Entrevista


El cardenal Poupard traza el mapa de la increencia
Entrevista con el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 14 julio 2004 (ZENIT.org).- «La increncia ha dejado de ser un fenómeno reducido a unos pocos individuos para convertirse en un fenómeno de masa» constata el hombre de Juan Pablo II para la Cultura.

El cardenal Paul Poupard aclara que esta situación se da «sobre todo en los países en los que domina un modelo cultural secularizado».

El purpurado francés, en esta entrevista concedida a Zenit, traza el mapa de la increencia religiosa en el mundo, argumento al que se dedicó la asamblea plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura, del que es presidente, celebrada entre el 11 y el 13 de marzo en el Vaticano.

--Pero, ¿no hablan muchos sociólogos de «vuelta a lo sagrado?

--Cardenal P. Poupard: Muchos hablan de una «vuelta a lo sagrado» sin precisar que se trata más bien del surgimiento de una nueva religiosidad débil, sin una referencia a un Dios personal, algo más emotivo que doctrinal. Asistimos a la despersonalización de Dios. Esta nueva religiosidad no coincide con un regreso a la fe y constituye un auténtico desafío para el cristianismo.

--¿Qué relación tiene esta religiosidad con el ateísmo?

--Cardenal P. Poupard: El ateísmo militante está retrocediendo en el mundo, pero se da un fenómeno de increencia práctica que crece en ambientes culturales impregnados de secularismo.

Se trata de una forma cultural que yo calificaría de «neopaganismo», en la que la religión constituye una idolatría de los bienes materiales, un sentimiento religioso más bien panteísta, que se encuentra muy a gusto con teorías cosmológicas, como las de la Nueva Era.

Evidentemente es necesario reflexionar sobre este fenómeno que es típico de las culturas secularizadas de Occidente.

--¿Cuáles son los resultados del estudio que han realizado con motivo de la asamblea del Consejo Pontificio de la Cultura?

--Cardenal P. Poupard: Las situaciones cambian según los países y los continentes. En África la increencia afecta a la población de origen europeo y su influjo se hace sentir en las grandes ciudades. En un país como Sudáfrica hay más de seis mil Iglesias diferentes. Es difícil, por tanto, hablar de increencia.

En América del Norte, en los Estados Unidos, los ateos declarados son el 1%, mientras que los «sin Iglesia» son el 15%. La mayor parte de los ciudadanos estadounidenses reza, mientras que sólo el 1% ha declarado que no reza nunca.

En América Latina, Cuba es el único país en el que todavía está en el poder un régimen oficialmente ateo. Es significativo que después de cuarenta años de educación atea, el 86% de los cubanos se considera creyente, si bien sólo el 15% va a la Iglesia.

Otro caso singular es México, donde durante setenta años gobernó un régimen controlado por grupos masónicos de orientación anticlerical. Pues bien, el 90% de los mexicanos son católicos y el 100% devotos de la Virgen de Guadalupe. Esto da una idea de las raíces profundas de la religiosidad popular.

En América Central, la piedad popular resiste a las sirenas del modelo secularizado.
En Brasil, donde se encuentra el mayor número de católicos del mundo, asistimos al paso de creyentes de la Iglesia católica a otros grupos cristianos. En los años cincuenta los católicos eran el 93,5%, hoy son el 73,8%. En el mismo período, las iglesias cristianas han pasado del 0,5% al 15%.

En Argentina, el 4% de la población se declara ateo y el 12% agnóstico.

En Asia la situación es muy diferente: como ha comentado un obispo asiático, «no se da el fenómeno de la increencia pues no hay ninguna creencia».

En Japón, por ejemplo, existe un verdadero supermercado de las religiones: si sumamos el número de los sintoístas, taoístas, budistas y cristianos nos da un porcentaje del 125% de la población, pues muchos afirman seguir varias religiones.

En Filipinas, único país de Asia de gran mayoría cristiana, con el 82,9% de católicos y el 4,57% de musulmanes, sólo el 0,3% deja vacía la casilla dedicada a la religión.

Corea del Sur es un país interesante, con el mayor número de conversiones al catolicismo.

--Pero, entonces, ¿dónde se da el fenómeno de la increencia?

--Cardenal P. Poupard: Noticias preocupantes llegan desde Europa, con importantes diferencias entre el área mediterránea, el centro y el norte.

En Italia, el 4% se declara ateo, el 14% indiferente, la mayoría creyente, pero sólo participa de vez en cuando en la vida de la Iglesia.

En España, tiene lugar un proceso de pulverización cultural y religioso apoyado por los gobiernos de cultura socialista.

En Europa central nos encontramos con los tres países que declaran el número más elevado de personas sin religión: Bélgica con el 37%, Francia con el 43% y los Países Bajos con el 54%.

Francia sigue siendo el país con el mayor número de ateos: el 14%. En este caso siento la tentación de hacer una comparación con el final del Imperio Romano.

En el Reino Unido, el 77% de la población se declara cristiano. Los anglicanos son la mayoría, pero el número de católicos que va a la Iglesia supera al de los anglicanos en números absolutos. En Gran Bretaña, el 14% afirma que no tiene religión.

En los países escandinavos: Islandia, Dinamarca Suecia, Noruega, los católicos son una minoría que crece gracias a la llegada de nuevos inmigrantes de Filipinas y de Corea.

En Dinamarca, las personas sin religión son el 11%, el 11,6% en Noruega, y el 12,7% en Finlandia. En estos países, por una parte se da la secularización; por otra, se constata el culto de la naturaleza de influencias paganas, según las cuales la naturaleza es sagrada.

En Alemania hay que distinguir entre el este y el occidente. El 60%, en la ex república del este, declara no tener religión, mientras que en occidente este porcentaje es de un 15% y se da sobre todo en las grandes ciudades.

En Polonia los no creyentes son muy pocos, pero se puede decir que al materialismo marxista le está sustituyendo el materialismo consumista, y esta es la mayor preocupación.

En Hungría, de los diez millones de habitantes, tan sólo 887 personas se declaran ateas, pero la mayor parte de la población vive la religión a su modo.

En la República Checa, la mitad de la población se considera atea o sin confesión religiosa (Bohemia), mientras que Eslovaquia es en su mayoría católica.

--¿Y qué puede decir estadísticamente hablando de los países islámicos?

--Cardenal P. Poupard: En los países de mayoría islámica no hay datos de confianza, pues si uno no es creyente no lo puede decir. Pero este motivo los números son falsos.

--¿Qué conclusiones saca usted después de trazar este mapa?

--Cardenal P. Poupard: El ateísmo militante retrocede, pero disminuye la pertenencia activa a la Iglesia. La increencia no crece en el mundo, con la excepción de los países en los que está presente el modelo cultural secularizado.

Crece la indiferencia religiosa bajo la forma de ateísmo práctico. Desde el punto de vista pastoral, lo más preocupante es que la increencia está avanzando incluso entre las mujeres. Durante milenios la fe ha sido transmitida en la familia por las madres, mientas que ahora asistimos a una fractura.

Además, se da un hecho nuevo: crece el ser humano indiferente, es decir, el hombre o la mujer que puede creer sin pertenecer y pertenecer sin practicar.

Aumenta el número de quienes dicen ser religiosos pero no van a la iglesia y que creen en toda una serie de prácticas que en ocasiones forman parte del terreno mágico.

--Ante esta situación, ¿hay signos de esperanza para la Iglesia católica?

--Cardenal P. Poupard: Ciertamente. Subrayo sobre todo los nuevos movimientos religiosos: neocatecumentales, focolares, Comunión y Liberación, renovación carismática... Desde hace un cuarto de siglo hemos constatado la expansión numérica y geográfica que han experimentado. Me encuentro con ellos en todo el mundo y han crecido también en intensidad y profundidad espiritual.

Se trata de una reacción suscitada por el Espíritu Santo para responder a la cultura secularizada. En el momento en el que parece que se da una disolución, presentan un intenso sentido de agregación y de pertenencia, testimonian una fuerte religiosidad, arraigada en el encuentro eclesial y personal con Cristo: en los sacramentos y en la oración, en la liturgia, en la celebración de la Eucaristía.