Materialismo
EnciCato
Como la palabra misma lo indica, el Materialismo es un sistema filosófico que
considera a la materia como a la única realidad en el mundo, que intenta
explicar todo evento en el universo como un resultado de las condiciones y
actividades de la materia y que, en consecuencia, niega la existencia de Dios y
del alma. Es diametralmente opuesto al Espiritualismo y al Idealismo, los
cuales, en la medida en que son parciales y exclusivos, declaran que todo en el
mundo es espiritual, y que el mundo, e incluso la materia misma, son puras
concepciones o ideas del ser pensante. El Materialismo es más antiguo que el
Espiritualismo, si consideramos que el desarrollo de la filosofía comenzó en
Grecia. La antigua filosofía india, sin embargo, es idealista; según ella hay un
único ser verdadero, Brahma; todo lo demás es apariencia, Maja. En Grecia los
primeros intentos para concebir la filosofía fueron más o menos materialistas;
asumían la existencia de una materia única primordial -- agua, tierra, fuego,
aire -- o sea los cuatro elementos a partir de los cuales se consideraba que se
desarrolló el mundo. El Materialismo fue metódicamente desarrollado por los
atomistas. El primero y el más importante de los materialistas sistemáticos fue
Demócrito, el "filósofo sonriente". El enseñó que de la nada no puede surgir
nada; que todo es el resultado de combinaciones y divisiones de partes (átomos);
que estos átomos, separado por espacios vacíos, son infinitamente numerosos y
variados. Incluso al hombre extendió su Materialismo cosmológico, y fue así el
fundador del Materialismo en el sentido estrecho, o sea, la negación del alma.
El alma es un complejo de muy finos, uniformes, redondos, e impetuosos átomos:
éstos son muy móviles y penetran el cuerpo entero, al que le dan la vida.
Empédocles no fue un materialista intransigente, aunque consideraba a los cuatro
elementos con amor y odio como los principios formativos del universo, y se
negaba a reconocer a un Creador espiritual del mundo. Aristóteles reprochaba a
los filósofos Ionianos, en general, el intentar explicar la evolución del mundo
sin el Nous (inteligencia); él consideraba a Protágoras, quien fue el primero en
introducir un principio espiritual, como a un hombre sobrio entre los borrachos.
La Escuela Socrática introdujo una reacción en contra del Materialismo. Un poco
más tarde, sin embargo, el Materialismo encontró a un segundo Demócrito en
Epicuro quien estudió el sistema con más gran detalle, y le dio una fundación
más profunda. El apoyó la afirmación de que nada viene de nada, declarando que,
de lo contrario, todo debería venir de todo. Este argumento es muy pertinente,
ya que si no hubiera nada, nada podría existir, es decir, no habría ninguna
causa. Una causa omnipotente puede, por sí misma, a través de su poder,
suministrar un substituto de la materia, la cual no podemos crear sino sólo
transformar. Epicuro afirmó, además, que solo los cuerpos existen; solamente el
vacío es inmaterial. Distinguió, sin embargo, entre cuerpos compuestos y cuerpos
simples o átomos, los cuales son absolutamente inalterables. Ya que el espacio
es infinito, los átomos deben ser, asimismo, infinitamente numerosos. No puede
garantizarse esta última deducción, ya que, aun en un espacio infinito, se
debería limitar el número de cuerpos -- de hecho, así debe ser, puesto que de lo
contrario llenarían enteramente el espacio y, por consiguiente, harían imposible
todo movimiento. Y sin embargo Epicuro le atribuye movimiento a los átomos, es
decir, un movimiento constante y hacia abajo. Ya que muchos de ellos se apartan
de sus direcciones originales, provocando choques y la formación de diversas
combinaciones. La diferencia entre un cuerpo y otro es debida, únicamente, a
diferentes formas de combinación atómica; los átomos mismos no tienen ninguna
cualidad y difieren sólo en su tamaño, forma, y peso. Estas especulaciones
materialistas contradicen directamente las universalmente reconocidas, leyes de
la naturaleza. La inercia es una cualidad esencial de la materia, la cual no
puede ponerse a si misma en movimiento, ni puede, por sí misma definir la
dirección de su movimiento y, menos que nada, cambiar la dirección de su
movimiento una vez que éste le fue impartido. La existencia de todas estas
capacidades de la materia es aceptada por Epicuro: los átomos caen hacia abajo,
antes de que haya "arriba" o "abajo"; tienen peso, aun antes de que exista la
tierra que les da el peso con su atracción. De los choques al azar entre los
átomos podría resultar sólo confusión y no orden, y menos que nada aquél gran
designio que se manifiesta en el orden del mundo, sobre todo en el de las
estructuras orgánicas y en el de las actividades mentales. No obstante, el alma
y su origen no representan ninguna dificultad para el Materialista. Según él el
alma es una especie de vapor difundido en todo el cuerpo y mezclado con un poco
de calor. Los cuerpos que nos rodean envían continuamente ciertas partículas
diminutas las cual penetran a nuestras almas a través de nuestros órganos de los
sentidos e incitan imágenes mentales. A la disolución del cuerpo, el alma
corpórea se disuelve también. Esta opinión descubre una completa incomprensión
de la naturaleza inmaterial de los estados psíquicos, los cuales son opuestos a
los del cuerpo -- sin decir nada de la infantil noción de percepción-sentido, la
cual no es contemplada por la fisiología moderna más que con una indulgente
sonrisa.
El Materialismo epicúreo recibió una expresión poética y un más amplio
desarrollo en el poema didáctico del romano Lucrecio. Este sarcástico adversario
de los dioses, tal como los modernos representantes del Materialismo, lo sitúa
en franca oposición a la religión. Su cosmología es la de Epicuro; pero Lucrecio
va muchos más allá, ya que él busca verdaderamente dar una explicación al orden
del mundo, orden al que Epicuro se refirió, sin dudar, como debido al simple
azar. Lucrecio afirma que es solamente una de las posibilidades infinitamente
numerosas del acomodo de los átomos; el presente orden es tan posible como
cualquier otro. Se esfuerza en especial en refutar la inmortalidad del alma,
buscando así disipar el miedo a la muerte, el cual es la causa de tanta
preocupación y crimen. El alma (anima) y la mente (animus) consta de los más
pequeños, más redondos, y más móviles de los átomos. Que "el sentimiento es una
excitación de los átomos," asienta él como un principio firmemente establecido.
Dice además: "Cuando el sabor del vino desaparece, o el olor del ungüento se
disipa en el aire, no notamos ninguna disminución de peso. Lo mismo pasa con el
cuerpo cuando el alma ha desaparecido. "Pasa por alto el hecho que el sabor y
olor no necesariamente se pierden, aunque no los podamos medir. Que no
desaparecen tenemos ahora la certeza y debemos concluir, por consiguiente, que
el alma espiritual aun menos cesa de existir. Sin embargo, el alma no es tan
solo el olor de un cuerpo, sino un ser con actividad real; en consecuencia, debe
ser real y, de la misma manera, distinta del cuerpo, ya que el pensamiento y la
voluntad son actividades incorpóreas, y no solo movimiento el cual, al menos
según Lucrecio, es la única función de los átomos.
La Cristiandad desarrolló un dique vigoroso en contra del Materialismo, y fue
sólo con el retorno a la antigüedad durante la así llamada restauración de las
ciencias que los Humanistas de nuevo lo convirtieron en un factor poderoso.
Giordano Bruno, el Panteísta, fue también un Materialista: "la Materia no es sin
sus formas, pero las contiene todas; y ya que lleva lo que esta envuelto en ella
misma, es en verdad toda la naturaleza y la madre de todo lo viviente." Pero la
edad clásica del Materialismo empezó en el siglo XVIII, cuando de la Mettrie
(1709-51) escribió su "Histoire naturelle de l'âme" (Histoire natural del alma)
y "L'homme machine" (El Hombre máquina). Sostiene que todo lo que se siente debe
ser material: "El alma se forma, crece y disminuye con los órganos del cuerpo,
por lo tanto debe compartir también la muerte del cuerpo" -- una falacia
evidente, ya que aun cuando el cuerpo es tan sólo el instrumento del alma, el
alma debe ser afectada por las condiciones variables del cuerpo. En el caso de
este Materialista encontramos las consecuencias morales del sistema reveladas
sin fingimiento. En sus dos obras "La Volupté" (La Voluptuosidad) y "L'art de
jouer" (El arte de jugar) glorifica el libertinaje. La obra más famosa de este
período es el "Système de la nature" (Sistema de la naturaleza) del Barón
Holbach (1723-89). Según esta obra, no existe nada más que la naturaleza, y
todos los seres que se cree deben estar más allá de ella, no son más que un
producto de la imaginación. El Hombre es una parte constitutiva de la
naturaleza; sus atributos morales no son más que una modificación de su
constitución física, derivada de su organización característica. Incluso
Voltaire se sintió obligado a presentar una oposición decidida a estos ataques
extravagantes en contra de todo lo que era espiritual.
En Alemania, el Materialismo fue vigorosamente atacado, sobre todo por Leibniz
(Cf.). Sin embargo, como este filósofo quiso reemplazarlo con su doctrina de
mónadas, un intransigente sistema espiritualista, no le dio una refutación
verdadera. En cambio, se suponía que Kant había definitivamente resquebrajado el
poder del Materialismo con el así llamado argumento idealista, que dice: La
Materia se revela a nosotros sólo en la conciencia; no puede ser por
consiguiente la causa o el principio de la conciencia. Este argumento no prueba
absolutamente nada en contra del Materialismo, a menos de que reconozcamos que
nuestra conciencia crea a la materia, o sea que la materia no tiene ninguna
existencia independiente de la conciencia. Si la conciencia o el alma crean a la
Materia, esta última no puede darle la existencia al alma o a ninguna actividad
psíquica. El Materialismo sería así, de hecho, absolutamente aniquilado: no
habría ninguna materia. Pero, si la materia es real, debería poseer todo tipo de
actividades, incluso psíquicas, como aseguran los Materialistas. Mientras no se
demuestre la imposibilidad de esto, el Materialismo no será refutado. El
Idealismo o Fenomenalismo, que niega completamente la existencia de la materia,
es más absurdo que el Materialismo. Hay, sin embargo, algo de verdad en el
razonamiento Kantiano. La conciencia o el psiquismo, nos son mucho mejor
conocidos que lo material; lo que la materia es verdaderamente, ninguna ciencia
lo ha aclarado todavía. Lo intelectual o lo psíquico, en cambio, se presenta
inmediatamente a nuestra conciencia; experimentamos nuestros pensamientos,
voluntades y sentimientos; en su total claridad se presentan a la vista de la
mente. Desde el punto de vista Kantiano, no se puede refutar al Materialismo.
Para vencerlo debemos demostrar que el alma es una entidad independiente y
esencialmente distinta del cuerpo, una substancia inmaterial; sólo así puede ser
inmortal y sobrevivir a la disolución del cuerpo. Para Kant sin embargo, la
substancia es una forma completamente subjetiva del entendimiento, por medio de
la cual ordenamos nuestras experiencias. Por eso, la independencia del alma no
sería objetiva; sería simplemente una idea concebida por nosotros. La
inmortalidad sólo sería, asimismo, un producto del pensamiento; esto los
Materialistas lo admiten de buena gana, pero lo llaman, en términos llanos, una
pura fabricación.
Los Idealistas alemanes, Fichte, Hegel, y Schelling, con seriedad adoptaron el
Fenomenalismo de Kant, declarando que la materia y, de hecho, el universo
entero, son productos subjetivos. En consecuencia y de hecho el Materialismo fue
enteramente vencido, pero el método Kantiano de refutación se reduce a un
absurdo. La reacción en contra de este Espiritualismo excéntrico fue inevitable
y resultó, por una especie de consecuencia necesaria, en el extremo opuesto de
un franco Materialismo. Asqueados por estas opiniones fanáticas, tan contrarias
a toda realidad, los hombres dirigieron toda su energía a la investigación de la
naturaleza. El extraordinario éxito logrado en esta área llevó a muchos
investigadores a sobrestimar la importancia de la materia, de sus fuerzas y de
sus leyes, con las que creyeron que podrían explicar incluso lo espiritual. Los
representantes principales del Materialismo como un sistema durante este período
son Büchner (1824-99), el autor de "Kraft und Stoff"; K. Vogt (1817-95), quien
sostuvo que el pensamiento es "secretado" por el cerebro, como la bilis por el
hígado y la orina por los riñones: Czolbe (1817-73); Moleschott, a quien su
Materialismo le atrajo fama política. Nació el 9 de agosto de 1822, en
Herzogenbusch, Brabant del norte, estudió medicina, ciencia natural y la
filosofía de Hegel en Heidelberg desde 1842. Después de unos años de practicar
la medicina en Utrecht, se capacitó como instructor en fisiología y antropología
en la Universidad de Heidelberg. Sus escritos, sobre todo su "Kreislauf des
Lebens" (1852), produjeron una gran sensación. A causa del vulgar materialismo
que demostró en sus obras y en sus conferencias, recibió una amonestación del
senado académico, por orden del Gobierno, después de lo cual aceptó, en 1854,
una proposición de la recientemente fundada Universidad de Zurich. En 1861
Cavour, el primer ministro italiano, le concedió una cátedra en Turín, de donde,
quince años más tarde, fue llamado a la Sapienza de Roma, la cual debió su
fundación a los Papas. Allí la muerte lo alcanzo, de repente, en 1893, y así
como había quemado los cuerpos de su esposa y de su hija que habían cometido
suicidio, también dijo en su testamento que su propio cuerpo debería reducirse a
cenizas. El rechazo más radical de todo lo ideal esta contenido en la revisada
obra "Der Einzige und sein Eigentum" (1845; 3ra ed., 1893) de Max Stirner, quien
rechaza todo lo que transciende al Ego particular y a su propia voluntad.
El brillante éxito de las ciencias naturales le dio un poderoso apoyo al
Materialismo. El científico, de hecho, esta expuesto al peligro de no tomar en
cuenta el alma y, en consecuencia, de negarla. La absorción en el estudio de la
naturaleza material es capaz de cegarlo a lo espiritual; pero es un error
evidente el negar el alma, por la razón de que no se puede experimentalmente
demostrar su existencia por medios físicos. La ciencia natural sobrepasa sus
límites cuando usurpa el dominio espiritual y declara poder pronunciar allí una
opinión de experto, y es un error evidente el declarar que la ciencia demuestra
la inexistencia del alma. Diversas pruebas de la ciencia natural son, por
supuesto, presentadas por los Materialistas. Se recurre al "sistema cerrado de
causalidad natural": la experiencia muestra, por doquier, que cada fenómeno
natural esta causado por otro y si la misma causa fuera introducida de nuevo, se
rompería la cadena de causas naturales. Por otra parte, Sigwart (1830-1904)
justamente observa que el alma participa en la causalidad natural y, por
consiguiente, está incluida en el sistema. Lo más que se puede deducir de este
sistema es que un espíritu puro, que Dios, no podría interferir en el curso de
la naturaleza; pero esto no puede ser demostrado ni por la experiencia ni por la
razón. Al contrario, está claro que el Autor de la naturaleza puede intervenir
en su curso y la historia nos informa de Sus muchas intervenciones milagrosas.
En todo caso, está fuera de duda que nuestras condiciones corpóreas son
influenciadas por nuestras ideas y voluntades, y percibimos esta influencia más
claramente que la causalidad del fuego en la producción de calor. Debemos
rechazar, por consiguiente, como falsa la teoría de la causalidad natural,
cuando ésta signifique la exclusión de causas espirituales.
Pero la ciencia moderna afirma haber presentado la demostración positiva de que
en el cuerpo humano no hay ningún lugar para el alma. El gran descubrimiento de
R. Mayer (1814-78), Joule (1818-89), y Helmholtz (1821-94) de la conservación de
la energía demuestra que la energía no puede desaparecer en la naturaleza y no
puede originarse allí. Pero el alma puede por sí misma crear energía, y también
la energía se perdería, cuando quiera que un estímulo externo influenciase al
alma y diese lugar a una sensación, que no es una forma de energía. Ahora bien,
experimentos recientes han mostrado que la energía en el cuerpo humano es
precisamente equivalente al nutrimento consumido. En estos hechos sin embargo,
no hay absolutamente nada en contra de la existencia del alma. La ley de la
conservación de la energía es una ley empírica, no un principio fundamental de
pensamiento; se deduce del mundo material y se basa en la actividad de la
materia. Un cuerpo no puede ponerse a si mismo en movimiento, y no puede
producir fuerza; debe ser impulsado por otro, el cual, en el impacto, pierde su
propio poder de movimiento. Este no se pierde, pero se transforma en el
movimiento nuevo. De esta manera, en el mundo material, el movimiento, que es
energía cinética, no puede ni originarse ni del todo cesar. Esta ley no es
valida para el mundo inmaterial, el cual no esta sujeto a la ley de la inercia.
Que nuestras actividades intelectuales superiores no están limitadas por esta
ley se ve plenamente en nuestro libre albedrío, por el que decidimos ya sea
movernos o permanecer en reposo. Pero las actividades intelectuales se efectúan
con la cooperación de los procesos sensoriales; y, ya que estos últimos son
funciones de los órganos del cuerpo, están como ellos sujetos a la ley de la
inercia. No entran en actividad sin algún estímulo; no pueden detener su
actividad sin alguna influencia externa. Están, por consiguiente, sujetos a la
ley de la conservación de la energía, cuya aplicabilidad al cuerpo humano, como
se muestra por los experimentos biológicos, no demuestra nada en contra del
alma. Por consiguiente, y aun sin experimento, uno debe admitir la ley en el
caso de seres sensibles, no es prudente considerar que afecta a un espíritu puro
o a un ángel. El "Aquiles" de los filósofos materialistas, por consiguiente, no
demuestra nada en contra del alma. Fue, por lo tanto, muy oportuno cuando el
eminente fisiólogo, Dubois Reymond (1818-96), proclamó un alto enérgico a su
colega con su "Ignoramus et Ignorabimus". En sus conferencias, "Ueber die
Grenzen der Naturerkenntniss" (Leipzig, 1872), muestra que los sentimientos, la
conciencia, etc., no pueden ser explicadas por los átomos. Se equivoca, de
hecho, al declarar como permanentemente inexplicable todo aquello que la ciencia
natural no puede contemplar; la explicación debe ser proporcionada por la
filosofía.
Incluso teólogos han defendido el Materialismo. Así, por ejemplo, F.D. Strauss
en su obra "Der alte und neue Glaube" (1872) se declara abiertamente en favor
del Materialismo, e incluso lo adopta como la base de su religión; el universo
material con sus leyes, aunque de vez en cuando nos quebrantan, debe ser el
objeto de nuestra veneración. El ejercicio de la música le compensa la pérdida
de todos los bienes ideales. Entre los filósofos materialistas de ese tiempo,
Ueberweg (1826-71), autor de la conocida "Historia de la Filosofía," merece ser
mencionado; es notable que, al principio, él apoyó la teleología Aristotélica,
pero más tarde cayó dentro del mecanismo materialista. Hay de hecho una
dificultad considerable para demostrar matemáticamente el objetivo final de la
naturaleza; a quienes la consideración de la maravillosa sabiduría mostrada por
su orden no les da la convicción de que su origen no puede ser debido a ciegas
fuerzas físicas, todas las pruebas serán de poca utilidad. Para nosotros, de
hecho, es inconcebible cómo alguien puede descuidar o negar las evidencias de
designio y de la adaptación de los medios para el logro de tan variadas
finalidades.
La cuestión teleológica, tan embarazosa para el Materialismo, se consideró
finalmente resuelta por el Darwinismo el cual, como K. Vogt cínicamente lo
expresó, dejó a Dios fuera. El ciego funcionamiento de las fuerzas y las leyes
naturales, sin agentes espirituales, se sostuvo para explicar el origen así como
el propósito de las especie. Aun cuando Darwin mismo no era un Materialista, su
explicación mecanicista de la teleología llevó agua al molino del Materialismo,
el cual reconoce solamente el mecanismo de los átomos. Esta evolución de la
materia desde el protozoario hasta el hombre, anunciada desde las cátedras
universitarias como el resultado de la ciencia, fue ávidamente tomada por los
social demócratas y llegó a ser el principio fundamental de su concepción del
mundo y de la vida. Aunque oficialmente los socialistas niegan su odio por la
religión, el rechazo del destino superior del hombre y su consiguiente regreso
al orden material les sirven muy eficazmente para agitar a las descontentas y
engañadas masas. En contra de esta dominación del Materialismo entre los ricos y
los humildes, se origino, hacia fines del siglo XIX, una reacción que fue
debida, en no pequeña medida, a la alarmante transposición de la teoría
materialista en práctica por los socialistas y anarquistas. En el fondo sin
embargo, no es mas que otro ejemplo de lo que la más antigua experiencia
muestra: la línea del progreso no es vertical sino en forma de espiral. Una
fuerza excesiva en una dirección provoca una repercusión en el extremo opuesto.
Lo espiritual no puede ser reducido a lo material, pero frecuentemente comete el
error de negarse a tolerar la coexistencia con la materia.
Así, en la actualidad, la reacción en contra del Materialismo conduce en muchos
casos a un Espiritualismo extremo o Fenomenalismo, que considera a la materia
tan sólo como una proyección del alma. Así mismo, el extensamente repetido
grito: "Regreso a Kant". Kant veía a la materia como un puro producto de la
conciencia, y este punto de vista es francamente adoptado por L. Busse, quien,
en su trabajo "Geist und Körper, Seele und Leib" (Leipzig, 1903), seriamente
trabaja para desacreditar al Materialismo. Trata exhaustivamente las relaciones
de lo psíquico con lo físico, refuta el así llamado paralelismo psíquico-físico,
y toma decisión en favor de la interacción del alma y del cuerpo. Su conclusión
es el completo rechazo de la materia. "Metafísicamente el contexto del mundo
cambia. . . . El mundo corpóreo como tal desaparece – no es más que una
apariencia para la mente que lo percibe -- y es seguida por éxito por algo
espiritual. La metafísica idealista-espiritualista, cuya validez nosotros aquí
tácitamente aceptamos sin más amplia justificación, no reconoce ningún ser
corpóreo sino sólo el ser espiritual. 'Toda realidad es espiritual', este es su
veredicto" (Pág. 479).
Lo poco tiene que temer el Materialismo de la rivalidad Kantiana esta plenamente
demostrado, entre otros, por el filósofo naturalista Uexkull. En el "Neue
Rundschau" de 1907, Umrisse einer neuen Weltanschauung, él se opone muy
vigorosamente al Darwinismo y al Haeckelismo, pero finalmente rechaza, con Kant,
la substancialidad del alma, e incluso cae de nuevo en el Materialismo que tan
severamente condena. Dice: "La desintegrante influencia del Haeckelismo en la
vida espiritual de las masas viene, no de las consecuencias provenientes de su
concepción de las cosas eternas, sino de la tesis darvinista de que no hay
ningún propósito en la naturaleza. Verdaderamente, uno puede suponer que en ese
día, cuando se hizo el gran descubrimiento del descenso del hombre a partir del
mono, se lanzó el llamado: 'Regreso al Mono'." Los muros, que confinan al
Materialismo, todavía están de pie con toda su firmeza: es imposible explicar el
deliberado carácter de la vida a partir de las fuerzas materiales." "Estamos
constituimos de tal manera que somos capaces de reconocer ciertos propósitos con
nuestro intelecto, mientras que anhelamos y disfrutamos otros por medio de
nuestro sentido de la belleza. Un plan general une a todas nuestras fuerzas
espirituales y emocionales en una unidad." "Es esta visión de la vida la que
Haeckel quiere reemplazar con su insensato hablar de almas-célula y
células-alma, y cree, con su infantil truco, aniquilar al gigante Kant. Las
palabras de Chamberlain sobre el Haeckelismo encontrarán un eco en el alma de
cada persona educada: 'no es poesía, ciencia, o filosofía, sino un bastardo
nacido muerto de los tres'." ¿Pero que es lo que el "Gigante Kant " enseña? ¡Que
somos nosotros mismos quienes les damos un propósito a las cosas, pero que no
está en las cosas! Esta opinión es también sostenida por los Materialistas.
Uexkull encuentra la refutación del Materialismo en el "esquema empírico de los
objetos," que se forma de nuestras percepciones-sensoriales. Esto es para él, de
hecho, idéntico con el Bewegungsmelodie (melodía de movimiento), a la que él
reduce los objetos. Así de nuevo, no hay ninguna substancia sino solo
movimiento, lo cual el Materialismo igualmente enseña. Encontraremos más tarde
al Kantiano Uexkull entre los declarados Materialistas.
Filósofos de otra tendencia tratan de refutar el Materialismo sosteniendo que
todo esta dotado de vida y alma. A esta clase pertenecen Fechner, Wundt, Paulsen,
Haeckel, y el botánico Franco, que atribuye inteligencia incluso a las plantas.
Se puede así creer que éste es un remedio radical para todos los deseos
materialistas. Es una lastima que se deba dar a los Materialistas una
oportunidad para que se pongan en ridículo con tal ficción. Que la materia
bruta, los átomos, los electrones deben tener vida es contrario a toda
experiencia. Es una vanidad de la ciencia moderna el declarar que sólo admite
aquello que se revela por medio de una observación exacta; pero el veredicto
universal e invariable de la observación es que, en el mundo inorgánico, todo
muestra características opuestas a las que la vida exhibe. Es también un serio
engaño el creer que se puede explicar el alma humana y su conciencia unitaria
con la suposición de almas-célula. Varias almas nunca podrán tener una misma
conciencia. La conciencia y toda actividad psíquica son inmanentes, moran en el
sujeto y no operan exteriormente; en consecuencia cada alma individual tiene su
propia conciencia, y no sabe absolutamente nada de cualquier otra. La
combinación de varias almas en una sola conciencia es por lo tanto imposible.
Pero, aun cuando fuera posible, esa conciencia compuesta tendría un contenido
completamente diferente a de las almas-célula, ya que sería una maravilla si
todas ellas sintieran, pensaran y quisieran exactamente lo mismo. En este caso
la inmortalidad sería tan completamente excluida como lo es para el
Materialismo.
Hemos descrito esta teoría como una ficción insostenible. R. Semon, sin embargo,
trata de defender la existencia de la memoria en todos los seres vivientes con
su trabajo "Die Mnemes als erhaltendes Prinzip im Wechsel des organischen
Geschehens" (Leipzig, 1905). Dice: "El efecto de un estímulo en una substancia
viviente continúa después de la estimulación, tiene un efecto engráfico. Este
último es llamado el engram del estímulo correspondiente, y la suma de los
engrams, que el organismo hereda o adquiere durante su vida, es el mneme, o
memoria en el sentido más amplio." Ahora bien, si por estas palabras se
entendiera exclusivamente la persistencia de estados psíquicos y corporales,
habría poco que objetar en contra de esta teoría. Pero por memoria se entiende
una función psíquica, por cuya presencia en plantas y minerales no se puede
ofrecer la más ligera argumentación. La persistencia es aun más fácilmente
explicada en el caso de la naturaleza inorgánica. Este Hilozoísmo, que, como
Kant debidamente declara, es la muerte de toda ciencia, también se llama la
"teoría del doble aspecto" (Zweiseitentheorie). Fechner de hecho considera lo
material tan sólo como el lado exterior de lo espiritual. La relación entre
ellos es la del lado convexo de una curva al cóncavo; son esencialmente uno,
mirados desde afuera y luego desde adentro -- la misma idea expresada con
palabras diferentes. Con esta explicación el Materialismo no es derrotado sino
proclamado. Porque de la realidad de la materia ningún hombre sensato puede
dudar; por consiguiente, si lo espiritual es simplemente un aspecto particular
de la materia, debe también ser material. El lado convexo de un anillo forma
verdaderamente la misma cosa con el cóncavo; no es más que el mismo anillo visto
de dos lados diferentes. Así Fechner, a pesar de todo su rechazo del
Materialismo, debe negar la inmortalidad del alma, ya que en la disolución del
cuerpo el alma debe perecer también, y él se afana sin ningún efecto cuando
trata de sostener la doctrina de la supervivencia con todo tipo de ideas
fantásticas.
Estrechamente ligado con esta teoría esta el llamado "paralelismo psíco-físico,"
que la mayoría de los psicólogos modernos desde Fechner, sobre todo Wundt y
Paulsen, patrocinan enérgicamente. Éste enfatiza tan fuertemente la
espiritualidad del alma que rechaza como imposible cualquier influencia del alma
sobre el cuerpo, y así hace que las actividades espirituales y corporales
avancen unas al lado de las otras (en paralelo) sin afectarse unas a otras.
Wundt, de hecho, va hasta considerar al mundo entero como constituido de
unidades-voluntad, y considera a la materia como una actividad espiritual
mecanizada. Paulsen, en cambio, trata de explicar la coexistencia de las dos
series de actividades declarando que los procesos materiales del cuerpo son el
reflejo de lo espiritual. Uno puede bien pensar que no puede haber un rechazo
más enfático del Materialismo. Sin embargo éste exagerado Espiritualismo e
Idealismo está de acuerdo con el dogma fundamental de los Materialistas al negar
la substancialidad y la inmortalidad del alma. Afirma que el alma no es nada más
que el agregado de las sucesivas actividades internas sin ninguna esencia
psíquica. Esta declaración lleva inevitablemente al Materialismo, porque la
actividad es inconcebible sin un sujeto activo; y, ya que se niega la
substancialidad del alma, el cuerpo debe ser el sujeto de las actividades
espirituales, ya que, de otra manera sería imposible el que a ciertas
impresiones físicas les correspondieran percepciones, voliciones, y movimientos.
En todo caso éste exagerado Espiritualismo, que ninguna persona inteligente
puede aceptar, no se puede considerar como una refutación del Materialismo.
Fuera de la filosofía Cristiana ningún sistema filosófico ha logrado con éxito
combatir al Materialismo. No se necesita más que un conocimiento superficial de
la reciente literatura de ciencia natural y de filosofía para convencerse de que
la "refutación" del Materialismo por medio del más reciente Idealismo no es más
que vana discusión. Así, Ostwald proclama su doctrina de la energía como la
refutación del Materialismo, y, en su "Vorlesungen ber Naturphilosophie", trata
de "llenar el inmenso abismo, que desde Descartes se abre entre el espíritu y la
materia", subordinando las ideas de materia y espíritu bajo el concepto de
energía. Así, la conciencia también es energía, la energía-nerviosa del cerebro.
Está inclinado "a reconocer a la conciencia como una característica esencial de
la energía del órgano central, así como el espacio es una característica
esencial de la energía mecánica y el tiempo de la energía cinética." ¿No es esto
el Materialismo puro y simple?
Enteramente materialista también es la ampliamente aceptada explicación
fisiológica de las actividades psíquicas, sobre todo de los sentimientos, tales
como el miedo, el enojo etc. Esto es defendido (Ej.) por Uexkull, a quien ya nos
hemos referido como a un vigoroso antagonista del Materialismo. Él trata de
encontrar, o por lo menos de ilustrar esto con los más modernos experimentos. En
su trabajo "Der Kampf um die Tierseele" (1903), dice: "Supongamos que, con la
ayuda de refinados rayos roentgen pudiéramos proyectar, magnificados en una
pantalla, bajo la forma de móviles olas-sombra, los procesos del sistema
nervioso del hombre. Según nuestros conocimientos actuales podríamos esperar lo
siguiente. Observamos al sujeto del experimento, cuando una campanilla suena
cerca, y vemos la sombra en la pantalla (representando la ola de excitación)
correr a lo largo del nervio auditivo hacia el cerebro. Seguimos la sombra
dentro del cerebro, y, si la persona se mueve en respuesta al sonido, sombras
centrífugas se presentan también a nuestra observación. Este experimento no
sería de ninguna manera diferente a cualquier experimento físico de naturaleza
similar, sólo que en el caso del cerebro, con su intrincado sistema de
trayectos, el recorrido del estímulo y la transformación de la energía acumulada
constituirían necesariamente un espectáculo muy complicado y confuso." ¿Pero que
sería así demostrado o al menos ilustrado? Aún sin rayos roentgen sabemos que,
cuando se oye, ondas nerviosas vienen al cerebro, y del cerebro efectos motores
se desplazan a los órganos periféricos. Pero estos efectos no son más que
movimientos, no percepción psíquica; ya que la conciencia atesta que la
percepción sensorial, sin hablar del pensamiento y de la volición, es totalmente
diferente del movimiento, de hecho totalmente opuesta. Podemos pensar
simultáneamente de opuestos (e. g. existencia e inexistencia, redondo y
angular), y esos opuestos deben estar presentes simultáneamente en nuestra
conciencia, ya que de otra manera no podríamos compararlos, ni percibirlos y
declarar su oposición. Ahora, es completamente imposible que un nervio o un
átomo del cerebro puedan ejecutar simultáneamente movimientos opuestos. Y, no
solo en el caso de verdaderos opuestos, sino también en la comprensión de cada
distinción, los elementos del nervio deben simultáneamente tener movimientos
diferentes, de rapidez diferente y en direcciones diferentes.
Un notorio Materialismo es adoptado por A. Kann en su "Naturgeschichte der Moral
und die Physik des Denkens", con el subtítulo "Der Idealismus eines
Materialisten" (Viena y Leipzig, 1907). Dice: "Para explicar físicamente los
complicados procesos del pensamiento, se debe ante todo eliminar la necesidad de
admitir cualquier fenómeno 'psíquico'. Nuestras ideas sobre el bien y el mal
están, para el hombre promedio, tan íntimamente ligadas con lo psíquico que es
la primera necesidad el eliminar lo psíquico de nuestras ideas de moralidad,
etc. Sólo cuando la ciencia pura, material, ha construido sobre sus propias
fundaciones la estructura entera de nuestra moral y ética, puede uno pensar en
elaborar para los lectores objetivos lo que llamo la 'Física del Pensamiento'.
Para preparar la tierra para el edificio nuevo, uno debe primero 'excluir las
ruinas de las antiguas nociones', o sea 'Dios, la oración, la inmortalidad (el
alma)'." La reducción de la vida psíquica a lo físico es realmente pretendida
por J. Pikler en su tratado "Physik des Seelenlebens" (Leipzig, 1901). Conversa
con un alumno de gran clase, primero de una manera muy infantil, pero al final
las armas pesadas entran en acción. "Que todos los diversos hechos, todos los
varios fenómenos de la vida psíquica, todos los diferentes estados de conciencia
son la auto-preservación del movimiento, no ha sido todavía, pienso, explicado
por ningún psicólogo." Tal es de hecho el caso, por el que, generalmente se ha
rechazado el Materialismo bruto. El Materialismo relaciona los fenómenos
psíquicos con movimientos de la substancia nerviosa; pero la auto-preservación
del movimiento es movimiento, y por consiguiente esta nueva psíco-física es
Materialismo puro. En todo caso, la materia no puede "auto-conservar" su
movimiento; el movimiento persiste por su propia cuenta en virtud de la ley de
la conservación de la energía. Por consiguiente, según esta teoría, toda materia
debe presentar fenómenos psíquicos.
Todavía más necesaria y simple era la evolución del mundo según J. Lichtneckert
(Neue wissenschaftl. Lebenslehre der Weltalls, Leipzig, 1903). Su "Ideal oder
Selbstzweckmaterialismus als die absolute Philosophie " (Materialismo Ideal o
del Fin-en-si-mismo como la Filosofía Absoluta) ofrece "la solución científica
de todos los grandes enigmas físicos, químicos, astronómicos y fisiológicos del
mundo." Seleccionemos algunas ideas de esta nueva filosofía absolutista. "Que
Dios y la materia son nociones completamente idénticas, era hasta hoy
desconocido." "Hasta aquí el Materialismo investigaba la vida externa de la
materia, y el Idealismo su vida interior. De la fusión de estas dos concepciones
de la vida y del mundo, que desde los tiempos más lejanos han estado separadas y
luchado una contra otra, se emite la presente 'Filosofía Absoluta'. Hasta ahora
el Materialismo ha negado, como un error fundamental, la teleología o la
búsqueda de una finalidad y, en consecuencia, también las cualidades
espirituales o psíquicas de la materia, mientras que el Idealismo ha negado la
materialidad del alma o de Dios. Por consiguiente, no se había podido llegar a
una completa y armoniosa teoría del mundo. El Materialismo Ideal o del
Fin-en-si-mismo, o Monismo, es la culminación o el apogeo de todas las
filosofías, ya que en él esta contenida la verdad absoluta, a la que los
principales intelectos de todos los tiempos han gradual y laboriosamente
contribuido. Hacia él fluyen todos los sistemas filosóficos y religiosos, como
arroyos hacia el mar." "El espíritu o Dios es materia, y, viceversa, la materia
es espíritu o Dios. La materia no es ninguna masa bruta, inanimada, como hasta
ahora se ha generalmente supuesto, ya que todos los procesos químico-físicos son
auto-determinados. La materia, que es una deidad eterna, inacabable, visible,
audible, que se puede pesar, mensurable etc., está dotada con las más altas
cualidades espirituales o vitales, evolutivas y transformables, y de hecho posee
el poder de sentir, desear, pensar y recordar. Todo lo que existe es materia o
Dios. Un ser no-material no existe. Incluso el espacio es materia. . ."
Uno no necesita más que indicar tales frutos de la ciencia materialista para
ilustrar en su absurdidad las consecuencias de la perniciosa concepción del
hombre y del universo conocida como el Materialismo. Pero citamos estos casos
también como una prueba positiva de que la tan alabada victoria del Idealismo
moderno sobre el Materialismo no tiene de hecho ninguna base. A nuestra propia
época podemos aplicar lo que el conocido historiador del Materialismo, Friedrich
Albert Lange (Geschichte des Materialismus u. Kritik seiner Bedeutung in der
Gegenwart), escribió en 1875: "La lucha materialista de nuestros días se
presenta así a nosotros como un serio signo de los tiempos. Hoy, como en el
período anterior a Kant y a la Revolución francesa, una relajación general del
esfuerzo filosófico, una regresión de las ideas, son las explicaciones básicas
de la difusión del Materialismo."De hecho, lo que dice de la relajación del
esfuerzo filosófico ya no es verdadero hoy en día; al contrario, raramente ha
habido tanto filosofar por los aptos y los inaptos como a principios del pasado
y a fines del antepasado siglo. Se han consagrado mucha labor a la filosofía y
mucho se ha logrado, pero, en las palabras de San Agustin, es un caso de magni
gressus praeter viam (i.e. grandes pasos en el camino equivocado). Encontramos
que la simple filosofía, sin ideas, del Positivismo, el Empirismo, el
Pragmatismo, el Psicologismo, y los numerosos otros sistemas modernos son todos
enemigos de las ideas. Incluso Kant mismo, a quien Lange invoca como el baluarte
en contra del Materialismo, es muy justamente llamado por el historiador del
Idealismo, O. Willman, "el joven que tira piedras a las ideas."
La idea, cuyo renacimiento y desarrollo, como Lange espera, "levantará la
humanidad a un nuevo nivel" no debe ser buscada, como lo hemos mostrado, en una
filosofía no-cristiana. Sólo un retorno a la visión Cristiana del mundo, fundada
en la filosofía Cristiana y en las enseñanzas de la Escuela Socrática, puede
prevenir las catástrofes profetizadas por Lange, y quizás llevar a la humanidad
a un más alto nivel cultural. Esta filosofía ofrece una refutación completa del
Materialismo cosmológico y antropológico, y eleva el Idealismo verdadero.
Muestra que la materia no puede ser por sí misma increada ni eterna, lo que de
hecho se deduce de que por sí misma es inerte, indiferente al reposo y al
movimiento. Pero si existe debe estar o en reposo o en movimiento; si existiera
por sí misma en virtud de su propia naturaleza, estaría también por sí misma en
una de esas dos condiciones. Si hubiera estado por sí misma originalmente en
movimiento, nunca habría podido llegar al reposo, y no sería cierto que su
naturaleza sea indiferente al reposo y al movimiento y estaría igualmente bien
en cualquiera de las dos condiciones. Con este simple argumento el error
fundamental es vencido. Se encontrará una refutación exhaustiva en los escritos
del presente autor: "Der Kosmos" (Paderborn, 1908); "Gott u. die Sch pfung" (Ratisbon,
1910); "Die Theodizee" (4ª ed., 1910); "Lehrbuch der Apologetik," I (3ª ed.,
Münster, 1903). El Materialismo Antropológico es completamente refutado
demostrando en las actividades psíquicas una substancia simple, espiritual
distinta del cuerpo -- i.e. el alma. La razón acepta la existencia de un ser
sencillo, ya que en una multiplicidad de átomos estos no pueden poseer ningún
pensamiento único e indivisible, y no pueden comparar dos ideas o dos estados
psíquicos. Aquello que realiza la comparación debe poseer simultáneamente en sí
mismo ambos estados. Pero un átomo material no puede poseer dos condiciones
diferentes simultáneamente, no puede por ejemplo simultáneamente ejecutar dos
movimientos diferentes. Así, debe ser un ser inmaterial quien efectué la
comparación. La comparación misma, la percepción de la identidad o de la
diferencia, así como la idea de la necesidad y la idea de un espíritu puro, son
tan abstractas y metafísicas que un ser material no puede ser su sujeto.
Para una refutación completa del Materialismo antropológico vea Gutberlet,
Lehrbuch der Psychologie (4ª ed., Munster, 1904); Idem, Der Kampf um die Seele
(2 vols., 2ª ed., Mains, 1903). También Consulte Fabri, Briefe gegen den M. (Stuttgart,
1864); Prat, L'impuissance du M. (Paris, 1868); Moigno, Le M. et la force (2ª ed.,
Paris, 1873); Hertling, Ueber d. Grenzen d. mechanischen Naturerkl rung (Bonn,
1875); Flint, Antitheistic Theories (Londres, 1879); Bowne, Some Dificulties of
M. en Princeton Rev. (1881), pp. 344-372; Dressler, Der belebte u. der unbelebte
Stoff (Freiburg, 1883); Lilly, Materialism and Morality in Fortnightly Review
(1886), 573-94; (1887), 276-93; Bossu, Refutation du matérialisme (Louvain,
1890); Dreher, Der M. eine Verirrung d. menschlichen Geistes (Berlín, 1892);
Corrance, Will M. be the Religion of the Futur? in Dublin Review (1899), 86-96;
Courbet, Faillite du M. (Paris, 1899); Fullerton, The Insuficiency of M. en
Psychol. Review, IX (1902), 156-73; Pesch, Die grossen Weltrathsel (Freiburg,
1883; 3ª ed., 1907); Stockl, Der M. gepruft in seinen Lehrsatzen u. deren
Consequenzen (Mainz, 1878). Vea también la bibliografía bajo Dios, Alma,
Espiritualismo, Mundo.
CONSTANTIN GUTBERLET
Transcrito por Robert H. Sarkissian
Traducido por Oscar Olague