¿Qué podemos hacer con los corazones endurecidos?

El tiempo en que vivimos no facilita el encuentro vivo con la fe. Hay múltiples factores que se confabulan: (1) El materialismo y el consumismo nos vuelcan hacia todo lo corporal y monetario y nos hacen indiferentes a los valores trascendentes; (2) Un cierto cientificismo cree que puede explicarlo todo sin Dios; (3) Muchas publicaciones y medios de comunicación dan amplio despliegue a las noticias contrarias a la Iglesia mientras minimizan el valor humanizante y bienhechor de la fe bien entendida y bien vivida. (4) Por si fuera poco, muchas personas llevan vidas que saben que son contrarias a los principios morales de nuestra fe católica, de modo que, desde su perspectiva, la fe es como un impedimento para las libertades y placeres que ahora mismo disfrutan.

Todo esto ya indica que no hay una "receta" para convertir a los corazones que han recibido una o más de esas cuatro capas de "endurecimiento." Casi me atrevo a decir que es un verdadero milagro llegar a creer y conservar luego la fe. Tal vez nunca como en nuestra época es posible sentir que nuestra fe es un REGALO y que vale la pena valorarlo y agradecerlo.

Importante entonces que los demás no nos vean como gente que trata de persuadirlos a la fuerza sino como hombres y mujeres que experimentamos un gozo y una luz muy grandes y que sencillamente queremos compartirlo con ellos. La primera clave, pues, es permanecer en la GRATITUD al Señor, y en la alegría de un testimonio de gracia y misericordia. La segunda es PERSEVERAR. Algún día la misma persona que hoy se burla puede acercarse a buscarnos, tal vez para pedir un consejo, o contarnos un problema o pedirnos una oración. Lo importante es que cuando le llegue el momento malo nosotros estemos presentes con una actitud amorosa, sin recriminaciones y con mucha misericordia, apuntando hacia Jesucristo.