Alberto Magno San
Conocido como Alberto el Grande, científico, filósofo y teólogo, nacido en el año 1206; murió en Colonia, el 15 de Noviembre de 1280. Fue llamado “el Grande” y “Doctor Universalis” (Doctor Universal) en reconocimiento a su genio extraordinario y extenso conocimiento y porque fue perito en todas las ramas del aprendizaje cultivado en su tiempo, sobrepasando a todos sus contemporáneos, excepto, quizás a Roger Bacon (1214-94) en el conocimiento de la naturaleza. Un contemporáneo, Ulrich Engelbert lo llamó la maravilla y el milagro de su época: "Vir in omni scientia adeo divinus, ut nostri temporis stupor et miraculum congrue vocari possit" (De summo bono, tr. III, iv).
I. Vida
Alberto, el hijo mayor del Conde de Bollstädt, nació en Lauingen, Suabia, en
el año 1205 o 1206, aunque muchos historiadores lo ubican en el año 1193. Nada
cierto se sabe de su educación primaria o preparatoria, la cual fue recibida
ya sea bajo el techo paternal o en una escuela del barrio. En su juventud fue
enviado a continuar sus estudios en la Universidad de Padua; ciudad que fue
escogida ya sea porque su tío residía en ella o porque Padua era famosa por su
cultura y artes liberales, por lo cual el joven suabo tenía una predilección.
La fecha de su partida a Padua no ha sido posible determinar con precisión.
En el año 1223, se unió a la orden de Santo Domingo, atraído por el discurso
del Bendito Jordán de Sajonia, segundo Maestro General de la Orden. Los
historiadores no nos pueden decir si los estudios de Alberto continuaron en
Padua, Boloña, Paris o Colonia. Una vez completados sus estudios, enseñó
teología en Hildesheim, Friburgo (Breisgay), Ratisbon, Straburgo y Colonia. Se
encontraba en el convento en Colonia, interpretando el “Libro de las
Sentencias” de Peter Lombard cuando, en 1245, se le ordenó partir a Paris.
Allí, recibió el grado de Doctor en la universidad que, sobre todas las demás,
fue celebrada como una escuela de teología. Fue durante este período de logro
en Colonia y Paris que se contaba entre sus oyentes Tomás de Aquino, entonces
un joven silencioso y pensativo, cuyo genio fue reconocido y cuya futura
grandeza predijo. El discípulo acompañó a su maestro a Paris en 1245,
regresando con él en 1248 al nuevo Studuim Generale de Colonia, donde
Alberto fue nombrado Regente, mientras Tomás se convirtió en segundo profesor
y Magister Studentium (Maestro de estudiantes). En 1254, Alberto fue
elegido Provincial de su Orden en Alemania. Viajó a Roma en 1256 a defender a
las Ordenes de los Mendicantes contra los ataques de William de San Amour,
cuyo libro “De novissimis temporum periculis” fue condenado por el Papa
Alejandro IV, el 5 de Octubre de 1256. Durante su permanencia en Roma,
Alberto ocupó la oficina de Maestro del Palacio Sagrado (instituido en la
época por Santo Domingo) y predicó sobre el Evangelio de San Juan y las
Epístolas Canónicas. Renunció a la oficina Provincial en 1257 para dedicarse
al estudio y la enseñanza. En el Capítulo General de los Dominicos, sostenido
en Valencia en 1250, junto a Tomás de Aquino y Pedro de Tarentasia (luego,
Papa Inocente V), estableció las reglas para la dirección de estudios y la
determinación del sistema de graduación de la Orden. En el año 1260 fue
nombrado Obispo de Ratisbon. Humberto de Romanis, Maestro General de los
Dominicos fue renuente a perder los servicios del gran Maestro, se esforzó en
evitar su nombramiento, aunque no tuvo éxito. Alberto gobernó la diócesis
hasta el año 1262 cuando, luego de aceptada su renuncia, voluntariamente
reasumió los deberes de profesor en el Studuim en Colonia. En el año
1270, envió un informe a Santo Tomás combatiendo a Siger de Brabante y los
Averroístas. Este era su segundo tratado especial contra el comentador árabe,
el primero había sido escrito en 1256 bajo el título “De Unitate Intellectus
Contra Averroem”. Fue llamado por el Papa Gregorio X para asistir al Concilio
de Lyon (1274) sobre las deliberaciones donde tomó parte activa. El anuncio de
la muerte de San Tomás en Fossa Nova, mientras precedía el Concilio, fue un
duro golpe para Alberto y declaró que “La Luz de la Iglesia” había ido
apagada. Naturalmente creció en él el amor por su distinguido y santo pupilo y
se dice que luego de su muerte, no podía sino derramar lágrimas cuando se
nombrada o se mencionaba a Santo Tomás. Algo de su viejo vigor y espíritu
volvió en 1277 cuando se anunció que Esteban Tempier y otros deseaban condenar
los escritos de Santo Tomás bajo el cargo que eran demasiado favorables a los
filósofos ateos a si es que viajó a Paris a defender la memoria de su
discípulo. Tiempo después de 1278 (año en el cual escribió su testamento)
sufrió un lapso de memoria; su fuerte mente gradualmente se fue nublando; su
cuerpo se debilitó con las vigilias, la austeridad y numerosos trabajos
hundiéndose bajo el peso de los años. Beatificado por el Papa Gregorio XV en
1622; su fiesta es celebrada el 15 de Noviembre. Los obispos de Alemania se
reunieron en Fulda en Septiembre de 1872, enviando a la Santa Sede la petición
de su canonización; finalmente canonizado en 1931.
Moral y Polítical: "Ethicorum" (7); "Politocorum (8). Metaphysical: "Metaphysicorum" (6); "De causis et processu universitatis" (10). Teológicasl: "Comentarios sobre el trabajo de Denis el Aeropagita” (14); "Comentario a las Sentencias de Lombardo” (25-30); "Summa Theologiae" (31-33); "Summa de creaturis" (34-35); "De sacramento Eucharistiae" (38); "Super evangelium missus est" (37). Exégetas: "Comentarios sobre los Salmos y Profetas” (15-19); "Comentarios sobre los Evangelios” (20-24); "Sobre el Apocalipsis" (38). Sermones (13). El "Quindecim problemata contra Averroistas", editado por Mandonnet en su "Siger de Brabant" (Freiburg, 1899). La autenticidad de los siguientes trabajos aún no ha sido establecida: : "De apprehensione" (5); "Speculum astronomicum" (5); "De alchimia" (38); Scriptum super arborem Aristotelis" (38); "Paradisus animae" (37); "Liber de Adhaerendo Deo" (37); "De Laudibus B. Virginis" (36); "Biblia Mariana" (37).
III.
Influencia
La influencia ejercida por Alberto sobre los hombres de letras de sus propios
días y aquellos de épocas subsiguientes, fue naturalmente enorme. Su fama se
debe en parte al hecho que él era un precursor, el guía y maestro de Santo
Tomás de Aquino, aunque su grandeza fue por mérito propio y su distinción
reconocida por sus contemporáneos y por la posteridad. Es notable que este
fraile de la Edad Media, en el seno de sus muchos deberes como religioso, como
provincial de su orden, como obispo y legado papal, como predicador de una
cruzada, también realizaba muchos viajes trabajosos desde Colonia a Paris y
Roma y frecuentes excursiones a distintos lugares de Alemania, pudo haber sido
capaz de componer una verdadera enciclopedia, conteniendo tratados científicos
en casi todos los temas, y desplegando un conocimiento de la naturaleza y de
teología que sorprende a sus contemporáneos y aún incita la admiración de
hombres peritos en nuestros propios tiempos. Era, por cierto, un Doctor
Universalis. Sería justo decir de él: Nil tetigit quod non ornavit;
y no hay exageración en los párrafos de la crítica moderna que escribió: “Sea
él considerado como teólogo o como filósofo, Alberto era, sin lugar a dudas,
uno de los extraordinarios hombres de su época; y podría decir, uno de los mas
maravillosos hombres de genio que apareció en tiempo pasados” (Jourdain,
Recherches Critiques). En los tiempos de Alberto, la Filosofía era una ciencia
general que abrazaba todo aquello que puede ser conocido por las solas fuerzas
naturales de la mente; física, matemáticas y metafísica. En su escritos, es
verdad, no encontramos la distinción entre las ciencias y la filosofía lo cual
es solo reciente. Sería, sin embargo, conveniente considerar su habilidad en
las ciencias experimentales, su influencia sobre la filosofía escolástica, y
su teología.
IV. Alberto
y las Ciencias Experimentales
No es sorpresa que Alberto debió surgir desde las fuentes de información que
en su tiempo habían, y especialmente sobre los escritos científicos de
Aristóteles. Sin embargo, él decía: El
ánimo de las ciencias naturales no es simplemente aceptar los juicios (narrata)
de otros, sino la investigación de las causas que son ejercidas en la
naturaleza” (De Miner., Lib. II, tr.ii,i) En su tratado de las plantas, arroja
el siguiente principio: Experimentum solum certificat in talibus (El
experimento es la única guía segura en tales investigaciones). (De Veg., VI,
tr. ii, i). Profundamente versado como lo era en teología, él declara: “Al
estudiar la naturaleza, no investigamos como Dios, el Creador puede, como él
mismo libremente desea, usar a sus criaturas para realizar milagros y de éste
modo mostrar su poder: sino, debemos preguntarnos qué es lo que la Naturaleza
con sus causas inmanentes, puede naturalmente realizar” (De Coelo et Mundo, I,
tr. iv, x). Y, aunque, en asuntos de ciencias naturales, él prefería a
Aristóteles en vez de San Agustín (In 2,
Sent. dist. 13, C art. 2), no titubeaba en criticar al filósofo griego “
Quienquiera creer que
Aristóteles fue un dios, también debe
creer que nunca se equivocó. Pero si uno cree que
Aristóteles fue un hombre, entonces, sin
dudas, era posible para él el error como lo es para nosotros” (Physic. lib.
VIII, tr. 1, xiv). De hecho, Alberto dedica un largo capítulo a lo que él
llamó “los errores de Aristóteles” (Sum. Theol. P. II, tr. i, quaest. iv). En
una palabra, su apreciación de
Aristóteles, era crítica. Merece crédito
no sólo por mostrar las enseñanzas científicas del Estagirita para
atención de los académicos medievales, sino también por mostrar el método y el
espíritu bajo el cual tales enseñanzas debían recibirse. Tal como su
contemporáneo, Roger Bacon (1214-94), Alberto era un infatigable estudiante de
la naturaleza y se dedicó enérgicamente a las ciencias experimentales con tal
notable éxito que fue acusado de abandonar las ciencias sagradas (Enrique de
Ghent, De Scriptoribus ecclesiasticis, II,x). Sin dudas, han circulado muchas
leyendas que le atribuyen el poder de un mago o brujo. El Dr. Sighart (Albertus
Magnus) examinó estas leyendas y se esforzó por escrudiñar la verdad de las
historias falsas o exageradas. Otros biógrafos se contentaban con hacer notar
el hecho que la pericia de Alberto en las ciencias físicas fue el fundamento
sobre el cual se construyeron las fábulas. La verdad radica entre los dos
extremos. Alberto era asiduo en cultivar las ciencias naturales; era una
autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, química (alquimia),
zoología, fisiología e incluso frenología. En todas estas materias era
ampliamente erudito y muchas de sus observaciones tienen valor permanente.
Humboldt pagó un alto tributo a su conocimiento sobre geografía física
(Cosmos, II, vi). Meyer escribe (Gesch. Der Botanik): “Ningún botánico que
viviera antes de Alberto se le puede comparar, a no ser por Theophrasus, a
quién él no conocía; y luego de él nadie ha pintado la naturaleza con tales
vivos colores o haberla estudiado tan profundamente hasta el tiempo de Conrad,
Gesner y Cesalpini. Todos honraron, entonces,, al hombre que hizo tales
impresionantes progresos en la ciencia de la naturaleza, si ninguno, no diría
notable, pero si quiera igual a él por el período de tres siglos. “La lista de
sus trabajos publicados es suficiente vindicación del cargo de abandono de la
teología y las Sagradas Escrituras. Por otro lado, expresó contento por todo
aquello que sabía a encanto o al arte de la magia: "Non approbo dictum
Avicennae et Algazel de fascinatione, quia credo quod non nocet fascinatio,
nec nocere potest ars magica, nec facit aliquid ex his quae timentur de
talibus" (Ver Quétif, I, 167). Es evidente desde su propias palabras, que no
era posible hacer oro por alquimia o por el uso de la piedra filosofal: “El
arte sólo, no puede producir una forma sustancial” (Non est probatum hoc quod
educitur de plumbo esse aurum, eo quod sola ars non potest dare formam
substantialem -- De Mineral., lib. II, dist. 3). Roger Bacon y Alberto
probaron al mundo que la Iglesia no se oponía al estudio de la naturaleza que
la ciencia y la fe pueden ir de la mano; sus vidas y escritos enfatizaron la
importancia de la experimentación y la investigación. Bacon fue infatigable y
osado en la investigación; en ciertos momentos, también, su crítica era aguda.
Pero, de Alberto dijo: "Studiosissimus erat, et vidit infinita, et habuit
expensum, et ideo multa potuit colligere in pelago auctorum infinito" (Opera,
ed. Brewer, 327). Alberto respetaba la autoridad y las tradiciones, era
prudente al proponer los resultados de sus investigaciones y, por lo tanto
“contribuyó mucho más que Bacon en el avance de la ciencia en el siglo XIII” (Turner,
Hist. De la Filosofía). Su método para tratar las ciencias fue histórico y
crítico. Reunió en una vasta enciclopedia todo lo conocido en su tiempo, y
luego expresó sus opiniones, principalmente bajo de forma de comentarios sobre
los trabajos de
Aristóteles. A veces, sin embargo,
vacilaba, y no expresaba su opinión, probablemente porque temía que sus
teorías, las cuales eran avanzadas para su época, pudieran crear sorpresa y
ser ocasión de comentarios desfavorables."Dicta peripateticorum, prout melius
potui exposui: nec aliquis in eo potest deprehendere quid ego ipse sentiam in
philosophia naturali" (De Animalibus, circa finem). En Augusta Theodosia el
excelente trabajo de Drane sobre "Escuelas Cristianas y Pupilos” (419 sqq.)
hay algunas interesantes notas sobre “algunas visiones científicas de Alberto
que muestran cuánto le debió a su propia observación sagaz del fenómeno
natural, y cuán avanzado estaba en relación a su tiempo...” Hablando de las
Islas Británicas, aludía a la comúnmente recibida idea que otra Isla – Tile o
Tule – existió en el Océano Occidental, inhabitado por razón de su terrible
clima “pero el cual” decía, tal vez aún no ha sido visitado por el hombre”.
Alberto dio una elaborada demostración de la esferidad de la tierra; y se ha
mencionado que su visión en este tema eventualmente condujo al descubrimiento
de América (cf. Mandonnet, in "Revue Thomiste", I, 1893; 46-64, 200-221).
(ibid., 1 P., tr. 1, quaest. 6). Contra el racionalismo de Abelardo y sus seguidores, Alberto puntualizó la distinción entre las verdades naturalmente conocibles y los misterios (ejemplo, La Trinidad y la Encarnación) las cuales no pueden ser sabidas sin la Revelación.
(ibid., 1 P., tr. III, quaest. 13). Hemos visto que escribió dos tratados contra el Averroísmo, los cuales destruyeron la inmortalidad individual y la responsabilidad individual, al enseñar que hay una alma pero racional para todos los hombres. El Panteísmo fue refutado junto con el Averroísmo cuando la verdadera doctrina de los Universales, el sistema conocido como el Realismo moderado, fue aceptado por los filósofos escolásticos. Esta doctrina fue basada por Alberto sobre la Distinción del universal ante rem ( una idea o arquetipo en la mente de Dios) in re (existente o capaz de existir en muchos individuos) y la post rem (como un concepto abstraído de la mente y comparado con los individuos de los cuales puede ser predicado)
"Universale duobus constituitur, natura, scilicet cui accidit universalitas, et respectu ad multa. qui complet illam in natura universalis" (Met., lib. V, tr. vi, cc. v, vi). A.T. Drane (Madre Raphael, O.S.D.) dá una notable explicación de estas doctrinas (op.cit. 344-429). Aunque seguidor de Aristóteles, Alberto no abandonó a Platón: "Scias quod non perficitur homo in philosophia, nisi scientia duarum philosophiarum, Aristotelis et Platonis (Met., lib. I, tr. v, c. xv). Sería errado decir que fue meramente un “simio” (simius) de Aristóteles. En el conocimiento de las cosas Divinas, la fe precede la comprensión de la verdad Divina, la autoridad precede a la razón (I Sent., dist. II, a. 10); pero las materias que pueden ser conocidas naturalmente, un filósofo no debe mantener una opinión la cual él no esté preparado a defender con la razón (ibid., XII; Periherm., 1, I, tr 1, c i). La Lógica, de acuerdo a Alberto, es la preparación de la enseñanza de la filosofía de cómo debemos usar la razón para pasar de lo desconocido a lo conocido:
"Docens qualiter et per quae devenitur per notum ad ignoti notitiam" (De praedicabilibus, tr. I, c. iv). La filosofía es o contemplativa o práctica. La filosofía contemplativa abraza la física, matemáticas y metafísica; la filosofía práctica (moral) es monástica (para el individuo) doméstica (para la familia) o política (para el estado o sociedad). Excluyendo la física, ahora un estudio especial, los autores de nuestro tiempo aún retienen la vieja división escolástica de filosofía a lógica, metafísica (general y especial) y la Ética.
D.J. KENNEDY
Transcrito por Kevin Cawley
Traducido por: Carolina Eyzaguirre A.