Habacuc
EnciCato
(Habakkuk)
El octavo de los profetas menores, que prosperaron probablemente hacia el final
del séptimo siglo A de C.
I. VIDAS CONOCIDAS Y PERSONALES
En el texto hebreo (I,1; III, 1), el nombre del profeta presenta una forma doble
intensiva Hàbhàqqûq, que no se ha preservado tampoco en la Septuaquinta:
Ambakoum, o en el Vulgar: Habacuc. Su semejanza con el hambakûku, asirio, que es
el nombre de una planta, es obvia. Su significado exacto no puede ser
comprobado: se toma generalmente para significar "abrazo" y se explica
ocasionalmente como "ardiente abrazo", a causa de su forma intensiva. Del lugar
de nacimiento, de la familia, y de la vida de este profeta no tenemos ninguna
información confiable. El hecho que en su libro dos veces le llaman "el profeta"
(I, 1; III, 1) conduce de hecho a pensar que Habacuc llevó a cabo una posición
reconocida como profeta, pero no produce manifiestamente ningún conocimiento
distinto de su persona. Una vez más algunos detalles musicales conectados con el
texto hebreo de su rezo (cap. III) pueden sugerir posiblemente que él era un
miembro del coro del templo, y por lo tanto un Levita: pero la mayoría de los
eruditos miran esta inferencia doble como cuestionable. Mucho menos cuestionable
es la visión puesta más adelante, que identifica a veces a Habacuc con el
profeta Judío de ese nombre, que se describe en el deuterocanónico fragmento del
belio y el dragón (Dan., XIV, 32 sqq. deuterocanónico), como milagrosamente
llevando una comida a Daniel en la guarida del león.
En esta ausencia de la tradición auténtica, la leyenda, no solamente judía si no
que también cristiana, ha sido singularmente ocupada por el profeta Habacuc. Lo
ha representado como perteneciendo a la tribu de Levi y como el hijo de cierto
Jesús; como el niño de la mujer de Sunamite, a quien Eliseus volvió a la vida (cf.
IV Reyes, IV, 16 sqq.); como el centinela puesto por Isaías (el cf. es XXI, 6; y
Hab., II, 1) para observar la caída de Babilonia. De acuerdo a "vidas" de los
profetas, uno de ellos es atribuido a Santo Epifanio, y el otro a Doroteo,
Habacuc fue de la tribu de Simeón, y un nativo de Bethsocher, una ciudad al
parecer en la tribu de Judá. En los mismos trabajos se indica que cuando
Nabucodonosor vino a sitiar Jerusalén, el profeta huyó a Ostrakine (ahora Straki,
en la costa egipcia), de dónde él volvió solamente después que los Caldeos se
habían retirado; entonces él vivió como agricultor en su lugar nativo, y murió
allí dos años antes del edicto de Cirus de la restauración (538 A de C.).
Diversos sitios también se mencionan como su lugar de entierro. La cantidad
exacta de información verdadera incorporada a estas leyendas que están en
conflicto no se puede determinar hoy en día. Las iglesias griegas y latinas
celebran el banquete del profeta Habacuc el 15 de enero.
II. CONTENIDO DE LA PROFECIA
Aparte de su título corto (I, 1) el libro de Habacuc se divide comúnmente en dos
partes: el (I, 2-II, 20) se lee como un diálogo dramático entre Dios y su
profeta; el otro (capitulo III) es una oda lírica, con las características
habituales de un salmo. La primera parte se abre con un lamento de Habacuc a
Dios sobre la prolongada iniquidad de la tierra, y a la opresión persistente del
justo por el impío, de modo que no había ni ley ni justicia en Judá : ¿Cuánto
tiempo el impío esta destinado a prosperar así? (I, 2-4). Jehová contestó (I,
5-11) que una nueva y alarmante visualización de su justicia esta por ocurrir:
ya los Caldeos que son rápidos, rapases, y terrible raza están comenzando a
levantarse, y poner fin a los males de los cuales el profeta se ha quejado
.Entonces Habacuc rebatió con Jehová, la eterna y rigurosa regla del mundo,
sobre las crueldades en las cuales él permite que los Caldeos sean indultados
(I, 12-17), y él espera confiadamente una respuesta a su plegaria (II, 1). La
respuesta de Dios (II, 2-4) es en forma de un corto oráculo (verso 4), en el
cual el profeta es tentado a escribir en una tablilla para que todos puedan
leerla, y que prevee la última condena al caldeo invasor. En el contenido de
este mensaje, Habacuc pronuncia una canción burlesca, compuesta triunfantemente
de cinco " aflicciones " que él pone con viveza dramática en los labios de las
naciones que los Caldeos han conquistado y desolado (II, 5-20). La segunda parte
del libro (capitulo III) lleva el título: " un rezo de Habacuc, el profeta, a la
música de Shigionot. " Estrictamente hablando, solamente el segundo verso de
este capítulo tiene la forma de un rezo. Los versos que siguen (3-16) describen
una teofanía (manifestación divina) en que Jehová aparece con el único propósito
de la salvación de su gente y la ruina de sus enemigos. La oda concluye con la
declaración de que aunque las bendiciones de la naturaleza deben fallar en el
día de la penuria, el cantante se regocijara en Jehová (17-19). Añadido al
capitulo III esta la declaración: " para el jefe de los músicos, en mis
instrumentos de cuerda. "
III. FECHA Y PROFESIÓN DE ESCRITOR
Por carencia principalmente de evidencia externa confiable, han habido en el
pasado, y hay incluso ahora, una gran diversidad de opiniones referentes a la
fecha en la que la profecía de Habacuc debió de ser escrita. Los rabinos
antiguos, cuya visión se incorpora a la crónica judía titulada Seder olam Rabbah,
y todavía son validados por muchos eruditos católicos (Kaulen, Zschokke,
Knabenbauer, Schenz, Cornely, etc.), refieren la composición del libro a los
años pasados del reinado de Manasses. Clemente de Alejandría dice que " Habacuc
todavía profesaba en la época de Sedecias " (599-588 A de C.), y San Jerome
atribuye la profecía a la época babilónica del Exilio. Algunos eruditos
recientes (Delitzsch y Keil entre Protestantes, Danko, Rheinke, Holzammer, y
prácticamente también Vigouroux, entre católicos, lo colocan bajo Josias
(641-610 A de C.). Otros lo refieren a la época de Joakim (610-599 A de C.),
incluso antes de la victoria de Nabucodonosor en Carchemish en 605 A de C.
(Católicos: Schegg, Haneberg; Protestantes: Schrader, S. Davidson, König, Strack,
Driver, etc.); mientras que otros, mayormente racionalistas y muy racionalistas,
le atribuyen al tiempo después de la ruina de la ciudad santa de los Caldeos.
Como se habría previsto, estas varias visiones son unas más probables que otras,
cuando son comparadas con el contenido real del libro de Habacuc. De todas
ellas, la que adoptó San Jerome, y que es ahora propuesta por muchos
racionalistas, es decididamente la menos probable: atribuir, como esa visión lo
hace, el libro al Exilio, está, por un lado, admitiendo para el texto de Habacuc
un fondo histórico del cual no hay ninguna referencia verdadera en la profecía,
y, por el otro, no hacer caso de las referencias distintas del profeta a los
acontecimientos conectados con el período antes del cautiverio de Babilonia (cf.
I, 2-4, 6, etc.). El resto de las opiniones tienen sus respectivos grados de
probabilidad, de modo que no es nada fácil elegir entre ellos. Al parecer, sin
embargo, la visión descrita en el libro en 605-600 A de C. "es el mejor en
armonía con las circunstancias históricas bajo las cuales los Caldeos son
presentados en la profecía de Habacuc, eso es como un látigo inminente para Judá,
como los opresores que todos saben han comenzado ya la herencia de sus
precursores" (Van Hoonacker).
Durante el siglo diecinueve, se hicieron objeciones a menudo contra la
autenticidad de ciertas partes del libro de Habacuc. En la primera parte del
trabajo, las objeciones se han dirigido especialmente contra I, 5-11. Pero, no
obstante aunque extrañas puedan parecer a primera vista, las dificultades
resultan ser realmente débiles, con una inspección más cercana; y en el punto
del hecho, la gran mayoría de críticos las mira como no decisivas. Los
argumentos impulsados contra la autenticidad del capítulo II, 9-20, aun son de
menor peso. Solamente en referencia al capítulo III, que forma la segunda parte
del libro, puede haber una seria controversia en cuanto a la profesión de
escritor de Habacuc. Muchos críticos tratan el capítulo entero como poema último
e independiente, sin alusiones a las circunstancias del tiempo de Habacuc, y aún
llevando un título litúrgico y direcciones musicales (V 3, 9, 13, 19) distintas
marcas de la colección de las canciones sagradas de las cuales fueron tomadas.
De acuerdo a ellos, fue añadido al libro de Habacuc porque había sido atribuido
ya a él en el título, apenas pues ciertos salmos todavía se refieren en la
Septuaquinta y en la Vulgata a algunos profetas. Otros, de hecho en un número
más pequeño, pero también con mayor probabilidad, miran solamente la parte
pasada del capítulo III, 17-19 como adición posterior al trabajo de Habacuc: en
referencia a esta última parte, parece verdad el decir que no tiene ninguna
alusión definida a las circunstancias del tiempo de Habacuc. Todas las cosas
consideradas, al parecer, en la pregunta si el capítulo III es una parte
original de la profecía de Habacuc, o un poema independiente añadido al final
del capítulo en una fecha posterior, no se puede contestar con certeza: de
manera certera muy poco es lo que se sabe, referente a las circunstancias reales
del medio en el cual Habacuc compuso su trabajo, para permitir a alguien
sentirse confiado que esta parte de ella se debe o no se debe atribuir al mismo
autor que el resto del libro.
IV. LAS CARACTERÍSTICAS LITERARIAS Y TEXTUALES
En la composición de su libro, Habacuc visualiza una potencia literaria que se
ha admirado a menudo. Su dicción es rica y clásica, y sus imágenes son
llamativas y apropiadas. El diálogo entre Dios y él es altamente oratorial, y
expuesto a un fragmento más grande que se supone comúnmente al paralelismo del
pensamiento y de la expresión, que es la característica distintiva de la poesía
hebrea. El Mashal o la canción burlesca de cinco "aflicciones" que sigue al
diálogo, tiene un poderoso efecto dramático en los labios de las naciones que
han cruelmente oprimido los Caldeos. La oda lírica con el cual el libro
concluye, compara favorablemente lo que se refiere a imágenes y ritmo con la
mejor producción de la poesía hebrea. Estas bellezas literarias nos permiten
comprender que Habacuc era une escritor del más alto orden. También nos hacen
lamentar que el texto original de su profecía no debe haber venido a nosotros en
toda su perfección primitiva. De hecho, los intérpretes recientes del libro han
notado y precisado las numerosas alteraciones, especialmente en la línea de las
adiciones, que se han arrastrado en el texto hebreo de la profecía de Habacuc, y
lo hacen ocasionalmente muy obscuro. Solamente un número justo de esas
alteraciones puede ser corregida por un estudio cercano del contexto; por una
comparación cuidadosa del texto con las versiones antiguas, especialmente la
Septuaquinta; por una aplicación de las reglas del paralelismo hebreo, etc. En
otros lugares, la lectura primitiva ha desaparecido y no puede ser recuperada,
excepto basado en el significado que la crítica bíblica produce hoy en día.
V. LA ENSEÑANZA PROFÉTICA
La mayoría de las verdades religiosas y morales que se pueden notar en esta
corta profecía no son peculiares en ella. Ellas forman la parte del mensaje
común que cargaron los profetas en el tiempo para convencer a la gente elegida
de Dios. Como los otros profetas, Habacuc es el campeón del monoteísmo ético.
Para él, como para ellos, solamente Jehová es el Dios vivo (II, 18-20); Él es el
eterno y santo (I, 12), la regla suprema del universo (I, 6, 17; II, 5 sqq.; III,
2-16), cuya palabra no puede fallar para obtener su efecto (II, 3), y su gloria
será reconocida por todas las naciones (II, 14). En sus ojos, como en los de los
otros profetas, Israel es la gente elegida por Dios a quienes injustamente Él
limita a visitar con una señal de castigo (I, 2-4). La gente especial, quien
fuera la misión de Habacuc anunciarles a sus contemporáneos como los
instrumentos del juicio de Jehová, eran los Caldeos, que derrocarán todo,
incluso Judá y Jerusalén, en su victoriosa marcha (I, 6 sqq.). Ésta fue de hecho
en aquel tiempo una increíble predicción (I, 5), porque ¿no fue Judá el reino de
Dios y los Caldeos la potencia del mundo caracterizada por arrogante orgullo y
tiranía?, ¿No era por lo tanto Judá " justa " para ser salvada, y los Caldeos
verdaderos "impíos" para ser destruidos? La respuesta a esta dificultad se
encuentra en el verso (II, 4) que contiene la enseñanza central y distintiva del
libro. Su forma oracular anuncia un principio de una importación más amplia que
las circunstancias reales del medio en el cual le fue revelado al profeta, una
ley general, como podríamos decir, la providencia de Dios en el gobierno del
mundo: el pecador lleva adentro sí mismo los gérmenes de su propia destrucción;
el creyente, por el contrario, los de la vida eterna. Es debido a esto, que
Habacuc aplica el oráculo no solamente a los Caldeos de su tiempo que están
amenazando la existencia del reino de Dios en la tierra, sino que también a
todas las naciones opuestas a ese reino, quienes serán además reducidas a la
nada (II, 5-13), y declara solemnemente que "la tierra se llenará del
conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar" (II, 15). Es
debido a esta verdadera Mesiánica importación, que la segunda parte del oráculo
de Habacuc (II, 4b) se trate en varias ocasiones en las escrituras del Nuevo
Testamento (ROM, I, 17; Galón, III, 11; Hebreos, X, 38) como ha sido verificado
en las condiciones internas de los creyentes de la nueva ley.
COMENTARIOS: CATÓLICOS:---SHEGG (2da ed., Ratisbon, 1862); RHEINKE (Brixen,
1870); TROCHON (París, 1883); KNABENBAUER (París, 1886); NO CATÓLICOS:---DELITZSCH
(Leipzig, 1843); VON ORELLI (Eng. tr. Edimburgo, 1893); KLEINERT (Leipzig,
1893); WELLHAUSEN (3ra ed., Berlín, 1898); DAVIDSON (Cambridge, 1899); MARTI (Br
de Freiburg im, 1904); NOWACK (2da ed., Göttingen, 1904); DUHM (Tübingen, 1906);
Van Hoonacker (París, 1908).
FRANCIS E. GIGOT
Transcrito por Thomas J. Bress
Traducido por Catherine Agnello V.