ESPÍRITU SANTO

CARISMAS - TEXTOS



1. Diaconias ex-fide y diaconias fidei 
Hagamos una premisa. Se habló ya de los carismas señalados por 
Pablo (Ef 4, 11) -apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, doctores-. 
Ahora recuerdo brevemente otro pasaje en el que se describe el mayor 
número de diaconías, fruto del Espíritu; por ejemplo, /Rm/12/06-08: 
"Pero teniendo carismas diferentes según la gracia que nos ha sido 
dada, si uno tiene el carisma de profecía, úselo conforme a la medida 
de la fe; o si el servicio, sirviendo; o el que enseña, empléelo en la 
doctrina; el que exhorta, en exhortar; el que reparte, hágalo con 
generosidad, el que preside, con serenidad; el que hace obras de 
misericordia, que las haga con alegría". O también /1Co/12/08-10: "Así 
el Espíritu da a uno palabra de sabiduría, a otro, palabra de ciencia; a 
otro la fe, en el Espíritu; a otro, el don de curaciones en el único 
Espíritu; a otro, el don de obrar milagros; a otro, profecía; a otro, 
discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas y a otro la 
interpretación de las mismas". Y al final del capítulo todavía 
(/1Co/12/28), con un trozo semejante a /Ef/04/11: "Y así Dios puso en 
la Iglesia en primer lugar a los Apóstoles; en segundo lugar a los 
profetas; en tercero a los doctores; luego los que tienen el poder de 
hacer milagros; después los de los dones de curaciones, de asistencia, 
de gobierno, de hablar diversidad de lenguas".
Tomando el material de estas varias indicaciones propongo una 
distinción que es útil para orientarnos en la formación del 
evangelizador.

1.- Hay algunos servicios en la Iglesia que pueden llamarse 
diaconías ex-fide.
Son todos esos servicios que les hacemos a los hermanos, partiendo 
de la fe, por tanto del Bautismo, de nuestra conversión bautismal, pero 
que pueden ser hechos por otros y en colaboración con otros: el 
servicio a los enfermos, a los inválidos, a los drogadictos, el servicio de 
la justicia, los servicios sociales, el servicio de la instrucción, la ayuda a 
los prisioneros, a todos los que de cualquier modo están marginados.
Son, en todo caso, diaconías, obras de misericordia y de asistencia 
de cualquier género que para el cristiano vienen ex-fide y que, de por 
sí, pueden nacer sencillamente de un deseo de humanidad, de 
solidaridad con el hermano. Pero para el cristiano adquieren una 
característica particular, porque son fruto de la propia fe madura; en 
cuanto al objeto no se distinguen, en cambio, de otros servicios.

2.- Hay otros servicios (sobre todo los cinco recordados en Efesios 
-apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, doctores-) que son 
específicas diaconías fidei, en las cuales el objeto del servicio es la 
fe.
Son el servicio de la fe las varias formas de la evangelización, del 
servicio pastoral, del apoyo de la comunidad, del esclarecimiento de la 
esperanza. Estas dos diaconías están unidas las unas a las otras; las 
diaconías ex-fide se refieren más bien a la promoción humana, 
mientras las diaconías fidei se refieren a la evangelización, al servicio 
en el cual la misma fe es objeto del don comunicado.
Para un cristiano ciertamente la diaconía fidei es el servicio más 
grande que pueda hacer: si es cierto que son tantas las necesidades 
del hombre, la fundamental es su necesidad irrenunciable de fe, de 
esperanza, de amor sin límites.
Todos los otros servicios son útiles, pero adquieren en la visual 
cristiana su punta de diamante en el servicio de los servicios, en el 
ministerio de los ministerios, el que le da al hombre la fuerza de 
esperar y de vivir. Es importante dar el pan, la justicia, la posibilidad de 
una vida humana: pero si luego, a este hombre no se le da un motivo 
profundo para vivir, ¿de qué le sirven todas las otras cosas? E1 
cristiano se pone en estado de un servicio que es irrenunciable para 
que todos los otros servicios sirvan para la plena satisfacción del 
hombre. 
Hay que tener presente esta distinción para comprender mejor la 
enseñanza de Jesús en Lucas (del capítulo 5 al 18). 
(·MARTINI-5.Págs. 72-74)
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2.

El contemporáneo
"don-de-lenguas"


En la mitad del siglo 20 en USA apareció un movimiento "carismático" 
(haris en griego significa gracia). Su meta era hacer renacer en la 
sociedad contemporánea los dones de Gracia, que recibieron los 
Apóstoles en Pentecostés, y en particular el "don de las len-guas" - o 
sea, la repentina posibilidad de hablar en otro idioma. A este 
movimiento se unieran las iglesias baptistas y metodistas. El 
movimiento "carismático" era de esperarse en un medio protestante ya 
que el protestantismo no tiene la continuidad apostólica en el 
sacerdocio. Así carece de fuerza de Gracia de los Sacramentos en los 
cuales se otorgan los dones del Espíritu Santo. Las reuniones de las 
sectas, carentes de Gracia, no pueden dar al cristiano la satisfacción 
espiritual. El movimiento "carismático," prometiendo una nueva fuerza 
espiritual en las igle-sias protestantes, se hizo popular y rápidamente 
surgieron en distintas partes de USA re-uniones "pentecosteses." Tocó 
este movimiento también algunas iglesias más tradicio-nales. Hace 
poco aparecieron y se propagaron las comunidades pentecosteses en 
Europa, Rusia y América del Sur.
Los pentecosteses y otros "carismáticos" tratan con métodos 
artificiales (en esencia schamanicos) de desarrollar en sí la aptitud de 
hablar en nuevo idioma, están muy orgu-llosos de ésta aptitud y la 
valoran mucho. Sin embargo, lo que consiguen, es algo total-mente 
deformado, que no tiene nada en común con los dones de Gracia de 
los tiempos apostólicos.
Sobre el milagroso y genuino don de lenguas, que recibieron los 
Apóstoles, el día del descenso del Espíritu Santo sobre ellos, cuentan 
los primeros capítulos del libro de los "Hechos." Sobre la esencia y la 
meta de este don, escribe Ap. Pablo en su epístola a Corintios 
(12-14).
Como ya dijimos, el don de las lenguas era imprescindible para los 
Apóstoles para predicar exitosamente el Evangelio. Habiendo recibido 
la aptitud de hablar en el idioma de tal o cual pueblo, los Apóstoles 
podían predicar a este pueblo, sin perder el tiempo en el estudio de su 
lengua. Gracias a esto la iglesia de Cristo se difundió rápidamente. 
Como sabemos de la historia subsiguiente de la Iglesia, éste don no 
duró mucho. A medida que en distintos países iban apareciendo los 
predicadores locales, la necesidad del don sobre-natural menguaba. 
Así en los tiempos de San Irineo de Lyon, en la mitad del siglo tres, el 
don de lenguas se mencionó como una rareza.
De la epístola de Ap. Pablo a los Corintios, se puede sacar la 
conclusión, de que en esta Iglesia el don de lenguas fue más 
desarrollado, que en otras Iglesias. El don de len-guas fue uno de los 
dones espirituales, que algunos cristianos recibían después del 
bau-tismo y la imposición de las manos de los Apóstoles. No todas los 
cristianos del Corinto sabían usar correctamente ese don. Apóstol 
Pablo los advierte de no usarlo mal. Pasaba que en las reuniones de 
oración, los cristianos Corintios comenzaban a hablar en distintos 
idiomas sin necesidad. Aparentemente lo hacían para vanagloriarse y 
mostrar la superio-ridad del uno sobre otro. El Ap. Pablo explica que el 
"don de las lenguas" no es necesario para los creyentes, y si, para los 
no creyentes a fin de atraerlos hacia la fe.
Además, el don de las lenguas tenia una influencia negativa en las 
reuniones de oración, cuando se usaba fuera del tiempo. Así, p. ej., 
durante el servicio religioso varios individuos comenzaban a hablar en 
distintos idiomas incomprensibles para la mayoría de los presentes. 
Resultaba ruidoso y se perdía la atmósfera de recogimiento y oración.
Para evitar el mal uso del milagroso don, el Ap. Pablo explica a los 
Corintios que el don de lenguas es el menor de los dones entre otros 
dones espirituales necesarios para el hombre. Los cristianos de 
Corinto harían mejor, si en lugar del don de lenguas, pedirían a Dios 
enriquecerlos con la fe, contención, paciencia, amor, sabiduría y otros 
dones mora-les.
Comparando el don de las lenguas de los tiempos apostólicos con la 
parodia con-temporánea, se ve una gran diferencia. En aquellos 
tiempos los cristianos recibían la ap-titud de hablar en idioma 
verdadero y existente entonces. Era un correcto uso de la len-gua, 
necesaria para el predicador. En cambio, el contemporáneo "hablar en 
lenguas" es simplemente la emisión de una serie de sonidos sin 
sentido, que toman la forma de un balbuceo o gritos desaforados. Este 
hecho es reconocido por los mismos pentecosteses, explicando que se 
trata de la "lengua del paraíso." No es posible aceptar estos sonidos 
sin sentido como un milagro de Dios. Ellos son, generalmente, el 
resultado de excitación nerviosa, entrada en un trance, alucinaciones 
cercanas a los poseídos. Por eso los secta-rios muestran su extrema 
incultura espiritual y llegan hasta la blasfemia, cuando una exaltación 
artificialmente provocada, y los sonidos inarticulados, lo atribuyen a la 
inspi-ración Divina.
En general, la inclinación sobre los agudos experimentos 
sensoriales, es característi-ca para la sociedad contemporánea. Se 
manifiesta por el gusto de la música fuerte y agre-siva que despierta 
sentimientos de maldad y erotismo, en la sociedad que acepta la 
se-xualidad sin límites, el uso de las drogas, ver películas llenas de 
horror, crímenes y monstruosos demoníacos. Todas estas 
manifestaciones son síntomas de la enfermedad de la sociedad 
contemporánea.
De igual manera, la búsqueda de un éxtasis en la oración, es un 
síntoma de inclina-ción del alma hacia la pasión y el orgullo. Entre los 
"carismáticos" se produce la sustitu-ción de los verdaderos dones del 
Espíritu Santo por los sentimientos artificialmente pro-vocados. 
Ignorando deliberadamente la experiencia cristiana de 2000 años, 
anotada en las obras de los Santos, desechando el sacerdocio 
organizado por Dios, y los Santos Sa-cramentos, los miembros de 
sectas actuales tratan de provocar el estado de Gracia por métodos 
peligrosos y sospechosos. Se obtiene un fraude contra el cual 
advierten los Pa-dres de la Iglesia Ortodoxa. Los estados de éxtasis no 
tienen nada en común con la fe cristiana, y eran conocidos y 
practicados por los antiguos paganos y actuales hindúes. (Un profundo 
estudio de este tema se puede encontrar en los libros de un científico 
pro-testante Dr. Kurt Koch: "Between Crist and satan," "Occult 
Bondage and Deliverance," "The Revival in Indonesia," Kregel Publ. 
USA).
El cristiano ortodoxo debe evitar estas aberraciones del sentido 
religioso. El está en contacto con los verdaderos tesoros de los 
Sacramentos de la Iglesia, con sus servicios y en su oración personal. 
En el contacto con Dios no hay que buscar la excitación de su alma 
pecadora. La renovación llega a través de la modestia, contrición y 
enmienda de uno mismo. A medida que se renueva su alma, el 
cristiano recibirá la verdadera gracia Divina, que le otorgará la paz y 
una alegría pura, en comparación con las cuales todo otro es barato y 
pobre.
En el apuro de problemas cotidianos, el cristiano ortodoxo se olvida, 
a veces, de la existencia de los tesoros que otorga la Iglesia de Cristo 
al creyente. El humano se hunde en el sucio mar de los deseos de 
bienes materiales, se ahoga en las olas de lo vano, del pecado y de 
diversos vicios. Entonces se aleja de la esperanza de la Vida Eterna, 
se apaga en su conciencia la Luz - meta de su vida, el alma se 
endurece, el individuo se torna descontento, colérico y desdichado.
La Festividad de la Santa Trinidad tiene, como finalidad, inspirar al 
cristiano para vivir según los ideales espirituales. Pentecostés es el día 
del nuevo encuentro del Consolador Divino con el alma humana 
sedienta de consuelo. El alma podrá nuevamente tomar de la Fuente 
de Agua Viva y llenarse de sentimientos elevados y nobles. En este día 
la Gracia del Espíritu Santo, como un fuego, quemará los pecados, 
como aceite ablandará su corazón, como la luz iluminará su 
pensamiento, como el miro (óleo) perfumado santificará todo su ser. 
La Gracia le da fuerzas espirituales para amar a Dios, vivir 
ordenadamente, hacer el bien, ayudar al prójimo. Ella cambiará la 
confusión anterior y la maldad, en la paz interior y la alegría, como nos 
testifica el anciano Siluan de Athos: "Con la Gracia Divina es fácil vivir, 
todo está bien, todo es agradable y gozoso, el alma descansa en Dios 
y camina como por un hermoso jardín en el cual mora el Señor."

Obispo Alejandro Mileant