Herodes
EnciCato
(Griego: Herodes, de Heros.)
Herodes fue el nombre de muchos gobernantes mencionados en el Nuevo Testamento y
en la historia. Ya era conocido desde antes de los Herodes bíblicos (Véase
Schürer "Hist. of the Jewish People", etc., Div. I, v. I, p. 416, nota). Los
Herodes relacionados con la temprana historia del Cristianismo son los
siguientes:
I. HERODES EL GRANDE
II. ARQUELAO
III. ANTIPAS
IV. AGRIPA I
V. AGRIPA II
I. HERODES EL GRANDE
Herodes, apodado el Grande, llamado por Grätz "el genio malvado de la nación
Judía" (Hist. V. II, p. 77), fue hijo de Antípatro, un idumeo (Flavio Josefo,
"Guerras", I, VI, 2). Los idumeos fueron conquistados por Juan Hircano cerca del
fin del siglo II a. C., y obligados a vivir como judíos, para ser considerados
como tales (F. Josefo, "Antigüedades Judaicas", XIII, IX, 4). Sin embargo,
Antígono llama a Herodes "medio judío" (Cfr. Ibíd., XIV, XV,2, y la nota en
Whiston), mientras que los judíos, cuando así convenía a sus intereses, hablaban
de Herodes su rey como de "judío por nacimiento" (Ibíd. XX,VIII,7). Antípatro,
el padre de Herodes, había colaborado con los romanos en el Oriente, y fue el
favor de Roma lo que elevó a la familia herodiana al nivel de preeminencia y
poder que llegó a alcanzar. Herodes nació el año 73 a. C., y se le menciona por
primera vez como gobernador de Galilea (Ibíd.. XIV, IX, 2). El texto citado dice
que tenía 15 años de edad, lo cual en un error evidente. Quizás quería decir 25,
pues murió cerca de cuarenta y cinco años después "a los setenta años de edad"
(F. Josefo, "Las Guerras de los Judíos" I, XXXIII,1). Su carrera supera con
mucho a la de muchos héroes de ficción. Siempre supo congraciarse con los
favoritos de la suerte en el cambiante escenario de la historia romana. Los
jóvenes Octavio y Antonio lograron, el año 40 a.C., que el Senado romano le
diera la corona de Judea, y subió al templo de Júpiter a dar gracias a los
dioses de Roma acompañado de esos dos poderosos amigos. Antígono fue degollado
el año 37 a.C. y desde ese momento Herodes se convirtió en rey de hecho y no
sólo de nombre. Contrajo matrimonio con Mariamne el año 38 a.C. y al entrar de
ese modo en alianza matrimonial con los Asmoneos, populares entre los judíos,
Herodes reforzó su posesión del trono (Ibíd.. I, XII, 3).
El reino de Herodes se divide naturalmente en tres períodos: 37-25 a.C. son los
años de desarrollo; 25-13 a.C., los de esplendor real; 13-4 a.C., los de
problemas y tragedias domésticas. Durante el primer período se afirma en el
trono haciendo a un lado a sus rivales de la línea asmonea. Asesina a Hircano y
a Aristóbulo, abuelo y hermano de Mariamne, respectivamente. A este último lo
había nombrado sumo sacerdote, a pesar de tener sólo 17 años. Su único delito
fue haber sido muy populares ( F. Josefo, "Antigüedades", XV,VI,1,III,3).
También Mariamne fue ejecutada, en 29 a.C. Y la madre de ésta, Alejandra, en 28
a.C. Debido a su amistad con Antonio, quien había sido vencido por Octaviano en
Actium, en 31 a.C., Herodes temía por su vida y viajó a Rodas con un dogal al
cuello, como un criminal, para dialogar con el conquistador. Finalmente, César
lo confirmó en el trono, ampliando, además, su territorio (F. Josefo, "Guerras",
I, XX).
Herodes y sus hijos eran constructores. Con las riendas del reino en la mano y
habiendo tomado venganza de sus enemigos, adornó su territorio con ciudades y
templos en honor del emperador y de los dioses. Construyó Samaria y la llamó
Sebaste, por el nombre griego de Augusto. También edificó Cesarea con su
magnífico puerto. Debido a sus gustos griegos, Herodes erigió teatros,
anfiteatros e hipódromos para los juegos que se celebraban en tiempos definidos
incluso en Jerusalén (F. Josefo "Antigüedades", XV, VIII, 1, XVI, V,1;
"Guerras", I,XXI, 1, 5). Si tomamos en cuenta los templos que edificó en honor
de los falsos dioses- el de Apolo, por ejemplo, en Rodas (F. Josefo
"Antigüedades", XVI,V,3)- podemos deducir que fue más vanidad que piedad lo que
le sugirió la mayor obra de su reino, el Templo de Jerusalén. Este fue comenzado
en el año dieciocho de su reinado (Josefo, Ibíd., XV, XI, 1), o sea, alrededor
del año 22 a.C. (Grätz, "Gesch. d. Jud." V. III, 187). El texto de Josefo
("Guerras", I, XXI, 1) dice que fue en el año quince, pero el historiador cuenta
desde la muerte de Antígono, 37 a.C., lo que nos da la fecha mencionada arriba.
El discurso que Herodes pronunció para esa ocasión, aunque lleno de piedad,
puede ser interpretado a la luz de lo que dijo él mismo a los magos de Oriente:
"para ir también yo a adorarle" (Mt 2, 8; "Antigüedades", XV, XI, 1). Josefo
describe el Templo (Ibíd.., XV, XI; Cfr. Edersheim, "The Temple, its ministry
and services", I y II), y el Nuevo Testamento habla de la solidez de su
arquitectura (Mt 24, 1; Mc 13,1). Juan (2, 20) menciona que corrieron 46 años
desde el inicio de la construcción, pero se requiere jugar con las cifras para
hacer concordar ese número con la historia, tanto del segundo templo como del
que fue edificado por Herodes.
Los horrores del hogar de Herodes contrastaban fuertemente con el esplendor de
su reino. El haberse desposado con diez mujeres (F. Josefo "Guerras", I, XXVIII,
4- nota en Whiston), de las que tuvo muchos hijos, hizo que el demonio de la
discordia provocara frecuentes tragedias familiares. Incluso mandó matar a sus
hijos Aristóbulo y Alejandro, 6 a.C., a quienes Antípatro, otro hijo, nacido de
Doris, había acusado de conspirar contra la vida de su padre (F. Josefo
"Antigüedades", XVI, XI). Este mismo Antípatro, cuya crueldad lo hacía verdadero
hijo de Herodes, y quien había causado la muerte de tantos, fue él mismo acusado
y convicto de haber intentado envenenar, y finalmente, matar a su padre (Flavio
Josefo "Guerras", I, XXXIII, 7). La última alegría del rey moribundo se la
proporcionó la carta de Roma que lo autorizaba a matar a su hijo. Cinco días
después murió, como otro Antíoco sujeto a una maldición. La descripción que hace
Josefo- siguiendo a Nicolás de Damasco, su amigo y biógrafo- ("Antigüedades",
XVII, VI, VII, VIII; "Guerras", I, XXXIII) de su muerte y de las circunstancias
que la acompañaron es tan gráfica que sólo puede haber sido hecha por un testigo
ocular. En el balneario de Calirroe, al este del Mar Muerto, buscaba el rey
reposo de la enfermedad que lo llevaría a la muerte. Cuando se acercaba su fin,
dio órdenes de encerrar en el hipódromo de Jericó a los principales personajes
del país y matarlos en cuanto él muriera, para que no faltaran lágrimas en su
sepelio. No fue obedecida orden tan bárbara. Por el contrario, los judíos
celebraron el día de su muerte como uno de fiesta, para celebrar su liberación
de esa tiranía. (Grätz, "Gesch. D. Jud.", III, 195)- "Hist." (en inglés), II,
117). Arquelao, a quien Herodes había nombrado heredero al descubrirse la
perfidia de Antípatro, lo sepultó con gran pompa en Herodión, llamado por
algunos Monte Franco, al sureste de Belén, en la tumba que el rey había
preparado para si mismo (F. Josefo, "Antigüedades", XVII, VIII, 2, 3; "Guerras",
I, XXXIII, 8,9). La muerte de Herodes reviste importancia por su relación con el
nacimiento de Cristo.
El eclipse mencionado por Josefo ("Antigüedades", XVII, VI, 4), quien también
describe la duración de reinado de Herodes- 37 años a partir del día en que fue
designado rey por los romanos, en el año 40 a.C., o 34 años a partir de la
muerte de Antígono, 37 a.C. ("Antigüedades judaicas" XVII, VIII, 1)- ubica la
muerte de Herodes en la primavera de 750 A.U.C., o 4 a. C. Cristo nació antes de
la muerte de Herodes (Mt 2, 1), pero no se sabe claramente con cuántos años de
anterioridad. Las posibles fechas están entre el 746 y el 750 A.U.C. (Véase una
relación de opiniones y argumentos en Gigot, "Outlines of New Testament History",
42, 43). Los dones físicos y mentales de Herodes eran muchos. "Era un guerrero
tal que no se le podía vencer...la fortuna también le era favorable" (F. Josefo,
"Guerras", I, XXI, 13), pero también "era un hombre de gran violencia para todos
por igual, y esclavo de sus pasiones, por encima de cualquier consideración de
lo que era bueno" (F. Josefo "Antigüedades judaicas", XVII, VIII, 1). Sus
defectos predominantes eran los celos y la ambición, que lo llevaban a
sacrificar aún a quienes le eran más cercanos y queridos: el asesinato y la
munificencia eran ambos buenos instrumentos para lograr sus fines. La matanza de
los Inocentes cuadra perfectamente con lo que la historia nos narra de él, y la
afirmación que hace San Mateo no se considera refutada por el simple silencio de
Flavio Josefo. Este sigue a Nicolás de Damasco, para el cual, como personaje de
la corte, Herodes era un héroe. Es por ello que Armstrong (en Hastings, "Dict.
of Christ and the Gospels", s. v., "Herod") con justicia acusa a quienes, como
Grätz (Gesch. D. Jud. III, 194- Hist. (inglés), II, 116), por motivos subjetivos
consideran que la narración del Evangelista constituye una leyenda posterior.
Macrobio, quien escribe al inicio del siglo V, narra que Augusto, enterado de
que entre los niños a los que Herodes había ordenado matar estaba su propio
hijo, expresó: "Es mejor ser un puerco de Herodes que su hijo" (Saturn. II, 4).
En el texto griego se encuentra una bon mot y una relación entre las palabras
utilizadas que los etimologistas pueden reconocer incluso en otro idioma. Se
hace alusión a la ley judía que prohibía comer carne de puerco y la anécdota
contiene elementos extra bíblicos. "cruel como es la matanza, desaparece ante
las crueldades de Herodes. Por eso no es de sorprender que la historia no nos
hable de ella" [Maas, "Life of Christ" (1897), 38 (nota); el autor hace notar,
como otros lo han hecho, que el número de niños no debió haber sido grande].
II. ARQUELAO
Arquelao, hijo de Herodes el Grande, fue educado en Roma con su hermano Antipas
(F. Josefo "Antigüedades", XVII, I, 3), y se convirtió en el heredero según el
último testamento de su padre (Ibíd.. XVII, VIII, 1). A la muerte de este último
Arquelao fue aclamado por el pueblo ante el que pronunció un discurso en el que
afirmó que su título y autoridad dependían de la buena voluntad de César (Ibíd..
XVII, VIII, 4). Ya libres de la tiranía de Herodes por la muerte de éste, los
judíos solicitaron a César que los pusiera bajo la jurisdicción de los
presidentes de Siria. No queriendo, sin embargo, comprometer la voluntad de
Herodes, César otorgó a Arquelao la mitad del reino de su padre, con el título
de etnarca, y condicionando el título de rey a "su comportamiento virtuoso". El
Nuevo Testamento dice que reinó (Mt 2, 22), y Flavio Josefo (Ibíd. VII, VIII, 2,
IX, 2) lo llama rey, por cortesía, pues los romanos jamás lo llamaron así. Su
territorio incluía Judea, Samaria e Idumea con las ciudades de Jerusalén,
Cesarea, Sebaste y Joppe (Ibíd.. XVII, XI, 2, 4, 5). Pronto suscitó oposición al
contraer matrimonio con la esposa de su hermano- un crimen como el de Antipas,
posteriormente. Y acusado de crueldad por sus súbditos "incapaces de soportar el
uso bárbaro y tiránico que él hacía de ellos", fue desterrado a Viena, en la
Galia, 7 d.C., al décimo año de su gobierno (Ibíd. XVII, XI, XIII, 1, 2). El
Nuevo Testamento nos dice que José, temeroso de Arquelao, fue a vivir a Nazaret
(Mt 2, 22-23) y algunos intérpretes piensan que en la parábola (Lc 19, 12-27)
Nuestro Señor se refiere a Arquelao, a quien los judíos no deseaban como rey, y
quien, elevado al poder por César, tomo venganza de sus enemigos. "Ya sea que el
Señor haya tenido en mente a Arquelao, o que haya hablado en forma general,
ciertamente las circunstancias cuadran perfectamente con su caso" (MacEvilly, "Exp,
of the Gospel of Saint Luke").
III. ANTIPAS
Antipas fue hijo de Herodes el Grande, a cuya muerte se convirtió en gobernante
de Galilea. Contrajo matrimonio con la hija de Aretas, rey de Arabia, pero luego
vivió con Herodías, la esposa de su propio hermanastro, Filipo. Esta unión con
Herodías es mencionada y criticada por Josefo (Ibíd.. XVIII, V) y por el Nuevo
Testamento, y finalmente llevó a Antipas a su ruina. Lo lanzó a una guerra
contra Aretas en la que perdió su ejército, calamidad que Josefo señaló como
"castigo por lo que hizo en contra del llamado Bautista, a quien Herodes
asesinó, a pesar de ser un hombre bueno que amonestaba a los judíos a ejercitar
la virtud, a ser justos unos con otros y piadosos ante Dios, y a acercarse al
bautismo" (Ibíd.. XVIII, V, 2). El Nuevo Testamento nos explica la razón por la
que Herodías quería la cabeza de Juan. Ella estaba casada con Herodes Filipo-
distinto del tetrarca del mismo nombre- quien vivía en Roma como ciudadano
común, y con el que había tenido una hija, Salomé. Al abandonar a su marido para
casarse con Antipas actuó en contra de la ley. Juan amonestó a Antipas por esa
unión adúltera y Herodías se vengó (Mt 14, 3-12; Mc 6, 17-29). Josefo no dice
que la muerte de Juan haya de ser atribuida al odio de Herodías, sino a los
celos que sentía Herodes por la influencia que ejercía Juan sobre el pueblo. El
Bautista fue enviado a la torva fortaleza de Maqueronte, en las montañas al este
del Mar Muerto, y ejecutado allí (F. Josefo "Antigüedades" XVIII, V, 2). Grätz (Gesch.
d. Jud., III, xi, 221 - Hist. (inglés), II, 147), como en otras ocasiones, cree
que la descripción evangélica no pasa de ser una leyenda, pero Schürer admite
que tanto Josefo como los evangelistas pueden tener razón, ya que no hay
contradicción en sus narraciones (Hist. of the Jewish People, etc., Div. I, V,
ii, 25). La más famosa de las ciudades construidas por Antipas fue Tiberíades,
en la orilla occidental del Mar de Galilea. La llamó así en honor de su amigo,
el emperador Tiberio, y la hizo capital del tetrarcado. La ciudad, a su vez, dio
su nombre al mar y así ha quedado hasta hoy. Por largo tiempo fue una gran
escuela de estudios judíos. Fue ante este Herodes que Jesús compareció y fue
injuriado (Lc 23, 7-13). Antipas había ido a Jerusalén para la Pascua, y se le
nombra junto a Pilatos como enjuiciador de Cristo (Hech 4, 27). La enemistad que
existía entre él y Pilatos nació cuando este último hubo de condenar a muerte a
algunos galileos que pertenecían a la jurisdicción de Herodes (Lc 13, 1). Lucas
(23, 12) afirma que luego se dio una cierta reconciliación entre ellos. Cuando
Herodías se percató de lo bien que le había ido a su hermano Agripa en Roma, de
donde volvió convertido en rey, aconsejó a Antipas que visitara a César y
obtuviera el título real, ya que hasta entonces no lo era, sino sólo tetrarca de
Galilea- aunque a veces el Nuevo Testamento lo llama rey (Mt 14, 9; Mc 6, 14), y
lo mismo hace Josefo con Arquelao ("Antigüedades", XVIII, IV, 3) sin que fuese
nunca rey, sino únicamente etnarca. Sin estar de acuerdo con el consejo, Antipas
acudió a Roma, y pronto supo por sus mensajeros que Agripa lo había acusado ante
Calígula de conspiración contra los romanos. El Emperador lo desterró a Lyón, en
la Galia (Francia), en 39 d. C. Herodías lo acompañó (F. Josefo "Antigüedades",
XVIII, VII, 2). Josefo dice ("Guerras", II, IX, 6); "Herodes murió en España a
donde le había seguido su esposa". No se conoce el año de su muerte. Para
reconciliar las dos afirmaciones de Josefo acerca del lugar del exilio y muerte,
véase Smith, "Dictionary of the Bible", s.v. "Herodias" (nota).
IV. AGRIPA I
Agripa I, también llamado el Grande, era nieto de Herodes el Grande y Mariamne,
hijo de Aristóbulo y hermano de Herodías. La historia de su vida y su caprichosa
suerte es más fantástica que las novelas. Durante el reinado de Tiberio estaba
endeudado y preso en Roma. Pero Cayo, quien llegó al trono en 37 d.C., lo nombró
rey de todos los territorios antes gobernados por Filipo y Lisanias, a lo cual
se le añadió el tetrarcado de Antipas, cuando éste fue desterrado en 39 d.C.
("Antigüedades", XVII, VI, VII). Dos años después el emperador Claudio, a quien
había ayudado Agripa a alcanzar el trono, le dio también Samaria y Judea (Ibíd..
XIX, IV, 1), de modo que el reino que llegó a poseer fue mayor que el de su
abuelo Herodes (Ibíd.. XIX, V, 1). Como todos los otros Herodes, él también fue
un constructor, y, según Josefo, fortaleció las murallas de Jerusalén de tal
modo que el Emperador se alarmó y le ordenó "abandonar la construcción de las
murallas inmediatamente" (Ibíd.. XIX, VII, 2). De sus antecesores asmoneos
parece haber heredado su amor y celo por la ley (Ibíd.. XIX, VII, 3). Esta
característica, aunada a su deseo de complacer al pueblo (Ibíd.), explica porqué
encarceló a Pedro y mandó matar a Santiago (Hech 12, 1-3). Su muerte, descrita
en Hech 12, 21-23, lo muestra entregando "su espíritu, comido por los gusanos".
Murió en Cesarea durante un gran festival público, en el que la gente,
habiéndolo oído hablar, decía: "es la voz de un dios y no la de un hombre". Esto
lo llenó tanto de orgullo que "un ángel del Señor lo golpeó, ya que no había
dado el debido honor a Dios". Josefo hace básicamente la misma descripción,
aunque afirma que un búho se le apareció al rey para anunciarle su muerte, del
mismo modo que se había aparecido anteriormente para anunciarle su buena fortuna
(Ibíd.. XIX, VIII, 2). Su muerte aconteció en 44 d.C., a sus 44 años de edad y
séptimo de su reinado (Ibíd..). Grätz lo considera uno de los mejores Herodes (Gesch.
d. Jud., III, xii; Hist. (inglés), II, vii), pero los cristianos no están muy
dispuestos a afirmar lo mismo.
V. AGRIPA II
Agripa II era hijo de Agripa I. El emperador Claudio quería que Agripa II
heredara el reino de su padre el año 44 d.C., a la muerte de este último, pero
se le convenció de que un joven de diecisiete años difícilmente podría asumir
tales responsabilidades (F. Josefo, "Antigüedades", XIX, IX). Alrededor del año
50 d.C. fue coronado rey de Calcis (F. Josefo, "Guerras", II, XII,1) y,
posteriormente, gobernante de un territorio mucho más extenso, que incluía las
tierras antes regidas por Filipo y Lisanias (Ibíd.. II, XII, 8). También fue rey
titular de Judea, en donde, en 20 años designó siete sumos sacerdotes (Grätz, "Gesch.
d. Jud.", III, xiv -- "Hist." (Inglés), II, ix). Cuando los judíos quisieron
liberarse del dominio romano en tiempos de Floro, Agripa les mostró lo insensato
de las medidas de violencia, y les dio un recuento detallado de los vastos
recursos del Imperio Romano (F. Josefo "Guerras", II, XVI, 4). San Pablo apeló a
este rey, a quien el gobernador Festo había turnado su caso (Hech 26). El
Apóstol alaba el conocimiento que tenía el rey de "las costumbres y asuntos de
los judíos (v. 3). Igualmente, Josefo apela a su juicio y lo considera un hombre
muy admirable: thaumasiotatos (Contra Apio, I, ix). No fue, consecuentemente,
por pura cortesía que Festo lo invitara a escuchar lo que San Pablo tenía que
decir. Su respuesta a la apelación del Apóstol ha sido interpretada de varias
maneras. Parece ser que San Pablo no lo convenció del todo, y esta explicación
está más en concordancia con el texto que la que afirma que hay cierta ironía en
las palabras del rey. La indiferencia que éste manifiesta, sin embargo, es
congruente con la "gran pompa" con la que su hermana Berenice había ingresado en
el salón de audiencias (Hech 25, 23). Después de la caída de Jerusalén, Agripa
II vivió en Roma, donde se dice que murió en el tercer año del reinado de
Trajano, 100 d.C. Grätz (Gesch. d. Jud., III, xvii, 410) da el período 71-72
d.C. como fecha de su muerte, basado en una lectura más correcta de un texto
griego.
Muchas historias y estudios especializados arrojan luz sobre la época y la
familia herodiana, pero casi todo lo que sabemos de ello nos viene a través de
Flavio Josefo. Entre otras, pueden ser consultadas las siguientes obras: SCHÜRER,
Gesch. d. Jüd. Volkes im Zeitalter Jesu Christi (Leipzig, 1898-1901), con una
bibliografía muy amplia; traducción inglesa A History. of the Jewish People in
the Time of Jesus Christ (Edinburgo, 1897-1898); GRÄTZ, Gesch. d. Jud. (III, 11
vols., Leipzig); traducción inglesa History of the Jews, 6 vols. (Jew. Pub. Soc.,
Filadelfia, 1891-1902), sin notas ni referencias, II; MILMAN, The History of the
Jews (3 vols. New York, 1870); e historias por JOST, EWALD, etc.; HASTINGS, A
Dictionary. of Christ and the Gospels (New York, 1907); EDERSHEIM, The Life and
Times of Jesus the Messiah, I; FARRAR, The Herods; FLAVIO JOSEFO, Antigüedades
Judaicas, Libros XIV-XX; IDEM, Las Guerras de los Judíos, Libros I y II.
JOHN J. TIERNEY.
Transcrito por Douglas J. Potter
Dedicado al Corazón Inmaculado de la Bienaventurada Virgen María
Traducido por Javier Algara Cossío