René
Descartes
EnciCato
(Renatus Cartesius)
Filósofo y científico, nacido en La Haye Francia, 31 de Marzo, 1596, muerto en
Estocolmo, Suecia, 11 Febrero 1650. Estudió en el colegio de los Jesuitas de La
Fléche, una de las escuelas más importante de la época. En 1613 se traslada a
París, entra en contacto con el P. Mersenne, O.F.M. y establece amistad con el
matemático Mydroge. Se alista en el ejército de Maurice de Nassau y, del Duque
de Bavaria. El 10 de Noviembre, 1619, experimentó un fuerte impulso que le llevó
a abandonar sus prejuicios de la niñez y de su entorno, y a dedicar su vida a la
restauración del conocimiento humano, que estaba entonces en decadencia, para él
esta misión adquiere una impronta mística.
Tuvo un sueño que interpretó como una revelación, llegó a convencerse de que
"era el Espíritu de la Verdad quien deseaba abrirle los tesoros del
conocimiento". Poco después viajó a Gran Bretaña, Poitou, Suiza e Italia;
retorna a París en 1625. Allí permanece durante dos años; tiene la fortuna de
encontrarse con el Cardenal Berulle, quien le afianza en su vocación científica.
Mas como París no le ofrecía ni la paz ni la independencia que su trabajo exigía
se traslada en 1629 a Holanda y allí entre un pueblo comercial encontró la
ventaja de vivir con tanta tranquilidad como en un desierto. Desde este retiro
legó al mundo sus "Discours de la méthode"(1637), "Méditations" (1641), "Principes"
(1644), y "Passions" (1649). "Le Monde" había sido finalizado en 1633, pero la
condena de Galileo asustó a Descartes, quien prefirió evitar todo enfrentamiento
con la autoridad eclesiástica. Pospuso la publicación de este ingenioso trabajo,
sin perder la esperanza de una eventual publicación. En 1649, obediente a los
requerimientos de la Reina Cristina, partió a Suecia y murió en Estocolmo de una
inflamación pulmonar.
La obra de Descartes es importante más por su cualidad que por su cantidad.
Veamos primeramente dónde esta la novedad de su método. Él observó, como lo
había hecho Bacon antes, que no había cuestión sobre la que los hombres
estuvieran de acuerdo. "No hay nada", dice, " tan evidente o tan cierto que no
pueda ser refutado. ¿De dónde entonces esta difundida y arraigada anarquía? Del
hecho de que nuestras investigaciones son aproximadas" (Régles pour la direction
de lésprit, 4e Régle) El primer problema, entonces, es descubrir un método
científico. ¿Cómo proceder para superar esta dificultad? Para empezar debemos
rechazar el principio de autoridad, por dos razones principales."¿A quién
podemos creer, cuando, "apenas, existe una afirmación formulada por un hombre
que otro no puede refutar?" Más aún, "si todos estuvieran de acuerdo, el
conocimiento de sus enseñanzas no nos serían suficientes" " Tenemos por escrito
todos los argumentos de Platón y Aristóteles, no seríamos, de ninguna forma,
filósofos, a no ser que fuéramos capaces de aportar a alguna cuestión un sólido
argumento propio. Además aprenderíamos historia, pero no profesaríamos una
ciencia"(3e Régle) La Filosofía presupone la comprensión de los problemas. Por
consiguiente su método no puede ser externo, debe ser esencialmente inmanente.
El verdadero método está en buscar una razonable evidencia y la norma de tal
evidencia debe ser encontrada en la ciencia de las matemáticas ( Discours de la
méthode, 2e partie). "No es sólo que la aritmética y la geometría deben ser
aprendidas, sino que quien quiere progresar en el camino de la verdad no debe
separar ningún objeto acerca del cual no pueda tener una certeza igual a la que
dan las demostraciones aritméticas y geométricas" (2e Régle).
¿Todo, entonces, puede ser conocido por este camino, y consiguientemente puede
el humano conocimiento llegar a ser el completo equivalente de la realidad?
Descartes afirma que sí una y otra vez; es su idea capital; se esfuerza por
demostrar ambas cosas partiendo de la naturaleza de nuestro conocimiento y desde
la conexión universal de los seres. El entendimiento es igualmente inteligente
aun cuando los objetos que considera sean diferentes; esos objetos por su
perfecta estructura son siempre inteligibles. No hay, por lo tanto, "cuestión
tan complicada para nosotros o tan alejada de nuestro alcance que no podamos
desvelar, con la condición de que perseveremos y sigamos método correcto" (Disc.
De la Met..2e partie, 4e Régle) Tal es el Racionalismo de Descartes, que
sobrepasa con mucho al de Platón, en el cual bajo el nombre de Infinito
permanece como incognoscible tres cuartas partes de la realidad. ¿Cómo se puede
obtener entonces la evidencia matemática? Dos métodos estériles y peligrosos
deben ser evitados. No podemos edificar sobre la experiencia de nuestros
sentidos: "porque ellos a menudo engañan" y consecuentemente necesitan un
control que ellos mismos no tienen. Bacon estaba equivocado en este punto (2e
Régle) Tampoco se puede aceptar el método silogístico, por no servir para el
descubrimiento, como antiguamente se pensaba. Este es simplemente un proceso por
el cual dados dos términos, encontramos por medio de un tercero que los dos
primeros están conectados i.e tienen alguna característica común. Ahora bien si
tienen esta característica común es inútil buscar algo con cualquiera otra luz
que no sea la propia. Se han de dejar a un escrutinio directo, que sus
naturalezas sean estudiadas y luego el rasgo común se manifestará él mismo. Esta
es la vía recta de la mente hacia el descubrimiento, pasando de una idea a otra
sin la ayuda de una tercera. El silogismo no se ha de usar hasta que el
descubrimiento no se ha efectuado, sólo sirve para un propósito expositivo (14e
Régle). Hay, sin embargo, dos caminos principales hacia la evidencia matemática:
la intuición y la deducción (3e Régle). La Intuición "es la concepción formada
por una mente atenta tan clara y distinta, que no admite dudas; o lo que
equivale a lo mismo, es la clara concepción de una mente atenta y profunda, el
producto de una razón sola" (3e Régle) La Intuición no es, por consiguiente, una
percepción sensorial, es un acto del entendimiento puesto para producir una
idea. Los sentidos no suplantan el objeto, sino son simplemente su ocasión. Un
movimiento, por ejemplo, provoca en nosotros la idea de movimiento, y a esa idea
podemos nosotros considerar objeto de intuición. En materias muy simples la
intuición actúa rápidamente; así "cada uno puede conocer intuitivamente que
existe; que un triángulo está determinado por tres ángulos, ni uno más ni uno
menos y que una circunferencia sólo tiene una superficie" (3eRégle, 12e Régle;
Répaux deus Objections) En el caso de los objetos más o menos complejos, la
intuición procede por medio del análisis. Desde ahí se ocupa de las ideas, y las
ideas son un aspecto del pensar, todo puede ser reducido a clarificar y a
distinguir los elementos, a las últimas o partes indivisibles, " pasando desde
aquellas que son más fáciles de conocer a aquellas que son más difíciles" (6e
Régle) En el largo camino todo se extenderá con plena luz.
La deducción es el proceso por el cual por un continuo movimiento del
pensamiento pasamos de una realidad que conocemos certeramente a las
conclusiones que necesariamente se deducen de ella. Este proceso puede seguir
dos caminos. "Si, por ejemplo, después de varios cálculos descubro la relación
entre las cantidades A y B, entre B y C, entre C y D, y por último entre D y E,
no he conocido aún la relación entre A y E", pero puedo inferir volviendo a los
diferentes pasos de las series. Esta es la primera forma de deducción (7e Régle)
Hay una segunda forma en la cual, los lazos de conexión de las series siendo
también numerosos para entrar en al campo mental de la visión de una sola vez,
intentamos extraer conclusiones desde la general impresión de las series (7e
Régle) La deducción es un intelectual proceso, pero difiere de la intuición por
basarse en el factor memoria. Y esto es digno de interés en la visión del
importante papel que la memoria juega en la búsqueda cartesiana de la certeza y
en el esfuerzo importante que hace para defender este funcionamiento. Desde el
conspicuo lugar que la razón ocupa en el método cartesiano se podría inferir que
no hay lugar para la experiencia. Nada más lejos de la verdad. Para Descartes,
como para Bacon, el único fin de la ciencia es lo útil. Él también espera una
continua mejora de las condiciones de la vida humana y su esperanza en esta
dirección va tan lejos, cómo cuando afirma, por ejemplo, que la medicina al
final nos procuraría la gran ayuda de la inmortalidad. (Disc. De la Met.6e
partie) Y como el que quiere el fin quiere también los medios, Descartes acepta
en su integridad la parte experimental del método de Bacon (carta a Mersenne.1631)
y por consiguiente los actos. Se puso él mismo a probar en la labor experimental
de su tiempo (carta, abril,1632) urgió a los otros a continuar la investigación
(carta a Mersenne,1632) y continuó experimentos propios que abarcaban una cadena
amplia de temas: el peso del aire (carta,2 Junio,1631) la leyes de la luz y el
sonido (carta,1633), las esenciales diferencias entre aceites, humores, eaux-de-vie-
aguas comunes, aguafuertes y sales. Disecó la cabeza de varios animales para
mostrar las funciones de la memoria y imaginación (cf. cartas a Mersenne,1639; 4
Enero, 1643, de. Cousin, Paris, 1836). Apenas había un hecho que escapase a este
apologista de la Razón, ni nada en cuya oculta naturaleza no investigase, ni tal
siquiera el "Chasse de Pan" pudo con su acostumbrado ardor. Pero si la mente,
moviéndose como lo hace en el campo de los objetos inteligibles, tiene un poder
de intuición suficiente para mostrarlos todos ¿por qué estas investigaciones?
¿No son un obstáculo más que una ayuda? Dejemos la deducción y sigamos hasta el
final y se podría, con toda seguridad, alcanzar el conocimiento completo, el
cual es el propósito de toda investigación, pero tal no es el caso. Experimentar
ayuda al razonamiento en más de una dirección. Suministra lo que provoca en
nuestra inteligencia la idea de que el problema puede ser resuelto. Esa idea una
vez despertada, la inteligencia se apropia de ella y puede producir otras
muchas, en consonancia con la naturaleza teniendo en cuenta que la razón y la
experiencia tienen, todavía, diferentes funciones. La idea de un problema puede
ser tan simple que permita una deducción matemática de las propiedades del
objeto en cuestión y nada más. En este caso experimentar sirve solamente como
ilustración, tal sucede, por ejemplo, en el estudio de las leyes del movimiento
(Cf.Principes,2e partie) Pero otras veces la idea de un problema puede ser tan
compleja que sugiera varias hipótesis, desde los principios que como una ley son
tan útiles que podemos deducir de ellos más de lo que vemos en el mundo que nos
rodea. Podemos entonces elegir entre las hipótesis presentadas por el
entendimiento aquellas que explican mejor los hechos: y experimentar es nuestro
único recurso. Actúa como una especie de guía en la deducción racional. Hemos
colocado, por así decir, un número de señales que nos orientan en el camino de
la lógica de la recta dirección en el mundo de los hechos. Finalmente, podemos
confrontar dos o más hipótesis igualmente aplicables a los hechos conocidos, las
observaciones pueden entonces multiplicarse hasta que descubrimos alguna
peculiaridad, que oriente nuestra elección: tal experimento llega a ser un real
medio de verificación (Principes,4e partie) En todo caso experimentar es, como
así es, la cuestión, mientras el cálculo llega a ser la forma En el mundo físico
no hay nada sino movimiento y extensión, nada sino cantidad. Todo puede ser
reducido a proporciones numéricas, y esta reducción es el objeto final de la
ciencia. Comprender significa conocer en términos matemáticos. Cuando este
estadio final se ha conseguido, la inteligencia y experiencia se unen con
estrechos vínculos: el entendimiento ha impreso su sello en la experiencia y le
ha dotado con inteligibilidad. Tal es el método de Descartes. Resta analizar qué
uso hace de él. El recurso a la duda era provisional, sólo para distinguir la
verdad de la falsedad en el laberinto de las opiniones contradictorias que han
inventado las escuelas a lo largo del mundo. Nosotros debemos imitar a aquellos
constructores que, para levantar una sólida estructura, empiezan por excavar
profundamente, de tal forma que los fundamentos pueden ser levantados sobre roca
y sólido suelo. (Remarques sur les 7es objections, ed. Charpentier, París ;
cf.Disc. de la méthode, 3e partie) Esta duda provisional conduce a una gran
firmeza. Podemos rechazar la evidencia de los sentidos por que ellos son
engañosos," y no es prudente confiar absolutamente en quien una vez nos engañó"
(1er Méditation) Incluso podemos cuestionar la existencia de "la tierra, del
cielo y de cualquier cuerpo extenso", suponiendo que nada de esto existe; puedo
aún tener la impresión de que antes yo había existido, lo que es evidente en los
fenómenos de locura y en los sueños. Lo que es más, las verdades más simples y
más claras no están libres de sospecha" "¿Cómo saber que Dios no lo ha dispuesto
de tal forma que soy engañado cada vez que sumo dos más tres, o el número de
lados de un cuadrado, o la forma de algún juicio muy simple, si además nada más
simple puede ser imaginado"?(3e Meditation) ¿Qué permanece intacto? Solamente
una cosa, el hecho de mi propio pensamiento. Pero si yo pienso es porque existo,
de uno a otro de estos términos paso por simple inspección – Cogito ergo sum:
sobre ésta sólida roca se puede edificar el edificio del conocimiento ( Disc. De
la méthode., 4e partie, 2e Méd.) Pero ¿cómo se puede hacer esto? ¿ cómo
saldremos del profundo abismo al que hemos descendido? Analizando el hecho
básico, i.e. el contenido de nuestro pensamiento. Observo que, mi pensamiento
busca a tientas entre tanta duda, debo ser imperfecto y esta idea lleva a otra,
la de un ser que no es imperfecto, todo lo contrario, perfecto e infinito ( Disc.
De la meto, 4e partie). Consideremos esta otra idea. Es necesario incluir la
existencia, si careciera de ella no sería perfecto o infinito. Por lo tanto Dios
existe y "yo sé no menos clara y distintamente que de tal modo un actual y
eternal existencia pertenece a su Naturaleza mientras sé que en absoluto puedo
demostrar de ninguna figura o número que pertenezca verdaderamente a la
naturaleza de esa figura o número (Dis. De la Met..,4e partie; 5e Medit.;Rép.aux
premiéres obj.).
Dios, por lo tanto, es conocido por nosotros desde el principio, en el momento
en que nos molestamos en examinar la naturaleza de nuestras mentes; y esto es
suficiente para eliminar la hipótesis de un malvado genio que gozaría
engañándonos: es también suficiente para asegurar la validez de todas nuestras
deducciones, sea la que sea su longitud, porque "reconozco que es imposible que
Él (Dios) me engañe de alguna forma porque en todo fraude y engaño hay cierta
imperfección" (4e Méd.). Por otra parte ¿cómo podría esta idea de Dios ser algo
más que un capricho ocioso? Es inmensa, infinita y por supuesto debe ser capaz
de existir. Spinoza y después de Hegel enseñarán que es posible abarcar, como si
se dijera, una tendencia esencial a existir y esta tendencia es más intensa
cuanto más se acerca lo posible a la perfección. Este es el principio sobre el
que construirán sus grandiosos sistemas sintéticos. Descartes se les anticipa y
cuando se le reprocha él contesta como lo harían más tarde estos filósofos. (Rép.aux
premiéres objections) Merece la pena destacar el hecho con referencia al
nacimiento de los modernos sistemas.
La presencia en nosotros de la idea de Dios puede también ser explicada y aquí
encontramos un nuevo rayo de luz. La realidad objetiva de nuestras ideas debe
tener alguna causa, esta se encuentra cuando surge la cuestión de las cualidades
secundarias, puede ser una ilusión o el resultado de la imperfección de nuestra
naturaleza. La cuestión puede ser resuelta, también, sin demasiada dificultad
cuando se trata de la cualidades primarias. ¿No pueden éstas surgir, acaso,
desde la profundidad de mi propio ser mental, que está más allá de mi querer?
Pero tales explicaciones no son viables cuando tratamos de responder a la idea
de un ser infinito y perfecto. Yo mismo soy limitado, finito ; y desde lo
finito, volviendo como podemos, nunca desde lo menor podemos derivar el mayor
(3e Méd. Cf. Princ..,7e partie). Considerado desde cualquier punto de vista, la
idea de Dios nos informa sobre su existencia. Lo cual desde cualquier punto de
vista que sea nuestro interrogante nos da siempre desde la profundidad de su
grandeza la única respuesta, Ego sum qui sum. Desde entonces como la veracidad
del mismo Dios garantiza a nuestras facultades su natural ejercicio, podemos
seguir adelante en nuestra investigación; la primera cuestión que encontramos
concierne al sujeto en el cual el proceso del pensamiento tiene lugar, i.e. el
alma. Comprender, concebir, dudar, afirmar, negar, querer, refutar, imaginar,
sentir, desear, éstas son las actividades de lo que se puede llamar, mi alma.
Ahora bien todas estas actividades tienen una cualidad común: no pueden tener
lugar sin pensamiento o percepción, sin conciencia o conocimiento. Pensar es
entonces el esencial atributo del alma. El alma es "una cosa que piensa" (2e
Méd., Princ.., 1re partie) y esto nada más. No hay substrato subyacente o
soporte de sus varios estados: todo su ser se manifiesta en sus actividades;
pensamiento y alma son equivalentes (12eRégle).
¿Es este pensar, entonces, siempre una forma de actividad? Descartes se inclina
a creer que así es "Yo existo", dice, ¿pero por cuanto tiempo? Justamente tanto
existo cuanto pienso; si por casualidad cesara de pensar, en ese mismo momento
dejaría de existir" (2eMéd.) Sólo con desgana y bajo las presiones de las
objeciones concede que el alma es una simple potentia o poder de pensar (5es
Obj.); y como se puede fácilmente ver, la concesión es completamente ilógica.
Pensar, aunque en sí mismo es un proceso unitario, se manifiesta de formas
diferentes; comienza con ideas confusas o percepciones que requieren la
cooperación del cuerpo, tales son los sentimientos de placer y dolor,
sensaciones de la imaginación y la memoria local. Después el alma tiene ideas
claras y distintas las cuales tienen su origen y se desarrollan como actividades
inmanentes. Después llegan en el punto crítico las ideas de substancia,
duración, número, orden, extensión, figura. Movimiento, pensamiento,
inteligencia y voluntad (6e Méd.; Princ.,I).
Estas nociones claras y distintas constituyen el objeto del conocimiento y se
puede decir que todas ellas están contenidas en la idea de ser perfecto. Si
entiendo, o emito un juicio o razonamiento, es siempre esa idea la que percibo y
mi conocimiento podría no tener objeto en vista que su esfera de acción es
siempre el infinito, lo eterno y lo necesario. Avanzar en el conocimiento es
progresar en el conocimiento del mismo Dios. (Rep.aux 2es obj.) Pero pensar
tiene otra forma dominante, viz., libertad. Para Descartes esta función del
pensamiento es un hecho " del cual la razón no puede nunca convencernos, pero
del cual "nosotros tenemos experiencia en nosotros mismos", y este hecho es tan
evidente " que puede ser considerado una de las ideas más generales conocidas" (Rep.aux
3es obj.; Rep.aux 5es obj.-Princ. 1er partie) No sólo es esta libertad un
primordial e innegable dato de conciencia: es, de alguna manera, infinita como
Dios, "desde ahí que no hay objeto al que no podamos volver". (Méd.; Princ..,1er
partie.) No se desliza por una especie de semi ignorancia, como sostenía Sto.
Tomás de Aquino, sino que influyendo motivos llega a ser más claro, pero la
indiferencia es su estado más bajo (carta a Mersenne, 20 mayo,1630) La
importancia que juega en nuestras vidas es considerable: entra en cada uno de
nuestros juicios y es la causa formal de todos nuestros errores; se hace sentir
en cada parte de nuestro organismo y a través de este influye en le mundo
externo. Sin embargo, la suma total de movimiento en el mundo es siempre
constante, mientras nuestros deseos puede cambiar de dirección de movimiento no
son afectados en cantidad. ( Carta a Regius). Enfrentándose al alma está el
mundo externo, pero el alma no ve cómo realmente es. Temperatura, olor, gusto,
luz, sonido, resistencia, peso puede ser cualidades que nosotros atribuimos a
los cuerpos, pero están realmente en nosotros, además sólo las podemos concebir
en relación con nosotros mismos. En realidad no hay nada en el mundo físico sino
el movimiento y la extensión. El movimiento imita en cuanto es posible la
inmutabilidad de Dios, quien es su primera causa; he aquí sus principales leyes,
viz, la suma del movimiento en el mundo es siempre constante; un cuerpo
continuará en su estado actual al menos que sea perturbado por algún otro cuerpo
desde fuera del él mismo; una vez que un cuerpo está en movimiento no hay razón
para pensar que su actual velocidad cesará alguna vez, a condición de que afecte
o no a otro cuerpo que afloje o destruya su movimiento. Todo movimiento es
primordialmente rectilíneo ( en este punto Aristóteles estaba equivocado).
Cuando dos cuerpos que se están moviendo en diferentes direcciones chocan tiene
lugar un cambio de dirección, pero cada cambio es siempre el menor posible.
Cuando dos cuerpos moviéndose se afectan mutuamente, uno no puede transmitir
ningún movimiento a otro sin perder lo que transmite (Princ.., 2e prtie..) La
extensión no es infinita en duración, pero es infinita en espacio. "Me parece
que nadie puede probar ni concebir límites en la materia de la que el mundo está
compuesto, por lo que deduzco que ella no es sino extensión a lo largo, a lo
ancho y a lo profundo. Así que todo lo que no sea estas tres dimensiones es una
porción de tal materia" y sin embrago en la imaginación podemos abrir los
límites del espacio y del tiempo y aún encontrar las tres dimensiones sin estar
sometidas a límites (carta a Chanut, carta a Marus) La extensión es por lo tanto
un bloque continuo desde el principio al fin y esto demuestra que el vacío no
existe ni en un cuerpo ni entre ellos. Además la extensión es divisible ad
infinitum, puesto que se divide en partículas, cada vez más pequeñas que son aún
extensas. Es por todas las partes, homogénea, manifiesta solamente dimensiones
espaciales y éstas de por sí no dan lugar a diferencias cualitativas. Esta
brillante idea sugirió a Descartes muchas hipótesis que fueron probadas
provechosamente. Desde su punto de vista la materia de la tierra y de las
estrellas es la misma; el espectro del análisis demostró posteriormente que
estaba en lo cierto. Sostuvo que el estado primordial del sol y de los planetas
era nebuloso, que bajo la influencia de un proceso de enfriamiento los cuerpos
celestes formaron sus cortezas y el cambio en esas cortezas es debido las
variaciones en el brillo de las estrellas y la aparición de los continentes
sobre nuestra tierra.(Cf. Traité du Monde; Princ.., 3e y 4e p,). De esto no se
sigue que el mundo es autosuficiente, pero la finalidad, de la que tanto se ha
dicho, conduce a la nada.
Dios dio a la materia el primer impulso y el resto siguió el curso de las leyes
naturales. "Incluso si se acepta el caos de los poetas, siempre se podría
demostrar que gracias a las leyes de la naturaleza, esta confusión trabajaría
eventualmente para nuestro orden presente"; las leyes de la naturaleza son tales
que "la materia esta obligada a pasar por todas las formas de las que es ella
capaz".
El Descartes anciano se ocupó de la moral y su preocupación se plasmó en un
tratado sobre la Etica. En realidad, tenemos un tratado sobre las pasiones y
unas pocas y breves disquisiciones dispersas entre sus cartas a Chanut y a la
Princesa Isabel. Las pasiones son percepciones generadas y alimentadas en el
alma "por medio de los nervios" (Passions,1re partie,art.3-22) Los nervios son
haces de finas hebras: éstas contienen los espíritus animales que están en la
parte más delicada de la sangre y todas ellas se encuentran en la glándula
pineal, que es la sede del alma. Por medio de estos mecanismos el sujeto
pensante recibe impresiones desde el mundo sin percibirlas y se transforman en
pasiones (Pass,1re p.art.31) Aunque en nuestro organismo esta la causa de
nuestras pasiones, el no es su sujeto ni total ni parcialmente, en este punto
también Aristóteles estaba equivocado. Hay percepciones que surgiendo del cuerpo
se localizan en una u otra parte del mismo- como el hambre, sed, dolor. Pero las
pasiones son diferentes. Ellas se originan en le cuerpo, pero pertenecen sólo al
alma, son puramente actos psicológicos ( Passions, 1re p.,art.25) Hay tantas
pasiones como hay caminos por los que los objetos son capaces de afectar a
nuestros sentidos, puede ser perjudiciales o provechosos. Las primeras pasiones
a las que todas las demás pueden ser reducidas son las seis siguientes:
admiración o sorpresa, producida por un objeto del cual nosotros no conocemos
aún si es beneficioso o perjudicial.
amor y odio, causada por la impresión producida en nuestros órganos de los
sentidos por objetos conocidos por nosotros como perjudiciales o beneficiosos.
deseo el cual es producido por el amor o el odio vistos desde el futuro
alegría y tristeza, que son el resultado de la presencia de un objeto que es
amado u odiado.
Quizá en general se podrá pensar que Descartes ha sobrepasado a Sto. Tomás y a
Bossuet, al reducir todas las pasiones al amor. En la doctrina cartesiana las
pasiones son buenas en sí mismas, pero deben ser orientadas por la ley del orden
moral. La misión de esta ley no está claramente indicada; él sólo da algunos
preceptos inconexos en los cuales se puede entrever un noble esfuerzo por
edificar un sistema ético estoico-cristiano.
Todo lo dicho puede quizá dar la impresión de que Descartes era más un gran
sabio que un gran filósofo; pero el significado de su trabajo científico debe
ser reconocido. Lo que permanece de valioso no son muchas de sus teorías, sino
el ímpetu dado por su genio, su método y sus descubrimientos. Su concepción
cuantitativa del mundo está siendo gradualmente abandonada y hoy los pensadores
están volviendo a la filosofía de la naturaleza en la que la cualidad juega una
parte fundamental.
CLODIUS PIAT
Transcrito por Rick McCarty
Traducido por Fidel García Martínez