Crueldad hacia los Animales
Doctrina Católica
La ética Católica ha sido criticada por algunos zoofilistas porque rehusa admitir que los animales tienen derechos. Pero es indiscutible que, cuando se la entiende apropiadamente y se la juzga imparcialmente, la doctrina Católica – aunque no le concede derechos a la creación bruta – denuncia la crueldad hacia los animales tan vigorosa y lógicamente como lo hacen aquellos moralistas que hacen de nuestra obligación en este aspecto un correlativo de un derecho en los animales.
No es necesario reconocer ningún derecho inherente a los animales con el objeto de establecer una obligación vinculante que evite la inflicción malvada de dolor en los animales. Nuestro deber en este aspecto es parte de nuestro deber hacia Dios. Desde el punto de vista jurídico el mundo visible con el cual el hombre se pone en contacto esta dividido en personas y no-personas. Para estas últimas, usualmente se emplea la palabra “cosas”. Sólo una persona, esto es, un ser poseedor de razón y auto control, puede ser sujeto de derechos y obligaciones; o, para expresar la misma idea en términos más familiares a los adherentes de otras escuelas de pensamiento, sólo los seres que son fines en si mismos, y no pueden ser tratados como meros medios para la perfección de otros seres, pueden poseer derechos. Derechos y obligaciones son ligaduras morales que pueden existir solamente en seres morales, o personas. Los seres que pueden ser tratados simplemente como medios de perfección de las personas no pueden tener derechos, y a esta categoría pertenece la creación bruta. En el plan Divino del universo, las criaturas inferiores están subordinadas al bienestar del hombre.
Pero mientras estos animales son, en contraste con las personas, clasificados como cosas, no es menos cierto que entre ellos y el mundo insensible existe una profunda diferencia de naturaleza que estamos obligados a considerar en nuestro tratamiento a ellos. La misma esencia de la ley moral es que respetemos y obedezcamos el orden establecido por el Creador. Entonces, el animal es una más noble manifestación de Su poder y bondad que las formas inferiores de existencia material. Impartiendo a la creación bruta una naturaleza sensible capaz de sufrir – una naturaleza que el animal comparte con nosotros mismos – Dios introdujo en nuestro dominio sobre ellos una restricción que no existe en lo relativo a nuestro dominio sobre el mundo no sensible. Estamos obligados a actuar hacia ellos de una manera conforme con su naturaleza. Podemos legalmente usarlos para nuestros razonables deseos y bienestar, aún aunque tal empleo necesariamente les inflinge dolor. Pero la inflicción malvada de dolor no es la satisfacción de ninguna necesidad razonable, y, siendo un atentado contra el orden Divinamente establecido, es por tanto pecaminoso. El principio por el cual, al menos en abstracto, podemos resolver el problema de la legalidad de la vivisección y otras cuestiones relacionadas, es parcamente expresado por Zigliara:
El servicio al hombre es el fin señalado por el Creador para los brutos animales. Cuando, por tanto, el hombre, sin un propósito razonable, trata a los brutos cruelmente, actúa mal, no porque viole el derecho del bruto, sino porque su acción entra en conflicto con el orden y el designio del Creador
(Philosophia Moralis, 9º ed., Roma, p. 136).Es perfectamente verdadero que las obligaciones y deberes son entre personas morales, y por tanto los animales inferiores no son susceptibles de las obligaciones morales que nos debemos los unos a los otros; pero tenemos una aún mayor obligación con el Creador de esos animales. Nuestra obligación y deber moral es hacia Él, quien los hizo, y si deseamos conocer los límites y los rasgos esenciales de nuestra obligación, digo de inmediato que es Su naturaleza y Sus perfecciones, y entre estas perfecciones una es, en lo más profundo, la de la Misericordia Eterna. Y por tanto, aunque una pobre mula o un pobre caballo no son, por supuesto, una persona moral, el Señor y Hacedor de la mula es el Legislador superior, y Su naturaleza es una ley en Sí Mismo. Y al dar al hombre el dominio sobre sus criaturas, se lo da sujeto a la condición de que debería ser usada de conformidad con Sus perfecciones la cual es Su propia ley, y por tanto nuestra ley
(The Zoophilist, Londres, 1 Abril, 1887).