Primera parte

 

1.- La estructuración de todo el Libro

Los intentos por precisar la estructura literaria del Apocalipsis fueron muchos y complejos. Los resultados hasta ahora logrados, parcialmente discordes, indican que se está aún lejos de una solución definitiva del problema. Podemos, de cualquier manera, fijar con un cierto grado de probabilidad una estructura del Apocalipsis, obtenida sumando las variadas indicaciones de naturaleza literaria que el libro mismo ofrece a propósito.El Apocalipsis se nos presenta como una obra unitaria, precedida de un prólogo (1,1-3) y concluida con un epílogo (22,6-21). Consta de dos partes, de longitud desigual, pero claramente definibles: 1,4–3,22 y 4,1–22,5. Hagamos una visión de conjunto:

Título amplificado (1,1-3)

 

Primera Parte (1,4–3,22) Visión hacia adentro de la Iglesia

La primera parte está constituida por el así llamado septenario de las Cartas a las iglesias. Primer septenario.

 

Segunda Parte (4,1–22,5) Visión hacia fuera de la Iglesia y hacia el "esjaton"

La segunda posee una articulación literaria más compleja, se subdivide en 5 secciones:

A) Sección introductoria (4,1–5,14): compuesta por la "visión" del trono, del Cordero, consigna del libro de los siete sellos.

B) Sección de los 7 sellos (6,1–7,17): se caracteriza por la apertura progresiva de los primeros seis sellos por parte del Cordero. Segundo septenario. El séptimo sello abraza toda la parte siguiente.

C) Sección de las 7 trompetas (8,1–11,14): se caracteriza por la apertura progresiva de las primeras seis trompetas. Tercer septenario. La séptima abraza toda la parte que sigue. A las últimas tres trompetas se le superponen tres "ayes" (8,13), creando un clima de tensión literaria notable. La séptima trompeta, paralela al tercer "ay", abraza toda la parte sucesiva.

D) Sección de los tres signos (11,15–16,16): es la sección más compleja; puede ser denominada de los tres signos en base a la característica literaria de fondo que presenta: un primer "signo", la mujer (12,1); un segundo, el dragón (12,3); un tercero, los ángeles con las siete copas (15,1); todos unidos entre sí. Cuarto septenario. La séptima copa engloba la parte sucesiva.

E) Sección conclusiva (16,17–22,5): es prácticamente una presentación del "gran día" de la intervención final de Cristo, que, por una parte, juzga y anula todas las fuerzas hostiles, por otra prepara y realiza el triunfo de la "esposa", la Jerusalén del cielo.

Las cinco secciones de la segunda parte están unidas entre sí por un desarrollo lineal, temporal y progresivo: se determina un crecimiento continuo que desemboca en la conclusión final (22,6-21). Pero en el curso del libro, algunos elementos que se apartan, mediante un juego sutil de los tiempos verbales, del eje del desarrollo temporal, y giran libremente, hacia adelante y hacia atrás, respecto al desarrollo lineal, dando así un cierto carácter "metahistórico" al enfrentamiento entre fuerzas positivas y negativas.

 

2. Autor de la obra

¿Podemos dar un nombre a esta personalidad original? El problema es antiguo, debatido hasta hoy y no presenta aún solución definitiva. Se podría creer que el problema del autor está resuelto por el libro mismo, porque el beneficiario de las visiones se nombra Juan (1,1; 4,9; 22,8) y se alinea claramente en la categoría de los profetas (22,9). Pero, ¿quién es este personaje? ¿El apóstol Juan u otro? ¿Se trata de un anónimo que se cubre bajo el nombre del hijo del Zebedeo, según un procedimiento corriente de la literatura apocalíptica (cf. Libro de Henoc, Testamento de los 12 patriarcas, Apocalipsis de Baruc, etc.)? En realidad esta cuestión es una de las más difíciles de resolver.

  1. El Apocalipsis es de Juan, el apóstol, autor del IV Evangelio. Es la opinión prevalente en el campo católico; los sostenedores de esta posición, entre otros son: Allo, Braun, Camps, Féret Gelin, Tillmann, Sickenberger, Vaganay, Feuillet, Stramare, de la Potterie, como también entre los no católicos Behm, Michaelis, Menoud.
  2. El Apocalipsis y el IV Evangelio son ambos de un único autor desconocido, diverso de Juan el apóstol: Harnack, Lohmeyer, (Goguel).
  3. El Apocalipsis es de Juan, el apóstol, que sin embargo no se lo retiene autor del IV Evangelio: De Wette, Reuss, Holtzmann, Kiddle.
  4. El Apocalipsis no es de Juan, el apóstol, considerado o no autor del IV Evangelio. Apocalipsis y IV Evangelio son, de cualquier manera, de mano diversa: es la opinión más difundida en campo protestante: Loisy, Charles, Baldensperger, Windisch, Renen, Kraft. Entre los católicos es sostenida por Boismard, Wikenhauser, Vanni y, en el pasado, por Dionisio Alejandrino.

¿Cómo orientarse en este problema? El primer punto para aclarar es la consistencia de la tradición histórica al respecto. En el arco del s. II el Apocalipsis es atribuido concordemente a Juan, el apóstol. Citemos los ejemplos más significativos:

No faltan las voces disidentes: pero esas se deben bien a la negación de la canonicidad o a la polemica contra los herejes antimontanistas. Papías atribuye el Apocalipsis al "presbítero" Juan.

En el arco del s. III, por una parte la atribución al apóstol Juan continúa, repitiendo las expresiones que hemos encontrado en el s. II (así Orígenes, Hipólito, Cipriano...); por otra parte se afirma la tendencia a retener el Apocalipsis como canónico, pero se distingue del IV Evangelio y de las Cartas de Juan. La preocupación es la de quitar a los milenaristas su principal apoyo.

El representante más típico de esta tendencia es Dionisio de Alejandría: "No puedo fácilmente conceder que este [el autor] sea el apóstol, el hijo del Zebedeo, el hermano de Santiago, a quien se deben el Evangelio titulado, precisamente, de Juan y las epístolas católicas". "Conjeturo por el carácter de los dos escritos, por la forma de la dicción y por el plan de ejecución, como se dice, de la obra, que no se trata de un mismo autor". "El Apocalipsis es de un género totalmente diverso y diferente de estos escritos. No existe entre ellos contactos ni parentesco. No posee con él, por así decir, ni siquiera una sílaba en común".

Para una valoración crítica de estos datos, notamos: los testimonios a favor no agregan nada a cuanto se encuentra en el libro mismo, del cual parecen derivar. El solo nombre "Juan" sugería espontáneamente la atribución al apóstol Juan, como el nombre "Pedro" induce Clemente Alejandrino a atribuir justamente a Pedro el apócrifo Apocalipsis de Pedro.

No parece pues una tradición histórica verdadera y propia, atendible, que vaya más allá de la atribución espontánea de quien leía y de las noticias que se desprenden del libro.

El argumento, por lo tanto, de la tradición, permanece inevitablemente genérico y no obliga. Lo mismo debe decirse del argumento lingüístico-teológico. Todas las semejanzas y las correspondencias notadas tienen un aspecto negativo que las limita y las relativiza: el simbolismo, por ejemplo, es propio tanto del Apocalipsis como del IV Evangelio, pero su orientación y su desarrollo son diversos; los dos escritos tienen un estilo rítmico y una grecidad semitizante, pero no se encuentran en el IV Evangelio ni el martilleo literario típico del Apocalipsis, ni sus asperezas gramaticales; el Cordero es un tema cristológico común a los dos, pero –prescindiendo del término diverso a)mno/j en el IV Evangelio, a)rni/on en el Apocalipsis– el contenido y el desarrollo están desproporcionados entre sí. La ejemplificación podría continuar, pero se impone ya una conclusión: permanece, incluso desde el punto de vista de las afinidades lingüístico-teológicas, una cierta ambigüedad y por lo tanto cierto vacío, que no permiten la identificación entre los dos autores.

¿Es posible, en el intento por colmar este vacío, una solución "literaria" del problema?

El fenómeno de la pseudonimia apocalíptica ofrece algunos elementos de clarificación. El mismo se encuentra documentado en casi todos los escritos apocalípticos, tanto que debe retenerse como una característica constante. El autor real del libro apocalíptico se refiere a un personaje célebre del pasado, próximo o remoto, con el cual siente una afinidad particular. La revelación apocalíptica se pone en boca directamente de este personaje del pasado, que habla pues y actúa en primera persona. No se trata de una falsificación literaria, no es un plagio, sino una simple relación ideal que el autor establece con este personaje conocido. Y este hecho posee su significado porque indica ya una dirección hermenéutica. Citemos algunos ejemplos:

¿Encontramos también en el Apocalipsis el fenómeno de la pseudonimia literaria? Las primeras palabras del libro –"a su siervo Juan" 1,1–, el discurso constantemente en primera persona, sugiere una respuesta afirmativa. El autor del Apocalipsis, entonces, sería diverso del apóstol Juan. Precisamente porque se presenta con el nombre de Juan, no sería él, sino que se trataría de un admirador de Juan, quizás de un discípulo, el cual, aunque presentando un material propio, se coloca en la línea ideal de su maestro.

3. Fecha de composición

Unos proponen los años 69-70: época dramática de turbulencias en Roma y todo el imperio, después del suicidio de Nerón. Se basan sobre todo en dos pasajes: 11,1: se manda medir el templo, por tanto se lo cree todavía en pie; ahora bien, fue demolido el 70. El otro argumento es tomado de 17,10, donde el recuento de los emperadores llega por lo general a Vespasiano, proclamado emperador el 21 de diciembre del 69.

Esta hipótesis sufre no menores objeciones: porque sea mencionado el templo no se sigue que subsista en esa época, porque, aún después del 71 el templo jugó en las profecías apocalípticas un papel incambiado.

Razones imperiosas parecen militar en favor de los años 90-96. Ya Ireneo escribía que Juan compuso el Apocalipsis hacia el fin del reinado de Domiciano. A partir del s. IV es la opinión común: Juan habría sido exilado a Patmos por Domiciano y vuelto a Éfeso bajo Nerva. Hay datos generales que apoyan esta fecha. Las 7 iglesias a las que se dirige el autor parecen tener ya algunos decenios de existencia; ahora bien, su fundación remonta sin duda a los viajes de Pablo y a su estadía en Éfeso (46-57). Las amenazas de los judíos vienen desde afuera; ya no hay huellas de los "judaizantes", o sea cristianos, con quienes tuvo que combatir Pablo. El martirio de Antipas (2,13) no es atribuido a los romanos; por lo tanto no hay aún persecución generalizada, pero el autor la presiente próxima. En los capítulos 13 a 18 se trata claramente de Roma. Dado que Domiciano reivindicó los honores divinos y fomentó el culto imperial más intensamente que Vespasiano, Tito o Nerva, no es exagerado ver en el Apocalipsis un libro de combate contra el mito cesariano de Domiciano. Juan no habría sido el único, por aquella época, en comparar a Domiciano con Nerón.

Esta fecha, fuera del testimonio formal de Ireneo, tiene en su favor el hecho siguiente, de un peso considerable: la adoración de la bestia (13,15) bajo pena de muerte, caracteriza perfectamente los modos de obrar de Domiciano.La datación del Apocalipsis, de acuerdo con los comentaristas, oscila en un arco de tiempo que comprende la fecha más tardía en época del emperador Trajano (a. 98-117) y la más temprana, durante el reinado de Nerón (a. 54-68).

4. Lugar

Parecería dar respuesta el mismo Libro: la isla de Patmos (1,9s). Sin embargo el autor dice: "Yo estaba en Patmos", dejando significar que no se encuentra más allí en el momento en que escribe estas líneas. Tampoco cabría suponerlo de vuelta en Éfeso, porque entonces ¿cómo escribe una de las siete cartas a esta Iglesia? Se podría responder que lo que comenzó a escribir en Patmos lo colecciona más tarde en una sola obra. Estamos reducidos a conjeturas. Para la comprensión del libro la fecha es más importante que el lugar preciso de su redacción. Si, como parece deducirse de lo dicho, la composición ha sido escalonada en varios años, es también posible que el lugar haya cambiado: el Apocalipsis inaugurado en Patmos con las visiones y allí esbozado, habría podido ser terminado en Éfeso o en otra parte del Asia Menor.

5. Estructuración de las cartas

Entramos en la Primera Parte del Apocalipsis, constituida por el primer septenario de carácter íntimo, como lo muestra la misma estructura centrífuga (de Cristo a las iglesias) y centrípeta (de las iglesias a la voz del Espíritu de Cristo).Estas iglesias están localizadas geográficamente en el Asia Menor (hoy Turquía). Pero no se trata de esquelas separadas, con un mensaje religioso de interés local solamente, con el cual Juan enviaría el resto de la obra a cada una de las comunidades por separado.Cada carta está construida con un esquema literario fijo, identificable en seis puntos:

  1. destinatario: al ángel... escribe;
  2. autopresentación de Cristo: así dice el...;
  3. juicio de Cristo sobre la iglesia: sé...;
  4. exhortación particular: el primer imperativo después del juicio (recuerda, 2,5; no temas, 2,10; conviértete, 2,16; mantiene con fuerza, 2,25; vigila, 3,2; mantiene con fuerza, 3,11; sé ferviente y conviértete, 3,19);
  5. promesa al vencedor: al vencedor le daré...;
  6. exhortación general: el que tenga oídos que...

 

1. En todas las cartas el final comprende dos elementos, uno invariable (El que tenga oídos...), el otro muy variable, pero que contiene siempre una promesa al "vencedor".Esta promesa al vencedor comienza con un solo participio griego (el que vence) en todas las cartas, excepto en la carta (4) a Tiatira. En ésta, y sólo en ésta, nos encontramos con una fórmula doble y más larga: Al vencedor, al que guarde mis obras hasta el fin (2,26). Este detalle nos invita a distinguir esta carta de las demás: resulta ser la carta central.En las tres primeras cartas, la promesa al vencedor viene después de la frase invariable: El que tenga oídos...; en las cuatro últimas viene antes de ella. Como la carta central se distingue de las demás, obtenemos el siguiente esquema:

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En todas las cartas, la promesa al vencedor empieza por un nominativo: El vencedor..., excepto en dos cartas, la (1) y la (3), en que hay un dativo: Al vencedor... Este detalle nos hace pensar que estas dos cartas están en una relación más estrecha entre sí.

 

2. En la mayor parte de las cartas se observa una llamada a la conversión: arrepiéntete. Pero esta llamada falta en la (2) y en la (6). Tiene una forma especial en la carta central (4), en la que se expresa la negativa a "arrepentirse": La ausencia del verbo en (2) y en (6) nos lleva a señalar que estas dos cartas, y sólo ellas, carecen de reproche y que no se observa en ellas ninguna amenaza de castigo. Obtenemos entonces la disposición siguiente:

Las cartas (2) y (6) son las únicas que hablan de corona y también las únicas con una alusión a la sinagoga de Satanás, a los que se dicen judíos, pero no lo son (2,9; 3,9). Por tanto, tienen un parentesco especial.

3. Entre las cartas (1) y (3) ya hemos notado varias coincidencias. Una comparación más detenida nos revela que su esquema es casi idéntico: el Yo sé va seguido de elogios; viene luego un pero tengo contra ti... seguido de reproches, un arrepiéntete y un si no, vendré a ti... amenazador. Estas dos cartas son las únicas que contienen una alusión a los Nicolaítas, de los que sólo se habla aquí (2,6.15) en todo el Nuevo Testamento.

4. Las cartas (5) y (7) tienen en particular que son las únicas que comienzan con reproches. El Yo sé... no va seguido de ningún elogio, sino sólo de reprimendas. El diagnóstico que expresan es análogo: Pasas por estar vivo, pero estás muerto (3,1); Te crees rico..., eres un miserable (3,17). Contienen terribles amenazas sobre todo la (7) en 3,16. Pero después de la llamada a la conversión, encontramos también promesas (3,4-5), incluso promesas espléndidas (3,20-21). Por otra parte, son las únicas que no mencionan ningún adversario de la iglesia.

5. Ya hemos observado varias particularidades en la carta central. Es posible observar algunas más. Es la más larga de todas y presenta una estructura especial, que le da el aspecto de una carta doble. Las demás cartas sólo traen la palabra iglesia al comienzo y al fin, en unas fórmulas fijas; la carta (4) repite esta palabra una vez más, y en una fórmula más solemne: todas las iglesias, en medio de su texto (2,23). Esta frase de 2,23 produce el efecto de una conclusión; habla de las iglesias en plural, como la frase fija de la conclusión, pero tiene también un elemento propio del comienzo, una designación de Cristo parecida a las que aparecen regularmente al comienzo de las cartas detrás de las fórmulas Esto es lo que dice; aquí esta designación nos habla del que sondea los riñones y los corazones (2,23). Luego se repite el nombre de la ciudad, como si fuera un comienzo (2,24), introduciendo así una segunda parte en la carta.

La primera parte de la misma (2,18-23) tiene una estructura parecida a la de las cartas (1) y (3): Yo sé..., seguido de elogios; pero tengo contra ti..., seguido de reproches; luego toma una dirección distinta (cf. anteriormente, número 3), de forma que se abre una posibilidad para una segunda parte. Esta segunda parte (2,24-28) se parece más a las cartas (2) y (6), ya que no contiene reproches ni amenazas. De este modo, la carta central se presenta como una síntesis de las diversas especies de cartas.

6. Todas estas observaciones pueden resumirse en este esquema concéntrico:

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No puede negarse que nos encontramos con una disposición armoniosa dentro de su complejidad.

2.- El rechazo a la CONVERSION: la comunidad de Tiatira

a) La ciudad de Tiatira

La más larga de las 7 cartas está dirigida a la menos célebre de las 7 ciudades. Tiatira fue fundada por Seleuco I, hacia el 280 a.C. Fue conquistada por los romanos en el 190 a.C. y pudo prosperar. Una sinagoga importante fue construida desde muy temprano allí.

El artesanato de Tiatira tenía su fama; recordemos que Lidia, comerciante de púrpura, que residía en Filipos y que fue la primera convertida en Europa, era originaria de esta ciudad (Hch 16,14). Era muy dificultoso prosperar en el comercio, sin hacerse miembro de alguna corporación o gremio profesional; lo cual implicaba prácticas idolátricas e inmorales. Plinio el Viejo llama a Tiatira "ciudad sin honor". Entre estas agrupaciones artesanales, fuera de los tintoreros, las inscripciones señalan: panaderos, alfareros, obreros de la lana, tejedores, obreros del bronce (de ahí, tal vez, el título que escoge Cristo para presentarse: los pies como de bronce incandescente).

La comunidad cristiana no habrá sido muy numerosa, porque en el s. III, Gaius, jefe de los "álogos" (los que negaban al "logos"), queriendo probar el carácter dudoso del Apocalipsis, aducía la inexistencia de comunidad cristiana en esta ciudad. Lo mismo lo afirmaba Epifanio, que al final del s. II, no había comunidad cristiana allí. En realidad, los cristianos de Tiatira se habían vuelto montanistas, siendo la ciudad el principal centro del movimiento.

La carta se parece a la de Pérgamo, su vecina. Dado, como dijimos, que las agrupaciones sociales, económicas o de simple asistencia tomaban una forma religiosa (con sus dioses protectores, los correspondientes ritos, etc.), el hecho debía ser un fuerte punto de inserción para las ideas nicolaítas, porque había casi un compromiso o dilema: o dejar de ejercer un oficio, por fidelidad al Evangelio, o participar en orgías y sacrificios muy poco edificantes; el laxismo que de allí se seguía daba pretexto a la propaganda doctrinal de la "Jezabel". Es notable la persistencia en la "tradición" de las mujeres profetisas y doctoras de herejía en conexión con esta ciudad.

b) Texto de la carta a Tiatira (2,18-29)

1. destinatario

 

18a    y al ángel

de la iglesia (que está) en Tiatira 

escribe:

2. autopresentación de Cristo

18b Esto dice el Hijo de Dios,

el que tiene sus ojos

como llama de fuego

y sus pies (son)

corresponden al bronce incandescente.

3. juicio a la iglesia de Tiatira

19    Conozco tus obras:

y el amor,

y la fe,

y el servicio,

y tu constancia;

y tus obras últimas mejores que las primeras.

20   pero tengo contra ti

que dejas (hacer) a la mujer Jezabel,

esa mujer que se autoproclama profetisa

y está enseñando y engañando a mis siervos

a fornicar y a comer (carne) inmolada a los ídolos.

21    Y le he dado tiempo para que se arrepienta,

pero no quiere arrepentirse de su fornicación (impudicia).

22   Mira, voy a arrojar

a ella al lecho,

y a los que adulteran con ella a una gran tribulación,

si no se arrepienten de las obras de ella.

23       y a sus hijos, los voy a matar de muerte:

y sabrán todas las iglesias

que

yo soy el que sondea los riñones y los corazones,

y daré a ustedes, a cada uno

según sus obras.

4. La exhortación particular a la iglesia de Tiatira

24   Pero a ustedes digo

a los demás que están en Tiatira,

los que no comparten esa doctrina,

que no conocieron "las profundidades de Satanás", como ellos dicen,

no arrojo sobre ustedes ninguna otra carga:

25    no obstante lo que tienen manténganlo con fuerza

hasta el momento de mi vuelta de improviso.

5. promesa al vencedor

26    y quien vence,

y mantiene hasta el fin mis obras,

le daré el dominio de las naciones:

 

27                   y él apacentará a los componentes con cetro de hierro,

como se quebrantan las piezas de cerámica (arcilla)

 

28   como también yo he recibido y mantengo de parte de mi Padre

y le daré la estrella de la mañana.

 

6. exhortación general

29   el que tenga oídos,

oiga

lo que el espíritu dice a las iglesias.

 

c) Comentario

Destinatario

y: cada una de las siete "cartas" inicia después de la primera, con una unión con todas las demás. Se trata de un mensaje, en el conjunto del grupo septenario de las "cartas" que posee una totalidad (siete) la cual, sin embargo, lejos de permanecer abstracta, se distribuye en cada una de las iglesias. El mensaje tiene una globalidad destinada a transformarse en iluminadora de cada situación concreta.

Al ángel de la iglesia: es una expresión típica del Apocalipsis: por su repetición en todas las siete cartas adquiere un relieve literario particular. Las interpretaciones propuestas se pueden sintetizar en dos líneas: el "ángel" es una entidad individual de tipo celestial (el ángel custodio, protector, etc.) o de tipo terrestre (obispo, mensajero, presente en Patmos y pronto para partir hacia las iglesias, etc.). Se lo interpretó también como una identidad de tipo colectiva y entonces simplemente coincide con la iglesia, a la cual se dirige el mensaje.

La dimensión trascendente dada y mantenida por Cristo a la iglesia se realiza en lo concreto actual espacio-temporal de la iglesia misma, en la iglesia verificable históricamente: la iglesia está, ahora, empeñada en su actividad litúrgica específica. Enseguida después de la indicación de que las estrellas son los ángeles de las iglesias se agrega: y los siete candelabros son las siete iglesias (1,20b).

El paso de la dimensión "estelar" y trascendente a la espacio-temporal es espontáneo: se trata de la misma iglesia. Y hay una cierta continuidad también en la imagen: desde las "siete estrellas" símbolo de la trascendencia se pasa a las siete antorchas encendidas colocadas sobre siete candelabros, que expresan la dimensión litúrgica actual de la iglesia. Cristo se ocupará, en efecto, de las dos dimensiones: será, al mismo tiempo, el que tiene con fuerza en su derecha las siete estrellas y el que pasea en medio de los siete candelabros de oro (2,1).

Autopresentación de Cristo

Esto dice: la expresión, característica y repetida en todas las cartas, introduce la autopresentación de Cristo. La expresión más que de los edictos imperiales (Aune) deriva del AT. Encontramos 465 veces la fórmula así habla; referida a Dios como sujeto 441 veces. Es frecuente sobre todo en los textos proféticos, la fórmula introduce un mensaje directo de Dios.

Es siempre Cristo que habla pero al inicio –en el destinatario y en la autopresentación– usa la tercera persona, un modo más solemne para calificarse. La iglesia para entender quién es Cristo debe antes que nada tomar consciencia de lo que él es para ella, descubriéndolo presente en su vida de iglesia.

el Hijo de Dios: El título posee un valor concentradísimo: indica la filiación en sentido personal e implícitamente, por la citación del Salmo 2 (2,26-27), la filiación en sentido mesiánico. Es el "Hijo de Dios para la iglesia".

Como llamas de fuego: El fuego que devora es el fuego que arde como llama. Como Dios en el AT es "fuego devorador", así Cristo en el NT tiene los ojos como "llamas de fuego": está al mismo nivel de Dios. Sus ojos expresan el amor quemante de Dios que exige, en términos de una correspondencia de amor ardiente ("celoso"), una correspondencia por parte de los cristianos. Los ojos "como llamas de fuego" expresan también una característica del "hijo del hombre" relacionado con las iglesias: posee la capacidad de ver, de penetrar con su mirada, con la fuerza irresistible del fuego toda la situación de las iglesias y de destruir lo que encuentra de heterogéneo, como el fuego en llamas. Hay implícito un juicio, pero en perspectiva curativa.

El hecho que a Cristo se lo presente aquí "de pie" induce a pensar en la resurrección constantemente simbolizada por esta posición.

Entonces Cristo se presenta a la Iglesia de Tiatira bajo el aspecto más majestuoso; sólo aparecen sus ojos penetrantes y los pies incandescentes de la primera visión. Los ojos de fuego atraviesan las tinieblas en que quiere esconderse la Jezabel y penetran las "profundidades de Satanás" (v. 24).

Juicio de Cristo a la iglesia de Tiatira

Esta carta (2,18-29) ocupa el lugar central del septenario epistolar del libro del Apocalipsis. La característica más saliente es su extensión, pues es la más larga de todas las cartas. El juicio que contiene esta carta comienza con un elogio (v. 19) que es exactamente la inversa del reproche a la iglesia de Éfeso (v. 4: pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor).

Se destaca como motivo literario la repetición de la palabra "obras". El autor del Apocalipsis ya había comenzado a hablar de estas "obras" en la carta dirigida a la iglesia de Éfeso. Luego retoma el discurso precisamente aquí.

Es interesante notar que el movimiento literario del elemento negativo del juicio que le dirige Cristo a la comunidad de Tiatira se desarrolla en cinco versículos. De los cuales los vv. 20-23 son los específicamente negativos. Los vv. 24-25 constituyen una exhortación para el resto de la comunidad a no mezclarse con el grupo anteriormente condenado. Los vv. 20-23 se suceden en forma paralela sinonímica: comienzan nombrando a Jezabel o aludiendo a ella mediante un pronombre personal y se concluye mencionando sus malas obras. El centro de los vv. 21-22 lo ocupa la admonición a la conversión. Esta es una de las características de esta carta respecto de las demás del septenario: el rechazo a arrepentirse y convertirse (2,21: pero no quiere arrepentirse).

tus obras. Obras en el uso del Apocalipsis y también de otros autores del NT, por ejemplo Santiago, significa traducción en términos de comportamiento de aquello que son los valores o no de la persona. Toda persona tiene sus obras que la manifiestan. Las obras de la iglesia no son obras que la iglesia puede esporádicamente realizar, sino su manifestación concreta constante.

el amor. El "amor" aparece también en 2,4 (el amor primero): dado que es Cristo el que habla, el amor que alaba o que reprueba su ausencia es el amor de la iglesia hacia Él, como respuesta al suyo. La iglesia es ahora la "novia" (22,17) que aspira al nivel del amor de igual a igual de la "esposa" (21,9).

y la fe: La fe en el Apocalipsis implica una aceptación de Cristo en la que se permanece fiel individuando (13,10) y superando las dificultades contrarias.

y el servicio: expresa el amor activo intraeclesial.

y tu constancia: indica la perseverancia fuerte e iluminada –la constancia aparece como conclusión de un discernimiento sapiencial que debe hacer la comunidad– de la vida cristiana. La u(po-monh/ es la capacidad de aguante (monh/, me/nw: permanecer) bajo presión u(po/.

y tus obras. La correspondencia inclusiva con obras al inicio del versículo, sugiere que las "obras" son la expresión visible, históricamente verificables, de los valores interiores constituidos por el amor, la fe, la voluntad de servicio, la perseverancia. El hecho de que estos cuatro términos estén todos unidos con "y" indica que constituyen un contexto de valores unitarios, en el cual uno influye sobre otro; el hecho luego de que el comportamiento último sea mejor que el primero indica un crecimiento proporcionado de los valores interiores que el comportamiento expresa. El Apocalipsis insiste sobre el dinamismo de crecimiento propio de la vida cristiana.

Sin embargo, la situación parece movimentada en esta Iglesia; junto a los elementos positivos anteriores, hay también allí un gusano que roe el buen fruto.

Pero tengo contra ti: es la fórmula que introduce la parte negativa del juicio de Cristo. La expresión se formula en términos estrictamente interpersonales, tanto por lo que se refiere a Cristo (el mal de la iglesia le interesa y se transforma en algo que él posee: tengo) como por lo referido a la iglesia (se le señala el mal con una interpelación personal y como algo que tiende a dividirla de un acuerdo con Cristo: contra ti).

que dejas (hacer), "que toleras". La reprimenda está referida a la iglesia que es solidariamente responsable de cuanto acontece en su ámbito y la involucra; pero se aplica en modo particular a los "dirigentes" (cf. el caso análogo, pero de alabanza en vez de reproche, en 2,2).

a la mujer Jezabel. Es el nombre simbólico que, sobre la línea de la Jezabel histórica, conocida por su acción tendiente a corromper en sentido pagano (cf. 1Re 16,31; 2Re 9,22), se le da a un personaje concreto de la iglesia de Tiatira. La historia de Jezabel, mujer del rey Ajab e hija del rey de Sidón (1Re 16,31) en época del profeta Elías, está de hecho estrechamente ligada al profetismo. Jezabel es como un símbolo de la unión –sellada con una alianza de familia– entre Israel y los fenicios. El nombre simbolizado hace de la figura concreta e histórica la realización de un modelo negativo: "Jezabel" se transforma en una fórmula teológica de carácter general.

la que se autoproclama. Se trata de comprender bien los rasgos característicos, específicos de la figura simbólica de Jezabel presentada primero globalmente.

profetisa. En el Apocalipsis la actividad profética está en función de los cristianos y se refiere a la interpretación del plan de Dios que se está realizando en la historia. La cualificación de "profetisa" que Jezabel afirma poseer la sitúa en este contexto de "lectura profética" de la historia que la comunidad está viviendo.

Además, Jezabel enseña: el término indica, más allá de la manifestación a los cristianos de Tiatira de la lógica de Dios como se actúa en su historia propia de Jezabel en cuanto profetisa, una cierta profundización sistemática. Se hablará enseguida (v. 24) de "doctrina": Jezabel presenta, con la pretensión de interpretar el plan de Dios, su visión de la historia que se está viviendo en Tiatira. "Tú dejas enseñar" es un reproche propio para pastores. Una iglesia donde el verdadero pastor no ejerce su deber de vigilancia, es pronto presa del primer osado o grupo de presión que se hace valer.

y engañando. La actividad profético-didáctica de Jezabel prende en los cristianos pero los está haciendo desviar: se encaminan, tanto ella como sus seguidores, por un camino equivocado. Hay que señalar, en este contexto, la atención premurosa con la que el Cristo resucitado que está hablando considera y sigue a los cristianos: son llamados por Él mis servidores, servidores que le pertenecen.

a fornicar... Se precisa cuál es el contenido de la doctrina de Jezabel. El término usado es interpretado normalmente como sinónimo de idolatría, en la línea del uso documentadísimo de fornicar, fornicación, cometer adulterio en los profetas del AT. El valor metafórico de "a fornicar" como "acto de culto idolátrico" quedaría confirmado aquí por la expresión real que sigue: y a comer (carne) inmolada a los ídolos, que manifiestamente pertenece al mismo contexto.

Pero existen dificultades: si en los Padres Apostólicos un poco posteriores al Apocalipsis, los vocablos prostituta, etc. no se los usa jamás en sentido figurado, ¿se puede dar por descontado un tal sentido en el Apocalipsis? Sobre todo: dado que la actividad de Jezabel se desarrolla al interior de la comunidad cristiana y se presenta con el "carisma" de la profecía y de la enseñanza, es difícilmente admisible que haya enseñado precisamente el culto idolátrico y que haya encontrado seguidores entre los cristianos. Una vuelta a la idolatría habría implicado el abandono de la comunidad cristiana.

Lo que induce a reflexionar. Si tomamos en consideración el uso de todo el núcleo terminológico "impuro", "fornicar", "fornicación" en el Apocalipsis vemos que son mencionados en enumeración junto a la "idolatría" y por lo tanto son distintos de ella; "prostituta" (17,1.5.15.16; 19,2) indica la convivencia de los hombres, inmanente y consumista. Deducimos un contexto más amplio, que va más allá del acto idolátrico y se refiere más globalmente a la vida en general. Elaborando de manera personal y original elementos tomados como punto de partida del AT, el autor expresa con este núcleo terminológico simbolizado un sistema de vida inmanentemente terrestre y mundano, incompatible con el verdadero sistema de vida cristiano. Se trataría entonces de un tipo de vida cristiano que deriva de una "inculturación" apresurada e inadecuada en el ambiente pagano y sincretista en el que la comunidad vive.

Ese tipo de vida no se especifica en sus detalles: comer las carnes inmoladas a los ídolos no es un acto de culto pagano, de por sí (cf. la problemática de Pablo a propósito: 1Cor 8,1-13), pero conlleva un contacto directo con el ambiente pagano que puede resolverse en sentido positivo o negativo.

 

El término a fornicar, si no se puede interpretar en sentido metafórico preciso de idolatría, no parece tener tampoco el valor real, de "impudicia": una enseñanza profética en ese sentido sería sencillamente inadmisible. Puede designar, en cambio, el contacto que llevaba a los cristianos al sistema de vida inmanente y material, que se encontraba de hecho en el ambiente pagano. Si tenemos presente el uso de los banquetes de las "corporaciones" documentados en Tiatira y que fácilmente terminaban en las orgías o en prácticas supersticiosas, aparece más claro entonces el riesgo de desorientación que corrían los cristianos acogiendo la doctrina sincretista de Jezabel.

Y le he dado... Como don específico de Cristo, Jezabel tuvo el tiempo adecuado para poder convertirse, para una reflexión ("meta-noeo", literalmente "pensar más allá"). Se habla de la duración (tiempo) de un período que tuvo para Jezabel impulsos de conversión. No se dan detalles específicos, pero la insistencia en el tiempo hace suponer que Jezabel tuvo modo de experimentar los efectos negativos de su "doctrina" y la necesidad, por lo tanto, de corregirla radicalmente o de abandonarla.

A los estímulos de reflexión, Jezabel opuso en el pasado y continúa oponiendo en el presente una actitud de rechazo (no quiere). Su doctrina, su visión sincretista-materialista en el sentido indicado antes de la vida cristiana es todavía para ella una especie de absoluto, del que no se quiere apartar. La insistencia sobre la falta de voluntad por parte de Jezabel hace pensar en una doctrina con la forma de un sistema cerrado, que Jezabel quiere mantener incluso a costa de las dificultades reales y de los inconvenientes evidentes que provoca, sin siquiera ponerla en discusión.

Mira, voy a arrojar a ella al lecho: El estrecho paralelismo entre las dos frases y algunas expresiones equivalentes, que significan "enfermedades" (cf. 1Mac 1,5 y Judit 8,3: cayó en cama) indican una clara orientación exegética: a la profetisa se la amenaza con un lecho de enfermedad como sustitutivo real del lecho metafórico de su fornicación.

La amenaza ya se actuó o es inminente: arrojar, en presente indicativo, indica una acción que se está desarrollando. Se podría traducir también "estoy arrojando". La enfermedad de Jezabel es un signo vistoso, como subraya el mira. La constatación será un estímulo para Tiatira –y para las otras iglesias: cf. v. 23– para tomar conciencia de la verdad y de la eficacia del juicio de Cristo.

¿Puede tener la enfermedad de Jezabel también una utilidad personal para la misma Jezabel? El contexto "medicinal" del juicio, que, en las "cartas" no es nunca definitivo sino que está en función de la conversión y el paralelismo señalado con la expresión siguiente referida a los discípulos de Jezabel a los cuales se los amenaza con la gran tribulación a no ser que se conviertan, sugiere que habiendo Jezabel desatendido todos los estímulos provenientes del exterior en el tiempo para convertirse, es ahora tocada por la enfermedad, pero siempre con la finalidad de la conversión.

y a los que adulteran... Los discípulos de Jezabel son cualificados como los que adulteran con ella. "Cometer adulterio" está en la línea de "fornicar" del cual frecuentemente es sinónimo. Expresa aquí la situación de aquellos que habiendo recibido la enseñanza de Jezabel a fornicar (cf. 2,20 más arriba), lo ponen en práctica. La misma expresión se vuelve a encontrar, con el mismo grado de excepcionalidad, en la que es una Jezabel aumentada en sentido negativo, Babilonia, la "la gran prostituta".

Jezabel y Babilonia forman con sus adeptos un único contexto, como se realiza en una relación sexual; pero se trata, en los dos casos, de una unión establecida bajo el signo de una negatividad moral.

a una gran tribulación. A los seguidores de Jezabel se los amenaza con una prueba particularmente dura, pero que, a diferencia de la enfermedad que toca a Jezabel en persona, proviene de la presión del ambiente externo, como indica el valor usual de tribulación en el Apocalipsis. El ambiente pagano, al que los discípulos de Jezabel buscan adaptarse, reaccionará en un cierto momento de modo violento y fuerte contra ellos.

En la perspectiva del autor, no obstante, también este juego de acción y reacción ambiental está en las manos de Cristo. Es él que "está arrojando" a los secuaces de Jezabel en la "gran tribulación", es él que, tomando conciencia de una eventual pero deseada conversión previa, podrá evitárselas. La finalidad es, en todo caso, lograr la conversión.

Y a sus hijos. Llamando a los discípulos de Jezabel "hijos", el autor traslada el acento hacia el futuro. Los "hijos" de Jezabel podrán expresar a continuación, incluso después de la desaparición de ella, los rasgos de su fisonomía, su doctrina; en el presente, en cambio, los discípulos son llamados los que están cometiendo adulterio con ella, en el sentido indicado. De este adulterio nacen los hijos. Los "hijos" de Jezabel desaparecerán: la doctrina de la profetisa no debe tener futuro.

y sabrán todas las iglesias. Todas las iglesias –es lo que el autor dijo antes hablando de "siete (totalidad, universalidad) iglesias"– podrán darse cuenta de lo que sucede en Tiatira, referido tanto a Jezabel como a sus seguidores, del comportamiento de Cristo en relación a las mismas iglesias. Todas las iglesias "tomarán consciencia", experimentarán no menos que Tiatira la presencia purificadora de Cristo en medio de ellas.

y daré: en paralelo con sabrán y no dependiente de que, la expresión indica un don prometido para el futuro, que corresponde a la actuación histórica (obras) que la iglesia ha realizado en su vida. Esta correspondencia (según) no hay que entenderla como un balance salarial, sino más bien como un "don" prometido por Cristo para el futuro escatológico.

Existe en efecto un desarrollo en este sentido: el conocimiento de Cristo en referencia a las iglesias apunta hacia su dimensión interior y es un hecho presente. El que sondea los riñones y los corazones quiere provocar, partiendo del interior, de las "obras", que se deberán realizar simultáneamente en el presente. Existirá después un futuro escatológico de don, que, por una parte corresponderá a la realización actual de las "obras", valorizándola toda, por otra tendrá toda la espontaneidad y la gratuidad, la "sorpresa" típica del don.

Hay que notar, finalmente, como el discurso gradualmente pasa de Jezabel y sus secuaces a la iglesia misma: ella permanece siempre la interlocutora a la que se dirige el mensaje, incluso cuando se hablaba de Jezabel. Ahora emerge más directamente en primer plano: nos lo dice la insistencia del discurso directo: a ustedes, a cada uno.

Exhortación particular a la iglesia de Tiatira

Pero a ustedes digo. El discurso, que ya al final del versículo precedente había asumido un tono más directo con el "ustedes", continúa acentuado en la misma línea constructiva. Se pone de relieve que es Cristo, precisamente él, que habla y habla a la iglesia de Tiatira.

a los demás: primero la amenaza judicial de Cristo se dirigía a Jezabel y a sus seguidores; ahora el discurso directamente se refiere a "los otros". Los "que quedan". En seguida se indica de quienes se trata: son "todos aquellos" que no "poseen", no tienen, no han hecho suya (literalmente "no tienen") la "doctrina" de Jezabel antes expuesta.

los que... el pronombre se refiere a los que fueron mencionado antes. Dado que "todos aquellos" determina taxativamente al grupo de los "que quedan", emergen sólo dos categorías: los adherentes a Jezabel, los otros. "Los que" se refiere, entonces, al grupo de Jezabel del que se señala otro aspecto que completa el cuadro. La doctrina inmanente y sicretista de Jezabel tiene también una coloración gnóstica. Y, como tal, tiende a la "profundidad". La ilustra la expresión de Hipólito el cual hablando de los gnósticos dice: "andan diciendo que son sólo ellos los que conocen la profundidad".

no arrojo sobre ustedes ninguna otra carga. La expresión se contrapone al v. 22 (mira voy a arrojar) e indica que, contrariamente a lo que se verifica para Jezabel y sus discípulos, "los otros" de Tiatira no tienen necesidad de una "presión" particular (otro peso, que haga presión), más allá de la ejercida por los "pesos" ya presentes en la comunidad, y, que, soportados, determinan su perseverancia (cf. v. 19/), la "capacidad de aguante bajo presión" que encontramos en la parte positiva del juicio sobre ella. La presencia de Jezabel y de sus discípulos, los actuales y los futuros antes mencionados, metafóricamente "hijos" en el sentido de hijos adúlteros de Jezabel y de los que "adulteran" con ella, es ya, por las reacciones de defensa que provoca, uno de estos pesos.

no obstante... "No obstante" la ausencia de la presión de una nueva prueba, los tiatirenses deben mantener con fuerza "lo que tienen", su situación positiva relevada en la primera parte del juicio (cf. 2,19). El imperativo de Cristo, adecuadamente recibido, produce en la iglesia esta capacidad de perseverancia, que deberá prolongarse indefinidamente, hasta la vuelta de Cristo en la segunda venida.

Promesa hecha al vencedor

al vencedor que ha hecho suya y conserva la actividad propia de Cristo se le promete una capacidad de dominio en referencia a las fuerzas hostiles; durante el desarrollo de la historia de la salvación él podrá dominar a los hombres, los componentes particulares de las "naciones" que encarnan estas fuerzas hostiles; de hecho, siempre en el presente de la historia de la salvación que se desarrolla, estas fuerzas hostiles "serán despedazadas", pero no explícitamente y exclusivamente como efecto del influjo del vencedor. La acción del vencedor, en efecto, es coordinada y subordinada a la acción principal de Cristo. Notemos que la palabra mesiánica del Sal 2,9 es aplicada no sólo a Cristo, sino también a los suyos.

y le daré la estrella de la mañana. Todo esto hace pensar que nos encontramos ante una creación original del autor, que combina la cifra simbólica "estrella" (simbolismo cósmico) y la de la "mañana" (simbolismo antropológico). ¿Qué significa? La frase aparece, explicitada, en 22,16: Jesús mismo, en un contexto de diálogo litúrgico, se identifica como la estrella de la mañana y se le agrega con particular énfasis el adjetivo "luminosa". Creación original del autor del Apocalipsis, se le propone la expresión enigmática a la comunidad que escucha, la cual debe elaborarla y clarificarla: "estrella" indicando según el simbolismo "cósmico" la trascendencia la zona celestial propia de Dios, alude al nivel escatológico; "de la mañana" en cambio, con una referencia al simbolismo antropológico (el día como vivido por el hombre, la "jornada"), indica el inicio de una jornada (no el mediodía que, en vez, evocará hacia la sección conclusiva de la Segunda Parte la expresión "en el punto más alto del cielo": 14,6), un primer inicio hacia el pleno día. Al "vencedor" empeñado en mantener las "obras" de Cristo durante el desarrollo de la historia de la salvación, se le promete la meta escatológica (estrella): la meta escatológica ya ilumina el presente, que constituye un anticipo y un inicio (mañana).La comunidad que escucha, reflexionando y elaborando, tomará conciencia, hasta descubrir después que las dos dimensiones –escatológica y actual– se realizan plenamente en Cristo que, litúrgicamente presente en medio de ella, la ilumina ya con su luz (22,16). En el fondo está Cristo mismo que gradualmente se autodona hasta la plenitud escatológica.

Exhortación general

Podemos concluir entonces que el autor, repitiendo siete veces la misma frase en la primera parte, envía al grupo de escuchas, con una insistencia particularmente inculcada, a aquella escucha típica del Espíritu que el grupo deberá hacer, interpretando y aplicando a la vida la segunda parte del libro.

d) Conclusión: ¿intolerancia o fidelidad?

Constatamos que, al final del primer siglo y durante los primeros decenios del segundo, el cristianismo asiático estaba dividido a propósito de una cuestión de actualidad particularmente ardiente: la actitud a adoptar frente al mundo idolátrico.

En el Apocalipsis se comienzan a vislumbrar los dos tipos de respuestas que históricamente se propusieron y que se presentarán más claras en tiempo de Ignacio de Antioquía y aún después. No podemos ver en este desarrollo una perfecta continuidad histórica, sociológica y teológica entre los respectivos partidarios de cada una de estas soluciones a lo largo de aquellos años. Juan en el Apocalipsis ataca a cristianos que habiendo aceptado puntos de vistas más o menos dualistas han sido llevados naturalmente a sacar consecuencias coherentes. La postura "herética" se podría formular así: no hay por qué arriesgar la vida para evitar todo compromiso con el paganismo; el martirio no forma parte de la vocación cristiana. Ante esta posición laxista se colocan los que podríamos llamar profetas de la intransigencia. Vienen de horizontes distintos, su teología está lejos de ser la misma, por lo tanto el grupo "herético" no puede formar la iglesia ortodoxa. Además hay un hecho que se les impone a todos como evidente; y es que el cristiano en el mundo no puede seguir otro camino que el de Cristo, el camino del martirio, o por lo menos del absoluto rechazo a pactar con la idolatría satánica.

El autor del Apocalipsis polemiza contra la tendencia a adaptarse y conformarse al poder político romano, más acuciante en las iglesias de Éfeso, Pérgamo y Tiatira.