altísimo. Es cuanto viene indicado con las palabras: que estás en los cielos, esto es, el que eres y existes sobre toda creatura.

dos aspectos inseparables

Dado que estos dos sentimientos - sentir de Dios en modo sumamente piadoso y sumamente reverente - son los fundamentos de toda nuestra fe y contemplación divina, son expresamente antepuestas a las peticiones como dos pies y dos alas de las ascensiones mentales y de las peticiones.

Sentir de Dios en modo sumamente piadoso y alto son los dos principios de los cuales procedemos en todos los artículos y los secretos de nuestra fe. Este es un punto firme en la tradición.

Dice Agustín el De libero arbitrio:

"Pensar de Dios el cómo el máximo es el punto de partida más seguro de la piedad".

Entiende por "piedad" el culto de Dios, llamado también "theosebeia".

En estas dos características de la oración están incluidos los cinco modos siguientes, que de ellas se derivan casi necesariamente.

Además, el hecho mismo que Él nos enseñe a pedir, demuestra que Él quiere y puede cumplir nuestros pedidos.

humildad, pobreza, universalidad

La oración, por consiguiente, debe estar llena de humildad: nos hace tomar consciencia de nuestra humildad y de nuestra necesidad.

Cuando se nos enseña a pedir el don de la conservación de todo bien y el alejamiento y la preservación de todo mal, se nos instruye

Se sigue que la oración tiene que ser universal. Se nos enseña a pedir todo y para todos por los cuales nos sea lícito pedir. Este modo de orar es común y universal.

orden y jerarquía de los valores

Se sigue, en fin, que la oración tiene que ser ordenada. Se nos enseña a pedir primer las cosas que tenemos que pedir en primer lugar, luego las cosas que van segundo lugar, y así siguiendo, hasta el fin.

De ese modo se nos va enseñando el orden, la jerarquía de los amores y de los deseos y de los sentimientos interiores y de los gozos espirituales, y también el orden de sus contrarios y el orden de sus objetos.

Este es el orden admirable porque así las seis peticiones están ordenadas a la primera como a su fin, no son formuladas sino en vistas la sexta referida a la séptima, así las cuatro sucesivas son ordenadas a la quinta referida a la sexta y a la séptima; y así para las otras, como aparece evidente a quien examine la cuestión con diligencia.

presente, pasado y futuro

Pero aquí está también ideado otro orden de oración muy eficaz.

Orando, la mente puede contemplar las realidades divinas o como ausentes o como presentes;

Dado que las realidades divinas se nos presentan primero ausentes y luego presentes (al menos tal es nuestro modo de hablar), debemos confiadamente pedirlas, desearlas, obtenerlas en primer lugar con el pedido de gustarlas estáticamente, suavemente. Ese es el motivo por el que la forma de la oración se nos muestro principalmente como pedido y deseo más que como gusto y gozo.

deseo y fruición

Así aprendemos que este es el recto orden de la oración y de la contemplación. de acuerdo al cual con el vigoroso ejercicio de las ardientes peticiones y deseos entramos ordenadamente en la suavísima degustación de los bienes divinos.

A la vez que se nos enseña a desearlos y a pedirlos, se nos proponen no solo como deseables sino también como suaves y agradables. Todo lo que deseamos ardientemente mientras está ausente luego nos conforta y nos alegra con su presencia, y cuanto más fuerte es primero el deseo tanto más grande después es la alegría.

La oración manda que los bienes temporales sean pedidos solo en la medida de lo necesario y de lo cotidiano. Ni siquiera la indulgencia de los pecados es pedida sino bajo forma de la justicia o presuponiendo la penitencia y la buena voluntad, como aparece en las palabras: como nosotros los perdonamos.

perseverancia

La oración deba ser asidua y continua. Está suficientemente expresado en los siguientes puntos:

Que estos siete modos sean necesarios para una perfecta forma de la oración puede ser probado en muchos modos y fácilmente: los dejo de lado porque son evidentes.

La oración del Señor es, pues, admirable en la su materia como en la su forma.

EL MISTERIO DE DIOS

3. Es admirable también por la gran y profunda consonancia de los misterios, de lo cual quiero al menos dar un ejemplo.

los siete estadios de la iglesia

En espléndida consonancia, son retratados los siete estadios de la Iglesia, descritos por Juan en el Apocalipsis:

Por los primeros el nombre del Señor ha sido santificado y celebrado en toda la tierra con la predicación de la fe, la conversión de los pueblos, la ejemplar perfección de la vida apostólica.

Por los segundos es deseado y obtenido el reino "de la gloria del sumo Dios" (Tob 3, 24) con el fervor, el deseo, el sufrimiento de los mártires.

Los terceros son quienes fueron el tercer estado, celebraron los concilios generales y promulgaron los decretos eclesiásticos y los preclaros, eficaces, libros de las Escrituras que nos manifiestan la voluntad de Dios y su luz reguladora de todo lo que existe. Por ellos la iglesia puede cumplir la voluntad de Dios sobre la tierra. Concedida la paz a la Iglesia por Constantino, terminada la era de los mártires, aunque modo diverso, la iglesia puede cumplida como la cumple en el cielo por la jerarquía angélica.

Los del cuarto estado se dedicaron a la oración insistente y al silencio de la soledad y por ellos se asegura la incesante petición del pan del eterno solaz y del pan corporal solo en la medida de lo necesario y de lo cotidiano. Sin embargo, muchos de ellos lo obtuvieron materialmente por medio de los ángeles. Los anacoretas también tuvieron el maná en el desierto, como el pueblo de Israel al tiempo de Moisés.

Los del quinto estado multiplicaron las obras de piedad, construyeron y sostuvieron varios monasterios, combatieron muchas batallas contra los infieles, pero contemporáneamente generalizaron el relajamiento y la lascivia. Por esos es justo que en el quinto estado se podía y debía decir: perdona nuestras deudas, como nosotros las perdonamos.

En el sexto estado debía surgir aquella fatal tentación que pondría a prueba a los hombres. Para superarla el "ángel que sale del oriente y que tiene el sello de Dios viviente" (Ap 7, 2) habría señalado la hora del combate. La vehemencia de la tentación debía ser tal que el sacerdote no en silencio, como en las primeras peticiones, sino en alta voz y "con fuertes gritos" (Ap 5, 7) debía pedir: y no nos induzcas en tentación.

En el séptimo estado las condiciones de la Iglesia serán tan pacíficas y tranquilas que parecerá libradas de todo mal de la mundana miseria. Cuando "todo Israel será salvo" (Rom 2, 26), cuando, abierto el séptimo sello, "se hizo silencio en el cielo por casi media hora" (Ap 8, 1), cuando al son de la trompeta del séptimo ángel, "se cumplirá el misterio de Dios anunciado por tus siervos, los profetas" (Ap 10, 7), cuando vendrá Elías y "restablecerá toda cosa" (Mt 17, 11) o, mejor, después que habrá venido y habrá restablecido toda cosa, del modo que entonces todos los sacerdotes puedan responder en alta voz, claramente: pero líbranos del mal.

otros septenarios y analogías

Muchos adaptan estas siete peticiones a las siete bienaventuranzas, a los siete dones, a las siete virtudes, a los siete sacramentos, a las siete edades del hombre y, por contrario, a los siete vicios capitales.

Por más que muchos santos han explicado algunas de estas peticiones de muchos otros modos yo me he limitado a la vía que me parecía más literal, por más que para ser breve he dejado de lado muchas consideraciones.

orden y conexión de las peticiones

Pero en esta oración hay aún algo notable: como un espejo con imágenes allí reflejadas está representado y de algún modo contenido en un espejo opuesto a aquél, así en cada una de estas peticiones están contenidas todas las demás.

Por esto motivo Lucas deja de lado algunas peticiones: para mostrarnos que dichas algunas son proferidas también las demás.

Vemos, pues, que su orden y su conexión son admirables. La primera está al fin de todas, luego la segunda y así siguiendo, como hemos dicho. Al fin brillan las cosas que están orientadas al fin y viceversa. Esto es por lo demás usual y habitual en todas las obras de Dios y sobre todo en los misterios de la Escritura.

Comentario al evangelio de

Mateo, cap. 6, 9-13

Vosotros, pues, orad de este modo.

Jesús promulga una forma de oración breve y óptima diciendo: Padre nuestro etc.

padre

En primer lugar Jesús enseña a llamar a Dios con un nombre que indica grande piedad, confianza, cercanía, esto es Padre nuestro, y luego enseña a añadir una circunstancia que indica admirable sublimidad y reverencia, potencia o majestad y presidencia, esto es que estás en los cielos.

los cielos

Para elevarnos al mismo tiempo sensiblemente e intelectualmente en el pensamiento de la altura de Dios lo nombra como habitante y presidente en los cielos. Materialmente la expresión alude a los cuerpos supremos que poseen una poderosa influencia al contener, envolviéndolas, a todas las cosas. Los cielos son aptos a elevar el intelecto a la profunda especulación de la sublimidad de Dios, por grandeza, por belleza, por duración, por vivacidad del movimiento, por sublimidad de la ubicación.

las peticiones

Se establecen, pues, los dos elementos indispensables a la oración y a toda devota y fiel contemplación de las cosas divinas. Hay que experimentar a Dios a la vez en modo piadosísimo - Padre - y altísimo – los cielos -. Con justicia Cristo antepone estos dos requisitos a las peticiones.

En las en las primeras cuatro peticiones si piden bienes, en las ultimas tres se pide la liberación de todo mal.

las tres primeras peticiones

el pan

Según Jerónimo el pan es "super substancial" en griego se lee "epyusion" y en hebreo "sogolla" que se traduce por "eminente", "egregio", "notable".

Lc 11, 3 por el contrario dice: "cotidiano". Esto significa que nuestro alimento espiritual:

orden admirable de las peticiones

En estas cuatro peticiones, en orden admirable, pedimos todos los bienes comenzando por los supremos, pasando por los medios, llegando hasta los ínfimos.

La fuerza de cada petición está incluida en la otra; cumplir en nosotros la voluntad de Dios quiere decir hacer reinar en nosotros y santificarlo, y así para todas las demás, como puede darse cuenta quien examine atentamente la cuestión.

las tres últimas peticiones

Siguen tres peticiones contra el mal, sea de la culpa como de la pena.

el perdón y la misericordia

Quien no es misericordioso con su hermano o con el prójimo no es digno de merecer la indulgencia de Dios, que está sobre todas las cosas y segregado de los hombres, según aquel paso del Sir 28, 3-4:

"¿Si alguien conserva la cólera hacia un otro hombre como osará pedir la curación al Señor? ¿El que no tiene misericordia por el hombre su semejante cómo osa orar por sus pecados?",

Por eso Jesús añade: como nosotros lo perdonamos a nuestros deudores, esto es las ofensas provocadas por ellos.

No si trata de la remisión de una deuda contraída o de cosas prestadas sino solo de la remisión de las injurias, sea en palabras como en los hechos. El porqué de este añadido está explicado al fin de la oración.

la tentación

Con el término "tentación" aquí no si entiende aquella con la cual Dios tentó a Abrahám. (Sant 1, 13)

"Considerad perfecta alegría, hermanos míos, cuando padecéis toda suerte de tentaciones", sino más bien aquella de la cual".

Se refiere a la otra que menciona Santiago cuando dice:

"Ninguno, cuando está tentado, diga: "soy tentado por Dios" etc.

La primera, proviniendo de Dios, está ordenada al bien, la segunda, al contrario, proviniendo de nosotros mismos, inclina al mal.

Ambas son llamadas "tentación" porqué en ambos casos quien tienta quiere poner a la prueba al tentado, por más que con fines diversos.

Dios lo hace para que el hombre se revele a sí mismo y a los demás, el diablo por el contrario lo hace en parte para conocer las virtudes o el vicio del hombre, en parte para engañarlo.

No nos induzcas:

Dice "no permitas que seamos inducidos" más que "no permitas que caigamos", para manifestar el peligro de los multiformes engaños del mal. Nuestra caída, siempre o frecuentemente, está precedida por algún tipo de inducción o de engaño.

el mal

La tercera petición es contra el mal de la pena presente o mejor de la miseria de esta vida: libéranos del mal, esto es de la mortalidad y pasibilidad o de toda nuestra original infección.

amén

En el epilogo se confirma al final todo lo que se ha sido dicho a lo largo de la oración:

Amen: que se cumpla cuanto hemos pedido. Según Jerónimo, "Amen" significa "verdaderamente". Significa, pues, así sea o así verdaderamente suceda.

analogías

bienaventuranzas

Según Agustín, en el De sermo Domini in monte, estas siete peticiones se conforman al septenario de las bienaventuranzas; la primera se adapta a la primera bienaventuranza y al primer don, esto es al temor, y así siguiendo.

Se pueden concordar también en el orden opuesto, esto es la primera petición a la séptima bienaventuranza, la segunda a la sexta y así sucesivamente.

como nosotros perdonamos

Después explica porqué en la quinta petición se dice: como también nosotros los perdonamos etc.

Cuando dice: si vosotros perdonáis, ofrece la razón tanto afirmativa como negativa:

Afirmativamente, por un doble motivo en la petición de la misericordia o de la indulgencia Jesús nos enseñó a emplear tal piadosa indulgencia con el prójimo,

El aspecto negativo es descrito por Cristo en muchos lugares, sea claramente como en parábolas.

En Lc 18, 29-35 nos encontramos con la parábola del siervo malvado al cual son nuevamente exigidos las deudas ya perdonadas, dado que no tuvo piedad de su semejante.

Cristo (Mt 5, 24) había mandado dejar el don ante el altar hasta que no se alcanzase la reconciliación con el hermano, mostrando así que solamente eso es agradable a Dios.

El lado afirmativo está representado por todo lo que Jesús ha sido dicho acerca la misericordia.

objeciones

Se pueden hacer las siguientes objeciones

  1. ¿Cómo puede Dios ser indulgente con los indulgentes si muchos pueden perdonar ofensas inferidas sin hacerlo en la caridad?.

    Hay que decir que las proposiciones o las leyes relativas a las artes y a las virtudes o a los vicios tienen que ser entendidas siempre en su contexto, con sus debidas circunstancias.

    Esta proposición tiene que ser entendida referida a quien es misericordioso hacia los otros por Dios y por Dios evita graves crímenes. El acto humano no es verdadero si no se realiza en modo conveniente y ordenado.

    A pesar de lo cual, sin duda, también estando en pecado mortal, la misericordia hacia los otros atrae la de Dios y dispone a sí mismo a la perfecta caridad.

  2. Si para obtener misericordia de Dios es necesario ser misericordiosos en la caridad se seguiría que los pecados serían perdonados aún antes de que, con la remisión de las injurias, sea impetrada su condonación.

    A este propósito algunos dicen que el hábito del amor divino justifica al hombre ante Dios no por su esencia o por cantidad absoluta de sí sino más bien por proporción comparativa.

    Si alguien cuyo amor no es digno de merecer la plena remisión de todos los pecados junto a Dios, al crecer en la misericordia, la merece.

    Tal amor creciente no precede en el tiempo la indulgencia que merece sino que les es contemporánea, porqué aquel mérito es esencial a su crecimiento.

    En pocas palabras: si el amor no está unido al acto de la misericordia por su defecto no se puede llamar caridad. Ahora que si no lo es por su defecto, entonces tiene de algún modo aquel acto causalmente y en esta medida merece la misericordia de Dios.

  3. ¿Porqué se privilegia este acto respecto a otros, como el acto de la oración o cualquier otro acto de caridad que une inmediatamente con Dios?

Si bien la caridad implora la remisión o justifica al hombre en todos sus actos, sin embargo Cristo privilegia el acto de la misericordia.

Dios es invisible a nuestros ojos, mientras al prójimo lo vemos (cf. Jn 4, 20). Algunas veces ciertos actos del amor de Dios son semejantes a todo amor sincero a diferencia de los actos con los cuales perdonamos de corazón las ofensas y abrazamos a los enemigos.

Por esto Dios quiere que la verdad del amor sea probada en el hombre visible, que nos es propuesto como su imagen vicaria. En esto se puede probar sensible e infaliblemente si el hombre ama verdaderamente a Dios, especialmente en aquellos actos que parecen repugnar a la naturaleza.

  1. ¿Todos están obligados a perdonar las injurias? Así parecería deducirse de este pasaje.

    Agustín, en el cap. 75 del Enchiridion dice:

    "Quien no perdona de corazón a quien se lo pide arrepintiéndose de sus pecados no puede verse perdonado por Dios, porqué la Verdad no puede mentir diciendo: "si vosotros no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas".

    En el cap. 73 dice que el mandato de amar a los enemigos

    "Muchas veces no prestamos atención cuando decimos en la oración: perdónanos etc.

    Puede suceder que un hombre perdona de corazón porque quiere ser perdonado, inclusive no llegando a amar a los enemigos. Porque en la oración se le exige perdonar a quien ha pecado contra él: como también nosotros los perdonamos etc., esto es perdónanos a nosotros que te lo pedimos tal como nosotros perdonamos a quien nos lo pide a nosotros".

    Agustín sostiene que cuando el que nos ha ofendido nos pide perdón humildemente, todos estamos obligados perdonar, y no de otro modo.

    Y añade que perdonar a quien lo pide no quiere decir amar al enemigo, porqué quien se arrepiente de una ofensa y pide perdón no puede ser considerado un enemigo.

    Nótese, sin embargo, que esta afirmación de Agustín, es decir, que todos están obligados a amar a los enemigos, tiene que ser entendida a la luz de la sexta ley.

  2. ¿La oración del Señor tiene el poder de perdonar los pecados veniales? Parece que sí.

Dice Agustín, en el cap. 10 del Enchiridion:

"la oración cotidiana de los fieles satisface por los pecados más leves; les basta decir: Padre nuestro etc.".

Y después:

"esta oración borra los mínimos pecados cotidianos, cancela también los graves, si existe una sincera penitencia".

Pero no tiene el poder sacramental de perdonar los pecados. Ni Agustín tiene la intención de sostenerlo, porque solamente afirma que la humilde oración que cotidianamente dirigimos a Dios por nuestros pecados tiene efecto si también perdonamos de corazón las ofensas padecidas.

De todos modos no niego que la devoción a la oración vocal de Cristo (por él mismo compuesta y anunciada) tenga su particular eficacia, de modo análogo a la eficacia que posee la veneración a los hechos, a los lugares, a los vestidos de Cristo.

He sido conciso y me remito a mi explicación más completa de esta oración que pueden encontrar en mi breve Expositioncula

la oración de alabanza

He preferido, por su complejidad, omitir completamente el tema de la oración de alabanza y de todas las cuestiones relativas. Prefiero no decir nada antes que demasiado poco.

Aún me falta tratar un punto. Uno se puede preguntar el porqué Cristo enseña solo la forma de la oración de petición. Sabemos que existen otra bien más sublimes, como:

  1. La súplica o invocación pro mediación de los sacramentos de aquel a quien predicamos son los modos de pedir más efectivos y eficaces de suplicar. ¿Por qué motivo Jesús no nos enseñó a añadir aquellas peticiones ninguna otra súplica, como por ejemplo: "hazlo por tu bondad o por la pasión de tu Hijo"?

La oración de petición abarca a todas las demás.

a) Es el modo más conforme a nuestro estado:

b) Es también más conforme a nuestra inclinación.

Su impulso primario radica en los deseos de los bienes. Esta tendencia tiene necesidad de ser satisfecha y experimentado prácticamente. La oración de Jesús enseña claramente que esta satisfacción está condicionada por estos cuatro o cinco puntos:

  1. Es también más conforme a nuestro progreso en las virtudes y a nuestra ascensión a Dios.

El progreso en las virtudes comienza por el deseo y crece mediante el aumento del deseo.

Pedir incesantemente de Dios todas las cosas comporta:

En estas dos vertientes debe fundamentarse y perfeccionarse el significado de la gracia y de la humildad.

El progreso en las virtudes consiste en el perseverar en el bien y en el huir del mal. Esto se consigue:

Todo esto es enseñado manifiestamente en la oración del Señor.

meditación sobre vicios y virtudes

Entre los modos de orar útiles al progreso en las virtudes, en ella encontramos una discreta, ordenada, asidua meditación de las virtudes y de los vicios.

los diversos modos de oración

En este modelo de oración están básicamente comprendidos las demás modalidades:

modo de orar elegido por Cristo

Esto por cuanto reguarda el primer punto.

Por el segundo debemos decir que probablemente por tres motivos Cristo aquí no añadió invocaciones:

Lo anterior se demuestra, en cierto modo, por el hecho de que Jesús no las añadió.

Pidiendo la santificación de Dios al mismo Dios, toda otra invocación sonaría como fuera de lugar.

¿Quien dirá: te suplico por esto o por aquello para que te glorifiques a ti mismo en nosotros o para que te hagas glorificar? No digo que no sea posible sino que no es necesario.

Comentario al evangelio de Lucas, cap. 11,1-13

Aquí está demostrado en que modo Jesús enseñó a los discípulos a orar:

Y sucedió...

Lo veían orar y, con su oración, los invitaba a hacer lo mismo; por cual si dice: estando (Jesús) en un lugar para orar.

Sin embargo, es útil recordar los discípulos le dirigen una pregunta cuando terminó de orar. Esto se refiere a sus los actos exteriores de oración porque su alma no abandonaba jamás sus actos interiores.

Enséñanos a orar

Los discípulos piden un modelo de oración: como también Juan ha enseñado a sus discípulos. Tanto Juan como otros personajes bíblicos hicieron muchas cosas que no quedaron registradas. De hecho, fuera de esta referencia, no tenemos ninguna noticia de tal enseñanza de Juan a sus discípulos.

Y él les dijo: cuando oréis, decid: Padre".

Para la explicación de esta oración me remito a mis escritos sobre el sermón del Señor en Mateo en un pequeño tratado particularmente dedicado a este tema. Sin embargo haré aquí dos acotaciones.

Esta oración, ahora enseñada a pedido de un discípulo, la había ya comunicado predicando el sermón sobre el monte referido por Mateo (Mt 5-7).

También podemos pensar en dos momentos de su enseñanza:

Una, demuestra que cuanto está omitido está sobrentendido:

Otra, revela que Cristo no da tanta importancia a las palabras cuanto a los deseos interiores.

Después añadió: si uno de vosotros etc.

Cristo aquí muestra que no debemos tener miedo de no obtener los bienes que orando pedimos a Dios, sino que solamente debemos perseverar debidamente en la oración.

El primer ejemplo habla de tres panes:

Dice también que los panes son pedidos al amigo por otro amigo, de modo que se haga presenta la trinidad de los amigos:

No olvidemos que Jesús habla a sus discípulos, futuros prelados, que en algún modo ya lo eran.

Según Dionisio en toda jerarquía es necesario lo primero, lo medio y lo ínfimo de tal manera y orden que del primero o supremo, los dones de Dios mediante los medios lleguen a los ínfimos.

A medianoche.

Esta expresión se usa:

La explicación del resto se encuentra a propósito de aquél pasaje del capítulo de Mateo: "pedid, etc.".

En qué modo "todo el que pide recibe" ha sido examinado en la Lectura super Joannem, en el sermón de la última cena: de hecho allí, en el capítulo 14 (Jn 14,13) se dice: todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, y lo mismo lo encontramos repetido en el capítulo 16 (Jn 16,23).

Traigo a colación a Agustín, en el De quaestionibus evangeliorum. Dice que

Cirilo escribe que: