A los católicos se nos conoce más
por ir a Misa,
que por salir

MISA/MISION:CR/MISION:

Y, curiosamente, el término-misa tiene más que ver con la salida (la misión al mundo y en el mundo) que con la presencia en el rito. Tampoco la reforma litúrgica ha sido muy afortunada en este caso, al traducir el popular "ite missa est" por un insignificante "podéis ir en paz". Se ha postergado el imperativo evangélico (Ite, o sea, id... al mundo... entero), condescendiendo con la burguesía religiosa de los cumplidores. Y la verdad es todo lo contrario, pues cumplido el rito, que es la misa, empieza la misión, que es la praxis en la vida y en la calle.

Nos lo ha recordado y urgido JUAN-PABLO-II en la reciente encíclica Centessimus-Annus. Al final del número 25 subraya el Papa que la misión de los cristianos, laicos sobre todo, es la animación evangélica de las realidades humanas. Nuestra misión como cristianos, nuestra razón de ser, no es la práctica religiosa, sino la animación de la vida desde el evangelio. Pues no hemos sido bautizados, elegidos para ir a misa y frecuentar los sacramentos o rezar. Si así fuera, la iglesia vendría a ser una especie de club deportivo para realizar ejercicios espirituales. Por el contrario, el bautismo, los sacramentos y la oración nos capacitan y tonifican para desempeñar una misión: animar con el evangelio y desde el evangelio la vida privada y pública.

Animar es dar ánimo, infundir aliento y vida, poner alma y corazón en este mundo y este sistema sin corazón.

La tarea es humanizar -subordinar al hombre y poner a la altura de todos los hombres- este mundo demasiado politizado, esta política demasiado económica, esta economía demasiado capitalista, este capitalismo salvaje y egoísta sin alma y sin corazón. Y eso desde el evangelio, que es como el corazón de Dios, su palabra, su aliento, su promesa: la Buena Noticia para todos, sobre todo para los pobres.

No se trata, en consecuencia, de cristianizar la vida y la convivencia, bautizando parcelas de la misma. El evangelio y la doctrina social de la Iglesia no proporcionan modelos para organizar la sociedad, ni recetas aplicables a casos concretos, ni soluciones puntuales a los puntuales problemas humanos. No hay sociedades cristianas, ni estructuras cristianas, ni empresas o sindicatos o partidos cristianos. Sólo el ser humano es sujeto de fe y, por tanto, capacitado para ser cristiano. Y la historia ha demostrado ejemplarmente las funestas consecuencias de la pretensión de otros tiempos de querer bautizarlo todo. La política, la economía, la cultura, la técnica, la ecología.. es cosa del ser humano. Y todo eso hay que hacerlo con todos y entre todos los seres humanos, sin prescindir ni hacer ascos de nadie. Pero poniendo todo el esfuerzo y vida, aliento, alma, corazón, amor y fe. Cada cual la suya, que eso es el pluralismo, y, obviamente la nuestra, la del evangelio.

Desde el evangelio y con el evangelio, que no es una doctrina ni una ideología, sino vida, porque el Evangelio es Jesús, tenemos que concurrir los cristianos a todos los foros públicos, que es donde se amasa la vida, para ser levadura. En la vida privada, en la familia, en las organizaciones y asociaciones, en los municipios y comunidades, en todos los niveles de decisión, tenemos que estar presentes. Nuestra pretensión no es dominar, ni imponer, ni hacer méritos o ganar en imagen, ni siquiera tenemos que albergar la ilusión de hacer que la religión cristiana sea la más numerosa o extendida del mundo. Nuestro objetivo es sencillo: servir al ser humano, a cualquier ser humano, a todos los seres humanos. Y empeñar la vida (¡cuánto más todo lo que es menos que la vida!) contra toda injusticia, discriminación, marginación, violación de los derechos humanos. Porque todo lo que creemos los cristianos es que Jesús es Dios que ha venido al mundo a servir a los seres humanos.

Esa es la Buena Noticia. No hay otro engaño.

L. BETES
DABAR 1991/36