Orar con tus palabras de mujer


No tengo paz en mis estancias;
la más silenciosa es todavía un grito.
La íntima es como antesala
la santa es como sala de espera
la señorial está descuidada
como el día fugaz.
Gertrud bon Lefort

 

DE PROFESIÓN, SUS LABORES

Dios mío,
te alabo, aspiradora en mano,
en la nube de polvo
que he sacado del suelo y del sofá,
ante el montón de cubiertos
que he dejado radiantes
para otra comida familiar,

con la espuma jabonosa,
alborotada en el mar del fregadero
y las manos por secar
con los dedos untados en ungüento
para el culito del bebé,

esparadrapo en mano
para la rodilla del niño que cayó,

con las manos a la cabeza
sacudida por el llanto,

con el vendaje de la pierna
sobre la piel enfebrecida.

Te alabo con mis manos juntas
y sucias de lavar pañales
con lágrimas y consuelos
el pensar del mundo entero
Helga Schltes-Piccon

 

SEÑOR DE MI ALMA

Señor de mi alma, cuando andábais por el mundo, las mujeres, a quienes las favorecisteis siempre con mucha piedad y hallaste en ellas tanto amor y más fe que en los hombres, pues estaba nuestra sacratísima Madre, en cuyos méritos merecemos, y por tener su hábito, lo que desmerecimos por nuestras culpas. ¿No basta, Señor, que nos tiene el mundo acorraladas e incapaces para que no hagamos cosa que valga nada por Vos en público ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habiáis de oír petición tan justa? No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo juez, y no como los jueces del mundo, que como son hijos de Aaín y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tenga sospecha.
Sí, que algún día ha de haber, Rey mío, que se conozcan todos. No hablo por mí, que ya tiene conocido el mundo mi ruindad, y yo holgada que sea público, sino porque veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimas virtuosas y fuertes, aunque sean mujeres.
Santa Teresa de Jesús,
Camino de Perfección, 4

 

EQUILIBRIO

Danos, Señor,
un paso tranquilo,
mirada serena,
manos pacíficas,
un espíritu relax,
libre de presiones,
convulsiones,
premuras.
Danos, Señor,
el gusto por el baile,
abrir los brazos y bailar,
romper los eslabones
y cadenas del destino,
en la desesperación
decir: “ A pesar de todo...”
Vivir el presente,
repartir alegría,
compartir el dolor,
bailar siempre.
Líbranos, Señor,
de ser satélites del yo,
de darle tantas vueltas
de marearle,
sino mantener el equilibrio
durante el baile de la vida,
¡el equilibrio en la fe!
Doris Lindenblatt

 

MARTA

Sí, Señor: alguien tiene que venir.
No todas pueden sentarse a hablar
al corazón.
Ni siquiera a tus pies venerables
engolfadas en dulces pensamientos.

Sí, Señor: alguien tiene que aguantar
al día con sus más y sus menos,
molestias y calores,
mientras otras a tus pies rezan
y meditan.

Sí, Señor: alguien tiene que tirar
de los diarios quehaceres.
Alguien fastidiarse cuando
preferiría cantar,
fastidiarse y callar en el polvo
de la tierra.

Sí, Señor: los hombres tienen que ganar para vivir
y las mujeres sostener su hogar.
Las hay que tienen que madrugar
a gusto de quien prefiere rezar.

Sí, Señor: también a ti hubo
que atenderte
cuando vivías por acá.
Te traigo el pan y el vino,
mi huésped del cielo, de mi oración.
Julia C. Dorr

 

 

En la planta yo veo la belleza,
de las hojas, de la flor
y del fruto en sazón
pero la raíz es cosa de mi fe.
Marie Noël



Selección de textos del libro. Cita Interior. Orar con otras palabras de Anneliese Lissner, Publicaciones Claretianas, Madrid 1999,