Las 
Universales 
EnciCato
El nombre se refiere, por una parte, a la inclinación hacia la uniformidad (uni-versus) 
existente en las cosas distintas, por virtud de la cual, las cosas distintas 
pueden representarse por una idea única que se aplica a todas en la misma forma; 
y por la otra, a la idea única aplicable a cosas distintas (unum versus alia).
Definición
Las universales son aquellas ideas que, mientras excluyen lo que constituye la 
diferencia de las cosas del mismo género o especie, representan lo que es 
necesario para su constitución, lo esencial y, por lo tanto, lo común a todas, 
que permanece fijo en todas las vicisitudes (universalia post rem, in re). Así, 
las universales son simplemente una expresión de aquellas ideas Divinas que se 
relacionan con lo universal (universalia ante rem). Las ideas Universales son 
opuestas a las impresiones de los sentidos, que representan aquello que es 
simplemente individual y contingente en un fenómeno concreto, y, por lo tanto, 
aquello que cambia con las circunstancias en las cosas corpóreas de una misma 
clase. Estas impresiones de los sentidos corresponden a las ideas Divinas que se 
relacionan con el individuo corpóreo.
Subdivisión
En la medida en que la naturaleza de una cosa es el objeto de un acto de 
percepción directo, no implica relación con los individuos, sino que se reconoce 
en sí mismo sólo de acuerdo con sus partes esenciales. Sin embargo, cuando el 
intelecto se ha representado la forma esencial de una cosa (ya sea su sustancia 
o un accidente), puede, por reflejo, hacer esta representación de la esencia del 
objeto de su percepción. Puede aplicar la idea a varios individuos de la misma 
clase, puede compararla con otras ideas y determinar así las relaciones y 
diferencias. Por consiguiente, el universale directum aparece como un embrión, 
que se desarrolla, se va organizando cada vez con más claridad y se va 
perfeccionando cada vez más, por reflejo y por varias operaciones lógicas. Es 
sólo otra forma de la idea imperfecta que se formó un entomólogo cuando, de 
niño, vio por primera vez una hormiga, hasta la idea perfecta del animal que 
ahora posee como resultado de sus investigaciones y estudios. El medio para 
llegar a una idea perfecta y a una definición exacta es la clara distinción 
entre las partes de una cosa, que se captan directamente, aunque de cierta forma 
oscura, a través de la percepción. Hay que anotar aquí que nuestro intelecto 
procede de ideas más generales, y por lo tanto menos precisas, a lo menos 
general y más preciso. En el reconocimiento directo de un ser corpóreo, capta 
primero su realidad, la idea de la existencia. Ésta es la más universal de todas 
las ideas pero no es una universal verdadera dado que la existencia pertenece a 
cosas distintas en formas diferentes y, por consiguiente, no puede predicarse de 
forma equívoca en relación con todas ellas. Mientras los sentidos van captando 
lo que es individual en el fenómeno, el intelecto avanza más allá hacia la 
esencia o la naturaleza de la cosa y capta en especial aquello que es más 
universal, su independencia, y se forma la idea de sustancia. Simultáneamente, 
sopesa y nota la existencia relacionada y presentada por la sustancia (los 
accidentes), que, en el fenómeno individual, son el objeto de los sentidos. 
Entre tanto, no se le escapa al intelecto el hecho de que la calidad y la 
cantidad son posesiones de la sustancia que ellas mismas determinan en forma 
totalmente diferente de la actio (acción) y passio (pasión), y lo hacen, de 
nuevo, en una forma totalmente diferente del ubi (dónde) y el quando (cuándo), y 
que la relación se encuentra en el límite extremo de la existencia accidental. 
En otras palabras, capta las distintas modalidades de la existencia de los 
accidentes ya mencionados en la primera sustancia. Se deduce, por lo tanto, que 
la idea de un accidente es únicamente análoga, como la de la sustancia, y que no 
tiene otra razón mayor que ésta para ser considerada como una verdadera 
universal. El caso no es el mismo con la idea de la sustancia ni con las ideas 
de los accidentes individuales antes mencionados. Estas son las más universales 
de las universales, en el verdadero sentido de la palabra. 
Si estas ideas se aplican a los individuos, con la ayuda del reflejo, se 
convierten en los más altos predicados (categorías) de las sustancias concretas 
y resultan ser también las más altas ideas de los géneros. El intelecto aún no 
está satisfecho. De ser posible, continúa, paso a paso, desde la más alta y 
menos determinante idea de género hasta la más baja y más determinante, que 
representa lo que es común a las dos clases inmediatamente relacionadas. Sólo 
entonces es posible formarse una idea clara y distintiva de las especies. 
Habiendo logrado esto, se puede distinguir la diferencia que constituye las 
especies y al notar estas especies menores y esta diferencia, ofrecer una 
definición exacta. Sin embargo, en muchos casos, el intelecto tiene que 
conformarse con la mayor aproximación posible a la definición. Para este 
propósito se emplean la descripción, las características, la explicación y la 
discusión. El objetivo final de todo esto es dar a las especies más bajas 
claramente reconocibles, aquello que, en las notas agregadas a la sustancia, es 
propio (proprium, idion) de todos los individuos de la misma clase. Por 
consiguiente, debe establecerse la conexión entre los accidentes y la sustancia 
para descubrir cuáles de esos accidentes, necesariamente y por sí mismos, 
provienen de la sustancia (y únicamente de ella), como el habla en el caso del 
hombre. Otras propiedades deben referirse a influencias externas fortuitas, como 
la cojera en el caso de hombres individuales. Obtenemos así el accidente lógico, 
que, de hecho, debe diferenciarse del metafísico, que, de conformidad con lo que 
ya se ha dicho, puede ser un accidente proprium, o uno lógico. Se puede 
inclusive inquirir en el género, la especie y la diferencia específica de un 
accidente metafísico (por ejemplo, de la cantidad continuada).
En resumen 
Según su origen en un acto directo de percepción o en la reflexión, las 
universales se dividen en universales directas y reflejas.
La universal directa, renunciando, como lo hace, al aspecto de la realidad del 
ser percibido en la naturaleza, es metafísica. En ella radica sólo la 
posibilidad de ser aplicada a muchas cosas, pero no se reconoce en ella la 
relación de universalidad. Por consiguiente, se conoce también como la 
“universal material”.
La universal refleja incluye la relación con los individuos y se conoce, por lo 
tanto, como la universale logicum, o como la “universal formal”, dado que se 
reconoce como una universal. La universale directum se divide en categorías 
puesto que éstas representan las diversas modalidades de la existencia en el ser 
real. Reconocidas, por reflejo, como las especies más altas, las categorías se 
incluyen bajo la universale logicum, que se divide en los cinco predicables: 
género, especie, diferencia específica, proprium y accidente lógico.
La Importancia del Problema de las Universales 
En términos generales, la ciencia, en la medida en que constituye el 
conocimiento de lo necesario y permanente tomado de la naturaleza de las cosas, 
resulta imposible sin el reconocimiento de las universales. Sin dicho 
reconocimiento, se degrada a la descripción de impresiones individuales 
sucesivas. La guerra entre los darwinistas puros y los físicos, quienes 
reconocen las especies naturales que, como consecuencia de su modalidad de 
desarrollo y de la influencia de las condiciones, pueden organizarse en varias 
especies sistemáticas, ya se ha denominado como una nueva fase de la 
controversia escolástica relacionada con las universales. En la física y la 
química, la constancia de las leyes de la naturaleza depende de la constancia de 
la naturaleza de las cosas. En la sicología, la existencia de las universales ha 
llevado al reconocimiento del intelecto como una facultad fundamentalmente 
diferente de los sentidos. Es auto evidente que la metafísica y la lógica serían 
una imposibilidad sin las universales. Sin las universales, la ética y la 
estética estarían también sometidas a un relativismo no gobernado por principios 
y, por consiguiente, a la aniquilación. Sin las universales, el impresionismo en 
el arte y la autonomía individual en la vida tienen que llegar a una innegable 
oscilación. A estas tendencias corresponde, en la religión, la validez exclusiva 
de las experiencias religiosas, la creencia en el contenido cambiante de los 
dogmas, y el total desplazamiento del pensamiento dogmático por la modalidad del 
pensamiento histórico. Una historia de la controversia referente a las 
universales y su relación con la existencia tiene que ser necesariamente una 
presentación de las diferencias más fundamentales de todos los sistemas 
filosóficos. Revelaría que la desviación del realismo moderado aristotélico 
tomístico lleva, por una parte, a través del conceptualismo y el nominalismo, al 
escepticismo y al agnosticismo, o a un empiricismo y un materialismo estériles, 
y, por otra parte, a través de un extremo realismo, a un idealismo y a un 
panteísmo falsos.
ALOIS PICHLER 
Trascrito por Tomas Hancil
Traducido por Rosario Camacho-Koppel
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