Libro
de la Sabiduría
EnciCato
Uno de los escritos deutero-canónicos del Antiguo Testamento, colocado en la
Vulgata entre el Cantar de los Cantares y Eclesiástico.
I. TITULO
Los encabezados más antiguos atribuyen el libro a Salomón, el representante de
la sabiduría Hebrea. En la traducción Siríaca, el título es: “el Libro de la
Gran Sabiduría de Salomón”; y en la Antigua Versión Latina, el encabezado dice:
“Sapientia Salomonis”. Los manuscritos griegos más tempranos --el Vaticanus, el
Sianiticus, el Alexandrinus—contienen similar inscripción, y los Padres
Orientales y Occidentales de los primeros tres siglos generalmente hablan de “la
Sabiduría de Salomón” cuando citan esa inspirada obra, aunque algunos de ellos
la utilizan en conexión con designaciones honoríficas como he theia Sophia(la
Divina Sabiduría), Panaretos Sophia ( Toda Virtuosa Sabiduría). En la Vulgata,
el título es: “Liber Sapientiae”, “El Libro de Sabiduría”. En versiones
no-católicas, el encabezado común es: “la Sabiduría de Salomón”, en
contradistinción de Eclesiástico, que usualmente se intitula: “la Sabiduría de
Jesús, el hijo de Sirach”.
II. CONTENIDO
El libro contiene dos partes generales, los primeros nueve capítulos tratan a la
Sabiduría bajo su aspecto más especulativo, y los últimos diez capítulos la
tratan desde un punto de vista histórico.
El siguiente es la cadena de ideas del autor de la parte especulativa (caps. i-ix).
Dirigiéndose en forma directa a reyes, el autor enseña que lo profano es ajeno a
la Sabiduría y corteja castigo y muerte(i), y establece y refuta los argumentos
con que los impíos avanzan en contrario: de acuerdo con él, el esquema mental de
lo profano es antagónico al destino inmortal del hombre; su vida presente es
solo en apariencia más feliz que la de los piadosos; y su destino último es
prueba incuestionable de lo torpe de su curso (ii-v). El, por tanto, exhorta a
los reyes a la búsqueda de la Sabiduría, que es más necesaria para ellos que
para mortales ordinarios (vi,1-21), y describe su propia feliz experiencia en la
búsqueda y posesión de esa Sabiduría que consiste en el Esplendor de Dios y es
otorgada por Él a sus atentos suplicantes (vi, 22-viii). Él autor realza la
oración (ix) por la cual el mismo imploró que la Sabiduría y el Espíritu Santo
de Dios le sean enviados desde el cielo, para lo que concluye con la reflexión
de que los hombres de la antigüedad eran guiados por la Sabiduría—una reflexión
que constituye una transición natural a partir de la antigua historia de Israel,
que constituye la segunda parte de esta obra. La línea de pensamiento del autor
en esta parte histórica (ix-xix) fácilmente puede ser señalada. El autor alaba
la sabiduría de Dios (1) por su trato con los patriarcas desde Adán hasta Moisés
(x-xi,4); (2) por su justo y también misericordioso, trato con los habitantes
idólatras de Egipto y Canaan
(xi, 5-xii); (3) en su contraste con la flagrante torpeza y consecuente
inmoralidad idólatra bajo sus diferentes formas (xiii,xiv); finalmente (4), por
su discriminante protección otorgada a Israel durante las plagas de Egipto, y
aquella brindada en el cruce del Mar Rojo, una protección que ha sido extendida
a todos los tiempos y lugares.
III. UNIDAD E INTEGRIDAD
La mayoría de los estudiosos contemporáneos admiten la unidad del Libro de
Sabiduría. La totalidad de la obra está envuelta de un único y amplio propósito,
ej., aquel de servir de solemne advertencia contra el error de lo profano. Sus
dos partes principales están íntimamente ligadas por una transición natural (ix,18),
que en ninguna forma tiene la apariencia de una inserción editorial. Las
subdivisiones, que pudieran, a primera vista, ser tomadas como ajenas al
primitivo plan del autor, son, cuando examinadas en detalle, vistas como parte y
parcela de ese plan: siendo este el caso, por ejemplo, con la sección relativa
al origen y consecuencias de la idolatría (xiii,xiv), tanto como esta sección es
deliberadamente preparada por el autor acerca de la sabiduría de Dios en su
trato con los habitantes idólatras de Egipto y Canaan, en la subdivisión
precedente inmediata (xi,5-xii). No solamente no hay ruptura discernible en la
ejecución del plan, sino que también se presentan en todas las secciones del
libro, expresiones favoritas, figuras literarias y palabras sueltas; que
suministran prueba adicional que el Libro de Sabiduría no es una mera
compilación, sino toda una unidad literaria.
La integridad del libro no es menos cierta que su unidad. Cada examinador
imparcial de la obra puede fácilmente reconocer que nada en ella sugiere que el
libro llegase a nosotros en forma diferente a su forma primitiva. Tal como
Eclesiástico, Sabiduría de hecho no contiene inscripción similar a aquellas que
abren el Libro de Proverbios y Eclesiástes; pero claramente, en el caso de
Sabiduría, como en el caso de Eclesiástico, esta ausencia no es necesariamente
signo que de la obra es fragmentaria en el principio. Ni tampoco se le puede
considerar al Libro de Sabiduría mutilado en el final, porque su último
versículo forma un cierre adecuado de la obra tal como fue planeado por el
autor. En relación con unos cuantos pasajes de Sabiduría a los que algunos
críticos han tratado como interpolaciones cristianas posteriores (ii,24; iii,
13; iv,1; xiv,7), es claro que donde estos pasajes son señalados como tales, su
presencia no viciaría la integridad substancial de la obra, y más aún, bajo
detallado examen, brindan un sentido perfectamente consistente con la estructura
de pensamiento Judío del autor.
IV. LENGUAJE Y AUTORIA
En vista del antiguo encabezado: “la Sabiduría de Salomón”; algunos estudiosos
han asumido que el Libro de Sabiduría fue compuesto en hebreo, como otras obras
atribuidas a Salomón por su título (Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los
Cantares). Para sustanciar esta posición ellos han apelado a los hebraísmos en
la obra; a sus paralelismos, una distintiva característica de la poesía hebrea;
a su uso constante de partículas conectivas (kai, de, gar, oti, etc.), las
típicas articulaciones de las oraciones hebreas; las expresiones griegas
detectables, como piensan, como adaptaciones equivocadas de un original en
hebreo, etc. Ingeniosos como estos argumentos puedan lucir, estos no prueban
otra cosa que el autor del Libro de Sabiduría fuese hebreo, escribiendo en
griego con un distintivo esquema mental Judío. Desde tiempos de San Jerónimo (Praef.
In libros Salomonis), se ha sentido que no fue hebreo sino griego el idioma
original del Libro de Sabiduría, y este veredicto es tan poderosamente
confirmado por las peculiaridades literarias de la totalidad del texto griego,
que uno no deja de sorprenderse acerca de cómo la teoría de un antiguo original
en hebreo, o de cualquier original otro que fuese el griego, haya podido ser
sostenida con seriedad. Por tanto, el hecho de que la totalidad del Libro de
Sabiduría fuese redactado en griego descarta la autoría Salomónica. De hecho es
cierto que los escritores eclesiásticos de los primeros siglos comúnmente
asumían esta autoría en base al título del libro, aparentemente confirmado por
estos pasajes (ix, 7, 8, 12; cf. vii, 1, 5; viii, 13, 14, etc.) en donde el que
habla es claramente el Rey Salomón. Sin embargo este punto de vista nunca fue
unánime en la Iglesia Cristiana Primitiva, y con el paso del tiempo una postura
media entre la total afirmación y su total rechazo fue sugerida. El Libro de
Sabiduría, se dijo, es tan Salomónico en la medida que está basado en obras
Salomónicas que se encuentran perdidas, pero que eran conocidas y utilizadas por
un Judío helenizado siglos después de la muerte de Salomón. Esta visión
intermedia no es sino un débil intento de salvar algo de la versión de autoría
Salomónica, afirmado en épocas tempranas. “Es una suposición que no posee
argumentos positivos a su favor, y que, por si misma, es improbable, dado que
asume la existencia de escritos Salomónicos de los cuales no hay trazas, y que
solo habrían sido del conocimiento del autor del Libro de Sabiduría” (Cornely-Hagen,
"Introd. in Libros Sacros, Compendium," Paris, 1909, p. 361). En la actualidad,
se admite libremente que Salomón no es el autor del Libro de Sabiduría, “ que ha
sido atribuido a él porque su autor, por medio de la ficción literaria, se
expresa como si él fuera el Hijo de David” (Vigouroux, "Manuel Biblique", II, n.
868. Véase también la advertencia prefijada al Libro de Sabiduría en las
actuales ediciones de la Versión Douay). Además de Salomón, el autor a quien con
mayor frecuencia se le ha adscrito es Philo, en base principalmente a un acuerdo
generalizado respecto a las doctrinas, entre el autor de Sabiduría y Philo, el
célebre filósofo Judío de Alejandría ( aprox. 40 D.C.). Pero la verdad sea
dicha, es que las diferencias doctrinales entre el Libro de Sabiduría y las
obras de Philo son tales que previenen una común autoría. El tratamiento
alegórico por Philo de narrativas Sagradas es totalmente ajeno al esquema mental
del autor del Libro de Sabiduría. Su visión acerca del origen de la idolatría
colisiona en varios puntos con el autor del Libro de Sabiduría. Sobre todo, su
descripción de la Divina sabiduría delata conceptualización, estilo, y forma de
presentación, una etapa posterior del pensamiento Alejandrino que aquel
encontrado en Sabiduría. La autoría de la obra ha sido a veces atribuida a
Zorobabel, como si este líder Judío pudiera haber escrito en griego; al
alejandrino Aristóbolo (segundo siglo A.C.), como si este cortesano hubiera
podido señalar reyes en la forma del Libro de Sabiduría (vi,1; etc); y
finalmente, a Apolo ( ver Actos, xviii,24), como si este no fuera un mera
suposición contraria a la presencia del libro en el Canon Alejandrino. Todas
estas variantes de la autoría demuestran que el nombre del autor no es conocido
en la realidad ( ej. la advertencia prefijada a Sabiduría en la versión Douay).
V. LUGAR Y FECHA DE COMPOSICIÓN
Quien sea que examine atentamente el Libro de Sabiduría puede fácilmente
observar que su desconocido autor no era un Judío palestino, sino un Judío
alejandrino. Con todo el monoteísmo con que se maneja a lo largo de la obra, el
autor evidencía familiaridad con el pensamiento griego y términos filosóficos (
él nombra a Dios “Autor de la belleza”: xiii, 3; estiliza Providencia pronoia:
xiv,3 ; xvii, 2; habla de oule amorphos, “ el material amorfo” del universo, en
el estilo de Platón: xi, 17; enumera cuatro virtudes cardinales de acuerdo con
la escuela Aristotélica: viii,7; etc.), que es superior a cualquier cosa
encontrada en Palestina. Su notable redacción en griego, sus alusiones
políticas, el coloreado local de detalles, su rechazo específico a la idolatría
egipcia, etc., apuntan en dirección de Alejandría, como el gran centro de mezcla
de poblaciones judías y paganas, en donde el autor se sintió llamado a emitir
esta elocuente advertencia en contra de la espléndidas y subyugantes Politeísmo
e indiferencia Epicúrea por las cuales muchos de sus compatriotas judíos habían
sido gradual y profundamente influenciados. Esta inferencia a partir de datos
internos es confirmada por el hecho de que el Libro de Sabiduría no se encuentra
en el Palestino, sino en el Canon Alejandrino del Antiguo Testamento. De haberse
originado en Palestina, su poderosa denuncia de la idolatría y sus exaltadas
enseñanzas relativas a la vida futura le hubieran naturalmente asegurado un
sitio dentro del Canon de los Judíos de Palestina. Pero, por ser compuesto en
Alejandría, su valor fue apreciado y su carácter sagrado reconocidos solamente
por los compatriotas del autor. Es más difícil establecer la fecha que el lugar
de la composición del Libro de Sabiduría. Se admite universalmente que cuando el
autor describe un período de degradación moral y persecución por injustos
dirigentes que les amenazaban con pesados juicios, él tiene en vista los tiempos
de alguno como Ptolomeo IV Philopator (221-204 A.C.), o Ptolomeo VII Physicon
(145-117 A.C.), dado que solo bajo estos depravados príncipes es que los judíos
egipcios hubieron de sufrir persecución. Pero hay que confesar lo dificultoso
que es decidir, cual de estos dos monarcas estaba a la vista del autor del Libro
de Sabiduría al momento de su redacción. Es incluso posible que la obra “fue
publicada después de la caída de esos príncipes, dado que de otra forma solo
hubiese incrementado su rabia tiránica” (Lesêtre, "Manuel d'Introduction", II,
445).
VI. TEXTO Y VERSIONES
El texto original del Libro de Sabiduría está preservado en cinco manuscritos
unciales ( el Vaticanus, el Sinaiticus, el Alexandrinus, el Ephremiticus, y el
Venetus) y en diez cursivos
(dos de los cuales están incompletos). Su forma mas precisa se encuentra en el
Vaticanus (siglo cuarto), el Venetus ( siglo octavo o noveno), y el cursivo 68.
Las principales obras críticas sobre el texto griego son las de Reusch (Friburgo,
1861), Fritsche (Leipzig, 1871), Deane (Oxford, 1881), Sweete (Cambridge, 1897),
y Cornely-Zorell (Paris, 1910). Destacando entre las versiones antiguas tenemos
la Vulgata, quien presenta la Vieja Versión Latina algo revisada por San
Jerónimo. Esta es en general una cercana y precisa adecuación del griego
original, con adiciones ocasionales, unas cuantas que probablemente delatan
lecturas primitivas no presentes en el griego. La Versión Siríaca es menos fiel,
y la Armenia mas literal, que la Vulgata. Entre las versiones modernas, la
traducción alemana por Sigfried aparecida en el “Apocryphen und Pseudoepigraphen
des A.T.” de Kautzsch (Tübingen, 1900), y la versión francesa del Abad Crampon
(Paris, 1905), merecen mención especial.
VII. DOCTRINA DEL LIBRO
Como es de esperar, las enseñanzas doctrinarias de esta obra deutero-canónica
son, en sustancia, aquellas de los otros libros inspirados del Antiguo
Testamento. El Libro de Sabiduría solo conoce un solo Dios, el Dios del
universo, y el Yahweh de los hebreos. Este único Dios es “El que es” (xiii, 1),
y su Santidad está totalmente opuesta a la maldad moral (i, 1-3). El es el amo
absoluto del mundo [xi, 22 (23)], que él a creado a partir de “materia amorfa” [xi,
18 (17)], una expresión platónica que no afirma en modo alguno la eternidad de
la materia, pero que apunta a la caótica condición descrita en Génesis 1,2. Un
Dios viviente, Él hizo al hombre en Su imagen, creándolo para la inmortalidad (ii,23),
de tal modo que la muerte entró al mundo por medio de la envidia del Demonio (ii,24).
Su Providencia (x ) se extiende a todas las cosas, grandes o pequeñas [vi, 8
(7); xi, 26 (25); etc.], ejerciendo un cuidado paternal de todas las cosas (xiv,3),
y en particular, de Su pueblo elegido (xix,20, sqq.). Él se hace conocido a los
hombres por medio de Sus maravillosas obras (xiii,1-5), y ejerce Su misericordia
hacia todos ellos [xi, 24 (23), xii, 16; xv, 1], incluyendo a Sus enemigos (xii,
8 sqq.). La idea central del libro es la “Sabiduría”, que aparece bajo dos
aspectos principales. En su relación con el hombre, la Sabiduría es aquí, como
en otros Libros Sapiensales, la perfección del conocimiento mostrándose a sí
misma en acción. Es particularmente descrita como residente solo en hombres
justos (i, 4,5 ), como un principio que apela a la voluntad del hombre (vi, 14,
sqq.), así como regalo de Dios (vii,15;viii,3,4), y que es dispensada por El en
atentos suplicantes (viii, 21-ix). Por medio de su poder, el hombre triunfa
sobre la malicia (vii,30), y a través de su posesión, uno puede asegurarse las
promesas tanto de la actual, así la como de la vida futura (viii, 16,13). La
Sabiduría debe de ser atesorada por encima de todas las cosas (vii,8-11; viii,6-9),
y aquel que la desprecie estará condenado a la infelicidad (iii, 11). En
relación directa con Dios, la Sabiduría es personificada, y su naturaleza,
atributos, y operación no son otra cosa que Divinas. Ella está con Dios desde la
eternidad, la socia de Su trono, y la convidada de Sus pensamientos (viii,3 ; ix,4,9).
Ella es una emanación de Su gloria (vii,25), el resplandor de Su eternamente
duradera luz y el espejo de Su poder y bondad (vii,26). La Sabiduría es una, y
sin embargo puede realizar todo; aunque inmutable, ella renueva todas las cosas
(vii,27), con una agilidad mayor que cualquier movimiento (vii,23). Cuando Dios
formó el mundo, la Sabiduría estaba presente (ix, 9), y ella le otorga a los
hombres todas las virtudes que necesitan en toda posición y condición de vida (vii,
27; viii, 21; x, 1, 21; xi). La Sabiduría es también identificada con el “ Verbo
” de Dios ( ix,1; etc.), y se le representa como inmanente con el “ Espíritu
Santo ”, a quien también se le asocian una naturaleza y ejercicio Divinos
(i,5-7; vii,22,23; ix,17). Doctrinas exaltadas como estas se ubican en vital
conexión con la revelación novo-testamentaria del misterio de la Santísima
Trinidad; mientras que otros pasajes del Libro de la Sabiduría (ii,13,16-18;
xviii, 14-16) encuentran su realización en Cristo, el “Verbo” Encarnado, y “la
Sabiduría de Dios”. En otros aspectos, es también notable con relación a sus
enseñanzas escatológicas (iii,v), el Libro de Sabiduría presenta una maravillosa
preparación para la Revelación del Nuevo Testamento. Los escritores del Nuevo
Testamento aparecen perfectamente familiarizados con estos escritos deutero-canónicos
( ej. Mateo, xxvii,42, 43, con Sab., ii, 13, 18; Rom., xi, 34, con Sap., ix,13;
Efe., vi,13,17, con Sap.,v, 18,19; Heb., i,3 con Sap., vii, 26; etc. Es verdad
que para justificar su rechazo al Libro de Sabiduría del Canon, muchos
protestantes han reclamado que en viii, 19-20, su autor admite el error de la
pre-existencia del alma humana. Pero este pasaje mencionado, cuando se revisa a
la luz de este contexto, brinda un sentido perfectamente ortodoxo.
(Comentaristas católicos están marcados con asterisco *.) GRIMM (Leipzig, 1860);
SCHMID (Vienna, 1865); * GUTBERLET (Munster, 1874); BISSELL (New York, 1880);
DEAN (Oxford, 1881); *LESETRE (Paris, 1884); FARRAR (London, 1888); SIEGFRIED (Tubingen,
1890); ZUCKLER (Munich, 1891); *CRAMPON (Paris, 1902); ANDRE (Florence, 1904); *CORNELY-ZORRELL
(Paris, 1910).
FRANCIS E. GIGOT
Transcrito por Thomas M. Barrett
Dedicado a los jueces cristianos de todos los tiempos
Traducido por Edmundo Bennett Durell
Dedicado a la canonización de Juan Diego Cuautlatoatzin