Emperador Carlos V
EnciCato
(CARLOS I, Rey de ESPAÑA)
Nacido en Gante, en 1500; muerto en Yuste, España, en 1558; fue un descendiente
de la casa de los Hasburgo, y a esta descendencia debía su soberanía sobre
tantos territorios que se decía de él que el sol nunca se ponía en sus dominios.
Carlos era el hijo de Felipe, Duque de Borgoña, y de Juana, hija de Fernando e
Isabel, y Borgoña fue la primera herencia que recibió, a la muerte de sus padres
en 1506. Y como era menor de edad en esa época, su tía, Margarita de Austria,
tomó la regencia por él. Guillermo de Chièvres, el consejero en jefe de su
padre, tuvo a cargo la casa del príncipe; Adrián de Utrech, el humanista y
profesor de teología de Lovaina, quien estuvo a cargo de su educación, aparece
ejerciendo una profunda y duradera influencia en las opiniones y convicciones de
su pupilo.
Como muchos príncipes de su casa, el niño se desarrolló lentamente, sin mostrar
signos de fortaleza. En enero de 1515, fue declarado estar en edad, a través de
la influencia de Chièvres, quien buscaba destruir el poder por el cual Margarita
estaba forzando a la nobleza borgoñesa hacia una política demasiado dinástica
indiferente a las necesidades de paz del país. La paz de la nación demandaba una
alianza con Francia, incluso a pesar de que Francia podía ganar una influencia
considerable en los asuntos internos de Borgoña. Carlos entonces accedió a los
deseos de la nobleza (Tratado de Paris, 24 de marzo de 1515, y Noyon, el 13 de
agosto de 1516). Luego de la muerte de Fernando de Aragón en enero de 1516,
Carlos fue nombrado como su sucesor; pero como la duquesa Juana seguía con vida,
y Fernando, el hermano de Carlos, educado en España, era muy popular en el país,
la realización de este acuerdo se mantuvo en duda. De mutuo propio Carlos
inmediatamente asumió el título de Rey de Castilla, y anunció su intención de
viajar a España tan pronto como fuera posible. Pero no fue hasta el otoño de
1517 que pudo realizar este propósito, y una vez que la oposición española ya
había sido silenciada. Pero el poder se mantuvo en las manos de Chièvres, y los
borgoñeses provocaron la rebelión en Castilla conocida como la Guerra de los
Comuneros. Este fue un movimiento de las ciudades. En Castilla el descontento de
las clases regentes se unió al de los artesanos y peones, en Valencia el
movimiento fue exclusivamente de los obreros y el proletariado. La rebelión
fracasó debido a que las ciudades comerciales del sur de Castilla no tomaron
parte, y debido a que Carlos, actuando de acuerdo a su propio juicio, instaló a
españoles, en lugar de extranjeros, en los puestos de autoridad.
En 1520 Carlos se trasladó a España para tomar posesión del Imperio Germano para
el cual había sido electo. El rey de Francia, Francisco I, había sido su rival
para el cargo; León X pensó que sus intereses en Italia estaban amenazados con
la elección de Carlos. El reino de Navarra fue entonces materia de
enfrentamiento entre Francia y España, mientras Francia y los Paises Bajos se
disputaban el ducado de Borgoña tanto como sobre Tournai, Flandes, Artois y
otros territorios menores. La guerra no se desató por estos motivos, y nada
indicaba que Carlos podría ser un principe belicoso; pero él había roto la
alianza con Francia hecha por Chièvres. La Santa Sede se opuso a la elección de
Carlos mucho más vigorosamente que Francia. Como rey de Aragón, Carlos era
heredero del reino de Nápoles, un feudo papal; la investidura todavía no había
tenido lugar, pero ello no podía impedirse. Si él también sería el emperador, y
por ello obtendría a Milán como un bien, ello podría resultar una condición
política en contra de los papas puesto que desde Inocencio III se había luchado
constantemente por mantener la unión de Milán y Nápoles bajo una sola mano.
A pesar de la oposición de Roma y Francia, Carlos fue elegido (28 de junio de
1519), y en todas partes recibió el título de "Emperador Electo". León X no puso
dificultades en el camino de Carlos a Nápoles. Los malos cimientos habían sido
colocados para su imperio universal. No había alcanzado los veinte años de edad
en la época de su elección, y ya mostraba una marcada precocidad en su
desarrollo. Durante una estadía de varios meses en los Paises Bajos, después de
su regreso a España, y en su llegada a Alemania, aparentemente había tomado el
gobierno del reino en sus propias manos. Su Consejero en Jefe, Chièvres, murió
en mayo de 1521, y de allí en adelante Carlos fue prácticamente libre en todas
sus decisiones.
Su primer servicio importante al imperio fue el impresionante resultado de la
Dieta de Worms, exhibiendo su total independencia y madurez intelectual. El
movimiento luterano se había extendido tan ampliamente sobre Alemania, que
Aleander, el representante papal en la corte imperial, incansablemente pedía su
supresión. Carlos le había dicho, en los Paises Bajos, que el asunto le parecía
estar asentado en la Bula Papal del 15 de junio de 1520. Pero en Alemania se
convenció de que la oposición a la curia romana era recibida con los brazos
abiertos y que esa oposición ayudaba al monje (Lutero), incluso entre aquellos
que no seguían las doctrinas heréticas. Todavía, como dijo a Aleander, Carlos no
pensaba en tener derecho a mezclar sus asuntos con los del Papa. Él prometió a
los estados contituyentes del imperio una audiencia para el monje ante la dieta
imperial y a cambio recibió la promesa de que si Lutero persistía en sus
herejías ellos lo abandonarían. Así ganó tiempo para regresar su atención a la
política contingente. Ello significaba traer una conclusión exitosa a los
esfuerzos que se había hecho por una generación para entregar al imperio una
buena constitución, y en incrementar sus fuerzas financieras y militares. Un
acuerdo fue alcanzado respecto a cómo los estados participarían en su gobierno,
de acuerdo a un esquema llamado el Reichsregiment- tales como los gastos
imperiales, etc. dónde se reunirían y cómo los estados proveerían al emperador
de asistencia militar durante la guerra. En abril de 1521, Lutero se presentó
ante la dieta, pero no se retractó. Al día siguiente Carlos en persona apareció
contra él frente a los estados, y expresó sus propios puntos de vista con un
énfasis no esperado de un joven taciturno. El 8 de mayo preparó la prohibición
contra Lutero, pero no fue publicada hasta el día 26. De acuerdo a la promesa
entregado por los estados en febrero, habló por todos ellos.
Carlos había tomado su camino, y debía dedicarse por algún tiempo a las urgentes
necesidades internas de su país. La constitución especialmente necesitaba
mejoramientos; las finanzas estaban muy desordenadas, y la deuda tan alta, que
el monarca se veía obstaculizado en todo lo que hacía, y podría prevenirse de
los intereses foráneos al imperio sólo con una administración muy cuidadosa.
Debido al escaso desarrollo de los medios de comunicación, no podía mantener
control sobre el imperio completo, por lo que decidió dividirlo en distritos. Ya
convencido de que debía hacer de España el centro de sus dominios y el sostén
principal de sus políticas, por tal razón determinó hacerse personalmente cargo
de ella, y se trasladó hasta allá en el verano de 1522. Una vez en España,
alejado de Alemania y sus estados hereditarios como Hasburgo, fue su primer
propósito hacerlos casi completamente independientes de él, puesto que estaba
más insatisfecho con las condiciones allí que con cualquier otra parte de su
imperio. Reservándo para sí mismo sólo las políticas generales del imperio como
un todo, entregó sus posesiones en Austria a su hermano Fernando en 1522,
haciéndolo, al mismo tiempo, su representante en la cabeza del gobierno
imperial. El Reichsregiment había sido abolido en 1525, él había elegido a
Fernando como rey de Roma en la siguiente ocasión (1530). Buscó mantener un
firme control del gobierno de los Paises Bajos, así como establecer una regencia
permanente para ellos también (1522), seleccionando para esa función a dos
capaces y leales mujeres: primero (desde 1530), la fiel Margarita, y después a
su hermana María de Hungría, quien mantuvo la regencia hasta que el mismo Carlos
abdicó. Nápoles había sido gobernada por Virreyes desde los tiempos de su
abuelo, y él continuó esta política.
Mientras Carlos estaba completando esas disposiciones, se vio envuelto en una
gran guerra. El 8 de mayo de 1521, la fecha del edicto contra Lutero, una
alianza ofensiva contra Francia fue firmada por representantes del Papa y el
Emperador. Carlos había deseado sólo una alianza defensiva, pero León X, por
largo tiempo un aliado de Francisco I, buscaba ahora iniciar una guerra contra
él, debido a que Francisco había impedido la extensión del territorio papal que
León deseaba. La guerra seguramente se habría iniciado entre Francisco y Carlos
en las fronteras de Navarra y Borgoña, incluso si León no hubiese apurado el
conflicto; aunque probablemente no habría alcanzado tales dimensiones ni habría
durado tanto como efectivamente lo hizo; a pesar de que Francisco I era un
príncipe voluble e irritable, no era un hombre muy fuerte, y estaba mejor dotado
para el placer que para la guerra. Pero como motivo del hecho, la causa
principal para decidir la lucha resultante (1521-299) fue la extensión del poder
papal en Italia -el asunto, esto es, si el papado o alguna dinastía foránea
podría se el poder políticamente dominante en la península. En los primeros años
de esta guerra los generales de Carlos obtuvieron sólo unas pocas victorias
menores en España y los Países Bajos. En 1522 tomaron Milán de los franceses.
Para completar esa victoria invadieron Francia, en alianza con el Condestable de
Borbón. Pero el ejército había sido debilitado por el sitio de Milán, y los
franceses tuvieron nuevo éxito invadiendo Lombardía. Entretanto Clemente VII,
que había sucedido a León X, luego del breve pontificado de Adrián VI, temiendo
que Carlos podría hacerse demasiado poderoso en Italia, cuando los franceses
regresaron, se preparó a trasladar a ellos su amistad. Pero antes de llegar a
una decisión, los españoles derrotaron completamente a Francisco en Pavia (24 de
febrero de 1525) y lo tomaron prisionero. Francisco fue trasladado a España y,
para obtener su libertad, fue forzado a firmar la Paz de Madrid (enero de 1526),
los términos del cual dejaban muy debilitado el poder de Francia y dejaba a
Carlos las manos libres en Italia. Carlos pensaba que esta paz sería duradera.
Pero Clemente ejercía cada influencia hasta formar una coalición contra Carlos,
y para inducir a Francisco a recomenzar la guerra. Bajo estas circunstancias
Carlos dirigió su ejército contra Roma. El resultado de esta acción fue el
horrible saqueo de Roma por las tropas imperiales en 1527, lo que el emperador
nunca planeó, pero que sus generales fueron incapaces de prevenir, puesto que la
disciplina había desaparecido después de constantes privaciones. Después del
saqueo, el ejército de Carlos se colocó en una peligrosa posición, puesto que
los franceses se dirigían a socorrer a Roma y luego sitiar Nápoles. Por la
comandancia de un estado mayor superior, sin embargo, los imperialista una vez
más triunfaron. Los pequeños estados italianos, reconociendo la inutilidad de
oponerse al poder imperial, hicieron una alianza con Carlos. Clemente también
concluyó haciendo un tratado de paz en Barcelona el 29 de junio de 1529; y
Francia en Cambrai, el 5 de agosto. La Paz de Cambrai estableció la situación
política de la Europa Occidental por largo tiempo, especialmente la de Italia.
Entretanto Carlos regulaba los asuntos de España y los Paises Bajos. Esos paises
se parecían entre sí en que ambos habían sido originalmente compuestos de muchas
partes independientes, gradualmente unificados bajo una soberanía. En ambos
casos, asimismo, los estados previamente independientes se habían mantenido
obstinadamente sujetos a sus intereses ancentrales, leyes y costumbres, y fueron
además poderosos contra la corona. Centralizando la administración general, y
asimilando las leyes y los procedimientos legales, Carlos buscó contrarrestar la
fuerza de esas tendencias nacionalistas. Con este fin, él percibía, que el Rey,
o (en los Paises Bajos) el Regente, debía ser el centro de actividad. En la
reorganización de la burocracia central en España (1523) y los Países Bajos
(1531), su objetivo principal fue la completa subordinación de ellos al poder
real, y empleó en ello a hombres preparados que podrían ser considerados como
fieles servidores del rey. A los Países Bajos, además, los puso bajo la
dependencia de oficiales judiciales y fiscales de la administración central. A
través de estas agencias nuevas y eficientes creó un excelente sistema político
así como un cuerpo legal que promovía la vida social e industrial del pueblo,
además de promover la agricultura como ningún otro príncipe lo había hecho. Su
legislación comercial fue restrictiva sólo cuando los excesos capitalistas o el
crecimiento del proletariado demandaban restricciones. El edicto de 1531 para
los Países Bajos (promulgado en 1540) y la organización del estado para proteger
a los pobres ilustra esto. La creación de esas autoridades y ese sistema legal
al mismo tiempo tuvo el efecto de limitar el poder de las Cortes y el Estado
General, después de eso ambos cuerpos retuvieron sólo los derechos de impuestos,
en el ejercicio de los cuales, asimismo, Carlos tuvo éxito en acostumbrarlos a
presupuestos regulares anuales, explicándoles su propia política y aclarándoles
las necesidades del país, y así mostrarles porqué ellos podían contribuir con
ingresos.
Con los individuos Carlos pactó más efectivamente - en España principalmente con
la burguesía, en los Países Bajos con la alta nobleza. Por último ganó para sí
apoyo al concederles los más importantes cargos y posesiones con la esperanza de
lograr el Vellocino de Oro; lo anterior esperaba ganarlo cediéndoles el control
de los impuestos, que podrían regular uniformemente, y por lo tanto menos
opresivos. Él controlaba al clero transfiriéndoles el derecho casi general a
disponer de los beneficios, que habían sido otorgados por los papas o sus
predecesores o por él mismo. El procuraba especialmente promover los elementos
de progreso industrial de la clase media. A comienzos de siglo la antigua
industria del paño en Flandes había sido afectada seriamente por la competencia
inglesa; bajo Carlos las industrias de los Países Bajos fueron efectivamente
protegidas con un cambio total en el sistema que puede considerarse como el
primer escalón hacia la industria capitalista. Antwerp (en Bélgica) se convirtió
en el gran centro mundial del comercio y las finanzas. La industria del paño fue
fortalecida por la introducción de métodos industriales, con la industria del
lino completamente desarrollada. Mientras avanzaba este progreso, Carlos lo usó
para entregar influencias políticas en las ciudades de los Países Bajos a las
clases progresistas que eran leales a él. A juzgar por sus resultados, la
política económica de Carlos fue exitosa en los Países Bajos, pero esto sucedía
sólo tibiamente en España, donde el progreso industrial, aunque mucho mayor
durante este reinado que en los anteriores, fue generalmente lento y nunca tan
marcado como para producir grandes cambios políticos. En España la oposición a
Carlos estaba basada en las Cortes y en los gobiernos de las ciudades, pero
todavía más entre la nobleza inferior, la Hidalguería, que se resistía a los
progresos en la agricultura tanto como a la política exterior del emeperador.
Muchos de los Castellanos mantuvieron bajo la regencia de Carlos en la
rusticidad y opresión al pueblo rural tal como antes, en marcado contraste con
el pueblo de los Países Bajos. Tanto por el mejoramiento industrial y el
entrenamiento político, Carlos fue capaz de hacer de España el instrumento por
el cual su hijo Felipe, en la epoca de la Contra-reforma, lograra ayudar
efectivamente a los católicos de Europa, y bajo desfavorables circunstancias
esto resultado es tan extraordinario como la prosperidad que obtuvieron los
Países Bajos bajo su reinado.
No menos notable fue su servicio al gran imperio que rápidamente se desarrollaba
en América. Las consideraciones económicas eran, en los primeros períodos de
colonización, las más importantes, la administración de los asustos americanos
fueron confiados a una oficina de comercio (Casa de Contratación) en Sevilla;
pero al mismo tiempo estableció en España un político y especial "Consejo de
Indias". En las colonias dos Virreinatos y veintinueve gobernadurías, cuatro
arzobispados, y veinticuatro obispados fueron organizados gradualmente. Una vez
que todos estos grandes problemas habían surgido como irritantes políticas
coloniales - el asunto de cómo la lejana madre patria podría monopolizar los
productos de las colonias; el asunto de la colonización; el asunto del trato a
los nativos, duplicaron los problemas debido a que por un lado su trabajo era
indispensable y por otro era el menos dispuesto; el tema, de cómo la cristiandad
y la civilización podrían ser establecidas; finalmente el asunto, de cómo la
ciencia podía ser sistemáticamente promovida por los gobiernos que se abrían
paso en esos nuevos países. Debido a las grandes distancias que separaban a
España de las colonias, los insatisfactorios medios de comunicación, y su falta
de fondos, Carlos fue incapaz de trasladar los principios instaurados bajo su
gobierno. Pero él fue el primero, y tal vez el único, en intentar a gran escala
tratar con las políticas coloniales, en efectos prácticos, desde el doble punto
de vista de los intereses económicos y políticos y con la realización de un
esfuerzo por promover la civilización cristiana.
En cuanto Carlos recibió noticias de la Paz de Cambrai, determinó trasladarse a
Italia y solucionar los asuntos italianos con una entrevista personal con el
Papa. Esta difícil cuestión, que lo mantuvo ocupado por casi una década, fue,
como él pensaba, definitivamente resuelto. En Bolonia él discutió con el Papa
principalmente dos asuntos que afectaban a toda la Cristiandad: los Turcos y los
Luteranos. En 1521 los turcos habían tomado posesión de Belgrado, la llave de
Hungría, en 1522 Rodas, el bastión que hasta entonces era una barrera en su
camino al oeste del Mar Egeo. En el siguiente año el osado pirata, Chaireddin
Barbarroja, un aliado del sultán, se instaló a la cabeza de los piratas
norteafricanos que estaban constantemente asolando las costas de Italia y
España, logrando un formidable poder entre los pequeños estados musulmanes de
las costas del Norte de Africa. En tierra los turcos habían derrotado a los
húngaros en Mohács, y tomaron posesión de casi todo el reino. Esto abrió su
camino hacia Viena, a la que entraron en 1529. Igualmente importante era el
peligro que amenazaba al cristianismo desde adentro. El luteranismo había
avanzado audazmente mientras el edicto contra Lutero permanecía sin cumplirse, y
había sido muy estimulado por los movimientos sociales revolucionarios en
Alemania desde 1522 hasta 1525. Desde 1526 un Estado Clerical independiente
había sido organizado por los Protestantes en varias provincias con el apoyo de
sus soberanos, y en 1529 esos soberanos declararon en la Dieta de Spires que no
permitirían ataques a esas organizaciones, ni tolerarían ninguna actividad
católica en sus estados. Tan temprano como en 1526 Carlos estuvo al tanto de
estos dos crecientes peligros. Él consideraba que con la Paz de Madrid tenía
libertad para llevar adelante una guerra contra los turcos, así como asumir la
regulación de los asuntos religiosos en Alemania. Pero la irrupción de la guerra
en Italia no le permitió prestar atención a estas tareas hasta 1529. El 24 de
febrero de 1530, recibió la corona imperial de Clemente VII en Bolonia. El 1º de
febrero había logrado la paz general con el Papa y la mayoría de los estados
cristianos. El retiro de los turcos desde Viena permitió a Carlos, antes de
comenzar la guerra contra ellos, hacer un esfuerzo por la unidad religiosa en
Alemania. En el verano se hizo presente en la Dieta de Augsburgo, acompañado por
un delegado papal para escuchar a los protestantes. Los adherentes al nuevo
credo estaban dispuestos a acercarse a él en índole de sumisión, aunque en suelo
Alemán Carlos no poseía todos los poderes que le atribuían. Había disuelto sus
tropas, y los recursos puramente políticos en su comando no eran muy grandes.
Tomando el Ducado de Wurtemburg, pudo entonces ejercer presión sobre varios
principados vecinos, pero su título sobre tal ducado no estaba claro.
Habiéndose convencido a si mismo que tanto católicos como luteranos estaban
irritados con Roma, Carlos informó al Papa que sólo una inmediata convocatoria a
un concilio general podía traer la paz. Siempre había deseado esto; de aquí en
adelante se convirtió en uno de sus principales objetivos, al cual nunca perdió
de vista. En Home los urgió con toda sus energías, usando cada esfuerzo para
eliminar los obstáculos políticos. Al mismo tiempo estaba preparando combatir el
próximo ataque de los turcos. Éste llegó en 1532, por tierra. Carlos tuvo éxito
al forzarlos a regresar, y en la recaptura de una gran porción de Hungría, pero
sin infligir una derrota decisiva a los turcos. Trasladó la guerra al mar
Mediterráneo. En 1530, y por consejo del Papa, entregó a los Caballeros
Hospitalarios defensores de Rodas, la isla de Malta, como barrera de contensión
a la llegada de la flota turca al Mar Toscano. En 1531 y 1532 Andrea Doria había
perseguido a los turcos en sus propias aguas, pero la flota turca evitaba el
combate. El sultán preocupado ahora de prevenir la llegada de Doria entregó la
comandancia en jefe de su flota a Chairaddin, haciéndo de la causa de los
piratas la suya propia. Carlos en consecuencia decidió limpiar el mar
Mediterráneo de la piratería. En 1555 personalmente tomó parte en la campaña
contra Tunez bajo la comandancia de Doria. Tuvo la grandeza de compartir la
victoria, y urgió a un inmediato avance sobre Algeria para completar su éxito.
Sus comandantes, sin embargo, se opusieron a este plan, porque la estación del
año estaba demasiado avanzada. Esta campaña estableció la reputación de Carlos
por toda Europa.
Mientras Carlos lograba la primera derrota seria contra el Islam en el
Mediterráneo, Pablo III, el sucesor de Clemente VII, había llamado a un concilio
general. Pero nuevas dificultades impidieron tanto la realización del concilio
como la continuación de la guerra contra los turcos. Cuando Carlos regresó a
casa desde Africa fue evidente que iría otra vez en guerra contra Francia.
Francisco I se opuso a la realización del concilio y, además, entró en
relaciones tanto con los turcos como con la Liga de Smalkaldie de los príncipes
alemanes protestantes alineados contra Carlos justo después de la Dieta de
Ausburgo, mientras, tras la muerte del último duque Sforza de Milán, renovó sus
reclamaciones por ese feudo. Carlos, ansioso por llevar adelante la guerra
contra los turcos, tanto como por restaurar la unidad de la Cristiandad, estaba
listo para sacrificar parte de sus estrictos derechos sobre Milán y Borgoña, y a
considerar el tema del balance de poder entre su casa y la de los Valois.
Alianzas familiares fueron propuestas con este fin.Una guerra que Francia no
obstante consideraba probadamente infructuosa, y en 1539 los rivales se
encontraron en Niza, y la paz parecía probable. Visitando los Países Bajos y
Alemania, Carlos pronto encontró que nuevos problemas le esperaban, muchos de
ellos fomentados por Francia. En 1538 la línea de los Condes de Guelders había
comenzado a extinguirse, pero el último en la línea previniendo esto, después de
su muerte, el condado debía pasar a los duques de Cleves-Julich, el poderoso
principado temporal en el Bajo Rhin. Guelders, consecuentemente, se resistió a
la anexión por Borgoña, y Carlos no quiso consentir en esa anexión al ducado de
Cleves-Julich, que era favorecido por Francisco I y la Liga de Smalkaldie.
Por otra parte, Enrique VIII de Inglaterra, habiéndose casado con Ana, hija del
duque de Cleves, amenazaba asociarse a esta coalición.
En Hungría, entretanto, los turcos estaban nuevamente activos, y habían
comenzado los preparativos para unir las flotas turca y francesa en el
Mediterráneo. Francisco buscaba la ayuda de los daneses y escandinavos. Carlos
pensó que era mejor evitar las hostilidades hasta que pudiera romper la tan
formidable coalición de sus enemigos. Tuvo éxito en separar a Enrique de
Inglaterra de la alianza, y durante la Dieta y conferencia religiosa de Ratisbon,
en 1541, donde estuvo personalmente, atrajo a Felipe de Hesse, el líder
espiritual de la Liga de Smalkaldie, bajo su control. Se volvió entonces sobre
los turcos. Planeaba que el ejército imperial podría operar en Hungría mientras
él atacaba Algeria, pero ambos planes fallaron. El año 1542 fue desafortunado
para él, los franceses ingresaron a los Países Bajos, y la Liga de Smalkaldie,
con Hesse, atacó a Enrique de Brunswick, el único aliado de Carlos en el norte
de Alemania, y ocuparon sus territorios. El patriotismo de los Países Bajos
mantuvo a los franceses en jaque. Carlos regresó desde España y, en 1543, atacó
Cleves. Unos pocos días fueron suficientes para hacer a Gueldes parte de
Borgoña, que así estaba protegida al lado de Alemania, aunque se mantenía
expuesta en su frontera francesa. Para remediar esta debilidad Carlos estableció
una línea de fortalezas que por siglos contuvieron la ruta contra una invasión
francesa. En 1544 invadió Francia. Las fuerzas de Francisco estaban extenuadas,
y, tal como Carlos, además, estaba cansado de la guerra, un tratado de paz la
concluyó en Crespy (17 de septiembre de 1544).
Carlos debía ahora considerar si permitiría libertad de acción a los príncipes
protestantes de Alemania, a quienes, bajo la presión de la guerra, había hecho
concesiones, especialmente en la Dieta de Spires en 1544. Hasta este momento
había permitido que los asuntos tomaran su propio curso en Alemania, y su
hermano Fernando mal había logrado ejercer presión efectiva. El poder de los
príncipes feudales, en constante crecimiento desde 1521, ahora estaba asentado
en sólidas bases. En ausencia del emperador ellos habían, por iniciativa propia,
encontrado métodos para suprimir variados disturbios que de otra manera habrían
sumido a Alemania en los horrores de la guerra civil -primero la Liga de los
Caballeros, luego la Guerra de los Campesinos, luego los desórdenes del
turbulento clero que había abrazado el luteranismo y guiado a la perdición de
las masas, y ultimamente la rebelión de lo Anabaptistas. Apoyando a Lutero
contra Carlos, los príncipes se aseguraban los medios de mantener el poder que
habían adquirido por su resistencia al emperador. Carlos percibió la gravedad de
tal situación al menos lo suficiente para llevarlo a resolverlo con una guerra
contra los príncipes. Para privarlos de su punto de apoyo religioso, esperó el
inicio del Consejo de Trento (1545). En el verano de 1546 abrió las
hostilidades. Comenzó conquistando el sur de Alemania, luego presionó contra
Sajonia, y derrotó y capturó al Elector en Muhlberg el 24 de abril de 1547. Muy
pronto hizo prisionero a Felipe de Hesse. (Los cargos de traición elevados
contra Carlos en esta etapa, no tienen sustento). Carlos ahora creía que los
príncipes serían lo suficientemente humildes como para permitirle reorganizar el
imperio con su ayuda en la Dieta de Augsburgo, tal como previamente había
reorganizado España y los Países Bajos. El restablecimiento de las dificultades
religiosas debía ser la base de esta reconstrucción. Insistió en que el concilio
debía tomar una decisión definitiva en materia de doctrina, pero hasta que esta
decisión fuera pronunciada deseaba la paz y fue generoso en hacer ciertas
concesiones a los protestantes. Su sentido de justicia, sin embargo, reservó de
esas concesiones tanto la retención de la propiedad eclesiástica repartida por
los reformistas como la abolición temporal de la autoridad episcopal en los
distritos reformados. A consecuencia de esta resolución el Interim perdió toda
su atracción por los príncipes evangélicos. De acuedo con la reconstrucción
política del imperio, Carlos estaba listo para reconcer la condición de Alemania
tan lejos como fuera el resultado del desarrollo histórico. Solicitó a los
feudatarios la promesa de obediencia al poder imperial sólo en los casos
específicos que afectaran el bienestar general, para atarles asimismo por
ciertas fórmulas reconocidas, y no buscar beneficios individuales bajo pretexto
del bienestar del imperio. Por lo tanto él hizo aquí concesiones como aquellas
ya hechas en sus asuntos españoles -nominalmente, un cierto grado de autonomía
para ciertos estados, a cambio de que ellos le ayudaran en las incuestionables
necesidades del imperio. No hubo oposición abierta en la Dieta, pero nada se
hizo. Los católicos demandaban que el Interin se aplicara a ellos también; ese
instrumento ahora no estaba logrando la armonía, y los protestantes se
resistieron mas firmemente que antes. En el otro bando, los príncipes alemanes
eran tan egoístas y provincianos como los hidalgos de Castilla, y menos
patrióticos. Ellos lo dilataron hasta que los asuntos tomaron un desfavorable
giro para el emperador.
Pero Carlos estaba ahora listo para disponer de sus posesiones terrenales. Sus
recientes campañas tenían tan socavadas sus fuerzas como para ejecutar lo
aconsejable para hacer su voluntad. Advertido de la política usurpadora de
Francisco I, decidió mantener juntas las posesiones de su familia. No podía,
asimismo, entregarle todo a un heredero, sabiendo cuan imposible había sido para
él mismo gobernar todo a su entera satisfacción. Cuales eran sus planes es algo
desconocido, pero mientras los consideraba los turcos y el rey francés (ahora
Enrique II) una vez más comenzaron las hostilidades contra él (1551). En los
siguientes años algunos de los príncipes protestantes, liderados por Mauricio de
Sajonia, de improviso atacaron a las fuerzas imperiales, mientras Carlos yacía
enfermo en Innsbruck, y Enrique II ocupó los Obispados de Metz, Tool y Verdún.
Carlos escapó, pero abandonó su plan para la reorganización del gobierno
imperial. Facultó a Fernando para concluir el Tratado de Passau con los
insurgentes en abril de 1552, con lo que finalmente entregó el predominio en el
Imperio Germano a los príncipes. Trató de retener Metz, en el otoño de 1552,
fallando, y la guerra se trasladó a los Países Bajos, donde fue vapuleado sin
resultados decisivos. En el norte de Africa, también, y en Italia, donde los
turcos, los franceses y algunos estados italianos estaban atacando al emperador,
materias que se hacían críticas. Todavía el emperador esperaba ganar en una
victoria final. Para 1553 el ascenso de María Tudor al trono de Inglaterra de
pronto incitó sus esperanzas de que podría extender su influencia en ese reino.
María Tudor estaba lista para casar a su hijo Felipe, y en 1554 la alianza se
llevó a cabo. Cuando el matrimonio no procreó hijos, el emperador dio el golpe y
decidió dar un vuelco sobre las conclusiones de paz a Felipe y Fernando. Fernado
insistía que la autoridad de los príncipes en el imperio, como se estableció en
el acuerdo de Passan, debía ser legalmente reconocida por un decreto de la
Dieta, y aceptadas la igualdad de las religiones católica y luterana. Esto se
hizo en Augsburgo en 1555. Carlos entonces solicitó a los electores aceptar su
abdicación y elegir a Fernando como su sucesor. Así se hizo el 28 de febrero de
1558. Poco después del decreto final de la Dieta de Augsburgo, en 1555, Carlos
convocó a los Estados de los Países Bajos, y en su presencia transfirió el
gobierno a Felipe. Tres meses después (16 de enero de 1556) transfirió la corona
española a su hijo. A pesar de esto no podía liberarse de las ansiedades
políticas. Esto fue en septiembre de 1556, antes pudo trasladarse a su
largamente esperado lugar de retiro en España, acompañado de sus dos hermanas,
la viuda del rey de Francia y María de Hungría. Pero no vivía una vida monástica
en Yuste. Mensajeros con despachos políticos llagaban hasta él cada día. Sin
embargo, no tomaba parte activa en los asuntos. Vivió sus últimos meses de
permanencia en la tierra rodeado de trabajos de arte, por los cuales había
desarrollado gran aprecio (Tiziano era su pintor favorito), entre los libros
que, como hombre de cultura, estudiaba y tomaba placer de ellos, y disfrutando
la música que amaba, mientras se preparaba para la vida que vendría.
MARTIN SPAWN
Traducción de Miguel A. Casas