X "Ataques a la Iglesia en Estados Unidos" - Una hábil campaña de manipulación fomenta el recelo y animadversión tanto hacia el Catolicismo como para con sus sacerdotes. Escribe Thomas Hendrickson, analista de prensa

"Los Curas de Salem": ¿cacería moderna?

Se ha desatado una feroz cacería humana a escala mundial. Desde todos los puntos del planeta se levantan dedos acusadores contra la Iglesia y Sus ministros. Cual perros de caza, agrupaciones de activistas anticristianos y sectas con la cooperación de medios de comunicación, persiguen y "queman en vida" a los religiosos católicos. Hoy en día se sospecha de los sacerdotes por el solo hecho de ser tales. El impacto y la reiteración de las acusaciones, las exigencia de sanciones a priori y la cooperación van moviendo a la opinión pública de la desconfianza a la repugnancia y de esta al odio hacia la Iglesia. ¿Cuanto tiempo faltará para los primeros vandalismos 'espontáneos' que precedan lapidaciones colectivas?


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Calumnia, que algo queda" (Lenin)

Ataques a la Iglesia en Estados Unidos
Una opinión católica


La recurrencia de los escándalos de corrupción de sacerdotes en Estados Unidos han provocado la mayor aparición de la Iglesia en la primera plana de norteamericana y mundial. Pese a los desmentidos y a la presentación de pruebas incontestables, la herramienta de manipulación surtió el efecto deseado, causando recelo y animadversión tanto hacia el Catolicismo como para con sus sacerdotes. Escribe Thomas Hendrickson, analista de prensa


Hay ocasiones en que resulta oficioso reiterar la información que está al alcance de la mano de quienquiera se interese en el transcurso de los hechos.

Desde las primeras notas en prensa hasta hoy se han multiplicado las emisiones informativas de uno y otro signo. Algunas consideraciones de descargo han resonado fuerte, remeciendo a muchos que estaban más dispuestos a creer en rumores que en los hechos puros con que se intenta oponer resistencia a esta verdadera lluvia de ataques y descalificaciones para la Iglesia Católica.

Por lo mismo no nos detendremos en el análisis de aquello que otros tan juiciosa y oportunamente han hecho. Baste como ejemplo el brillante trabajo producido por la Revista Crisis (10 mitos sobre la pedofília en los sacerdotes) o el artículo del filósofo brasileño Olavo de Carvalho sobre el mismo tema.

La opinión pública interesada ha podido acceder desde entonces a toda la información que ha deseado, derribando los mitos creados por afirmaciones gratuitas y malintencionadas posteriormente distribuidas universalmente a través de los medios de comunicación. A nadie que realmente se pusiese a investigar le resultó complejo, difícil o inaccesible acceder a las respuestas buscadas. Ya sea la relación entre pedofília y sacerdocio, la verdad sobre la fundación del celibato, las sanciones al clero descarriado o los mecanismos de castigo para estos desvíos, todo está fácilmente accesible y al alcance, repito, de cualquier interesado.

En muchas parroquias se dispuso de rudimentarios folletos con preguntas y respuestas para uso de quienes no cuentan con acceso a internet o a otros medios de investigación.

Curiosamente no se registran consultas ni de periodistas ni de ninguno de los líderes de opinión que tan apresuradamente se lanzaron a mitificar o a condenar.

Sin esperar pruebas o investigaciones, se violó el elemental principio de Derecho, dando por culpable a la Iglesia hasta que se demostrase su inocencia. Y lo que es más aberrante: se condenó a la institución de mil millones de personas como un todo por las faltas de un puñado de malos miembros.

El primer punto en cuestión es el elocuente desinterés por informarse de primera fuente, anhelando tan sólo nutrirse con noticias morbosas, detalles escabrosos y sensacionalismo periodístico que repite mitos y lugares comunes anticatólicos elevándolos a la categoría de 'información desconocida por la mayoría', como es el caso, por ejemplo, de la supuesta invención del celibato en la Edad Media. 

Criterio para analizar la situación

Para pensar sobre la situación que atraviesa la Iglesia norteamericana, y por extensión el cuestionamiento que enfrentamos los católicos del mundo entero, será preciso analizar la situación en abstracto, para poder luego aplicarla en el escenario que necesitemos.

Primero veremos cómo funciona esta campaña de comunicaciones contra la Iglesia, para luego apreciar la misma situación desde la perspectiva de la fe.

Cuando se quiere impactar a la Opinión Pública, lo primero que se hace es buscar una idea que la remeza. Puede ser positiva (relacionada con sus esperanzas o anhlelos) o bien negativa (relacionada con sus miedos o temores). También pueden relacionarse con la curiosidad o la morbosidad.

En el caso que nos ocupa, se procuró encontrar un tema que provoca dos sentimientos negativos: morbosidad y repugnancia.

Utilizar la imagen de niños indefensos siendo abusados pro adultos perversos, y aun investidos de responsabilidad espiritual, es muy violento.

Con esto se logra el segundo punto de impacto: propiciar un involucramiento emocional con la trama. Esto se aprecia nítidamente en el caso norteamericano, donde el impacto es mucho más emocional que racional, e involucra fuertemente al público, que ve al sacerdocio como una amenaza para la infancia.

Nace aquí el tercer punto: se crea discurso. Este punto es, en cierta medida, el principal objetivo junto con el cuarto, que es abrir polémica. Cada vez que presenciamos campañas de este tipo debemos estar atentos al objetivo. Con la acción norteamericana se da pie a la creación de un discurso (conjunto de afirmaciones coherentes y con sentido) abiertamente anticatólico. La gente habla del tema repitiendo y acrecentando las ideas centrales que se quisieron inocular en la opinión pública. A esto llamamos 'discurso'. Se crea un nuevo tópico en la conversación, se escribe, habla y se bromea. Se vuelve un tema cotidiano y natural en todos los ambientes. Se comenta y se enriquece con cada contacto.

Diciendo que se abre una polémica no decimos que esto sea malo. Recientemente se aprecia entre el público católico una desastrosa confusión respecto a la polémica. La polémica en sí misma no sólo no es mala, sino que es incluso buena, positiva y enriquecedora. Otra cosa es el espíritu pendenciero, amante de la discusión por la discusión en si misma.

La polémica enriquece si no desdibuja el mensaje que se quiere transmitir, si no aparta a las personas ni las pone afuera de los argumentos centrales y si el discurso que se crea es una extensión de la trama central que nos ocupa.

Es bueno que se genere polémica y es necesario contar con buenos polemistas. Es una virtud perdida por la grey católica que la coloca en grave desventaja respecto a eventuales adversarios que nunca renunciaron a ella como medio de explicitación de sus doctrinas.

Lo malo es cuando la polémica está generada en medio de una estrategia destructiva, porque no se apartará de la trama central propuesta. En el caso norteamericano se concentra en dividir a la opinión pública general y particularmente a la católica. Esta polémica tiene mas sentido cuando de la analiza bajo la luz del cuestionamiento de los principios elementales de la fe y de la constitución, instituciones y acción de la Iglesia.

Cualquiera se siente con derecho a cuestionar y opinar sobre cosas que no entiende y sobre las cuales opera las más de las veces un prejuicio secular anticatólico.

La población católica se siente acosada, cuestionada y hasta cómplice por los sucesos rescatados bajo la lupa periodística.

En esta discriminación informativa es posible ver la mala voluntad y el fin destructivo. Los últimos 10 años han asistido a cada vez más frecuentes casos de pastores protestantes involucrados en delitos similares a los que se destaca de la Iglesia. El caso del pastor evangélico - casado - que abusaba de una niña minusválida, sentenciado a largos años de cárcel por adulterio, robo, abuso de menores y pornografia prácticamente desapareció de la prensa. La misma situación se repite con sectas y movimientos de la Nueva Era. Los crudos testimonios presentados por las víctimas de la secta "Niños de Dios", con casos de prostitución y pornografía infantil fueron rápida y oportunamente retirados de las vidrieras periodísticas.

Como ha denunciado previamente la revista Crisis, existe ya desde hace siglos un ambiente anticatólico entre los medios de poder. Ambiente que favorece una campaña de desprestigio y destrucción tanto cuanto más se aplique en el deseado desmoronamiento de la Iglesia, en su institución y cultura.

Distinguir para comprender

Los sucesos denunciados por los creadores de opinión pública muchas veces - pero no todas - han sido casos reales. El puñado de casos se reparte en incidentes aislados en el tiempo, llegando algunos a veinte años atrás. De muchos no se contó nunca con una denuncia en décadas. Pero aún representando una minoría y una patente excepción a la regla, no es posible negar los sucesos, en cuanto realmente hayan ocurrido así. 

Es preciso recordar que los procesos aún se encuentran en su primera etapa, cuando se formulan acusaciones. Aún falta probar cada caso. Adicionalmente la cuestión se encuentra enrarecida por las demandas multimillonarias que exigen las víctimas. Ya se creó una poderosa 'Asociación de víctimas de abusos de sacerdotes', que no declara ni prueba la procedencia de su representación. Actúa, sin embargo, como vocera de las demandas que más millones de dólares supondría como compensación. En Irlanda la misma idea se repite con un poco más de truculencia para impactar mejor a la población. John Kelly se presenta como portavoz del grupo "Sobrevivientes Irlandeses de Abusos a Menores"

Este clima ha generado una psicosis colectiva de 'cazafortunas' y de repetidores compulsivos de 'historias urbanas', pequeñas leyendas locales repetidas una y otra vez con diversos protagonistas. Así como el pueblo norteamericano se fascina con historias de ovnis, de fantasmas y de conspiraciones 

El origen del problema

Sin embargo, estos excesos no suprimen los casos reales, que exigen ser comprendidos en su contexto con una mirada realista, sin torpe ingenuidad ni menos con ácido pesimismo.

Lo primero a tener en cuenta es que el origen de estos casos radica en la tremenda crisis moral que afecta no sólo a los sacerdotes o sólo la grey católica: afecta al mundo entero, con particularidades más crudas o no según las circunstancias de cada caso.

Esta crisis afecta a todas las sociedades humanas, corrompiendo la humanidad de las instituciones. Las recientes protestas argentinas han traído, por ejemplo, al tapete la grave situación de corrupción moral de muchas instituciones y sectores sociales. 

El ciudadano medio está conciente de esta corrupción, y no hay sector hacia donde señale que pueda exceptuar: Estado, ministerios, policía, jueces, ejercito, política, empresariado, sindicatos, asociaciones profesionales (abogados, médicos, etc), deportes, espectáculos, cultos religiosos, etc. 

Salvo radicales excepciones nadie, sin embargo, cuestiona a las instituciones en si mismas o exige su desaparición.

En el caso de la Iglesia, por el contrario, se especula, se cuestiona, se clama por modificaciones que la eliminarían completamente o la transformarían en lo que definitivamente no es. Toda la fuerza y generalización se pone contra Ella.

Nadie, ni remotamente indignado, cuestionaría la existencia de los médicos, de los ingenieros, de los policías o de los jueces a causa de los conocidos abusos o corrupción que les afecta.

Las dos Iglesias

En este punto se hace precisa una distinción capital: si bien la Iglesia en cuanto tal es Santa, los hombres que la componen pueden pecar. El bautismo y la gracia no nos quitan la libertad. Predisponen al bien, nos invitan a la perfección, pero no nos violentan. Es posible por tanto encontrar católicos que pecan, sin que por ello se pueda negar la excelencia de los principios que profesan, por mucho que lo hayan negado en la práctica con sus actos.

Para los sectores católicos confundidos por la ignorancia respecto a este punto, la situación es estremecedora: del ideal de una Iglesia Santa, saltan a la visión particular de hombres pecadores, que incluso pueden portar las más altas insignias.

Esto no quita no quita maldad a los actos, sino que los agrava. De ellos no puede decirse que sean buenos católicos, sino que son malos católicos porque precisamente no practican aquello que prometieron obrar. 

La espiritualidad católica exige coherencia a sus pastores y a todos los miembros en general que componen su estructura humana. Por ello se les critica no ser como ellos enseñan a ser. Nosotros exigimos cumplimiento en nombre de la santidad de las enseñanzas que ellos predican. 

Por lo tanto, no son sus enseñanzas, ni sus principios, ni sus doctrinas, ni sus dogmas, ni sus tradiciones, ni su estado, ni sus instituciones, lo criticable, sino su incoherencia con ellos. 

Al contrario, todos estos puntos propiamente católicos han demostrado durante dos mil años y bajo todas las condiciones posibles - favorables y adversas - ser medios de santificación, perfección y felicidad de quienes los practicaron. Los santos son el ejemplo más conocido universalmente. Ellos sí son buenos católicos, y como tales sólo produjeron bien a quienes los rodeaban.

¿Por qué se agrede a los religiosos?

Como señalásemos al principio, esta campaña de desprestigio fue particularmente bien pensada. Con el cuidado con que se escogieron los puntos centrales para remecer la opinión pública y volcarla contra la Iglesia, se escogió a los sujetos que simbolizarían la infamia. En esto no se fue particularmente original, ya que tradicionalmente se enfoca en los ministros de Dios el cuestionamiento hacia toda la Iglesia. 

¿Será porque en ellos el pecado es distinto al resto de los otros católicos infieles a su vocación? No. Se escoge a los religiosos porque ellos representan de modo simbólico y con mayor fuerza los principios de la fe católica.

En esto consiste la evidente oposición entre el vicio y la virtud. Si es particularmente popular hablar en contra de los sacerdotes, y en alguna forma es "agradable" criticar a la Iglesia, no es para exigir mayor santidad o extensión de la moral cristiana a todos los ámbitos corruptos de la sociedad. La crítica procura suprimir y eliminar la existencia, el peso y la influencia de la Iglesia de la sociedad. De reducirla a un pequeño grupo de sujetos apartados de la vida social y cultural. 

Usualmente los viciosos y malvivientes evitan mirar y recordar aquello que han corrompido: la virtud. Si les fuese posible, eliminarían todo recuerdo de su mala vida. La Iglesia, por su propia naturaleza, les recuerda su estado de vida, sus desórdenes y su corrupción. Como la leyenda de los vampiros, ellos quisieran hacer una eterna noche para no tener que convivir con el sol que denuncia su maldad y corrupción. Son muertos vivos que no quieren ser vistos como tales, y por esto desean eliminar la comparación en la virtud.

Por esto han sido llamados tradicionalmente "libertinos", porque se oponen a cualquier traba que les impide practicar su mal. 

Contradicciones en la "tierra de la libertad"

Curiosamente, Estados Unidos ha sido considerado por los propagandistas liberales como la tierra de las libertades. No entendiéndolas como oportunidades para la perfección, las crean como licencias para lo que se desee. 

En el punto particular de la pedofilia, por ejemplo, los creadores de opinión pública mantienen un doble standard: habitualmente se muestran comprensivos y hasta entusiastas de consentir toda clase de perversión - hasta protegerla por ley de ser posible - y puritanos calvinistas con la Iglesia cuando han podido encontrar en uno de sus miembros algún vicio o error. 

Cuando en 1960, el psiquiata comunista Wilhelm Reich trajo a los movimientos libertinos norteamericanos el concepto que en Alemania había contribuido a crear, fue lúdicamente acogido por los movimientos revolucionarios de corte tribalo-hippistas. Reich, recordemos, fundó lo que llamó "liberación sexual de la juventud", e influyó para la liberalización de la legislación norteamericana respecto a aberraciones consideradas hasta entonces como crímenes. Del mismo modo lideró una lucha cultural para la aceptación de las perversiones, en nombre de la libertad. 

Posteriormente los cursos de educación sexual en los colegios fueron moldeando las mentalidades para hacerlas cada vez más "abiertas" hacia las diversas formas de libertinaje, induciendo el individualismo extremo como medida absoluta de bien y de mal. 

Citando el caso de la pedofilia, podemos traer a la memoria cuando en 1981 la influyente revista Time publica argumentación en favor de la misma, ganándose la popularidad y simpatía de todos sus cultores y consejeros sexuales. 

El terapeuta familiar Larry Constantine proclama que los chicos "tienen el derecho de expresarse sexualmente, lo que significa que pueden tener o no tener contactos sexuales con personas mayores". Los movimientos homosexuales y feministas se sumaron a la campaña pro-pedofília invitando a "desmitificar" el tema y a liberar a la sociedad del "tabú". A esta campaña se sumarán, posteriormente, los colegios de psicólogos y nuevas organizaciones liberacionistas con creciente influencia en la vida universitaria y cultural.

Esta apertura hacia planos gradualmente más audaces en materia de libertad sexual y respeto a "todas las variantes de vida íntima" no existe cuando se trata de aplicar el mismo caso en los agentes protectores de la moral. A Bill Clinton no se le perdonó el affaire Lewinsky, donde se concentró todo el escándalo de la opinión pública, pero a cambio no se hizo mayor cuestión de las millonarias estafas inmobiliarias de White Watter. Esto fue en cuanto Clinton representaba la máxima autoridad del Estado, y no por su papel de baluarte moral norteamericano, precisamente. 

La libertad, por tanto, queda remitida al interés de quién la defiende. Parodiando inversamente al lema del presidente mártir ecuatoriano Gabriel García Moreno, los creadores de opinión norteamericanos gritan: "Libertad para todo y para todos, menos para el bien y los bienhechores".

Como enseña la doctrina de la Iglesia respecto a las almas condenadas al infierno eterno, entre los pecadores no existe amor ni solidaridad. Ninguno de los pedófilos, homosexuales, lesbianas, feministas, terapeutas familiares, etc. han saltado en defensa de quienes cayeron en el mismo pecado para el que piden libertad. Ningún periodista liberal publicó nota alguna argumentando a favor de lo que ellos mismos defienden, cuando la oportunidad era no de ganar esa "libertad", sino de hundir a su enemigo ancestral.

¿Quien podría estar interesado en una campaña de esta naturaleza?

Contrariamente al criterio "prudente" de muchos, es lícito evaluar una teoría que denuncie una conspiración. Es la misma mentalidad de un detective, un filósofo o un historiador. Así se descubrieron muchas conspiraciones en la historia, como también se desecharon muchísimas "conjuraciones" que no eran tales.

Sólo se exige un riguroso método de análisis. Por ejemplo, determinar si dentro de las condiciones posibles existió un móvil que justificara esa acción, si se poseían los medios, si se contaba con la oportunidad, etc. Al mismo tiempo será requisito primero el que no pueda explicarse por una simple coincidencia del azar, o que se carezca de una "inteligencia directora" del plan.

Es posible, por tanto, suponer en este caso donde se cuenta con todas las preguntas afirmativamente respondidas, que existe una campaña de naturaleza anticatólica. No coordinada por una u otra fuerza particular, que odia la existencia de la Iglesia por la oposición que Ésta presta a su mal, sino mas bien por el común interés de los viciosos que se hacen uno en el crimen. No es sólo del interés de los protestantes, o de los perversos sexuales, o de los liberales, o de los socialistas, etc.: es de interés común la destrucción de la Esposa de Cristo.

Las particularidades de esta campaña

Si hubiese sido posible escoger otro escenario o grupo de condiciones para agredir a la Iglesia, sería casi imposible encontrar algo mejor que obrar en Estados Unidos. Norteamérica es el corazón mundial de las comunicaciones, desde donde se bombea la información a todo el planeta a través de las redes globales de prensa, por lo que cualquier suceso que afecte a Estados Unidos y que cautive el interés periodístico, será conocido en el modo y de la forma que la prensa norteamericana desee dar a la información. Prácticamente ningún habitante del planeta dejará de estar influido por los acordes de este gran órgano mediático.

Por otra parte, también es el centro mundial de las tendencias de pensamiento y de moda. Es - como en el pasado fuera Francia - el país rector de lo que se piensa, se siente, se quiere y se obra. Luego, esto pasará a tomar la forma particular que cada nación acoja.

El pensamiento francés ha denunciado las formas posmodernas de la mentalidad norteamericana promedio, acusándola de binaria: sólo existen contrastes extremos en los cuales pueden ubicarse los sucesos. Para el caso del escándalo formulado en prensa sobre la Iglesia, el caso del abogado Jeff Anderson, que representa a los querellantes es elocuente al afirmar que la Iglesia no estaba protegiendo a los menores e indicar que el Vaticano era responsable, por autorizar los traslados. "Todos los caminos conducen al Vaticano", aseguró.

Esta generalización abusiva no escandalizó, curiosamente, a ninguna de las estrellas que habitualmente figuran en las primeras planas de los medios.

¿Qué consecuencias trae esta campaña?

La primera que podemos citar es la división, desprestigio y desunión en las fuerzas católicas, confundidas y recelosas hacia sus pastores a causa de las acusaciones generalizadas a toda la Institución a que pertenecen.

Para estos fieles, como para la mayor parte de la comunidad católica norteamericana, se afecta directamente la recepción habitual de los sacramentos (confesión, por ejemplo) por el temor no tanto a ser víctimas como a entrar en contacto con perversos de esa calaña. Todo sacerdote se hace sospechoso y en cierto modo culpable por los sucesos destacados por la campaña. Al mismo tiempo pierde fuerza la enseñanza de la Iglesia porque en lugar de atender lo que dicen los pastores, se atiende a quiénes son los pastores que lo dicen.

Otra consecuencia radica en que la Iglesia católica pierde violentamente su prestigio como la mayor fuerza moral y religiosa de los Estados Unidos. Aún viviendo bajo el constante acoso anticatólico, la Iglesia nunca perdió su imagen ante la sociedad. Pero hoy en día la invasiva persecución de los medios no permite un segundo o sector de tranquilidad a los católicos. Parodiando la persecución de la prensa a Lady Di que causara su muerte, la intelectualidad conservadora norteamericana ha encontrado un paralelo en el acoso a los católicos.

La Iglesia católica norteamericana es la principal educadora privada a nivel nacional. Con más de tres millones de estudiantes, las nuevas condiciones de desconfianza hacia la Iglesia amenazan con una deserción progresiva del estudiantado, obligado por la fuerza de las circunstancias a recibir formación moral e intelectual de colegios protestantes o liberales. El mismo fenómeno se observa en el ingreso a los seminarios, por temor a los desórdenes denunciados en ellos.

Otra consecuencia ignorada por quienes no viven en Estados Unidos es que las compañías aseguradoras reaccionaron retirando las pólizas a la Iglesia, por lo que ha quedado desprotegida ante cualquier eventualidad o siniestro - espontáneo o intencionado - que surgiera en adelante.

Con 63 millones de fieles, los católicos constituyen el 23% de la población y la primera religión organizada de la nación.

Las multimillonarias demandas de indemnización sumaron al principio mil millones de dólares, en tanto que hoy ya se habla de duplicar o triplicar la cifra. Esto obligaría a la Iglesia a que algunas diócesis tengan que vender propiedades y retirar fondos de sus inversiones para cancelar las deudas, además de que, ante las presiones económicas derivadas del escándalo, se vean afectados los programas sociales y educativos de las diócesis.

Esta situación nos refresca la idea de que se desea castigar a la toda la Institución por los crímenes de unos pocos malos miembros.

Remedios al problema

Cuando Nuestra Señora apareció en Fátima en 1917, previó las grandes persecuciones que sufriría la Iglesia en adelante. Aseguró que sobrevendrían grandes catástrofes en que el Santo Padre tendría mucho que sufrir. Que los católicos se encontrarían desolados. La beata Jacinta fue muy precisa al prevenir sobre el estado del sacerdocio y los medios de prevención de situaciones como la que atraviesa la Iglesia norteamericana con el aprovechamiento que se hace del caso:

- "Madrina mía, ¡pida mucho por los pecadores!"

- "Pida mucho por los sacerdotes, pida mucho por los religiosos".

- "Los sacerdotes solo deberían ocuparse de las cosas de la Iglesia".

- "Los sacerdotes deben ser puros, muy puros".

- "La desobediencia de los sacerdotes y de los religiosos a sus superiores y al Santo Padre ofende mucho a Nuestro Señor".

Estas palabras resuenan tanto más fuertes cuanto provienen de la última y mayor aparición mariana. En ella encontramos la respuesta preventiva y alentadora para la conducta de seglares y religiosos.

El remedio de prevención está en promover la santidad y la disciplina, en enfatizar la coherencia y la necesidad de conversión, penitencia y oración. En el incremento de las devociones y la modelación de la vida conforme a los luminosos principios del Evangelio.

Conocemos las causas de la crudeza y violencia de esta campaña: la promoción y aceptación en medio de una opinión pública mundial cada vez más contraria al catolicismo y a toda forma de vida moral ordenada.

Pero también conocemos los remedios. Si bien es cierto que existe corrupción en medio de las filas humanas de la Iglesia, que existen desórdenes en los seminarios, no es menos cierto que esto es un síntoma de la crisis y que es la excepción que confirma la regla: son malos católicos, traidores a su vocación de santos.

Ni por esta absurda minoría debe juzgarse a la Iglesia ni puede afirmarse que estas aberraciones son productos o consecuencias de los principios cristianos. Son parte de una corrupción generalizada que afecta por igual a católicos y no católicos, si bien es necesario reconocer también que malos católicos abrieron las puertas y favorecieron que el espíritu del mundo, del demonio y de la carne ingresasen por las puertas de la Ciudad de Dios.

Sólo sacerdotes santos pueden formar un pueblo santo, capaz de enfrentar y reformar no importa qué ataques, de qué magnitud o su fuerza. Así fue siempre en el pasado. El hecho de que esta vez el ataque y el escándalo también provengan desde dentro de los muros nos debe hace reforzar aún más la fuerza puesta en el buen combate.

Si nos fuese posible recurrir al buen consejo sacerdotal, acudiríamos al Patrono de los Sacerdotes, San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars. En él encontraríamos sanas luces para no desesperar y sobretodo para comenzar los cambios, modelándonos conforme al celo por la perfección cristiana.

Un sacerdote le confiaba su desconsuelo, por no decir su desaliento, porque había agotado en vano todas las industrias de su celo para restaurar la vida cristiana en su triste parroquia.

- "Habéis orado, le respondió el santo, habéis llorado... pero esto no basta. ¿Habéis ayunado, habéis velado, habéis dormido sobre el duro suelo, os habéis disciplinado? En tanto que esto no hagáis, no creáis que todo lo habéis hecho"

Cortesía de www.cristiandad.org para la
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