IRRENUNCIABLES UTÓPICOS EN LA EDUCACIÓN
Propuestas e interrogantes
Jesús Renau
Sumario
Introducción
0. Presupuestos
a) La sociedad dual afecta profundamente las relaciones
humanas
b) Lo irrenunciable utópico en la educación
1. El valor de la utopía en la educación
2. La personalización del alumno
3. La democratización de la escuela
4. Oferta de una cultura alternativa
5. Valoración del entorno
Bibliografía
GRUPO DE TRABAJO
- ARIZA, Carles. Médico, especialista en medicina escolar.
- BADIA, Montserrat. Maestra.
- CANO, Xavier. Ingeniero industrial. Profesor de formación
profesional.
- CORTÉS, Miquel. Licenciado en Pedagogía.
Profesor de formación profesional. Jesuita.
- GUINDULAIN, David. Estudiante de Psicología. Jesuita.
- IRIBARREN, Teresa. Licenciada en Filosofía. Directora de BUP y
COU.
Religiosa del Sagrado Corazón.
- MONTFERRER, Josep Maria. Maestro. Consiliario nacional de la
HOAC. Escolapio.
- MONTOBBIO, Margarita. Bióloga. Profesora de BUP.
- RENAU, Jesús. Delegado de Pastoral de los jesuitas de Cataluña.
Profesor de BUP. Jesuita.
- SAINZ, Consuelo. Licenciada en Filosofía. Profesora de BUP y
COU.
Religiosa del Sagrado Corazón.
- SUÑOL, Mercè. Asistenta social. Educación de adultos.
- VIVES, Joan Enric. Licenciado en Filosofía. Consiliario de Justicia y
Paz. Sacerdote.
INTRODUCCION
Durante todo un curso, un grupo de reflexión pluridisciplinar ha
estado tratando sobre los irrenunciables utópicos del mundo de la
educación en el momento actual. Ha sido un trabajo laborioso.
También apasionante. Partíamos de una documentación analizada
previamente por cada uno de los componentes del grupo, y que
servía de guión para una conversación. Todo fue quedando grabado
y, a partir de estas grabaciones, hemos redactado este cuaderno, que
viene a ser una continuación de nuestro anterior trabajo Retos e
interrogantes (n.16).
Es evidente que el profundo cambio social y cultural que estamos
viviendo, en gran parte como consecuencia de las crisis económicas
de los años setenta y ochenta, tiene unas importantísimas
repercusiones en las relaciones humanas, especialmente en la familia
y la escuela. La mentalidad y el talante de los niños y jóvenes son un
claro indicativo de este cambio. Por otra parte, cada día se habla más
del fin de las utopías y de los idealismos, que durante muchos años
han conducido a verdaderas calamidades sociales. Se dice que
vivimos en mundo concreto al que hay que aceptar y en el que cada
uno ha de tratar de sobrevivir de una manera digna, colaborando en
el bien común realista, sin dejarse atrapar por unas visiones
generales que nos distancian de la realidad del «ahora» y «aquí»,
que es lo único posible.
Muchos de nosotros, sin embargo, cuando éramos más jóvenes,
vivimos una lucha en la que las utopías eran el motor constante de
disconformidad y enfrentamiento dentro de las dimensiones sociales,
políticas, religiosas y estructurales. Parece que, poco a poco, todo ha
ido cambiando, que nos estamos quedando a medio camino, que no
se prevee ninguna salida para aquella utopía del hombre nuevo en un
mundo nuevo. ¿Se impone el pragmatismo realista?
¿Hasta qué punto hemos de bajar el listón? ¿Tenemos los
educadores unos irrenunciables utópicos? ¿Es todo tan relativo? Este
es el problema. También lo es el llegar a una formulación clara del
mismo.
Ofrecemos los resultados provisionales de nuestros debates. Y si
decimos provisionales es porque tenemos la convicción de que son
modificables. No entendemos las utopías como algo dogmático; al
contrario, las entendemos como una realidad que nace de la persona
y de la colectividad, que intenta modificar, cambiar, revolucionar las
situaciones ancladas en la inercia. Es posible mejorar. Es deseable y
urgente.
0. PRESUPUESTOS
Presentamos, en primer lugar, de forma parcial y muy esquemática,
una visión global del modo como la actual sociedad afecta
profundamente las estructuras relacionales, que son de tanta
trascendencia en un mundo educativo.
En segundo lugar, una breve reflexión sobre el valor de las utopías
en general y su aplicación al ámbito educativo.
Estos dos presupuestos sirvieron de base para construir toda
nuestra búsqueda. De ellos han surgido los cinco puntos concretos de
propuestas e interrogantes, que son el núcleo central de nuestro
escrito .
0.1. LA SOCIEDAD DUAL AFECTA PROFUNDAMENTE LAS
RELACIONES HUMANAS
I
No hace muchos años se empezó a hablar de la sociedad dual;
parecía una hipótesis posible y lejana. Hoy día estamos de lleno en
ella. La mayor parte de los países de Europa, los EEUU y el Japón
viven ya la sociedad dual: es decir, una sociedad dividida en dos
sectores, uno mayoritario y otro minoritario. El primero goza de
bienestar y de las ventajas de un mundo superdesarrollado. El
segundo, subdividido en grupos de pobreza, miseria, marginación y
lumpen, representa la escoria del sistema, la presencia, aquí, de un
tercer y cuarto mundo. El hecho de que jamás pueda ganar unas
elecciones democráticas lo abandona a su suerte y a la voluntad
caritativa o altruísta de las mayorías. Es cierto que pueden ser
millones de personas las que en la sociedad dual constituyan bolsas
de pobreza, pero el sistema se siente seguro. La democracia asegura
la continuidad.
Hemos llegado a este modelo de sociedad como consecuencia del
proceso histórico de las dos crisis económicas, la de los años setenta
y la de los ochenta.
La crisis de los setenta tuvo como desencadenante la energía, y
más concretamente el cambio de precio del petróleo, que arrastró a
una subida generalizada de los costos y a una pérdida del beneficio
excedente de los capitales invertidos. La crisis de los ochenta tiene
como desencadenante la revolución tecnológica que está
configurando una nueva sociedad, unos nuevos valores y
dependencias, y un futuro incierto, pero radicalmente distintos de los
que soñaron los constructores de la modernidad.
No es este el lugar de analizar las causas estructurales de las dos
crisis, su correlación y sus consecuencias a nivel económico. Hoy día
disponemos ya de estudios serios sobre este tema. Nuestro intento
parte, sin duda alguna, de estas realidades, pero se proyecta
fundamentalmente sobre el sector educativo, ampliamente implicado
en el cambio histórico que nos toca vivir.
Es importante, desde la perspectiva de nuestro trabajo, destacar
dos dimensiones de la crisis: el papel que está jugando la estrategia
económica del capital multinacional, y las ideologías conservadoras e
involucionistas que amparan y acompañan estas estrategias.
Estrategia neoliberal capitalista
Desde el principio de la crisis de los setenta la estrategia del
sistema económico, como es lógico, se fue centrando en recuperar el
excedente de beneficio, frenando las pérdidas y aumentado, de cara
al futuro, los beneficios. Esta política global se concretó en unos
objetivos bien definidos y concretos: reducción de costos, incremento
de la productividad, mundialización de mercados, debilitamiento de la
presión social y sindical, descentralización productiva, flexibilización de
plantillas, y renovación tecnológica.
Hoy día constatamos que esta estrategia, gracias en gran parte a la
entrada masiva de nuevas tecnologías, no solamente ha conseguido
la recuperación de los excedente anteriores a la crisis, sino que
además ha entrado en una nueva fase expansiva de alta
rentabilidad.
El precio de todo esto lo está pagando el pueblo con millones de
parados, incertidumbre de trabajo fijo, pérdida del valor adquisitivo,
economía sumergida, miseria y marginación.
Ideologías involucionistas
Paralelamente a esta estrategia económica, hace ya años que
constatamos un retorno a posiciones ideológicas conservadoras. El
neoliberalismo se ha apoyado siempre en el conservadurismo:
constituye su soporte y su justificación. Pero en la situación actual no
se trata de una vuelta global a la ideología conservadora, sino que la
secularización de la sociedad, el consumismo y el predominio de la
subjetividad han modelado un nuevo estilo de derechas (distanciado
de la moral clásica) tolerante, permisivo e incluso con cierto aire
nihilista.
Signos evidentes de esta nueva situación podrían ser: la conciencia
dominante sobre la necesidad de reforzar el principio de autoridad, la
exégesis occidentalista del análisis mundial, la ética de la seguridad,
el reagrupamiento de los sectores más ultras y el dominio del
personalismo político sobre las programaciones y propuestas.
Valores en plena expansión son: intimismo personalista,
subjetividad, inmovilismo social, mantenimiento del orden, filantropía
asistencial, convicción profunda de la imposibilidad de cambio real,
etc.
II
Los cambios económicos, tecnológicos y culturales están
produciendo una profunda transformación en las relaciones humanas
en las estructuras organizativas del mundo del trabajo, de la familia y
de la escuela y, en consecuencia, en las mismas personas. Si esto
afecta a todas las generaciones que somos hoy protagonistas de la
historia es, sobre todo, en las más jóvenes donde se palpa de forma
más peculiar y sensible.
Consecuencias en el ámbito laboral
La primera y mas importante es el paro. Los cálculos de futuro no
son demasiado optimistas. El paro se está convirtiendo en una
necesidad para un sistema económico que debilita la reivindicación
social. La amenaza del paro frena toda postura radical y fomenta la
insolidaridad.
Otras consecuencias para el mundo laboral son el debilitamiento de
muchos puestos de trabajo, sometidos a contratos de renovación
temporal, la formación del corporativismo de los diversos sectores
laborales, que defienden sus intereses desconectada e
insolidariamente, la pérdida de todo tipo de control e intervención en
la marcha de las empresas, teniendo en cuenta la complejidad de los
procesos y la precariedad de los puestos de trabajo, la disminución de
los gastos sociales, que poco a poco se van privatizando y reduciendo
sus prestaciones generales, etc.
Consecuencias familiares
Señalamos sobre todo las que se derivan del paro, tanto en la
relación de la pareja como en el hecho de la desocupación del
hombre, y el trabajo de la mujer fuera de casa; nos referimos también
a las relaciones difíciles entre padres e hijos desocupados o con un
trabajo precario, que no les permite establecerse por su cuenta.
El aumento del trabajo sumergido dentro del hogar, que se
convierte en taller familiar, es una consecuencia importante que
modifica las relaciones familiares y afecta, con frecuencia, a los niños
en edad escolar.
Se puede añadir: una nueva valoración del trabajo, no ya como
centro de la vida, sino como medio de ganar dinero para vivir,
valoración del momento presente, como única realidad que vale la
pena, reclamo al consumismo, que se presenta como una salida de
felicidad inmediata, dificultades de comunicación, disminución
obligada del número de hijos, etc.
Consecuencias a nivel escolar
No hace falta decir que todo lo que acabamos de explicar respecto
al mundo laboral y al entorno familiar repercute en los ámbitos
escolares que son caja de resonancia de estas situaciones.
Encontraremos todo tipo de consecuencias, desde el nivel afectivo y
relaciones con los compañeros y educadores, hasta la desmotivación
para el trabajo escolar, pasando por la dispersión, el aumento de
agresividad y el hecho bastante reciente de un cierto avance del estilo
adolescente en la edad infantil.
La escuela como institución tiene, hoy día, una tarea muy pesada,
complicada y agobiante para los educadores, ya que son los niños y
los adolescentes los que más acusan las consecuencias de una
sociedad explotadora y hedonista, que manipula a los ciudadanos
desde muy pequeños, sin buscar su formación integral, sino
utilizándoles como posibles consumidores de la máquina económica.
0.2. LO IRRENUNCIABLE UTOPICO
I
Existe una corriente de pensamiento que en la actualidad habla
mucho de la muerte de las utopías. Son los maximalismos los que han
arrastrado a millones de personas y han conducido a unos modelos
autoritarios inhumanos y destructivos. ¿Cómo podemos confiar, hoy
día, en aquellas visiones ideales que nos desmarcan del momento
actual y manipulan la realidad hacia un sueño imposible de realizar?
Es saludable que no exista la utopía.De este modo no será necesario
sacrificar el presente, que es lo único que realmente vale, para llegar
a un hipotético futuro. No será necesario que nos refugiemos en un
escondrijo mítico y casi religioso que nos separa de la historia real.
Bajemos del cielo utópico a la tierra real y concreta.
Es necesario aceptar la crítica que estas posturas antiutópicas
hacen de tantas palabras biensonantes, de tantos ideales simplistas y
euforias maltrechas por los egoísmos y la explotación de los
conductores de masas. Nadie puede negar que bajo muchas utopías
se esconden inconsciente o conscientemente trampas y engaños que
han destrozado la existencia, sumergiéndola en el desencanto y el
fatalismo.
Pero si mantenemos los ojos abiertos a la realidad, veremos que la
sociedad posmoderna, que rechaza las utopías, no nos ofrece
ninguna perspectiva atrayente, ni ningún tipo de satisfacción profunda
que supere el gran vacío existente. La cultura del miedo se agudiza
una vez más. Las culpabilidades poco definidas, la interiorización de
las trampas de todo tipo que lleva consigo el ritmo tecnológico y la
potencia destructiva en manos de personas sin una ética seriamente
fiable, el riesgo, la amenaza permanente de la falta de seguridad, el
vacío producido por el consumismo, la falta de relación profunda, etc.,
estos y muchos otros son los rasgos de la cultura del miedo.
Por otra parte, domina la cultura del más puro individualismo. Es el
sistema mismo el que crea esta dimensión individualista de la
existencia cuando fomenta el elitismo, la necesidad de refugiarse en la
vida privada, el descrédito de todo lo que significa socialización y la
continua reducción, en el proceso laboral, de las capacidades
humanas. Un consumo aturdidor se encarga de procurar expresión y
salida a la subjetividad.
Domina el pragmatismo de lo que es posible. Los márgenes reales
parecen muy limitados. La gente tiene la sensación de que el espacio
de un posible cambio es escaso. Y sospecha, por lo tanto, de
cualquier visión o programación global que busque un reforma
radical.
Consecuencia de todo esto son unas condiciones de vida
asfixiantes y un sistema que lentamente se va degradando y va
degradando su entorno, la cultura y el futuro.
Sentido y valor transformador de la utopía
Ante todas estas realidades, que no son sino una breve muestra del
modelo humano y social de la sociedad, convendría quizás recuperar
y resituar el sentido y el valor de las utopías.
La utopía nace de la crítica de la realidad, postula una actitud no
conformista, que no pacta con el mal, con la injusticia o la miseria. La
persona utópica nunca suscribirá, desde su fe, un proyecto absurdo,
como es el que actualmente estamos padeciendo. Dirán que su visión
de un mundo justo es absurda, pero para ella lo que es absurdo e
intolerable es la realidad misma de explotación, vacío y miseria de la
sociedad dual.
Es, por lo tanto, la situación real la que nos exige ir más allá. Este ir
más allá es una de las características de la crítica utópica frente a la
crítica que se limita a constatar unos hechos lamentables, a tomar
nota de ellos y a aceptar que no existe remedio. La crítica utópica, en
cambio, realiza la función de motor de transformación y de cambio.
Sabe que existen posibilidades no ejercitadas, capacidades y fuerzas
escondidas o dormidas que pueden ponerse en marcha si reciben el
impulso profundo de una crítica real.
Es evidente que el talante crítico utópico está enraizado en la fe no
necesariamente intelectualizada, de que las cosas, la realidad, es
transformable y que ha habido transformaciones en la historia de la
humanidad. No partimos de la nada. Somos continuadores de un
progreso realizado por hombres, y que a través de grandes errores,
de idas y venidas, poco a poco y paso a paso, va abriendo un camino
de justicia y libertad. El éxito, sin embargo, no es seguro, ya que las
capacidades destructivas actuales pueden acabar con todo. El
hombre utópico tiene, por lo tanto, una confianza histórica
fundamentada en la libertad.
El talante utópico posee una gran capacidad de acción para
abandonar las inercias que nos impone el sistema, para irse
desmarcando de los mecanismos de la sociedad dual, para hacer una
crítica a la modernidad ilustrada y a los frutos reales del socialismo
histórico, y para iniciar un proceso hacia un futuro no predeterminado
por la opresión y deshumanización del sistema.
Esta fuerza proyectada hacia el futuro necesita encontrar símbolos
que condensen en forma de proyectos concretos, la capacidad
progresista de lucha que posee. Estos proyectos simbólicos son muy
relativos y nunca llegarán a hacerse presentes de la manera como
fueron concebidos y sentidos. Pero habrán servido para romper la
opresión del sistema actual, para discernir en la acción los caminos de
una forma nueva de vivir y de hacer sociedad, y alimentar la lucha y
los sacrificios de todo tipo que ella comporta, y para comenzar a
construir un orden social más justo.
Irrenunciables utópicos del mundo escolar actual
Llegados a este punto, nos preguntamos cuáles son los
irrrenunciables utópicos en la educación ahora y aquí. Es decir, se
trata de constatar unos mínimos sin los cuales creemos que es
imposible educar.
Las respuestas pueden ser, evidentemente, muy variadas y estarán
siempre condicionadas por las realidades personales y las situaciones
ambientales de aquellos que se las han formulado. Nosotros, que nos
lo hemos preguntado, aportamos nuestra respuesta y le damos el
valor de una opción buscada, discutida y valorada por el consenso del
grupo de educadores que lo trabajamos. Puede tener, por lo tanto, un
sentido de síntoma, de testimonio, de debate abierto o de
provocación; pero responde a la realidad tal como la vivimos
conscientemente y con responsabilidad. No nace de un análisis
teórico, sino de una vida activa reflexionada en grupo.
Estos irrenunciables educativos han sido:
1. El valor mismo de la utopía en la educación.
2. La personalización del alumno.
3. La democratización de la escuela.
4. La oferta de una cultura alternativa.
5. La valoración del entorno.
Sobre cada una de estas realidades querríamos presentar, una vez
formulado convenientemente el tema, unas propuestas y unos
interrogantes con el fin de que los lectores encuentren un camino de
búsqueda personal o de grupo.
1. EL VALOR DE LA UTOPIA EN LA EDUCACION
1. PLANTEAMIENTO
Nuestra sociedad y el futuro de la humanidad no son ni serán el
resultado de predeterminismos, sino que son modificables; lo son
también la escuela y el sistema educativo. Ahora bien, estos cambios
tendrán su origen en personas convencidas de que el progreso está
movido por una visión y una fuerza transformadoras, que arraigadas
en la realidad, se proyectan hacia unas visiones diferentes y mejores,
que pueden irse haciendo posibles. A estas visiones de futuro,
motores de cambio, las llamamos utopías. Hay que recuperar el
sentido utópico en el mundo educativo.
La utopía es realista porque responde a una forma real del ser
humano. La capacidad de soñar, de imaginar una escuela diferente,
nace cada día frente a las dificultades y la dureza de la tarea
educativa. No podemos detener o ridiculizar la utopía sin negar algo
muy esencial a la persona humana. Quizás es el mejor espacio de
nosotros mismos, el que no se deja sumergir en la vulgaridad y el
conformismo dominantes.
Partimos de márgenes reales, de los no determinismos, que están
ahí, porque consideramos que hay muchas cosas modificables y
mejorables en el sistema educativo. Seguramente nos resulta mucho
más importante fijarnos en el camino a seguir que en las finalidades
últimas. El progreso se hace en el «cómo» de todos los días, en el
talante personal y colectivo, en nuestra relación con los niños y
adolescentes.
2. INTERROGANTES
No podemos negar que el valor de la utopía, tan esencial para la
vida de la escuela y para el progreso de todo el sistema educativo,
plantea muchos interrogantes.
1. ¿Cómo hacer inteligible la esperanza de un cambio real y posible
en unos ámbitos educativos en los que muchos de los niños vienen
marcados por la miseria, la marginación o el vacío generalizado?
2. ¿Cómo encontrar entre los maestros, en estos momentos
históricos, personas capaces de recuperar la dimensión
transformadora y utópica, cuando después de una larga lucha tienen
la impresión de estar peor que antes? ¿Cómo detectar a estas
personas? ¿Cómo compartir las inquietudes?
3. ¿Los educadores, experimentan de alguna manera en su propia
vida las dimensiones utópicas que quieren transmitir, o permanece
todo a otro nivel, al margen de su mundo personal, como un añadido
sin fundamentos interiores?
4. ¿Es necesario pasar por el desencanto en el trabajo por la
utopía, o la visión misma de progreso y de humanidad nueva es capaz
de dinamizar a la persona sin necesidad de pasar por una etapa de
desesperanza?
5. ¿Cómo podemos educar, teniendo en cuenta la utopía, sin ir, al
mismo tiempo, contracorriente de todo aquello que el niño ve y palpa
en su casa y en los ambientes en los que se mueve?
6. ¿Qué consideramos como más prioritario y urgente: formación
(supone talante utópico) o información (responde a la demanda
social)? ¿Cómo equilibrar los dos aspectos?
3. PROPUESTAS
Estos interrogantes y otros que podríamos añadir muestran las
grandes dificultades que puede plantear, hoy en día, una educación
que tenga la utopía, tal como la hemos definido, como punto de
partida, y que conduzca hacia un progreso. Es, por lo tanto, necesario
añadir, a estas cuestiones una serie de propuestas concretas.
1. Encontrar el sentido de la tarea diaria
No hay utopía posible si no nace de la realidad del ahora y aquí, de
la tarea escolar diaria. Es por lo tanto fundamental que el educador y
el equipo de educadores recuperen la ilusión de su trabajo normal, de
la preparación de las clases, de la marcha diaria de la escuela, de la
revisión periódica, etc. Recuperar todo esto es fundamentar la utopía
sobre una base sólida.
2. Aceptar el riesgo de la novedad
La utopía se va realizando a través de caminos que no están
prefijados, que se escapan en gran parte de todo lo que es habitual y,
por lo tanto, el educador utópico tiene que aceptar el riesgo que
comporta cada paso. Seguramente se equivocará. Será necesario
reconocer el fallo y rehacer el camino. No cerrarse definitivamente. El
seguir haciendo «lo de siempre» sería evidentemente un error
fundamental y definitivo.
3. Una innovación continua
Los cambios no pueden ser sensacionales y estridentes. Estas
actitudes no acostumbran a ser duraderas y provocan una reacción
innecesaria. La renovación ha de ser continua, sin paradas y sin
grandes velocidades.
4. Capacidad de proyectar
Una escuela no puede limitarse a dar respuesta únicamente a lo
inmediato, como si quisiera salir al paso a medida que se le van
presentando los problemas. No hay que cansarse de hacer proyectos.
Vale la pena sentarse, escuchar, hablar, imaginar y valorar, aunque
de momento parezca que todo esto no sirve para nada. Nuestros
proyectos han de ser, además, consensuados y evaluados por parte
de todos.
5. Descubrir la capacidad utópica de cada persona
La capacidad de vibración por una determinada dimensión de la
vida, un valor, una realidad, etc., revela al educador la posibilidad de
desarrollo del alumno. Es necesario detectar, por pequeña que sea,
esta semilla utópica. Es necesario descubrir qué es lo que la ahoga.
Si esto se logra, el progreso ya es posible.
2. LA PERSONALIZACION DEL ALUMNO
1. PLANTEAMIENTO
Nuestra tarea educativa ha de crear procesos de personalización
frente a la cultura dominante del miedo, del individualismo y el
pragmatismo. Todos los niveles educativos tienen que ser
personalizados, porque todo debe ayudar al libre desarrollo de los
seres humanos. Será necesario, por lo tanto, adecuar la misma
programación a las diversas situaciones personales. El seguimiento
del alumno ha de hacerse también en el terreno de la relación y la
comprensión, evitando todo burocratismo y reduccionismo a datos
anónimos desprovistos de aliento personal. La evaluación ha de
seguir, evidentemente, el mismo parámetro. Es injusto y absurdo
evaluar a las personas negando, de hecho, la realidad de cada una.
La personalización educativa es ya una forma de crear un mundo
alternativo, es una lucha real contra el sistema.
2. INTERROGANTES
Se nos plantean, también en este punto, gran número de
interrogantes que cuestionan seriamente una línea como la que
estamos trazando.
1. ¿Cómo superar el impacto despersonalizador que desde todas
partes va modelando la mente, los sentimientos y los hábitos de los
niños, creando un ser masificado, consumista y coordinado a los
intereses económicos?
2. Por otra parte, existe hoy en día una tendencia hacia el
individualismo. Esto puede resultar contradictorio con la masificación,
pero no lo es en absoluto, ya que dentro del consumismo y la
sociedad dual se fomenta el subjetivismo. ¿Cómo transformar esta
corriente subjetivista en un proceso de personalización y, por lo tanto,
de afirmación del ser humano, precisamente desde la solidaridad y la
capacidad de salida de sí mismo hacia los otros?
3. ¿Cómo, los educadores, nos vamos haciendo personas capaces
de descubrir los elementos personales, auténticos, originales de
nuestros alumnos en medio del desorden del desarrollo nada
armónico de su personalidad?
4. ¿Ayudamos realmente a que aumente en ellos la confianza en
ellos mismos, como motor de recuperación, de superación y de
esperanza en el futuro?
5. ¿Educamos para escuchar a los demás? La recepción personal
del otro, de su vida, de sus formas de actuar y de sentir, se convierte
en una condición indispensable para encontrarse a sí mismo. Siempre
«nos construimos» con los demás.
6. La personalización no puede hacerse al margen de un sistema
de valores. No consiste únicamente en el buen funcionamiento del ser
humano, como una máquina, sino que tiene que llegar a descubrir el
sentido de la propia vida, la orientación hacia lo que es justo y bueno.
¿Cómo llegar a descubrir una escala de valores válida para todos y
capaz de ser base de convivencia, de estima y de respeto?
3. PROPUESTAS
A todos estos interrogantes añadimos también una serie de
propuestas que ayuden a concretar y descubrir caminos.
1. Una personalización que comienza por uno mismo
Si nos preguntamos qué es lo que real y verdaderamente podemos
ofrecer a los niños y jóvenes de la escuela, la respuesta no puede ser
otra que nuestra propia persona. En el trabajo educativo cada vez es
más importante este intento de relación e impacto personal. Pero esto
exige por parte nuestra un respeto hacia nosotros mismos, un cultivo
continuo de todo lo que representa nuestro sistema de valores y
sentido de la vida. Hoy en día no podemos educar desde la
mediocridad o desde un trabajo que dificulte las posibilidades de
relación interpersonal.
2. Profundo respeto y amor al existente concreto
No es un tópico hablar hoy en día de la «cultura de la muerte», no
en el sentido de que ésta reciba atención y veneración, sino al
contrario, en el sentido de que la muerte provocada, violenta, evitable,
fomentada, divertida incluso, como descanso, etc., forma parte de
nuestra existencia. Se ha trivializado la muerte y se oculta el hecho de
morir. Frente a esto, es necesario potenciar al sujeto viviente, al
existente concreto, tal como lo tenemos, tal como es... este niño, esta
niña, que son personas irrepetibles, resultado de la evolución y
capaces de llegar a cimas de valoración y de plenitud. La vida real
frente a la muerte cotidianizada.
3. Lo que realmente interesa es el proceso educativo
Seguramente es necesaria una división en cursos, etapas, áreas,
horarios, programas, asignaturas, tiempos más intensivos y otros
menos intensivos, etc. Humanamente no podemos hacer las cosas de
otra forma. Pero corremos el riesgo de que cada una de estas
divisiones y subdivisiones quede separada de las demás, tenga una
importancia preponderante, sobre todo para el profesor sectorial, y
quede desconectada del conjunto. Por esto mismo, lo que realmente
nos interesa para personalizar es la globalidad del proceso, las
grandes líneas de fuerza, las interacciones y el plan general. Todo ha
de estar integrado y coordinado de forma que cada sector o división
esté en función del conjunto y del alumno. Interesa también el futuro
ciudadano, padre o madre, entendiendo que lo estamos formando.
4. Valoración de los pequeños detalles y de la cotidianidad
Son los pequeños detalles los que nos permiten y ayudan a valorar
y resaltar los elementos fecundos de la vida diaria. Esta valoración del
«pequeño mundo» del entorno, de los otros, de la tarea diaria, nos
ayudará a instrumentalizar medios para la personalización, y a
preparar al sujeto para el futuro. La vida es, sobre todo, normalidad,
se vive día a día, tiene unos espacios repetitivos de relación, de
trabajo y convivencia que se convierten en posibilidades reales para
formar a la persona. Con frecuencia, los grandes planteamientos
pueden esconder una huída de aquello que es realmente posible, que
es el detalle, la minucia cotidiana, de todos los días.
5. Utilización de recursos y ayudas técnicas
Todo lo que hemos dicho hasta ahora se mueve en el ámbito de los
planteamientos de fondo, de las actitudes fundamentales del
educador, sin las cuales no puede existir un verdadero trabajo
formativo. Pero la limitación personal, el número de alumnos, las
dificultades de todo tipo que viven actualmente las familias, las
desviaciones psicológicas a las que están sometidos no pocos niños a
causa del sistema meritocrático dominante, etc., hacen que el
educador tenga que tener a su alcance una serie de recursos
técnicos que le ayuden a realizar bien su trabajo. Valoramos, por lo
tanto, informes, datos, memorias, estudios psicológicos, tratamientos
especiales, reciclajes, etc., como instrumentos de colaboración con la
voluntad personificadora del maestro. Todos estos medios tienen
sentido utilizados en esta dirección. Pueden realizar, de hecho, un
servicio muy importante. Pero hay que añadir también que,
desvinculados del proyecto personalizador, se convierten en
elementos de discriminación capaces de potenciar a los más dotados,
hundir a los menos dotados y transmitir unas formas de opresión que
son la verificación educativa de los sistemas inhumanos de
funcionamiento de nuestra sociedad.
3. LA DEMOCRATIZACION DE LA ESCUELA
1. PLANTEAMIENTO
Como tercera dimensión, irrenunciable en el momento actual,
presentamos la necesidad de profundizar la práctica de la
democratización en todos los ámbitos sociales y asociativos y, por lo
tanto, en la escuela. La democratización real de una sociedad va
mucho más allá del «sistema político democrático».
Para poder educar hoy, cara a un futuro diferente, nuevo y justo, es
necesario avanzar en la democratización de todo el sistema escolar y
de cada uno de los centros; aunque previsible y necesariamente esto
suponga conflictos. Pueden darse incluso conflictos dolorosos. Es
necesario superar muchas inercias, muchos hábitos adquiridos desde
siempre, que actúan como resistencia a la democratización real. Es en
el conflicto, afrontado con madurez, de donde surgirán las actitudes
renovadas y las líneas de futuro.
La escuela, de una manera especial, puede presentar una
resistencia propia y de difícil salida, ya que no existe conciencia de
igualdad. Los maestros son los que han de transmitir la enseñanza a
unas personas que se están haciendo, los alumnos, y que por lo tanto
se encuentran en una situación de inferioridad y de dependencia.
Sería absurdo negar lo que hay de verdad en esta afirmación. Pero
creeemos que la democracia no niega las distintas realidades de los
seres humanos que se relacionan dentro de ella, sino que establece
unas formas concretas de funcionamiento en las que se reconocen
los derechos y los deberes, y en las que se hace difícil e imposible
toda dictadura y despotismo. Esto debe darse también en la escuela.
2. INTERROGANTES
También aquí son muchos los interrogantes que nos cuestionan. No
estamos en un camino fácil, a la hora de la verdad del cada día, tanto
por falta de práctica como porque existen cuestiones muy complejas.
1. ¿Sentimos los educadores nuestra tarea como un compromiso
real con la persona del alumno? La base de la democratización, su
fundamento, es el compromiso de cada una de las partes, en especial
la del profesor, como más responsable. Quizás no nos planteamos las
cosas desde esta perspectiva. ¿Entendemos nuestro compromiso y el
que tiene el alumno, a todos los niveles? ¿Se trata de compromisos
éticos, despersonalizados, etéreos o de compromisos entre
personas? Evidentemente entre personas. ¿Qué análisis hacemos,
desde esta perspectiva, del fracaso escolar? Seguramente si
profundizamos en la dimensión del compromiso maestro-alumno nos
llevará a unas consecuencias imprevisibles.
2. Los adultos, los educadores, ¿somos capaces de saber perder?
Una democracia supone perder. No siempre se gana. La norma
democrática da la razón a quien la tiene, según su modo peculiar de
funcionar, no según la edad o por el hecho de estar arriba. ¿Sabemos
perder, sabemos reconocer que nos hemos equivocado, que el
alumno puede tener razón? ¿Sabemos, por otra parte, formarlo en
esta dimensión?
3. ¿Cómo evitamos que el maestro claudique frente al colectivo con
frecuencia movido, si no manipulado, en el proceso democrático, por
personas que tienen una especial predisposición, pero que no
siempre tienen razón? Si pensamos en los años pasados
recordaremos las largas asambleas en que tres o cuatro personas
eran capaces, por agotamiento, de sacar adelante unas conclusiones
que no respondían a un verdadero debate sino a ganas de quedar
tranquilos de una vez. ¿Es esto democracia? ¿Es éste el modelo?
4. ¿Cuál es la distancia real que existe entre la toma de una
decisión, por parte del órgano personal o colectivo que sea, y su
llegada a la población que la ha de llevar a cabo? Evidentemente, si
esta distancia es amplia, intervenida o modificada a cada paso, todo
el organismo adopta una actitud de inercia cansada y lenta que
estorba y desmoraliza.
5. A la hora de concretar el derecho de pensamiento y opción
personal moral y religiosa que tiene todo educador, como persona, y
el derecho de manifestarlo ante un colectivo del cual forma parte, se
plantea un gran interrogante. Es una cuestión delicada, porque los
alumnos y su formación son prioritarios siempre, dentro de la escuela;
pero existen, evidentemente, legítimas discrepancias sobre lo que es
mejor para ellos y cómo se les puede educar mejor de cara a una
sociedad plural. Por otra parte, en las escuelas religiosas también hay
que tener en cuenta su ideario y el respeto que exige por parte de
todo el mundo, ya que se trata de una enseñanza de iniciativa social
libre.
6. ¿Cómo unir la democratización y la dirección? La dirección es sin
duda una condición importante para el buen funcionamiento de
cualquier colectivo que pretenda unos objetivos concretos,
determinados y condicionados a un proceso global. Esta es la
situación de una escuela. Es necesario que exista una dirección, es
necesario que sea responsable, que pueda organizar y decidir.
¿Cómo conjugar esta eficacia necesaria con una democratización de
todos los elementos, alumnos, claustro personal no docente y, en las
escuelas privadas, entidad titular?
3. PROPUESTAS
1. Aclarar el contenido de la democracia y de sus actitudes
Es fundamental, en un tema tan complejo, que quede claro el
funcionamiento interno concreto y real. Que para clarificarlo se
adopte, ya, un estilo democrático de proceder, que no sea el
resultado de la decisión de unas pocas personas. Y más importante
que el mismo funcionamiento organizativo es el cultivo de actitudes
democráticas como son: el diálogo, la participación, la tolerancia, la
crítica y la aceptación activa de lo que se ha decidido.
2. Encontrar las líneas de equilibrio para una participación efectiva
Una de las formas de expresar la democracia interna de un centro
es la participación, que puede promoverse en tres niveles:
informativo, consultivo y decisivo. Esta participación la realizan
diversos estamentos; cada uno de ellos ha de tener su forma propia
de participar. Es necesario encontrar y consensuar líneas de
equilibrio para que no se anulen los unos a los otros, sino que, al
contrario, sirvan para avanzar en el sentido de la totalidad.
3. Un proyecto común
Este es, sin duda alguna, uno de los puntos más complejos de la
democratización. Una escuela no puede tener muchos proyectos, sino
que tiene que llegar a un cierto proyecto común; sólo a partir de este
gran acuerdo puede ponerse en marcha el sistema democrático. Del
mismo modo que el Estado necesita una constitución, a la cual todos
estamos sometidos, y que está por encima de todos, aunque
modificable siguiendo unas determinaciones concretas, así también el
colectivo democrático tiene que llegar a un consenso límite y básico, y
realizarse dentro de este mismo consenso.
4. Todos los cargos lo son para un tiempo determinado y han de
ser renovables
Es evidente que una escuela tiene unos cargos de gobierno
elegidos según las leyes y el proyecto común y peculiar del centro.
Creemos que todos los cargos, sin excepción, han de serlo por un
tiempo determinado y han de poderse renovar, ya que ésta es una de
las dimensiones fundamentales de la participación democrática, que
impide el control por parte de unos pocos de todo el colectivo, y evita
que degenere en una cadena de órdenes y obediencia que margina
la aportación constructiva de cada personalidad.
5. Participación activa en la reforma escolar
La reforma escolar es, hoy en día, una urgente necesidad de la
sociedad. Es necesario que todas las escuelas, y dentro de ellas
todos los estamentos, participen en la preparación y el debate sobre
la reforma. Nos afecta a todos.
4. OFERTA DE UNA CULTURA ALTERNATIVA
1. PLANTEAMIENTO
Frente a la cultura dominante, que nace y se nutre del sistema
neoliberal capitalista y lo justifica, es necesario buscar y potenciar
elementos de cultura alternativa. El sistema actual aliena a la persona,
haciéndola insolidaria, individualista, centrada en el propio placer y
satisfacción. Es el hombre «unidimensional» del que ya nos habló
Marcuse hace años. El sistema actual enfrenta a las clases sociales
en una lucha sorda y fratricida; la gente muere a causa de la miseria,
paro, droga y marginación. Tiene un concepto muy claro, y lo
transmite por todos los medios, de la importancia del dinero y del
dominio. En definitiva, no lleva a ninguna parte; crea, como hemos
repetido muchas veces, la «sociedad del gran vacío».
Una cultura alternativa significa otra forma de valorar la vida
personal y la vida social. Crear un nuevo sistema de valores, una
ética, una moral humanista, en la que la justicia, la solidaridad, la
libertad, la gratuidad, la atención a los menos favorecidos se
convierten en principios activos de relación, organización y
convivencia humana.
Para una escuela, este enfoque es irrenunciable. No puede
inhibirse de un desafío histórico como éste, porque sería claudicar de
su misión fundamental que es la formación de las personas cara al
futuro.
2. INTERROGANTES
También aquí son numerosos los interrogantes, y algunos muy
difíciles de enfocar, ya que no puede prescindirse de todo el ambiente
en el que los niños viven y han vivido desde pequeños, y que los lleva
a una forma de ser muy concreta. Ir contra corriente, sin romper los
niveles de adaptación y estima de la realidad es, en la actualidad, un
auténtico arte. Pero, por mucha dificultad que suponga, se nos
presenta como urgente
1. En un ambiente que lleva a la pasividad, la cuestión más
importante es cómo combatir esta pasividad que constatamos en los
niños y los jóvenes. Su origen lo encontramos en la valoración de lo
inmediato, la urgente satisfacción del capricho que, una vez
satisfecho, queda reducido a nada y anula el valor esfuerzo. La
convicción generalizada de que muchos de los principales problemas
no tienen solución, de que no vale la pena preocuparse por darles
una respuesta, lleva también a la pasividad.
2. La disminución de la población infantil, especialmente entre los
medios sociales más acomodados, que contribuye a que los niños
estén más mimados, que tengan de todo, que sean atendidos hasta
en las cosas más caprichosas a causa de sus mismas exigencias
fomentadas por el consumismo, representa también un gran
interrogante al querer transmitir una cultura diferente. ¿Por qué?
¿Necesita el niño caprichoso otra cosa que satisfacer sus caprichos?
¿Cómo podríamos descubrir otros valores mucho más fundamentales
para la vida?
3. Intentando transmitir un sistema de valores alternativos a los que
hoy configuran nuestra sociedad, ¿damos seguridad a la persona?
Nosotros, adultos que hemos vivido largas luchas de todo tipo, quizás
hemos aprendido a vivir en la contradicción a encontrar en la soledad
uno de los recursos más fundamentales para una lucha tenaz y
duradera. Pero los niños de hoy, ambientados desde el principio en el
confort y en todas las facilidades posibles, no están preparados para
la contradicción social. Un sistema de valores diferente del que nos
propone el sistema creará, quizás, en su interior, una dualidad, una
especie de esquizofrenia moral que puede conducirlos a una notable
precariedad personal. ¿Cómo superar este escollo?
4. ¿Los educadores tenemos claro el sistema de valores
alternativos que queremos transmitir? ¿No somos nosotros los
primeros que estamos integrados en la realidad de hoy en día? ¿Qué
queremos, por lo tanto, predicar? ¿Aquello que no vivimos? Es cierto
que, en el fondo, participamos del vacío, pero las urgencias, las
inquietudes cotidianas, nos invitan a ir dejando sin plantear el fondo
de la cuestión. ¿Cómo podemos educar cara al futuro si no está ya
presente en nosotros, de alguna manera, esta posibilidad positiva y
constructiva?
3. PROPUESTAS
1. Programación eficaz sobre nuevos valores
Es evidente que la transmisión de valores pasa por el contacto
diario, por la relación personal, por el comentario espontáneo, etc. Sin
esto, que es lo que nace del corazón, no tiene sentido programar. Sin
embargo, dadas las circunstancias de una presión social, tan
penetrativa en los niños, es necesario que los educadores programen
unitariamente, en equipo, cuáles son los valores que han de
potenciar, y sobre todo cómo lo han de hacer. Entre estos valores
creemos que existen algunos que son muy urgentes: la gratuidad, la
crítica constructiva, el espíritu de equipo, la capacidad de
compromiso, etc.
2. Denuncia científica y descarada del capitalismo y el consumismo
Se tiene vergüenza de denunciar un sistema que produce unas
consecuencias tan negativas para el ser humano, para la convivencia
y la relación entre las clases sociales y los pueblos. Creemos que esta
actitud no es educativa. Es necesario denunciar con claridad lo que
en documentos de todo tipo, también de los últimos Papas, se ha
dicho sobre la maldad intrínseca del sistema dominante entre
nosotros. Evidentemente, una denuncia no significa demagogia, estilo
estridente e irritación. Una denuncia debe ser clara, científica,
razonada y, sobre todo, pedagógica, es decir, graduada, inteligible,
dialogante y por lo tanto modificable y testimonial.
3. Creación de espacios alternativos al consumismo
No podemos vivir únicamente a la defensiva y movernos solamente
a nivel de la crítica. Hemos de poseer la imaginación y la creatividad
necesarias para forzar unos espacios que signifiquen un contrapunto
al consumismo, y en los cuales los niños y los jóvenes palpen y vivan
que se están realizando de una forma mucho más positiva, y que vale
la pena no entrar en el juego consumista, porque de este modo el
hombre es más libre, lo pasa mejor y la vida adquiere un sentido
mucho más positivo.
4. Nuevos contenidos
Los contenidos de las programaciones responden a unas
valoraciones y formas muy concretas de entender el saber y la vida.
No afirmamos que todo sea negativo. Conviene, sin embargo,
aprender a examinar en los textos todo aquello que tiene una
auténtica importancia, etc., para descubrir su sentido profundo. No es
suficiente, sin embargo, esta función crítica de los contenidos, sino
que es necesario añadir a los mismos otros más cercanos a la vida, a
los intereses concretos de los niños en el mundo urbano o rural, etc.
En este proceso, los alumnos deben ejercer un protagonismo, no
solamente en cuanto a los métodos para que participen y de este
modo asimilen mejor, sino porque los mismos contenidos añadidos
sean mucho más adecuados.
5. Atender primordialmente a los métodos
Los métodos son más importantes que los contenidos. Es necesario
transmitir métodos de trabajo personal y colectivo. Esto lleva consigo,
sin duda alguna, modificaciones en la manera de enseñar, pero
superada esta dificultad pronto se podrá constatar que los niños que
parecían pasivos de hecho ya no lo son; al contrario, situados en
talleres colectivos y organizados a partir de su propia iniciativa, se
despiertan a la creatividad y recuperan centros de interés. Será
necesario modificar los horarios y las evaluaciones. Estas
modificaciones serán una muestra real y significativa de que estamos
trabajando para una cultura alternativa.
5. VALORACION DEL ENTORNO
1. PLANTEAMIENTO
La formación de la persona puede ser, cada vez más, ayudada
desde fuera de los ámbitos tradicionales, como la familia y la escuela,
sin que esto suponga negar el insustituible papel que éstas tienen. El
grupo natural, el barrio, el entorno geográfico pueden llegar a ser
elementos integradores de los jóvenes y de los niños; o, al contrario,
pueden anular parcial o totalmente la tarea educativa por bien hecha
que esté.
Estos factores, tan cercanos a la vida de los niños, y a los que
llamamos entorno social, se ven, por parte de no pocos educadores,
como un peligro y tienen un cierto recelo hacia ellos. Prescinden de
unas posibilidades complementarias que pueden, por este motivo,
convertirse en desintegradoras. Es por esto por lo que el entorno
provoca con frecuencia actitudes antisociales.
El espíritu y la imaginación educativas encuentran posibilidades de
modificar humanamente el entorno y convertirlo en una dimensión útil
para la formación del niño, por muy negativo que parezca primera
vista. De este modo podemos crear las bases de la valoración
asociacionista, de interés por el pueblo o el barrio, de actitudes
ecológicas, etc.
2. INTERROGANTES
Se nos plantean muchos interrogantes frente a esta dimensión
educativa que va más allá de los muros de la escuela y que se siente
capaz de integrar el entorno.
1. Existen entornos degradados profundamente, marginadores,
islas de miseria y de vicio; ¿no sería mejor sacar a los niños de todos
estos peligros, que casi necesariamente van a llevarlos a una vida
marginal, que intentar educarlos desde dentro? La respuesta a esta
cuestión es difícil; en primer lugar hay que examinar si esto es o no
posible, y en segundo lugar se deben calibrar las consecuencias de
un posible desarraigo del mundo en donde una persona ha nacido y
crecido.
2. El entorno, que nunca es un hecho estático sino que
continuamente está cambiando, es el resultado de múltiples fuerzas y
situaciones que para nada tienen en cuenta la función educativa.
¿Qué podemos hacer para darle esta dimensión educacional?
3. La separación real y psicológica de la naturaleza provoca en los
niños de las ciudades un desconocimiento del mundo vegetal, animal,
geográfico, etc., sobre todo en los que viven en los grandes
suburbios. ¿Cómo potenciar la necesaria relación con la naturaleza,
como ámbito espontáneo de la vida humana, o es que, quizás para
ellos, para los ciudadanos ya ha dejado de serlo?
4. Una de las dimensiones más importantes del entorno es el grupo
humano, la pandilla, que tiene sus leyes, su funcionamiento, su orden
y además una valoración concreta y cambiable; ¿cómo puede el
educador entrar en esta organización sin ser rechazado? ¿Es
necesaria su presencia directa? ¿Se puede educar desde fuera? La
función educativa ¿debe permanecer al margen del grupo
extraescolar?
5. ¿Qué modelos de identificación se dan en el entorno de los niños
y jóvenes? ¿Los conocemos? ¿Responden a las necesidades reales?
¿Son producto de tópicos consumistas? ¿Qué papel juega la
televisión?
3. PROPUESTAS
1. Superar la rigidez del sistema educativo
El entorno cada vez influye más y ejerce una mayor competencia a
la escuela. La escuela puede correr el peligro de cerrarse sobre sí
misma, hacerse isla. Esto puede ocurrir, sobre todo, en los sitios
donde el entorno está más degradado. La mayor parte de los
maestros trabajan solamente las horas obligatorias y desconocen la
realidad. Es necesario superar esta situación de rigidez y defensa
ante la penetración del entorno concreto en que se desarrolla el niño,
sobre todo mediante la relación con las familias.
2. La escuela debe ayudar a una crítica y a un compromiso de
cambio
Esta apertura hacia el entorno por parte de la escuela y de los
maestros, en modo alguno significa la aceptación de todo.
Precisamente, como centro de cultura y educación, deberá tomar
parte significativa en todo lo que represente un progreso. Es
necesario, por lo tanto, analizar los valores de todo tipo y las
situaciones que se produzcan. Crítica no significa solamente quedarse
en las dimensiones negativas.
3. Potenciar el uso positivo del tiempo libre
La escuela pretende educar, y los niños han de aprender a usar el
tiempo libre, de un modo positivo, capaz de convertirse en
personalizador y socialmente enriquecedor. Si esta educación ha de
ser real, es imprescindible que dentro de la escuela existan espacios
para el ocio en los que los niños sean guiados y formados.
4. Incorporación de grupos marginales
De nuevo pensamos especialmente en las escuelas de los barrios
más marginados, aunque no nos limitamos exclusivamente a ellas. Los
grupos espontáneos, las pandillas de todo tipo, no pueden existir al
margen o en contra de la escuela, ya que en parte el fracaso
académico ha ayudado a la marginación. Es importante que la
escuela como lugar de cultura, recreo, relación humana, intente de un
modo u otro relacionarse con estos grupos o, al menos, con los más
accesibles. Utilización de locales y espacios deportivos, talleres,
tareas de verano, salidas, etc., pueden ser elementos de
acercamiento.
5. Fomento del asociacionismo
El progreso del entorno es, en gran parte, resultado de la
capacidad asociativa de la gente. La presión sobre las autoridades,
sobre la administración, son la consecuencia, y, en la actualidad, son
ya los mismos responsables municipales o nacionales los que se
sienten obligados a responder a la demanda popular. De este modo la
conciencia ecológica ha ido aumentando y aumentará más todavía en
el futuro. Pues bien, la escuela ha de fomentar entre sus alumnos la
capacidad asociativa. En primer lugar, dentro de su ámbito propio,
pero también de cara al exterior. De este modo, estos niños
acostumbrados al trabajo colectivo de cara al bien común, es
previsible que sean miembros activos, cuando dejen la escuela, de la
defensa y promoción del entorno.
6. Educación para la salud
Nuestra sociedad consumista ha creado en sus miembros unos
hábitos, unas actitudes y unos comportamientos que, cada vez en
mayores ámbitos de nuestra vida -seguridad, alimentación,
sexualidad, relación con el medio, equilibrio entre el trabajo y el
descanso- han ido provocando auténticos problemas de salud
-accidentes, abuso de comidas rápidas, aumento de enfermedades de
transmisión sexual, aumento de embarazos en las adolescentes,
agresiones ecológicas, crecimiento vertiginoso de la drogadicción,
estrés...-. Nuestros alumnos son totalmente hijos de estos
comportamientos que constituyen parte de los llamados «estilos de
vida». Una propuesta, desde la escuela, es tratar de favorecer sin
reservas un estilo de vida sana, y empezar a incluir y contemplar los
contenidos de la salud, de una forma interdisciplinar, en todas las
áreas que lo permitan.
Jesús Renau
CRISTIANISME 28
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