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Hace falta una nueva apologética

 

En un discurso a los obispos de las regiones noroccidentales de Canadá, presentes en Roma con motivo de la visita "ad limina", el Santo Padre Juan Pablo II explica el porqué y el cómo de la apologética católica.

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            "6. Enseñar la fe y evangelizar significa proclamar al mundo una verdad absoluta y universal; pero debemos hablar de un modo apropiado y coherente, que permita a la gente acoger dicha verdad. Reflexionando sobre lo que eso implica, Pablo VI especificó estas cuatro cualidades: perspicuitas, lenitas, fiducia y prudentia, es decir, claridad, mansedumbre, confianza y prudencia (cf. Ecclesiam suam, 75).

            Hablar con claridad quiere decir que debemos explicar de manera comprensible la verdad de la Revelación y las enseñanzas de la Iglesia. No sólo debemos repetir, sino también explicar. En otras palabras, hace falta una nueva apologética, que responda a las exigencias actuales y tenga presente que nuestra tarea no consiste en imponer nuestras razones, sino en conquistar almas, y que no debemos entrar en discusiones ideológicas, sino defender y promover el Evangelio. Este tipo de apologética necesita una "gramática" común con quienes ven las cosas de forma diversa y no comparten nuestras afirmaciones, para no hablar lenguajes diferentes, aunque utilicemos el mismo idioma.

            Esta nueva apologética también tendrá que estar animada por un espíritu de mansedumbre, la humildad compasiva que comprende las preocupaciones y los interrogantes de los demás, y no se apresura a ver en ellos mala voluntad o mala fe. Al mismo tiempo, no ha de ceder a una interpretación sentimental del amor y de la compasión de Cristo separada de la verdad, sino que insistirá en que el amor y la compasión verdaderos plantean exigencias radicales, precisamente porque son inseparables de la verdad, que es lo único que nos hace libres (cf. Jn 8, 32).

Hablar con confianza significa que, a pesar de que otros puedan negar nuestra competencia específica o reprocharnos las faltas de los miembros de la Iglesia, nunca debemos perder de vista que el evangelio de Jesucristo es la verdad a la que aspiran todas las personas, aunque nos parezcan alejadas, reticentes u hostiles.

            Por último, la prudencia, que el Papa Pablo VI define sabiduría práctica y buen sentido, y que san Gregorio Magno considera la virtud de los valientes (cf. Moralia, 22, 1), significa que debemos dar una respuesta concreta a la gente que pregunta: "¿Qué hemos de hacer?" (Lc 3, 10. 12. 14). El Papa Pablo VI concluyó afirmando que hablar con perspicuitas, lenitas, fiducia y prudentia, "nos hará discretos. Nos hará maestros" (Ecclesiam suam, 77).

Queridos hermanos en el episcopado, estamos llamados a ser ante todo maestros de la verdad, que no dejan de implorar "la gracia de ver la vida en su totalidad, y la fuerza de hablar eficazmente de ella" (Gregorio Magno, In Ezechielem, I, 11, 6).