Biogénesis y Abiogénesis

 

De acuerdo con su derivación griega estos dos términos se refieren al origen de la vida. La biogénesis es aquella teoría en la que la vida solamente se origina de una vida preexistente mientras que la teoría de la abiogénesis implica que la vida también puede surgir de materia inorgánica.

Algunos filósofos mantienen que la vida existió antes de la materia inorgánica. Fechner considera a las estrellas y al universo como seres orgánicos conscientes de un orden superior. Estos se diferenciaron de organismos de un tipo inferior con el transcurso del tiempo. W. Preyer imagina el mundo de organismos presente como un último remanente de organismos gigantescos primigenios, cuya respiración, por alguna casualidad, fue vapor de fierro luminoso; cuya sangre era metal líquido, y cuyo alimento eran los meteoritos --una concepción fantástica que no ofrece solución al problema. Otros, como Liebig, Helmholtz, W. Thompson, E. Dubois y Reymond -, asumen la transferencia de pequeños gérmenes vivientes de otros globos cósmicos que llegaron a una Tierra -durante su proceso de enfriamiento- por medio de meteoritos; una evasión a la pregunta en cuestión con la dificultad adicional que surge acerca de la naturaleza de los meteoritos. Finalmente, otros admiten que la vida debió de haberse originado en algún lugar y en algún tiempo dado que nuestra Tierra y todos las esferas celestiales alguna vez se encontraron en un estado de fusion, siendo incapaces de mantener gérmenes vivientes. Pero aquí las opiniones varían. Aquellos que niegan un principio especial directivo afirman que la materia y la energía -como tales- son suficientes para explicar el origen de la vida. Los vitalistas, por el otro lado, sostienen que la vida se genera únicamente de seres vivos; su origen debe de ser buscado últimamente en el acto creador de Dios, quien dotó a la materia con una fuerza sui generis, misma que dirigió a las enegías materiales hacia la formación y el desarrollo de los primeros organismos. De ahí la distinción entre abiogénesis y biogénesis. Examinemos cuál de los puntos de vista armoniza de la mejor manera con los hechos realmente observados.

Una investigación más cuidadosa y universal ha probado, más allá de la duda prudente, que todos los organismos visibles surgen sólo de gérmenes del mismo tipo y nunca de materia inorgánica. Omne vivum ex vivo. Como quiera que se modifiquen las condiciones de los experimentos, y siempre que los receptáculos y los materiales estén libres de gérmenes vivientes, los resultados siempre verifican el conocido aforismo de Pasteur: La génération spontanée est une chimère – La generación espontánea es una quimera. Los intentos de J. B. Burke para producir pequeñas células vivientes de materia inorgánica por medio del radio (elemento) no tuvieron éxito; los radiobes producidos fueron simplemente estallidos de burbujas de gas de tamaño microscópico. De forma similar el ácido ciánico de Plüger, que comparó con moléculas semi-vivas, solamente es un componente químico muerto. La formación de células por un proceso de cristalización, como fue asumido por los fundadores de la teoría de la célula, ha probado ser infundada. En resumen la declaración de Virchow: Omnis cellula ex cellulâ se ha convertido en un axioma de la biología. Actualmente es un principio reconocido universalmente que las leyes derivadas de las actuales observaciones de la naturaleza son aplicables también al fenómeno pasado. Por lo tanto cabe preguntarse: ¿Cómo es que los defensores de la abiogénesis pueden mantener su teoría frente a hechos contrarios? -- Se ofrecen dos explicaciones. Muchos autores, como Halliburton, Verworn y Rosenthal, asumen que las condiciones de la Tierra eran tal vez más favorables para el origen de la vida durante los periodos tempranos que aquéllas que están bajo nuestra experiencia. Otros llaman al origen espontáneo de la vida de materia inorgánica ‘una necesidad lógica’, añadiendo como explicación que la célula debe de consistir de unidades de vida más primitivas que siempre permanecerán invisibles, y cuyo origen espontáneo de la materia, por lo tanto, no estará al alcance de la observación. Estas unidades de vida han recibido varios nombres; Weismann, por ejemplo, las llama "biofóridos".

Pero estas concepciones son arbitrarias. La investigación científica ha establecido a la célula como la unidad más simple y pequeña de vida independiente visible. Hasta ahora no se ha descubierto ningún organismo viviente que no contenga al menos dos elementos esenciales de gran complejidad: gránulos de cromatina y cierta cantidad de sustancia citoplásmica. Ninguna célula continúa viviendo desprovista de estos constituyentes. De ahí que, si la vida alguna vez se originó de materia inorgánica, tuvo que aparecer en la forma de una célula organizada. Los biofóridos invisibles, parte de los gránulos de cromatina visibles, no son más capaces de vida que éstos. Aun cuando tales entidades como los biofóridos pudieran vivir independientemente, no podrían haberse originado espontáneamente puesto que, como quiera que uno se imagine a un organismo primitivo, éste, al menos, deberá de ser capaz de alimentarse a sí mismo, de propagar su especie, y de evolucionar en formas específicas superiores. Pero tal diversidad de funciones supone una diferenciación de estructura creada por componentes químicos diferentes de alta tensión y en equilibrio contínuo inestable. Además, en los biofóridos más primitivos debe de haber una perfecta correlación de partes y una anticipación de fines futuros, tendiendo hacia la perfección gradual del individuo y la especie. Pero tanto los cristales, como las combinaciones y mezclas químicas, demuestran claramente que la materia inorgánica como tal tiende hacia la estabilidad del equilibrio y la homogeneidad de la estructura. ¿Cómo, entonces, se originaron aquellos componentes químicos complejos de equilibrio inestable que formaron los primeros organismos, especialmente cuando la costra de la tierra, totalmente quemada, desde el principio se encontraba en la condición desolada de oxidación perfecta? Además, es difícil concebir cómo la energía del sol pudo servir para reducir las cenizas cuando tal acción –hoy en día- depende de la presencia de la clorofila y de sustancias similares, las cuales –una vez más-, son productoras de células. Aun cuando alguna forma de energía comenzara a unir inmediata y contínuamente los átomos a cuerpos tan inestables y complicados como los proteídos fosfóricos, se necesita construir una directiva por medio, tanto de materia y energía existentes, como de componentes químicos en estructuras correlacionadas y, por ende, poder convertirlos en organismos activos.

La materia, entonces, no puede nunca producir -ni siquiera bajo las condiciones más favorables-, sean células o sean biofóridos vivientes. De ahí que se pueda concluir que la vida le debe su origen a Dios, el Creador de la materia y la energía.

VON HARTMANN, Das Problem des Lebens (El Problema de la Vida - Bad Sachsa, 1906), 178; TYNDALL, Fragments of Science – Fragmentos de la Ciencia; BASTIAN, Nature and Origin of Living Matter (Naturaleza y Origen de la Materia Viva - London); WASMANN, Die Moderne Biologie und die Entwicklungstheorie (La Biología Moderna y la Teoría de la Evolución - Freiburg, 1906), 182; ROSENTHAL, Allgemeine Physiologie (Fisiología General - Leipzig, 1901), 552; WEISMANN, Vorträge über die Descendenztheorie (Ensayos sobre la Teoría de la Descendencia - Jena, 1904), II, 305; MUCKERMANN in The Messenger (El Mensajero - New York, April, 1906).

H. MUCKERMANN
Transcrito por Bob Mathewson
Traducido por Marielle Schmitz San Martín
Dedicado a mi hija Ronny Schmitz San Martín