Jerarca
EnciCato
El sumo sacerdote en el Antiguo Testamento es llamado por varios nombres:
Sacerdote (Nm 3, 6);
Sumo sacerdote (Lv. 21, 10);
primer sacerdote (2 R 25, 18)
Sacerdote ungido (Lv 4, 3): Gr, Archiereus (Lv. 4, 3), también en libros
posteriores y en el Nuevo Testamento.
En el Antiguo Testamento las formas comunes son ho hiereus (Nm 3, 6); hiereus ho
protos (2 R 25, 18); ho hiereus ho megas (Lv 21, 10). Se menciona un coadjutor o
segundo sacerdote en 2 R 25, 18.
Aarón y sus hijos fueron escogidos por Dios para ser sacerdotes, siendo Aarón el
primer jerarca y Eleazar su sucesor; por lo que, aunque la Escritura no lo dice
explícitamente, la sucesión del hijo mayor al oficio de jerarca llegó a ser ley.
La consagración de Aarón y sus hijos durante siete días y sus vestiduras es
descrita en Ex 28, 29 (Cf. Lv 8, 12; Si 45, 7 +). Aarón fue ungido con óleo
vertido sobre su cabeza (Lv 8, 12); por ello es llamado “el sacerdote ungido” (Lv
4, 3). Algunos textos parecen requerir que todos sean ungidos (Ex 30, 30); Lv
10, 7; Nm 3, 3), pero Aarón fue ungido con óleo en gran profusión, aún sobre la
cabeza (Ex 29, 7), a lo cual se hace referencia en Sal 132, 2, donde se dice que
el precioso ungüento bajó por su barba y “hasta la orla de sus vestiduras”. El
óleo fue hecho de mirra, cinamomo, caña aromática, casia y aceite de oliva,
preparada por el perfumista o boticario (Ex 30, 23-25; Josephus, “Ant.” III, 8,
3), y no deben ser imitados o aplicados en usos profanos (Ex 30, 31-33).
Después del Exilio la unción dejó de estar en uso: tanto jerarcas como
sacerdotes eran consagrados por la simple investidura. Los rabinos afirmaban que
aún antes del Exilio sólo el jerarca era ungido vertiendo el óleo sagrado “sobre
él” y aplicándolo a su frente sobre los ojos “siguiendo la forma de los Griegos
X” (Edersheim, “El Templo, Su Ministerio y Servicio en los Tiempos de
Jesucristo”, 71). No se especifica la edad, por lo que la juventud no era
impedimento para que Herodes de Aristobulus fuera designado como jerarca, aunque
esto sucediera cuando tenía diecisiete años (Josephus, “Antiq”, XV, 3, 3).
Josephus da una lista de ochenta y tres jerarcas desde Aarón hasta la
destrucción del Templo por los romanos (Ant., XX, 10). En principio fueron
escogidos para toda la vida, pero después removidos voluntariamente por el poder
secular (Jos., “Ant”, XV, 3, 1; XX, 10), por lo que “el número de jerarcas desde
los días de Herodes hasta el día en que Tito tomó el Templo y la ciudad, y las
incendió, fueron en total veintiocho; el tiempo que les correspondía era de
ciento siete años” (Jos., “Ant”, XX, 10). Por ello un tercio de los jerarcas de
quince siglos vivieron dentro del último siglo de su historia: habían llegado a
ser los títeres de los gobernadores temporales. La frecuencia de los cambios en
el oficio se deja ver en Jn 11, 51, donde dice que Caifás era “el sumo sacerdote
de ese año”. Salomón depuso a Abiatar por haber apoyado la causa de Adonías, y
otorgó el sumo sacerdocio a Sadoq (1 R 2, 27 y 35): Entonces los últimos de la
familia de Elí fueron arrojados, como el Señor dijo a Elí mucho antes (1 S 2,
27-28). Por ello parece extraño que Josephus (Ant., XV, 3, 1) afirme que
Antiocus Epifanes fue el primero en deponer a un sumo sacerdote. Puede ser que
él considerara que Abiatar y Sadoq ejercieran el oficio en forma conjunta, ya
que Abiatar “el sacerdote” y Sadoq “el sacerdote” eran ambos muy prominentes en
el reino de David (1 R 1, 34; 1 Cro 16, 39-40). Josephus puede haber considerado
el acto de Salomón como el medio de volver a la unidad; lo que es más, en la
misma sección en la que menciona el cambio, dice que Sadoq era el jerarca o sumo
sacerdote en el reino de David (Ant., VIII, 1, 3), y agrega “el rey [Salomón]
hizo también que Sadoq fuese el único jerarca” (Ant., VIII, 1, 4). Poco antes de
la destrucción del Templo por los romanos, los fanáticos eligieron por mayoría a
un mero aldeano llamado Fanías como el último jerarca; por ello el sumo
sacerdocio, la ciudad y el Templo se consumieron juntos (Josephus, “Bell. Jud.”,
IV, 3, 8).
La prominencia de Salomón en la dedicación del Templo no debe llevar a la
conclusión de que el rey oficiaba también como sacerdote en la ocasión. Smith
(“Enci. Bib.”, s. v. Sacerdote) sostiene esto, y que todos los reyes de Judea
ofrecieron sacrificios hasta el Exilio, alegando como prueba pasajes tales como
1 R 9, 25; Pero ya que los sacerdotes son mencionados en este mismo libro, por
ejemplo en 8, 10-11, dicha deducción no es razonable. Como lo demuestra Van
Hoonacker, la prominencia del poder secular en la antigua historia del pueblo y
la aparente ausencia de aún el sumo sacerdocio durante la mayoría de las
funciones sagradas, así como la gran autoridad poseída por él después del
Exilio, no aseguran la conclusión de Wellhausen en cuanto a que el sumo
sacerdocio era conocido sólo en tiempos posteriores al Exilio.
Es muy poco probable que un cambio tal podría haber tenido lugar y podría
haberse introducido en la vida de la nación y muy fácilmente haber sido aceptado
como institución Divina. Sin embargo, tenemos referencias incuestionables al
sumo sacerdote en textos anteriores al Exilio (2 R 11; 12; 16, 10; 22, 23, etc.)
cuya Bula (“La Nueva Encíclica Schaff-Herzog de Conocimiento Religioso”, s. v.
Sumo Sacerdote) admite como genuinos, no interpolaciones, como algunos piensan,
por lo que el “oficio posterior puede haber tenido un símbolo histórico”. Vemos
en ellos pruebas de la existencia del sumo-sacerdocio, no meramente su
“simbolización”. Entonces también el título “el segundo sacerdote” en Jr 52, 24,
donde el sumo-sacerdote también es mencionado, es un doble testigo de la misma
verdad; por lo que aunque Josephus nos dice (Ant., XX, 10), en los siguientes
años de la historia de la nación que “a los sumos-sacerdotes les era confiado el
dominio de la nación” y por ello llegaron a ser, al igual que en los años de los
Macabeos sacerdotales, más conspicuos que en la antigüedad, no obstante esto era
sólo una brillantez accidental agregado a un oficio antiguo y sagrado. En el
Nuevo Testamento (Mt 2, 4; Mc 14, 1; etc.) donde se hace referencia a los
sacerdotes en jefe, algunos piensan que todos estos habrían sido sumos
sacerdotes, quienes habiendo sido depuestos constituyeron una clase distinta y
habrían tenido gran influencia en el Sanedrín. Es claro a partir de Jn 18, 13,
que Anás, aún habiendo sido privado del pontificado, tuvo una participación
principal en las deliberaciones de ese tribunal. Schürer sostiene que los
sacerdotes en jefe en el Nuevo Testamento eran ex sumos-sacerdotes y también lo
eran aquellos que se sentaban en el consejo como miembros y representantes de
las familias privilegiadas de entre las cuales se elegían los sumos sacerdotes
(El Pueblo Judío, Div. II, V, i, 204-7), y Maldonatus, en Mt 2, 6, citas 2 Cr
36, 14, que demuestran que era muy usado que aquellos que se sentaban en el
Sanedrín eran jefes de familias sacerdotales.
Solo el sumo sacerdote podría entrar a la Tienda de las Citas o Tienda del
Encuentro en el día del Perdón, y aún él sólo una vez al año, para rociar la
sangre en ofrenda por los pecados y ofrecer incienso: oraba y se sacrificaba por
él y por el pueblo (Lv 16). En la misma forma oficiaba en “los días séptimo y
lunas nuevas” y fiestas anuales (Jos., “Bell. Jud.”, V, 5, 7). Podía casarse
sólo con una virgen “de su propio pueblo”, aunque a otros sacerdotes les era
permitido casarse con una viuda; tampoco era lícito desgarrar sus vestiduras o
acercarse a los muertos aún si se trataba de familiares cercanos (Lv 21, 10-14;
Cf. Josephus, “Ant.”, III, 12, 2). También residía en él manifestar la voluntad
Divina que le era dada a conocer por medio del Urim y el Thummim, un método para
consultar al Señor acerca del cual tenemos muy poco conocimiento. Ya que la
muerte del sumo sacerdote marcaba una época en la historia de Israel, se les
permitía a los homicidas volver al hogar desde la ciudad en la cual habían
encontrado refugio de la venganza (Nm 35, 25 y 28)..
El carácter típico del jerarca es explicado por San Pablo (Hb 9), donde el
Apóstol muestra que mientras el sumo sacerdote entraba a la Tienda una vez al
año con la sangre de las víctimas, Cristo, el gran sumo sacerdote, ofrecía Su
propia sangre y entraba al Cielo mismo, donde Él “también intercedía por
nosotros” (Rm 8, 34; ver Piconio, “Trip. Expos. in Heb.”, ix).
Además a lo que los otros sacerdotes vestían cuando ejercían sus funciones
sagradas el sumo sacerdote vestía túnicas doradas especiales, llamadas así por
los ricos materiales de los cuales estaban hechos. Se describen en Ex 28, y cada
sumo sacerdote las dejaba a su sucesor. Sobre la túnica se colocaba una túnica
violeta de una pieza, adornada con borlas violeta, púrpura y escarlata (Joseph,
III, 7, 4), entre las dos borlas había campanas que sonaban cuando iba y venía
del santuario. Sus mitras diferían de los tocados de los sacerdotes ordinarios,
y tenían en el frente una placa dorada con la inscripción “Santo al Señor” (Ex
28, 36). Josephus describe la mitra como teniendo una triple corona de oro, y
agrega que la placa con el nombre de Dios que Moisés había escrito en letras
sagradas “ha permanecido hasta este mismo día” (Ant., VIII, 3, 8; III, 7, 6). En
una nota a Josephus de Whiston (Ant., III, 7, 6) se da la historia posterior de
la placa, pero no se sabe qué fue de ella finalmente. Las vestiduras preciosas
del sumo sacerdote fueron custodiadas por Herodes y los romanos, pero siete días
antes de una fiesta fueron devueltos y purificados antes de ser utilizados en
cualquier función sagrada (Jos., “Ant.”, XVIII, 4, 3). El día del perdón, según
Lv 16, 4, el sumo sacerdote vestía lino puro, pero Josephus dice que vestía sus
vestimentas doradas (Bell. Jud., V, 5, 7), y para reconciliar a los dos
Edersheim, piensa que las ricas túnicas se usaban al principio de la ceremonia y
se cambiaban por las vestiduras de lino antes de que el sumo sacerdote entrara a
la Tienda (El Templo, p. 270). Para mayor información acerca de las vestiduras y
ornamentos del sumo sacerdote, vea EFOD, ORÁCULO, PECTORAL, URIM Y THUMMIM.
SCHÜRER, El Pueblo Judío en los Tiempos de Jesucristo, II, I 195-207; también
GRÄTZ y otros historiadores; JOSEPHUS, passim; SMITH, Dict. De la Biblia, s. v.
Sumo Sacerdote; EDERSHEIM, El Templo, Su Ministerio y Servicio en Tiempos de
Jesucristo, 57-79; VAN HOONACKER, El sacerdocio levítico (1899), 317-83; SMITH
in Enci. Bib., s. v., Sacerdote, da el punto de vista radical; ORR, El Problema
del Antiguo Testamento (1906), 180-90, refuta a Wellhausen y a otros de la
escuela radical.
JOHN J. TIERNEY
Transcrito por Vivek Gilbert John Fernandez
Traducido por Lucía Lessan
Dedicado al Santo Sacerdocio Católico