Tentación
EnciCato
(Lat. tentare, que intenta o pone a prueba).
La Tentación es tomada aquí como la incitación al pecado sea por la persuasión o
por la propuesta de algún bien o placer. Puede ser simplemente externo, como fue
en el caso de Cristo al encontrarse en el desierto luego de cuarenta días; o
también puede ser interno, ya que hay un asalto real sobre el poder de decisión
y la voluntad de una persona. A veces se presenta desde nuestra tendencia al mal
inherente en nosotros a causa del pecado original. Algunas veces esto es
directamente adjudicadle a la intervención del diablo, el cual puede llenar
nuestra imaginación con estos pensamientos pecaminosos de sujeto-materia y
volviéndose sobre las debilidades de nuestra alma. Ambas causas están
frecuentemente en el hecho. La tentación no es en si misma el pecado. No importa
que tan viva pueda ser la imagen insana, no importa que tan fuerte sea la
inclinación a desobedecer la ley, no importa que tan vehemente sea la sensación
de satisfacción ilícita, que tan larga la inconciencia de la voluntad, eso no es
pecado. Lo más esencial del pecado en cualquier grado es que este sea un acto
deliberado de la voluntad humana. Atacar no es sinónimo de herir. Esto, que es
bastante obvio, es importante especialmente para aquellos que están buscando
servir a Dios pero se encuentran sitiados por tentaciones de todos lados. Ellos
están aptos para retomar con valentía y volver a comenzar como prueba de que han
caído. Una guía espiritual sabia indicara con precisión el error que se cometió
y les dará calma y valor a las almas acosadas.
Las tentaciones deben ser combatidas evitando, en lo posible, las ocasiones que
les dan lugar, recurriendo a la oración, y fomentando el espíritu de humilde
desconfianza de uno mismo y de ilimitada confianza en Dios. Los medios con los
cuales un cristiano se vale para rechazar las propuestas no siempre son
directos. A veces, particularmente cuando es cuestión de reiteradas sugerencias
interiores hacia el mal, lo más útil podría ser utilizar un método indirecto, es
decir, para simplemente no hacerle caso a estas sugerencias y para distraernos
concentrando nuestra atención por otro lado. Estas tentaciones nunca vienen de
Dios. Son permitidas por Él para darnos una oportunidad de adiestrar nuestra
virtud y nuestro señorío sobre uno mismo, y hacer merito. El hecho de la
tentación, no importa que tanto se asome ella a la vida de las personas, esto no
significa que uno este marcado. Los que están llamados por Dios a la grandeza
extraordinaria de la santidad son de hecho los que están preparados para luchar
airosamente contra las tentaciones más numerosas y temibles que le puedan caer a
cualquier ser humano.
LEHMKUHL, Theologia moralis (Freiburg, 1887); MÜTZ, Christliche Ascetik (Paderborn,
1907); HENSE, Die Versuchungen (Freiburg, 1884); SCARAMELLI, Directorium
asceticum.
JOSEPH F. DELANY
Transcrito por Douglas J. Potter
Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús
Traducido por Esteban Philipps