René Descartes
EnciCato


(Renatus Cartesius)

Filósofo y científico, nacido en La Haye Francia, 31 de Marzo, 1596, muerto en Estocolmo, Suecia, 11 Febrero 1650. Estudió en el colegio de los Jesuitas de La Fléche, una de las escuelas más importante de la época. En 1613 se traslada a París, entra en contacto con el P. Mersenne, O.F.M. y establece amistad con el matemático Mydroge. Se alista en el ejército de Maurice de Nassau y, del Duque de Bavaria. El 10 de Noviembre, 1619, experimentó un fuerte impulso que le llevó a abandonar sus prejuicios de la niñez y de su entorno, y a dedicar su vida a la restauración del conocimiento humano, que estaba entonces en decadencia, para él esta misión adquiere una impronta mística.


Tuvo un sueño que interpretó como una revelación, llegó a convencerse de que "era el Espíritu de la Verdad quien deseaba abrirle los tesoros del conocimiento". Poco después viajó a Gran Bretaña, Poitou, Suiza e Italia; retorna a París en 1625. Allí permanece durante dos años; tiene la fortuna de encontrarse con el Cardenal Berulle, quien le afianza en su vocación científica. Mas como París no le ofrecía ni la paz ni la independencia que su trabajo exigía se traslada en 1629 a Holanda y allí entre un pueblo comercial encontró la ventaja de vivir con tanta tranquilidad como en un desierto. Desde este retiro legó al mundo sus "Discours de la méthode"(1637), "Méditations" (1641), "Principes" (1644), y "Passions" (1649). "Le Monde" había sido finalizado en 1633, pero la condena de Galileo asustó a Descartes, quien prefirió evitar todo enfrentamiento con la autoridad eclesiástica. Pospuso la publicación de este ingenioso trabajo, sin perder la esperanza de una eventual publicación. En 1649, obediente a los requerimientos de la Reina Cristina, partió a Suecia y murió en Estocolmo de una inflamación pulmonar.

La obra de Descartes es importante más por su cualidad que por su cantidad. Veamos primeramente dónde esta la novedad de su método. Él observó, como lo había hecho Bacon antes, que no había cuestión sobre la que los hombres estuvieran de acuerdo. "No hay nada", dice, " tan evidente o tan cierto que no pueda ser refutado. ¿De dónde entonces esta difundida y arraigada anarquía? Del hecho de que nuestras investigaciones son aproximadas" (Régles pour la direction de lésprit, 4e Régle) El primer problema, entonces, es descubrir un método científico. ¿Cómo proceder para superar esta dificultad? Para empezar debemos rechazar el principio de autoridad, por dos razones principales."¿A quién podemos creer, cuando, "apenas, existe una afirmación formulada por un hombre que otro no puede refutar?" Más aún, "si todos estuvieran de acuerdo, el conocimiento de sus enseñanzas no nos serían suficientes" " Tenemos por escrito todos los argumentos de Platón y Aristóteles, no seríamos, de ninguna forma, filósofos, a no ser que fuéramos capaces de aportar a alguna cuestión un sólido argumento propio. Además aprenderíamos historia, pero no profesaríamos una ciencia"(3e Régle) La Filosofía presupone la comprensión de los problemas. Por consiguiente su método no puede ser externo, debe ser esencialmente inmanente. El verdadero método está en buscar una razonable evidencia y la norma de tal evidencia debe ser encontrada en la ciencia de las matemáticas ( Discours de la méthode, 2e partie). "No es sólo que la aritmética y la geometría deben ser aprendidas, sino que quien quiere progresar en el camino de la verdad no debe separar ningún objeto acerca del cual no pueda tener una certeza igual a la que dan las demostraciones aritméticas y geométricas" (2e Régle).

¿Todo, entonces, puede ser conocido por este camino, y consiguientemente puede el humano conocimiento llegar a ser el completo equivalente de la realidad? Descartes afirma que sí una y otra vez; es su idea capital; se esfuerza por demostrar ambas cosas partiendo de la naturaleza de nuestro conocimiento y desde la conexión universal de los seres. El entendimiento es igualmente inteligente aun cuando los objetos que considera sean diferentes; esos objetos por su perfecta estructura son siempre inteligibles. No hay, por lo tanto, "cuestión tan complicada para nosotros o tan alejada de nuestro alcance que no podamos desvelar, con la condición de que perseveremos y sigamos método correcto" (Disc. De la Met..2e partie, 4e Régle) Tal es el Racionalismo de Descartes, que sobrepasa con mucho al de Platón, en el cual bajo el nombre de Infinito permanece como incognoscible tres cuartas partes de la realidad. ¿Cómo se puede obtener entonces la evidencia matemática? Dos métodos estériles y peligrosos deben ser evitados. No podemos edificar sobre la experiencia de nuestros sentidos: "porque ellos a menudo engañan" y consecuentemente necesitan un control que ellos mismos no tienen. Bacon estaba equivocado en este punto (2e Régle) Tampoco se puede aceptar el método silogístico, por no servir para el descubrimiento, como antiguamente se pensaba. Este es simplemente un proceso por el cual dados dos términos, encontramos por medio de un tercero que los dos primeros están conectados i.e tienen alguna característica común. Ahora bien si tienen esta característica común es inútil buscar algo con cualquiera otra luz que no sea la propia. Se han de dejar a un escrutinio directo, que sus naturalezas sean estudiadas y luego el rasgo común se manifestará él mismo. Esta es la vía recta de la mente hacia el descubrimiento, pasando de una idea a otra sin la ayuda de una tercera. El silogismo no se ha de usar hasta que el descubrimiento no se ha efectuado, sólo sirve para un propósito expositivo (14e Régle). Hay, sin embargo, dos caminos principales hacia la evidencia matemática: la intuición y la deducción (3e Régle). La Intuición "es la concepción formada por una mente atenta tan clara y distinta, que no admite dudas; o lo que equivale a lo mismo, es la clara concepción de una mente atenta y profunda, el producto de una razón sola" (3e Régle) La Intuición no es, por consiguiente, una percepción sensorial, es un acto del entendimiento puesto para producir una idea. Los sentidos no suplantan el objeto, sino son simplemente su ocasión. Un movimiento, por ejemplo, provoca en nosotros la idea de movimiento, y a esa idea podemos nosotros considerar objeto de intuición. En materias muy simples la intuición actúa rápidamente; así "cada uno puede conocer intuitivamente que existe; que un triángulo está determinado por tres ángulos, ni uno más ni uno menos y que una circunferencia sólo tiene una superficie" (3eRégle, 12e Régle; Répaux deus Objections) En el caso de los objetos más o menos complejos, la intuición procede por medio del análisis. Desde ahí se ocupa de las ideas, y las ideas son un aspecto del pensar, todo puede ser reducido a clarificar y a distinguir los elementos, a las últimas o partes indivisibles, " pasando desde aquellas que son más fáciles de conocer a aquellas que son más difíciles" (6e Régle) En el largo camino todo se extenderá con plena luz.

La deducción es el proceso por el cual por un continuo movimiento del pensamiento pasamos de una realidad que conocemos certeramente a las conclusiones que necesariamente se deducen de ella. Este proceso puede seguir dos caminos. "Si, por ejemplo, después de varios cálculos descubro la relación entre las cantidades A y B, entre B y C, entre C y D, y por último entre D y E, no he conocido aún la relación entre A y E", pero puedo inferir volviendo a los diferentes pasos de las series. Esta es la primera forma de deducción (7e Régle) Hay una segunda forma en la cual, los lazos de conexión de las series siendo también numerosos para entrar en al campo mental de la visión de una sola vez, intentamos extraer conclusiones desde la general impresión de las series (7e Régle) La deducción es un intelectual proceso, pero difiere de la intuición por basarse en el factor memoria. Y esto es digno de interés en la visión del importante papel que la memoria juega en la búsqueda cartesiana de la certeza y en el esfuerzo importante que hace para defender este funcionamiento. Desde el conspicuo lugar que la razón ocupa en el método cartesiano se podría inferir que no hay lugar para la experiencia. Nada más lejos de la verdad. Para Descartes, como para Bacon, el único fin de la ciencia es lo útil. Él también espera una continua mejora de las condiciones de la vida humana y su esperanza en esta dirección va tan lejos, cómo cuando afirma, por ejemplo, que la medicina al final nos procuraría la gran ayuda de la inmortalidad. (Disc. De la Met.6e partie) Y como el que quiere el fin quiere también los medios, Descartes acepta en su integridad la parte experimental del método de Bacon (carta a Mersenne.1631) y por consiguiente los actos. Se puso él mismo a probar en la labor experimental de su tiempo (carta, abril,1632) urgió a los otros a continuar la investigación (carta a Mersenne,1632) y continuó experimentos propios que abarcaban una cadena amplia de temas: el peso del aire (carta,2 Junio,1631) la leyes de la luz y el sonido (carta,1633), las esenciales diferencias entre aceites, humores, eaux-de-vie- aguas comunes, aguafuertes y sales. Disecó la cabeza de varios animales para mostrar las funciones de la memoria y imaginación (cf. cartas a Mersenne,1639; 4 Enero, 1643, de. Cousin, Paris, 1836). Apenas había un hecho que escapase a este apologista de la Razón, ni nada en cuya oculta naturaleza no investigase, ni tal siquiera el "Chasse de Pan" pudo con su acostumbrado ardor. Pero si la mente, moviéndose como lo hace en el campo de los objetos inteligibles, tiene un poder de intuición suficiente para mostrarlos todos ¿por qué estas investigaciones? ¿No son un obstáculo más que una ayuda? Dejemos la deducción y sigamos hasta el final y se podría, con toda seguridad, alcanzar el conocimiento completo, el cual es el propósito de toda investigación, pero tal no es el caso. Experimentar ayuda al razonamiento en más de una dirección. Suministra lo que provoca en nuestra inteligencia la idea de que el problema puede ser resuelto. Esa idea una vez despertada, la inteligencia se apropia de ella y puede producir otras muchas, en consonancia con la naturaleza teniendo en cuenta que la razón y la experiencia tienen, todavía, diferentes funciones. La idea de un problema puede ser tan simple que permita una deducción matemática de las propiedades del objeto en cuestión y nada más. En este caso experimentar sirve solamente como ilustración, tal sucede, por ejemplo, en el estudio de las leyes del movimiento (Cf.Principes,2e partie) Pero otras veces la idea de un problema puede ser tan compleja que sugiera varias hipótesis, desde los principios que como una ley son tan útiles que podemos deducir de ellos más de lo que vemos en el mundo que nos rodea. Podemos entonces elegir entre las hipótesis presentadas por el entendimiento aquellas que explican mejor los hechos: y experimentar es nuestro único recurso. Actúa como una especie de guía en la deducción racional. Hemos colocado, por así decir, un número de señales que nos orientan en el camino de la lógica de la recta dirección en el mundo de los hechos. Finalmente, podemos confrontar dos o más hipótesis igualmente aplicables a los hechos conocidos, las observaciones pueden entonces multiplicarse hasta que descubrimos alguna peculiaridad, que oriente nuestra elección: tal experimento llega a ser un real medio de verificación (Principes,4e partie) En todo caso experimentar es, como así es, la cuestión, mientras el cálculo llega a ser la forma En el mundo físico no hay nada sino movimiento y extensión, nada sino cantidad. Todo puede ser reducido a proporciones numéricas, y esta reducción es el objeto final de la ciencia. Comprender significa conocer en términos matemáticos. Cuando este estadio final se ha conseguido, la inteligencia y experiencia se unen con estrechos vínculos: el entendimiento ha impreso su sello en la experiencia y le ha dotado con inteligibilidad. Tal es el método de Descartes. Resta analizar qué uso hace de él. El recurso a la duda era provisional, sólo para distinguir la verdad de la falsedad en el laberinto de las opiniones contradictorias que han inventado las escuelas a lo largo del mundo. Nosotros debemos imitar a aquellos constructores que, para levantar una sólida estructura, empiezan por excavar profundamente, de tal forma que los fundamentos pueden ser levantados sobre roca y sólido suelo. (Remarques sur les 7es objections, ed. Charpentier, París ; cf.Disc. de la méthode, 3e partie) Esta duda provisional conduce a una gran firmeza. Podemos rechazar la evidencia de los sentidos por que ellos son engañosos," y no es prudente confiar absolutamente en quien una vez nos engañó" (1er Méditation) Incluso podemos cuestionar la existencia de "la tierra, del cielo y de cualquier cuerpo extenso", suponiendo que nada de esto existe; puedo aún tener la impresión de que antes yo había existido, lo que es evidente en los fenómenos de locura y en los sueños. Lo que es más, las verdades más simples y más claras no están libres de sospecha" "¿Cómo saber que Dios no lo ha dispuesto de tal forma que soy engañado cada vez que sumo dos más tres, o el número de lados de un cuadrado, o la forma de algún juicio muy simple, si además nada más simple puede ser imaginado"?(3e Meditation) ¿Qué permanece intacto? Solamente una cosa, el hecho de mi propio pensamiento. Pero si yo pienso es porque existo, de uno a otro de estos términos paso por simple inspección – Cogito ergo sum: sobre ésta sólida roca se puede edificar el edificio del conocimiento ( Disc. De la méthode., 4e partie, 2e Méd.) Pero ¿cómo se puede hacer esto? ¿ cómo saldremos del profundo abismo al que hemos descendido? Analizando el hecho básico, i.e. el contenido de nuestro pensamiento. Observo que, mi pensamiento busca a tientas entre tanta duda, debo ser imperfecto y esta idea lleva a otra, la de un ser que no es imperfecto, todo lo contrario, perfecto e infinito ( Disc. De la meto, 4e partie). Consideremos esta otra idea. Es necesario incluir la existencia, si careciera de ella no sería perfecto o infinito. Por lo tanto Dios existe y "yo sé no menos clara y distintamente que de tal modo un actual y eternal existencia pertenece a su Naturaleza mientras sé que en absoluto puedo demostrar de ninguna figura o número que pertenezca verdaderamente a la naturaleza de esa figura o número (Dis. De la Met..,4e partie; 5e Medit.;Rép.aux premiéres obj.).

Dios, por lo tanto, es conocido por nosotros desde el principio, en el momento en que nos molestamos en examinar la naturaleza de nuestras mentes; y esto es suficiente para eliminar la hipótesis de un malvado genio que gozaría engañándonos: es también suficiente para asegurar la validez de todas nuestras deducciones, sea la que sea su longitud, porque "reconozco que es imposible que Él (Dios) me engañe de alguna forma porque en todo fraude y engaño hay cierta imperfección" (4e Méd.). Por otra parte ¿cómo podría esta idea de Dios ser algo más que un capricho ocioso? Es inmensa, infinita y por supuesto debe ser capaz de existir. Spinoza y después de Hegel enseñarán que es posible abarcar, como si se dijera, una tendencia esencial a existir y esta tendencia es más intensa cuanto más se acerca lo posible a la perfección. Este es el principio sobre el que construirán sus grandiosos sistemas sintéticos. Descartes se les anticipa y cuando se le reprocha él contesta como lo harían más tarde estos filósofos. (Rép.aux premiéres objections) Merece la pena destacar el hecho con referencia al nacimiento de los modernos sistemas.

La presencia en nosotros de la idea de Dios puede también ser explicada y aquí encontramos un nuevo rayo de luz. La realidad objetiva de nuestras ideas debe tener alguna causa, esta se encuentra cuando surge la cuestión de las cualidades secundarias, puede ser una ilusión o el resultado de la imperfección de nuestra naturaleza. La cuestión puede ser resuelta, también, sin demasiada dificultad cuando se trata de la cualidades primarias. ¿No pueden éstas surgir, acaso, desde la profundidad de mi propio ser mental, que está más allá de mi querer? Pero tales explicaciones no son viables cuando tratamos de responder a la idea de un ser infinito y perfecto. Yo mismo soy limitado, finito ; y desde lo finito, volviendo como podemos, nunca desde lo menor podemos derivar el mayor (3e Méd. Cf. Princ..,7e partie). Considerado desde cualquier punto de vista, la idea de Dios nos informa sobre su existencia. Lo cual desde cualquier punto de vista que sea nuestro interrogante nos da siempre desde la profundidad de su grandeza la única respuesta, Ego sum qui sum. Desde entonces como la veracidad del mismo Dios garantiza a nuestras facultades su natural ejercicio, podemos seguir adelante en nuestra investigación; la primera cuestión que encontramos concierne al sujeto en el cual el proceso del pensamiento tiene lugar, i.e. el alma. Comprender, concebir, dudar, afirmar, negar, querer, refutar, imaginar, sentir, desear, éstas son las actividades de lo que se puede llamar, mi alma. Ahora bien todas estas actividades tienen una cualidad común: no pueden tener lugar sin pensamiento o percepción, sin conciencia o conocimiento. Pensar es entonces el esencial atributo del alma. El alma es "una cosa que piensa" (2e Méd., Princ.., 1re partie) y esto nada más. No hay substrato subyacente o soporte de sus varios estados: todo su ser se manifiesta en sus actividades; pensamiento y alma son equivalentes (12eRégle).

¿Es este pensar, entonces, siempre una forma de actividad? Descartes se inclina a creer que así es "Yo existo", dice, ¿pero por cuanto tiempo? Justamente tanto existo cuanto pienso; si por casualidad cesara de pensar, en ese mismo momento dejaría de existir" (2eMéd.) Sólo con desgana y bajo las presiones de las objeciones concede que el alma es una simple potentia o poder de pensar (5es Obj.); y como se puede fácilmente ver, la concesión es completamente ilógica. Pensar, aunque en sí mismo es un proceso unitario, se manifiesta de formas diferentes; comienza con ideas confusas o percepciones que requieren la cooperación del cuerpo, tales son los sentimientos de placer y dolor, sensaciones de la imaginación y la memoria local. Después el alma tiene ideas claras y distintas las cuales tienen su origen y se desarrollan como actividades inmanentes. Después llegan en el punto crítico las ideas de substancia, duración, número, orden, extensión, figura. Movimiento, pensamiento, inteligencia y voluntad (6e Méd.; Princ.,I).

Estas nociones claras y distintas constituyen el objeto del conocimiento y se puede decir que todas ellas están contenidas en la idea de ser perfecto. Si entiendo, o emito un juicio o razonamiento, es siempre esa idea la que percibo y mi conocimiento podría no tener objeto en vista que su esfera de acción es siempre el infinito, lo eterno y lo necesario. Avanzar en el conocimiento es progresar en el conocimiento del mismo Dios. (Rep.aux 2es obj.) Pero pensar tiene otra forma dominante, viz., libertad. Para Descartes esta función del pensamiento es un hecho " del cual la razón no puede nunca convencernos, pero del cual "nosotros tenemos experiencia en nosotros mismos", y este hecho es tan evidente " que puede ser considerado una de las ideas más generales conocidas" (Rep.aux 3es obj.; Rep.aux 5es obj.-Princ. 1er partie) No sólo es esta libertad un primordial e innegable dato de conciencia: es, de alguna manera, infinita como Dios, "desde ahí que no hay objeto al que no podamos volver". (Méd.; Princ..,1er partie.) No se desliza por una especie de semi ignorancia, como sostenía Sto. Tomás de Aquino, sino que influyendo motivos llega a ser más claro, pero la indiferencia es su estado más bajo (carta a Mersenne, 20 mayo,1630) La importancia que juega en nuestras vidas es considerable: entra en cada uno de nuestros juicios y es la causa formal de todos nuestros errores; se hace sentir en cada parte de nuestro organismo y a través de este influye en le mundo externo. Sin embargo, la suma total de movimiento en el mundo es siempre constante, mientras nuestros deseos puede cambiar de dirección de movimiento no son afectados en cantidad. ( Carta a Regius). Enfrentándose al alma está el mundo externo, pero el alma no ve cómo realmente es. Temperatura, olor, gusto, luz, sonido, resistencia, peso puede ser cualidades que nosotros atribuimos a los cuerpos, pero están realmente en nosotros, además sólo las podemos concebir en relación con nosotros mismos. En realidad no hay nada en el mundo físico sino el movimiento y la extensión. El movimiento imita en cuanto es posible la inmutabilidad de Dios, quien es su primera causa; he aquí sus principales leyes, viz, la suma del movimiento en el mundo es siempre constante; un cuerpo continuará en su estado actual al menos que sea perturbado por algún otro cuerpo desde fuera del él mismo; una vez que un cuerpo está en movimiento no hay razón para pensar que su actual velocidad cesará alguna vez, a condición de que afecte o no a otro cuerpo que afloje o destruya su movimiento. Todo movimiento es primordialmente rectilíneo ( en este punto Aristóteles estaba equivocado). Cuando dos cuerpos que se están moviendo en diferentes direcciones chocan tiene lugar un cambio de dirección, pero cada cambio es siempre el menor posible. Cuando dos cuerpos moviéndose se afectan mutuamente, uno no puede transmitir ningún movimiento a otro sin perder lo que transmite (Princ.., 2e prtie..) La extensión no es infinita en duración, pero es infinita en espacio. "Me parece que nadie puede probar ni concebir límites en la materia de la que el mundo está compuesto, por lo que deduzco que ella no es sino extensión a lo largo, a lo ancho y a lo profundo. Así que todo lo que no sea estas tres dimensiones es una porción de tal materia" y sin embrago en la imaginación podemos abrir los límites del espacio y del tiempo y aún encontrar las tres dimensiones sin estar sometidas a límites (carta a Chanut, carta a Marus) La extensión es por lo tanto un bloque continuo desde el principio al fin y esto demuestra que el vacío no existe ni en un cuerpo ni entre ellos. Además la extensión es divisible ad infinitum, puesto que se divide en partículas, cada vez más pequeñas que son aún extensas. Es por todas las partes, homogénea, manifiesta solamente dimensiones espaciales y éstas de por sí no dan lugar a diferencias cualitativas. Esta brillante idea sugirió a Descartes muchas hipótesis que fueron probadas provechosamente. Desde su punto de vista la materia de la tierra y de las estrellas es la misma; el espectro del análisis demostró posteriormente que estaba en lo cierto. Sostuvo que el estado primordial del sol y de los planetas era nebuloso, que bajo la influencia de un proceso de enfriamiento los cuerpos celestes formaron sus cortezas y el cambio en esas cortezas es debido las variaciones en el brillo de las estrellas y la aparición de los continentes sobre nuestra tierra.(Cf. Traité du Monde; Princ.., 3e y 4e p,). De esto no se sigue que el mundo es autosuficiente, pero la finalidad, de la que tanto se ha dicho, conduce a la nada.

Dios dio a la materia el primer impulso y el resto siguió el curso de las leyes naturales. "Incluso si se acepta el caos de los poetas, siempre se podría demostrar que gracias a las leyes de la naturaleza, esta confusión trabajaría eventualmente para nuestro orden presente"; las leyes de la naturaleza son tales que "la materia esta obligada a pasar por todas las formas de las que es ella capaz".

El Descartes anciano se ocupó de la moral y su preocupación se plasmó en un tratado sobre la Etica. En realidad, tenemos un tratado sobre las pasiones y unas pocas y breves disquisiciones dispersas entre sus cartas a Chanut y a la Princesa Isabel. Las pasiones son percepciones generadas y alimentadas en el alma "por medio de los nervios" (Passions,1re partie,art.3-22) Los nervios son haces de finas hebras: éstas contienen los espíritus animales que están en la parte más delicada de la sangre y todas ellas se encuentran en la glándula pineal, que es la sede del alma. Por medio de estos mecanismos el sujeto pensante recibe impresiones desde el mundo sin percibirlas y se transforman en pasiones (Pass,1re p.art.31) Aunque en nuestro organismo esta la causa de nuestras pasiones, el no es su sujeto ni total ni parcialmente, en este punto también Aristóteles estaba equivocado. Hay percepciones que surgiendo del cuerpo se localizan en una u otra parte del mismo- como el hambre, sed, dolor. Pero las pasiones son diferentes. Ellas se originan en le cuerpo, pero pertenecen sólo al alma, son puramente actos psicológicos ( Passions, 1re p.,art.25) Hay tantas pasiones como hay caminos por los que los objetos son capaces de afectar a nuestros sentidos, puede ser perjudiciales o provechosos. Las primeras pasiones a las que todas las demás pueden ser reducidas son las seis siguientes:

admiración o sorpresa, producida por un objeto del cual nosotros no conocemos aún si es beneficioso o perjudicial.
amor y odio, causada por la impresión producida en nuestros órganos de los sentidos por objetos conocidos por nosotros como perjudiciales o beneficiosos.
deseo el cual es producido por el amor o el odio vistos desde el futuro
alegría y tristeza, que son el resultado de la presencia de un objeto que es amado u odiado.
Quizá en general se podrá pensar que Descartes ha sobrepasado a Sto. Tomás y a Bossuet, al reducir todas las pasiones al amor. En la doctrina cartesiana las pasiones son buenas en sí mismas, pero deben ser orientadas por la ley del orden moral. La misión de esta ley no está claramente indicada; él sólo da algunos preceptos inconexos en los cuales se puede entrever un noble esfuerzo por edificar un sistema ético estoico-cristiano.

Todo lo dicho puede quizá dar la impresión de que Descartes era más un gran sabio que un gran filósofo; pero el significado de su trabajo científico debe ser reconocido. Lo que permanece de valioso no son muchas de sus teorías, sino el ímpetu dado por su genio, su método y sus descubrimientos. Su concepción cuantitativa del mundo está siendo gradualmente abandonada y hoy los pensadores están volviendo a la filosofía de la naturaleza en la que la cualidad juega una parte fundamental.

CLODIUS PIAT
Transcrito por Rick McCarty
Traducido por Fidel García Martínez