Sábado Santo
EnciCato
En la Iglesia primitiva el Sábado Santo era conocido como el Grandioso o Gran
Sábado, Sábado Santo, la Noche Angélica, la Vigilia de Pascua, etc., No era más
que, como el Jueves Santo, un día de alegría, pero uno de alegría y tristeza
entremezcladas; es el final del tiempo de periodo Cuaresma y penitencia y el
principio del Tiempo Pascual que es un gozo. Por una rarísima excepción, en la
Iglesia primitiva éste era el único sábado en que se permitía ayunar (Constit.
Apost., VII, 23) y el ayuno era una de severidad especial. En tiempo de San
Ireneo, se observaba un ayuno absoluto de todo tipo de comida durante las
cuarenta horas que precedían a la fiesta de Pascua y aunque el momento asignado
para romper el ayuno, al alba el domingo, varió según el tiempo y el país, la
abstinencia de comida el Sábado Santo era general.
La noche de la vigilia de Pascua ha sufrido un desplazamiento extraño. Durante
los primeros seis o siete siglos, la celebración duraba toda la noche, para que
el Aleluya coincidiera con el día y momento de la Resurrección. En el siglo
octavo esta misma celebración tenía lugar la tarde del sábado y, por un
anacronismo singular, se desplazó después al sábado por la mañana, así el
momento de la celebración de la solemnidad fue adelantado casi un día entero.
Gracias a este cambio, se asignaron ahora oficios especiales al sábado Santo
considerando que anteriormente no había tenido lugar ninguno hasta la tardía
hora de la vigilia.
Esta vigilia, se inicia con la bendición del nuevo fuego, la iluminación de
lámparas y velas y del cirio pascual, ceremonias que perdieron gran parte de su
simbolismo al ser anticipadas y adelantadas del crepúsculo a la plena luz del
día. San Cirilo de Jerusalén decía de esta noche que era tan luminosa como el
día, y Constantino el Grande le añadió un esplendor inaudito agregando a su
brillo, una profusión de lámparas y grandes antorchas, para que no sólo las
basílicas, sino las casas, calles y plazas públicas estuvieran resplandecientes
con la luz que era el símbolo de Cristo Resucitado. La asamblea de los creyentes
se dedicaba a la oración común, el canto de salmos e himnos, y la lectura de las
Escrituras comentadas por el obispo o el presbítero. La vigilia de Pascua se
consagró especialmente al bautismo de los catecúmenos que, en las iglesias más
importantes, era muy numeroso. En el sábado Santo siguiente a la deposición de
San Juan Crisóstomo de la Sede de Constantinopla, había, solamente en esta
iglesia, 3000 catecúmenos. Tales números, es claro, sólo se encontraban en las
grandes ciudades; no obstante, como el Sábado Santo y la vigilia de Pentecostés
eran los únicos días en que se administraba el Bautismo había siempre, incluso
en las iglesias menores un número gozoso de catecúmenos. Esta reunión de
personas en la oscuridad de la noche ocasionó a menudo abusos que el clero se
sintió impotente de prevenir sin una activa vigilancia anticipando por ello las
ceremonias de modo que todas ellas pudieran tener lugar a la luz del día.
Rabanus Maurus, escritor eclesiástico del siglo noveno (De cleric. Instit., II,
28), hace un relato detallado de la celebración del Sábado Santo. La asamblea
permanecía silenciosa en el templo esperando el alba de la Resurrección,
intercalando salmodias y cantos y escuchando la lectura de las lecciones. Estos
ritos eran idénticos que los de la Iglesia primitiva y se celebraban a las
mismas horas, los fieles a lo largo del mundo no habían consentido todavía
anticipar la vigilia de Pascua y fue durante la Edad Media cuando se estableció
la uniformidad en este punto.
(Nota del Traductor: Pío XII en el año 1951 recuperó la celebración de la
Vigilia Pascual y en 1955 todo el Triduo Pascual recuperó su antigua unidad. La
reforma del Concilio Vaticano II dio unidad a la celebración completa del Triduo
Pascual y la enriqueció de contenido bíblico y de sencillez. Actualmente el
Triduo Pascual inicia en la tarde del jueves santo con la celebración de lacena
del Señor, continúa el viernes santo con ¡a conmemoración de la muerte y el
sábado santo la preparación y la celebración de la Vigilia Pascual, que es el
centro de toda la semana santa)
El Catecismo actual dice: 624 "Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien
de todos" (Hb 2, 9). En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no
solamente "muriese por nuestros pecados" (1 Co 15, 3), sino también que "gustase
la muerte", es decir, que conociera el estado de muerte, el estado de separación
entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que
El expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto
es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del
Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba (472) manifiesta el gran
reposo sabático de Dios (473) después de realizar(474) la salvación de los
hombres, que establece en la paz al universo entero (475).
H. LECLERCQ
Transcrito por Robert B. Olson
Ofrecido al Omnipotente Dios por los dones de piedad y devoción para todos los
miembros de Su Una, Santa, Católica, y Apostólica Iglesia.
Traducido por Quique Sancho